I.M.- Creo que la perspectiva es muy útil. El paso del tiempo es muy sano. Hay historias a las que no nos podemos enfrentar o traumas que no podemos revivir, y ocurre que, a veces, ni siquiera podemos escribir sobre ellas hasta que no ha pasado cierto tiempo. Lo mismo sucede con respecto a las figuras totémicas del padre y de la madre. ¿Por qué? Porque nos separa un abismo, y no solo un abismo de edad, nos separa un abismo de vida. Yo que no soy madre, entiendo profundamente la dificultad que entraña serlo. Perdí a mi madre muy joven. Y mi madre era muy joven cuando murió. Entonces, no pude llegar a entender o no me podía imaginar lo que suponía ser madres a esa edad, a los treinta y cinco, treinta y seis, a los cuarenta años. No ha sido hasta ahora que he comprendido. He comprendido lo que ella pudo sentir entonces, enfermando, dejando a dos niñas muy pequeñas, huérfanas de madre. Y con mi padre ha sucedido lo mismo. Creo que juzgamos a nuestros padres de manera injusta, sin tener la perspectiva del tiempo, sin tener todas las claves, sin tener conciencia de lo que realmente sucedió. Madurar también es esto. Es aprender y no aprender a perdonar, porque no se trata de perdón, sino aprender a ponerse en su lugar. Creo que como hijos, pocas veces nos ponemos en el lugar de los padres. Bueno, ya casi nadie se pone en el lugar de nadie.
M.G.- Exacto.
I.M.- Creo que hasta que no somos lo suficientemente maduros, no llegamos a entender ciertas cosas. Es verdad que, en el momento en que te conviertes en madre o en padre, hasta cierto punto dejas de ser un poco hijo. A mí esa clave me falta.
M.G.- Ya. Bueno, y empiezas a leer la novela... ¿O ensayo...?
I.M.- Novela, novela. Es una historia de ficción.
M.G.- Pero hay como una mezcla de géneros.
I.M.- Sí, es una novela que está construida con una mezcla de géneros, si quieres llamarlos géneros. Es una hibridación de cantidad de herramientas narrativas en las que me he permitido usar todo, desde la narración más convencional de una novela más convencional, el uso de la segunda personal o el relato, que es una de mis debilidades. Hay un relato dentro de la novela, como también hay conversaciones de WhatsApp, tweets, entrevistas periodísticas. Es un gran collage, pero porque la vida lo es. A mí me interesa la literatura que subvierte los géneros, la literatura que no tiene ni etiquetas ni límites tampoco, y eso es lo que he buscado en esta novela.
M.G.- Romper barreras.
I.M.- Sí, eso es.
M.G.- Hay muchas referencias literarias, referencias a obras teatrales, al cine. ¿De qué manera encajan todas estas citas, todas estas referencias en lo narrado? Es como si dieran cohesión a la relación de Candela con Andrea, su pareja. ¿Cómo encajan?
I.M.- De una manera muy armónica. Igual que la literatura desempeña un papel crucial en nuestras vidas, ese papel también lo tiene el teatro, o el cine. Digamos que permiten un equilibrio muy armónico. Para mí la música tenía que estar presente en la novela, porque muchas veces veo películas que tienen una banda sonora extraordinaria y siempre pienso que esa banda sonora, no solo da coherencia a la película, sino que se convierte incluso en un personaje más. ¿Por qué no hacer eso mismo en una novela, en una ficción narrativa? Y eso es lo que he querido hacer en esta novela, donde la música, con ese enorme poder evocador que tiene. Cuando escuchamos una canción, tal vez nos vamos mentalmente al lugar en el que la escuchamos por primera vez, o a ese momento que compartimos con alguien. Cuando escribí mi primera novela, Azules son las horas, me pasé toda la escritura escuchando a un pianista que se llama Dustin O'Halloran y cada vez que escucho a ese pianista, vuelvo a aquella novela rápidamente. Aquí, la novela tiene ese papel cohesionador, ese papel evocador y narrativo, también.
M.G.- Y hay una lista de Spotify, en la que podemos encontrar temas muy concretos. Me gustaría preguntarte por esos temas, por qué esos y no otros. Y luego también me llama mucho la atención las fotografías que se insertan en el libro.
I.M.- Con respecto a la música, esos temas son las canciones favoritas de Candela. Es la música que, de algún modo, ha ido construyendo su relación con Andrea, su propia vida. Asocia esas canciones a momentos muy concretos y determinados, ya sean más tristes o más alegres. La música es que siempre está presente en nuestra vida, por lo menos, en la mía, y tenía que estar también muy presente en la de Candela. Además es que son temas muy variados, y de distintas épocas, como pueden ser Gino Paoli o Suzi Quatro, u otras más actuales, como McEnroe, con la voz maravillosa de su cantante, Ricardo Lezón, o La bien querida, Xoel López o Depedro, que es un cantante fantástico. Bueno, pues también hibridación. Volvemos otra vez a la mezcla. No hay un género musical o un estilo musical que predomine entre el resto. Creo que la mezcla nos hace crecer. Eso con respecto a las canciones.
Con respecto a las fotografías son un elemento narrativo más de este collage al que me refería. Pero no sólo las fotografías, sino también los documentos. Insisto, me he dado la libertad de recurrir a toda la documentación y a todo el material que necesitaba para poder construir,—ese es el verbo—, la historia de Otra versión de ti.
M.G.- Y en esa otra versión de ti, Candela y Andrea son las dos protagonistas. ¿Cómo es la relación entre ambas mujeres? En la novela veremos que quizá Andrea no conocía suficientemente a Candela, aunque nunca se termina de conocer a la persona con la que vives.
I.M.- Claro. La identidad es un tema crucial en esta novela. Esta es una novela sobre la identidad, sobre esa búsqueda incesante que todos emprendemos en algún momento de nuestra vida, para saber quiénes somos y que yo creo que nunca llegamos a terminar del todo, a perpetrar del todo. Y aquí se mezcla con la relación de pareja que mantienen Candela y Andrea. Se puede trasladar a cualquier pareja, en realidad. ¿Cuándo llegamos a conocer a la persona que tenemos a nuestro lado? ¿Cuándo la llegamos a conocer del todo? ¿Acaso es posible? ¿Acaso nosotros mismos nos conocemos del todo? ¿Cuántas versiones hay de nosotros? Pues ahí está el título. Otra versión de ti, que es esa versión que Andrea va descubriendo en el ordenador de Candela cuando esta desaparece y que es toda esa documentación que ella ha ido recopilando durante los meses previos para tratar de escribir el libro sobre su madre.
M.G.- He leído ese WhatsApp largo que aparece en la novela, en el que Candela le dice a Andrea que ha tomado la decisión de escribir un libro. Y yo veo dos posiciones tan distintas. Por un lado, Candela como muy entusiasmada, casi rozando lo obsesivo, y Andrea, más cautelosa. Me ha parecido un WhatsApp muy interesante, porque creo que desvela la actitud de cada una de ellas, el sitio que ocupa cada una.
I.M.- Claro. Candela se obsesiona con escribir ese libro, lo siente como una necesidad, porque teme que, una vez fallecido su padre, pierda a los dos, a su padre y a su madre, definitivamente. Y la única manera que tiene o que se le ocurre para poder retenerlos es a través de la literatura. Cree que trasladándolos a las páginas de un libro, eso le va a permitir vivir o revivirlos a través de la escritura. Y luego, por otra parte, está Andrea, que asiste sin poder hacer mucho más que estar y acompañar a esa deriva, rozando la autodestrucción de Candela, que ve que comienza.
En esta novela es fundamental el acompañar. En esta novela y en la vida, porque lo primordial y lo fundamental es saber estar al lado de alguien que sufre y que está pasando por un momento doloroso, por un momento trágico. Y para mí era muy importante que esa figura quedara iluminada, poner el foco sobre ella, porque a veces se nos olvida. Es decir, es crucial el papel del cuidador, de la persona que cuida a alguien que está enfermo o que está moribundo. Pero, ¿qué pasa con la persona que cuida del cuidador? Y esa persona es Andrea.
M.G.- Lo de la figura del cuidador es, para mí, una asignatura pendiente en esta sociedad porque, los que hemos tenido que cuidar, nos hemos sentimos muy desprotegidos emocionalmente y en todos los sentidos. Muy sola.
I.M.- Claro, y más allá. Y todavía más el papel del que cuida al cuidador porque el cuidador, además, es que no se deja cuidar.
M.G.- Eso es, exactamente.
Inés, quería preguntarte por la voz narrativa. Es Andrea la que se dirige constantemente a Candela. Pero esa voz, no sé si es la voz propia de Andrea o la voz propia de Inés, que intenta buscar el camino para comunicarse a través del personaje.
I.M.- Inés está en todas las voces. Inés Martín Rodrigo está en todas las voces porque las ha creado. Y está en todos los personajes porque los ha creado, los ha inventado. Esa voz en segunda persona tenía que ser en segunda persona porque el lector escucha y el lector asiste a ese soliloquio, a ese monólogo casi que emprende, que comienza Andrea en su propia mente, una vez que descubre que Candela ha desaparecido. Entonces, se dirige a ella casi como sucede en Cinco horas con Mario, con la diferencia de que, en el caso de Delibes, el marido ha fallecido y aquí no sabemos lo que ha sucedido. No sabemos si es una desaparición temporal, circunstancial,... El lector tendrá que ir avanzando en la lectura para descubrirlo.
M.G.- ¿Por qué la segunda voz narrativa está tan poco explorada en literatura?
I.M.- Porque es muy difícil escribir una novela cuya voz narrativa sea en segunda persona. Es una voz muy difícil de conseguir, muy difícil de apresar, muy difícil de contener, porque se va. Pero una vez que la tienes, una vez que la encuentras, es maravilloso. Es maravillosa porque lleva al lector a donde tú quieras. Y en este caso concreto, yo quería que se metiera en la cabeza de Andrea, que sintiera con ella, que sufriera con ella, que riera con ella, que asistiera a ese caos que, de repente, empieza a extenderse por su vida y sin embargo, trata de contenerlo. Entonces, ahí está.
M.G.- Inés, cuando llego a esa primera página de la novela y leo lo siguiente: «Estabas empezando a olvidarte de tu madre y cada vez te costaba más recordarla su cara, su voz, sus manos, sus gestos, sus gustos, su carácter», tuve que levantarme e ir a mi ordenador. Tengo grabada la voz de mis padres.
I.M.- ¿Y las escuchaste?
M.G.- Sí. Llevaba muchos años sin escucharlos pero, al leer esas líneas, me tuve que levantar para escucharlos de nuevo. Nunca me alegraré más de haber tenido la idea de grabar a mis padres, su voz. Tengo fotografías, claro, pero olvidar su voz, el tono de sus voces, me espeluznaba.
I.M.- Claro, es que además la voz es algo... Lo dice Belén en la novela. Candela le pide a Belén un texto en el que describa quién cree que era la madre de Candela. Y Belén le responde algo así como que la voz dice mucho de la personalidad de una persona y es verdad.
Es curioso porque ahora no valoramos eso. Estamos permanentemente haciendo grabaciones y tenemos multitud de vídeos. Creo que demasiados. Pero hace treinta, cuarenta, cincuenta años no era así. Y aquellas voces se han perdido. Además es que recordar una voz es casi tan difícil como recordar un olor. Y una vez que se pierde esa evocación, tienes una sensación de vacío.
Hay un libro precioso que publicó Periférica hace unos meses. Se titula, precisamente, La voz. Es de una autora japonesa, no recuerdo ahora su nombre, que viven en Francia
[Se refiere a La voz sombra de Ryoko Sekiguchi]. Precisamente, en esa novela, se reflexiona sobre lo que sucede con las voces de nuestros muertos, a dónde van, cómo permanecen en nuestro recuerdo.
M.G.- Yo tengo a buen recaudo las mías y, además, como me da miedo perder esas grabaciones, las guardadas en varios dispositivos.
I.M.- Haces bien.
M.G.- Sí. Bueno, me comentaste antes que tu madre falleció siendo muy joven. Estamos hablando de recuerdos, de la imagen que tenemos de nuestros padres. ¿Qué tal de potente es ese recuerdo de tu madre? ¿Es nítido o, al contrario, está difuminado?
I.M.- Bueno, mi madre, su ausencia, está siempre muy presente en mi vida. Ahora, gracias a esta novela, está más presente ella y menos su ausencia. Es un recuerdo que, durante muchos años ha sido un recuerdo muy doloroso, ha sido un recuerdo triste, angustioso incluso, pero que insisto, en gran parte, gracias a haber escrito esta novela, ahora es un recuerdo también en parte bello y en parte hermoso. Yo he recuperado a mi madre, he recuperado la sonrisa de mi madre, he recuperado la alegría de mi madre. Y bueno, esa es una herencia que ella me dejó, de la que yo no era consciente y que he descubierto gracias a esta novela.
M.G.- Las lecturas cambian a los lectores, al menos, ciertas lecturas, y estoy convencida que la escritura opera del mismo modo con los escritores. En este caso, tras escribir este libro, ¿tú sientes que hay una Inés antes y una Inés después?
I.M.- No tanto, no. Pero sí una escritora mejor. Yo he crecido mucho como escritora con esta novela, pero muchísimo. Y estoy muy orgullosa de haberla escrito, muchísimo, porque era un reto inmenso. A mí me gustan mucho los riesgos literarios, los riesgos creativos, los personales, ya menos. Y estoy muy orgullosa de haberlo hecho, de verdad que sí. Y me colocaba en un lugar literario al que creo que pertenezco y en el que me quiero quedar.
M.G.- Inés, yo continuaré con la lectura de esta Otra versión de ti. Seguramente encuentro a mi madre en estas páginas. Segurísimo.
I.M.- Seguro que sí.
M.G.- Te agradezco que hayas venido a Sevilla y que hayas compartido este momento conmigo.
I.M.- Nada, un placer.

Sinopsis: Hace casi una década que Andrea y Candela son pareja y en estos años su amor ha tenido que convivir con los golpes habituales de la vida. Candela es escritora y desde muy pequeña la pérdida la acompaña: de niña le sorprendió la temprana muerte de su madre y desde entonces le persigue su recuerdo. Ahora, veintiséis años después y en su mejor momento, todo estallará de nuevo cuando tenga que asumir otro adiós. Será cuando se obsesione con escribir un libro que la ayude a descubrir quién fue su madre, esa mujer casi desconocida para ella, y construir por fin un relato claro y reconfortante. Para ello recopila testimonios de familiares, amigos y expertos en neurología, psicología y fotografía, además de documentos e imágenes… Piezas de un puzle que, tras la misteriosa desaparición de Candela, Andrea tendrá que resolver. Será ella quien le irá contando al lector la historia de ambas y la de la incesante búsqueda de una identidad personal y familiar a partir de un amor infinito.
Otra versión de ti es una obra deslumbrante sobre la recomposición de los recuerdos que nos construyen, el temor a perderlos y la búsqueda incansable por preservarlos. Una novela sobre el amor a la pareja, el amor a la vida. En definitiva, un alegato del amor al amor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario