Autor
José Antonio Lucero (Rota, 1988) es profesor de Ciencias Sociales y Lengua y Literatura en Educación Secundaria. Licenciado en Historia y Máster en Escritura por la Universidad de Sevilla, colabora con varios medios digitales como blogger y youtuber desde su canal La cuna de Halicarnaso, donde combina historia, cultura y docencia, sin perder de vista las referencias a la cultura pop y a los fenómenos de masas. En 2018 fue finalista del XXIII Premio de Novela Ateneo Joven de Sevilla.
Además de historiador y profesor, Lucero es autor de las novelas La vida en un minuto y La madrina de guerra (Ediciones B), y de ¿Por qué los primeros emojis se escribían en arcilla?, un divertido libro de historia para niños a partir de 9 años, y de La maestra.
Sinopsis
Septiembre de 1955. Roque, un joven maestro que en el pasado fue un alumno difícil, llega a una escuela de la sierra de Sevilla con el deseo de que los niños puedan soñar con un futuro mejor, lejos del estruendo de la violencia y la lacra de la dictadura.
Poco a poco conseguirá sembrar en los pequeños la curiosidad por el conocimiento y descubrirles la belleza de las palabras a través de la poesía.
Sin embargo, sus inquietudes pedagógicas, heredadas de la maestra de su infancia, Lali, no casan con el estricto engranaje educativo del régimen ni con los ideales del director del centro, quien pronto empezará a sospechar de él. Y es que Roque esconde un secreto del pasado: busca algo que le arrebataron cuando era un niño, tras la detención de su profesora y su ingreso en un siniestro internado franquista, donde, a pesar de todo, descubrió que enseñar puede ser un acto de resistencia.
[Información tomada de la web de la editorial]

El pasado mes de mayo, José Antonio Lucero no faltó a su cita con Sevilla. Desde que comenzara a publicar, y con cada novela, el autor de Rota acude a la capital hispalense para iniciar el tour de promoción. Es fiel a esta rutina y, desde los inicios, es fiel también a contar con esta que os escribe como maestra de ceremonias. Conocí a Lucero cuando tuve la oportunidad de entrevistarlo al publicar lo que supuso su debut literario, La vida en un minuto (puedes leer la entrevista aquí) y, a raíz de aquella conversación, he tenido el privilegio de acompañarlo en cada presentación que ha hecho en Sevilla, con La madrina de guerra (puedes leer aquí), La maestra (puedes leer aquí) y ahora con El alumno. Casi me siento parte de sus novelas, a través de las cuales he conocido un poco más a su autor y, más concretamente, la tremenda vocación que siente por la enseñanza. Y es que, para los que no lo sepáis, José Antonio es profesor de Ciencias Sociales, Lengua y Literatura en Educación Secundaria. Licenciado en Historia y Máster en Escritura por la Universidad de Sevilla, siente una gran pasión por la Historia, que trata de divulgar a través de su canal de YouTube La cuna de Halicarnasso.
Centrándonos en lo que nos ocupa hoy, vengo a contaros cómo transcurrió la presentación de El alumno y mis sensaciones después de haber leído esta última novela de Lucero. El alumno se puede entender como una continuación del libro previo, La maestra, pero, desde ya, os adelanto que no hay necesidad de leer la anterior para poder disfrutar de esta última, una cuestión sobre la que le pregunté al autor durante la presentación. José Antonio Lucero nos aclaró que se pueden leer de manera independiente, aunque, obviamente, la experiencia lectora aumenta si se leen de forma correlativa. En cualquier caso, él nos explicó que la disposición de las tramas en ambas novelas permitirían también leer la historia de manera inversa, es decir, primero El alumno y después La maestra.
¿De qué trata El alumno?
La sinopsis ya nos da suficientes pistas. De entrada, nos ubica en el año 1955. Este es el punto temporal de partida, aunque nos iremos moviendo, de vez en cuando, por la línea del tiempo. En esas fechas, el joven Roque Martínez acaba de sacar plaza definitiva como maestro. Llegará a Encinar de la Sierra, un pueblo de la sierra norte de Sevilla, con una gran vocación, con muchas ganas de ejercer la docencia, siguiendo unas prácticas pedagógicas que no todo el mundo verá con buenos ojos. A Roque no se lo van a poner fácil. Por un lado, porque estamos en los años 50, en plena dictadura y todo lo que se había avanzado en temas de educación durante la República quedará ahora sepultado bajo una espesa capa de tierra. Ahora, será el régimen franquista el que determine, bajo los preceptos del nacionalcatolicismo, lo que un maestro puede o no puede enseñar.
Pero Roque recibió una educación muy distinta de aquella que ahora se siente obligado a impartir. Él es uno de los herederos de la Institución Libre de Enseñanza, fruto de una educación liberadora, alejada de cualquier creencia religiosa, que fuera impuesta en las aulas como una obligación inamovible.
«... de ese Dios a quien yo no reconocía de entre las enseñanzas que recibí de pequeño, como si el cristianismo no fuera en realidad monoteísta y nuestro Señor adoptara múltiples formas». [pág. 200]
Roque viene de un sistema educativo que apostaba por ampliar los horizontes de los escolares, por hacerlos pensar, por animarlos a tener criterio propio, y ofrecerles la oportunidad de poder ir más allá de las cuatro calles de su pueblo. A Roque le gustaría enseñar a sus alumnos lo que sus maestras le enseñaron a él, pero se va a encontrar con altos y sólidos muros.
Al margen de esta trama que compone el presente de la novela, el lector viajará al pasado para conocer a un Roque adolescente, recluido en un frío e inhóspito internado de Madrid. Algo ocurrió allí que va a condicionar para siempre su vida y cuyos hechos darán lugar al desarrollo de ciertos sucesos en esta novela.
Esto es, a grandes rasgos, el argumento de El alumno. Pero...
¿Qué tiene que ver esta novela con La maestra, la anterior publicada por el autor?
Pues mucho. El alumno casi se podría entender como un spin-off de la novela previa. Es decir, un personaje algo secundario de La maestra se convierte ahora en el protagonista de El alumno. Y es que, los que ya leímos aquella novela, descubrimos en esta que a Roque Martínez lo conocimos siendo un niño, cuando residía en Alcalá del Valle, un pueblo de la provincia de Cádiz, y acudía a la escuela, donde Juana y Lali, las protagonistas de la novela anterior, eran las maestras. Juana y Lali fueron maestras de la República, docentes que, como las dos terceras partes del cuerpo de docentes de España en aquellos años, sufrieron lo que se llamó un proceso de depuración, con la llegada de la dictadura. ¿En qué consistía ese proceso de depuración? Pues José Antonio Lucero lo cuenta muy bien en La maestra pero, para despertar tu curiosidad te diré que consistía en apartar a los maestros y a las maestras de su profesión, desterrarlos de sus aulas, inhabilitarlos de por vida para purgar el sistema educativo, para eliminar cualquier vestigio que llevara el sello republicano, las ideas de libertad, y de progreso.
Aunque el autor creyó que con La maestra había cerrado un ciclo de novelas ambientadas en la Segunda República, la guerra civil y el inicio del franquismo, de repente, surgió la idea de El alumno. Impulsado por su editora, Lucero quiso retomar la historia de Roque, aquel niño, alumno de Lali y Juana, cuya presencia tuvo especial repercusión en el devenir de aquellas dos maestras. A Roque lo dejamos, en la novela previa, en un punto complicado de su vida, con el peso de la culpa lastrando su alma.
¿Qué me ha gustado de la novela?
Hasta el momento, no puedo decir más que siempre he disfrutado mucho de las novelas de José Antonio Lucero. El autor roteño no sólo nos cuenta una historia, en la que la vida de varios personajes se entremezcla, sino que también se fija en algún episodio del pasado, en algún momento histórico, o en alguna cuestión de índole político-social para retratarnos la España de esos años. Es lo que lleva haciendo desde que publicó La vida en un minuto. Es lo que ha vuelto a hacer en esta ocasión, retomando la estela que ya dibujó previamente en La maestra, y poniendo el ojo en las vicisitudes que ha sufrido el sistema educativo durante el pasado siglo XX.
Si bien es cierto que Lucero se centró previamente en contarnos cómo ejercían la docencia los maestros y maestras durante la República y el proceso de depuración que sufrieron durante la guerra civil, lo que el autor pretende con El alumno es mostrar a los lectores el giro brutal que sufrió el sistema educativo con la llegada del régimen de Franco. «¿Qué ocurrió con aquella renovación del Magisterio que intentó llevarse a cabo en España y que la guerra civil y el franquismo cercenó?», se pregunta Lucero. Esta fue la idea que animó al autor a apostar por la historia de Roque, para mostrar a los lectores que enseñar puede ser un acto de resistencia, a pesar de las situaciones que se puedan vivir.
A ese acto de resistencia nos asomaremos en esta historia como reflejo de una realidad, la existencia de docentes españoles, quienes, como apuntó Lucero eran «rupturistas y generaron una pequeña revolución en sus aulas". José Antonio nos contó que había tenido la oportunidad de leer testimonios de algunas personas que tuvieron una relación directa con esos docentes, en cuyas aulas se hablaba de otras cuestiones muy distintas a aquellas que venían impuestas por el nacionalcatolicismo.
En El alumno, como ya vimos en La maestra, vamos a conocer de primera mano cómo era dar clases en un entorno rural, en municipios pequeños, donde el único medio de subsistencia era la agricultura y la ganadería, en reductos donde los padres se preguntaban para qué tenían que ir sus hijos a la escuela si, al fin y al cabo, el futuro que les deparaba la vida no era más que cuidar cosechas y ganado. Ni siquiera la educación era considera como un bien para el individuo entre las familias más pudientes, que veían la universidad como «un nido de rojos».
Asomarme a ese mundo, al mundo de los docentes de aquella época, a las vidas de aquellos maestros y maestras que quisieron cambiar el mundo desde las aulas, para volver a ver cómo su vocación era pisoteada por el régimen de Franco, ha sido más que interesante, una lectura que me ha servido para ampliar aún más lo aprendido a través de documentales como Las maestras de la República, o películas como La lengua de las mariposas o El maestro que prometió el mar.
Roque Martínez y los poderes fácticos de Encinar de la Sierra
Decía antes que a Roque lo conocimos en la novela anterior siendo un chiquillo. Ahora, en El alumno, lo vamos a ver convertido en un adulto, con treinta y pocos años, soltero y portando cicatrices, no sólo sobre su piel, sino también sobre su alma. Sobre Roque conoceremos que mantiene una relación muy complicada con su padre, con quien no habla hace más de veinte años. Algo ocurrió en la novela previa que hizo que aquella relación, nada fácil, terminara por quebrarse definitivamente.
Durante la presentación, Lucero nos contó que ha sido uno de los personajes más difíciles de construir porque este maestro, con esas ganas tremendas de enseñar a sus alumnos, arrastra un pasado muy pesado. «Todos los actos que lleva a cabo Roque en el presente deben ser consecuentes con su pasado», afirmó. Añadiendo, además, que ha volcado mucho de sí mismo en la construcción de este personaje porque «Roque entiende la educación y la docencia como la entiendo yo mismo», aclaró.
Para mí, Roque es un personaje noble. Quizá lo que vivió en el pasado le convierte en un adulto que siente especial predilección por los débiles, por los desterrados de cualquier sociedad, por minúscula que sea, como ocurre en Encinar de la Sierra, como ocurre con un niño de nombre Saúl, del que no os puedo desvelar mucho. Roque siente a sus alumnos como algo propio, forjando con ellos un vínculo fuerte y sólido, hasta el punto de que los niños son capaces de comprometerse en ciertas acciones que pueden acarrearle severos problemas, con tal de ayudar a su maestro.
Y mientras tiene el apoyo de los pequeños, Roque también se fustiga. Lo hace al compararse con las que fueron sus maestras, con Lali y con Juana, quizá pensando que no estará a la altura, que no va a cumplir con lo que ellas hubieran esperado de él. Roque quiere hacer mucho por sus alumnos pero tiene la alas cortadas, sintiendo siempre la fría sombra de los poderes fácticos del pueblo a sus espaldas, la presencia de Isabelino Díaz, el alcalde; de Francisco Pérez del Río, el gobernador civil; de Don Enrique, el director de la escuela; o del cura. Todos ellos cuestionaran sus métodos y Roque caminará sobre una cuerda, temiendo caer al vacío.
«Está enseñando a los niños a cuestionar las verdades sagradas. ¡La duda es el primer paso hacia la rebeldía, contra Dios y contra España!». [pág. 245]
Y se hostiga también por lo ocurrido en aquel internado, en el que compartió días de frío y castigo con su amigo Justo. Roque no se considera buen amigo y cree que tiene una deuda pendiente. Por eso, precisamente, por esa deuda que tiene con su amigo Justo y con el pasado, eligió plaza en Encinar de la Sierra y no en cualquier otro lugar.
«Decirle por qué está en este pueblo, qué o a quién busca, por qué persigue los fantasmas del pasado que lo más sensato sería poder dejar atrás». [pág. 227]
Los personajes femeninos
No puedo dejar de hablar de los personajes femeninos de la novela. Azucena y Lola asomarán a las páginas de la novela, aunque no se conocerán porque no coincidirán en el tiempo. Estas dos mujeres se podrían entender como la representación de dos tipos de amor. Azucena podría encarnar ese amor de juventud, algo alocado y deseoso de exploración, mientras que Lola viene a representar un amor más maduro.
Lola es un personaje que enamorará al lector y lo conseguirá por méritos propios. Para Lola, la vida es fácil, o debería serlo. Hija del Gobernador Civil, tiene a su alcance lo que otros muchos no tienen. Sin embargo, con Lola nos esperan grandes sorpresas. Ella nos va a demostrar que es una mujer con criterio. En una época, en la que el papel de la mujer estaba reducido a la nada, Lola va a tomar sus propias decisiones e incluso hará frente a los suyos.
Sobre Lola, José Antonio nos contó que siempre ha querido contar la historia de mujeres que rompieron barreras en la Historia, «siempre infravaloradas e infrarepresentadas en los procesos históricos». Azucena y Lola, cada una en su momento, cada una dentro de sus propias circunstancias, serán mujeres que romperán moldes, muy alejadas del conformismo, de la sumisión, de lo que social y familiarmente se podría esperar de ellas. Estoy convencida de que ellas dos te conquistarán, lector.
Temas
Al margen del mundo de la docencia, y sin querer desvelar mucho sobre la novela, hay ciertas cuestiones de interés en las que Lucero se adentra. Por un lado, y unido a la temática de la guerra civil española, El alumno nos va a permitir conocer, no sólo a los vencedores, sino también a los vencidos, a todos aquellos hombres que tuvieron que huir para evitar una muerte segura, o que se tuvieron que ocultar en los lugares más insospechados. La novela explora ligeramente la red de ayuda que se tejió entre los republicanos para ayudar a aquellos que necesitaban alejarse de España y buscar otro lugar en el que iniciar una nueva vida, lejos de un país roto, tras una guerra fratricida que destrozó a familias entera, condenadas al ostracismo por tener un familiar en el supuesto bando equivocado.
La Iglesia y los abusos en el seno eclesiástico será otro de los temas que dan pie al desarrollo de los hechos, o las vidas en los internados religiosos, donde los alumnos eran enviados a otros lugares para desempeñar una actividad laboral en condiciones muy precarias. Al hilo de esta cuestión, José Antonio nos contó que había leído testimonios en los que se narraban cómo algún internado usaba a los niños como mano de obra semi-esclavo. «Se los llevaban a los montes de León para cuidar vacas o a las minas de Asturias». Allí desarrollaban una labor remunerada, aunque del supuesto salario, ni el niño ni su familia veían una sola peseta, sino que se lo quedaba la dirección del internado.
Nos contó Lucero que, abordar todos estos temas, sirve para abrir habitaciones ocultas de nuestro pasado reciente, sacar a la luz episodios de la Historia, aunque sea a través de la ficción para contar historias humanas.
Referencias literarias y cinematográficas
Entre alguna fugaz referencia cinematográfica que sirve para medir el pulso de la época, la poesía no falta. Ya lo vimos en La madrina de guerra, donde nos topamos con un cameo de Miguel Hernández. El poeta de Orihuela vuelve a asomar en este libro. Lo hace a través de sus versos, porque la poesía es vehículo de aprendizaje, al menos, eso es lo que intenta Roque con sus alumnos, enseñarles por medio de los versos de insignes poetas, o por los versos del propio Lucero, que también se cuelan en las páginas del libro.
Para José Antonio, Miguel Hernández es un referente importante. «Todos mis personajes masculinos se parecen a Miguel Hernández», a ese hombre nacido en un entorno rural, como le ocurre a sus propios personajes.
Estructura y estilo
Estructurada en cinco partes que se cierran con un epílogo, la novela cuenta con cuarenta y dos capítulos para desarrollar una trama que, como dije antes, se mueve en el tiempo. Por un lado, los capítulos que transcurren en los años 50, en Encinar de la Sierra. Por otro, lo sucedido entre los años 30 y 40, en ese internado de Madrid, donde Roque pasará un tiempo. Incluso, nos podremos asomar levemente al año 1972. Pero el lector encontrará también un salpicado de capítulos escritos en primera persona. El narrador se dirige a otra persona, le cuenta partes de su vida, un relato emotivo y sincero, pero, ¿a quién le habla? Es algo que iremos descubriendo con el paso de las páginas.
Con un estilo evocador, José Antonio Lucero vuelve a regalarnos una historia en la que se nota el amor que siente por su profesión. Y también por su familia, porque aquella presentación se cerró con unas palabras del autor dirigidas a su mujer, a la que hizo entrega de un ramo de flores. «Para mí, escribir es un proyecto familiar y sin la ayuda de mi mujer no hubiera podido escribir ninguna de mis novelas», declaró. Fue un bonito gesto que emocionó a algunos de los allí reunidos.
En definitiva, si os tengo que recomendar una novela para las vacaciones de verano, no me lo pienso, os animaría a leer El alumno, y La maestra, y La madrina de guerra y La vida en un minuto, todas ellas historias de personas muy humanas, muy sencillas, muy apegadas a la tierra, con las que, estoy convencida, vas a disfrutar mucho.
[Fuente: Imagen de la cubierta tomada de la web de la editorial]
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