Mostrando entradas con la etiqueta Javier Sierra. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Javier Sierra. Mostrar todas las entradas

martes, 6 de mayo de 2025

JAVIER SIERRA: ❝Los cuadros son libros sin palabras❞

Toma tu móvil y descárgate la aplicación Google Arts & Culture. No preguntes. Hazme caso. ¿Ya te la descargaste? Bien, ábrela sigue los pasos que te indica la aplicación. Cuando ya la hayas configurado, justo abajo te saldrá el siguiente menú: Explorar. Jugar. Estudio. Buscar inspiración. Dale a Jugar. Te saldrán varios juegos. Elige uno que se llama Art Selfie. Si clicas se abrirá tu cámara de fotos. Hazte un selfie. ¿Ya? Pues ahora la aplicación va a buscar tus rasgos entre los rostros de un sinfín de pinturas. ¿A quién te pareces? Yo me tronchado de la risa porque lo mismo me parezco a hombres que a mujeres y no sé muy bien cómo tomarme la cosa. En fin....

Bueno, pues esta es una de las cosas curiosas y divertidas que me explicó Javier Sierra cuando pasó hace algunas semanas por Sevilla para promocionar El plan maestro. Es la segunda vez que hablo con este autor y admito que, nuevamente, me ha cautivado con su conversación. Y con su novela. El plan maestro está concebido como una continuación de El maestro del Prado. El lector va a volver a enfrentarse a un mundo en el que el arte y la pintura son los principales protagonistas. Estamos ante una novela que viene a resolver el enigma que, doce años atrás, quedó suspendido en el aire con El maestro... Os dejo con la conversación con Javier Sierra.

Marisa G.- Javier, un placer tenerte en Sevilla, charlar contigo sobre El plan maestro. Creo que la última vez que hablamos fue con El mensaje de Pandora y lo hicimos hasta por teléfono por la pandemia.

Javier S.- Sí, era pandemia. De hecho, la promoción de ese libro fue muy frustrante. A mí me gustar hacer esto que estamos haciendo hoy y visitar ciudades pero no pudo ser. Fue todo digital.

M.G.- Al menos, algo pudimos hacer. Bueno, El plan maestro se entiende y creo que lo has concebido como una continuación de El maestro del Prado. ¿Se entiende así?

J.S.- En realidad es un juego en el que yo expando el universo de El maestro del Prado. Y El maestro del Prado, aquella novela de 2013 se convierte en protagonista en El plan maestro. Por lo tanto, no es necesario estrictamente que te leas El maestro del Prado para leer El plan maestro, Pero sé, lo sé, que cuando termines esta novela querrás leerte El maestro del Prado. Y funciona igual en el universo mental del lector. Va a funcionar igual.

M.G.- Yo no he leído El maestro del Prado pero me consta que ese libro termina con un enigma sin resolver, un misterio que tú resuelves en este libro, ¿no?

J.S.- Exacto, exacto. Aquel libro lo concebí de una manera un tanto peculiar. Mi editora me propuso que escribiera una especie de guía del Museo del Prado. Ella había leído algunos de mis artículos y algunas entrevistas en las que hablaba de obras de arte. Como había escrito La cena secreta y otros libros en los que la pintura estaba de trasfondo, ella pensó que una guía del Museo del Prado escrita por mí podría ser algo así como aquel libro de Eugenio d'Ors, Tres horas en el Museo del PradoY bueno, acepté el reto. Pero una vez que me puse con el trabajo, vi que era un poco áspero. Una guía de cuadro tras cuadro, tras cuadro, era áspero y pensé que sería interesante incorporar una trama que lo suavizara. Y eché mano de mis memorias y, de repente, recordé que, recién llegado a Madrid para estudiar periodismo, me pasó algo muy curioso en el museo. Un día, estando absorto delante de una tabla de Rafael, una Sagrada Familia, se me acercó un señor mayor por la espalda y se me ofreció a explicarme cómo debía de leer el cuadro. No ver el cuadro. Dijo leer esa pintura. Le respondí que sí, que me explicara lo que quisiera. Me hizo una exposición increíble de lo que era esa obra y me quedé tan fascinado que volví muchas veces al Museo del Prado con el secreto anhelo de volvérmelo a encontrar. No se produjo ese encuentro. Y bueno, al cabo de los años terminé convirtiéndolo en un personaje literario. Y ese es El maestro del Prado. Ese maestro desaparece al final de aquella novela, dejándome un acertijo en un libro. Y, la verdad, yo no esperaba la reacción de los lectores. Empecé a recibir cartas, correos electrónicos y mensajes a través de la editorial,  de lectores de todo el mundo, proponiéndome respuestas a ese acertijo. Me pareció tan rico lo que había sucedido que guardé todos aquellos mensajes y los convertí en combustible para empezar esta novela. Así que en esta novela resuelvo ese acertijo que dejé hace doce años sin resolver. Ha sido una excusa para tener el universo de la pintura otra vez a mis pies y poder hablar de los misterios del arte.

M.G.- ¿Y por qué has esperado todos esos años, teniendo todo ese material?

J.S.- Bueno, han pasado muchas cosas en este tiempo. Gané el Premio Planeta en el 2017 y ese mismo año me embarqué también en una aventura audiovisual. Dirigí y escribí una serie para Movistar que se llamaba Otros mundos, que tenía que ver, curiosamente, con la mirada de los niños y cómo desde pequeños vemos cosas que de mayores no somos capaces de ver. Estuve trabajando en esa serie desde el año 2017 al año 2021. Todo lo audiovisual es de un esfuerzo titánico porque movimos recursos de cine, hicimos un trabajo muy bonito, pero me apartó un poco del día a día de la literatura. Y luego quise también ver crecer a mis hijos. Estaban en una etapa delicada. Tenía la posibilidad de dedicarme un poquito a mis hijos y preferí terminar ese libro, el de la vida y que no vuelve. Así que, aguardé. Han pasado doce años, casi en un suspiro, pero el entusiasmo y la energía siguen siendo los mismos de aquella época y me ha resultado muy fácil reconectar con mi trabajo.


[Si prefieres escuchar nuestra conversación, dale al play]


M.G.- En las páginas finales del libro dices que esta es la obra más osada de cuantas historias has dado a imprenta.

J.S.- Sí, porque no solo mezclo muchos géneros: autobiografía, ensayo de arte, thriller, novela histórica,... Se mezclan muchos géneros y eso siempre es difícil. Pero, sobre todo, se mezclan puntos de vista que habitualmente en la literatura nunca convergen porque se supone o se presupone que son incompatibles, como es una narración en primera persona, pero también una narración en tercera persona por el mismo narrador de la primera. Esto es una pirueta literaria, pero como era un relato natural que yo lo tenía muy en la cabeza, ha ensamblado perfectamente y creo que el lector lo va a disfrutar como una novedad. Así que sí, desde el punto de vista literario tradicional es muy osado. No está dentro del tópico del best-seller, pero va a ser un best-seller porque tiene esos ingredientes para que el lector no pare de sorprenderse. 

M.G.- Sin embargo, no catalogas el libro como una novela. Hablas de un término anglosajón que me ha resultado muy curioso. Faction.

J.S.- Ya sabes que los ingleses son expertos en torcer el idioma. Lo que han hecho es fusionar dos conceptos también aparentemente antagónicos como es fiction, la ficción, y fact, el hecho, el ensayo. Nosotros no tenemos un término como este en lengua castellana. Pero ese término inglés define muy bien lo que yo he pretendido. Es una novela escrita para que el lector aprenda. Está bien que se distraiga, que se entretenga y se meta en los vericuetos de los personajes. Eso es fantástico pero lo que quiero es que, al final de la obra, el lector haya cambiado su punto de vista sobre el arte y entienda que, en origen, el arte era un instrumento mágico. No era un instrumento estético ni un instrumento histórico, sino algo para hacer magia. Y ese cambio de paradigma sólo lo puedes conseguir si creas un artificio envolvente, esa faction que me he inventado

Debo decir que también he contado con la complicidad total de la editorial porque, para que esto funcione, tenía que hacer una novela donde las ilustraciones estuvieran en la página correcta, en color, con buena resolución, para que el lector que está leyendo sobre obras de arte de repente se la encuentre y descubra que efectivamente lo que acaba de aprender es verdad.

M.G.- Lo de incluir ilustraciones se agradece muchísimo. Si estás leyendo una novela que hace referencia a una película, a una pintura, o a lo que sea, tienes que dejar de lado la lectura un momento para irte a Google. Pero aquí no hace falta. Se agradece al autor y, por supuesto, también a la editorial. 

J.S.- Esto lo aprendí de la relación especialísima que Julio Verne tuvo con su editor, Jules Hetzel. Julio Verne es el primero en la novela moderna que incorpora grabados dentro de su narración, porque él, cuando explicaba 20.000 leguas de viaje submarino, quería que el lector, que nunca había visto un submarino ni era capaz de imaginárselo, lo viera. Con un grabador hacían las imágenes y las insertaban en el punto adecuado. Yo fui lector de los viajes extraordinarios de Verne y me impactó esa visión preclara que tuvo, de cara a una sociedad que iba a depender mucho de las imágenes. Así que lo he incorporado a mis libros siempre que he podido. Con El plan maestro hemos conseguido un artefacto que funciona a la perfección. 

M.G.- Te confieso, Javier, que siempre me gusta ese juego entre realidad y ficción que planteas en tus libros. Ahí lanzas un desafío al lector para que se adentre en la historia y a la vez juegue a ese juego que nos ofreces, averiguar qué es verdad y qué es ficción. Es interesante.

J.S.- Es la sensación que yo he tenido siempre. Te va a parecer rara la respuesta, pero, si lees la Biblia, ves a Abraham en medio del desierto, con su esposa, preocupados por si van a tener un hijo o no. De repente, aparecen dos personajes que son dos ángeles. Así los llama la Biblia. Tiene aspecto humano, como tú y como yo, se sientas a comer a la mesa, hacen cosas muy mundanas y luego continúan camino. Nadie se pregunta si existen o no. Acaban de estar sentados a tu lado pero y se acepta que son de otra realidad. A mí, esa sensación de lectura bíblica me impactó desde muy niño. Cómo, algo que parece normal, es profundamente extraordinario y se explica de esta manera tan corriente. Creo que eso ha afectado, de alguna manera, a mi manera de escribir. 

M.G.- En las entrevistas has comentado esa vivencia que tuviste con tus hijos, cuando fuisteis a ver pinturas rupestres. Hablas de la percepción de lo niños, que son capaces de ver lo que no es capaz de ver un adulto. ¿Por qué será?

J.S.- Yo pensaba que eso era, entre comillas, un cuento de viejas. Es decir, que eso de que los niños veían más o sabían más que los adultos hasta cierta edad, era una cosa de las madres o de las abuelas antiguas. Pero, de repente, me tropecé con estudios neurológicos que hablan de que en el cerebro humano, a partir de los siete u ocho años, se produce lo que se conoce como poda sináptica. Las neuronas que están hiperconectadas y hiperelectrificadas en la etapa temprana del ser humano, a partir de los ocho años, empiezan a bloquearse, a morirse, a desconectarse de la red neuronal. Por eso, la percepción cambia a partir de ese momento. También influye, obviamente, la educación. Es parte del proceso o de la consecuencia de la poda sináptica. En los niños, simplemente una sombra de la colcha con la pata de la cama le hace ver un monstruo. Y para ellos está ahí el monstruo. O levantar la mirada a unas nubes y ver unos rostros o unos dinosaurios le parece lo más normal del mundo y ellos ven esos dinosaurios, y al adulto le cuesta.

Yo lo que hice fue equiparar esa visión del niño con la visión del hombre prehistórico cuando crea el arte. Y me preguntaba si sería necesario tener esa visión para comprender de verdad el arte de las cavernas. Y fruto de esa mezcla, surge algo, un elemento que en la novela yo llamo la segunda mirada,  que es la que le permite a algunos protagonistas ver más allá de lo evidente en el arte, intuir que las formas geométricas también son un mensaje, que una nube puede ser un mensaje, que una roca puede ser una cara, que un lago puede ser un ojo o que una fuente puede ser una pupila. Y cuando eso lo incorporas a tu manera de acercarte al arte, el arte de repente te habla en otro idioma, en otra frecuencia. Y es muy interesante.

M.G.- Cuando uno piensa en lo que puede esconder una pintura, o lo que un pintor ha intentado realmente retratar en un lienzo, siempre pienso en las obras de Picasso, en las de Frida Kahlo, en el Bosco. Sin embargo, en este libro también hablas de las obras de Goya, de Botticelli, e incluso de Velázquez. Eso me ha dejado muy descolocada. 

J.S.- El arte sólo funciona de verdad cuando tiene un relato que lo acompañe. Nosotros nos hemos acostumbrado, no sé por qué extraño sortilegio, a ir a un museo a pecho descubierto y a ponernos delante de una obra de arte y sólo mirar la cartela. Y en la cartela se nos cuenta si es óleo sobre lienzo, si es madera, si el pintor vivió de tal a tal año y si pertenece a tal o cual escuela. Pero no se nos cuenta nada más. Y el arte necesita un intérprete, necesita alguien que te lo cuente. Así que, evidentemente, aplicando esa lógica, si alguien te cuenta de verdad lo que tienen Las Meninas, vas a ver cosas que por ti misma nunca descubrirías. Las Meninas, de entrada, es un cuadro de un tamaño que no es normal. Es una escena doméstica. Es la hija de los reyes, la hija de Felipe IV, rodeada de sus sirvientas, en una estancia donde está pintando el propio Velázquez y a la que se asoman, parece, Mariana de Austria y Felipe IV, que se reflejan en el espejo del fondo. Pero esa pintura, que es doméstica, tiene el tamaño de las pinturas reales, de los retratos de los reyes, del retrato ecuestre de Felipe IV, de la reina o del Conde Duque de Olivares. ¿Por qué Velázquez pintó algo destinado a los apartamentos privados de ese formidable tamaño, si no te cabe en el dormitorio? ¿Por qué? Porque no era un retrato doméstico, porque en realidad era un sortilegio, era un hechizo. La situación que ocupan los personajes, si la unes con una línea, forma un signo zodiacal, forma el signo de Capricornio. Capricornio sólo es la reina Mariana de Austria. Y en 1656, cuando se pintan Las Meninas, toda España estaba mirando a la pobrecita Mariana de Austria, que tenía diecisiete años, para ver si el rey la dejaba embarazada y con suerte tenía un hijo varón que ocupara el trono. Era un hechizo de fertilidad y era un asunto de Estado. Por eso, el tamaño del cuadro. Pero claro, si no tienes a nadie que te explique esto, pasa desapercibido. Te parece un cuadro curioso, bonito, intrigante, bien ejecutado, pero no responde a la gran pregunta que hay que hacerse delante de cualquier obra de arte. Y esa pregunta es: ¿Por qué? ¿Por qué el artista dedica su talento a hacer eso? Y siempre hay un porqué. Y eso es lo bonito de mi aproximación.

M.G.- La verdad es que lo que cuentas sobre Las Meninas es impresionante. Es cierto que nos colocamos delante del cuadro, vemos el reflejo en el espejo, y no nos paramos a pensar en nada más. Me ha dejado muy impactada esa parte del libro.

J.S.- Es la puerta para descubrir que, por ejemplo, el sevillano más universal era, en realidad, un devoto de la astrología. Cuando él muere y abren su cuarto en el Alcázar de Madrid, encuentran la biblioteca de Diego Velázquez. Y en esa biblioteca la mitad eran tratados de geometría y matemáticas, y la mitad eran libros de astrología. En el inventario se dice que él tenía unos anteojos de larga vista, una especie de telescopio rudimentario de la época, con el que se pasaba el tiempo mirando las estrellas desde la Torre del Alcázar. Era un tipo que, como Rubens, que era su maestro, estaba obsesionado con la astrología y lo demostró en este tipo de cuadros. Pero tienes que conocer esas cosas. Si no las sabes, se te pasa sin más. 

M.G.- Hace un tiempo, hablaba con otro autor que también escribió una novela sobre cuadros y me contaba que, cuando visitamos un museo, tendemos a tratar de verlo todo pero sales del museo con la sensación de no haber visto nada. Creo que tú llegas a la misma conclusión.

J.S.- Es el síndrome de Instagram. Coges el móvil y empiezas a hacer scroll, como dicen los ingleses. Empiezas a pasar imágenes, un vídeo, otro vídeo y otro. De repente, te das cuenta de que te has llevado tres horas pasando vídeos y no te acuerdas de ninguno. Ninguno te importa. Con ninguno ha habido conexión emocional. Eso sólo se consigue con el relato. Por eso es tan importante que alguien te cuente el arte.

M.G.- Pero, cuando te planteas visitar un museo por primera vez, ¿cómo es esa visita? ¿Cómo te organizas esa visita?

J.S.- Antes trato de averiguar qué obras puede haber que me interesen. Uso Internet, obviamentey los libros. Me hago mis fichas y suelo singularizar dos o tres cuadros a los que me acerco. Si puedo, me pongo el disfraz de periodista, que a veces uso, y pido hablar con un conservador o que alguien del museo me acompañe para que me explique algo, Con eso algo, con lo que he leído, y con lo que ya sé, puedo empezar a hablar con el cuadro. Me gusta estar delante de las obras de arte pues, no sé, una hora mínimo, y poder fijarme en las cosas.

M.G. ¿Y qué es lo primero en lo que te fijas cuando estás delante de un cuadro?

J.S.-  Hay muchas cosas, pero aquel maestro del Prado de mi juventud me enseñó que una de las claves está en la mirada de los personajes. Tienes que fijarte...

M.G.- Hacia dónde miran.

J.S.- Eso es. Hacia dónde miran y a quién miran. A veces, los personajes de los cuadros están mirando fuera del cuadro. Y cuando miran fuera del cuadro, una de dos, o te están mirando a ti y, por lo tanto, el artista lo que quiso es establecer una comunicación, una empatía con el personaje por alguna razón, o están mirando algo sobrenatural, algo que está más allá de lo pintable. Y lo pintable es lo inefable, lo que no puedes describir ni con palabras ni con imágenes, y suele ser lo supersagrado. Aquel maestro del Prado me enseñó una cosa muy bonita, y es que el arte, una de sus funciones más importantes, es la de hacer visible lo invisible. Y cuando vas a un museo de pintura europea, lo primero que te das cuenta es que está lleno de cosas que no vemos. Ángeles, demonios, espíritus, cosas que el ojo humano no ve, pero que de repente el pintor ha hecho visible para ti mediante la magia del dominio de la imagen. Esa magia del dominio de la imagen es algo que en realidad se bocetó en la prehistoria. En la prehistoria ya hay cosas que nadie vio. Hay hombres bisonte, hay criaturas mitad animales, mitad humanas en las cuevas rupestres. Eso nunca existió. O sí, y lo hicieron visible los magos pintores de la prehistoria. Y esa duda a mí me parece, de verdad, muy chispeante, me parece que muy interesante para poder convertirla en un relato.

M.G.- Hablas de pintura, de arte, de cultura. Invitas al lector a acercarse a los cuadros con otra mirada. ¿A qué otras grandes reflexiones te gustaría que el lector llegara con este libro?

J.S.- Bueno, me gustaría que este libro le hiciera recapacitar sobre esta aproximación materialista y superficial al arte que tenemos. Visitamos un museo porque Las Meninas son bonitas, pero hay mucho más allá de la belleza en una obra de arte. A un artista se le presupone dominio de los pinceles para hacer algo hermoso, igual que a un escritor se le presupone dominio de la palabra para hacer un libro fluido. Pero otra cosa es el contenido. ¿Al servicio de qué está la belleza? La capacidad y la destreza del artista, ¿al servicio de qué está? Y cuando haces esa pregunta, es cuando te tropiezas con lo que hay de fondo en las pinturas y lo que a mí me interesa.

M.G.- Cuando contemplamos una obra de arte siempre nos encontramos con el hándicap de que no nos podemos acercar mucho. Tenemos esa medida, esa distancia de seguridad. Pero tú, teniendo en cuenta las descripciones que haces de los cuadros, habrás tenido que observar milimétricamente los lienzos.

J.S.- Bueno, he jugado con muchas herramientas. Ahora, por ejemplo, existen cosas que te permiten acercarte a los cuadros hasta el nivel del craquelado, de las grietas de la pintura. Por ejemplo, hay una aplicación que se llama Google Arts & Culture, Arte y Cultura, que te permite acercarte muchísimo a los detalles., porque han escaneado millones de obras de arte de todo el planeta. Yo la he usado y he visto cosas en esas ampliaciones de obras de arte que ni a ojo desnudo,  delante de las pinturas, percibes. Pero también me he granjeado amistades entre los conservadores de algunas colecciones importantes de arte y me han permitido acceder a las reflectografías de infrarrojos de los cuadros, a las radiografías de las pinturas y he podido ver mucha pintura subyacente, muchas intenciones fallidas de los pintores. Y todo eso también son cosas que te dicen, que te comunican información sobre el proceso de elaboración de una obra. Con todo eso he jugado, pero, al final, lo que cuenta de verdad es ponerte delante de la pintura y fijarte en las cosas.

Mira, te contaré una pequeña anécdota, una curiosidad que a mí me dejó muerto. Cuando escribí El maestro del Prado le tuve que dar nombre a aquella persona que se me acercó en el museo, en mi adolescencia. Si él me dio su nombre, yo no lo recuerdo. Así que me inventé un nombre para él, Luis Fovel. Nosotros nos encontramos delante de La Perla de Rafael. Y doce años después, en el proceso de elaboración de El plan maestro, volví a acercarme a La Perla y descubrí que, en una esquina de la pintura, sobre un tronco seco que pintó Rafael, él dibujó como grabado a navaja de una letra mayúscula, que era una F. Yo no la había visto. Igual inconscientemente la vi y pensé que mi personaje debía tener una F en su apellido, pero no fui consciente nunca. Fui consciente cuando lo vi por enésima vez, por millonésima vez, repasando el manuscrito de El maestro del Prado. El arte tiene eso, admite muchas lecturas. Igual que una novela, admite muchas lecturas. En el fondo es un espejo de nosotros mismos y cada vez que tú te miras en distintas etapas de tu vida, obtienes un reflejo distinto. Y eso a mí me tiene también fascinado.

M.G.- Como las obras de arte que también pueden transmitir mensajes diferentes dependiendo de la persona que las esté viendo.

J.S.- Sin duda. Y dependiendo de la edad de la persona que las está viendo. Es decir, que tú con dieciséis años ves una cosa en Las Meninas, otra con veinticinco, otra con cincuenta y cinco y otra con ochenta. Eso es una de las magias más desconcertantes que tiene el arte para mí. El arte, o déjame matizar, la expresión artística para mí, porque abarcaría también la literatura.

M.G.- Has mencionado a Luis Fovel. ¿Te has parado a pensar por qué aquel señor se paró a hablar contigo y no con otra persona?

J.S.- Lo he pensado muchas veces y no lo sé. Quizá, su razón fue la misma que a mí me lleva ahora a escribir estos libros, el poder excitar la imaginación y la capacidad de mirar de tus semejantes, porque eso que has descubierto con los años no quieres que se pierda. En realidad, nuestra herencia para nuestros hijos, nuestros nietos, nuestros bisnietos, no son las propiedades y no son las cosas materiales. Nuestra herencia de verdad es nuestra mirada.

M.G.- Fantaseemos un poco, si lo volvieras a encontrar, ¿qué le dirías?

J.S.- Bueno, le pediría un teléfono de contacto para recurrir a él cada vez que me que me encontrara ante una obra de arte, que intuyera que tiene una historia que contarme.

M.G.- El Louvre tiene su propio fantasma. 

J.S.- Es verdad. Tiene su fantasma casi oficial, que es Belphegor. Yo lo utilizo en la novela. En realidad, Belphegor es un personaje que se inventó Maquiavelo en un librito satírico, que él escribió en Florencia. Pero como los franceses son expertos en apropiarse de las cosas de los otros, -Picasso es francés, como sabes, y Goya casi también es francés- [ríe], pues también se apropiaron de Belphegor y lo convirtieron en el fantasma oficial del Louvre. A mí eso me maravilla, porque yo creo que todos los museos tienen sus fantasmas, pero pocos los reivindican. Y ojalá a partir de este libro, el Prado de repente convierta a Louis Fovel en su fantasma oficial. Sería maravilloso.

M.G.- Con fantasma o sin fantasma, cuentas algo curioso de una de las salas del Prado.

J.S.- El Prado tiene muchas curiosidades, pero una de las que a mí me llama la atención es que no existe la sala 13. Yo la convierto en una sala fantasma. Tú vas a ver Las Meninas, que están en la sala 12, y de ahí saltas a la sala 14, donde vas a ver el Cristo de Velázquez. No hay una sala 13 intermedia. No la hay por razones de superstición, igual que no hay un Renault 13 en la escudería de los coches Renault. Pero a mí eso me ha dado mucho juego, porque se convierte en una sala espectral que puedes buscar y donde pueden pasar cosas de otra realidad. Y me sirve a nivel literario para que ocurran cosas ahí, claro. No te voy a contar cuáles.

M.G.- No, no me las cuentes. Lo que sí es cierto es que este libro, a medida que lo vas leyendo, te invita a visitar un museo. Aquí no tenemos una pinacoteca con el prado, lamentablemente, pero sí tenemos el museo de Bellas Artes. También me están entrando ganas de usar esa herramienta que me has descubierto, Google Arts & Culture, y ampliar los cuadros, a ver si también encuentro mensajes.

J.S.- Búscala. De todas maneras, te voy a decir una cosa. Es verdad que en Sevilla no tenéis un museo equiparable al Prado pero tenéis una cosa muy valiosa. Hay muchas obras de arte en Sevilla que están en su sitio original, que están en el sitio para el que fueron concebidas. Tú te puedes ir al Hospital de la Caridad y ver las obras de Valdés Leal colgadas donde las puso Valdés Leal. Y el sitio donde están colgadas las obras también dice mucho de ellas. Si trasladáramos Las postrimerías de Valdés Leal al Prado perdería parte de su significado. Esto también es importante tenerlo en cuenta. No tenéis un Prado pero tenéis esto otro que es tan valioso o más.

M.G.- No había caído en ese detalle. Me está interesando mucho esta conversación porque me voy a casa llena de muchas anécdotas y con muchas ganas de continuar con la lectura. Javier, te agradezco mucho que hayas venido a Sevilla y hayas compartido conmigo este ratito. Me interesa mucho todo lo que cuentas en el libro. Es cierto que hoy día, con el ritmo que llevamos, si visitamos un museo tratamos de verlo todo y no vemos nada.

J.S.- Piensa una cosa, los cuadros son libros sin palabras. Son libros mudos y el trabajo que yo me he dado es el de ponerle esas palabras que les faltan para hacerlos accesibles. Es una tarea muy bonita y, sobre todo, si consigo estimular la curiosidad, espero que, intergeneracional -que se acerque el lector joven al igual que el lector maduro-, habré conseguido mi objetivo. Ojála ahora haya muchos padres que se lleven a sus hijos a los museos para practicar esa segunda mirada o muchos abuelos que se lleven a sus nietos.

M.G.- A mí me has despertado mucha curiosidad, así que te lo agradezco. Javier, un placer tenerte en Sevilla.

J.S.- Muchas gracias. 

Sinopsis: La esperadísima vuelta a las librerías del maestro del misterio.

En 1990, Javier Sierra fue abordado por un sujeto singular en el Museo del Prado. Este le confesó que existía una comunidad secreta que, desde hacía siglos, se había dedicado a proteger una selección de obras que servía de puerta entre distintos mundos. Aquel tropiezo dio lugar a El maestro del Prado (Planeta, 2013).

Desde entonces, el autor se ha obsesionado con encontrar de nuevo a ese personaje y, en su camino, ha descubierto que existe un «plan maestro» que otorga al arte un sentido esencial. Este lleva siglos siendo urdido por unos misteriosos maestros que han transformado a nuestra especie hasta límites insospechados. Algunos mitos se refieren a ellos como dioses instructores, otros como daimones; también como ángeles y espíritus. Sus ideas han moldeado nuestra especie con aportes como la agricultura, la astronomía, las matemáticas o la expresión artística. Pero ¿quiénes son ellos?

Una apasionante novela que te hará viajar a través del arte a una historia desconocida de la civilización.

viernes, 24 de julio de 2020

EL MENSAJE DE PANDORA de Javier Sierra


Editorial: Planeta
Fecha publicación: Junio, 2020
Precio: 15,90 €
Género: Narrativa
Nº Páginas: 192
Encuadernación: Tapa dura con sobrecubierta
ISBN: 9788408232032 
Disponible en eBook y Audiolibro; 
puedes empezar a leer aquí]



Autor

Hace veinticinco años Javier Sierra (Teruel, 1971) decidió buscar respuestas a grandes preguntas a través de la escritura. Desde entonces ha dado a imprenta once obras. Esta, la duodécima, asegura que es la más especial de todas.  

Tras merecer el Premio Planeta con El fuego invisible y convertirse en el único autor español cuyas novelas han llegado al top ten de los más vendidos en Estados Unidos, Javier Sierra se enfrenta ahora al gran desafío del origen de la vida. 

El mensaje de Pandora se lee como una revelación. Un relámpago en mitad de la noche. 


Autor de obras tan populares como La cena secreta, El maestro del Prado, La dama azul o El ángel perdido, su literatura se lee hoy en 44 países. Es hijo predilecto de su ciudad natal y la Biblioteca Pública de Teruel -en la que se custodia su legado como escritor, periodista y director de series de televisión recientes como Otros mundos- lleva su nombre. 

Sinopsis

El día que Arys cumplió dieciocho años recibió esta extraña carta. Le llegó desde Atenas envuelta en papel de estraza con el apremio de que debía leerla de inmediato. Escrita en circunstancias excepcionales, en ella su tía evoca el último viaje que hicieron juntas por el sur de Europa y le confía un secreto que llevaba eones guardándose: que los antiguos mitos esconden la clave para comprender el origen de la vida, las enfermedades e incluso nuestro futuro. 

Estamos ante una fábula lúcida, deslumbrante, que expandirá nuestro punto de vista sobre cuestiones que están llamadas a alterar el equilibrio de nuestra civilización.

[Información tomada directamente del ejemplar]



Todos conocemos la labor literaria de Javier Sierra. Sus novelas exploran misterios y ofrecen al lector una mirada distinta. Nos permitió analizar desde otro ángulo La última cena de Leonardo da Vinci (La cena secreta, 2004), consiguió que nos interesáramos por extraños libros del Siglo de Oro (El fuego invisible, 2017) y quiso hacernos una visita especial al Museo del Prado (El maestro del Prado, 2013). "Los misterios me producen esa sensación de estímulo intelectual, esa necesidad de descubrir lo que permanece oculto", nos dijo en la entrevista que puedes leer aquí¿Y qué mayor misterio que lo que estamos viviendo? Desde que se declaró esta pandemia parece que vivimos dentro de una película de ciencia-ficción. Hemos contemplado atónitos cómo toda nuestra vida se volvía de revés y cada día se ha convertido en un caudal incontrolable de información, que nos conduce de un punto a otro, a través de un camino zigzagueante, que terminar por marear. ¿Qué hay de verdad en todo lo que nos están diciendo? 

El mensaje de Pandora nace con la intención de hacernos entender lo que nos está ocurriendo, sin centrarse únicamente en esta pandemia. Con este texto, que adquiere la condición de fábula, se pretende que el lector abra su gran angular para mirar lo que nos rodea desde otra perspectiva, para mirar hacia atrás analizando los hechos bajo otro prisma, y aprender lo necesario de cara al futuro. Por eso, Javier Sierra escribe este cuento, "un mensaje necesario, imaginativo y evocador que nos permite entender muchas de las cosas que estamos viviendo".

Pero, ¿de qué trata realmente El mensaje de Pandora? Empleando el género epistolar, Sierra desarrolla una historia reveladora que gira alrededor de tres personajes femeninos. La narradora es una mujer de mediana edad, de la que no sabremos su identidad hasta el final. De origen ateniense, culta, sabia y con un gran conocimiento de los mitos clásicos, declara no ser bióloga ni viróloga, sino "una mujer que ha sufrido, entre otras, las dos últimas pandemias que nos han asolado: la gripe A de 2009 -causada por el terrible virus de la influenza H1N1, que hoy nos parece un pequeño episodio- y el coronavirus causante de la COVID-19, que acaba de barrer el planeta entero -194 naciones- sembrándolo de cadáveres." Ella es la encargada de hacer llegar a su sobrina Arys, una joven cretense, una carta manuscrita a través del tradicional servicio de Correos. La joven está a punto de cumplir la mayoría de edad, representa a las generaciones futuras que tendrán que tomar las riendas de un planeta al que no hemos sabido tratar con cariño. Por eso, la narradora explica a su sobrina diversas cuestiones encaminadas a conseguir un futuro mejor pues, en las manos de esta joven, en las de su generación, está la salvación. Haciendo alusión a un viaje que tía y sobrina hicieron por Europa, la narradora irá contando a la joven historias de otros tiempos, porque todo en la vida se repite y para saber cómo debemos actuar, basta con echar la vista atrás. 



¿Qué es lo que me ha resultado interesante este libro? Pues que hay un montón de teorías alucinantes. Podrás estar de acuerdo con ellas o no, podrás discrepar o encontrar una nueva línea de pensamiento, pero de lo que no cabe duda es de que hay que tenerlas en cuenta, porque son una opción más. A todos se nos has dicho que el coronavirus se originó en un mercado de Wuhan, o en un laboratorio de alta seguridad. ¿Pero y si tiene un origen anterior? ¿Y si hay un paso previo que no se ha tenido en cuenta? Sierra expone la teoría de la panspermia, relacionada con los meteoritos que caen en la Tierra. Y es que, en octubre de 2019, cayó uno de ellos en China. Parte de la comunidad científica puso sus ojos en este suceso, que terminó por vincularlo con el desarrollo de esta pandemia, aunque la prensa no parece dar mucho crédito a esta teoría (puedes leer un artículo aquí).  ¿Pero y si el legado que nos han dejado antiguas civilizaciones demuestran que buscaban en los cielos el origen de algunas enfermedades que padecieron? ¿Y si resulta que los egipcios, las antiguas civilizaciones del Islam o los cristianos más primitivos ya apuntaban al espacio exterior como una puerta de entrada a lo que acontecía sobre la Tierra? No basta con lanzar hipótesis al aire. Sierra establece conexiones asombrosas que obligan al lector a formularse preguntas o a replantearse, como mínimo, la información que nos llega.  En este libro nos hablará no solo del coronavirus, sino también de curiosidades como que: 

- El origen de la vida podría ser fruto de un microorganismo que llegó a nuestro planeta y lo infectó

- la domesticación de animales se convirtió en un foco de contagio de enfermedades, cuando el hombre descubrió la agricultura y la ganadería

- el influyo del polvo cósmico que cae diariamente sobre nuestro planeta puede transportar "formas infinitas de materia viva que nos impregnan e infectan continuamente" 

- es posible encontrar plancton en el espacio

Además, alega y constata que, detrás de cada gran crisis, detrás de cada gran epidemia que la humanidad ha sufrido, se producen importantes cambios. ¿Cuáles son los que nos esperan cuando esta epidemia que asola nuestro mundo esté definitivamente controlada? ¿Cuántas epidemias más están por venir?  Y en esta argumentación, entra en juego el tercer personaje de esta historia, una mujer que tía y sobrina conocen en Girona, en el pueblo de Verges, donde tiene lugar una extraña celebración, la Dansa de la Mort. Esta mujer es "una especie de sibila que les habló sobre lo que ocurrió justo después de sofocarse la peste negra", dejando atrás la Edad Media para dar lugar al Renacimiento. 

El libro cuenta con unas fabulosas ilustraciones que le dan un toque íntimo a la narración. Asemejan dibujos realizados a mano alzada, a carboncillo, como si las hubiera realizado la propia narradora para enfatizar algunas de sus palabras y reflexiones. 

El mensaje de Pandora despierta mucho interés y por eso se lee con suma agilidad. Admito que, en algún momento, me ha costado un poco seguir cierto discurso científico. Sin embargo, me encanta que una lectura me empuje a indagar más por mi cuenta. En este sentido, lo nuevo de Javier Sierra lo consigue. Porque, cada vez que me encontraba con un dato curioso, apartaba la lectura momentáneamente y acudía a San Google que todo lo sabe, para buscar más información. Y he encontrado noticias, sucesos y datos alucinantes, que han enriquecido mi lectura. 

Con casi doscientas páginas, el libro está dedicado a Sofía, hija de Javier Sierra, aunque la dedicatoria esconde una segunda lectura, pues Sofía (Σoφíα, en griego), significa sabiduría. Y al tratarse de una carta, obvia decir que está escrito en primera persona. Su redacción y su el envío tiene lugar en un futuro no muy lejano, cuando la tragedia del coronavirus ya es una realidad, y tiene como misión lanzar una advertencia y un consejo a las futuras generaciones.

Javier Sierra tardó unas pocas semanas en escribir este libro, pero tú, lector, lo vas a leer en apenas unas horas. Y como dije al principio, podrás estar de acuerdo o no con las teorías que expone, pero lo que sí tengo claro es que esta lectura va a picar tu curiosidad. 





[Fuente: Imagen de la cubierta tomada de la web de la editorial]

Puedes adquirirlo aquí: 

martes, 14 de julio de 2020

JAVIER SIERRA: 'El mensaje de Pandora busca abrir un debate y, sobre todo, despertar la curiosidad del lector'

Coronavirus. Un término que se ha apropiado de nuestros días y nuestras noches. Me pregunto cuántas veces se pronunciará esta palabra a lo largo de una jornada. Nadie se podía imaginar jamás lo que se nos ha venido encima. ¿De dónde procede el coronavirus? ¿De dónde todas las enfermedades que amenazan al ser humano? ¿Qué hay de verdad en todo lo que nos cuentan? La OMS emite comunicados diariamente y encuentro que algunos son bastante contradictorios. Da la sensación de que están dando palos de ciego, sin tener muy claro cómo actuar más allá de posibles hipótesis. Por otro lado, se han lanzado diversas teorías sobre el origen de esta pandemia. Nos hablaron del mercado de Wuhan y de animales con un nombre tan raro como pangolín. También se señaló con el dedo los experimentos al laboratorio de alta seguridad cercano a esa ciudad, e incluso hemos escuchado hipótesis de corte conspiranoica. ¿Pero y si todo va mucho más allá? ¿Y si las enfermedades tienen un origen mucho más lejano? De todo esto nos habla Javier Sierra en El mensaje de Pandora, un libro que escribió de manera impulsiva durante el confinamiento. Se trata de una carta que una mujer, de origen griego, escribe a su sobrina Arys, en la que le habla de los orígenes de la vida, de antiguas civilizaciones, de viejas pandemias. Os aseguro que esta lectura ha sido mágica. Javier Sierra quiere compartir con los lectores una teoría nueva, respaldada por antiguos acontecimientos históricos, por fundamentos científicos y antropológicos, desplegando una serie de datos que me han resultado de lo más interesante. Pero hasta que os cuente mis impresiones sobre el libro, ahí va la entrevista.

Javier Sierra ©Asís G. Ayerbe
[Fuente: Planetadelibros.com;
 ©Asís G. Ayerbe]
M.G.- Javier, todos los lectores conocemos su obra pero de El mensaje de Pandora se especifica que es la más especial de todas. ¿Por qué?

Javier S.- Es la más especial porque su alumbramiento se ha producido de una manera muy particular. Este libro no estaba previsto. Al principio del confinamiento, no tenía ni una sola nota tomada para enfrentarme a este proyecto y, sin embargo, cuando nos arrolló esta circunstancia del coronavirus y nos vimos obligados a confinarnos internacionalmente, me di cuenta de que estábamos ante una situación histórica que debía ser interpretada. El caudal de información que nos estaba llegando a través de los medios de comunicación, no era suficiente para entender lo que nos estaba pasando. Hacía falta algo más. Se necesitaba perspectiva y esa perspectiva es la que me ha colocado frente a tres espejos, que son la ciencia, la historia y la mitología, que me han devuelto una imagen mucho más completa de lo que está pasando. He considerado que era importante transmitir cuanto antes, esa imagen al lector. Por eso he escrito un texto que sí es el más especial de todos cuantos he escrito y no solo por la velocidad -ha sido un texto que ha brotado de golpe-, sino también de alguna manera he querido mandarle un carta a los lectores. He querido utilizar el género epistolar, por ser el más directo de todos los géneros literarios y el que se utiliza solo cuando tienes algo muy importante que transmitir.

M.G.- Menciona usted la palabra "texto" y ahí quiero hacer hincapié porque este libro no es una novela al uso. No sé si es un ensayo, un cuento, una fábula. ¿Cómo lo podríamos definir?

J.S.- Diría que es una fábula epistolar en la que un personaje fabuloso manda una carta a Arys, una joven que está a punto de estrenar la mayoría de edad, por lo tanto se enfrenta con sus propios medios a la vida. Esta joven es, en realidad, una metáfora de lo que somos nosotros como sociedad. De alguna manera, en estas últimas décadas hemos vivido una especie de edad de la inocencia, nos hemos infantilizado, no hemos percibido ninguna amenaza global. Incluso del terrorismo hemos llegado a pensar que era algo local que afectaba a ciertas naciones pero claro, esto que estamos viviendo es distinto porque es una amenaza global, a la vez que personal, en donde todos tenemos un papel qué cumplir. Por lo tanto, he querido mostrar una sociedad en fase de maduración, al igual que lo está Arys. Enfrentarse a un drama es lo que te hace evolucionar.

M.G.- Nada más leer las primeras páginas, el lector encuentra un mensaje que a mí particularmente, me sobrecoge. Viene a decir que estamos a las puertas de una hecatombe. Lo que está pasando es el preludio del fin del mundo. Es algo bastante inquietante.

J.S.- Sí, claro pero tenemos que entender lo del fin del mundo desde una perspectiva socio-cultural. Estamos en un proceso de transformación. Evidentemente, la sociedad no va a ser la misma después del coronavirus, aunque los efectos no empecemos a notarlos verdaderamente hasta dentro de unos años. Va a haber cosas que han llegado para instalarse. Que esto haya sucedido en coincidencia con la expansión de las nuevas tecnologías de comunicación va a conseguir que, por ejemplo, el teletrabajo que ahora nos parece un debate de lo más interesante, se convierta en una vulgaridad dentro de unos años. El teletrabajo ha llegado para quedarse pero, además, va a implicar muchas otras cosas. No se trata de que tú te quedes en tu casa y cumplas con tus obligaciones laborales y familiares, de una manera más coordinada, sino que vas a poder elegir dónde quieres vivir. Y cuando hagas esa elección, vas a tener en cuenta que las pandemias se ceban principalmente en las ciudades. A lo mejor eliges irte a vivir al campo y como tú, otra mucha gente, lo que implica un retorno a esos pueblos que un día se vaciaron. Además, tus hijos han aprobado el curso escolar y han tenido relación con sus compañeros y profesores de manera más o menos ágil en estas extrañas circunstancias. Imagínate cómo será eso el año que viene, con mucha mejor tecnología,  o dentro de diez años. ¿Cómo le vas a decir a tu hijo en Sevilla que no va a poder estudiar una carrera en la Universidad de Cambridge? Si ni siquiera va a tener que salir de casa para hacerla. En fin, el cambio es brutal.

M.G.- De ese cambio hablaremos en un momento pero ahora me gustaría entrar en el meollo del libro. Si no lo he interpretado mal lo que se intenta narrar es el origen de la vida, explicar por qué hoy somos lo que somos y compartir una serie de teorías sobre el origen de esta pandemia que van más allá de ese mercado en Wuhan o del laboratorio de alta seguridad. 

J.S.- El hecho de que la mutación se haya producido en Wuhan en estas fechas, no es incompatible con la teoría sobre el origen primero de estos patógenos. Lo que intento hacer con mi historia es abrir el gran angular del lector, hacerle comprender que una aproximación antropocentrista, a lo mejor no nos lleva al origen del problema, sino que hay que ampliar la perspectiva para aceptar la teoría de la panspermia, que dice que esto del coronavirus lo hacen cometas, asteroides y meteoritos desde el origen de los tiempos, desde que el mundo es mundo hace cuatro mil quinientos millones de años y que estos no han dejado de sembrar esos microorganismos cada vez que uno de ellos estalla en nuestra atmósfera, se desintegra y deja caer el polvo cósmico "infectado" sobre la Tierra. La teoría de la panspermia me recordó inmediatamente al mito de Pandora. Este mito, formulado hace más de dos mil años, lo que nos viene a decir es que Zeus quiere vengarse del ser humano, porque ha recibido el fuego de manos de Prometeo, y le manda desde los cielos una caja herméticamente cerrada con todas las enfermedades. Cuando esta caja toca el suelo, al abrirse deja que todos esos males se escapen. Esa idea de un recipiente hermético que transmite desde los cielos la enfermedad me recordó la hipótesis de la panspermia. 

Además, visto desde esa perspectiva, la visión de la vida también cambia. La vida no es una casualidad local del planeta Tierra sino una infección cósmica.  Esta idea nos sitúa en otra posición que a mí me parece muy estimulante.



M.G.- Esa infección cósmica refuerza una idea que usted comenta en el libro, el hecho de que el contagio del coronavirus de persona a persona no es tan claro. Además, hay un caso muy concreto que me ha llamado poderosamente la atención, el contagio de los tripulantes del portaaviones Charles de Gaulle, cuando resulta que no tocó tierra [puedes leer la noticia aquí].

J.S.- Es un tema interesantísimo. La noticia saltó a la prensapero después la propia Marina francesa tampoco le ha dado un excesivo seguimiento, y sigue siendo una incógnita, cómo una tripulación de un portaviones, una comunidad cerrada en medio del océano durante los meses de la pandemia, de repente registra casos de contagio. Bueno, no es un debate nuevo. También explico en el libro que durante todo el siglo XX, con la irrupción de la virología, ha habido muchos debates sobre cómo se transmiten los virus y qué posibilidad hay de que haya mutaciones simultáneas de virus por culpa de agentes externos, como puedan ser los rayos cósmicos, que pudieran alterar las características biológicas de esos patógenos. Hay que estar abiertos. Sigue siendo un misterio cuál es el origen de todo esto. Donde hay un misterio es donde siempre pongo el foco. Los misterios me producen esa sensación de estímulo intelectual, esa necesidad de descubrir lo que permanece oculto.

M.G.- Leyendo el libro, el lector tiene la sensación de que no nos están contando toda la verdad. No sé si de manera intencionada o por un total desconocimiento.

J.S.- Creo que es más por desconocimiento. De todos modos, también es cierto que el ser humano suele ser muy acomodaticio. Cuando encuentra un discurso que le funciona, trata de mantenerlo a toda costa. A veces, ese discurso no incluye toda la verdad. Cuando te has acomodado tanto a un discurso que no quieres discutirlo, comentarlo o ampliarlo, lo transformas en dogma. Y el libro es también un canto contra los dogmas porque nos han causado muchos problemas a lo largo de la historia. Los dogmas fueron causa de muerte para muchos disidentes, por ejemplo, durante los tiempos de la Inquisición. Cualquiera que se alejara de la doctrina de la Iglesia corría el riesgo de ser juzgado y ejecutado. Pero esto sigue ocurriendo hoy, aunque no nos lo parezca. El dogma se ha instalado, por ejemplo, en las ideologías políticas porque hay quienes se han colocado en unas posiciones inamovibles. Cada uno tiene la verdad y no se prestan a discutirla, a matizarla, o a equilibrarla con otras. Por lo tanto, creo que estamos al borde una abismo político por culpa del dogmatismo, igual que se produjo un abismo religioso por culpa del dogmatismo en la Edad Media. Sobre este hecho también hago una advertencia, porque ese dogmatismo influye en las doctrinas científicas.

M.G.- Pues otra cuestión que me ha fascinado son las conexiones que usted urde y la creencia de antiguas civilizaciones en la influencia del espacio sobre lo que acontecía en la Tierra, como demuestran algunas inscripciones, monumentos y grabados que se han encontrado.

J.S.- Mi trabajo y mi vocación consiste en eso, en relacionar elementos que antes no se habían mirado pero que, de alguna manera, encajan y aportan algo nuevo. En el fondo, mi sistema de pensamiento y mi modo de trabajar es un poco vírico. Los virus buscan acoplarse a células para transformarlas como yo acoplo distintos elementos que ofrecen una visión de la realidad, cuanto menos sorprendente, y que te obligan a una reflexión profunda. Eso es lo verdaderamente interesante. El mensaje de Pandora busca abrir un debate y, sobre todo, despertar la curiosidad del lector.

M.G.- Pues lo consigue totalmente, yo he parado muchas veces la lectura para indagar un poco más en Internet. Por ejemplo, he buscado lo de la lluvia roja de Kerala. No me sonaba de nada este fenómeno que ocurrió en la India. [Escucha la noticia en Milenio 3]

J.S.- Eso es maravilloso. Además es un desafío para el narrador contemporáneo. De alguna manera, el lector moderno es el que tiene a su alcance más posibilidades de contraste de la Historia. El hecho de que tú hayas buscado en Internet las noticias que recogen la lluvia roja lo demuestra. Ya no vas a dar nada por supuesto. Si algo te llama mucho la atención, te vas a lanzar a buscarlo. Es más, estoy seguro de que cuando pase la pandemia, habrá muchos lectores que visitarán Gerona para ver el Beato del Apocalipsis, y lo van a encontrar. Y eso es lo bonito, cuando de repente, se rompe la barrera del papel, cuando el lector decide sumergirse en la historia para vivirla.

M.G.- Y otro punto que me parece interesante a tener en cuenta. En el libro se comenta que todo mal conlleva también un bien, que toda epidemia que ha sufrido la humanidad, ha supuesto también una evolución-revolución posterior. 

J.S.-  Si miramos en el espejo de la Historia lo que está ocurriendo, te das cuenta de que estamos ante un periodo de enormes cambios. Por eso decidí escribir este libro y dejé todo lo demás, porque fui consciente de que esto no es una crisis sanitaria sino una crisis de civilización. Con esa visión, me tuve que poner a trabajar y mi trabajo todavía no ha concluido. De alguna manera, los escritores nos debemos al momento en el que vivimos. Parte de nuestra labor consiste en interpretar nuestro tiempo.




Con mi generación de escritores, no quisiera que pasara lo mismo que ocurrió con la generación de Hemingway, de John Dos Passos, o de Steinbeck, que vivieron la gripe española de 1918 y no le dedicaron ni una sola línea. Fue así porque, en aquel tiempo, sufrir la enfermedad era algo vergonzante. No había sistemas de sanidad públicos. Al enfermo casi se le arrinconaba y se le repudiaba. Aquello tuvo un estigma social ta,l que los escritores sensibles del momento, ni siquiera se fijaron en aquel hecho. Creo que esto no va a pasar con mi generación pero, de todos modos, he querido dar un paso al frente porque tengo mi parte de responsabilidad. Ese es el motor que me ha impulsado a mandar esta carta.

M.G.- En este relato, todas las voces son femeninas. Salvo algún hombre que aparece momentáneamente, el resto de personajes son mujeres. Entiendo que hay una intencionalidad, ¿verdad?

J.S.- Sí, cierto. La elección ha sido muy meditada. Los tres personajes troncales de la novela son mujeres y cada una de ellas representa una edad. Hay una señora muy mayor, otra de mediana edad y la joven Arys. Para mí, son un reflejo de lo que, durante muchos milenios, fue la transmisión del conocimiento. 

Hay un libro de Irene Vallejo, El infinito en un junco, que me ha influido mucho estos últimos meses. Es un libro que habla de la historia de los libros. En él se cuenta que, antes de que existieran los libros, la transmisión de las historias dependía de las mujeres, de las que cosían, además. Por eso, todo lo que tiene que ver con los libros está igualmente relacionado con el coser. La trama, la urdimbre, el hilo son términos que están dentro del vocabulario de una novela. Aquello me hizo pensar mucho y me hizo darme cuenta que la transmisión de las grandes cosas que nos influyen en la vida, se hacen siempre a través de las mujeres, de la madre, o de la abuela. Quería que eso estuviera en este libro, así que ha sido una elección muy voluntaria.

M.G.- Aparte de todas las teorías científicas, de los datos antropológicos o históricos, este libro es mágico. En el final, el lector se va a encontrar con una sorpresa pues eso, cargado de magia.

J.S.- Sí, es verdad. Quería que fuera así. Me hubiera gustado escribir El Principito pero los tiempos no dan para escribir un Principito en estos momentos aunque sí algo parecido. Quería un texto que fuera accesible a todo tipo de lectores. Mi hija Sofía de once años, a la que está dedicado el libro, aunque esa dedicatoria tiene una doble lectura porque Sofía significa sabiduría, se ha leído por primera vez un libro de su padre y lo ha entendido. Le ha parecido interesante y le ha generado dudas. Desde ese punto de vista, en cuanto saqué el texto de la impresora, me di cuenta que tenía en las manos un libro especial. Tampoco quería que fuera un libro muy largo sino que se pudiera leer casi de un tirón, y tuvieras la visión panorámica, como quien atiende una conferencia reveladora, o está en una sobremesa fascinante. Vamos a ver si lo he conseguido. Eso ya lo dirán los lectores.

M.G.- Javier, ya le digo que yo he buscado mucha información a raíz de lo que se cuenta en el libro. Me parece que es un texto muy interesante. Tanto que he señalado muchas frases del libro. Una de ellas refleja con total nitidez lo que nos está pasando ahora, tras el confinamiento. Esa frase viene a decir que la solidaridad y la compasión se olvida cuando la amenaza desaparece, y regresa el individuo.

J.S.- Es algo que tiene que ver con el instinto de conservación. Cuando lo amenazado es la colmena, la colmena actúa como si fuera un solo insecto. Igual nos pasa a nosotros. Cuando lo amenazado es la sociedad, reaccionamos como si fuéramos un solo individuo y surgen enormes muestras de solidaridad, actuaciones inmediatas. Pero claro, cuando la amenaza pasa, el instinto de supervivencia se traslada al individuo, y vuelve el egoísmo. Sin embargo, lo peor de todo no es eso sino el regreso de circunstancias que van a empezar a aparecer, más pronto que tarde, como el aumento de la delincuencia. Es algo para lo que las autoridades políticas de todo el mundo se están preparando porque saben que esto es casi de manual que ocurra. También es cierto que terminará sofocándose, pero nos esperan unos tiempos inciertos y conviene no correr demasiados riesgos.

M.G.- Un detalle muy bonito del libro es que está ilustrado. Esto también estaba premeditado.

J.S.- Se me ocurrió porque soy lector de Julio Verne desde niño y he estudiado algo su vida. Verne trabajaba muy de cerca con un ilustrador de su editorial. Él le explicaba lo que quería en las imágenes, incluso a veces estas tenían como una segunda lectura, como si fuera un metatexto. Me moría de ganas de hacer algo así. Al escribir este libro, vi que sería bueno realzarlo con ilustraciones y que estas contuvieran en la parte de atrás una anotación, una reflexión, algo que complementara y diera otro giro de tuerca al lector. Entre mi editora y yo, concebimos la posibilidad de hacerlo así, y el resultado ha sido precioso. Estoy muy contento con lo que evocan estos dibujos.

M.G.- Están realizadas como a mano alzada, como a carboncillo, lo que le dan un toque muy entrañable.

J.S.- Sí, porque queríamos dar la impresión de que ha sido la tía de Arys la que ha hecho estos dibujos.

M.G.- Javier terminamos, ya pero no me resisto a preguntarle cómo está usted viviendo la situación con los rebrotes. ¿Qué cree que va a pasar en otoño?

J.S.- En estas cuestiones soy un poco pesimista y lo soy, no por lo que estamos viendo por todas partes, sino por lo que nos dice la Historia de cómo funciona esto. El último episodio pandémico global fue la gripe de 1918 y aquello duró dos años. Y no fue la peor. La peste negra duró década y pico. Por lo tanto, creo que tenemos que prepararnos para una propagación de las alertas. Y luego veremos las vacunas que también está todo por decidir. Habrá muchas vacunas, unas que no alcancen la dosis curativa necesaria, otras que tengan efectos secundarios,... Todo eso lo vamos a ver. Tenemos que estar preparados  porque esto no va estar resuelto de la noche a la mañana. El factor instantáneo, al que tanto nos gusta acudir en nuestros tiempos modernos, no es aplicable a la naturaleza, porque esta tiene sus ritmos. Igual dentro de dos años pasará lo mismo que pasó con la gripe española que terminó por diluirse. Es algo que también puede ocurrir.

M.G.- Pues sea como sea, espero que este problema mundial se ataje cuanto antes, o bien porque el virus se diluya, como dice usted, o porque encuentren la vacuna. Lo dejamos aquí, le agradezco que me haya atendido. Muchas gracias por escribir este libro tan interesante, y espero que pronto los lectores nos podamos volver a reunir con los autores.

J.S.- Lo estoy deseando. Muchas gracias a ti.



Sinopsis: El día que Arys cumplió dieciocho años recibió esta extraña carta. Le llegó desde Atenas envuelta en papel de estraza con el apremio de que debía leerla de inmediato. Escrita en circunstancias excepcionales, en ella su tía evoca el último viaje que hicieron juntas por el sur de Europa y le confía un secreto que llevaba eones guardándose: que los antiguos mitos esconden la clave para comprender el origen de la vida, las enfermedades e incluso nuestro futuro. 

Basándose en investigaciones de importantes científicos y premios Nobel, Javier Sierra ha escrito una fábula lúcida, deslumbrante, que expandirá nuestro punto de vista sobre las cuestiones que de verdad están llamadas a alterar el equilibro de nuestra civilización. 

Estamos ante un relato que es a la vez apasionante, tierno y oportuno. Uno que nos adentra de forma esperanzadora en la historia de nuestra civilización a través de sus cambios más críticos y que nos recuerda las soluciones que la humanidad siempre encontró para sortearlos. «Es la carta que todos necesitamos leer para ponernos en marcha, para no rendirnos ante la adversidad. Su mensaje está lleno de intriga, pero también de futuro», asegura Javier Sierra. 

El mensaje de Pandora encierra, en forma de novela, toda la sabiduría que la actual crisis nos puede reportar, ya que ofrece claves que hasta ahora nadie ha barajado y que no perderán actualidad, pues los personajes hablan de prosperidad, de florecimiento, de oportunidad, de vida. 



Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...