María José Navia es magíster en Humanidades y Pensamiento Social por la universidad de Nueva York y doctora en Literatura y Estudios Culturales por la universidad de Georgetown. Actualmente se desempeña como profesora en la Facultad de Letras de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Es autora de las novelas SANT (2010) y Kintsugi (2018; 2020) y de las colecciones de cuentos Instrucciones para ser feliz (2015) Lugar (2017; Finalista del Premio Municipal de Literatura) y Una música futura (2020; ganadora del concurso Mejores Obras Literarias que entrega el Ministerio de las Culturas, las Artes y el Patrimonio de Chile y finalista del Premio Municipal de Literatura). También ha publicado una novela infantil: El mapa secreto de las cosas (2020; Premio Medalla Colibrí IBBY Chile 2021 a la Mejor Ficción Infantil).
Algunos de sus relatos han sido traducidos al inglés, al francés y al ruso y han formado parte de antologías en Chile, España, México, Bolivia, Rusia y Estados Unidos. En 2022 fue seleccionada como una de las cinco finalistas del Premio Internacional Ribera del Duero por su libro de cuentos inédito Todo lo que aprendimos de las películas.
Sinopsis
«Padres y madres y parejas y amigas y ecografías, habitaciones peligrosas, visiones alteradas y la inminente posibilidad del fin de todas las cosas son proyectadas en la pantalla de Todo lo que aprendimos de las películas por la linterna mágica de María José Navia. Diez tramas que acaban conformando un mismo largometraje mental y que se leen/ven no como cuentos de hadas pero sí como cuentos de embrujadas a la espera de la llegada de ese gran tornado que las lleve muy lejos o que las devuelva a ese sitio que jamás quisieron abandonar. En el más technicolor black & white, Navia enseña todo lo mucho y muy bueno que sus lectores tienen para aprender de ella leyéndola –desde los créditos de apertura hasta el The End, por favor, shhh, sin hacer ruido– en el más elocuente y conmovido y agradecido de los silencios por toda su luminosa oscuridad», Rodrigo Fresán.
[Información tomada directamente del ejemplar]
El pasado mes de febrero tuve la oportunidad de conocer a María José Navia. Profesora en la Facultad de Letras de la Pontificia Universidad Católica de Chile, país en el que nació, Navia es autora de novelas, tanto para adultos como para niños, aunque lo que más ha cultivado son los cuentos. Y precisamente, un volumen de relatos es lo que nos lleva a esta reseña. Porque María José Navia quedó recientemente como finalista del Premio Ribera del Duero con el título Todo lo que aprendimos de las películas, publicado por la editorial Páginas de Espuma. Con motivo de dicha publicación, la autora cruzó el charco para hacer promoción en España. Una de sus paradas fue Sevilla, ciudad que visitaba por primera vez, y aquí nos encontramos para hablar de este libro (puedes leer la entrevista aquí).
Un total de diez cuentos componen este volumen que, atención a la advertencia, es preferible leer en orden. Los lectores de antologías de cuentos, relatos, o de poemarios solemos ser bastante anárquicos y emprendemos la lectura de estos libros de manera desordenada. Eso es lo que hice con Todo lo que aprendimos de las películas y cometí un error. Por una entrevista, supe que la autora recomienda leer estos cuentos en orden porque ella los concibió así dispuestos, con la intención de provocar ciertos efectos en el lector. Pero cuando tuve conocimiento de tal sugerencia, ya era tarde para mí, porque había leído prácticamente el volumen completo como Dios me dio a entender. Ahora siento que no he extraído todo el jugo a esta lectura.
En cualquier caso, lo que sí he hecho es abordar mis notas acorde a la recomendación de Navia. Es decir, empezando a revisar mis apuntes con Mal de ojo, que es el cuento que abre el volumen (yo lo leí en penúltimo lugar) y, a partir de ahí, en adelante. Os cuento un poquito sobre algunos de ellos.
* Mal de ojo. Daniela acude con cierta regularidad a la consulta del oftalmólogo pues su diabetes genética le está afectando a la visión. Allí suele coincidir con un padre y un hijo, con los que entabla cierta amistad. El cuento explora lo que supone para Daniela esos encuentros, qué espera de ellos: ¿amistad? ¿Algo más? Averígualo con su lectura.
*Dependencias. Una pareja busca una casa en la que formar una familia y tener un hijo. Después de mucho buscar, consiguen encontrar el lugar perfecto, el idóneo, ese espacio en el que poder cumplir un sueño.
«Habíamos esperado mucho para tenerla. A ella, a la casa. Meses rondándola, revisando posibilidades de pago, pensando que, en cualquier momento, alguien iba a comprarla antes que nosotros. Era perfecta. Un lugar lleno de luz, con un patio muy verde (tantos árboles, había dicho una de las sobrinas), en un barrio lindo y tranquilo». [pág. 53]
Pero el hijo no termina de llegar. Al principio no pierden la ilusión pero el tiempo pasa, y esa casa que tanto habían buscado ya no será tan luminosa ni tan perfecta para los propósitos de la pareja. ¿Qué ocurre cuando los sueños se frustran?
* Fan. Constance Bergman es una afamada escritora que acaba de fallecer. La hija recibe en el domicilio, a un admirador de la madre, con el que conversa. Pero se producen dos diálogos a la vez. Por un lado, el que la hija mantiene con el admirador. Por otro, el que ella mantiene consigo misma, mientras escucha los halagos del fan hacia su madre. El cuento nos permitirá también conocer a Constance desde dos ángulos, desde el de escritora y desde el de madre. Los pensamientos de la hija nos irán descubriendo qué relación mantenían.
* Gretel. Ese es el nombre de este cuento pero también el nombre que recibe la IA del mismo. El relato narra la historia de dos niñas que viven en una casa (atención a esta casa) y están únicamente bajo el cuidado de una suerte de Alexia, que decide en todo momento lo que las niñas tienen que hacer (despertar, comer, jugar, dormir). ¿Por qué están las niñas solas en esa casa? Esto no te lo desvelo pero te va recordar a cierta etapa de tu vida reciente, créeme.
«Gretel tiene ojos en todos lados. Controla la temperatura de la casa, el volumen de la música. Deja que los teléfonos pasen a buzón de voz si la llamada llega muy tarde. Le avisa a mamá si falta comida en el refrigerador o productos de limpieza. Cada cierto tiempo nos pregunta cómo estamos. Nos apaga la tele si llevamos mucho rato, monitorea nuestras tareas y horas de clase». [pág. 121-122]
El cine tendrá gran importancia en este cuento.
Estas son pequeñas pinceladas que te pueden dar una idea de lo que encontrar en este volumen de cuentos. Entre los temas que aborda María José Navia, destaca principalmente todo lo relacionado con las relaciones personales, -la relación entre padres e hijos, la relación de pareja, la relación con los espacios-, la maternidad, el culto al cuerpo, ... Pero Navia ha puesto especial interés en los límites, en las fronteras, en lo que no es pero puede que esté a punto de ser, en el «casi» que lo llama ella. Me decía en la entrevista: «Me interesan mucho las relaciones del casi padre, la casi madre, los casi amigos o la casi pareja. Todos estos vínculos que pueden ser efímeros, transitorios, son también importantes». Por eso vamos a ver a madres que quieren serlo y no lo son, a mujeres que casi son madres pero no han parido a la niña que cuidan, y a personas que casi son amigas,
Obviamente, y con un título como el del volumen, las referencias cinematográficas no pueden faltar. Desde Kill Bill a Big Eyes, pasando por El Mago de Oz, que será casi un mantra en estos relatos.
Debo admitir que algún cuento me ha parecido especialmente triste. Daniela, la narradora de Mal de ojo me resulta una mujer solitaria, temerosa de quedarse ciega, que busca aferrarse a algo para cubrir vacíos. Otros, en cambio, tienen una atmósfera algo tétrica, cuya lectura me ha producido cierta incomodidad, como ocurre con Sirenas o Sacar la lengua.
Pero lo más notable de este volumen de cuentos es lo común que hay entre unos y otros. De ahí la importancia de leerlos en orden. El lector se irá dando cuenta que aquella casa que parecía maldita en Dependencias será la misma casa que habiten otros personajes en otros relatos, pero los espacios varían en función de aquellos que los ocupen. Y luego, será curioso advertir cómo algunos personajes aparecerán en más de un cuento, como protagonistas, como secundarios, o in absentia. Un nombre sobrevolará buena parte de estas piezas breves, el de Constance Bergman (¿lo de Constance será por algo?) y entre líneas también veremos a la hija de esta escritora, en diferentes momentos de su vida. Navia plantea un juego que despierta la curiosidad de lector, a la par que lo divierte.
La mayoría de estos cuentos están escritos en primera persona, a través de una voz de mujer, pues predomina el protagonismo femenino. No obstante, en alguna ocasión se cuela la tercera o bien, esta desaparece para ceder el testigo a uno de los personajes que se expresa momentáneamente de viva voz. Juegos, y más juegos que nos ofrece la autora.
Con una longitud variable (algunas piezas se convierten en nouvelle), estos cuentos no se pueden entender como fragmentos individuales sino que conforman un todo, constituyen una unidad, de ahí que no se pueda hablar de un volumen con cuentos sino un volumen de cuentos, como aclaró la autora en la entrevista.
Como siempre, y a pesar de haberlos leído de la manera incorrecta, he disfrutado de un género que cada vez me depara más sorpresas. Así que, si te gustan los cuentos, que son cuentos pero a la vez funcionan como una historia compacta, no te puedes perder Todo lo que aprendimos de las películas de María José Navia, aunque...
«En las películas aprendemos cosas que nunca usamos». [pág. 37]
Nunca había leído a Cruz Sánchez de Lara. En 2022, saltó al panorama literario con la novela titulada Cazar leones en Escocia, que publicó la editorial Planeta. En aquella obra, la abogada y vicepresidenta del periódico El Español, narraba la historia de tres mujeres, y nos hablaba del trance de las herencias, de las familias, del amor y de la felicidad.
Es, en este mes de marzo, cuando Sánchez de Lara publica su segunda novela, bajo el mismo sello, pero abordando una temática que supone una de las muchas lacras sociales a exterminar en nuestros tiempos. La autora asegura que lo ha pasado realmente mal, enfrentándose la escritura de esta novela, en la que ha volcado todas esas historias de mujeres maltratadas que ha estado escuchando durante veinticinco años de profesión.
A su paso por Sevilla, hemos hablado de Maldito Hamor. Sí, amor con H. Os dejo con nuestra conversación.
M.G.- Cruz, un placer tenerte en Sevilla y conocerte.
C.S.- Muchas gracias.
M.G.- Es la primera vez que te leo. He empezado a leer esta novela, Maldito Hamor, y amor con H. Conozco tu trayectoria. Sé que estás muy comprometida socialmente. Imagino que tu vida laboral te deja poco tiempo. ¿Por qué empiezas a escribir?
C.S.- Pues mira, toda la vida he sido una escritora que no
publicaba. Escribir me ha hecho muy feliz toda la vida. De hecho, el
primer dinero que yo gané fue escribiendo en concursos literarios, cuando era
jovencita. Pero luego la vida nos pone en situaciones difíciles, hay que
ganarse la vida, hay que trabajar, y lo aparcas. Pero un día me llamó una editora,
mi editora ahora, y me dijo, tras leerme en el periódico, que pensaba que podía escribir ficción. Yo decía que qué iba ella a saber si me había leído solo un poco, y le respondí que me llamara al mes siguiente. Y al mes siguiente volvió a llamarme. Pensé que esa mujer se merecía por lo menos el respeto de ir a explicarle que tengo mucha exposición para jugármela.
Pero bueno, escribí mil palabras sobre el primer tema que se me ocurrió, y con esas mil palabras me fui a verla. Le dije que le había traído un texto sobre lo primero que me había venido a la cabeza para que ella lo leyera, pero le pedí que teníamos que hacer un pacto entre señoras. Quería que nos miráramos a los ojos y que me dijera sinceramente si valía o no, porque yo no tenía ni necesidad ni tampoco me apetecía hacer el ridículo. Ella me respondió que aquello no era una ONG, sino una empresa, y que solo me iba a publicar si la historia era buena. Y bueno, le dejé el texto. Aquella tarde no me llamó. Pensé que no me iba a llamar más pero, al día siguiente, recibo su llamada. Me pidió que le jurara que no había escrito nunca, y me comentó que el texto era buenísimo. Y fue así como escribí una primera novela [se refiere a Cazar leones en Escocia], que fue muy bien de público y de crítica.
Para mí es un orgullo. Con esto no espero ni hacerme rica ni famosa, que son las aspiraciones de la mayoría de la población en estos momentos. Para mí, esto es un plan de jubilación porque es lo que me hace más feliz. Me encantaría ser una viejecita que escribe. Si me preguntan qué quiero ser de mayor, respondería que escritora. Estoy trabajando todo lo que puedo. Me parece una buena forma de plantear mi vejez. Mientras la cabeza te aguante bien, tú, con tu ordenador, eres la creadora de un mundo que luego otros publican y otros leen. Y eso no tiene nada que ver ni con el cuerpo, ni con estar guapa, ni con la tiranía de ser siempre joven. Y el día que la cabeza no funcione, pues me dará todo igual porque no me enteraré.
M.G.- No, en ese momento seguramente no te importará nada.
C.S.- Por eso me parece que es una inversión muy
buena para mientras sea consciente de lo que me espera. Y la verdad es que hago todo porque me dejen seguir escribiendo.
M.G.- La anterior novela fue Cazar leones en Escocia. Enfrentarse al
público lector conlleva sus riesgos, porque hay gente que le puede gustar lo que uno escribe y
gente a la que no. ¿Aprendiste de las opiniones que no fueron tan positivas?
C.S.- Siempre aprendo, y además
escucho. Hablo mucho y rápido, y parece que lleno los silencios. Maldito Hamor es el fruto de años de escucha. He escuchado muchísimo, sobre todo porque he sido
abogada, y un abogado es alguien que te acompaña en un proceso vital. También
hay gente que vive la abogacía de otra forma y que lo que ve es la minuta,
pero muchos abogados, la mayoría de los abogados, vivimos de poder acompañar a
personas en procesos personales. He escuchado hablar mucho sobre amor,
sobre desamor y sobre amor con h, que es el peor de los amores, un amor
totalmente fake, porque eso no es amor.
Con la anterior novela, me dijeron que tenía que hacer una sinopsis, una lista de personajes. Como soy muy bien mandada, hice todo eso. Y con esta, llegué con la primera frase del libro («Aquel día en que te maté fue el comienzo de muchas cosas») y les pedí que me dejaran hacerlo sin sinopsis. Pero en la vida no se puede ir nunca de listilla, nunca. Ha salido un libro que yo tendría que haber escrito en
algún momento en mi vida, porque llevo documentándome muchos años. He conocido a muchas Cleas, a muchos Henrys, a muchas Amalias, a muchos personajes de los que representan un papel en esta novela. Pero también ha sido
una novela que ha representado mucho sufrimiento y mucha agonía a la hora de escribirla, en el sentido
etimológico del sufrimiento, porque es muy difícil desde el
punto de vista de las emociones. De hecho, he intentado abandonarla en dos ocasiones pero las personas más cercanas a mí no me han dejado. He sufrido mucho y creo que he contado muchas cosas que he aprendido sobre la naturaleza humana. Con la primera novela sentí que escribir era una maravilla. No entendía por qué había escritores que sufrían. Pues he bebido de mi propia medicina. Lo he pasado fatal. Pero creo que esta novela puede ayudar a mucha gente, a gente que está sufriendo, a gente que no sabe ver el sufrimiento en los demás, a gente que no ha pensado nunca dónde están los límites. La primera novela fue buena para mí y luego resultó ser buena para los demás. Esta novela no es para mí. Esta novela es para los demás. Y se ha escrito sola, usándome como vehículo conductor.
M.G.- Estás contestando a todas las preguntas que te iba a hacer, pero tengo por aquí dos apuntes. Por aquello de que la realidad supera a la ficción, y teniendo en cuenta todas esas conversaciones con mujeres por tu trayectoria profesional, imagino que todo eso te ha servido de bagaje para construir la novela.
C.S.- Esta historia es la suma de la historia de muchas
mujeres. Es decir, lo que he intentado es explicar por qué nadie debería decir nunca: «A mí me daban la primera». Todos hemos oído eso o «a mí no me pasaría algo así». He intentado explicar por qué hay que ser comprensivas con quienes ceden a una realidad tan dramática y tan triste. Esta es una historia de manipulación, de sometimiento y de llevarte hasta tus propios límites. Todos deberíamos pensar cuáles son nuestros propios límites. ¿Hasta dónde seríamos capaces de llegar? ¿Mataríamos si viéramos que están violando a nuestros hijos? ¿Nos
comeríamos a alguien si no tuviéramos otra cosa de comer? ¿Robaríamos si no
tuviéramos para comer? ¿Dónde están nuestros límites? Si tú estás viviendo una
vida como un muerto en vida, en una relación de co-dependencia absoluta, en la
que lo estás asumiendo todo, y no eres capaz de librarte de una persona,
¿intentarías matarla para seguir viviendo tú?
He intentado contar con
patrones que he escuchado durante mucho
tiempo, cómo son las bofetadas que no se dan, cómo son los latigazos para los
que no hace falta el látigo, cómo es la destrucción de las personas sin que se
note, sin que deje heridas, o que deje heridas que se haga uno mismo. He intentado hablar del aguanta por tus hijos o del quédate, que no pasa nada. O tú juega porque esto es juego y siempre se puede salir. O pobrecito, si va a cambiar. Creo que esas escenas o esas conversaciones las hemos tenido
todas. Todas hemos pensado alguna vez que no nos pasaría nada porque somos fuertes, que contigo no va a poder porque puedes y estás segura de que vas a conseguir que todo vuelva a ser lo que era. Todas hemos dicho maldito amor en
alguna ocasión, aunque sea por estar amando. Amar implica una
generosidad que te hace olvidarte en ocasiones de ti y hasta cuando el amor es
sin h, hemos dicho maldito amor. Pero cuando el amor es con h, es un amor que puede llevarte a la muerte o a la muerte en vida, que en ocasiones
puede ser peor.
Estamos gritando y hablando mucho de política y de
igualdad, pero hay unos que están negando que existe un problema de desigualdad, y otros están hablando como si la vida fuera un eslogan permanente. Pero, justo en medio, hay muchas personas que sufren porque
tenemos problemas educacionales, problemas de roles en las relaciones, problemas de co-dependencia y de sumisión tremendos, porque todos tenemos la misma necesidad, que nos quieran. Y hacemos muchas cosas, a veces superando los límites, por el mero hecho de que nos quieran, quién hemos decidido que nos quiera. Porque, a lo mejor, tenemos otros muchos que quisieran querernos y no les dejamos. Esto es la complejidad humana. Pues, he intentado explicar todo eso y espero que le sirva a la gente, porque yo, pasármelo bien, no me lo he pasado.
[Si prefieres oír nuestra conversación, dale al play]
M.G.- De hecho, querías abandonar en el capítulo trece, precisamente por ese
malestar que sentías a la hora de escribir.
Y fíjate que has mencionado un montón de frases tipo y a mí hay una que me escuece especialmente. A veces, las mujeres maltratadas justifican a su maltratador. Me refiero a cuando el maltratador tiene problemas de alcoholemia y se suele decir: «Pobrecito, es que cuando bebe, no sabe lo que hace».
C.S.- El alcohol es un potenciador de nuestras
cualidades personales. Yo creo que todos nos hemos tomado una copita en la
vida. Bueno, habrá gente que no. Yo ahora ya, porque tengo más años y eso, no
bebo, pero cuando me tomo una copa, a mí me da por ser súper simpática y
bailar. El alcohol es un potenciador de tus cualidades, pero a mí nunca me ha dado
por pegar a nadie. Lo que pasa es que te desinhibe. Eso de «es que cuando bebe» es horrible pero también es horrible cuando se dice: «Es que cuando él es bueno, es buenísimo».
M.G.- Hay muchas frases de este tipo.
C.S.- Sí, hay muchas frases de esas que nos hacen justificar. Y realmente
es que no hay justificación para quién es malo contigo y te
está destrozando.
Mi madre que es de Málaga, siempre me dice: «Hija, pero, ¿qué necesidad tienes?» Pues ese qué necesidad tienes es el que le diríamos a cualquiera que esté pasando por esto. Lo que ocurre es que ellas tienen la
autoestima aniquilada. Hay que ponerse en la piel de alguien que
tenga la autoestima aniquilada y que, sin tener una gotita de combustible en el cargador,
aparece un señor que le dice que sin él no es nada. Y ella necesita vivir. Esta es una historia que no nos es ajena a ninguno, lamentablemente,
porque todos hemos tenido cerca alguna historia como esta, en mayor o menor medida. Ojalá que esta novela sirva a mucha gente, ahora que estamos con el 8M,de enfrentamientos y
estamos dejando sin voz a las víctimas que realmente necesitan que se hable de
igualdad y de salir del pozo. Ojalá haya alguien que se vea en el espejo o que
diga: «Yo también necesito ayuda». Ojalá esto sirva para algo.
M.G.- Ahora que has mencionado el 8M, ¿qué radiografía harías tú de la situación de la mujer? Es
verdad que hemos avanzado mucho. Probablemente nos quede mucho que avanzar. ¿En
qué situación estamos?
C.S.- Ahora mismo, una muy triste. Muy triste. Yo estoy muy triste. Lo que ha pasado este año me parece una cosa tan lamentable. Que haya habido tantísimas mujeres que nos han posibilitado que tú estés
hoy haciéndome la entrevista y yo contestándotela, que teniendo las niñas otras opciones distintas a las nuestras, y que estemos escuchando dos mensajes
contrapuestos,... Uno, que no existe la desigualdad, que eso nos lo hemos
inventado, llamándonos feminazis a las feministas. Y luego, por otra parte, están las que se han
olvidado de que somos mujeres y que nos queda mucho por avanzar, que andan gritando como si las demás no quisiéramos que las trans- tuvieran todos sus
derechos. Esto es un incendio en medio del que se han olvidado los derechos de las personas. Creo que lejos de haber un interés porque la
sociedad mejore, lo que hay es un interés por quedarse en ese juego de la silla. Se están olvidando de lo que realmente somos las mujeres. Hay ochenta que gritan y millones que callan.
M.G.- Vamos a centrarnos en los personajes, Cruz. Esta novela narra la
historia de Clea que, al conocer a Henry, entran en una relación de amor con h, en una relación tóxica. Hablemos de Clea, por ejemplo,
hay un antes y un después, obviamente, después de Henry. ¿Cómo es el personaje? ¿Cómo evoluciona?
C.S.- Pues mira, Clea es una señora de treinta y cinco años, sin problemas económicos, arquitecta,
alegre, vital, que se apunta a un bombardeo. Ella se cansa de los hombres antes de que las relaciones se vuelvan serias y no tiene un anclaje realmente con nada importante. Sí es muy perfeccionista, auto-exigente y nunca ha tenido un gran fracaso. Pero se empeña en que la quiera alguien que no sabe querer, o que no quiere querer. Y ahí hay un antes y
un después. La Clea de la mitad de la novela es una Clea destrozada, pero la Clea del final de la novela es una Clea sorprendente.
M.G.- Henry es la pareja de Clea, una persona manipuladora, un
maltratador. Todo maltratador tiene un perfil psicológico muy concreto, con
unas cualidades muy concretas. ¿Cuáles son las que tiene Henry?
C.S.- A mí me encanta la definición de Miguel Lorente, un andaluz y una de las personas que
más saben de violencia de género del mundo. Él dice que un maltratador es un
narcisista perverso. Y creo que es así. Normalmente
suelen ser personas acomplejadas que necesitan establecer una relación de
poder, una relación de sumisión en una relación afectuosa. Necesitan que la otra
persona se sienta inferior y que sienta que está agradecida por estar con él,
porque realmente ni a él mismo le gusta cómo es. Creo que suelen
ser de los que cuentan que son estupendos, pero en el fondo están llenos de
complejos. Narcisista, perverso, acomplejado,... Creo que esa es la radiografía. Pero luego son encantadores socialmente.
M.G.- Encantadores de serpientes, que se suele decir.
C.S.- Claro, encantadores socialmente. Ahora ya están más controlados los medios pero antes, le ponías un micrófono a los vecinos y todos decían: «Pero si era una pareja excepcional, buenísima, ejemplar, ¿cómo es posible
que esto haya pasado?» Pues hacía falta que la matara para que todos se dieran cuenta
de que ahí estaba pasando algo anormal.
M.G.- En esta novela hay mucho personaje femenino. El tema está muy vinculado con la mujer. Seremos muchas las mujeres que leeremos esta novela pero a mí me interesa mucho el efecto que causa en el hombre.
C.S.- Piensa que en esta novela hay dos homicidios y una investigación policial. Así que, por ahí los hombres,... Además es sorprendente porque es muy ambigua en todo momento y, al final, hay una solución muy concreta.
Cuando salió la novela, la primera persona que me entrevistó fue un hombre. Me llamó mucho la atención que me dijera que se había quedado preocupado. ¿Por qué?, le pregunté. Me dijo que porque le había parecido muy buena y se había quedado preocupado con un comportamiento suyo. Me dijo que él, cuando discute, castiga con el silencio. Y es que castigar con el silencio es un
castigo muy brutal, o con la desaparición. Ahora los modernos lo llaman ghosting pero eso ha pasado toda la vida. El silencio como castigo, cuando el otro necesita saber, es muy doloroso y además parece inocuo. Nadie
siente que está haciendo nada grave. Esta novela es un buen espejo porque creo que va a haber hombres que comprendan. La falta de autoestima de las mujeres, vista desde fuera, es bastante incomprensible. Tú ves gente que va con una soberbia por el mundo, increíble y sobre todo injustificada, y luego ves gente que vale un montón y
que dices: «Si tú vieras en el espejo lo mismo que veo yo». Creo que a los hombres también les puede ayudar a conocernos un poco mejor, porque hay
cosas, como lo de la autoestima, que son muy difíciles de entender.
Las mujeres que salen de relaciones violentas, más tarde tienen otras. En parejas heterosexuales, me refiero, porque
es de lo que va el libro. En relaciones
heteros, hay muchas mujeres que salen de historias violentas, que luego empiezan
a tener historias con hombres que necesitan entender qué ha pasado. Por eso creo que esta historia puede ayudar a que se entienda cómo es el proceso para llegar
hasta una situación de destrucción personal tan brutal.
M.G.- ¿Y has construido los personajes basándote en personas de tu entorno?
C.S.- Estos personajes son la suma de muchas personas pero no he tenido la inspiración de nadie. Igual que, por ejemplo, en Cazar leones en Escocia, para una de las dos mujeres mayores tenía en la cabeza a una amiga que murió, en esta novela, los personajes son totalmente ficticios.
Lo que sí son reales son las historias. Es decir, he procurado buscar situaciones que ejemplifiquen el
maltrato psicológico o cómo te llevan a determinadas situaciones, uniendo
muchos patrones de conducta que he escuchado. Es decir, es una novela
muy documentada, muy documentada, sin que yo me haya sentado, y me ha haya puesto a estudiar para escribirla. Es una novela muy documentada con cientos de testimonios.
No sé si la novela
tendrá éxito o no tendrá éxito, porque hay novelas buenísimas que se mueren sin
haber visto un éxito tremendo, y hay novelas malísimas que tienen un feedback brutal. No sé cuál será el destino, pero la intención y el esfuerzo ha
sido el máximo que podía dar.
M.G.- Entre los temas que se abordan en la novela está la depresión, el amor tóxico, la manipulación
sentimental. Algo que siempre me ha llamado la atención es que pensamos que la mujer maltratada corresponde a un estrato social bajo. Pero, en la realidad y en la novela, vemos que no es así. Afecta a cualquier mujer. ¿Cómo se puede escapar de una relación tóxica?
C.S.- Para escapar lo primero que hay que hacer es
identificar el problema. Pero no quieres perder lo que tienes. Aunque sea algo pernicioso, a ti te parece algo excepcional. Te parece que tienes la suerte de tu vida porque él te ha hecho ver que tienes la suerte de tu vida por estar con él. Y una cosa que se repite mucho es el hacer pensar que, si no te quiero yo, no te va a querer nadie. Así que, lo primero que hay que hacer es ser consciente de que tienes un problema. Pero es un error decirle a otra persona lo que le está pasando.
Lo que siempre he hecho cuando me he encontrado a una mujer así es escucharla, hasta donde ella quiera contar. Cuando una mujer se escucha a sí misma, se escucha decir en voz alta lo que le está pasando, su cabeza hace un clic. Y si no, pues coge confianza contigo, y le puedes abrir las puertas a una ayuda profesional. Para que una víctima salga, lo primero que debe ocurrir es que lo asuma. También ir a un psicólogo, aunque sea para arreglar su situación, ayuda a que la mujer se dé cuenta de lo que está viviendo.
M.G.- Mezclas voces narrativas en la novela. Se habla en tercera
persona, con ese narrador omnisciente que prácticamente narra el
grueso de la novela. Pero también vemos una segunda persona. Clea reflexiona
mucho y entra mucho en monólogo interior. ¿Cómo ha sido manejar esas voces?
C.S.- Es como me sale. Te podría contar un
rollo tremendo, que si utilizo la técnica del no sé qué. Cuando lees a alguien que ha escrito sobre tu novela es muy divertido porque dicen que si eres una experta en la gestión de los tiempos y tal, y cual.
Yo no he hecho cursos de cómo escribir una novela. Escribo como a mí me sale. Es verdad que dicen que manejo bien el irme para atrás, para adelante en el tiempo, y tal y usar unas
voces. Pero de verdad, es como el que toca el piano de oído. Agradezco mucho haber tenido muy buenos
profesores de lengua y de literatura cuando era pequeña. Creo que me enseñaron
a leer muy bien y creo que, al final, lo que he aprendido ha sido de leer, de
leer muchísimo. Lo que he aprendido ha sido leyendo.
M.G.- Pues mira que hay autores que dicen que ellos no leen, que solo escriben. Cosa bastante incomprensible.
C.S.- Pero porque han leído antes. Cuando tengo un ratito, procuro irme a escribir, pero yo he leído toda mi vida. Es
más, yo me leo hasta las etiquetas del champú. Es que no lo puedo evitar. Es el vicio de leer.
Mira, aprendí a leer en la guardería. Mis
padres no sabían que yo sabía leer. Creo que he tenido la suerte, la
fortuna, de tener grandes maestros, y eso es fundamental en la vida.
M.G.- Te doy totalmente la razón. Me pasa igual. Creo que soy lectora hoy gracias a los profesores que tuve.
C.S.- Hay que ser agradecido. Soy
chica de pueblos, educada en andaluz, y eso se agradece, porque es una forma de
entender la vida. Yo soy por lo que han sido conmigo.
M.G.- Dos últimas preguntas para terminar. No me quiero dejar atrás
los escenarios, que son muchos en esta novela. ¿Qué importancia tienen las
localizaciones en la historia?
C.S.- Las localizaciones tienen, para mi gusto, la
importancia de abstraerte de la historia. Por ejemplo, hablo de Biarritz y todo el mundo me dice que cómo se nota que he estado en Biarritz. Yo no he ido a Biarritz en mi vida. Lo que pasa es que ahora
tenemos la posibilidad de documentarnos muy bien porque tenemos toda la
información a nuestro alcance.
Creo que poner en escenarios bonitos a gente con desahogo económico, te permite centrarte en la parte psicológica, en el alma, que es lo que a mí me interesa. A mí me interesa lo profundo de las
personas y todo eso es mucho más fácil con ciudades como Nueva York, que todo el mundo tenemos identificada con el cine, o Biarritz, que la identificamos con la antigua nobleza. Y mis descripciones son breves pinceladas, pero creo que te transportan a lo que tienes en la cabeza. Hacerlo todo cómodo, te permite luego bajar al barro, al terreno de las emociones, de las bajas pasiones que, al final, es lo que nos preocupa a todos. Porque las bajas pasiones mueven el mundo muy a nuestro pesar y condicionan nuestra vida.
M.G.- Y ya para finalizar, en ese proyecto de futuro que tienes, de verte en el día de mañana, centrada, escribiendo únicamente, entiendo que vas a seguir escribiendo ficción.
C.S.- Estoy en el tercer capítulo de la siguiente novela. Me voy a los años 40, del siglo pasado, y me está encantando.
Igual que te digo que esta la he sufrido, con esta otra estoy teniendo mucho
que estudiar, porque claro, tienes que documentar un entorno. Creo que es una novela bastante ambiciosa, pero me está gustando mucho. Ahora estoy
buscando mis ratitos para poder ponerme a escribir. Tengo la suerte de que, cuando tengo un rato, me concentro y me concentro. Como tengo tampoco tiempo
libre, la inspiración no es un lujo para mí. Y además hay otra cosa. Los
abogados tenemos una cosa buenísima. Me he pasado veinticinco años
escribiendo historias que no decidía yo, que tenía que documentar, y para la que
no tenía el lujo ese de encontrar la inspiración. Tenías diez días, cinco días, veinte días, y tenías que hacerlo cuando te tocaba. Toda esa formación profesional es buenísima porque si tengo una historia que contar, me siento y la cuento.
Estos cincuenta años de mi vida me han venido muy bien. Ansón [se refiere a Luis María Ansón] me dice que debería dejarlo todo para ponerme solo a escribir y que tengo la suerte de haber empezado a escribir en la edad ideal, porque hay que vivir antes de escribir.
M.G.- Hay que tener bagaje. Cruz, lo dejamos aquí. Te agradezco que me hayas atendido. Muchas gracias por haber venido a Sevilla y un placer hablar contigo.
C.S.- Un placer. Gracias a ti.
Sinopsis: Ella tiene una obsesión
Él tiene un objetivo
Un crimen imperfecto los arrastrará a situaciones diabólicas
«El deseo lo vestía todo: la diversión, la necesidad. ¿A quién le importan las desavenencias, los desencuentros o las tensiones? Los malos recuerdos murieron contigo. Seré la custodia, la cancerbera de un relato único, de una historia de pasión desenfrenada, de entrega, de una tormenta de necesidad desgarradora. Lo seré siempre».
La pasión de Clea Castán son las reformas, algo en lo que la joven arquitecta va adquiriendo prestigio poco a poco en su Madrid natal. Hija única de un consultor de éxito y un ama de casa, desde pequeña, la perfección y la belleza que rodean su trabajo y su vida independiente son las máximas que dirigen sus pasos, siempre custodiada por el amor incondicional de sus padres. Pero esta situación idílica va a dar un vuelco hasta un extremo que ni a Clea ni a los suyos se les había pasado jamás por la cabeza. Los ingredientes no pueden ser de mejor calidad: un palacete que reformar en Biarritz, un atractivo aristócrata inglés, un amor apasionado y sensual, y una vida de lujo llena de ambientes de objetos hermosos. Sin embargo, el plato que Henry Astor VI cocina para Clea se sirve frío y es amargo, porque el aderezo lleva celos, obsesión, egoísmo, perversión… y muerte.
Biarritz, Nueva York, Madrid, Londres, Viena son los escenarios de la segunda novela de Cruz Sánchez de Lara, un thriller psicológico que disecciona la psicología del mal amor, del no amor al que ponemos nombre propio, que nos reduce a la nada, que nos hace desear morir o matar, que nos lleva a pozos de oscuros fondos de los que es difícil salir sin la ayuda de la única persona cuyas iniciales deberíamos añadir siempre al amor: las nuestras.
Reparto: Javier Gutiérrez, Adriana Ugarte, Rubén Ochandiano, Juana Acosta, Antonio Dechent, Fernando Tejero, Manuel Vega, Luna Fulgencio, Elena Martínez, José Chaves
Género: Thriller
Sinopsis: Un policía al borde de la ley y una mujer en busca de venganza cruzan sus caminos obsesionados con descubrir al asesino que se esconde tras los brutales crímenes de varias niñas. Ambos están dispuestos a hacer lo que sea necesario para lograr su confesión, aunque para ello tengan que tomarse la justicia por su mano. Una modélica detective luchará contra el reloj evitar que se cometan errores irreparables y que esa desesperada búsqueda de la verdad se convierta en el más feroz de los lobos.
[Fuente: Filmaffinity]
Ni me sonaba esta película. ¿Ha pasado por cartelera? Si lo hizo ni lo advertí, cosa extraña, teniendo en cuenta que ando siempre a la saga de lo que haga Javier Gutiérrez. La cuestión es que la encontré por pura casualidad buscando algo que ver en Netflix, el pasado fin de semana. Me entusiasmé al toparme con Lobo feroz, al conocer la sinopsis y al percatarme del reparto. Me arrellané en mi sofá, pensando que estaba ante una gran película, pero el resultado ha sido bastante mediocre. Os cuento.
Lobo feroz es un remake de otra película tan desconocida para mí como lo era esta misma. Basándose en la historia que se narra en la cinta israelita titulada Big Bad Wolves de Aharon Keshales y Navot Papushado, el director Gustavo Hernández (No dormirás, 2018) dirige esta historia a la española. Dicen los que han visto ambos largometrajes que el remake calca algunas escenas y diálogos pero también introduce novedades. No lo sé. No la he visto, así que me limitaré a hablar de Lobo feroz, sin tener en cuenta su origen.
La acción se inicia en el pasado a modo de introducción. Mientras se va dando paso a los créditos iniciales, unas imágenes en blanco y negro nos contará la historia de dos niñas, enfrentadas a la maldad del hombre, testigos de un episodio que marcará sus vidas para siempre. Lo que se cuenta en estas escenas iniciales tendrá su explicación más adelante. Pero, del pasado volamos al presente.
Lobo feroz se articula en dos líneas argumentales que terminarán por confluir. Por un lado, conoceremos a Alonso (Javier Gutiérrez), un guardia civil encargado de investigar el secuestro y asesinato de unas niñas. Estamos ante un asesino en serie que secuestra, tortura, viola y mata a las pequeñas. Hay un sospechoso. Se trata de Elías (Rubén Ochandiano), un profesor de música sobre el que recae todo tipo de desconfianza. Pero Alonso no es un guardia que se ajuste al protocolo. Él tiene su propio sistema para hacer hablar a los sospechosos y eso le reporta grandes problemas. De entrada, y por no conseguir ninguna prueba determinante, Elías será puesto en libertad, mientras que a Alonso lo retiran del caso y lo suspenderán de empleo y sueldo. En su lugar, la investigación la llevará a cabo Ana Vidal (Juana Acosta), una sargento que no goza de buena fama entre sus compañeros. Algo que le ocurrió en el pasado le ha pone justo en el centro de la diana de todo tipo de bromas por parte de sus compañeros.
Por otro lado, conoceremos a Romero (Antonio Dechent) y a su hija Matilde. Son dos personas que viven al margen de la sociedad. Él es un borracho que invierte su tiempo en apuestas. Ella acaba de salir de la cárcel donde ha cumplido condena por robo. A través de la televisión, ambos sabrán del hallazgo del cadáver de otra niña, que ha aparecido en un paraje lejano. Nada más oír la noticia, Matilde entra en estado de ebullición y sale disparada del hogar que comparte con su padre. A partir de ahí la veremos tratando de averiguar todo lo posible sobre la investigación que lleva a cabo la guardia civil. Para ello contará con la ayuda del que fue su abogado, un tipo excéntrico de nombre Hipólito (Fernando Tejero) que aportará información importante a lo largo de la película.
Alonso y Matilde emprenden su propia investigación, cada uno por su cuenta. Ambos están obsesionados por encontrar al culpable de los crímenes y cada uno tendrá sus propias motivaciones. Lo que ocurre es que, para llegar al mismo punto, inevitablemente sus vidas se cruzarán.
Una vez que coincidan ambos personajes, se irán desgranando las claves del crimen, hasta llegar a una resolución que deja a cada uno en el lugar que le corresponde.
Qué me ha gustado de la película
Aquí voy a aportar poco y lo que tengo que decir tampoco es que sea muy positivo. El argumento está bien, aunque trillado. No son pocas las películas en las que encontraremos a un pedófilo que secuestra niñas y sobre el que gira una investigación. Ni la trama ni los personajes aportan nada novedoso que no hayamos visto ya. De todos modos, es una trama entretenida aunque... (los peros en el siguiente apartado).
En el limbo
Hablamos de secuestro de niñas, de tortura, de violación y asesinato. En una trama así, ¿creéis que cabría el humor? Pues, por lo visto sí. Esta cuestión la pongo en el limbo, es decir, entre lo que me ha gustado y lo que no me ha gustado de la película y es que no tengo muy claro qué efecto ha causado en mí el uso del humor en una historia como esta. Creo que funciona a medias y dependiendo de la secuencia. Algunas escenas de humor sirven de contrapeso. Por ejemplo, y sin hacer spoilers. Imagina que estáis ante un tipo duro, de esos que nadie les tose a la cara, y de repente, recibe una llamada que cambia radicalmente la visión que tenemos del personaje. Viendo cómo se las gasta el tipo nos cuesta creer que luego se convierta en una especie de corderito ante otras personas. Bueno, pues ahí está la gracia.
Y luego está Hipólito, el abogado de Matilde, otro personaje que equilibra la balanza del drama y la tensión pero, ¿en un thriller hay que restar tensión o sumarla? Desde luego este personaje va protagonizar escenas que tienen la intención de arrancarte una sonrisa (como mínimo). Otra cosa es que lo consiga.
Pero también la música contribuye a romper la atmósfera del thriller en favor de un ambiente mucho más relajado. Hay temas musicales alegres, vivarachos, bailables, que difícilmente nos imaginaríamos en una historia como esta.
Cada cual que juzgue.
Qué no me ha gustado de la película
Lo he dicho mil veces. A mí me gusta que me expliquen las cosas porque me parece muy fácil dejar ciertas cuestiones en el aire y que el espectador vaya colocando las piezas. En Lobo feroz he encontrado muchas lagunas. Por poner un ejemplo, la película se inicia cuando la investigación por el secuestro y la muerte de las niñas está ya en curso. No hay mucho background, es decir, no sabemos cuándo comenzaron a secuestrar a las niñas, cuántas niñas han sido secuestradas, qué pesquisas se han llevado a cabo para dar con el sospechoso. Nada. De golpe y porrazo nos encontramos con que ya hay un tío sobre el que recaen todas las miradas. Lo único que se dice es que hubo un testigo, un niño, que asegura que vio a Elías con la víctima, pero el testimonio tiene poca credibilidad. Entonces, siento que me falta recorrido, que se priva al espectador de ese contexto tan necesario para que todo encaje.
Con respecto a Matilde, en su forma de actuar hay cosas que no tienen sentido. La menos importante es que guarda dinero en sitios un tanto insospechados. Puedo entender que, con un padre como el suyo, quien aleja la tentación, aleja el peligro, pero a mí me ha parecido algo rocambolesco. Y, por otra parte, la veremos llevar a cabo ciertas averiguaciones que están justificadas, sabemos de dónde le viene la información pero no siempre es así. Otra vez nos toca rellenar lagunas. No puedo ser más explícita. Solo diré que hay ciertos trámites burocráticos sobre los que pesan estrictas medidas de seguridad para evitar filtraciones de información, pero Matilde averigua algunas cosas y no se explica cómo lo hace.
Y ya por último, y con respecto a este personaje, ¿cómo es posible que se haga cargo del cuerpo de dos personas inconscientes y los llevé de aquí para allá ella sola? Siento si estoy desvelando parte de la trama pero es que esto lo tenía que decir. Que será una mujer muy fuerte pero, en las circunstancias en las que se desarrolla la acción, va a ser que ella sola no puede hacer lo que hace.
Debo añadir otro tema. Si queréis recoger a un niño que no es vuestro hijo en el colegio o cualquier centro educativo, ¿cómo podéis hacerlo? Ahí lo dejo. En Lobo feroz, todo son facilidades para los malos.
Y suma y sigue por que el final se alarga. La resolución del caso prácticamente tiene lugar en un sótano y son demasiados minutos metidos ahí abajo. Se hace muy pesada al final.
Personajes e interpretación
Entre los personajes, como no puede ser de otro modo, destacan Alonso y Matilde. Serán los que soporten el peso de la película, más ella que él. Alonso tiene sus propias reglas y aunque también ha pasado por un episodio traumático y su vida personal en estos momentos no es que sea muy positiva, parece que no aprende. Es un guardia civil que no entiende de normas. Lo que él quiere es cazar al criminal. No por llevarse una medalla sino por hacer justicia. El problema es que tomarse la justicia por su mano no es lo más correcto.
La interpretación de Javier Gutiérrez está dentro de lo que solemos ver cuando interpreta a un agente de la autoridad (ya lo hemos visto en otras ocasiones) aunque, en este caso, su personaje tiene matices. Alonso es un tipo chulesco que, sabiéndose con la sartén por el mango, hace y deshace a su antojo. Es un temerario, un rebelde y Gutiérrez ha sabido darle ese aire al personaje.
En cuanto a Matilde es una mujer que no teme a nada porque ya lo ha perdido todo. Por circunstancias de la vida se ha visto relegada a ser un despojo social. Pasa por el mundo como con desgana, arrastrando su cuerpo que se encorva vencida por sus desdichas. Hay muchos espectadores que ven en la interpretación de Adriana Ugarte cierta sobreactuación, sin embargo, a mí me ha convencido. Me resulta meritorio encarnar un papel como el de Matilde, de mujer dura, sin escrúpulos, luchadora y que no piensa dejarse abatir.
Elías es otro de los personajes potentes de la película. Parece ser el tipo de individuo al que la vida le está gastando una broma macabra. Es un simple profesor de música, que ha tenido la mala suerte (o no) de estar en el punto de mira de un guardia civil, obcecado con su persona. Y esa triste coincidencia le hace perderlo todo. Ya no puede seguir ejerciendo en el colegio en el que trabaja. Su mujer tampoco quiere saber nada de él y además no le deja ver a su hija. Triple carambola. Se afanará por mantener su inocencia, batallando contra la cabezonería de un guardia civil que solo piensa en colgarle la etiqueta de la culpabilidad.
Será Rubén Ochandiano quien encarne al personaje y a mí me parece que lo hace bastante bien. No digo más nada porque es mucho más interesante que veáis vosotros mismos cómo se comporta el personaje.
Con respecto a los secundarios, mencionaría a Antonio Dechent, que no suele aportarme nada y a Fernando Tejero como Hipólito. Sobre este último, en alguna opinión he leído que parece un personaje innecesario. No lo veo así. Realmente este abogado cumple una función importante en la trama. Lo que sí me sobra es la caracterización del personaje.Hipólito es un tipo excéntrico, extravagante, que va por la vida con un coche tuneado y se da rayos UVA. No sé si este personaje es así en la película original y no sé si se pretende dar un toque de originalidad. Como he dicho antes, hay contraste en esta cinta, lo negro y lo humorístico, pero no toda contraposición funciona correctamente.
En definitiva, y con una escena algo durilla, para mí Lobo feroz tiene más contras que pros. Os diré que se deja ver pero creo que no hay que ir con las expectativas muy altas. La trama está vista, algunos personajes rozan el cliché y tampoco la salva que tenga un reparto respetable. En fin, para una tarde-noche de "no importa si me quedo dormido". Ah, la acción se desarrolla en Cádiz pero la ciudad tiene un escasísimo protagonismo.
No se puede decir que Pablo Rivero sea un novato en literatura, o un actor que prueba suerte con esto de inventar historias, por hacer algo distinto a lo que nos tiene acostumbrado, por probar suerte en otras lides. Su primera novela, No volveré a tener miedo, se publicó en 2017, a través del sello Suma. Y este mes de marzo, ha visto la luz su quinto thriller.
Como lleva haciendo desde aquella primera publicación, Pablo Rivero, al que muchos conocemos por su personaje de Toni Alcántara en la serie Cuéntame, vuelve a regalar al lector una historia a la que no le falta el misterio. Dicen que, entre estas páginas, vamos a encontrar pinceladas de uno de los maestros del suspense, de Alfred Hitchcock, quien solía presentarnos un contexto idílico en el que, de repente, se colaba el crimen. Pero también habrá reminiscencias a Pierre Lemaitre, con esa forma de narrar tan descarnada, y esas escenas crudas y sangrientas.
En Dulce hogar (cada vez que pronuncio el título me entran ganas de añadir la coletilla «a veces», y además no le vendría mal a la trama), conoceremos la historia de Julia y Rubén. Ambos forman una pareja de éxito que deciden mudarse a un área residencial de lujo para tratar de formar una familia y tener un hijo. Las cosas se van a torcer muchísimo. Dulce hogar es un thriller que profundiza en los personajes y extiende ante nosotros un abanico de temas sociales para que el lector se pare a pensar un ratito.
Y por cierto, no os perdáis las reflexiones de Pablo sobre ser actor o ser escritor. Lo que me descubre, también da para pensar mucho. Os dejo con la entrevista.
Marisa G.- Pablo, como es la primera vez que hablo contigo y sé que todos te conocemos principalmente como actor, me gustaría saber qué es lo que te impulsa a ponerte a escribir. ¿Qué es lo que tú quieres aportar a la literatura o lo que la literatura te da a ti?
Pablo R.- Bueno, realmente empiezo a escribir porque no tengo
elección. Desde pequeño cuento
historias. Mi juego ha sido jugar a historias, a personajes. A raíz de historias que me
han sobrecogido o fascinado, he creado personajes. Ese ha sido un poco mi mundo, ¿no? Al final, todo eso se ha llegado a ver bien. El mejor ejemplo es que, cuando yo tuve que elegir qué quería
estudiar, empecé en la escuela de interpretación y en periodismo, porque me
gustaba contar historias, ya sea creándolas yo, o siendo yo el propio vehículo. En realidad, no ha sido una decisión. Es que yo tenía la necesidad de contar.
Soy muy creativo y estoy muy en contacto con el arte, no ya en el sentido de exposiciones y demás, pero sí leo mucho, veo mucho, estoy muy informado. Todo me afecta, todo me llama la atención y, enseguida, la imaginación se me va. De un detalle que leo o de una conversación saco una historia.
Lo que intento aportar a la literatura es escribir el libro que mi me gusta leer. Aplico lo que yo deseo, lo que mí me sobrecoge en literatura o en cine. Porque todo está ya inventado y, a partir de ahí, me intento favorecer de lo que pasa. Creo que los sentimientos son universales. Aunque seamos de una clase social distinta o estemos en una punta del mundo o en otra, lo que nos mueve es muy común. Y cuando ves los casos reales, te das cuenta de que los sucesos se producen por los instintos más básicos. Así que, lo que intento es escribir el libro que a mí me gustaría, con historias impactantes que te dejan KO, que te animan a seguir leyendo y que, a la vez, emocionan.
Creo que como actor profundizo mucho en los personajes, algo que en la novela de género no se suele producir. Estoy convencido de que, más allá de la trama y de los giros, si te acuerdas de una novela será por los personajes. Intento hacer una fusión, una novela más social o más emocional,combinada con thriller.
M.G.- Estás diciendo algo que me gusta. Hace unas semanas
hablaba con Elvira Mínguez, que también se ha metido en literatura, y le
preguntaba si su trayectoria como actriz le había ayudado a la hora de escribir la
novela. Y ella me decía que acostumbra a escribir los personajes antes de interpretarlos. Entiendo que, por lo que tú estás diciendo, también haces lo mismo.
P.R.- Bueno, con «No volver a tener miedo» hacía diarios casi de cada personaje. Cuando interpreto personajes intento buscarles color. Por ejemplo, con Toni Alcántara, que lo conoce todo el mundo, ha habido temporadas en las que ha sido infiel, en las que, de repente, se ha vendido profesionalmente, o que ha sido más ingrato y por eso la gente de la calle le cogía más manía. Pero todo eso, como actor, era maravilloso porque el ser humano es así. De repente somos muy buenos y muy solidarios, y luego somos muy ruines en otros temas. Cuando queremos, miramos para otro lado. A mí me interesa encarar los personajes desde ese punto de vista porque hace que sean
reales. Eso es lo que marca la diferencia con la mayoría de las novelas negras que leo, porque los personajes están estereotipados. El hecho de que los personajes tengan color, que sean como sean, sensibles y con un background, que les haya pasado muchas cosas, hace que sean maravillosos a la hora de crear sospechosos y de crear
intriga, porque cualquier persona al límite es capaz de hacer muchas cosas. Si los personajes son planos, los ves venir.
M.G.- Te vas dando cuenta absolutamente de todo.
P.R.- Cuando un lector me dice que le ha cogido manía a un personaje me parece bien. Es como ocurre en la vida. A mí me gusta esa ficción en la que los
personajes hacen cosas que, a pesar de ser desastrosas, te puedas reconocer en ellas.
M.G.- Dulce hogar es la quinta novela. Todas son thriller. Este es el género por excelencia hoy día. Creo que es lo que más se lee. También hay mucha competencia porque sois muchos los que escribís thriller. ¿En algún momento te has planteado cambiar de
género?
P.R.- ¿Pero tú crees que el thriller es lo que más se lee? Creo que está en un buen momento pero fíjate, yo veo muchos libros de autoayuda, de positivismo. Claro, está todo el mundo tan mal, ¿no? La salud mental está tan perjudicada, en general. Creo que, de esos libros que te dan las claves para ser feliz, hay muchísimo.
M.G.- Yo creo que el thriller vende más.
P.R.- ¿Sí? Ojalá. Yo es que no lo puedo elegir. Es lo que te decía antes. Es lo que yo consumo y lo que me mueve. La novela negra es adictiva, si está bien hecha. Si yo consigo que te enganche y que te vuelvas adicto a la historia, me puedo permitir colarte otros muchos temas. Y no digo que quiera adoctrinar o decir lo que hay que pensar, sino poner temas sobre la mesa. Es lo que intento hacer con mis novelas que, además de entretenerte y divertirte, pienses y te plantees cosas.
En la anterior novela, «La cría», hablaba de la exposición en redes sociales, de los menores, de los riesgos que hay,... En esta se habla de los incendios, del problema de la natalidad, de las parejas que no pueden tener hijos,... Conforme vas investigando, te vas dando cuenta de que no sabes ciertas cosas, que socialmente no se habla de ellas. Creo que hay muchos tabús, por eso, trato de poner el foco de atención sin decirte lo que tienes que pensar. De eso se trata, de enriquecerte también cuando lees.
M.G.- Claro, lo de poner temas de actualidad sobre la mesa para que
el lector...
P.R.- Para que el libro hable de algo más y no sea solo un caso de desaparición, que ya hay trescientos.
M.G.- De los temas hablaremos en un momento. Sí me gustaría preguntarte si has notado progresión desde que, en 2017, publicaras «No volver a tener miedo».
P.R.- Bueno, yo lo que noto es un oficio. Todo se aprende. Noto que he perfilado mi camino. Noto que estoy muy respaldado por mi editor y por la editorial, que hay un público muy fiel de lectores que esperan las novelas,
que es el mejor de mis sueños. Ellos saben cuál es mi estilo y lo que se van a encontrar. Escribo una novela al año porque tengo mis ideas pero, además, tengo un motor que me lleva a crecer. Sorprender a los lectores es un reto constante.
M.G.- Esta novela trata sobre una pareja, Julia y Rubén, que se van a vivir a una urbanización de lujo con el propósito de mantener una estabilidad para tener un hijo. ¿Qué ocurre en tu vida para que esa idea se cruce en tu cabeza?
P.R.- Pues vivir en una organización a las afueras del centro de la ciudad, tener un hijo que va al cole, y conocer a muchas madres, muchos padres, muchas familias que viven en casas parecidas, de alrededor.
Tengo una casa que da al campo, desde la que tengo unas vistas privilegiadas. Un día estaba leyendo en mi casa. Al bajar el libro, me pareció ver a alguien entre los
árboles, y me asusté. De repente, tener la sensación de que alguien te está observando, sin que tú lo sepas... Estuve un rato intentando saber si era alguien o un animal. En mi urbanización, conozco a muchas madres del cole, a amigas, que pasan la mayor parte del día solas. Algunas que son muy atractivas, muy guapas, y
pensé en ellas, todo el rato solas, con sus maridos trabajando fuera y... De repente, mi cabeza empezó a funcionar. ¿Y si fuera algo sexi, algo que no fuera peligroso? Bueno, a mí me gustan mucho los thrillers de los 90, que eran muy sexis, muy sensual. No todo tenía que ser gris.
En esta novela he querido recuperar ese espíritu, con una primera parte en la que todo fuera muy Hitchcock, en el sentido de que todo fuera bonito, con intriga, pero muy agradable de leer; muy sofisticado y a la vez muy sexi. Me planteé qué pasaría si, de repente, te está viendo un chico, con el que empiezas a tener una historia, y luego viene tu marido,... Bueno, la historia va creciendo pero surgió así.
M.G.- Hablas de Hitchcock pero la novela también tiene esa parte de otro autor, que muchos hemos leído, y cuyas novelas sobrecogen por la descripción de ciertas escenas.
P.R.- ¿Te refieres a Pierre Lemaitre?
M.G.- Sí, sí.
P.R.- Sí, y fíjate que otro de mis referentes es Emmanuel Carrère.
Lo que quería hacer en esta novela era crear un mundo, lo que he dicho, tipo Hitchcock, atractivo,
que te envuelva con mil posibilidades, que no sepas por dónde va la cosa y que, una vez que empiezas atar cabos y que crees que sabes lo que sucede, haya nuevos
giros. Que, una vez que estés en la historia, hacer un poco lo que hacen estos maestros franceses, casi como si fuera un true crime. Que esto no sea solo un golpe seco, explicativo de lo que sucedió, sino que además, cuando piensas
que sabes lo que sucede, haya más giros, más giros, más giros.
Me gusta
la crudeza que tienen estos autores, que son muy secos y no hacen concesiones. En la novela negra, hay como miedo. Todo tiene que acabar bien, pero a mí me gusta que no sea así. El final de Dulce hogar es una bestialidad. Me encanta eso. En una novela, después de todo el recorrido, a veces el lector se pregunta: pero, ¿lo termina así? No es que nos tome el pelo sino que no sigue la esencia. Hay ser consecuente con lo que has ido planteando.
[Si prefieres leer nuestra conversación, dale al play]
M.G.- Esa dureza la tenemos al principio del
libro, en las primeras páginas. Leí o escuché en una entrevista que tú te
habías metido tanto en la historia, y lo que te rodeaba era tan parecido a lo vemos en la novela, que llegaste a pasar miedo.
P.R.- Cuando empiezo a escribir esta historia, aunque no esté escribiendo literalmente en ese momento, sí estoy todo el tiempo conectado con la historia. Escribo a partir de cosas cotidianas a las que le saco punta. Por ejemplo, un repartidor que llega con un pedido que has hecho. Pues abres la puerta y nunca sabes quién es. Sacar cosas de este tipo. Estás pensando en un contexto muy parecido al mío y es como sacar punta a todos los peligros que puedan suceder.
Cuando me puse escribir el borrador estaba fuera de Madrid. Dio la casualidad que me salió un rodaje en Soria y tuve que pasar dos noches en Madrid, yo solo. Y claro, me pasó como a Julia, que vive en una casa muy bonita pero cuando está acompañada. Pero yo allí solo, con todo lo que he trabajado y he metido en mi mente, de repente,era como ver una película.
En mi casa me pasaba igual. Tengo una cristalera que da al campo y de día es maravillosa la vista pero, por la noche, es una cortina negra. Si alguien te está viendo, no te enteras.
M.G.- No sabes quién acecha.
P.R.- Claro, no lo sabes.
M.G.- Hablemos un poco de los personajes. Julia y Rubén son los principales. ¿Qué nos puedes contar de ellos?
P.R.- Julia y Rubén son dos personas muy
independientes. Han disfrutado mucho de sus trabajos. Él es piloto de una aerolínea con vuelos internacionales y ella ha sido azafata. Creo que eso ya dice mucho. Son gente que está acostumbrada a ver mundo, a disfrutar,... No sé si conoces a azafatos o a azafatas, pero son gente...
M.G.- Con mundo.
P.R.- Sí. Gente que sienta cabeza un poco más tarde de lo normal. Ha sido por elección propia porque han disfrutado, entre otras cosas, de su sexualidad y de su
vida. Pero cuando intentan ser padres, pues les cuesta. Sobre todo a Julia. Ella es el hilo conductor de la historia. Quería hablar de cómo un
tipo de mujer que ha sido muy independiente, que ha sido muy empoderada, en el
mejor sentido de la palabra, ahora le está costando ser madre. Este tipo de mujer tiene metida en sus venas el tema de la culpa y los convencionalismos. Incluso puede caer en el pensamiento de no ser madre porque no se lo ha ganado, entre comillas, porque ha estado todo el día viajando y, a lo mejor, para ser madre, tiene que estar asentada en un sitio. A lo mejor, en vez de vivir en el centro, salir de copas e irse al cine a las diez de la noche, entre
semana, pues tiene que tener una vida más cotidiana, crear un hogar,...
Bueno, pues ahí arranca la historia, con una mujer intentando ser madre, cruzando los dedos. Las circunstancias la ponen contra la pared porque se encuentra gente alrededor que tiene una felicidad que ella no consigue. Además, todo esto le explota en la cara, lo ve en las redes sociales. Todo el mundo es maravilloso y no tienen tacto con ella a la hora de hacer comentarios.
Aunque pongo el foco en la maternidad, también hablo de las elecciones que hacemos, en la pareja, en el matrimonio, en los estudios,... Se nos mete dentro tanto la idea del éxito y de triunfar, que a veces nos obsesionamos con algo.
Mira, a mí me lo dicen como actor. Me preguntan si no hubiera querido ir allí o allá. Pero si yo soy feliz donde estoy, ¿para qué voy a...? Bueno, pues son personajes que sirven para contar la intriga pero también para reflexionar. A lo mejor me estoy obsesionando con una felicidad que ya tengo.
M.G.- Sí, son las imposiciones sociales. Vemos a la gente de nuestro alrededor hacer ciertas cosas y pensamos que tenemos que hacer lo mismo que ellos.
P.R.- Y las frustraciones. Se nos crean expectativas tan altas que no conseguirlas crea
mucha frustración. Las redes sociales son terribles para eso. Ahí todo el mundo muestra su felicidad, todo el mundo habla de los éxitos, pero nadie dice nada de los fracasos, ni del trabajo que cuesta conseguir algo.
Y luego, con la maternidad y la paternidad también pasa. Todo el mundo habla de una madre a los 54 años, pero nadie habla de cómo se ha conseguido, de lo que ha costado, de congelar los óvulos a los 30. De este tipo de cosas, nadie habla.
M.G.- Bueno, la maternidad es uno de los temas que tocas en la novela pero también hablas de la búsqueda de la vida perfecta, la explotación urbanística, el cambio climático. Me quiero quedar con un tema concreto porque hay un personaje
que tiene problemas mentales. Creo que esa es una cuestión muy importante hoy día, porque hay que dar visibilidad y normalidad a personas que sufren problemas
mentales. Los novelistas, por ejemplo, hacéis una gran labor al respecto.
P.R.- En «La cría» ya hablaba mucho de las redes sociales y de cómo afecta a los chavales. Se nos lanza a un mundo de felicidad absoluta y que solo puede crear frustración. Luego está el bullying. Los adolescentes lo están sufriendo muchísimo. Todo esto afecta a la salud mental porque a nuestro alrededor todo es maravilloso. Esto por un lado.
Pero por otro, Dulce hogar pone también el foco en algo más contundente. Cuando se comete un crimen o se hace algo ilegal, ¿dónde se pone la barrera? ¿Cómo se sabe si se ha hecho conscientemente o existe un problema mental? En la mayoría de los crímenes se habla de drogas o de locura transitoria. Claro, luego investigas y se descubre que hay gente que tiene problemas mentales pero, como se hacen juicios rápidos, porque no pueden pagar abogados ni procesos, no se termina de demostrar la verdadera causa, y terminan con condenas a prisión, donde no hay programas de adaptación.
Hay gente que sí es consciente de sus actos pero consiguen condenas más breves o reducciones de condena por buen comportamiento y salen pronto. En cambio, hay personas que tienen verdaderamente un problema mental, pero se les encierra en una cárcel y como no tienen tratamiento, pues no prosperan, y sus condenas no se acortan. Todo esto es un tema muy delicado, muy complejo, que genera debate y es buen material para una novela.
M.G.- Tendríamos que reestructurar el sistema.
P.R.- Hay dos cosas que para mí son fundamentales. Lo de que los crímenes prescriban no lo puedo entender. ¿Cómo puede prescribir un crimen? Se trata de una muerte. Si la técnica y los medios están avanzando, si el dolor de las familias persiste, ¿cómo puede prescribir? Eso me parece terrible.
Y luego, de las reducciones de penas, no soy muy amigo, la verdad.
M.G.- Centrémonos en el escenario, en la urbanización de lujo. Viendo la sinopsis, me
acordé de una película de Maribel Verdugo que se llama La zona, y que también ocurre en una urbanización. En estos reductos, con tantos privilegios, parece que nunca va a ocurrir nada malo. Sin embargo, son escenarios muy atractivos para una novela. Que uno viva en un sitio así no quiere decir que no te vaya a ocurrir algo malo. Hay un contraste intenso, entre lo luminoso y lo oscuro. Es un buen escenario.
P.R.- Creo que tiene que ver con ese espíritu que te
comentaba, que fuera atractivo. Es bueno mostrar un bombón, algo sofisticado, que te guste y se salga algo de lo convencional. Los lectores leemos para salirnos de nuestro entorno. Si el contexto que te ofrezco es el de la casa
de tus sueños, siempre va a ser más atractivo, y te da pie a ser muy duro y muy escabroso cuando tienes que serlo. Pero tiene que ser algo que lo puedas tolerar. Una vez que te he ganado, te puedo contar lo otro. Si no, se hace demasiado sórdido. A mí me gusta crear ese morbo, que la dualidad sea muy fuerte, pero que no puedas dejar de leerlo porque, en el fondo, hay algo que te gusta.
M.G.- Ahora que llevas publicadas cinco novelas, ¿te ves dejando la interpretación en favor de la literatura?
P.R.- Espero no tener que elegir. Aprendo con una cosa y con la otra y, al final, lo que sé de una cosa la ponga en práctica en la otra. Todo tiene que ver con llegar hasta el fondo de las historias que cuento, de los personajes que cuento.
Hay algo que valoro mucho y soy muy consciente del privilegio. Yo cuento mis historias porque soy dueño de lo que cuento y tengo suerte de estar respaldado. Por eso, lo de escribir una novela al año no lo veo como una tortura sino como una suerte.
M.G.- Pero compaginar...
P.R.- Claro, claro. Lo que pasa es que, como actor, tú dependes de
otros. Mira, una cosa que veo con los libros es que el trabajo que siembras lo
recoges. Si a ti te gusta esta novela, te lees las anteriores. Las novelas están vivas. Yo tenía miedo de que los libros se quedaran en las estanterías. Pero no. Lo que estoy viendo es que, si eres constante y tienes lectores que te siguen y les gusta tu estilo, tus libros se leen. Por eso, constantemente salen ediciones de los anteriores libros. Es un boca a oreja. Es algo maravilloso. Voy creciendo, y creciendo también en posición, y ya puedo vivir de escribir. Y como actor, pues no. Como actor, puedes hacer una obra en el
Teatro Español, llenando setecientas butacas, que te vaya a ver mucha gente y no volver a hacer teatro bueno en dos años. O puedes hacer un personaje en televisión y que luego no te llame ni Dios, o que te llamen para hacer un casting para una secuencia del tipo: «Hola, cariño, vengo de trabajar», para una serie diaria de una cadena. Es así, de repente, te llaman para hacer un casting absurdo y al día siguiente te ofrecen un protagonista en el Teatro Español sin hacer una sola prueba. Es que te vuelves loco. Si dependes de eso, te vuelves loco.
M.G.- De todas maneras, Pablo, al personaje de Toni Alcántara le
estás agradecido. Le debes bastante.
P.R.- Hombre, por supuesto. Ha sido un aprendizaje... Está siendo una suerte. He trabajado con lo mejor de España. Por la serie ha pasado toda la profesión. Los actores mayores que tenía a mi alrededor han sido una escuela para mí. Creo que la serie es historia de España. Y luego, al poder trabajar en otras cosas pero tener un personaje siempre recurrente al que puedes aplicar todo lo que vas aprendiendo, es un crecimiento personal. El personaje ha crecido conmigo y yo también he crecido como actor y como persona. Eso es un privilegio. Y luego, me ha dado una estabilidad que me ha permitido, por ejemplo, parar para escribir, cuando los anticipos eran bajos, o poder hacer otras cosas.
M.G.- Bueno, pues lo dejamos aquí, Pablo. Me ha encantado hablar
contigo. Gracias por venir a Sevilla. Muchas gracias. Espero verte en el
teatro, que nunca te he visto.
P.R.- Pues estuve aquí, no hace tanto. Creo que en el 2021, con El sirviente.
M.G.- Pues se me pasó. Bueno, para la próxima. Muchas gracias.
P.R.- Gracias a ti.
Sinopsis: ¿Existe el hogar perfecto?
Una urbanización de lujo a las afueras de la ciudad.
Una ex azafata de vuelo dispuesta a todo por concebir un hijo.
Un marido ausente, un vecindario inquietante...
Y un atractivo joven que siempre la está observando.
Con un estilo preciso y eficaz, Pablo Rivero construye en Dulce hogar una historia perturbadora con una trama llena de aristas y unos personajes complejos que lo arriesgarán todo. Un thriller inquietante, una crónica social de denuncia sobre la presión hacia las mujeres y los hombres con temas como la maternidad, la cultura del éxito o la falsa felicidad. Una historia demoledora que profundiza además en el miedo, ese que nos obsesiona hasta el punto de convertirse en morbo y que a veces se convierte en terror. Sombría y pasional. Bienvenidos a Dulce hogar.