viernes, 28 de junio de 2019

MANUEL APARICIO VILLALBA: 'No he querido escribir un best-seller sino una buena obra literaria'.

Por este espacio han pasado algunas novelas de las que he hablado con exacerbado entusiasmo. No suele ser habitual. Por regla general, voy recomendando títulos que me han gustado en mayor o menor medida pero muy rara vez pongo el grito en el cielo. Sin embargo, hoy voy a gritar bien alto porque El retratista de los niños muertos, esta novela con este título tan sugerente, bien merece la pena. Tuve la oportunidad de acompañar al autor, Manuel Aparicio Villalba, en la presentación, junto al periodista de ABC, Andrés González-Barba. Ambos coincidimos en que la novela es maravillosa. 

Y permitidme que rescate las palabras que Felipe Benítez Reyes usó en la entrevista que publiqué ayer. El autor gaditano dijo: Hay autores menores que tienen una marca distintiva absolutamente exclusiva y que convierten lo que hacen en algo muy interesante. No puedo más que encuadrar a Manuel Aparicio Villalba en esa definición. La lectura de su novela, la primera que escribe y la primera que publica, me ha conducido a una historia absolutamente contundente y sólida, con unos personajes potentes e inolvidables, humildes pero valientes, a los que le tocó vivir en una época complicada pero de la que muchos salieron fortalecidos y una estructura medida al milímetro. Cuando llegué a la última página ya me encontraba en estado de shock. No podía dar crédito a lo que había leído. 

Para poneros en antecedentes, os diré que El retratista de los niños muertos narra la historia de un asentamiento sevillano conocido como Villalatas, del que desconocía su existencia y eso que viví de pequeña sobre aquellos terrenos. Allí fueron a parar las personas más humildes de la ciudad,  entre otras la propia abuela del autor, aunque lo que se cuenta en esta historia bien podría haber sucedido en cualquier otro punto del mundo porque Sevilla solo se nombra una vez y queda muy desdibujada. Mezclando acontecimientos históricos con otros extraídos de su propio magín, Manuel Aparicio ha construido personajes tan creíbles que hasta he buscado dónde está enterrado Gonzalo Salazar Expósito, uno de los personajes protagonistas de la novela. A ese nivel de credibilidad llega la historia. 

No quiero resultar cansina ni insistir demasiado por evitar un efecto rebote. Solo os diré que El retratista de los niños muertos es una grandísima novela, una historia que entra en vena de forma directa y con unos personajes tan poderosos a los que creerás con fe ciega. Os dejo con la entrevista al autor.


Marisa G.- Manuel, esta es tu primera novela, y menuda novela has escrito, amigo. Cuando empezaste a escribirla, ¿eras consciente del calibre de la historia que tenías entre manos?

Manuel A.- Es la primera novela que escribo, sí, pero llevo muchos años siendo creativo, poniendo en marcha proyectos en mi trabajo que requerían informes y escritos. En el mundo hospitalario he dado muchas conferencias, y por algunas de esas ponencias he recibido algún que otro premio, alguna distinción por la manera de comunicar, exponer o presentar un proyecto. Y llegó un momento en el que sentí muchas ganas de escribir una historia, justo cuando decidí cambiar de cargo en el área hospitalaria para tener más tiempo libre. Ese tiempo lo invertí en ser creativo para mí. 

M.G.- ¿Pero cómo surge la historia?

M.A.- Yo tenía claro el escenario. Tenía que ser en Villalatas donde se desarrollara la historia que quería escribir, un lugar del que tenía recuerdos aunque no hubiera vivido allí nunca. Mis padres y mis abuelos me contaban cosas de Villalatas, tanto que me podía imaginar las escenas que ellos me narraban e incluso había noches que yo soñaba con ese lugar. 

Por otro lado, también tenía el primer recuerdo de mi madre cuando era muy pequeña. Me contó que vio volar el Graf Zeppelin, o el 'Chipilín' como ella lo llamaba, por el cielo de Sevilla. Ese recuerdo, el de una niña que vivía en Villalatas, con las penurias que pasó, huérfana de padre y madre desde muy pronto, que tuvo que pasar su niñez y adolescencia con su abuela, a esa niña la imagino viendo el dirigible surcando el cielo de Sevilla por aquellos campos  y pienso que tuvo que ser grandioso para ella. Tanto es así que yo me obsesioné por buscar fotos del zepelín por Sevilla. 

Además, siempre me ha gustado la Historia del siglo XX y he leído mucho sobre los acontecimientos del mundo pero con los años uno se va volviendo más localista y a mí me ocurrió eso a los 40 años. Fue entonces cuando empecé a añorar cosas de mi niñez. Me puse a buscar cosas de Sevilla, historias de mi barrio, el Cerro del Águila, y me iba a los mercadillos del Charco de la Pava y de la Alameda, buscando libros antiguos, fotos, postales,... Todo eso creó un mundo en mi cabeza que tenía que narrar de alguna manera.

M.G.- Pero la novela comienza con un acontecimiento histórico ocurrido fuera de Sevilla, con la matanza del Barranco del Lobo aunque es solo una puerta de entrada porque la novela no va de ese hecho. ¿Por qué elegir ese arranque?

M.A.- Por empezar de algún modo y porque quería contextualizar la historia en el tiempo. Si lo elegí fue, en primer lugar porque no quería un hecho histórico muy conocido, y en segundo lugar por todos los despropósitos que se produjeron. De todos modos, la novela, como bien sabes, no trata de ese desastre. Aquel hecho solamente me sirvió para posicionar a algún personaje, pero luego no tenía ni idea de cómo continuaría la historia. Ojalá yo fuera un escritor que pudiera tener todo el relato en la cabeza pero no es así. En cualquier caso, creo que es bueno no tener ese relato interiorizado porque no te encasillas. Me costaba trabajo saber lo que iba a escribir dentro de dos días, incluso había momentos en los que me quedaba en blanco una semana porque no me gustaba cómo iba avanzando.

M.G.- Cuéntame qué era Villalatas.

M.A.- Villalatas surge en 1923. Anteriormente era uno de los treinta y tantos suburbios que había en Sevilla. A finales del siglo XIX, y principios del siglo XX,  la situación sanitaria en la ciudad era demoledora. Ya lo menciona el doctor Hauser en un informe en el que pone en evidencia la infra-vivienda, la falta de alcantarillado y red de abastecimiento,... Sevilla vivía intramuros y los únicos barrios que había por fuera era la Macarena, la Calzada y Triana. Con motivo de la Exposición Iberoamericana de 1929 muchos obreros del campo se desplazan a la ciudad para trabajar en las muchas obras que se están produciendo con motivo de la exposición. Cuando llegan aquí se encuentran que no había viviendas para ellos. Por otra parte, todo el círculo de suburbios que rodea Sevilla y que formaban el gran cinturón de la miseria se desaloja porque Primo de Rivera ordena que hay que hacerlo desaparecer para que los extranjeros que vengan a la exposición no vean todo eso. Así que se sacó a toda la gente de sus chabolas y los llevaron a Villalatas, una zona que comprende desde lo que hoy vemos frente al centro comercial Los Arcos, llegaría por un lado al Polígono La Negrilla y por otro al Parque Amate.

M.G.- ¿Cuánta gente vivía allí?

M.A.- Unos 35000 habitantes. Era el suburbio más grande que había en Europa.

M.G.- Y no tenía calles como las que conocemos hoy. En la novela se habla de transversales.

M.A.- Sí, transversal 1, transversal 2,... La gente que vivía allí las denominaba así. Luego estaban las perpendiculares. Era una gran cuadrícula. De hecho, el barrio de El Cerro también está construido así.

M.G.- ¿Y hasta cuándo duró aquel asentamiento?

M.A.- Se fue eliminando paulatinamente. Se supone que lo más grande desapareció después de la guerra civil pero siguió existiendo un núcleo chabolista hasta que en los años 50 se empieza edificar los tres barrios que se levantan en la zona. Muchos de los vecinos de ese asentamiento se quedaron a vivir allí y ocuparon una de aquellas viviendas.

M.G.- ¿Y Sevilla por qué aparece tan camuflada en la novela?

M.A.- Porque no quería un libro de Sevilla.

M.G.- Pero vas dando pistas.

M.A.- Sí, pero quería huir del tópico de Sevilla, que se mira demasiado el ombligo. Quería una novela universal porque para mí Villalatas era como Macondo o Comala, un lugar que se puede transportar a cualquier sitio. De todos modos, el sevillano sí se va a dar cuenta que la ciudad está ahí pero el que lo lea de fuera, lo mismo le va a dar que la historia ocurra en Sevilla que en otro lado.



M.G.- Hablemos de los personajes, uno de los principales es Gonzalo Salazar Expósito. Un chico que crece en Villalatas y se hace adulto en ese asentamiento. Me gustaría que definieras un poco este personaje.

M.A.- Gonzalo tiene poco carácter, poca fuerza, no tiene armas para luchar contra la vida y las pocas que tiene se las arrancan. Tuvo una infancia y juventud muy desgarradora y nunca supo sobreponerse. Tenía que acabar como acaba, no podía ser de otra manera, porque era su sino. Y no desvelo más nada.

M.G.- Pero es un personaje que te sirve de puente hacia los personajes que tú realmente quieres destacar, que son Che y Davinia, ¿no?

M.A.- Gonzalo es el pivote de las dos. A través de él, Che y Davinia se conocen, a través de él gira la historia de las dos y a través de él, gira el sufrimiento de las dos. Porque además Gonzalo tiene la capacidad de hacer desgraciado a todo aquel que lo rodea.

M.G.- En cuanto a Che, creo que es una mujer que se forja a sí misma a través de todas las penalidades que le toca vivir, y Davinia tiene buen fondo, es lógica y justiciera.

M.A.- Pero Davinia impone justicia porque ella tiene el mundo a su favor. En realidad, yo quería dos mujeres que se complementasen. Son las dos caras de una misma moneda aunque hay diferencias entre ellas porque Che tiene que buscarse a sí misma y buscar los tiempos del porvenir, lo hará duramente lo que le dejará un rasgo de mártir para toda la vida. Por su lado, Davinia no pretende ser mártir de nada pero ella no soporta la injusticia. Mientras Davinia mira los ojos del mundo, Che mira los ojos de su familia, de su hijo concretamente. Davinia no cree en Dios porque no cree en nada que inventen los hombres y Che no cree en Dios pero cree en todos sus santos. Ambas son mujeres fuertes, que pueden aleccionarnos a todos, tienen un carácter de supervivencia en una época de finales del siglo XIX y principios del siglo XX en el que todo era complicado. 

M.G.- Pero hay más mujeres en la novela, como doña Paquita, la dueña del burdel, o la Valenciana,... féminas que también tienen su peso en la novela.

M.A.- Si, y no olvidemos a Cristina Salazar, la madre de Gonzalo, que para mí es una joya de personaje. Es la que soporta todo el realismo mágico que tiene la novela, con su capacidad de interpretar tanto el pasado como el futuro, estando toda la vida viviendo en un prostíbulo.

Y luego está Josefa, el personaje femenino más real de la novela porque Josefa es mi abuela. Ella es una auténtica mujer de Villalatas, con esa fuerza que la caracteriza.

M.G.- Porque Manuel, el narrador de la historia hipotéticamente eres tú y eres el que cuenta la historia de Josefa, de tu abuela, y que te sirve para contar la historia de Villalatas.

M.A.- Se supone que el narrador en primera persona soy yo, aunque no sea yo. Y sí cuento la historia de mi abuela. Además la cuento como lo hacen las personas mayores, con saltos en el tiempo y no de manera lineal. Aparte de que me gusta balancear la novela, también quería reflejar esa manera que tienen las abuelas de contar la cosas, sin orden o sin darle importancia a ciertas cosas. 

M.G.- En relación a esos saltos en el tiempo, el lector tiene que poner de su parte para seguir el hilo de la trama. La novela es un puzle que nosotros tenemos que recomponer en nuestra cabeza. Pero en tu caso, ¿cómo lo has hecho? No se si construyes la historia de forma lineal y luego la rompes...

M.A.- No. La he escrito, como se suele decir en mi pueblo, a salto de mata.

M.G.- Eso implica un esfuerzo tremendo.

M.A.- Sí e implica también tener la novela en la cabeza las veinticuatro horas del día. Tenía que tenerlo todo muy claro, saber que si ponía algo en un página,  luego tenía que retroceder otras tantas hacia atrás, para modificar lo anterior o incluir alguna frase que diera sentido al conjunto. Pero esa es la gran potencia que debe tener un escritor. No he querido escribir un best-seller sino una buena obra literaria y para ello tenía que utilizar los recursos más complicados. Quería algo que fuera potente y fuerte, con un esquema complejo. 

M.G.- Me has contado que siempre te gustó mucho la Historia contemporánea, que has leído mucho, que has buscado fotos y postales, pero teniendo en cuenta que Gonzalo es fotógrafo, también habrás tenido que informarte sobre las técnicas fotográficas de la época.

M.A.- He tenido que buscar mucha información. Las únicas fotografías que he hecho han sido con el móvil porque creo que nunca he tenido una cámara de fotos. No me han llamado nunca la atención ni tampoco me gusta mucho mirar fotos. La novela tiene un importante trabajo de documentación, no solo en este asunto de las fotografías sino también en lo relativo al Barranco del Lobo o en lo referente a la sociedad de la época porque he querido hacer un retrato fiel. Por otra parte, también he tenido que buscar información sobre la ropa, automóviles o diligencias. Me ha ayudado mucho la colección de fotografías que tengo. Me ponía a mirar las fotos y a imaginarme escenarios a través de las fotografías. Creo que la novela es muy visual precisamente por esto mismo.

M.G.- La novela, como hemos comentado, recoge acontecimientos históricos como lo ocurrido en el Barranco del Lobo, las revueltas que hubo en la ciudad, o el vuelo del zepelín pero también hay otros, hipotéticamente históricos, que son fruto de tu imaginación. Sé que no soy la única que ha buscado información sobre una supuesta exposición de fotos o una subasta en Christie's.

M.A.- Si un lector no se cree lo que estoy contando en la novela, en algo estoy fallando. La mejor ficción es aquella que te la crees como auténtica. 

M.G.- ¡Pero si es que yo he intentado averiguar dónde está enterrado Gonzalo! Hasta ese extremo me he creído todo lo que me has contado.

M.A.- (Risas) Cuando se la di a leer a algunos amigos bastante lectores también les pasó igual. Estuvieron buscando la subasta y algunas cosas más.

M.G.- Me lo creo. Yo paraba la lectura y me ponía a indagar en Internet. No había manera de encontrar información sobre algunos hechos y es que eran inventados. Pero hablando de otra cosa, en la novela, al margen del drama, el dolor, el sufrimiento,... también tiene algún punto de humor que rompe y libera tensiones.

M.A.- Para ello eché mano de los gitanos con los que he querido ser muy delicados. Algún día escribiré sobre cómo los gitanos fueron expulsados de la Cava de los Gitanos. Esa es otra historia negra de nuestra ciudad. Ellos están muy presentes en la novela pero mejor no desvelar nada. De todos modos, esos puntos de humor demuestran que esta historia, a pesar del drama, también puede levantar alguna sonrisa.

M.G.- Manuel, juegas mucho con el lenguaje. Me llamó mucho la atención una arenga militar construida de tal manera que, al leerla, le vamos dando el ritmo apropiado.

M.A.- No hay ninguna coma, efectivamente. Así hablaban los militares. Está hecho con todo el propósito. Me resultó muy complicado y tuve que cambiarla muchas veces pero quería que el lector sintiera que verdaderamente le estaba hablando un militar.

M.G.- También hay otra escena que se describe usando la jerga cofrade. Es una novela muy pensada, muy medida, muy meditada.

M.A.- No hay nada al azar. Tengo treinta y cinco borradores, imagínate la de correcciones que he hecho. El primer manuscrito tenía sesenta y cuatro mil palabras y ahora tiene cerca de cien mil. Ese primer borrador tenía solo cuatro capítulos pero, cuando la mandé a la agencia literaria Exit para valorarla, me dijeron que era mejor cortar los capítulos porque el lector necesitaba sus pausas para leer. Así lo hice, y creo que la novela ha ganado en estructura pero también creo que ha perdido fuerza.

M.G.- ¿Podemos pensar que habrá una segunda parte?

M.A.- El subtítulo lo dice 'En los tiempos del porvenir'. Hay algunos personajes muy potentes que pueden ser protagonistas de otras historias.

M.G.- Y en ello estás.

M.A.- En ello estoy pero de eso no te cuento nada mientras estés grabando (Risas)

M.G.- (Risas) Conforme. Y como última pregunta, has mencionado antes el realismo mágico. Entiendo que tú reconoces a tus influencias literarias en esta novela.

M.A.- Toda la influencia. Soy un enamorado de Gabriel García Márquez, del que me he leído todo del derecho y del revés. Me gusta mucho Juan Rulfo, William Faulkner,... todo lo que huela a realismo mágico me encanta. Por otra parte, también me gusta mucho toda la literatura latinoamericana. ¿Cómo es posible que escriban de ese modo?

M.G.- Manuel, pues muchas gracias por compartir este momento conmigo. Sinceramente te felicito porque la novela es maravillosa. Espero que tengas mucho éxito y que muchos lectores se acerquen a conocer a todos estos personajes que has creado.

M.A.- Me alegro que te haya gustado. Muchas gracias a ti.

El retratista de los niños muertos obtuvo una nota de 10 puntos en el informe que Santi Baró, de la Agencia Literaria Exit, emitió tras la lectura. Yo no soy crítica literaria pero sé reconocer cuando una obra es buena y está bien escrita y en ese sentido, no puedo estar más de acuerdo con la puntuación otorgada por Baró. No te la pierdas.




Ficha novela

Editorial: Ediciones Alfar.
Encuadernación: Tapa blanda con solapas.
Nº Páginas: 360
Publicación: Mayo, 2019
Precio: 18,00 €
ISBN: 978-84-7898-820-4
Disponible en e-Book
Ficha completa aquí.






jueves, 27 de junio de 2019

FELIPE BENÍTEZ REYES: 'Este libro es como un bazar de pueblo, en el que lo mismo te venden una escoba que un frasco de colonia'

Las mesas de novedades literarias están llenas de libros dispares. Entre lo que más abunda, la novela negra o la histórica, uno puede encontrar otro tipo de volúmenes, peculiares, originales, vistosos y singulares, a los que se acercan un grupo minoritario de lectores. Son libros que se apartan de un sendero demasiado transitado y que nos ofrecen alientos nuevos. Es lo que ocurre con lo último de Felipe Benítez Reyes, que acaba de publicar El intruso honorífico, un volumen que lleva por subtítulo Prontuario enciclopédico provisional de algunas cosas materiales y conceptuales del mundo y con el que ha ganado el Premio Manuel Alvar de Estudios Humanísticos 2019. 

Con el autor gaditano estuvimos hablando durante la pasada Feria del Libro de Sevilla y antes de que os adentréis en la entrevista, os aconsejo echar un vistazo al vídeo que figura más abajo para que os hagáis una idea del contenido de este volumen. 


M.G.- Felipe, ¿qué motivación hay a la hora de presentarse a este premio?

Felipe B.- Era una manera de buscar respaldo para un libro que, en principio, no tiene muchos ingredientes comerciales, puesto que requiere un determinado público lector. 

M.G.- Dicen las bases del premio que se premian obras relacionadas con la humanidad y las ciencias humanas y que valora especialmente si la obra está relacionada con la historia y la cultura andaluza. ¿En qué medida su libro se ajusta a este perfil?

F.B.- Eso habría que preguntárselo al jurado. Te diré que es un libro en el que hay un poco de todo, una mezcla de muchos elementos. De todos modos, por humanismo se debe entender todo aquello realizado por los humanos, ¿no?

M.G.- Cierto pero, en la sinopsis, el lector encuentra una definición un tanto peculiar. Viene a decir que este libro es 'una especie de caleidoscopio ensayístico'. ¿Cómo traducimos esto?

F.B.- Es un libro que participa de varios patrones. Hay textos que se pueden considerar pequeños ensayos, hay aforismos, algunas entradas son casi microrrelatos porque lo que se cuenta en ellas está muy ficcionado y también hay datos puramente documentales o históricos.  Este libro se entiende fundamentalmente como una especie de juego literario con la realidad, un experimento aleatorio con distintas realidades. Es un intento de redefinir una serie de palabras o conceptos, o de revisar y emitir juicios sobre determinados escritores y sobre aspectos que, en principio, pueden parecer insignificantes pero a los que se les da un tratamiento de concepto principal. 

Este libro es como un bazar de pueblo en el que lo mismo te venden una escoba que un frasco de colonia. Es un libro donde hay mucho y de todo, con un tratamiento estilístico muy diferente. Hay cosas que se resuelven con tres palabras y cosas que se resuelven con tres páginas.

M.G.- Se ha llevado usted veinticinco años recopilando todos estos conceptos, ¿cómo surge la idea de esta compilación? ¿Hubo una predisposición o surgió sin más?

F.B.- Tengo la impresión absurda de que el libro se ha escrito solo. En cualquier caso, no me propuse escribir una especie de diccionario enciclopédico porque si me lo propongo, no lo escribo. Fue una ocurrencia muy antigua. De hecho las primeras entradas estaban manuscritas y he tenido que ir pasándolas al ordenador. Al final resultó un archivo de un volumen considerable, con entidad de libro publicable, así que me dediqué a organizar el material. Seleccioné lo que interesaba y deseché cosas que me parecían trivialidades o que no tenían ya demasiado sentido por ser algo más coyuntural, ajustado al momento en el que fueron escritas. 

M.G.- Ha hecho usted un proceso de pulido, pero me pregunto si cuando definió un concepto hace veinticinco años, ¿ lo ha mantenido tal cual o ha variado en algo?

F.B.- Todos los libros se escriben constantemente. Al menos los míos, están en continua efervescencia. Soy muy maniático y corrijo mucho hasta el punto que, a veces incluso corrijo más que escribo. Pero fue una labor de organizar y armonizar el conjunto. Había entradas en las que de repente se rompía la secuencia o tenía demasiada similitud con el concepto previo. El resultado ha sido una composición basada principalmente en mi propio instinto  porque no existe un patrón para escribir un libro de este tipo.

M.G.- ¿Se acuerda usted de la primera entrada que escribió?

F.B.- No me acuerdo pero posiblemente fuera una figura retórica. Creo que ese es el germen de este libro. Lo cuento en el prólogo, en bachillerato estudié las figuras retóricas básicas pero cuando entré a estudiar filología, esas figuras se convirtieron en un asunto importante para los exámenes y a mí me desesperaban porque no entendía muy bien la definición que se daba. Me perturbaba el desconcierto ante ese afán de definir lo que no necesita definición. Por entonces yo ya escribía y me imaginaba que alguna de aquellas figuras retóricas las usaba sin saberlo, que es lo que suele ocurrir. Primero hay un escritor que crea una figura y luego viene alguien y le pone nombre a ese recurso estilístico. Así que supongo sería alguna figura.

M.G.- No hay que asustar al lector porque aquí va a encontrar muchísimo humor y mucha ironía, ¿verdad? 

F.B.- Más que un afán humorístico lo que he pretendido ser es bien humorado. Una de las cosas que más miedo me da es dar sermones, decirle a la gente lo que tiene que hacer, cómo tiene que vivir y lo que tiene que pensar. Todos tenemos tendencia a convertirnos en predicadores pero esto es algo que, desde muy joven, procuré neutralizar. Pero asuntos muy graves con un tratamiento distante se realizan mejor e incluso con más sensatez.

M.G.- He estado leyendo muchas de las definiciones. He buscado especialmente todas las que tienen que ver con la literatura. La definición del término 'best-seller' es magnífica, así como la de 'novela coral': 'Según me dice por teléfono Juan Bonilla, toda aquella obra de ficción que tiene más personajes que lectores'.





F.B.- En este libro hay muchos cameos y participaciones de otras personas porque me acojo a definiciones ajenas que me parecen especialmente brillantes. En este aspecto, el libro es un tanto colectivo, como los antiguos diccionarios de autoridades, en los que una palabra se legitimaba por el uso que hacía un escritor de esa palabra en uno de sus textos. Pues yo igual, he recurrido a mucha opinión ajena, a mucha ocurrencia ajena, que luego combinándolas con las propias, le da un carácter enciclopédico al conjunto.

M.G.- En la definición de 'escritor' se alude a las palabras de un personaje de Pio Baroja, que decía que para ser escritor, lo principal era serlo. Eso me lleva a pensar con mucha ironía, que deambula mucho escritor por ahí que lo parece pero que no lo es.

F.B.- Si quieres ser escritor conviene serlo y tener ciertas cualidades. Ahora se ha producido un fenómeno, que no es ni bueno ni malo, de generalización de la escritura, quizá por la facilidad de la auto-publicación o por las redes sociales. El hecho de escribir implica también un proceso de pensamiento y eso está muy bien. Que luego hay más suerte en unos casos que en otros, bueno eso ha pasado siempre y seguirá pasando. En cualquier caso, si te pones a comparar a lo largo de la historia, te das cuenta que algunos eran más escritores que otros. Aun así, la literatura no sólo se explica por los grandes nombres. Hay autores menores que tienen una marca distintiva absolutamente exclusiva y que convierten lo que hacen en algo muy interesante. Todos esos matices hacen que la literatura sea un gran organismo muy complejo, hecho de muchas piezas y de muchos materiales. 

M.G.- ¿Y de qué manera debe enfrentarse un lector a este libro?

F.B.- Aunque suene un poco vanidoso, me gustaría que fuera un libro de mesita de noche, uno de esos libros que se ojean entre lectura y lectura. Es un libro para abrir al azar, para picotear, aunque si se quiere leer de cabo a rabo también se puede. Me gustaría que resultara un libro entretenido, que el lector lo pasara bien con ese juego conceptual, con esa redefinición de palabras.

M.G.- La obra lleva por título 'El intruso honorífico'. ¿Se siente usted un intruso en su propia obra?

F.B.- No, no,... porque a fin de cuentas esto necesita de un director de orquesta. El título intenta jugar un poco al desconcierto. Se puede ser socio honorífico pero intruso honorífico es muy difícil. Pretendía ser un título un tanto chocante, aunque ahora que lo pienso, en el fondo yo también podría ser un intruso, por meterme donde no me llaman. (Risas)

M.G.- (Risas) Visto así... Sin duda, es un libro peculiar, se mire por donde se mire, desde el título, el contenido e incluso la cubierta lo es. Creo que usted ha tenido algo que ver en este diseño.

F.B.- Sí, sí,... Hago collages. Me gustaría pintar pero no sé hacerlo y con los collages, como ya vienen pintados, lo único que tengo que hacer es sobreponer elementos. la cubierta no tiene mucho sentido, es otro juego más, para provocar otro efecto desconcertante añadido. Compro revistas antiguas, sobre todo revistas francesas del siglo XIX, las destrozo y saco materiales para componer esos collages.

M.G.- Es muy llamativo. Y como última pregunta, aunque usted dice en el prólogo que el libro está acabado, el hecho de que aparezca en el subtítulo la palabra 'provisional' y que acabe con un 'Continuará', da que pensar que pretende usted seguir recopilando material para una futura segunda entrega.

F.B.- Si hay salud y ganas,... De hecho, ya tengo ocho o nueve entradas nuevas que para que no me ocurra como con este libro, que todo estaba muy desperdigado, estoy siendo previsor y lo estoy ordenando ya de manera alfabética. Podría ser sí, porque es una cosa que no cuesta trabajo. Según mi mujer, debería ir anotando todo lo que digo a lo largo del día. Son ocurrencias que surgen al leer un libro, al ver una película o una noticia descabellada en el telediario.

M.G.- Bueno, con suerte lo mismo no tarda usted otros veinticinco años sino bastantes menos.

F.B.- Lo prudente sería que tardara menos. No conviene tardar mucho ni hacer planes a largo plazo (risas). Me acuerdo cuando a Torrente Ballester le preguntaban, en el último tramo de su vida, por qué publicaba novelas tan cortas cuando él siempre había escrito novelas mucho más largas. Él respondió que con la edad que él tenía, no se podía plantear novelas de quinientas páginas.

M.G.- Era práctico el hombre. Felipe, muchas gracias por este rato de conversación. Muy curioso y original este libro.

F.B.- Muchas gracias.

Id a la librería y echad un ojo a este libro. Abridlo por cualquier página o buscad la definición de alguna palabra que os pueda interesar, como personaje, Charles Dickens, escuela literaria o libro. Lo que encontrareis será único y probablemente no falto de razón. 







Ficha libro

Editorial: Fundación José Manuel Lara.
Encuadernación: Tapa dura sin cubierta.
Nº Páginas: 320
Publicación: Enero, 2018
Precio: 19,90€
ISBN: 9788417453275
Disponible en e-Book
Puedes empezar a leer aquí.
Ficha completa aquí.





miércoles, 26 de junio de 2019

LA BUENA ESPOSA (DRAMA - 2017)


Año: 2017

Nacionalidad: Reino Unido.

Director: Björn Runge.

Reparto: Glenn Close, Jonathan Pryce, Christian Slater, Max Irons, Harry Lloyd, Elizabeth McGovern, Annie Starke, Alix Wilton Regan, Karin Franz Körlof, Morgane Polanski, Johan Widerberg.

Género: Drama.

Sinopsis: Joan Castleman es una buena esposa, de belleza madura y natural, la mujer perfecta. Pero lo cierto es que lleva cuarenta años sacrificando sus sueños y ambiciones para mantener viva la llama de su matrimonio con su marido, Joe Castleman. Pero Joan ha llegado a su límite. En vísperas de la entrega del Premio Nobel de Literatura a Joe, Joan decide desvelar su secreto mejor guardado.

[Fuente: Filmaffinity]


Genios. Hombres y mujeres de todas las esferas con un don especial, encerrados en campanas de cristal para preservar su talento, protegidos por sus seres queridos más cercanos que no dudan en sacrificarse para hacerle la vida más fácil a esas mentes brillantes. Así son los Castleman, Joseph y Joan. Él  escritor consagrado, aplaudido por la crítica, adorado por los lectores. Ella, una mujer entregada a él. 

Como en esta ocasión no estoy muy de acuerdo con la sinopsis que aporta Filmaffinity, quisiera aportar mi propia visión. Joseph Castleman, ese escritor exitoso del que os hablaba antes, está casado con Joan en segundas nupcias, de la que se enamoró cuando ella era alumna de sus clases de literatura en la Universidad. La pareja ha tenido dos hijos: Suzanne y David, este último un escritor en ciernes. 

La película, que se inicia con una escena familiar nocturna en el domicilio conyugal de Connecticut, arranca en el año 1992. Joe y Joan están nerviosos. Se rumorea que el novelista va a recibir el Nobel de Literatura y efectivamente esa llamada de la academia sueca se produce en mitad de la noche. La alegría es inmensa y el matrimonio, tras celebrarlo con amigos y familiares, se dispone a viajar a Estocolmo en compañía de su hijo David. En el avión, los acompaña Nathaniel Bone, otro escritor especializado en biografías que parece llevar un tiempo detrás de Joe para escribir sus memorias a lo que el flamante premiado se niega. 

El viaje a Suecia saca a relucir las diferencias irreconciliables entre padre e hijo. David siempre ha estado esperando el reconocimiento por parte de su padre, una palmadita en la espalda que le garantice que sus escritos van por buen camino y que tiene talento pero el padre es demasiado duro con el hijo. No solo no presta demasiada atención a las necesidades de su hijo sino que además lo critica constantemente por otros motivos. 

En cuanto al matrimonio, Joe es el centro del universo familiar. Joan es una esposa atenta y solícita que cuida a su marido, le aconseja y lo vigila en las apariciones públicas para que siempre dé lo mejor de sí mismo. Se podría decir que el matrimonio es feliz,  a pesar de las muchas infidelidades y deslices de Joe de las que su mujer tiene conocimiento. No parece que a ella le importe mucho y da la impresión de que lo achaca más bien a la debilidad de un hombre constantemente halagado,  pero la estancia en Estocolmo vuelve a Joan algo melancólica y a través de su recuerdos en forma de flashbacks iremos conociendo el pasado de la pareja, cómo se conocieron, cómo empezó su relación, cuál fue la primera novela que Joe publicó. Poco a poco, e hilando bien fino, el espectador va asistiendo a una transformación por parte de Joan. El sacrificio ahora le parece desmesurado y eso dará como resultado una tremenda revelación que, si bien podría convertirse en una auténtica explosión, ciertas circunstancias sobrevenidas consiguen que las aguas vuelvan a su cauce. ¿Qué esconde Joan? ¿Por qué actúa como de ese modo? No quiero desvelar una palabra más porque con tan solo una palabra reventaría toda la trama. 

En cuanto a los personajes están muy bien delimitados. Joe representa a ese escritor alabado y ensalzado, con el ego algo engordado gracias a las alabanzas de público y crítica. Es el típico escritor que intenta mostrar su humildad dando gracias constantemente a su mujer por todos sus desvelos pero tales piropos suenan más a impostura que a otra cosa. Por su parte Joan representa el papel de la esposa en segundo plano, esa mujer invisible siempre a la espalda del genio que impide que se desvíe de su camino y lo apoya en los momentos de rendición. Soportar a una persona como Joe no es siempre fácil y más aún cuando has tenido que dejar en el camino todos sus sueños, todos tus anhelos y renunciar a un futuro de purpurina. Joan es el reflejo de las dificultades a las que una mujer, con ideas propias, tenía que enfrentarse, más relegada a permanecer como una simple compañera del marido. 

De todo el reparto, no puedo más que alabar la labor de Glenn Close. Su interpretación es estupenda, tan contenida, tan elegante, gestora de unos silencios sonoros que vienen acompañados de una mirada gélida pero cargada de significado, una mirada que dice más que todo un largo discurso. 

Sobre Jonathan Pryce como el escritor galardonado cabe decir que está bastante correcto pero es que Close lo eclipsa. Por no decir que se come a Christian Slater haciendo de Nathaniel Bone. Y como anécdota añadiré que en esta película interviene la propia hija de Close y el hijo de Jeremy Irons en el papel de David.

En cuanto a la dirección, destacaría un plano de la cena tras la ceremonia de entrega del Nobel y otro más, mostrando la nieve tras una ventana en un momento de máxima tensión. Y es que la nieve acarrea algo 

Si bien es cierto que el largometraje se ralentiza hacia la mitad, siendo algo largo el desarrollo de la trama que tiene lugar en Estocolmo, hay que reconocer que en los últimos intervalos la cinta cobra bastante vigor, justo en el momento en el que Joan explota y los acontecimientos se precipitan para conducir al espectador hacia un desenlace en calma aunque la mirada al infinito de Joan haga sospechar una avalancha de revelaciones. 

En definitiva, La buena esposa, basada en la novela homónima de Meg Wolitzer, es interesante. Incordia un tanto el personaje de Joe, como no podía ser de otro modo, mientras que el espectador se posiciona junto a la resignada Joan a la espera de un golpe de gracia que la coloque en el lugar que le corresponde. Es una película entretenida, con un argumento interesante que te plantea preguntas y con un desenlace que,  si bien hubiera tenido más enjundia al derivarse hacia otros derroteros, deja un interrogante en el aire.

La podéis ver en Movistar+







Tráiler:


Puedes adquirirla aquí:

                                     

martes, 25 de junio de 2019

ARMAND BALSEBRE y ROSARIO FONTOVA: 'Más de un millón de cartas a Elena Francis fueron halladas en una vieja masía de Cornellá'

¿Quién no había oído hablar de Elena Francis alguna vez? Yo nací en 1970 y el nombre de Elena Francis ha sido una constante en mi vida. Jamás he escuchado uno solo programa de aquel consultorio y no sabría precisar si mi madre oía aquel espacio radiofónico, o si lo hacía alguna tía mía y salió a relucir aquel programa en alguna reunión familiar. Lo cierto es que ese nombre ha estado siempre rondando mi cabeza y ha despertado en mí una curiosidad totalmente inusitada. Imaginaos entonces mi sorpresa al descubrir la publicación de un libro que lleva por título Las cartas de Elena Francis. Una educación sentimental bajo el franquismo (Editorial Cátedra). Sus autores, Armand Balsebre y Rosario Fontova, han realizado un importante trabajo de documentación para sacar a la luz qué tipo de mujeres escuchaban aquel programa, qué problemática planteaban y cómo se articulaba aquel espacio cuya emisión se inició en 1947 y dejó de emitirse en 1984.

Con Balsebre y Fontova estuvimos hablando durante la Feria del Libro de Sevilla. No os perdáis todo lo que nos cuentan, solo un aperitivo de lo mucho que contiene la obra. 

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[Fuente: RTVE.es]
 G.- El nombre de Elena Francis es conocidísimo. ¿Qué tenía aquel programa para que, generaciones más tardías y que nunca hemos escuchado una sola de sus emisiones, sepamos o tengamos una idea de lo que era el consultorio de Elena Francis? 

Armand B.- En primer lugar era un programa con una buena factura radiofónica y estaba muy bien hecho. Había una actriz que interpretaba el papel de Elena Francis, había una guionista que construía muy bien las palabras que tenía que pronunciar la locutora, una sintonía pegadiza y nostálgica, y luego la radio, en ese momento, era el medio más importante de comunicación y el que mejor transmitía la cultura popular. Todo eso hizo que el programa se acogiera muy bien porque además, resolvía problemas.

Rosario F.- El programa iniciaba su emisión alrededor de las siete de la tarde, momento en el que, según el estilo de vida de aquella época, las mujeres estaban en casa, con la plancha, la costura o preparando la cena. Era un ambiente idóneo para escuchar la radio, para escuchar un programa que daba consejos, con aquella voz tan nostálgica, una música que no cambió en muchos años, y ese tono medio melancólico que tenía. Todo eso ha quedado grabado en la memoria sentimental de la gente y por eso creemos que tuvo tanto éxito. Pero era un programa minoritario, destinado a las mujeres y nunca estuvo muy valorado, porque trataban temas femeninos que se consideraban algo bobos: belleza, recetas de cocina, peinados, asuntos domésticos. Sin embargo, el consultorio empezó a tratar otros temas mucho más graves y para ello se articuló un equipo especial de personas que contestaban cartas como si fueran oficinistas. Se respondían por escrito las cartas que no se podían emitir por antena puesto que en un programa de treinta minutos en el que solo daba lugar a leer seis o siete cartas como máximo y casi todas sobre temas de belleza, ya que el consultorio estaba patrocinado por el Instituto Francis, una empresa que fabricaba cremas.

M.G.- Esa era la idea original, hacer un programa en torno al instituto pero aquello derivó en algo más porque, a través de los consejos, se adoctrinaba a los oyentes, ¿no?

A.B.- No sabemos realmente si esa función de adoctrinamiento estaba en la idea inicial de Francisca Bes Calbert, esposa del señor Fradera, dueños del Instituto Francis o no, pero ellos consintieron que Radio Barcelona asignase como primera guionista del programa a una persona que estaba muy significada con Acción Católica y con la Sección Femenina de Falange. Fue la primera persona que le dio ese tono doctrinal al programa. Creo que supieron hacer convivir las dos cuestiones, lo comercial y lo doctrinal. Y resultó todo un negocio porque consiguieron un 'mailing', una lista de clientes y una distribución por toda España a través del correo postal. Aunque muchos de los tratamientos que se hacían en el Instituto Francis y muchos de sus productos eran caros y no se los podían permitir la mayoría de las oyentes. En esos casos también se recomendaban tratamientos caseros, se daban recetas de mascarillas que todas podían hacer en casa.

M.G.- Rosario, esa primera guionista que menciona Armand era Ángela Castells. ¿Se puede considerar la creadora y fundadora del personaje de Elena Francis?

R.F.- Sí, pensamos que sí. Se conservan los primeros guiones del programa y estaban muy bien escritos. Ángela era una mujer muy culta. Inicialmente los programas se destinaban a mujeres de la burguesía con cierto poder adquisitivo para poder comprar cremas buenas y caras, en 1950. Pero esto fracasa, y el programa termina siendo para las mujeres de la clase trabajadora. Sobre todo se convierte en el medio de comunicación más querido para la población inmigrante. Muchas cartas están fechadas en Barcelona pero sabemos que muchas eran escritas por mujeres de otras comunidades como Andalucía, Extremadura o Asturias, y que trabajaban en las fábricas textiles catalanas. A través de esas cartas conocemos las vidas de estas mujeres, su nulo acceso a la educación, los problemas que tenían en el seno familiar, y la invisibilidad a la que eran condenadas después del matrimonio. Muchas tenían hijos nada más casarse, se estropeaban físicamente y sus maridos se alejaban de ellas, se iban al bar, al fútbol. Eran mujeres que se sentían solas porque no tienen más relación que la familia, si la tenían cerca, y las vecinas, y su trabajo se reducía al hogar. 

M.G.- Y ese retrato de la sociedad es realmente el objetivo del libro, ¿no?

A.B.- Sí, así es. Cuando publicamos 'Las cartas de La Pirináica' vimos que, a través de las cartas se podía hacer una radiografía de la España del anti-franquismo. Con este libro, pasa igual. Para nosotros, las cartas son un pretexto para ver cómo vivía la gente normal, mujeres que no se atrevían a contar ciertas cosas a sus amigas o vecinas pero por carta sí se desahogaban. Para aquellas mujeres, que como dice Rosario se sentían solas, la radio era como una medicina, tenía un valor terapéutico, que le daba consuelo. 

M.G.- Muchas de aquellas cartas enviadas a Elena Francis se descubrieron por azar, ¿verdad?

R.F.- Sí. En el año 2005, más de un millón de cartas a Elena Francis fueron halladas en una vieja masía de Cornellá que pasó a ser propiedad del ayuntamiento como compensación de unos impuestos.  Allí encontraron cajas y cajas de cartón llenas de cartas. Muchas estaban deterioradas porque se habían mojado con la lluvia, otras se las habían comido las ratas. La directora del Archivo Comarcal del Bajo Llobregat examinó el material y se dio cuenta del valor que tenía. Pudo salvar 'in extremis' las cajas que estaban en mejor estado, unas cien mil. El resto de las cartas se incineraron. Las que se salvaron fueron desinfectadas y llevan digitalizadas unas doce mil. De esa cantidad, nosotros hemos manejado unas cuatro mil o cinco mil para escribir el libro. 

M.G.- ¿Pero entre esas cartas también estaban las respuestas?

R.F.- Sí. Muchas de ellas contenían la respuesta. Burocráticamente estaban muy bien organizados y se conservó en muchos casos, el sobre con la carta y una copia de la respuesta en papel cebolla. 

A.B.- Ese es el valor que tienen las cartas porque sin las respuestas no hubiéramos podido deducir esa función doctrinal. Es en esas respuestas, donde Elena Francis queda retratada.

M.G.- Claro. Y por lo que comentáis, detrás de Elena Francis había un equipo que se encargaba de contestar las cartas, pero ¿quién le daba voz a Elena?

A.B.- Eran actrices. Armando Blanch, el director de programas dramáticos de Radio Barcelona las elegía. La primera fue María Garriga pero hubo muchas más. A medida que se iban casando dejaban de trabajar y había que elegir a otra actriz, a otra voz. Rosario Caballé estuvo entre 1952 y 1960. Luego fue sustituida por Teresa Gil. Pero en 1965 el programa empezó a emitirse por otra emisora y se forjó un equipo nuevo, con un guionista, hombre en esta ocasión, y fue Maruja Fernández la que dio voz a Elena Francis.

M.G.- ¿Pero los oyentes no se daban cuenta de que las voces cambiaban?

R.F.- No. Eso es lo curioso. Es algo increíble porque incluso algunas de las actrices que hacían de Elena Francis participaban en los seriales de la tarde. Pero las oyentes estaban tan metidas en la historia, creían tanto en el consultorio, que no se daban ni cuenta. En las cartas no se menciona que advirtieran que iban cambiando las voces.

A.B.- Pero hemos de tener en cuenta el concepto de impresión de realidad. Por ejemplo, si vas al cine a ver Harry el sucio, ves a Clint Eastwood y escuchas la voz de Constantino Romero. Sin embargo, cuando tú, como espectador, te metes en la historia, ya no estás viendo a Clint Eastwood ni estás oyendo a Constantino Romero, tú estás viendo y oyendo a Harry el sucio. Esa impresión de realidad es lo que consiguió el programa con esa buena factura radiofónica y la gente se creía la historia y entraba de lleno. 

Y por otra parte, estaba el momento en el que una oyente recibía una carta de Elena Francis. Imagínate una mujer de sirvienta en una casa con muy poca instrucción, y de repente recibe una carta firmada por Elena Francis, eso reforzaba la existencia del personaje. 


M.G.- Pero el programa se estuvo emitiendo hasta 1984. Es decir, pasaron la dictadura, la transición, llegaron a la democracia. ¿Hubo un cambio en el estilo?

R.F.- No, no hubo ninguno. En la última época era algo un tanto ridículo. Las mujeres tenían otro tipo de canales donde informarse. La radio, a partir de la muerte de Franco, cambió mucho. Da un salto hacia adelante. Luego se empezaron a formar las asociaciones de vecinos, se instauran los servicios sociales de los ayuntamientos, entidades donde las mujeres podían acudir si tenían problemas de abandono y malos tratos. Es decir, las cosas cambian pero el programa no cambió. Ya no llegaban cartas y el último guionista, Juan Soto Viñolo, que en realidad era crítico taurino, pero que por un sobre sueldo se encarga de redactar los guiones del programa, empezó a inventarse las cartas. Siempre se trataban de temas delicados y morbosos, de muchachas que se habían enamorado del cura del pueblo, o que pensaban que sus maridos eran homosexuales. Pero se notaba que era una farsa o una caricatura de lo que había sido. 

A.B.- Es muy probable que una parte de la audiencia se la quitara la televisión. Elena Francis formaba parte de un paquete de ficción seriada y la radio dejó de ser un espectáculo para convertirse en un informativo. Los seriales empiezan a desaparecer. Y la televisión, con las telenovelas, era mucho más atractiva. Parte de la audiencia del programa de Elena Francis emigró a la tele.

M.G.- ¿Y aquellos programas se pueden escuchar hoy en día?

R.F.- No. No queda nada. Lo único que se conservan son los guiones que están depositados en la Universidad Autónoma de Barcelona y que nosotros cotejamos con las cartas para ver si realmente se correspondían. Pero grabaciones no se conserva ninguna.

A.B.- Yo conseguí dos fragmentos en una investigación anterior. Me dediqué a escuchar los seriales que tenía Radio Nacional de España en la fonoteca en Barcelona. Esos seriales se grababan encima de otros programas. Yo me ponía a escuchar y cuando el serial acababa me encontraba con la grabación previa, con la grabación que había debajo del serial. Me salieron dos fragmentos del consultorio, del año 65. 

M.G.- Es que yo he escuchado un programa en Internet.

R.F.- Esos son ficciones. Son recreaciones que se hicieron a posteriori, cuando se dejó de emitir el programa y se vio que no había ninguno grabado, excepto el último.

M.G.- El último es el que yo he escuchado.

A.B.- El último es con Rosario Caballé, que ya había hecho de Elena Francis en Radio Barcelona en los años 50 hasta 1960. Pero aquel día, Maruja Fernández estaba enferma y se le pidió a Rosario que hiciera de Elena Francis.

M.G.- ¿Y qué carta os ha llamado más la atención?

R.F.- A mí me impresionó mucho la carta de una mujer andaluza, de una familia muy pobre, que decía que tenían que dormir con los abrigos puestos porque tenían la ropa de cama empeñada en el Monte de Piedad. Daba a entender que de niña, había sufrido malos tratos por parte de su padre y sus hermanos. Probablemente hubo algo más. Luego se casó con un hombre que bebía y le pegaba. Cuando tuvo su primer hijo, a las pocas horas de parir, el hombre la violó. Y lo mismo ocurrió tras el nacimiento de sus siguientes hijos.. 

A.B.- En las cartas, jamás se menciona la palabra violación. Usaban eufemismos.

R.F.- Se hablaba de otra manera.

A.B.- Esa carta concretamente no tuvo respuesta. Creemos que los contestadores de cartas debían de quedar tan impresionados que no sabían qué responder a la mujer. Pero sí sabemos bastante de esta red de contestadoras de carta por el testimonio de Pietat Estany, que formó parte del equipo de Elena Francis en los últimos años. Ella publicó un libro explicando lo que hizo entre el año 75 y el año 84. Cuenta en el libro que durante esos años se dedicó ocho horas diarias a contestar cartas. Calcula que, en esos nueve años, contestó entre quince mil y veinte mil cartas. 

M.G.- Creo que también habéis contactado con alguien que trabajó en el programa, ¿no?

A.B.- Sí, Juan Olalla era el botones de Radio Barcelona, encargado únicamente de las cartas de Elena Francis. Pero también hemos hablado con otras personas que nos han pedido que no divulguemos su identidad. El secretismo alrededor del programa de Elena Francis es tremendo. La gente tiene hasta miedo a hablar de ello. Supongo que firmaron algún pacto de silencio o algo pero, a pesar de haber pasado tantísimos años, no quieren hablar.

M.G.- El libro es muy atractivo no solo por todo lo que estáis contando. También habéis incluido fotos.

R.F.- Hemos procurado mostrar el contexto cultural de la época por eso hacemos alguna mención al cine, a la literatura, a las revistas para mujeres de la época. Pretendemos enseñar el universo en el que se movía la mujer en esos años.

M.G.- Incorporáis también anuncios muy curiosos.

R.F.- Sí, exactamente.

A.B.- Además, hemos tenido la suerte de encontrar en el Archivo Fotográfico de Barcelona, una colección de fotos que muestran a la mujer en situaciones de la vida doméstica femenina. No era habitual hacer fotografías a una mujer cosiendo o planchando pero un fotógrafo se dedicó a retratarlas así. A él le debemos la cubierta del libro. 

Precisamente, con respecto a esta foto de la cubierta, nos pasó algo muy curioso. Desde Francia contactó con nosotros el hijo de una de las mujeres que salen en esta foto. Cuando se difundió la publicación del libro por la tele, él reconoció a su madre en esa foto. Nos contó que ella fue maltratada por su marido y tuvo que huir a Francia donde rehízo su vida con otra pareja, y tuvo a este hijo. Nos dijo que cuando la vio se pasó la noche llorando.

M.G.- Qué emotivo... Bueno, Armand, Rosario, me pasaría toda la tarde hablando con vosotros. Muy interesante todo lo que contáis en este libro. Un trabajo muy atractivo. Gracias.

A.B.- Espero que te guste. Muchas gracias.

R.F.- Gracias a ti.

La conversación con Armand Balsebre y Rosario Fontova despertó aún más mi curiosidad por Elena Francis, aunque también es cierto que desmitificó un tanto su figura. Sin duda, esta publicación contiene todo un universo apasionante de un fenómeno social y radiofónico en el que muchas mujeres de la época creyeron con fe ciega. 



Ficha libro

Editorial: Cátedra.
Encuadernación: Tapa blanda con solapas.
Nº Páginas: 512
Publicación: Octubre, 2018
Precio: 25,00 €
ISBN: 978-84-376-3878-2
Disponible en e-Book
Ficha completa aquí.





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