El pasado mes de abril, Inés Martín Rodrigo visitó Sevilla para promocionar su última novela, Otra versión de ti, una lectura que os recomiendo muchísimo para estos días de verano porque os vais a encontrar con una historia intimista de las que cautivan. Inés Martín centra esta historia en las relaciones de pareja, en la búsqueda de la identidad y en la figura de las madres ausentes. La novela, que la propia autora define como un collage, nos va a permitir asomarnos a la vida de Andrea, la pareja de Candela, desaparecida sin que se sepa qué ha sido de ella. Y es que Candela, tras quedar huérfana, pretende reencontrarse con sus raíces y para ello, afrontará la escritura de una novela sobre su madre. Al desaparecer, Andrea busca los motivos de esa desaparición en el ordenador de Candela. Lo que descubra lo dejo en el aire. Pienso ahora que, al hablaros de desapariciones podréis pensar que estamos ante un thriller pero no, Otra versión de ti es mucho mejor.
Os dejo con la entrevista.
Marisa G.- Inés, un placer tenerte en Sevilla y conocerte. Sigo tu trayectoria, aunque nunca habíamos hablado ni nos habíamos visto. Y felicidades por el Nadal, aunque ya ha pasado un tiempo, y hay nuevos ganadores.
Inés R.- Sí, claro. Pero muchas gracias.
M.G.- Bueno, pues te tengo que reconocer que he empezado a leer tu novela, y ando con mucha cautela. Y es que a mí, el tema madres y, sobre todo, el tema madres ausentes es algo que me remueve mucho por dentro.
I.R.- Y a quién no, ¿no?
M.G.- Claro. He empezado a leerlo con esa cautela que te digo y lo primero que te quiero preguntar, ya que llevo muy poquito, es si me espera un libro triste y duro o un libro luminoso.
I.R.- Las dos cosas. Es como la vida, triste, dura y también luminosa. Te espera un libro con el que creo que te vas a poder sentir muy identificada. No solo por el tema de la ausencia de la madre, o por esas ausencias que están tan presentes en nuestra vida, sino también porque la novela está atravesada por temas que en realidad son muy universales, desde ese duelo al que ya nos hemos referido con la ausencia de la madre, pasando también por la enfermedad, la muerte digna, el amor,... Esta es una historia de amor que surge como todas las historias de amor, de la fragilidad de las personas que llegan a esas relaciones con heridas. Es algo que nos sucede a todos. Ninguno salimos ilesos de ciertas circunstancias. Y eso es lo que te vas a encontrar, una novela muy luminosa, en la que se termina bailando al ritmo de Suzi Quatro, con una canción estupenda que se titula Stumblin in, y que te va a dar luz.
M.G.- Hace un tiempo estuve con un compañero tuyo de editorial que también suele hablar mucho de su madre y escribir sobre su madre. Me refiero a Alejandro Palomas. Fíjate que cosa más curiosa. Palomas escribe su madre, el premio Nadal de este año, Jorge Fernández Díaz, habla sobre su padre en la novela con la que ha ganado el premio y tú, o Candela, habla sobre su madre en este libro. ¿Qué es lo que pasa? Lo comentaba con Alejandro en su día, que los escritores tenéis unas herramientas, que no todos tenemos, que usáis cuando llega un momento, o una necesidad de hablar de vuestros padres, por algún motivo, por heridas abiertas,... Me ha ocurrido con Jorge, con Alejandro y ahora contigo.
I.R.- Y hay más autores. Creo que las relaciones materno-filiales, paterno-filiales son uno de los grandes temas de la literatura. Están ahí desde el principio. Hacemos el viaje de la vida casi siempre acompañados, desde el principio, por nuestros padres. Son figuras además totémicas y, en muchos casos, incluso idealizadas. Sobre todo, en lo que respecta a la figura de la madre. Me parece muy interesante lo que estamos haciendo, me incluyo, toda una serie de creadoras, no solo escritoras, sino también cineastas, que nos estamos intentando acercar a la figura de la madre, a la figura de la maternidad desacralizándola, mirándola desde otra perspectiva diferente a ese púlpito en el que se le había colocado desde tiempo inmemorial y atreviéndonos a contar desde otra perspectiva, creo que mucho más realista.
Lo que sucede con los padres es que, además de marcarnos mucho la vida, cuando están presentes, nos la marcan, sobre todo, cuando están ausentes. Y llega un momento en la vida en el que irrumpe esa palabra grande, enorme, que es orfandad. Y cuando la orfandad llega a tu vida, te quiebra. Independientemente, además, de la relación que hayas tenido, o que tuvieras con tu padre o con tu madre.
M.G.- Y de la edad, Inés.
I.M.- Da igual, claro, da lo mismo. Desde luego, cuando te sucede siendo un niño, estás más desvalido todavía. Pero sí, por supuesto, da igual a qué edad te suceda. Y a partir de ese momento, creo que tienes que aceptar que, puesto que la vida se te ha quebrado, ya no vas a volver a caminar erguida. Y a mí eso me ha pasado, una vez que me he reconocido como huérfana. He sentido ese sentimiento tan hondo, tan profundo, tan doloroso. Y he recurrido a la literatura para tratar de enderezarme un poquito. Creo que para eso está también la literatura, para guiarnos en ese camino que, a veces, es muy oscuro.
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M.G.- Pero en alguna entrevista te he escuchado decir que tú no concibes la literatura como herramienta terapéutica, ¿no?
I.M.- No, y no lo es, para nada. Y además creo que es importante aclararlo, porque además estamos rodeados de tantos falsos profetas de la autoayuda, que hay gente que lo pasa muy mal. La enfermedad mental es un tema muy serio. Es una enfermedad y, por lo tanto, tiene que ser tratada por especialistas. Yo hago terapia en el terapeuta y luego, cuando llego a casa, escribo o lo que sea, pero son dos cosas completamente distintas.
Además, la dimensión utilitaria de la literatura no me gusta. Si lo planteamos así nos estamos equivocando. Escribo, como la protagonista de la novela también para entenderme, para saber qué lugar ocupo en el mundo, pero también para vivir más y mejor. Porque vivo todas esas otras vidas que la literatura me permite crear, y si lo trasladas a la lectura, pues es exactamente lo mismo.
M.G.- A raíz del fallecimiento de mis padres, pensé mucho en ellos, y empecé a entenderlos y a comprenderlos. Los comportamientos y actitudes que antes, cuando los tenía en vida, me desquiciaban, y no entendía, ahora los comprendo mejor. No sé si eso es una herramienta de reconciliación o realmente que mi madurez o esa ausencia me hace ver las cosas desde otro punto de vista. ¿Qué crees?
I.M.- Creo que la perspectiva es muy útil. El paso del tiempo es muy sano. Hay historias a las que no nos podemos enfrentar o traumas que no podemos revivir, y ocurre que, a veces, ni siquiera podemos escribir sobre ellas hasta que no ha pasado cierto tiempo. Lo mismo sucede con respecto a las figuras totémicas del padre y de la madre. ¿Por qué? Porque nos separa un abismo, y no solo un abismo de edad, nos separa un abismo de vida. Yo que no soy madre, entiendo profundamente la dificultad que entraña serlo. Perdí a mi madre muy joven. Y mi madre era muy joven cuando murió. Entonces, no pude llegar a entender o no me podía imaginar lo que suponía ser madres a esa edad, a los treinta y cinco, treinta y seis, a los cuarenta años. No ha sido hasta ahora que he comprendido. He comprendido lo que ella pudo sentir entonces, enfermando, dejando a dos niñas muy pequeñas, huérfanas de madre. Y con mi padre ha sucedido lo mismo. Creo que juzgamos a nuestros padres de manera injusta, sin tener la perspectiva del tiempo, sin tener todas las claves, sin tener conciencia de lo que realmente sucedió. Madurar también es esto. Es aprender y no aprender a perdonar, porque no se trata de perdón, sino aprender a ponerse en su lugar. Creo que como hijos, pocas veces nos ponemos en el lugar de los padres. Bueno, ya casi nadie se pone en el lugar de nadie.
M.G.- Exacto.
I.M.- Creo que hasta que no somos lo suficientemente maduros, no llegamos a entender ciertas cosas. Es verdad que, en el momento en que te conviertes en madre o en padre, hasta cierto punto dejas de ser un poco hijo. A mí esa clave me falta.
M.G.- Ya. Bueno, y empiezas a leer la novela... ¿O ensayo...?
I.M.- Novela, novela. Es una historia de ficción.
M.G.- Pero hay como una mezcla de géneros.
I.M.- Sí, es una novela que está construida con una mezcla de géneros, si quieres llamarlos géneros. Es una hibridación de cantidad de herramientas narrativas en las que me he permitido usar todo, desde la narración más convencional de una novela más convencional, el uso de la segunda personal o el relato, que es una de mis debilidades. Hay un relato dentro de la novela, como también hay conversaciones de WhatsApp, tweets, entrevistas periodísticas. Es un gran collage, pero porque la vida lo es. A mí me interesa la literatura que subvierte los géneros, la literatura que no tiene ni etiquetas ni límites tampoco, y eso es lo que he buscado en esta novela.
M.G.- Romper barreras.
I.M.- Sí, eso es.
M.G.- Hay muchas referencias literarias, referencias a obras teatrales, al cine. ¿De qué manera encajan todas estas citas, todas estas referencias en lo narrado? Es como si dieran cohesión a la relación de Candela con Andrea, su pareja. ¿Cómo encajan?
I.M.- De una manera muy armónica. Igual que la literatura desempeña un papel crucial en nuestras vidas, ese papel también lo tiene el teatro, o el cine. Digamos que permiten un equilibrio muy armónico. Para mí la música tenía que estar presente en la novela, porque muchas veces veo películas que tienen una banda sonora extraordinaria y siempre pienso que esa banda sonora, no solo da coherencia a la película, sino que se convierte incluso en un personaje más. ¿Por qué no hacer eso mismo en una novela, en una ficción narrativa? Y eso es lo que he querido hacer en esta novela, donde la música, con ese enorme poder evocador que tiene. Cuando escuchamos una canción, tal vez nos vamos mentalmente al lugar en el que la escuchamos por primera vez, o a ese momento que compartimos con alguien. Cuando escribí mi primera novela, Azules son las horas, me pasé toda la escritura escuchando a un pianista que se llama Dustin O'Halloran y cada vez que escucho a ese pianista, vuelvo a aquella novela rápidamente. Aquí, la novela tiene ese papel cohesionador, ese papel evocador y narrativo, también.
M.G.- Y hay una lista de Spotify, en la que podemos encontrar temas muy concretos. Me gustaría preguntarte por esos temas, por qué esos y no otros. Y luego también me llama mucho la atención las fotografías que se insertan en el libro.
I.M.- Con respecto a la música, esos temas son las canciones favoritas de Candela. Es la música que, de algún modo, ha ido construyendo su relación con Andrea, su propia vida. Asocia esas canciones a momentos muy concretos y determinados, ya sean más tristes o más alegres. La música es que siempre está presente en nuestra vida, por lo menos, en la mía, y tenía que estar también muy presente en la de Candela. Además es que son temas muy variados, y de distintas épocas, como pueden ser Gino Paoli o Suzi Quatro, u otras más actuales, como McEnroe, con la voz maravillosa de su cantante, Ricardo Lezón, o La bien querida, Xoel López o Depedro, que es un cantante fantástico. Bueno, pues también hibridación. Volvemos otra vez a la mezcla. No hay un género musical o un estilo musical que predomine entre el resto. Creo que la mezcla nos hace crecer. Eso con respecto a las canciones.
Con respecto a las fotografías son un elemento narrativo más de este collage al que me refería. Pero no sólo las fotografías, sino también los documentos. Insisto, me he dado la libertad de recurrir a toda la documentación y a todo el material que necesitaba para poder construir,—ese es el verbo—, la historia de Otra versión de ti.
M.G.- Y en esa otra versión de ti, Candela y Andrea son las dos protagonistas. ¿Cómo es la relación entre ambas mujeres? En la novela veremos que quizá Andrea no conocía suficientemente a Candela, aunque nunca se termina de conocer a la persona con la que vives.
I.M.- Claro. La identidad es un tema crucial en esta novela. Esta es una novela sobre la identidad, sobre esa búsqueda incesante que todos emprendemos en algún momento de nuestra vida, para saber quiénes somos y que yo creo que nunca llegamos a terminar del todo, a perpetrar del todo. Y aquí se mezcla con la relación de pareja que mantienen Candela y Andrea. Se puede trasladar a cualquier pareja, en realidad. ¿Cuándo llegamos a conocer a la persona que tenemos a nuestro lado? ¿Cuándo la llegamos a conocer del todo? ¿Acaso es posible? ¿Acaso nosotros mismos nos conocemos del todo? ¿Cuántas versiones hay de nosotros? Pues ahí está el título. Otra versión de ti, que es esa versión que Andrea va descubriendo en el ordenador de Candela cuando esta desaparece y que es toda esa documentación que ella ha ido recopilando durante los meses previos para tratar de escribir el libro sobre su madre.
M.G.- He leído ese WhatsApp largo que aparece en la novela, en el que Candela le dice a Andrea que ha tomado la decisión de escribir un libro. Y yo veo dos posiciones tan distintas. Por un lado, Candela como muy entusiasmada, casi rozando lo obsesivo, y Andrea, más cautelosa. Me ha parecido un WhatsApp muy interesante, porque creo que desvela la actitud de cada una de ellas, el sitio que ocupa cada una.
I.M.- Claro. Candela se obsesiona con escribir ese libro, lo siente como una necesidad, porque teme que, una vez fallecido su padre, pierda a los dos, a su padre y a su madre, definitivamente. Y la única manera que tiene o que se le ocurre para poder retenerlos es a través de la literatura. Cree que trasladándolos a las páginas de un libro, eso le va a permitir vivir o revivirlos a través de la escritura. Y luego, por otra parte, está Andrea, que asiste sin poder hacer mucho más que estar y acompañar a esa deriva, rozando la autodestrucción de Candela, que ve que comienza.
En esta novela es fundamental el acompañar. En esta novela y en la vida, porque lo primordial y lo fundamental es saber estar al lado de alguien que sufre y que está pasando por un momento doloroso, por un momento trágico. Y para mí era muy importante que esa figura quedara iluminada, poner el foco sobre ella, porque a veces se nos olvida. Es decir, es crucial el papel del cuidador, de la persona que cuida a alguien que está enfermo o que está moribundo. Pero, ¿qué pasa con la persona que cuida del cuidador? Y esa persona es Andrea.
M.G.- Lo de la figura del cuidador es, para mí, una asignatura pendiente en esta sociedad porque, los que hemos tenido que cuidar, nos hemos sentimos muy desprotegidos emocionalmente y en todos los sentidos. Muy sola.
I.M.- Claro, y más allá. Y todavía más el papel del que cuida al cuidador porque el cuidador, además, es que no se deja cuidar.
M.G.- Eso es, exactamente.
Inés, quería preguntarte por la voz narrativa. Es Andrea la que se dirige constantemente a Candela. Pero esa voz, no sé si es la voz propia de Andrea o la voz propia de Inés, que intenta buscar el camino para comunicarse a través del personaje.
I.M.- Inés está en todas las voces. Inés Martín Rodrigo está en todas las voces porque las ha creado. Y está en todos los personajes porque los ha creado, los ha inventado. Esa voz en segunda persona tenía que ser en segunda persona porque el lector escucha y el lector asiste a ese soliloquio, a ese monólogo casi que emprende, que comienza Andrea en su propia mente, una vez que descubre que Candela ha desaparecido. Entonces, se dirige a ella casi como sucede en Cinco horas con Mario, con la diferencia de que, en el caso de Delibes, el marido ha fallecido y aquí no sabemos lo que ha sucedido. No sabemos si es una desaparición temporal, circunstancial,... El lector tendrá que ir avanzando en la lectura para descubrirlo.
M.G.- ¿Por qué la segunda voz narrativa está tan poco explorada en literatura?
I.M.- Porque es muy difícil escribir una novela cuya voz narrativa sea en segunda persona. Es una voz muy difícil de conseguir, muy difícil de apresar, muy difícil de contener, porque se va. Pero una vez que la tienes, una vez que la encuentras, es maravilloso. Es maravillosa porque lleva al lector a donde tú quieras. Y en este caso concreto, yo quería que se metiera en la cabeza de Andrea, que sintiera con ella, que sufriera con ella, que riera con ella, que asistiera a ese caos que, de repente, empieza a extenderse por su vida y sin embargo, trata de contenerlo. Entonces, ahí está.
M.G.- Inés, cuando llego a esa primera página de la novela y leo lo siguiente: «Estabas empezando a olvidarte de tu madre y cada vez te costaba más recordarla su cara, su voz, sus manos, sus gestos, sus gustos, su carácter», tuve que levantarme e ir a mi ordenador. Tengo grabada la voz de mis padres.
I.M.- ¿Y las escuchaste?
M.G.- Sí. Llevaba muchos años sin escucharlos pero, al leer esas líneas, me tuve que levantar para escucharlos de nuevo. Nunca me alegraré más de haber tenido la idea de grabar a mis padres, su voz. Tengo fotografías, claro, pero olvidar su voz, el tono de sus voces, me espeluznaba.
I.M.- Claro, es que además la voz es algo... Lo dice Belén en la novela. Candela le pide a Belén un texto en el que describa quién cree que era la madre de Candela. Y Belén le responde algo así como que la voz dice mucho de la personalidad de una persona y es verdad.
Es curioso porque ahora no valoramos eso. Estamos permanentemente haciendo grabaciones y tenemos multitud de vídeos. Creo que demasiados. Pero hace treinta, cuarenta, cincuenta años no era así. Y aquellas voces se han perdido. Además es que recordar una voz es casi tan difícil como recordar un olor. Y una vez que se pierde esa evocación, tienes una sensación de vacío.
Hay un libro precioso que publicó Periférica hace unos meses. Se titula, precisamente, La voz. Es de una autora japonesa, no recuerdo ahora su nombre, que viven en Francia [Se refiere a La voz sombra de Ryoko Sekiguchi]. Precisamente, en esa novela, se reflexiona sobre lo que sucede con las voces de nuestros muertos, a dónde van, cómo permanecen en nuestro recuerdo.
M.G.- Yo tengo a buen recaudo las mías y, además, como me da miedo perder esas grabaciones, las guardadas en varios dispositivos.
I.M.- Haces bien.
M.G.- Sí. Bueno, me comentaste antes que tu madre falleció siendo muy joven. Estamos hablando de recuerdos, de la imagen que tenemos de nuestros padres. ¿Qué tal de potente es ese recuerdo de tu madre? ¿Es nítido o, al contrario, está difuminado?
I.M.- Bueno, mi madre, su ausencia, está siempre muy presente en mi vida. Ahora, gracias a esta novela, está más presente ella y menos su ausencia. Es un recuerdo que, durante muchos años ha sido un recuerdo muy doloroso, ha sido un recuerdo triste, angustioso incluso, pero que insisto, en gran parte, gracias a haber escrito esta novela, ahora es un recuerdo también en parte bello y en parte hermoso. Yo he recuperado a mi madre, he recuperado la sonrisa de mi madre, he recuperado la alegría de mi madre. Y bueno, esa es una herencia que ella me dejó, de la que yo no era consciente y que he descubierto gracias a esta novela.
M.G.- Las lecturas cambian a los lectores, al menos, ciertas lecturas, y estoy convencida que la escritura opera del mismo modo con los escritores. En este caso, tras escribir este libro, ¿tú sientes que hay una Inés antes y una Inés después?
I.M.- No tanto, no. Pero sí una escritora mejor. Yo he crecido mucho como escritora con esta novela, pero muchísimo. Y estoy muy orgullosa de haberla escrito, muchísimo, porque era un reto inmenso. A mí me gustan mucho los riesgos literarios, los riesgos creativos, los personales, ya menos. Y estoy muy orgullosa de haberlo hecho, de verdad que sí. Y me colocaba en un lugar literario al que creo que pertenezco y en el que me quiero quedar.
M.G.- Inés, yo continuaré con la lectura de esta Otra versión de ti. Seguramente encuentro a mi madre en estas páginas. Segurísimo.
I.M.- Seguro que sí.
M.G.- Te agradezco que hayas venido a Sevilla y que hayas compartido este momento conmigo.
I.M.- Nada, un placer.
Sinopsis: Hace casi una década que Andrea y Candela son pareja y en estos años su amor ha tenido que convivir con los golpes habituales de la vida. Candela es escritora y desde muy pequeña la pérdida la acompaña: de niña le sorprendió la temprana muerte de su madre y desde entonces le persigue su recuerdo. Ahora, veintiséis años después y en su mejor momento, todo estallará de nuevo cuando tenga que asumir otro adiós. Será cuando se obsesione con escribir un libro que la ayude a descubrir quién fue su madre, esa mujer casi desconocida para ella, y construir por fin un relato claro y reconfortante. Para ello recopila testimonios de familiares, amigos y expertos en neurología, psicología y fotografía, además de documentos e imágenes… Piezas de un puzle que, tras la misteriosa desaparición de Candela, Andrea tendrá que resolver. Será ella quien le irá contando al lector la historia de ambas y la de la incesante búsqueda de una identidad personal y familiar a partir de un amor infinito.
Otra versión de ti es una obra deslumbrante sobre la recomposición de los recuerdos que nos construyen, el temor a perderlos y la búsqueda incansable por preservarlos. Una novela sobre el amor a la pareja, el amor a la vida. En definitiva, un alegato del amor al amor.
José Antonio Lucero (Rota, 1988) es profesor de Ciencias Sociales y Lengua y Literatura en Educación Secundaria. Licenciado en Historia y Máster en Escritura por la Universidad de Sevilla, colabora con varios medios digitales como blogger y youtuber desde su canal La cuna de Halicarnaso, donde combina historia, cultura y docencia, sin perder de vista las referencias a la cultura pop y a los fenómenos de masas. En 2018 fue finalista del XXIII Premio de Novela Ateneo Joven de Sevilla.
Además de historiador y profesor, Lucero es autor de las novelas La vida en un minuto y La madrina de guerra (Ediciones B), y de ¿Por qué los primeros emojis se escribían en arcilla?, un divertido libro de historia para niños a partir de 9 años, y de La maestra.
Sinopsis
Septiembre de 1955. Roque, un joven maestro que en el pasado fue un alumno difícil, llega a una escuela de la sierra de Sevilla con el deseo de que los niños puedan soñar con un futuro mejor, lejos del estruendo de la violencia y la lacra de la dictadura.
Poco a poco conseguirá sembrar en los pequeños la curiosidad por el conocimiento y descubrirles la belleza de las palabras a través de la poesía.
Sin embargo, sus inquietudes pedagógicas, heredadas de la maestra de su infancia, Lali, no casan con el estricto engranaje educativo del régimen ni con los ideales del director del centro, quien pronto empezará a sospechar de él. Y es que Roque esconde un secreto del pasado: busca algo que le arrebataron cuando era un niño, tras la detención de su profesora y su ingreso en un siniestro internado franquista, donde, a pesar de todo, descubrió que enseñar puede ser un acto de resistencia.
[Información tomada de la web de la editorial]
El pasado mes de mayo, José Antonio Lucero no faltó a su cita con Sevilla. Desde que comenzara a publicar, y con cada novela, el autor de Rota acude a la capital hispalense para iniciar el tour de promoción. Es fiel a esta rutina y, desde los inicios, es fiel también a contar con esta que os escribe como maestra de ceremonias. Conocí a Lucero cuando tuve la oportunidad de entrevistarlo al publicar lo que supuso su debut literario, La vida en un minuto (puedes leer la entrevista aquí) y, a raíz de aquella conversación, he tenido el privilegio de acompañarlo en cada presentación que ha hecho en Sevilla, con La madrina de guerra (puedes leer aquí), La maestra (puedes leer aquí) y ahora con El alumno. Casi me siento parte de sus novelas, a través de las cuales he conocido un poco más a su autor y, más concretamente, la tremenda vocación que siente por la enseñanza. Y es que, para los que no lo sepáis, José Antonio es profesor de Ciencias Sociales, Lengua y Literatura en Educación Secundaria. Licenciado en Historia y Máster en Escritura por la Universidad de Sevilla, siente una gran pasión por la Historia, que trata de divulgar a través de su canal de YouTube La cuna de Halicarnasso.
Centrándonos en lo que nos ocupa hoy, vengo a contaros cómo transcurrió la presentación de El alumno y mis sensaciones después de haber leído esta última novela de Lucero. El alumno se puede entender como una continuación del libro previo, La maestra, pero, desde ya, os adelanto que no hay necesidad de leer la anterior para poder disfrutar de esta última, una cuestión sobre la que le pregunté al autor durante la presentación. José Antonio Lucero nos aclaró que se pueden leer de manera independiente, aunque, obviamente, la experiencia lectora aumenta si se leen de forma correlativa. En cualquier caso, él nos explicó que la disposición de las tramas en ambas novelas permitirían también leer la historia de manera inversa, es decir, primero El alumno y después La maestra.
¿De qué trata El alumno?
La sinopsis ya nos da suficientes pistas. De entrada, nos ubica en el año 1955. Este es el punto temporal de partida, aunque nos iremos moviendo, de vez en cuando, por la línea del tiempo. En esas fechas, el joven Roque Martínez acaba de sacar plaza definitiva como maestro. Llegará a Encinar de la Sierra, un pueblo de la sierra norte de Sevilla, con una gran vocación, con muchas ganas de ejercer la docencia, siguiendo unas prácticas pedagógicas que no todo el mundo verá con buenos ojos. A Roque no se lo van a poner fácil. Por un lado, porque estamos en los años 50, en plena dictadura y todo lo que se había avanzado en temas de educación durante la República quedará ahora sepultado bajo una espesa capa de tierra. Ahora, será el régimen franquista el que determine, bajo los preceptos del nacionalcatolicismo, lo que un maestro puede o no puede enseñar.
Pero Roque recibió una educación muy distinta de aquella que ahora se siente obligado a impartir. Él es uno de los herederos de la Institución Libre de Enseñanza, fruto de una educación liberadora, alejada de cualquier creencia religiosa, que fuera impuesta en las aulas como una obligación inamovible.
«... de ese Dios a quien yo no reconocía de entre las enseñanzas que recibí de pequeño, como si el cristianismo no fuera en realidad monoteísta y nuestro Señor adoptara múltiples formas». [pág. 200]
Roque viene de un sistema educativo que apostaba por ampliar los horizontes de los escolares, por hacerlos pensar, por animarlos a tener criterio propio, y ofrecerles la oportunidad de poder ir más allá de las cuatro calles de su pueblo. A Roque le gustaría enseñar a sus alumnos lo que sus maestras le enseñaron a él, pero se va a encontrar con altos y sólidos muros.
Al margen de esta trama que compone el presente de la novela, el lector viajará al pasado para conocer a un Roque adolescente, recluido en un frío e inhóspito internado de Madrid. Algo ocurrió allí que va a condicionar para siempre su vida y cuyos hechos darán lugar al desarrollo de ciertos sucesos en esta novela.
Esto es, a grandes rasgos, el argumento de El alumno. Pero...
¿Qué tiene que ver esta novela con La maestra, la anterior publicada por el autor?
Pues mucho. El alumno casi se podría entender como un spin-off de la novela previa. Es decir, un personaje algo secundario de La maestra se convierte ahora en el protagonista de El alumno. Y es que, los que ya leímos aquella novela, descubrimos en esta que a Roque Martínez lo conocimos siendo un niño, cuando residía en Alcalá del Valle, un pueblo de la provincia de Cádiz, y acudía a la escuela, donde Juana y Lali, las protagonistas de la novela anterior, eran las maestras. Juana y Lali fueron maestras de la República, docentes que, como las dos terceras partes del cuerpo de docentes de España en aquellos años, sufrieron lo que se llamó un proceso de depuración, con la llegada de la dictadura. ¿En qué consistía ese proceso de depuración? Pues José Antonio Lucero lo cuenta muy bien en La maestra pero, para despertar tu curiosidad te diré que consistía en apartar a los maestros y a las maestras de su profesión, desterrarlos de sus aulas, inhabilitarlos de por vida para purgar el sistema educativo, para eliminar cualquier vestigio que llevara el sello republicano, las ideas de libertad, y de progreso.
Aunque el autor creyó que con La maestra había cerrado un ciclo de novelas ambientadas en la Segunda República, la guerra civil y el inicio del franquismo, de repente, surgió la idea de El alumno. Impulsado por su editora, Lucero quiso retomar la historia de Roque, aquel niño, alumno de Lali y Juana, cuya presencia tuvo especial repercusión en el devenir de aquellas dos maestras. A Roque lo dejamos, en la novela previa, en un punto complicado de su vida, con el peso de la culpa lastrando su alma.
¿Qué me ha gustado de la novela?
Hasta el momento, no puedo decir más que siempre he disfrutado mucho de las novelas de José Antonio Lucero. El autor roteño no sólo nos cuenta una historia, en la que la vida de varios personajes se entremezcla, sino que también se fija en algún episodio del pasado, en algún momento histórico, o en alguna cuestión de índole político-social para retratarnos la España de esos años. Es lo que lleva haciendo desde que publicó La vida en un minuto. Es lo que ha vuelto a hacer en esta ocasión, retomando la estela que ya dibujó previamente en La maestra, y poniendo el ojo en las vicisitudes que ha sufrido el sistema educativo durante el pasado siglo XX.
Si bien es cierto que Lucero se centró previamente en contarnos cómo ejercían la docencia los maestros y maestras durante la República y el proceso de depuración que sufrieron durante la guerra civil, lo que el autor pretende con El alumno es mostrar a los lectores el giro brutal que sufrió el sistema educativo con la llegada del régimen de Franco.«¿Qué ocurrió con aquella renovación del Magisterio que intentó llevarse a cabo en España y que la guerra civil y el franquismo cercenó?», se pregunta Lucero. Esta fue la idea que animó al autor a apostar por la historia de Roque, para mostrar a los lectores que enseñar puede ser un acto de resistencia, a pesar de las situaciones que se puedan vivir.
A ese acto de resistencia nos asomaremos en esta historia como reflejo de una realidad, la existencia de docentes españoles, quienes, como apuntó Lucero eran «rupturistas y generaron una pequeña revolución en sus aulas". José Antonio nos contó que había tenido la oportunidad de leer testimonios de algunas personas que tuvieron una relación directa con esos docentes, en cuyas aulas se hablaba de otras cuestiones muy distintas a aquellas que venían impuestas por el nacionalcatolicismo.
En El alumno, como ya vimos en La maestra, vamos a conocer de primera mano cómo era dar clases en un entorno rural, en municipios pequeños, donde el único medio de subsistencia era la agricultura y la ganadería, en reductos donde los padres se preguntaban para qué tenían que ir sus hijos a la escuela si, al fin y al cabo, el futuro que les deparaba la vida no era más que cuidar cosechas y ganado. Ni siquiera la educación era considera como un bien para el individuo entre las familias más pudientes, que veían la universidad como «un nido de rojos».
Asomarme a ese mundo, al mundo de los docentes de aquella época, a las vidas de aquellos maestros y maestras que quisieron cambiar el mundo desde las aulas, para volver a ver cómo su vocación era pisoteada por el régimen de Franco, ha sido más que interesante, una lectura que me ha servido para ampliar aún más lo aprendido a través de documentales como Las maestras de la República, o películas como La lengua de las mariposas o El maestro que prometió el mar.
Roque Martínez y los poderes fácticos de Encinar de la Sierra
Decía antes que a Roque lo conocimos en la novela anterior siendo un chiquillo. Ahora, en El alumno, lo vamos a ver convertido en un adulto, con treinta y pocos años, soltero y portando cicatrices, no sólo sobre su piel, sino también sobre su alma. Sobre Roque conoceremos que mantiene una relación muy complicada con su padre, con quien no habla hace más de veinte años. Algo ocurrió en la novela previa que hizo que aquella relación, nada fácil, terminara por quebrarse definitivamente.
Durante la presentación, Lucero nos contó que ha sido uno de los personajes más difíciles de construir porque este maestro, con esas ganas tremendas de enseñar a sus alumnos, arrastra un pasado muy pesado. «Todos los actos que lleva a cabo Roque en el presente deben ser consecuentes con su pasado», afirmó. Añadiendo, además, que ha volcado mucho de sí mismo en la construcción de este personaje porque «Roque entiende la educación y la docencia como la entiendo yo mismo», aclaró.
Para mí, Roque es un personaje noble. Quizá lo que vivió en el pasado le convierte en un adulto que siente especial predilección por los débiles, por los desterrados de cualquier sociedad, por minúscula que sea, como ocurre en Encinar de la Sierra, como ocurre con un niño de nombre Saúl, del que no os puedo desvelar mucho. Roque siente a sus alumnos como algo propio, forjando con ellos un vínculo fuerte y sólido, hasta el punto de que los niños son capaces de comprometerse en ciertas acciones que pueden acarrearle severos problemas, con tal de ayudar a su maestro.
Y mientras tiene el apoyo de los pequeños, Roque también se fustiga. Lo hace al compararse con las que fueron sus maestras, con Lali y con Juana, quizá pensando que no estará a la altura, que no va a cumplir con lo que ellas hubieran esperado de él. Roque quiere hacer mucho por sus alumnos pero tiene la alas cortadas, sintiendo siempre la fría sombra de los poderes fácticos del pueblo a sus espaldas, la presencia deIsabelino Díaz, el alcalde; de Francisco Pérez del Río, el gobernador civil; de Don Enrique, el director de la escuela; o del cura. Todos ellos cuestionaran sus métodos y Roque caminará sobre una cuerda, temiendo caer al vacío.
«Está enseñando a los niños a cuestionar las verdades sagradas. ¡La duda es el primer paso hacia la rebeldía, contra Dios y contra España!». [pág. 245]
Y se hostiga también por lo ocurrido en aquel internado, en el que compartió días de frío y castigo con su amigo Justo. Roque no se considera buen amigo y cree que tiene una deuda pendiente. Por eso, precisamente, por esa deuda que tiene con su amigo Justo y con el pasado, eligió plaza en Encinar de la Sierra y no en cualquier otro lugar.
«Decirle por qué está en este pueblo, qué o a quién busca, por qué persigue los fantasmas del pasado que lo más sensato sería poder dejar atrás». [pág. 227]
Los personajes femeninos
No puedo dejar de hablar de los personajes femeninos de la novela. Azucena y Lola asomarán a las páginas de la novela, aunque no se conocerán porque no coincidirán en el tiempo. Estas dos mujeres se podrían entender como la representación de dos tipos de amor. Azucena podría encarnar ese amor de juventud, algo alocado y deseoso de exploración, mientras que Lola viene a representar un amor más maduro.
Lola es un personaje que enamorará al lector y lo conseguirá por méritos propios. Para Lola, la vida es fácil, o debería serlo. Hija del Gobernador Civil, tiene a su alcance lo que otros muchos no tienen. Sin embargo, con Lola nos esperan grandes sorpresas. Ella nos va a demostrar que es una mujer con criterio. En una época, en la que el papel de la mujer estaba reducido a la nada, Lola va a tomar sus propias decisiones e incluso hará frente a los suyos.
Sobre Lola, José Antonio nos contó que siempre ha querido contar la historia de mujeres que rompieron barreras en la Historia, «siempre infravaloradas e infrarepresentadas en los procesos históricos». Azucena y Lola, cada una en su momento, cada una dentro de sus propias circunstancias, serán mujeres que romperán moldes, muy alejadas del conformismo, de la sumisión, de lo que social y familiarmente se podría esperar de ellas. Estoy convencida de que ellas dos te conquistarán, lector.
Temas
Al margen del mundo de la docencia, y sin querer desvelar mucho sobre la novela, hay ciertas cuestiones de interés en las que Lucero se adentra. Por un lado, y unido a la temática de la guerra civil española, El alumno nos va a permitir conocer, no sólo a los vencedores, sino también a los vencidos, a todos aquellos hombres que tuvieron que huir para evitar una muerte segura, o que se tuvieron que ocultar en los lugares más insospechados. La novela explora ligeramente la red de ayuda que se tejió entre los republicanos para ayudar a aquellos que necesitaban alejarse de España y buscar otro lugar en el que iniciar una nueva vida, lejos de un país roto, tras una guerra fratricida que destrozó a familias entera, condenadas al ostracismo por tener un familiar en el supuesto bando equivocado.
La Iglesia ylos abusos en el seno eclesiástico será otro de los temas que dan pie al desarrollo de los hechos, o las vidas en los internados religiosos, donde los alumnos eran enviados a otros lugares para desempeñar una actividad laboral en condiciones muy precarias. Al hilo de esta cuestión, José Antonio nos contó que había leído testimonios en los que se narraban cómo algún internado usaba a los niños como mano de obra semi-esclavo. «Se los llevaban a los montes de León para cuidar vacas o a las minas de Asturias». Allí desarrollaban una labor remunerada, aunque del supuesto salario, ni el niño ni su familia veían una sola peseta, sino que se lo quedaba la dirección del internado.
Nos contó Lucero que, abordar todos estos temas, sirve para abrir habitaciones ocultas de nuestro pasado reciente, sacar a la luz episodios de la Historia, aunque sea a través de la ficción para contar historias humanas.
Referencias literarias y cinematográficas
Entre alguna fugaz referencia cinematográfica que sirve para medir el pulso de la época, la poesía no falta. Ya lo vimos en La madrina de guerra, donde nos topamos con un cameo de Miguel Hernández. El poeta de Orihuela vuelve a asomar en este libro. Lo hace a través de sus versos, porque la poesía es vehículo de aprendizaje, al menos, eso es lo que intenta Roque con sus alumnos, enseñarles por medio de los versos de insignes poetas, o por los versos del propio Lucero, que también se cuelan en las páginas del libro.
Para José Antonio, Miguel Hernández es un referente importante. «Todos mis personajes masculinos se parecen a Miguel Hernández», a ese hombre nacido en un entorno rural, como le ocurre a sus propios personajes.
Estructura y estilo
Estructurada en cinco partes que se cierran con un epílogo, la novela cuenta con cuarenta y dos capítulos para desarrollar una trama que, como dije antes, se mueve en el tiempo. Por un lado, los capítulos que transcurren en los años 50, en Encinar de la Sierra. Por otro, lo sucedido entre los años 30 y 40, en ese internado de Madrid, donde Roque pasará un tiempo. Incluso, nos podremos asomar levemente al año 1972. Pero el lector encontrará también un salpicado de capítulos escritos en primera persona. El narrador se dirige a otra persona, le cuenta partes de su vida, un relato emotivo y sincero, pero, ¿a quién le habla? Es algo que iremos descubriendo con el paso de las páginas.
Con un estilo evocador, José Antonio Lucero vuelve a regalarnos una historia en la que se nota el amor que siente por su profesión. Y también por su familia, porque aquella presentación se cerró con unas palabras del autor dirigidas a su mujer, a la que hizo entrega de un ramo de flores.«Para mí, escribir es un proyecto familiar y sin la ayuda de mi mujer no hubiera podido escribir ninguna de mis novelas», declaró. Fue un bonito gesto que emocionó a algunos de los allí reunidos.
En definitiva, si os tengo que recomendar una novela para las vacaciones de verano, no me lo pienso, os animaría a leer El alumno, y La maestra, y La madrina de guerra y La vida en un minuto, todas ellas historias de personas muy humanas, muy sencillas, muy apegadas a la tierra, con las que, estoy convencida, vas a disfrutar mucho.
[Fuente: Imagen de la cubierta tomada de la web de la editorial]
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Conocí a Javier Alandes el año pasado, en Úbeda (Jaén), cuando se celebró una edición más del fantástico Certamen de Novela Histórica Ciudad de Úbeda. En la pasada edición, el escritor valenciano se alzó con uno de los premios que da el certamen, el Premio de Novela Histórica por su libro La última mirada de Goya (Editorial Contraluz). Lo curioso de este premio es que el autor no se presenta, sino que una comisión lectora elige cuál es la novela que debe recibir el premio, en función de los criterios que establecen.
Y la semana pasada volví a encontrarme con Alandes, con motivo de la publicación de su última novela, El rey de bronce, también publicada con Contraluz. En esta ocasión nos trae una nueva aventura que nos lleva al mundo del arte y de las falsificaciones. Toda la trama gira en torno a un supuesto busto de bronce de hace unos 2.400 años, y que representa a Alejandro Magno. Dos hilos temporales nos permitirán conocer al protagonista, Luca Santamarta, en dos momentos de su vida. En 2002, cuando tiene quince años, ocurrirá algo en su familia que lo marcará para siempre. Luca tendrá que esperar veinte años para poner en marcha un plan al que ha estado dando forma desde siempre. Arte, subastas y falsificaciones mezclados con la intriga, el suspense y la aventura que siempre nos propone este autor.
Os dejo con nuestra charla.
Marisa G.- Javier, un placer tenerte en Sevilla y volverte a ver. Coincidimos en Úbeda, cuando ganaste el Premio de Novela Histórica por La última mirada de Goya. Un premio que además tiene la peculiaridad de que el autor no se presenta sino que lo eligen los lectores. Algo que otorga más mérito todavía.
Javier A.- Bueno, Marisa, primero, gracias por este ratito y por esta entrevista.
Sí, creo que es un premio tan limpio y tan pulcro. Yo no sabía ni que estaba entre los finalistas. Luego me explicaron que la comisión lectora va seleccionando novelas. Igual selecciona veinticinco, treinta o treinta y cinco novelas en un año y van haciendo cribas hasta que quedan tres finalistas. Para mí fue una sorpresa verme entre esos finalistas, junto a Santiago Díaz Morlán, con Lloverá tierra seca, que es un novelón, o con Luis Zueco y El tablero de la reina. Con esos compañeros pensé que hasta ahí podía llegar pero fue una alegría que la novela ganara el premio. Porque no es un premio que gane yo, sino la novela. Y el poder disfrutar de esos días en Úbeda, conocer al comité organizador, a los compañeros, las cenas y las comidas,... Me lo pasé bomba.
M.G.- Es que se pasa bomba.
J.A.- Sí, me lo pasé bomba.
M.G.- Javier, yo tengo un prejuicio del que no me puedo desprender. Me cuesta trabajo conectar a un autor con formación académica en ciencias con su faceta como escritor. Es un prejuicio absurdo, pero es como si algo no me cuadrara. Me gustaría saber de dónde te viene la pasión por la escritura, teniendo una formación en ciencias.
J.A.- Soy economista y he escrito un pequeño libro que trata sobre el proceso de escritura. Los primeros recuerdos que tengo de mi vida son de aquellos viernes, cuando mi abuelo pasaba por casa a mediodía. Él venía de trabajar y me recogía. Juntos nos íbamos a su casa, donde mi abuela estaba preparando una fuente de macarrones que comíamos los tres. Después, ellos se acostaban a dormir la siesta y yo me queda en el comedor viendo la tele. Luego se levantaban a las cinco y media en punto, ya vestidos, y nos íbamos a los cines ABC Park de Valencia, que todavía existen. Mi abuelo sacaba tres entradas para la próxima película que iban a proyectar. Entonces esos cines tenían cuatro salas y proyectaban cuatro películas, pero no todas empezaban a la misma hora. En esos cines vi El resplandor, Tiburón, una reposición de Mary Poppins, Evasión o Victoria, o Mad Max 2, sin saber ni que había una número 1. La mayoría de esas películas no las entendía o no eran apropiadas para un niño, pero sí recuerdo agarrarme a los apoyabrazos de la butaca y pensar que aquello me gustaba, ver a gente que se estaba jugando la vida por un objetivo, por una aventura y tal. Eso es lo que me gusta.
Todos tenemos formación en contar historias y para ayudarte a eliminar ese prejuicio que tienes te diré que, aunque soy economista y me dedico a preparar a emprendedores, mi trabajo es hablar con personas brillantísimas en medicina, en informática, en ingeniería, que tienen una idea, que la quieren transformar en un negocio, pero no saben aterrizarla, no saben convertirla en una empresa. Yo les ayudo a modelar su negocio y trabajo con ellos la oratoria. En realidad, lo que hacemos es generar un storytelling, ayudarles a contar qué es lo que su negocio puede hacer por los demás.
M.G.- Entendido. Pues, vamos a centrarnos en la novela, en El rey de bronce. En esta novela el lector se va a encontrar con una trama que gira alrededor del mundo de las falsificaciones, algo que me parece apasionante. Imagina que yo soy futura lectora, ¿qué me dirías para convencerme y para darle una oportunidad a este libro?
J.A.- Pues, imagínate que Spotify no existe pero lo inventamos tú y yo. Le diríamos a la gente que Spotify es el Netflix de la música. Así todo el mundo lo entendería, ¿no? Pues esta novela es el Ocean's Eleven del mundo del arte. Es decir, es una trama de engaños, de robos, de timos,... centrada en el mundo de las falsificaciones del arte. A mí me cuentan eso y me vale.
M.G.- Hombre, la idea es atractiva. Pero, recuerdo que con La última mirada de Goya nos contaste una anécdota familiar que fue como el chispazo para la construcción de aquella novela. En esta ocasión, ¿cuál ha sido esa chispa?
J.A.- Mira, me he dado cuenta de que quiero escribir lo que me gustaría leer. Hoy día echo en falta más literatura clásica, de aventuras. He crecido con Verne, con Dumas, con Conrad o con Jack London y ahora siento que no encuentro ese tipo de literatura. A mí me gustaría ocupar ese hueco. Por eso, todas mis novelas han sido, de momento, y van a seguir siendo, aventuras con arte. Sé que suena un poco raro pero es factible.
Ya he contado lo que pudo pasar con la cabeza de Goya, lo que pasó con los cuadros del Prado cuando llegaron a Valencia y ahora, en este caso, me he encontrado con la historia de Han van Meegeren. La cuento en el prólogo de la novela. Este hombre pintaba falsos originales de Vermeer. Es decir, pintaba cuadros inéditos de Vermeer de tal calidad, que los compraban altos cargos del partido nazi. Tenían una calidad tremenda. Y lo podía hacer porque, en 1945, lo más sofisticado para autentificar o datar una obra era pasarle un paño con alcohol y si se corría la pintura era falso, y si no se corría, pues era bueno. ¿Han van Meegeren podría haber hecho hoy lo que hizo en 1945? ¿Lo podría haber hecho con espectrogramas, tomografías computerizadas, rayos X, rayos láser y tal? Probablemente, no. O probablemente hubiera sido mucho más difícil. Pues todo esto es El rey de bronce. ¿Podríamos generar una obra de arte, colarla en un museo, hacer que pasara por otra época y además que una entidad lo autentificara?
M.G.- Esa es la idea primaria de la que parte la trama de la novela pero, fíjate, has mencionado a Los guardianes del Prado, a La última mirada de Goya y anterior a esas publicaste Las tres vidas del pintor de la luz. ¿Tú estás seguro que tu destino era estudiar economía y no historia del arte? Llama mucho la atención que te centres tanto en el arte. ¿Qué tiene el arte que te apetece tanto?
J.A.- No soy ningún experto en arte pero sí soy capaz de ir a un museo, apreciar una obra en concreto, e identificar las emociones que me despiertan. Y hay algo que siempre me ha parecido muy mágico y que lo sentí por primera vez en un cine, y es estar rodeado de gente que no conoces de nada pero entre los que se ha generado como una comunión. Todos estamos viendo algo y sin estar de acuerdo se genera como una mente colectiva. Por ejemplo, un grupo de personas están ante el cuadro de los fusilamientos del 3 de mayo, o ante El jardín de las delicias, o ante Las meninas,... Estamos en silencio, observando, no somos expertos en arte pero sí sabemos identificar los sentimientos que nos produce. Es esa mente colectiva lo que me llama la atención del arte porque el arte nos pertenece a todos. No a un museo, no a una ciudad, sino al patrimonio de la humanidad. El arte es la memoria colectiva de un pueblo. Y eso se ha visto en los conflictos armados más recientes, cómo el arte es la primera línea de flotación a la que hay que golpear. Si eliminas el arte, eliminas el pasado.
[Para escuchar nuestra conversación, dale a clic vídeo]
M.G.- Estamos hablando de falsificaciones en el mundo del arte y como objeto central en la trama de la novela, te fijas en un busto de Alejandro Magno. Un busto que no existe, o sí, quién sabe. ¿Por qué esa pieza en concreto? ¿Por qué un busto? ¿Por qué la figura de Alejandro Magno?
J.A.- Han van Meegeren pintó sus falsos inéditos de Vermeer y en aquellos tiempos pasaron por buenos porque no existía la tecnología que existe hoy. Yo me planteo si eso se podría hacer hoy día y no con un cuadro de hace 400 años sino que, para darle una vuelta de tuerca, con una objeto de hace 2.400 años.
La autentificación de obras de arte se basa en dos pilares. Por un lado, la datación de los materiales y, por otro lado, el análisis visual de expertos para ver si coincide con el estilo del autor. La datación a día de hoy es casi matemática. Es decir, hoy en día se pueden analizar lienzos, bastidores, las tachas que sujetan el lienzo a los bastidores y, por supuesto, en una pintura, los pigmentos. Luego vienen los expertos visuales y nos dicen si coincide la pincelada o la temática con otros cuadros del pintor pero, ¿qué tiene el bronce? Con el bronce no se puede utilizar el carbono-14. Existe una base de datos mundial de análisis de bronce y si nosotros raspamos unas micras a una pieza de bronce, la llevamos a esa base de datos, nos va a decir de cuándo es esa pieza porque analizan la aleación. El bronce inicialmente está compuesto por un 80% de bronce y un 20% de estaño pero estos porcentajes han ido cambiando con el paso del tiempo. Además, con el bronce no hay un concepto de autoría como sí lo hay con la pintura. Lo que importa es el objeto en sí. Si resulta que la pieza retrata a Alejandro Magno, si además es la única estatua de bronce que existe de él, que aparece en un sitio muy lejano pero un lugar en el que Alejandro Magno hizo campaña, pues entonces la pieza empieza a resultar interesante.
Lo que plantea la novela es que la pieza, aunque teóricamente sea interesante, no existe, sino que hay que fabricarla.
M.G.- Te he leído decir en redes sociales que esta es tu novela más compleja. ¿Dónde ha radicado la complejidad? ¿En la trama? ¿En los personajes? ¿La documentación, quizá?
J.A.- En varias cosas. La primera es que el protagonista tiene que ser más inteligente que yo. Las grandes historias de robos tienen tres tropos, tres elementos, que hacen que nos enganchemos a ellas. Por ejemplo, veo Ocean's Eleven, El secreto de Thomas Crown, The Italian Job o El golpe y me pregunto ¿cómo es posible que esté empatizando con alguien que esté haciendo algo ilegal? ¿Cómo haces para que los lectores se pongan de lado del malo, entre comillas? Pues, en primer lugar, porque esos personajes que están haciendo algo ilegal tienen unos motivos que va mucho más allá de lo económico. Que se quieren hacer ricos, vale, es entendible, pero tiene que haber un motivo más emocional, más profundo para llevar a cabo su acción. Lo segundo es que hacen algo ilegal contra alguien o contra una institución más poderosa y moralmente reprobable. Por ejemplo, en La casa de papel imprimían sus propios billetes en la Fábrica de moneda y timbre. El enemigo era el Estado. Y por último, el protagonista actúa desde la inteligencia y no desde la violencia. Coger un fusil de asalto y entrar en un banco, como poder, lo podemos hacer todos, pero generar un plan para generar un engaño, eso no está al alcance de todo el mundo. Así que el reto ha sido crear un personaje más inteligente que yo.
Por otro lado, he tenido que investigar sobre el bronce. ¿Cómo podría conseguir bronce de hace 2.400 años? ¿O cómo se hacían las esculturas de bronce en Grecia? ¿Qué método se utilizaba? Pues se utilizaba un método que se llamaba la cera perdida. Se usaban unos moldes de cera de abeja y porcelana líquida. He tenido que investigar mucho sobre todo esto.
Ahora bien, es la más compleja porque he querido contar una historia en un género que a mí me apasiona. Narrar un golpe, donde nada es lo que parece, donde todo puede cambiar, teniendo en cuenta que es un género del que los lectores ya saben mucho. He tenido que añadir ciertos componentes para hacerla diferente, que no perdiera tensión, que no perdiera pulsión narrativa, ni interés. Al menos, lo he intentado.
M.G.- ¿Se podría decir que la documentación y el trabajo previo ha sido más duro que la propia escritura de la novela?
J.A.- Sí, pero eso me pasa casi en cualquier novela. Con La última mirada de Goya investigué sobre cómo vestían, cómo eran los peinados, el mobiliario, cómo funcionaba Correos,... También tuve que documentarme sobre cómo era Burdeos en 1828, y cómo se llamaban las calles.
M.G.- Para cualquier pequeño detalle hay que investigar mucho.
J.A.- Sí. Y con El rey de bronce ocurre lo mismo. El mundo del arte requiere que te documentes bien.
M.G.- Pues el protagonista de esta novela se llama Luca Santamarta. Desde la primera página ya me pareció un tipo interesante. Es un joven que se guarda algo, que tiene algo escondido en la manga. ¿Qué nos puedes contar de él?
J.A.- Luca Santamarta es un joven de treinta y cinco años. Es valenciano y ha conseguido levantar una empresa tecnológica que decide vender. La vende por diez millones de euros. Pero, lejos de retirarse, decide que ha llegado el momento de poner en marcha el plan que lleva dando forma desde hace veinte años. Él pretende colocar una estatua griega de bronce, del siglo IV a.C., que representa a Alejandro Magno, en el tercer mayor museo de Estados Unidos. Dicho así, suena difícil. Normalmente, este tipo de planes los llevan a cabo personas muy calculadoras, con una mente muy privilegiada y ese tipo de gente genera una cierta falta de empatía. Por lo tanto, hay que construir a un personaje que sea verosímil, capaz de llevar a cabo este plan.
Luca Santamarta, desde el primer capítulo, da una imagen de hombre altivo, arrogante, rayando en la chulería hasta que, en un momento dado, hace un salva al gato. Es decir, a lo mejor no nos gusta lo que está haciendo en la primera escena pero como haga algo que lo salve un poquitín, ya nos aliamos con él.
M.G.- Así es, pero habrá más personajes porque el plan que Luca tiene en mente requiere de un equipo. Me gustaría que destacaras un único personaje de ese equipo. ¿Quién sería?
J.A.- La creación del equipo es otro de los tropos de este género, el cómo reúnes a los miembros de la banda, cada uno con una característica especial o una habilidad especial, necesaria para el plan. Es algo que hemos visto miles de veces. Pero lo que no hemos visto ha sido que, para un golpe como este, se reclute a una señora de setenta años.
M.G.- No es lo habitual.
J.A.- Esa señora es la tía de Luca y le quedan cuatro meses de vida porque padece una enfermedad terminal. Con su edad, con su experiencia, con su situación personal, Pietra, que así se llama este personaje, se puede permitir ser la conciencia de Luca, ser esa voz interior que le dice: No te pares ahora. Arriesga más. Si hemos llegado hasta aquí, no puedes pararte. Cuando Luca la va a reclutar, lo primero que pregunta es si hay dinero que ganar. Él le responde que sí pero que puede ser peligroso. A eso Pietra le responde a su sobrino que se asegure que este sea un buen último baile.
M.G.- Javier, te has tenido que documentar sobre el arte y las falsificaciones. ¿Cuántos rincones oscuros puede tener el mundo del arte? Ese mundo que los que no conocemos, vemos como un tanto exótico. ¿Cuántos rincones oscuros puede tener?
J.A.- Exótico y casi romántico. Te imaginas a un falsificador, un señor de cierta edad, falsificando un Van Gogh que luego va a vender por cincuenta millones de euros. Bueno, el mercado negro del arte no se compone sólo de falsificaciones sino también de venta de materiales para hacer esas falsificaciones. Se venden lienzo de siglos anteriores y pigmentos específicos.
M.G.- O bronce hace 2.500 años.
J.A.- Claro. El mercado negro del arte se estima que es el quinto mayor mercado negro a nivel mundial. Tendríamos armas, drogas, personas, delitos cibernéticos y arte, como mercado negro. Pero el mercado negro del arte tiene una particularidad que los otros cuatro no tienen. Y es que en ese lado oscuro, en esa maldad que tiene cualquier mercado negro, en el arte, los que generan esa maldad, aman el arte, entienden de arte. Eso es lo paradójico. Son sensibles al arte. Y desde ese conocimiento, desde esa sensibilidad, es cuando pueden operar de manera ilegal, cuando saben que pueden colar, cuando saben que puede ser verosímil.
Imagínate, por ejemplo, que estamos en el primer día de apertura del Prado. ¿De dónde salieron los cuadros que se expusieron ese primer día? Bueno, normalmente de colecciones privadas que van pasando de generación en generación, familias que van acumulando obras de arte, de los pintores de cámara, de los regalos de unos monarcas a otras naciones,... ¿Y cuál es la trazabilidad de esos cuadros? Imagínate que tú y yo somos los duques de Monfortal, y en 1875 vamos al Prado y decimos que queremos donar al museo un Tintoretto que lleva en nuestra familia desde hace generaciones. Pero ese cuadro, ¿de dónde ha salido? ¿Cómo ha llegado a esta familia?
El que fue director del Metropolitan Museum de Nueva York en los años 90 escribió sus memorias y en ellas decía que él estimaba que el 40% de las obras de arte que hay en los museos son falsas. A mí me parece mucho pero estoy seguro de que hay muchas falsificaciones en los museos. Los museos de Europa están llenos de cosas porque Europa es la cuna de la civilización pero, ¿y Estados Unidos? Su Declaración de Independencia es de 1776. Ellos querían tener museos y llenarlos de cosas. Tenían que comprar objetos para exponerlos en sus museos. ¿De dónde salieron esos objetos?
Stefan Lehmann es un estudioso del mundo del arte. Hizo un estudio a principios de los 2000 y a él le extrañó mucho la cantidad de piezas de bronce, de bustos, que aparecieron en los museos de Estados Unidos en los últimos diez años. Las examinó y las comparó con las que se exponen en los museos de Europa. Comprobó que estaban muy bien hechas aunque había diferencias en la pátina, en el redondeado de algunas formas,... Una pieza de hace 2.400 años no puede tener aristas. Lehmann intentó averiguar de dónde procedían e hizo el camino a la inversa. Buscó dónde y cuándo se habían celebrado subastas de objetos de bronce de la antigüedad. ¿A dónde habían viajado los objetos subastados? Daba la casualidad que muchos de ellos confluían en España. Y dos años después, los museos de Estados Unidos aparecían llenos de piezas de bronce.
M.G.- ¡Qué curioso!
Antes has mencionado a Han van Meegeren, ese falsificador holandés pero, ¿quiénes han sido los grandes falsificadores del mundo?
J.A.- Han van es unos de ellos. Él tenía un talento que poca gente tenía. Y luego, esas grandes falsificaciones ya no se hacen porque hoy se pillan. Pero falsificaciones menores de arte se hacen todos los días. Te puedo poner un ejemplo. Imagina que no nos conocemos mucho pero hemos quedado a comer. Llego un poco tarde y me ves con mala cara. Me preguntas qué pasa y te cuento que mi abuelo, que se murió hace seis meses, dejó en su piso unos bocetos preparatorios de Sorolla y que mi madre y mis hermanos se están peleando para ver qué se hace con eso. No sabemos quién se los va a quedar porque el que se los quede tiene que tasarlos. Al final, me he enfadado y vamos a terminar rompiendo la familia por cuatro bocetos preparatorios de Sorolla. Igual tú no muestras interés pero otra persona a la que le cuente esto mismo puede que sí, y llega alguien y me pregunta que cuánto valen esos bocetos y le respondo que por dos mil euros nos lo queremos quitar de encima, dos mil euros por unos bocetos hechos ayer. Y esa persona me los compra.
M.G.- Y cree que ha conseguido una ganga por dos mil euros.
J.A.- Sí. Pues esto ocurre todos los días.
M.G.- Ya. Javier, has mencionado títulos de películas. La novela bebe de grandes éxitos cinematográficos, como Ocean's Eleven. Y es verdad que, al principio, cuando empiezas a leer y cuentas la historia de Han van Meegeren en el prólogo, con esas minas de sal en Austria y el expolio nazi, es inevitable que se te venga a la cabeza otra película como The Monuments men.
J.A.- La historia de los Monuments men es real. Los Monuments men son los encargados de devolver a sus legítimos propietarios las obras de arte encontradas en Altaussee, las seis mil obras de arte, entre ellas uno de los Vermeer de Han van Meegeren. Los Monuments men tienen un papel muy importante en aquella historia.
A mí me gusta mucho el cine. Cuando estoy creando la historia en mi cabeza y hago mi escaleta, con lo que tiene que ocurrir en cada capítulo, me ayuda mucho verlo de manera cinematográfica porque esto me ayuda también a traspasarlo luego a las páginas.
Me ayuda mucho saber cada capítulo, dónde se encuentra, cómo empieza, qué personajes van a participar. Me ayuda muchísimo.
En cada historia, en cada género, hay momentos que van a venir a la cabeza. En una película de indios y vaqueros va a haber un duelo final. Ya sabemos que eso va a ocurrir porque forma parte del cliché del género, ¿no? Me resulta importante saber a qué genero se quiere parecer cada historia porque cada género tiene sus momentos importantes y cuáles son esos momentos que yo, como lector o como espectador, estoy esperando. Así que, sí, el cine es muy importante para mí.
M.G.- Hablemos del tiempo y del lugar ahora. Por un lado, vamos a encontrar dos hilos temporales, separados por veinte años. Una parte de la trama transcurre en 2002 y otra en 2022. Por lo que comentabas antes, que para entender el presente hay que conocer el pasado. Tenemos que conocer por qué Luca Santamarta se está comportando así en 2022 y para ello trasladas al lector al año 2002.
J.A.- Sí, con la particularidad de que en el 2002, Luca tiene quince años. Mientras que en el año 2022, tendrá treinta y cinco. En el pasado, el protagonista era un niño. En la trama del pasado conoceremos los motivos por los que se está comportando así en el presente. Las dos líneas se van a ir entrelazando.
M.G.- ¿Y Valencia? ¿Qué va a ver el lector de tu ciudad?
J.A.- Mira, he de reconocer que en esta novela, poco. En Los guardianes del Prado sí tenía protagonismo porque fue la ciudad a la que se trasladaron las obras pero aquí es únicamente una ubicación. El equipo va a tener su cuartel general en Valencia pero luego la acción se va a desarrollar en varias ciudades de todo el mundo. El hecho de que aparezca Valencia se debe, con todos los respetos y con todos los permisos de los lectores, al capricho de hacer homenaje a mi ciudad. Pero, en realidad, daría lo mismo que se ambientara en Valencia, en Sevilla, Madrid o Barcelona.
M.G.- Y empiezas a leer y, de vez en cuando, te vas encontrando con fragmentos en cursiva, que a mí me provocan mucha curiosidad. No sé si puedes decir algo o sería desvelar demasiado.
J.A.- Sería desvelar demasiado. Son fragmentos en cursiva, al inicio de determinados capítulos, que nos van a dar una pista de lo que va a ocurrir en ese capítulo concreto y, poco a poco, iremos descubriendo de dónde salen esos fragmentos en cursiva.
Mira, Marisa, hay una satisfacción muy grande que nos podemos dar las personas que escribimos y es el hecho de innovar en cada novela, con el narrador, con los tiempos verbales, o incluyendo esos textos en cursiva. A lo mejor no tiene mayor importancia para los lectores pero para la persona que escribe, añadir ese recurso técnico, da satisfacción. Los lectores descubrirán qué significan esas letras en cursiva con la lectura.
M.G.- La novela está dedicada a los que viven aventuras a través de los libros, a los que les hubiera gustado vivir esas aventuras de forma real. A ti, ¿qué aventuras o qué época te hubiera gustado vivir?
J.A.- Es decir, la novela me la he dedicado a mí mismo, primero [ríe]. Escribo aventuras que a mí me hubiera gustado vivir. Me hubiera encantado ir a caballo con una espada pero vivo en el siglo XXI y estoy sufriendo las subidas del precio de la gasolina y pago electrodomésticos a plazos.
M.G.- Y en vez de espadas tenemos móviles.
J.A.- Eso es. Me hubiera gustado tener una vida más interesante que la que tengo. Me hubiera gustado vivir aventuras, ser Andrea Boscoscuro, uno de los protagonistas de La última mirada de Goya, ser un tipo elegante, un sicario internacional del siglo XIX. O me hubiera gustado ser el capitán Jack Aubrey en las novelas de Patrick O'Brian, Russell Crowe en Master and Commanders. También me hubiera encantado ser Luca Santamarta y planificar un golpe en la actualidad para tratar de hackear todo un sistema como es el mundo del arte.
M.G.- Pero hubieras tenido que renunciar a ser escritor.
J.A.- Hubiera tenido que renunciar a ser escritor, sí. No se puede ser todo, es verdad.
M.G.- Lamentablemente, no. Bueno te lanzo las dos últimas preguntas en una sola. Sueles decir que no escribes para los demás, sino que escribes para uno mismo y que uno de tus sueños es que alguna de tus novelas sea llevada al cine.
J.A.- Me encantaría, por ese amor que yo le tengo al cine. Yo tengo amor al cine en el cine. No a las películas en la tele. Las veo, sí, pero lo que realmente me enamora es ese momento mágico en la sala, cuando se apaga todo, se enciende la pantalla, y comienzan los tráilers. Eso es algo absolutamente mágico. Que se apague la luz de una sala, y que comience en pantalla una historia basada en un libro mío, pues no se me ocurre nada mejor en mi carrera literaria. También sé que no es algo que esté en mi mano y que, por muchos movimientos que yo haga, o muchas patadas que dé, no puedo hacer nada. Si tiene que ser, será. Así que no escribo para que mis libros sean películas. Yo escribo para emocionar a las personas lectoras, para que pasen un buen rato de lectura, pero la única manera que se me ocurre es que me emocione a mí primero. Si paso un buen rato cuando releo el capítulo, a lo mejor emociono a alguien más. Si quiero que se haga película y quiero que emocione a otras personas, al final, todo empieza por mí.
M.G.- Y si te aburre la historia que estás escribiendo, terminará por aburrir a los lectores.
J.A.- Totalmente.
M.G.- Javier, no tengo más preguntas que hacerte. Muchas gracias por este ratito de charla.
J.A.- Gracias a ti, por la voz que me has dado, a mí y a la novela, y por tu labor divulgadora de la cultura y de los libros.
M.G.- Es un placer.
J.A.- Gracias.
Sinopsis: Algunos desafíos solo están al alcance de una mente privilegiada.
Luca Santamarta, un joven emprendedor tecnológico, conseguirá traspasar su empresa por diez millones de euros para poner en marcha el plan que lleva años urdiendo: vender un legendario busto de bronce de Alejandro Magno, datado en el siglo IV a.C., al tercer mayor museo de Estados Unidos.
El mayor problema es que ese busto ni siquiera existe. Y para conseguir tal artificio, tendrá que reunir a un equipo con múltiples habilidades que deberá ejecutar un complejo entramado alrededor del mundo que incluirá fabricar esa pieza de bronce, conseguir que supere los más sofisticados sistemas de autenticidad y venderla por una desorbitada cantidad al American Museum of Classical Arts de Chicago.
Sin embargo, la sospecha de la existencia de ese mítico busto lo convertirá en objeto de deseo de poderosos coleccionistas, sicarios internacionales e incluso la policía de varios países de Europa. Pero ¿por qué Luca Santamarta ha decidido arriesgar todo su dinero, su vida y la de las personas que más quiere para crear un engaño único en la historia del arte?
Un plan perfecto. Una obra de arte que no existe.
Una aventura trepidante donde nada resultará ser lo que parece.