martes, 8 de julio de 2025

ALAITZ LECEAGA: ❝El susurro de los personajes es lo primero que me lleva a una historia❞

El día que Alaitz Leceaga ganó el Premio Fernando Lara en Sevilla, con su novela Hasta donde termina el mar (puedes leer sobre este premio aquí), yo estaba presente en el fallo. Era 2021 y ahí andábamos, con la mascarilla en ristre a todas partes. Con posterioridad, en 2023, Leceaga publicó Las dos vidas de Mina índigo y ahora llega con otra historia más, La última princesa.

Ambientada en la localidad de Lemóniz (Vizcaya), La última princesa es un thriller que lleva el sello Leceaga. Leyendas, ritos ancestrales y mitología se combinan en una novela que gira alrededor de una impresionante central nuclear abandona y real, y una excavación arqueológica. Asesinatos no faltan en esta novela, como tampoco falta la persona encargada de la investigación criminal, Nora Cortázar, con un pasado familiar muy traumático y una mente ágil, que le proporciona ser Asperger.

Alaitz Leceaga visitó Sevilla hace unos días. Aquí os dejo nuestra charla.


Marisa G.- Alaitz, bienvenida a Sevilla, bienvenida a la ciudad en la que te concedieron el premio Fernando Lara, en 2021.

Alaitz L.- Sí, estoy unida a esta ciudad. 

M.G.- Yo estaba presente aquella noche. Lástima que fue en pleno Covid y fue todo un poco frío, pero bueno, estuvo bien.

A.L.- Sí, cierto.

M.G.- Ahora regresas a esta ciudad con tu quinta novela, La última princesa, un thriller que promete una lectura llena de intriga, suspense, en la que se combina misterios, rituales ancestrales y leyendas. En tus novelas es fácil encontrar el toque de fantasía, de espíritus, y de mitología. ¿Se podría decir que constituye tu sello personal?

A.L.-  Sí, totalmente. En mis otras novelas también está muy presente. Es algo que forma parte de mis historias. En esa novela hablamos de rituales antiguos, rituales sangrientos, pero creo que, de alguna forma, las leyendas y los cuentos de hadas siempre están muy presentes en mis relatos. En esta también. 

M.G.- En esta novela, el lector va a encontrar una trama muy negra. A raíz del hallazgo de un cadáver se va a iniciar una investigación. Recalcas que es una novela de ficción pero es cierto que la historia tiene cierta vinculación con un hecho real. Es algo que ya vimos en tu libro anterior, cuando desarrollas una trama relacionada con el naufragio de un pesquero en la localidad de Ea. En esta ocasión te fijas en la central nuclear de Lemóniz.

A.L.- Aquí hay dos respuestas. Primero, creo que la realidad, de alguna forma, nos nutre por completo. Las mejores historias salen de hechos reales o de una parte pequeña de la realidad. Segundo, la central nuclear de Lemóniz es un paisaje increíblemente potente porque te la encuentras en ese bosque frondoso, verde, antiguo, y también te encuentras ese mar y, de repente, en mitad de la nada, aparece una central nuclear abandonada. Y también una plataforma en alta mar. Son paisajes muy potentes, un choque enorme entre ambas cosas. Me pareció un escenario impresionante para ambientar un thriller, para ambientar una novela policíaca.

M.G.- Pero tú sueles buscar hechos reales, sucesos sorprendentes que, quizá, la gente no conozca y, a partir de ahí, desarrollas una trama, ¿no?

A.L.- No es lo habitual. Para mí, lo principal son los personajes. El susurro de los personajes es lo primero que me lleva a una historia, pero es verdad que los hechos reales, de alguna forma, son como ese desencadenante. La central nuclear de Lemóniz y todo lo que sucedió alrededor, es un contexto tan fuerte, tan potente que me pedía una novela.

M.G.- Y encuadras la trama en 1992, en un contexto temporal, político y social en el que ETA seguía muy en activo. Aquel año se siguieron cometiendo asesinatos pero incluso hubo tímidas negociaciones. ¿Cómo ha sido integrar a la banda terrorista en esta trama?

A.L.- Cuando suceden los hechos de la novela, yo era una niña muy pequeña. Al sentarme a escribir una novela ambientada en 1992, en Euskadi o en España, no te puedes olvidar de los Juegos Olímpicos de Barcelona o de la Exposición Universal de Sevilla, que también aparece en la trama. No hubiera sido honesto obviar el contexto político o social que rodeaba a Euskadi en ese momento. De alguna manera, era algo natural para mí. Sabía que tarde o temprano tendría que mencionar a ETA. Era algo lógico.

A mí me atraía mucho el año 1992. Fue un año mágico en el que España empieza como a mirar al futuro. Fue casi como de mis primeros recuerdos colectivos, ver en la tele la inauguración de las Olimpiadas de Barcelona o la de la Exposición Universal. Hacía tiempo que tenía ganas de escribir una novela ambientada en un pasado más cercano al de mis otras historias.

M.G.- Por otro lado, la mitología vasca también tiene mucha presencia en la novela. ¿Hasta qué punto será importante en la trama?

A.L.- La mitología vasca y la de toda la zona del norte, diría. Hay un momento en la historia en la que se descubre una tumba celta en una excavación arqueológica. La princesa del título y las leyendas que la rodean van a tener un peso muy importante en la trama. Son elementos que a mí me gusta añadir a mis historias porque creo que la enriquecen mucho. A todos nos encantan este tipo de historias, de intrahistorias.


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M.G.- La verdad es que sí. Además, se aprende mucho de una cultura, a través de sus leyendas. 

A.L.- Totalmente.

M.G.- La encargada de llevar las riendas de la investigación criminal será Nora Cortázar, jefa del Departamento de Ciencias del Comportamiento en la Interpol. Es un personaje en el que se da cierta paradoja porque ella pertenece, por decirlo de algún modo, al lado de los buenos pero, en realidad, es hija del mal. Su padre era un asesino en serie.

A.L.- Sí, es verdad. Uno de los temas que sobrevuela la novela es: ¿pueden los pecados de los padres traspasarse a los hijos o del padre a la hija, en este caso?
Efectivamente, el padre de Nora es un asesino famoso y de alguna forma eso proyecta una sombra sobre ella y sobre el resto de sus hermanos. No creo que sea lo único que la define pero, desde luego, ella siente ese empuje y necesidad de perseguir a los monstruos, a los asesinos en serie, a hombres como su padre.

M.G.- Un poco como para devolver a la sociedad, en forma de bien, lo que su padre hizo mal.

A.L.- No sé si tanto como para devolver a la sociedad. Creo que ella siente que, de alguna manera, tiene que luchar contra ese mal que habita dentro de ella. Es algo que ella sospecha, como también lo sospechan sus hermanos. Cada uno de los tres hermanos tiene una lucha diferente consigo mismo para hacer frente a ese mal que creen que su padre les ha traspasado a ellos. 

M.G.- Nora es una muy buena investigadora. Tiene unas cualidades específicas que la hacen realmente brillante.

A.L.- Sí, Nora tiene Asperger de alto funcionamiento. Eso hace que sea obsesiva, y la única capaz de ver pistas, pequeñas cosas que para el resto pasan desapercibidas. También hace que sea creativa, imaginativa pero, al mismo tiempo, hace que sus relaciones personales, sus relaciones más cercanas, sean complicadas para ella. De alguna manera, toda esa facilidad que tiene para perseguir a asesinos en serie, a monstruos, se le complica muchísimo cuando se trata de leer o de comprender lo que sienten o lo que piensan las personas más cercanas y que ella más aprecia.

Me atraían mucho esas dos partes de Nora, cómo consigue meterse en la piel de personas terribles pero, al mismo tiempo, no puede comprender a las personas que más aprecia. 

M.G.- Volver a su pueblo natal la convierte en un personaje un tanto vulnerable. Digamos que los fantasmas del pasado regresan, pero iremos viendo cómo Nora va evolucionando. Al final de la novela vamos a encontrar a una Nora muy distinta de la que vimos al principio.

A.L.- Sí, totalmente. Además, eso es una constante en mis historias. Me gustan los personajes complicados, con claroscuros, y también que el lector llegue al final y piense que el protagonista es muy distinto al que conoció en las primeras páginas. 

M.G.- Y advierto que los personajes femeninos siempre predominan en tus novelas. Son como el eje central de tus historias. ¿Eso es casual o hay alguna intención?

A.L.- Siempre me hacen preguntas de este estilo. Me dicen que mis personajes femeninos son muy fuertes y especiales. Yo siempre respondo que son como las mujeres de mi alrededor o las mujeres que conozco. No es una particularidad única de los personajes literarios. Es una particularidad de las personas, que se sobreponen incluso en circunstancias terribles.

M.G.- Pero sí hay muchos personajes femeninos en tus novelas.

A.L.- Sí, casi siempre son protagonistas femeninas. Los personajes masculinos aparecen y tienen su importancia pero es verdad que casi siempre los protagonistas son femeninos, sí.

M.G.- Pues precisamente, de los personajes masculinos quisiera preguntarte ahora, de los hermanos de Nora, Beñat y Oliver. ¿Cómo es la relación que mantienen?

A.L.- Es un poco complicada. Nora huye de Lemóniz, siendo adolescente, cuando descubre que su padre es un famoso asesino. Eso arroja una sombra sobre ella y el resto de su familia, que incluye a sus dos hermanos. A ellos les une una relación muy dolorosa. Tejen una relación familiar compleja y llena de secretos. Cuando Nora regresa, y se reencuentra con todos ellos, han pasado casi quince años. Ella cree que todos son personas diferentes pero, de alguna manera, esas personas no se han despedido de las que fueron en el pasado. Porque esta es una novela que nos habla del pasado, de nuestro pasado, y de las personas que solíamos ser. Esa idea está representada en los dos hermanos de Nora y en esa relación tan complicada que mantienen. Además, los dos hermanos son muy distintos entre sí. Ellos han sufrido y, sin querer, también han provocado sufrimiento en los demás.

M.G.- A la hora de construir los personajes, ¿qué es lo más esencial para ti? ¿Cuáles son las cualidades que deben tener?

A.L.- Cuando hablamos de una novela de misterio, lo más importante es que tengan secretos. Los secretos de los personajes es lo que les va a determinar, porque una vez que conoces sus secretos, sabes qué es lo que quieren ocultar, sabes cuándo están mintiendo. Me gustan mucho los personajes que esconden la verdad o los personajes que parece que van a actuar de una manera y luego hacen justo lo contrario. Como autora, es algo que a veces choca porque tienes algo planeado para un personaje determinado, pero siempre hay una parte de sorpresa.

M.G.- Me gustan mucho los escenarios de tus novelas, la personalidad que le das a las casas, a las fincas, a las mansiones. Son casi otros personajes más. Son espacios que también guardan sus propios secretos.

A.L.- Claro, pero es que me gusta que no sean únicamente el lugar en el que suceden cosas. Cuando hablamos de un escenario tan potente, como una central nuclear abandonada o como los bosques de la zona, tienes casi la mitad de la novela construida. Tenía que darle la importancia casi telúrica que tienen esos lugares. 

M.G.- La trama la centras en el Lemóniz de los años 90. ¿Ha cambiado mucho el municipio desde entonces?

A.L.- Ha crecido bastante el número de habitantes. Ahora tiene una zona más turística, como es la zona de Armintza, que también aparece en la novela, con su puerto y su playa. Ahora hay más personas que se acercan a visitar la central nuclear. No puedes entrar pero puedes verla de cerca. Es algo tan monumental que ha despertado mucha curiosidad.

M.G.- Es inevitable que hablemos de esa etiqueta que se ha acuñado, el Euskal Noir. Hace unos meses, precisamente en este mismo hotel, hablaba con Ibon Martin sobre las novelas que transcurren en el norte de España. Él me hablaba de la importancia de la climatología, de la gente que, debido al mal tiempo, se recluye en casa. Todo eso aporta una atmósfera brutal en las novelas.

A.L.-Sí, es verdad. Pero, cuando me siento a escribir, nunca lo pienso. De todos modos, hay muchas personas que me dicen que leyendo tal novela les ha recordado a la de algún otro escritor. Creo que compartimos un paisaje más o menos común. Y no sólo lo digo por Euskadi, sino por toda la zona, con esos bosques y el mar. El tiempo brumoso y la lluvia ha empujado, durante mucho tiempo, a las personas y a las familias a pasar más tiempo juntos, a estar más tiempo en su casa. Y antes de la televisión, de la radio o de las redes sociales, ¿qué hacíamos? Pues nos contábamos historias. Gran parte de las leyendas de la zona vienen de ahí. Todo eso se refleja cuando nos sentamos a escribir, hablamos de lo que conocemos y nos rodea. 

M.G.- Sobre la documentación, habrás tenido que indagar mucho sobre cómo se llevaban a cabo las investigaciones en los años 90. O el hecho de que Nora tenga Asperger, imagino que también te habrá obligado a averiguar cómo se comportan este tipo de personas, o la historia de la central nuclear,... Todo eso. ¿Cómo ha sido el proceso?

A.L.- Hay dos partes que para mí eran vitales. Por un lado, con el Asperger de Nora quería ser justa y representar a este tipo de personas con justicia y honestidad. Tuve la suerte de contactar con una asociación y ellos fueron tan amables de darme algunas pautas, incluso de leer, en algún momento, algunas líneas, algunos párrafos, para darme su opinión sincera sobre si pensaban que los estaba representando bien. Tenía muy claro que quería alejarme por completo de esa representación de persona con espectro autista que vemos en las series o películas, esa imagen de casi genio loco o algo así. Tenía clarísimo que quería enseñar algo más cercano a la realidad o tan cercano como la novela de ficción me permitiera. 

Por otro lado, tuve la oportunidad de acercarme a una excavación arqueológica porque en la novela estas excavaciones tienen bastante importancia. Aunque la que aparece en la novela es ficticia, sí hay una muy cerquita del lugar en el que se desarrollan los hechos. Ellos fueron increíblemente pacientes conmigo a la hora de explicarme cómo se lleva a cabo una excavación arqueológica. Pero no una en 2025, sino cómo eran las técnicas empleadas en 1992. Existen muchas diferencias en cuanto a la exploración de yacimientos. Así, cuando Nora visita la excavación arqueológica de la novela, lo hace con los ojos de 1992 y no con los ojos de 2025.

M.G.- Alaitz, ¿cuál será el futuro de esa central nuclear? Creo que nunca ha funcionado. Es un edificio muerto. ¿Se quedará ahí para siempre? ¿No hay opción a demolición?

A.L.- La central nuclear nunca llegó a funcionar. Sin embargo, se construyó al completo, hasta el punto de que las personas que han podido entrar, han visto las oficinas, los archivadores, los bolígrafos,... Estaba todo, menos el combustible radioactivo. Es una ruina gigantesca, de un tamaño descomunal, que ocupa casi todo el valle. ¿Cuál es su futuro? Pues no tengo ni idea. Es tan grande y lo que representa es tan grande, que no sé qué futuro puede tener. 

M.G.- He leído que hay algún proyecto para llevar tus novelas a serie de televisión. ¿En qué estado está ese proyecto?

A.L.- No te voy a responder a esa pregunta, lo siento.

M.G.- Pero el proyecto va en marcha, ¿no?

A.L.- Digamos que todo va bien

M.G.- Me alegro. Pues, Alaitz, muchas gracias por venir a Sevilla, con este calor incluso.

A.L.- Estoy encantada. Sevilla ha quedado unida a mi carrera profesional con el premio. Siempre sois súper amables conmigo y estoy encantada de venir siempre con cada historia.

M.G.- Muchas gracias. Lo dejamos aquí.

Sinopsis: Cuando los monstruos se cuelan en tu mente, vienen para quedarse.

Lyon, 1992. Nora Cortázar es la jefa del departamento de Ciencias del Comportamiento de Interpol, donde imparte clases sobre psicología criminal, pero sobre todo es conocida por ser la hija de un famoso asesino, Balbea. Obsesiva, analítica y con una memoria extraordinaria, Nora es una mujer única con una capacidad especial para comprender el mal.

El regreso de Nora a Lemoniz para asistir al funeral de su madre coincide con el hallazgo de un cadáver en la central nuclear. En un pueblo marcado por los secretos, Nora sospecha que tras el asesinato hay más de lo que parece, y para resolverlo unirá fuerzas con su primer amor, a quien la une un doloroso pasado.

Una central nuclear abandonada, una plataforma marítima y los paisajes imponentes de la costa vasca son los escenarios de este thriller atmosférico en el que se cruzan siniestros rituales antiguos, leyendas y oscuros secretos familiares.

viernes, 4 de julio de 2025

GALA PREMIOS DE NOVELA ATENEO DE SEVILLA 2025

Llegó junio y con él, no sólo llegó el solsticio de verano sino también los Premios de Novela Ateneo de Sevilla. Llevo doce años acudiendo al fallo de estos premios. Siempre he disfrutado de esa noche, en la que te reencuentras con amigos escritores, editores, jefes de prensa,... Es una noche en la que se respira un cierto aire de nerviosismo y curiosidad. ¿Quiénes serán los ganadores de este año? Esa es la pregunta que más resuena a lo largo del cóctel y la cena que tiene lugar habitualmente en los Reales Alcázares de Sevilla.

Este año ha sido muy especial para mí. Por primera vez he visto el desarrollo de esta gala desde otro ángulo. No desde una mesa rodeada de otros comensales y amigos, sino desde el propio escenario. Porque este año he tenido el inmenso privilegio de conducir el acto. Cuando me llegó la propuesta no me lo pensé. Cierto es que tuve que domar los nervios, que se fueron acentuando a medida que se acercaba el día, pero la mecánica de estos premios la conozco tan bien, que me resultó muy sencillo dinamizar la gala y marcar las distintas intervenciones. 





El fallo de los Premios de Novela Ateneo de Sevilla tuvo lugar el pasado 12 de junio, en una tarde-noche de temperaturas muy agradables, que yo agradecí enormemente. El acto venía acompañado de varias novedades. En esta edición, el Ateneo contaba con la colaboración de la Delegación de Cultura del Ayuntamiento de Sevilla, a la que se unen los patrocinadores habituales como Ámbito Cultural de El Corte Inglés y Fundación Unicaja. A ello se añade que la editorial encargada de publicar las novelas el próximo otoño será Almuzara Ediciones.

En este 2025, en el que se celebra la 57 edición del Premio de Novela Ateneo de Sevilla  y la 30 edición para el caso del Ateneo Joven, se han presentado un total de 215 obras para la categoría adulta y 16 manuscritos para la categoría joven. Como viene siendo habitual, los originales proceden principalmente de territorio nacional, aunque también se han enviado originales desde el extranjero. Entre ellas hay gran variedad de géneros, destacando la novela histórica, la intriga policíaca o la narrativa social contemporánea, quizá los géneros más demandados hoy día por la comunidad lectora. 

El jurado, tras reuniones y deliberaciones que mantuvieron el día previo, concluyó por nombrar como finalistas a las siguientes novelas:

Finalistas de la 57ª edición del Premio de Novela Ateneo de Sevilla

18. “El ángel y la muerte” de Óscar Soto Colás. 

Novela histórica ambientada en la Sevilla del siglo XVII, después de la terrible peste de 1649. La trama gira en torno a la investigación de una serie de crímenes. Un fraile franciscano, regresa a Sevilla y se ve envuelto en la búsqueda del asesino. 

21. “Cabezaloca” de Felipe Lola. 

Se inicia en los primeros días de la guerra civil en un pueblo de la campiña sevillana, una madre busca ayuda para salvar la vida de su hijo, que está en el punto de mira de los terratenientes que vuelven a tomar el poder.

23. “Catedrales de sangre” de Fernando Gómez Recio. 

Presenta las tribulaciones de un inspector de policía, Santiago, que se ve inmerso en la pesadilla orquestada por un criminal vengativo que le exige fotografiar catedrales bajo la amenaza de cometer asesinatos.

68. “Caviar para morir a bordo: el último muerto del Titanic” de Mª Concepción Calleja. 

Después de más de un siglo del hundimiento del Titanic, sigue causando nuevas muertes. Como si se tratara de un diario una criminóloga narra los hechos de las investigaciones de una psicóloga, el tráfico de arte pone en duda a un conocido marchante.

73. “Violines de otoño” de Mary Bloomsbury.

Los diarios del almirante Canaris, jefe de la inteligencia del Ejército alemán, han resurgido al cabo de muchos años, en ellos se esconden los secretos mejor guardado de la II Guerra Mundial, tuvo un castigo excepcional.

78. “El botín de Soult” de Michel-Henry Bouchet. 

La novela indaga en la figura del Mariscal Soult durante la guerra de la Independencia Española. Se expone el saqueo artístico emprendido por Soult, detallado en el diario del  joyero Josúe Seco.

Finalistas de la 30ª edición del Premio Ateneo Joven

113. “Los amantes dormidos” de Alejandro Barrera. 

Margaret, una joven inglesa de la campiña se traslada a Londres para intentar trabajar como maestra y ayudar a su madre tras el fallecimiento de su padre. El encuentro fortuito con un anciano la noche de su llegada  dejará un drama familiar.

116. “Fundido a negro” de Julio Peces Ruiz. 

El último día de rodaje de una nueva serie  de tv., con todos los actores estrellas del momento, mientras un figurante planea el asesinato del actor principal, el director es asesinado y todo cambia.

177. “Hijos de una lengua muerta” de Ana Belén Andrés Silva.

La temática se centra en una investigación criminal por el asesinato de arqueólogo. Un elemento central de la investigación incluye un ensayo que desafía los dogmas del cristianismo.

Tras anunciar los descartes, llegaba el momento de comunicar el nombre de los ganadores. Para ello, se contó con la presencia del jurado compuesto por D. Manuel Pimentel Siles, Editor de Almuzara Libros; D. Francisco Cañadas Barón, Responsable del Área de Literatura de Fundación Unicaja, D. Fernando Mañes Izquierdo, Director General de Cultura del Ayuntamiento de Sevilla; Dña. Mercedes de Pablos Candón, periodista y escritora; D. José Vallecillo López, Presidente de la Sección de Literatura del Excmo. Ateneo de Sevilla; Dña. María José Solano, Historiadora del arte, editora y columnista en ABC.

Acompañaron al jurado miembros de El Corte Inglés, Fundación Unicaja y  el alcalde de Sevilla, D. José Luis Sanz.

Tras la lectura del acta del jurado y la apertura de las plicas se dio a conocer el nombre de los ganadores:

El Premio de Novela Ateneo Joven de Sevilla recayó en la obra Fundido a negro de Julio Peces Ruiz.

Julio es una joven malagueño, amante del 7º arte y de la literatura. Está graduado en Lengua y Literatura española por la UNED y en Interpretación por la Escuela Superior de Arte Dramático de Málaga. Actor y director de cortos, ha publicado una saga literaria de aventuras y dos novelas: El sonido del silencio y El expreso del anochecer. Entre sus escritores favoritos figuras nombres como Arthur Conan Doyle, Edgar Allan Poe, Haruki Murakami o Amélie Nothomb. 


El Premio de Novela Ateneo de Sevilla recayó en la obra El ángel y la muerte de Óscar Soto Colás.

Óscar es nacido en Villamediana de Iregua (La Rioja). Es Historiador el Arte y socio-fundador de la Asociación Riojana de Escritores. Apasionado de la música y la escritura, ha publicado El Diablo en Florencia, con la que ganó el Premio de Novela Círculo de Lectores en 2017, La sangre de la tierra y Rojo veneciano.




Ambas novelas verán la luz el próximo otoño de la mano de Almuzara Editorial. Será entonces cuando volvamos a ver a los ganadores con las novelas físicas, en rueda de prensa.


jueves, 3 de julio de 2025

BRAULIO ORTIZ POOLE: ❝La poesía es mi casa y la narrativa es sólo un paisaje que visito de vez en cuando❞

Braulio Ortiz Poole es un reconocido periodista cultural de Sevilla. Leer sus entrevistas y artículos en Diario de Sevilla es casi una obligación. Ha entrevistado a muchísimos más escritores de los que han pasado por este espacio y, en alguna que otra ocasión, hemos coincidido en esas charlas literarias. Amable, afable, cordial, Ortiz Poole escribe para los lectores del periódico, pero también lo hace para sus propios lectores.

La semana pasada tuve la oportunidad de compartir un café con él. Lo vi llegar, andando por la calle, e inmerso en su teléfono móvil. Algo que leía en su dispositivo lo tenía totalmente abstraído. Al verme, se excusó, y me hizo un resumen de los avatares de su vida. Hasta ahí, todo normal. Lo que me emocionó fue que me preguntara por mí, por mis propias circunstancias personales, y eso me hizo ratificar lo que ya suponía, que estaba ante una persona que se interesa por el otro. Ese interés lo vuelca en su propia escritura, en unos tiempos en los que, como él dice en esta entrevista, sólo pensamos en nosotros mismos.

Braulio Ortiz Poole acaba de publicar poemario. Lleva por título Hombres que dicen Aleluya, una suerte de híbrido entre la poesía y el teatro, que cuenta con las acotaciones propias de un texto dramático y tres personajes, tres bailarines que narrarán su interior a través de estos versos.

Os dejo con la entrevista.

Marisa G.- Braulio, recuerdo que te conocí o que hablamos por primera vez con La fórmula Miralbes, aquella novela que publicaste en 2016. Desde entonces, he advertido que te has centrado más en la poesía, ¿cierto?

Braulio O.- Sí. 

M.G.- ¿Por qué? ¿Qué te aporta la poesía que no te aporte la narrativa?

B.O.- Pues mira, es curioso, porque yo vuelvo a mis versos y me reconozco en ellos. Es como si, por alguna razón, fuera más fiel a quién soy en la poesía. En la novela, con eso de que urdes una ficción, de que te vales de unos personajes, quizá se cuelen cosas que, a lo mejor, no te representan tanto. La ficción no la controlas tanto como la poesía. Por eso me identifico más con lo que escribo como poeta y no tanto con lo que escribo como narrador. No reniego de lo que he hecho hasta ahora porque, al fin y al cabo, de todo se aprende y todo va conformando quién eres, pero digamos que la poesía es mi casa y la narrativa es sólo un paisaje que visito de vez en cuando. 

M.G.- La poesía que hoy leemos se aleja muchísimo de aquella que estudiábamos en la época del colegio o del instituto, tan estructurada, con sus cánones. Es un género que ha roto muchos esquemas, el más transgresor, pero, ¿todo vale cuando uno se quiere expresar a través de la poesía? Hay mucha gente que piensa que, hoy día, a cualquier cosa se le llama poesía. ¿Qué es la poesía hoy? ¿Cómo se escribe hoy poesía?

B.O.- Bueno, para mí, la poesía es algo que tiene una música. El ritmo es fundamental, aunque ya no son esas rimas encorsetadas. Sin embargo, a mí me sale de forma natural una cierta métrica, una cierta música. Hay poetas que me han dicho que siempre uso endecasílabos. Es algo que hago sin pensar, me sale de forma natural, de forma intuitiva. Al igual que hay gente que tiene intuición para la música, creo que tengo intuición para los versos, para las rimas internas, para esa música.

M.G.- Yo voy a establecer una especie de comparación entre la forma de escribir poesía hoy día y esas palabras que cierran el libro, las de Vicente Escudero, en las que se hace referencia al hecho de bailar de manera irracional, sin que los músicos tengan partitura o incluso sin que sepan música. Hago como un paralelismo entre esa poesía sin reglas y el hecho de bailar sin ninguna pauta.

B.O.- Sí. De todos modos, voy a volver a la pregunta anterior, a si todo vale. Y no, no todo vale. A mí me parece que hoy hay muchos chavalitos que escriben y publican poesía con mucho éxito, pero abres sus libros y se te cae el alma a los pies. Realmente tienen una expresión muy pobretona. La poesía hay que trabajarla, hay que filtrarla. No se trata simplemente de escribir unos versos adolescentes con los que se vuelca la frustración por un amor insatisfecho. Es algo mucho más complejo. Es una expresión del alma humana y, como tal, tiene que ser compleja porque el alma humana lo es. 

Y, por otro lado, me encantaba esa cita de Vicente Escudero. Realmente es maravilloso ser libre, sentirse libre, pero, para conquistar esa libertad, como hace Rocío Márquez, hay que conocer la tradición. No se da un salto al vacío. La gente que explora la vanguardia o quiere ser revolucionaria, a su modo, da un salto al vacío de manera premeditada. Lo hace porque necesita volar, pero antes ha tenido los pies en el suelo.

M.G.- Hombres que dicen aleluya es el título de este poemario. Me resulta muy original y destacaría tanto el continente como el contenido. No sé si empezar a preguntarte primero por los textos o por la estructura porque, abres el libro, y enseguida entiendes que hay algo más que poemas, una especie de vinculación especial con el teatro que también está presente en este poemario.

B.O.- Sí, de hecho le conté el proyecto a una amiga y me respondió que era como una obra de teatro. No había pensado que quizá tiene cierta dramaturgia, con muchas acotaciones y todo. Pero es que me interesa una poesía que rompe fronteras y coquetea con otras disciplinas porque la vida, al fin y al cabo, es una mezcla.

M.G.- Un híbrido.

B.O.- Sí y la literatura tiene que estar viva para que te llegue. Me gusta mucho ese cruce de disciplinas, ese cruce de historias, esa amalgama que la hace mucho más rica.

M.G.- A mí me produce mucha curiosidad la forma en la que os surgen las ideas a los que os dedicáis a escribir. ¿Cómo surge este proyecto, Braulio?

B.O.- Yo quería escribir sobre la idea de comunidad. Ahora somos todos muy individualistas y la sociedad se ha estructurado de tal forma que cada uno tiene que pelear por lo suyo y dar la espalda a los demás. Esto es algo que a mí me preocupa. Quizá se deba a mi educación de raíz cristiana pero es que me preocupa comprobar que hemos dejado de mirar al otro. Me da mucha rabia cuando voy andando por la calle, y le cedo el sitio a alguien para que pase, ver que ni da las gracias. Me parece muy triste que hayamos perdido esa comunicación con los demás. Así que buscaba un sitio en el que unos se apoyaran en los otros, que los unos encontraran alivio en los otros, y pudieran desarrollarse gracias a la ayuda de los demás. Por eso pensé que una compañía de danza era perfecta para eso. En este caso, son tres personajes que, por distintos motivos, están perdidos y extraviados pero se encuentran gracias a que el otro les da la mano. La danza me daba la oportunidad de hablar de comunidad y de compañía, de otras maneras de relacionarnos. Me parecía bonito reivindicar eso.



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M.G.-Pero, ¿por qué te fijas precisamente en la danza? Comunidades hay muchas...

B.O.- Porque la danza me emociona un montón. En otras ocasiones he dicho que, cuando veo a alguien bailar, pienso que tengo alma. Es como algo medio espiritual. Es un ejercicio muy físico y, sin embargo, invoca a los dioses, recuerda a los muertos, celebra la vida y el amor. La danza me gusta mucho como espectador y me ha hecho muy feliz. Quería reivindicar eso, la belleza y la alegría, que son tan fundamentales en un mundo tan triste como el que tenemos ahora. También quería dar las gracias a compañeros bailarines, compañeros incluso del colegio, que se han dedicado al baile. También, gracias al periodismo cultural, he conocido a muchos bailarines que han ido creciendo y yo he ido creciendo con ellos, al ver su evolución. 

M.G.- El libro se estructura en cuatro partes, que corresponden a cuatro personajes. Tres de ellos forman parte de la compañía de danza: Gennaro, Mateo y Theo. Y luego tenemos a Enrique, que es un espectador. ¿El lector llega a conocer, de alguna manera, a estos personajes? Por ejemplo, de Gennaro sí vamos a saber que es un bailarín en declive. ¿Llegamos a conocerlos?

B.O.- Espero que sí. Me fascina el material humano. Al escribir, me gusta meterme en los sentimientos de la gente. Esa cosa de encontrar tu lugar o esa necesidad de sentirse querido que tenemos todos. Eso me gusta explorarlo en la  poesía. Así que espero que los lectores conozcan a Gennaro, a Mateo y a Theo, al igual que los conozco yo porque he sentido sus inquietudes y sus esperanzas durante el tiempo que he estado con ellos. 

M.G.- Es curioso el ejercicio que has tenido que hacer porque, generalmente, cuando uno escribe poesía, es más un diálogo entre el texto y el escritor. Sin embargo, en este caso, al meterte en la piel de unos personajes, ha tenido que ser como rizar más el rizo

B.O.- Bueno, todo puede parecer muy metaliterario o muy complicado pero, una vez que te dispones a escribir, es fácil meterse en la piel del otro. De hecho, la literatura es eso, ¿no? Intentar deducir qué piensa el otro, y construir un puente que te acerca a los demás.

M.G.- A través de unos de esos personajes vemos que la figura de la madre está muy presente.

B.O.- Sí. Es un personaje que vuela de sus raíces y que las deja atrás. Quería preguntarme qué pasa con los ilusos. De niño siempre fui muy profundo [se sonríe] y, por entonces, ya pensaba qué pasaría cuando nosotros nos fuéramos de casa y dejáramos solos a nuestros padres. Yo soy el sexto de siete hermanos.  Éramos una familia numerosa y, sin embargo, me preocupaba mucho la soledad y el abandono de mis padres. Cuando mi padre murió, mi madre se quedó sola. Creo que ahí tenía una asignatura pendiente, una deuda que quería explorar. ¿Qué pasa con quien quiere irse y deja atrás las raíces? 

Con este personaje, fue su madre la que llevó al niño a la danza y la que le enseñó la belleza. Yo quería dar las gracias a mi madre, que me llevó al cine de pequeño y me hizo amar la cultura. La madre del libro me permitía hablar de la vertiente espiritual del arte. Muchas veces los que somos más descreídos encontramos en el teatro, en la danza, en el cine, en la literatura, un alivio, un consuelo, que a lo mejor el mundo real no nos da, pero sí nos da la ficción. Quería hablar de esa espiritualidad laica, por decirlo de algún modo, de que no somos un mero cuerpo y de la sensación de tener alma. 

M.G.- Dicen de tus poemas, y es algo que ya vimos en el libro anterior, que pones la mirada en la gente más desvalida, más de la periferia. Hay unos versos que te voy a leer: “Niños soldados / en un país sin guerra / disparan / su munición de odio al diferente” o "Aquí, al teatro, / vinimos los hombres que no teníamos casa / mendigos de espíritu,  / los heridos por bala y por hastío". ¿Qué me dirías de estos versos?

B.O.- Es que es algo que me interesa mucho.  El otro día me hicieron una entrevista y me dijeron que, claro, si uno baila solo en una esquina, pues se ríen de él y lo señalan. Y es que a mí los que realmente me interesan son los señalados. La gente que está bien integrada no tiene tantos problemas o tantas necesidades de ser aceptado como los otros. Me interesan los desvalidos, porque necesitan un abrazo más que nadie. Por eso, mi literatura se acerca mucho a los márgenes, porque creo que allí hay más necesidad de amor y más necesidad de vida. Y a lo mejor la vida se expresa de otro modo, pero ese que baila solo de una forma que puede parecer ridículo a los demás, en realidad tiene mucho valor. Baila solo y reivindica su soledad.

M.G.- Los lectores tenemos la mala costumbre de buscar al autor entre las líneas de su libro. ¿Hay mucho de Braulio Ortiz en este?

B.O.- Por supuesto, sí [ríe]. Estoy yo en todo lo que hago. Lo que decíamos antes que, como narrador, a lo mejor me camuflo más, pero aquí, aunque estoy hablando de otros personajes, el sentimiento de querer ser aceptado que tienen esos bailarines es el que tengo. Hay mucho de mi propia vulnerabilidad en estos poemas.

M.G.- Braulio, creo haber hecho bien los deberes. Me he dado cuenta de que cada una de las partes en las que se estructura el libro se inicia con un texto que forma parte de un artículo firmado por ti y publicado en el periódico. Si no me equivoco...

B.O.- Hay una necesidad de celebración de las cosas pequeñas de la vida y una voluntad de dar las gracias, que ya estaban en esos artículos y que ahora están en el poemario. La RAE define la palabra aleluya como demostración de júbilo y de gratitud. Y este libro quiero hablar también de gratitud.

M.G.- Siempre he envidiado a los que hacéis periodismo cultural. Has hecho muchísimas entrevistas. Yo no soy periodista, es algo que siempre recalco, pero sí he tenido la oportunidad de hablar con muchos escritores, de distintas edades, de distintos géneros. Es algo que me ha enriquecido muchísimo. Quiero pensar que es algo habitual que, a ti, por ejemplo, que has hablado con tantísimas personas, también te ha enriquecido.

B.O.- Claro. De hecho, este poemario puede entenderse como una carta de amor a los bailarines que he conocido en ese tiempo y que me han devuelto la fe en la vida y en la belleza. Y sí, para mí el periodismo cultural es un oficio, una vocación, que me ha hecho crecer muchísimo como persona. Yo no entendería quién soy sin todos estos años de periodismo cultural, que me han enriquecido muchísimo. Con todos los problemas que tiene la profesión, el balance, sin duda, es positivo.

M.G.- Y los textos, los poemas, ¿funcionarían bien si se leen de manera independiente? ¿Podemos abrirlo y leerlo sin seguir orden, sin empezar desde el principio hasta el final?

B.O.- Sí. La experiencia lectora es un acto de libertad. Cada uno puede leer un libro como quiera y muchas veces no importa tanto la trama, el argumento, como lo que te inspire ese fragmento. Y bueno, yo leo muchos poemarios sin orden y me parece fantástico.

M.G.- Hay algunos que sí tienen que ser leídos en orden. Algunos autores señalan que sus poemas hay que leerlos desde el principio al final, por orden.

B.O.- Bueno pero, al final, cada uno hace lo que quiere. El libro es ya del lector.

M.G.- Exactamente, el lector es libre. Hombres que dicen aleluya es el título. Hablamos de exaltación, de júbilo, de dar las gracias. ¿Cómo se gesta el título en tu cabeza?

B.O.- El título fue un poco accidental. Se convocaron unas ayudas a la escritura. Yo tenía el proyecto este, basado un poco en los artículos publicados en la sección Acción de Gracias y pensé en Hombres que dicen aleluya, como título. Me dieron la ayuda pero si cambiaba el título tenía que escribir al ministerio para pedir el cambio y al final, decidí dejarlo como estaba. Pero, en un principio, tuve mis dudas porque sonaba muy parecido al título del libro anterior, a Gente que busca su bandera, y temía que este libro pareciera como una segunda parte. Y no es así. Este es muy distinto al anterior. Tuve mis dudas y nada, al final, lo dejé. Es como mi nombre, Braulio, que suena raro pero ya se me ha quedado. Uno acaba aceptando los nombres que son accidentales. Lo importante es el contenido.

M.G.- Por supuesto, lo importante es el contenido. ¿Y tú, en los versos de quién te fijas, Braulio?

B.O.- De muchísima gente, pero en este libro en particular, por ejemplo, podía haber sido Chantal Maillard, que tiene un libro que se llama Matar a Platón, en el que se narra un accidente de un hombre aplastado por un camión y cómo los testigos van contando la escena. Entonces esa voz externa, esa voz que va recreando la vida, esas voces me parecían muy interesantes, y quizá sea una inspiración. Y luego la parte del espectador, la parte final, que es muy arrebatada, tengo a Luis Rosales como uno de mis referentes. Ese caudal poético que él tiene, tan espiritual y tan hermoso, a mí me ha marcado. Quiero que esté presente en todo lo que hago porque sería un mentor maravilloso.

M.G.- Estamos hablando de danza, Braulio. ¿Tú bailas mucho, aunque sea en soledad?

B.O.- En soledad y en compañía.

M.G.- ¿Bailas mucho? ¿Sí?

B.O.- Sí, me encanta bailar.  Todos somos distintos a la imagen que proyectamos y sé que proyecto la imagen de alguien...

M.G.- ...más tímido, más retraído,...

B.O.- Sí y, sin embargo, bailar es una de las experiencias más bonita, más liberadora y más gozosa que puede tener el ser humano. Hace una semana estuve en la boda de mi sobrina y no paré de bailar. Me encanta bailar. De pequeño veía los musicales de Gene Kelly y yo quería ser eso. El baile es una rebelión contra el aburrimiento.

M.G.- Te he leído por ahí que tienes en mente escribir algo, y aquí enlazamos con la pregunta de antes, que gire en torno a la figura de la madre. Sé que perdiste a tu madre hace relativamente poco tiempo.

B.O.- Sí, como los dos amábamos mucho el cine, quería hablar de ese vínculo. Éramos dos personas muy diferentes pero nos unía el amor por Cary Grant, por ejemplo. Así que me gustaría hablar de Cary Grant y de madres e hijos.

M.G.- ¿Y serían poemas?

B.O.- No, sería una novela, como una comedia amable.

M.G.- No tengo más preguntas que hacerte. Te agradezco mucho que nos hayamos tomado este café.

B.O.- A ti.

M.G.- Y espero verte con ese libro de la madre. Me encantará leerlo.

B.O.- A ver si puede ser porque las cosas tan sentidas necesitan de su tiempo.

M.G.- Gracias, Braulio.

B.O.- A ti. 

Sinopsis: Este libro está protagonizado por una compañía de danza y transcurre en el tiempo en que se representa un espectáculo, pero sus versos hablan principalmente de la vida. De cómo una serie de personajes heridos encontraron en el arte una forma de prolongar sus sueños y de redimirse. De la importancia de apoyarse en los otros y renunciar al individualismo que pregonan los anuncios. De cómo bailar fue siempre la manera de expresar sentimientos y explicarse lo humano, pero también de invocar a los dioses y anhelar ser eternos. Tras Gente que busca su bandera, que ganó el premio del blog Estado Crítico al mejor libro de poesía editado ese año, Braulio Ortiz Poole regresa con Hombres que dicen Aleluya, un poemario sorprendente que, como el mejor de los bailes, apela a la emoción y la belleza.


martes, 1 de julio de 2025

JAVIER ALANDES: ❝El arte es la memoria colectiva de un pueblo❞

Conocí a Javier Alandes el año pasado, en Úbeda (Jaén), cuando se celebró una edición más del fantástico Certamen de Novela Histórica Ciudad de Úbeda. En la pasada edición, el escritor valenciano se alzó con uno de los premios que da el certamen, el Premio de Novela Histórica por su libro La última mirada de Goya (Editorial Contraluz). Lo curioso de este premio es que el autor no se presenta, sino que una comisión lectora elige cuál es la novela que debe recibir el premio, en función de los criterios que establecen. 

Y la semana pasada volví a encontrarme con Alandes, con motivo de la publicación de su última novela, El rey de bronce, también publicada con Contraluz. En esta ocasión nos trae una nueva aventura que nos lleva al mundo del arte y de las falsificaciones. Toda la trama gira en torno a un supuesto busto de bronce de hace unos 2.400 años, y que representa a Alejandro Magno. Dos hilos temporales nos permitirán conocer al protagonista, Luca Santamarta, en dos momentos de su vida. En 2002, cuando tiene quince años, ocurrirá algo en su familia que lo marcará para siempre. Luca tendrá que esperar veinte años para poner en marcha un plan al que ha estado dando forma desde siempre. Arte, subastas y falsificaciones mezclados con la intriga, el suspense y la aventura que siempre nos propone este autor. 

Os dejo con nuestra charla.

Marisa G.- Javier, un placer tenerte en Sevilla y volverte a ver. Coincidimos en Úbeda, cuando ganaste el Premio de Novela Histórica por La última mirada de Goya. Un premio que además tiene la peculiaridad de que el autor no se presenta sino que lo eligen los lectores. Algo que otorga más mérito todavía.


Javier A.- Bueno, Marisa, primero, gracias por este ratito y por esta entrevista.

Sí, creo que es un premio tan limpio y tan pulcro. Yo no sabía ni que estaba entre los finalistas. Luego me explicaron que la comisión lectora va seleccionando novelas. Igual selecciona veinticinco, treinta o treinta y cinco novelas en un año y van haciendo cribas hasta que quedan tres finalistas. Para mí fue una sorpresa verme entre esos finalistas, junto a Santiago Díaz Morlán, con Lloverá tierra seca, que es un novelón, o con Luis Zueco y El tablero de la reina. Con esos compañeros pensé que hasta ahí podía llegar pero fue una alegría que la novela ganara el premio. Porque no es un premio que gane yo, sino la novela. Y el poder disfrutar de esos días en Úbeda, conocer al comité organizador, a los compañeros, las cenas y las comidas,... Me lo pasé bomba.

M.G.- Es que se pasa bomba.

J.A.- Sí, me lo pasé bomba.

M.G.- Javier, yo tengo un prejuicio del que no me puedo desprender. Me cuesta trabajo conectar a un autor con formación académica en ciencias con su faceta como escritor. Es un prejuicio absurdo, pero es como si algo no me cuadrara. Me gustaría saber de dónde te viene la pasión por la escritura, teniendo una formación en ciencias.

J.A.- Soy economista y he escrito un pequeño libro que trata sobre el proceso de escritura. Los primeros recuerdos que tengo de mi vida son de aquellos viernes, cuando mi abuelo pasaba por casa a mediodía. Él venía de trabajar y me recogía. Juntos nos íbamos a su casa, donde mi abuela estaba preparando una fuente de macarrones que comíamos los tres. Después, ellos se acostaban a dormir la siesta y yo me queda en el comedor viendo la tele. Luego se levantaban a las cinco y media en punto, ya vestidos, y nos íbamos a los cines ABC Park de Valencia, que todavía existen. Mi abuelo sacaba tres entradas para la próxima película que iban a proyectar. Entonces esos cines tenían cuatro salas y proyectaban cuatro películas, pero no todas empezaban a la misma hora. En esos cines vi El resplandor, Tiburón, una reposición de Mary Poppins, Evasión o Victoria, o Mad Max 2, sin saber ni que había una número 1. La mayoría de esas películas no las entendía o no eran apropiadas para un niño, pero sí recuerdo agarrarme a los apoyabrazos de la butaca y pensar que aquello me gustaba, ver a gente que se estaba jugando la vida por un objetivo, por una aventura y tal. Eso es lo que me gusta. 

Todos tenemos formación en contar historias y para ayudarte a eliminar ese prejuicio que tienes te diré que, aunque soy economista y me dedico a preparar a emprendedores, mi trabajo es hablar con personas brillantísimas en medicina, en informática, en ingeniería, que tienen una idea, que la quieren transformar en un negocio, pero no saben aterrizarla, no saben convertirla en una empresa. Yo les ayudo a modelar su negocio y trabajo con ellos la oratoria. En realidad, lo que hacemos es generar un storytelling, ayudarles a contar qué es lo que su negocio puede hacer por los demás.

M.G.- Entendido. Pues, vamos a centrarnos en la novela, en El rey de bronce. En esta novela el lector se va a encontrar con una trama que gira alrededor del mundo de las falsificaciones, algo que me parece apasionante. Imagina que yo soy futura lectora, ¿qué me dirías para convencerme y para darle una oportunidad a este libro?

J.A.- Pues, imagínate que Spotify no existe pero lo inventamos tú y yo. Le diríamos a la gente que Spotify es el Netflix de la música. Así todo el mundo lo entendería, ¿no? Pues esta novela es el Ocean's Eleven del mundo del arte. Es decir,  es una trama de engaños, de robos, de timos,... centrada en el mundo de las falsificaciones del arte. A mí me cuentan eso y me vale.

M.G.- Hombre, la idea es atractiva. Pero, recuerdo que con La última mirada de Goya nos contaste una anécdota familiar que fue como el chispazo para la construcción de aquella novela. En esta ocasión, ¿cuál ha sido esa chispa?

J.A.- Mira, me he dado cuenta de que quiero escribir lo que me gustaría leer. Hoy día echo en falta más literatura clásica, de aventuras. He crecido con Verne, con Dumas, con Conrad o con Jack London y ahora siento que no encuentro ese tipo de literatura. A mí me gustaría ocupar ese hueco. Por eso, todas mis novelas han sido, de momento, y van a seguir siendo, aventuras con arte. Sé que suena un poco raro pero es factible.

Ya he contado lo que pudo pasar con la cabeza de Goya, lo que pasó con los cuadros del Prado cuando llegaron a Valencia y ahora, en este caso, me he encontrado con la historia de Han van Meegeren. La cuento en el prólogo de la novela. Este hombre pintaba falsos originales de Vermeer. Es decir, pintaba cuadros inéditos de Vermeer de tal calidad, que los compraban altos cargos del partido nazi. Tenían una calidad tremenda. Y lo podía hacer porque, en 1945, lo más sofisticado para autentificar o datar una obra era pasarle un paño con alcohol y si se corría la pintura era falso, y si no se corría, pues era bueno. ¿Han van Meegeren podría haber hecho hoy lo que hizo en 1945? ¿Lo podría haber hecho con espectrogramas, tomografías computerizadas, rayos X, rayos láser y tal? Probablemente, no. O probablemente hubiera sido mucho más difícil. Pues todo esto es El rey de bronce. ¿Podríamos generar una obra de arte, colarla en un museo,  hacer que pasara por otra época y además que una entidad lo autentificara?

M.G.- Esa es la idea primaria de la que parte la trama de la novela pero, fíjate, has mencionado a Los guardianes del Prado, a La última mirada de Goya y anterior a esas publicaste Las tres vidas del pintor de la luz. ¿Tú estás seguro que tu destino era estudiar economía y no historia del arte? Llama mucho la atención que te centres tanto en el arte. ¿Qué tiene el arte que te apetece tanto?

J.A.- No soy ningún experto en arte pero sí soy capaz de ir a un museo, apreciar una obra en concreto, e identificar las emociones que me despiertan. Y hay algo que siempre me ha parecido muy mágico y que lo sentí por primera vez en un cine, y es estar rodeado de gente que no conoces de nada pero entre los que se ha generado como una comunión. Todos estamos viendo algo y sin estar de acuerdo se genera como una mente colectiva. Por ejemplo, un grupo de personas están ante el cuadro de  los fusilamientos del 3 de mayo, o ante El jardín de las delicias, o ante Las meninas,... Estamos en silencio, observando, no somos expertos en arte pero sí sabemos identificar los sentimientos que nos produce. Es esa mente colectiva lo que me llama la atención del arte porque el arte nos pertenece a todos. No a un museo, no a una ciudad, sino al patrimonio de la humanidad. El arte es la memoria colectiva de un pueblo. Y eso se ha visto en los conflictos armados más recientes, cómo el arte es la primera línea de flotación a la que hay que golpear. Si eliminas el arte, eliminas el pasado. 



[Para escuchar nuestra conversación, dale a clic vídeo]

M.G.- Estamos hablando de falsificaciones en el mundo del arte y  como objeto central en la trama de la novela, te fijas en un busto de Alejandro Magno. Un busto que no existe, o sí, quién sabe. ¿Por qué esa pieza en concreto? ¿Por qué un busto? ¿Por qué la figura de Alejandro Magno?

J.A.- Han van Meegeren pintó sus falsos inéditos de Vermeer y en aquellos tiempos pasaron por buenos porque no existía la tecnología que existe hoy. Yo me planteo si eso se podría hacer hoy día y no con un cuadro de hace 400 años sino que, para darle una vuelta de tuerca, con una objeto de hace 2.400 años.

La autentificación de obras de arte se basa en dos pilares. Por un lado, la datación de los materiales y, por otro lado, el análisis visual de expertos para ver si coincide con el estilo del autor. La datación a día de hoy es casi matemática. Es decir, hoy en día se pueden analizar lienzos, bastidores, las tachas que sujetan el lienzo a los bastidores y, por supuesto, en una pintura, los pigmentos. Luego vienen los expertos visuales y nos dicen si coincide la pincelada o la temática con otros cuadros del pintor pero, ¿qué tiene el bronce? Con el bronce no se puede utilizar el carbono-14. Existe una base de datos mundial de análisis de bronce y si nosotros raspamos unas micras a una pieza de bronce, la llevamos a esa base de datos, nos va a decir de cuándo es esa pieza porque analizan la aleación. El bronce inicialmente está compuesto por un 80% de bronce y un 20% de estaño pero estos porcentajes han ido cambiando con el paso del tiempo. Además, con el bronce no hay un concepto de autoría como sí lo hay con la pintura. Lo que importa es el objeto en sí. Si resulta que la pieza retrata a Alejandro Magno, si además es la única estatua de bronce que existe de él, que aparece en un sitio muy lejano pero un lugar en el que Alejandro Magno hizo campaña, pues entonces la pieza empieza a resultar interesante.

Lo que plantea la novela es que la pieza, aunque teóricamente sea interesante, no existe, sino que hay que fabricarla.

M.G.- Te he leído decir en redes sociales que esta es tu novela más compleja. ¿Dónde ha radicado la complejidad? ¿En la trama? ¿En los personajes? ¿La documentación, quizá?

J.A.- En varias cosas. La primera es que el protagonista tiene que ser más inteligente que yo. Las grandes historias de robos tienen tres tropos, tres elementos, que hacen que nos enganchemos a ellas. Por ejemplo, veo Ocean's Eleven, El secreto de Thomas Crown, The Italian Job o El golpe y me pregunto ¿cómo es posible que esté empatizando con alguien que esté haciendo algo ilegal? ¿Cómo haces para que los lectores se pongan de lado del malo, entre comillas? Pues, en primer lugar, porque esos personajes que están haciendo algo ilegal tienen unos motivos que va mucho más allá de lo económico. Que se quieren hacer ricos, vale, es entendible, pero tiene que haber un motivo más emocional, más profundo para llevar a cabo su acción. Lo segundo es que hacen algo ilegal contra alguien o contra una institución más poderosa y moralmente reprobable. Por ejemplo, en La casa de papel imprimían sus propios billetes en la Fábrica de moneda y timbre. El enemigo era el Estado. Y por último, el protagonista actúa desde la inteligencia y no desde la violencia. Coger un fusil de asalto y entrar en un banco, como poder, lo podemos hacer todos, pero generar un plan para generar un engaño, eso no está al alcance de todo el mundo. Así que el reto ha sido crear un personaje más inteligente que yo.

Por otro lado, he tenido que investigar sobre el bronce. ¿Cómo podría conseguir bronce de hace 2.400 años? ¿O cómo se hacían las esculturas de bronce en Grecia? ¿Qué método se utilizaba? Pues se utilizaba un método que se llamaba la cera perdida. Se usaban unos moldes de cera de abeja y porcelana líquida. He tenido que investigar mucho sobre todo esto. 

Ahora bien, es la más compleja porque he querido contar una historia en un género que a mí me apasiona. Narrar un golpe, donde nada es lo que parece, donde todo puede cambiar, teniendo en cuenta que es un género del que los lectores ya saben mucho. He tenido que añadir ciertos componentes para hacerla diferente, que no perdiera tensión, que no perdiera pulsión narrativa, ni interés. Al menos, lo he intentado.

M.G.- ¿Se podría decir que la documentación y el trabajo previo ha sido más duro que la propia escritura de la novela?

J.A.- Sí, pero eso me pasa casi en cualquier novela. Con La última mirada de Goya investigué sobre cómo vestían, cómo eran los peinados, el mobiliario, cómo funcionaba Correos,... También tuve que documentarme sobre cómo era Burdeos en 1828, y cómo se llamaban las calles.

M.G.- Para cualquier pequeño detalle hay que investigar mucho.

J.A.- Sí. Y con El rey de bronce ocurre lo mismo. El mundo del arte requiere que te documentes bien.

M.G.- Pues el protagonista de esta novela se llama Luca Santamarta. Desde la primera página ya me pareció un tipo interesante. Es un joven que se guarda algo, que tiene algo escondido en la manga. ¿Qué nos puedes contar de él?

J.A.- Luca Santamarta es un joven de treinta y cinco años. Es valenciano y ha conseguido levantar una empresa tecnológica que decide vender. La vende por diez millones de euros. Pero, lejos de retirarse, decide que ha llegado el momento de poner en marcha el plan que lleva dando forma desde hace veinte años. Él pretende colocar una estatua griega de bronce, del siglo IV a.C., que representa a Alejandro Magno, en el tercer mayor museo de Estados Unidos. Dicho así, suena difícil. Normalmente, este tipo de planes los llevan a cabo personas muy calculadoras, con una mente muy privilegiada y ese tipo de gente genera una cierta falta de empatía. Por lo tanto, hay que construir a un personaje que sea verosímil, capaz de llevar a cabo este plan.

Luca Santamarta, desde el primer capítulo, da una imagen de hombre altivo, arrogante, rayando en la chulería hasta que, en un momento dado, hace un salva al gato. Es decir, a lo mejor no nos gusta lo que está haciendo en la primera escena pero como haga algo que lo salve un poquitín, ya nos aliamos con él.

M.G.- Así es, pero habrá más personajes porque el plan que Luca tiene en mente requiere de un equipo. Me gustaría que destacaras un único personaje de ese equipo. ¿Quién sería?

J.A.- La creación del equipo es otro de los tropos de este género, el cómo reúnes a los miembros de la banda, cada uno con una característica especial o una habilidad especial, necesaria para el plan. Es algo que hemos visto miles de veces. Pero lo que no hemos visto ha sido que, para un golpe como este, se reclute a una señora de setenta años. 

M.G.- No es lo habitual.

J.A.- Esa señora es la tía de Luca y le quedan cuatro meses de vida porque padece una enfermedad terminal. Con su edad, con su experiencia, con su situación personal, Pietra, que así se llama este personaje, se puede permitir ser la conciencia de Luca, ser esa voz interior que le dice: No te pares ahora. Arriesga más. Si hemos llegado hasta aquí, no puedes pararte. Cuando Luca la va a reclutar, lo primero que pregunta es si hay dinero que ganar. Él le responde que sí pero que puede ser peligroso. A eso Pietra le responde a su sobrino que se asegure que este sea un buen último baile.

M.G.- Javier, te has tenido que documentar sobre el arte y las falsificaciones. ¿Cuántos rincones oscuros puede tener el mundo del arte? Ese mundo que los que no conocemos, vemos como un tanto exótico. ¿Cuántos rincones oscuros puede tener?

J.A.- Exótico y casi romántico. Te imaginas a un falsificador, un señor de cierta edad, falsificando un Van Gogh que luego va a vender por cincuenta millones de euros. Bueno, el mercado negro del arte no se compone sólo de falsificaciones sino también de venta de materiales para hacer esas falsificaciones. Se venden lienzo de siglos anteriores y pigmentos específicos.

M.G.- O bronce hace 2.500 años.

J.A.- Claro. El mercado negro del arte se estima que es el quinto mayor mercado negro a nivel mundial. Tendríamos armas, drogas, personas, delitos cibernéticos y arte, como mercado negro. Pero el mercado negro del arte tiene una particularidad que los otros cuatro no tienen. Y es que en ese lado oscuro, en esa maldad que tiene cualquier mercado negro, en el arte, los que generan esa maldad, aman el arte, entienden de arte. Eso es lo paradójico. Son sensibles al arte. Y desde ese conocimiento, desde esa sensibilidad, es cuando pueden operar de manera ilegal, cuando saben que pueden colar, cuando saben que puede ser verosímil. 

Imagínate, por ejemplo, que estamos en el primer día de apertura del Prado. ¿De dónde salieron los cuadros que se expusieron ese primer día? Bueno, normalmente de colecciones privadas que van pasando de generación en generación, familias que van acumulando obras de arte, de los pintores de cámara, de los regalos de unos monarcas a otras naciones,... ¿Y cuál es la trazabilidad de esos cuadros? Imagínate que tú y yo somos los duques de Monfortal, y en 1875 vamos al Prado y decimos que queremos donar al museo un Tintoretto que lleva en nuestra familia desde hace generaciones. Pero ese cuadro, ¿de dónde ha salido? ¿Cómo ha llegado a esta familia?

El que fue director del Metropolitan Museum de Nueva York en los años 90 escribió sus memorias y en ellas decía que él estimaba que el 40% de las obras de arte que hay en los museos son falsas. A mí me parece mucho pero estoy seguro de que hay muchas falsificaciones en los museos. Los museos de Europa están llenos de cosas porque Europa es la cuna de la civilización pero, ¿y Estados Unidos? Su Declaración de Independencia es de 1776. Ellos querían tener museos y llenarlos de cosas. Tenían que comprar objetos para exponerlos en sus museos.  ¿De dónde salieron esos objetos?

Stefan Lehmann es un estudioso del mundo del arte. Hizo un estudio a principios de los 2000 y a él le extrañó mucho la cantidad de piezas de bronce, de bustos, que aparecieron en los museos de Estados Unidos en los últimos diez años. Las examinó y las comparó con las que se exponen en los museos de Europa. Comprobó que estaban muy bien hechas aunque había diferencias en la pátina, en el redondeado de algunas formas,... Una pieza de hace 2.400 años no puede tener aristas. Lehmann intentó averiguar de dónde procedían e hizo el camino a la inversa. Buscó dónde y cuándo se habían celebrado subastas de objetos de bronce de la antigüedad. ¿A dónde habían viajado los objetos subastados? Daba la casualidad que muchos de ellos confluían en España. Y dos años después, los museos de Estados Unidos aparecían llenos de piezas de bronce.

M.G.- ¡Qué curioso! 

Antes has mencionado a Han van Meegeren, ese falsificador holandés pero, ¿quiénes han sido los grandes falsificadores del mundo?

J.A.- Han van es unos de ellos. Él tenía un talento que poca gente tenía. Y luego, esas grandes falsificaciones ya no se hacen porque hoy se pillan. Pero falsificaciones menores de arte se hacen todos los días. Te puedo poner un ejemplo. Imagina que no nos conocemos mucho pero hemos quedado a comer. Llego un poco tarde y me ves con mala cara. Me preguntas qué pasa y te cuento que mi abuelo, que se murió hace seis meses, dejó en su piso unos bocetos preparatorios de Sorolla y que mi madre y mis hermanos se están peleando para ver qué se hace con eso. No sabemos quién se los va a quedar porque el que se los quede tiene que tasarlos. Al final, me he enfadado y vamos a terminar rompiendo la familia por cuatro bocetos preparatorios de Sorolla. Igual tú no muestras interés pero otra persona a la que le cuente esto mismo puede que sí, y llega alguien y me pregunta que cuánto valen esos bocetos y le respondo que por dos mil euros nos lo queremos quitar de encima, dos mil euros por unos bocetos hechos ayer. Y esa persona me los compra. 

M.G.- Y cree que ha conseguido una ganga por dos mil euros.

J.A.- Sí. Pues esto ocurre todos los días. 

M.G.- Ya. Javier, has mencionado títulos de películas. La novela bebe de grandes éxitos cinematográficos, como Ocean's Eleven. Y es verdad que, al principio, cuando empiezas a leer y cuentas la historia de Han van Meegeren en el prólogo, con esas minas de sal en Austria y el expolio nazi, es inevitable que se te venga a la cabeza otra película como The Monuments men

J.A.- La historia de los Monuments men es real. Los Monuments men son los encargados de devolver a sus legítimos propietarios las obras de arte encontradas eAltaussee, las seis mil obras de arte, entre ellas uno de los Vermeer de Han van Meegeren. Los Monuments men tienen un papel muy importante en aquella historia. 

A mí me gusta mucho el cine. Cuando estoy creando la historia en mi cabeza y hago mi escaleta, con lo que tiene que ocurrir en cada capítulo, me ayuda mucho verlo de manera cinematográfica porque esto me ayuda también a traspasarlo luego a las páginas.

Me ayuda mucho saber cada capítulo, dónde se encuentra, cómo empieza, qué personajes van a participar. Me ayuda muchísimo. 

En cada historia, en cada género, hay momentos que van a venir a la cabeza. En una película de indios y vaqueros va a haber un duelo final. Ya sabemos que eso va a ocurrir porque forma parte del cliché del género, ¿no? Me resulta importante saber a qué genero se quiere parecer cada historia porque cada género tiene sus momentos importantes y cuáles son esos momentos que yo, como lector o como espectador, estoy esperando. Así que, sí, el cine es muy importante para mí.

M.G.- Hablemos del tiempo y del lugar ahora. Por un lado, vamos a encontrar dos hilos temporales, separados por veinte años. Una parte de la trama transcurre en 2002 y otra en 2022. Por lo que comentabas antes, que para entender el presente hay que conocer el pasado. Tenemos que conocer por qué Luca Santamarta se está comportando así en 2022 y para ello trasladas al lector al año 2002.

J.A.- Sí, con la particularidad de que en el 2002, Luca tiene quince años. Mientras que en el año 2022, tendrá treinta y cinco. En el pasado, el protagonista era un niño. En la trama del pasado conoceremos los motivos por los que se está comportando así en el presente. Las dos líneas se van a ir entrelazando. 

M.G.- ¿Y Valencia? ¿Qué va a ver el lector de tu ciudad?

J.A.- Mira, he de reconocer que en esta novela, poco. En Los guardianes del Prado sí tenía protagonismo porque fue la ciudad a la que se trasladaron las obras pero aquí es únicamente una ubicación. El equipo va a tener su cuartel general en Valencia pero luego la acción se va a desarrollar en varias ciudades de todo el mundo. El hecho de que aparezca Valencia se debe, con todos los respetos y con todos los permisos de los lectores, al capricho de hacer homenaje a mi ciudad. Pero, en realidad, daría lo mismo que se ambientara en Valencia, en Sevilla, Madrid o Barcelona.

M.G.- Y empiezas a leer y, de vez en cuando, te vas encontrando con fragmentos en cursiva, que a mí me provocan mucha curiosidad. No sé si puedes decir algo o sería desvelar demasiado.

J.A.- Sería desvelar demasiado. Son fragmentos en cursiva, al inicio de determinados capítulos, que nos van a dar una pista de lo que va a ocurrir en ese capítulo concreto y, poco a poco, iremos descubriendo de dónde salen esos fragmentos en cursiva. 

Mira, Marisa, hay una satisfacción muy grande que nos podemos dar las personas que escribimos y es el hecho de innovar en cada novela, con el narrador, con los tiempos verbales, o incluyendo esos textos en cursiva. A lo mejor no tiene mayor importancia para los lectores pero para la persona que escribe, añadir ese recurso técnico, da satisfacción. Los lectores descubrirán qué significan esas letras en cursiva con la lectura.

M.G.- La novela está dedicada a los que viven aventuras a través de los libros, a los que les hubiera gustado vivir esas aventuras de forma real. A ti, ¿qué aventuras o qué época te hubiera gustado vivir?

J.A.- Es decir, la novela me la he dedicado a mí mismo, primero [ríe]. Escribo aventuras que a mí me hubiera gustado vivir. Me hubiera encantado ir a caballo con una espada pero vivo en el siglo XXI y estoy sufriendo las subidas del precio de la gasolina y pago electrodomésticos a plazos.

M.G.- Y en vez de espadas tenemos móviles.

J.A.- Eso es. Me hubiera gustado tener una vida más interesante que la que tengo. Me hubiera gustado vivir aventuras, ser Andrea Boscoscuro, uno de los protagonistas de La última mirada de Goya, ser un tipo elegante, un sicario internacional del siglo XIX. O me hubiera gustado ser el capitán Jack Aubrey en las novelas de Patrick O'Brian, Russell Crowe en Master and Commanders. También me hubiera encantado ser Luca Santamarta y planificar un golpe en la actualidad para tratar de hackear todo un sistema como es el mundo del arte.

M.G.- Pero hubieras tenido que renunciar a ser escritor.

J.A.- Hubiera tenido que renunciar a ser escritor, sí. No se puede ser todo, es verdad.

M.G.- Lamentablemente, no. Bueno te lanzo las dos últimas preguntas en una sola. Sueles decir que no escribes para los demás, sino que escribes para uno mismo y que uno de tus sueños es que alguna de tus novelas sea llevada al cine.

J.A.- Me encantaría, por ese amor que yo le tengo al cine. Yo tengo amor al cine en el cine. No a las películas en la tele. Las veo, sí, pero lo que realmente me enamora es ese momento mágico en la sala, cuando se apaga todo, se enciende la pantalla, y comienzan los tráilers. Eso es algo absolutamente mágico. Que se apague la luz de una sala, y que comience en pantalla una historia basada en un libro mío, pues no se me ocurre nada mejor en mi carrera literaria. También sé que no es algo que esté en mi mano y que, por muchos movimientos que yo haga, o muchas patadas que dé, no puedo hacer nada. Si tiene que ser, será. Así que no escribo para que mis libros sean películas. Yo escribo para emocionar a las personas lectoras, para que pasen un buen rato de lectura, pero la única manera que se me ocurre es que me emocione a mí primero. Si paso un buen rato cuando releo el capítulo, a lo mejor emociono a alguien más. Si quiero que se haga película y quiero que emocione a otras personas, al final, todo empieza por mí. 

M.G.- Y si te aburre la historia que estás escribiendo, terminará por aburrir a los lectores. 

J.A.- Totalmente.

M.G.- Javier, no tengo más preguntas que hacerte. Muchas gracias por este ratito de charla.

J.A.- Gracias a ti, por la voz que me has dado, a mí y a la novela, y por tu labor divulgadora de la cultura y de los libros.

M.G.- Es un placer.

J.A.- Gracias.

Sinopsis: Algunos desafíos solo están al alcance de una mente privilegiada.

Luca Santamarta, un joven emprendedor tecnológico, conseguirá traspasar su empresa por diez millones de euros para poner en marcha el plan que lleva años urdiendo: vender un legendario busto de bronce de Alejandro Magno, datado en el siglo IV a.C., al tercer mayor museo de Estados Unidos.

El mayor problema es que ese busto ni siquiera existe. Y para conseguir tal artificio, tendrá que reunir a un equipo con múltiples habilidades que deberá ejecutar un complejo entramado alrededor del mundo que incluirá fabricar esa pieza de bronce, conseguir que supere los más sofisticados sistemas de autenticidad y venderla por una desorbitada cantidad al American Museum of Classical Arts de Chicago.

Sin embargo, la sospecha de la existencia de ese mítico busto lo convertirá en objeto de deseo de poderosos coleccionistas, sicarios internacionales e incluso la policía de varios países de Europa. Pero ¿por qué Luca Santamarta ha decidido arriesgar todo su dinero, su vida y la de las personas que más quiere para crear un engaño único en la historia del arte?

Un plan perfecto. Una obra de arte que no existe.

Una aventura trepidante donde nada resultará ser lo que parece.

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