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jueves, 7 de julio de 2022

LAURA RESTREPO: ❝Siento una profundísima admiración por el ser humano❞

Nunca me resisto a las novelas de Laura Restrepo. Adentrarse en sus libros es meterse de lleno en otro tipo de literatura, esa que pone el dedo en la llaga, que saca a relucir lo que otros no son capaces de contar, que te sumergen en un mar de pensamientos y reflexiones. Su última novela, Canción de antiguos amantes (Editorial Alfaguara), permite al lector acompañar a Bos Mutas, su protagonista. Un escritor, fascinado con la figura de la reina de Saba, viaja a las tierras que hoy ocupan países como Yemen, Etiopía o Somalia, y que en su día conformaban aquel reino. Son lugares que Laura Restrepo visitó de la mano de Médicos Sin Frontera, en unos viajes que pretendían poner bajo el foco de atención la precaria situación de los campos de refugiados o las caravanas de mujeres migrantes, arrastrando a sus hijos, para llegar a esos edenes con los que ella siempre soñaron. Cuenta Restrepo en esta novela que estas mujeres gritan al viento que son las descendientes de aquella reina que quiso poner a prueba al mismísimo Salomón. Una historia de amor legendaria y pasada que correrá en paralelo a otra presente, mientras el narrador va acercando al lector a una terrible realidad llena de esperanza. 

Marisa G.- Laura, este libro es fruto de esos viajes que hiciste con Médicos Sin Frontera. ¿Cuándo tuvieron lugar? ¿Cuál era tu misión?

Laura R.- La novela es una novela de ficción. Básicamente son dos historias de amor que corren paralelas. Pero tienes razón, porque la base son una serie de viajes que hice con Médicos Sin Frontera. El libro está basado en dos de esos viajes en particular, uno a Yemen y otro a Etiopía.

La novela me tomó hacerla, por lo menos, siete años. Hice muchas lecturas,  rastreando la pista de la Reina de Saba,  y leyendo a todos los que habían estado obsesionado con ella.

Médicos Sin Frontera llevaba a escritores a esos lugares donde hay un conflicto enquistado y donde la prensa ya no pone atención, porque lleva tanto tiempo que ya no es noticia. Nos acompañaba un fotógrafo para dar visibilidad al problema. Y luego los reportajes se publicaban en El País.

M.G.- Es llamativo que se recurra a escritores para dar visibilidad a algo que la sociedad termina por normalizar. Creo que es lo mismo que está ocurriendo con la guerra de Ucrania. Al principio estábamos horrorizados pero ahora, vemos las noticias, y no nos impacta tanto.

L.R.- Claro. Son tragedias tan largas que se terminan por normalizar. Vengo de un país con una guerra que no cubre nadie. Lo de los escritores ayuda. Es un proyecto muy bonito en el que llevaron a Vargas Llosa al Congo, Sergio Ramírez fue a Haití, Martín Caparrós estuvo en Palestina, a Juan José Millás también lo llevaron a algún sitio. Fuera del proyecto, fui con ellos a la India. También estuve en México, en Colombia, y en la Isla de Lesbos, en el campamento de refugiados sirios.

M.G.- En algún momento, he escuchado decir a algún cooperante que, cuando viven estas experiencias, sus vidas cambian radicalmente. ¿Te ocurrió igual, Laura? ¿Qué sentiste cuando viste esos campos de refugiados?

L.R.-  Es que yo vengo de un país donde eso es la cotidianidad.

M.G.- También es verdad.

L.R.- Nada de eso es nuevo para mí. He vivido toda la vida reportando eso, muy metida en política. Fui comisionada de paz y tenía que andar viendo los bombardeos, las masacres. Como colombiana sigo sintiendo el mismo terror. Nadie se acostumbra a una cosa tan feroz, pero ya no me espanta tanto.

M.G.- Laura, y aunque te inspiras en esos viajes, comentas que es una novela de ficción. Pero, ¿cómo articulas realidad y ficción?

L.R.- Marisa, aparte de ser tierras con esta tragedia humanitaria, aquello es el territorio de las mil y una noches. Allí bullen las leyendas. Las mismas mujeres migrantes te lo dicen. Es un lugar donde la realidad se entrelaza con el mito. Pensé que aquel era un terreno fértil  para la literatura. Si anclaba la historia acá podía disparar tanto hacia una línea realista, donde se hable de la actividad de los médicos, como también podía agarrar la línea mítica, y desarrollar así el mito de la reina de Saba como me pareciera. Los mitos están para que los retomemos y evitar así que se petrifiquen y mueran.

Esta novela cuenta con dos historias de amor que marcan su estructura.

M.G.- ¿Tú crees que la denuncia de las injusticias y de los dramas humanos, funciona mejor a través de la literatura que del periodismo?

L.R.- Son dos vías de hacerlo. Con la literatura hay una cuestión de extensión. Se puede reflejar de mejor forma un mundo complejo. En el periodismo se corre el riesgo de presentar el problema de forma demasiado escueta, sin mostrar las historias humanas que hay detrás. 

M.G.- Como has dicho, esta novela te llevado varios años. Incluso empezó a gestarse antes que Los Divinos. ¿Cierto?

L.R.- Sí. Mientras la estuve escribiendo, publiqué Pecado y Los Divinos. Investigué el rastro dejado por la reina de Saba, a través de la gente que escribió sobre ella, y tenía tanto que meter en esta novela. A veces, llegaba un momento en el que sentía que me desbordaba. Entonces, prefería embarcarme en otro libro. Pero al tiempo, esta historia me jalaba otra vez. Además, cuando te propones escribir un reportaje tienes un compromiso con la gente. Sentía que esta historia la tenía que contar porque se lo debía a todas esas personas que me la contaron.

M.G.- ¿Por qué el mito de la reina de Saba ha despertado tanto interés en intelectuales, pensadores, escritores,...?

L.R.- Para empezar, porque figura en la Biblia en un par de párrafos. Pero figura por una razón, por la cual no figura ninguna otra mujer, por no ser puta o virgen. Ella figura en la Biblia por ser una mujer sabia y muy poderosa. De hecho, en tiempos bíblicos, Israel era apenas una tribu de pastores guerreros. El reino poderoso era el de Saba, porque tenían la mercancía más valiosa y más costosa, el incienso.

M.G.- ¿Y qué se sabe de esa reina? Creo que tú fabulas mucho sobre ella, ¿no?

L.R.- Sí, yo me la inventé como me pareció. En la novela se llama Pata de Cabra. Lo primero que hice fue quitarle el reino. Está desheredada, no tiene trono, ni corona, es coja. Creo que para eso están los mitos para que los hagamos de cualquier manera. Claro que, por ejemplo, mi Pata de Cabra está a medio camino entre un humano y un animal, entre la vida y la muerte. Fueron cosas que fui recogiendo de la leyenda, que decía que tenía algo raro en las piernas, como muy peludas. También se habla que tenía algo en los genitales, posiblemente haciendo alusión a una tradición muy vieja, como es la mutilación genital femenina. 

M.G.- ¿Y por qué decides llamar Bos Mutas al personaje - narrador? Significa buey mudo, en latín.

L.R.- El narrador es un muchacho un poco perdido en el mundo. Es huérfano y ha salido de un monasterio donde ha pasado sus primeros años, y donde se vuelve un gran estudioso de Tomás de Aquino. Él vive obsesionado con la reina de Saba, como enamorado de ella, una figura que engloba a todas las mujeres inalcanzables de su vida, empezando por su madre que se muere cuando él es muy joven. Se pasa el día escuchando a Patty Smith, a la que rezaba cuando estaba en el monasterio, porque nunca fue muy religioso, como tampoco lo era su madre. La música de Patty Smith le parece más evocadora que los propios salmos. 

Un día, en la biblioteca del monasterio, Bos Mutas tiene una revelación. Estudiando todo lo que escribió Santo Tomás de Aquino, encuentra que él dijo que ya no escribiría más, que todo lo que había escrito era paja. La leyenda cuenta que tomó esa decisión porque se le apareció la reina de Saba. En la tradición alquímica, ella está asociada con la iluminación, con la revelación, con el conocimiento. A Tomás de Aquino, como era tan grandote y callado, le llamaban buey mudo. Y el narrador de la novela, toma el nombre de su maestro.

Me llama mucho la atención que, metafóricamente, fuera mudo el que precisamente está narrando la historia.

[Si prefieres escuchar nuestra conversación, dale al play]


M.G.- He estado leyendo esos artículos que comentas, que se publicaron en El País. También he leído algunos artículos publicados en la web de Médicos Sin Fronteras. En uno de ellos se habla de las descendientes de la reina de Saba: «mujeres que huyen de la guerra, del hambre y el odio, en lugares donde la situación es desoladora y la atención médica casi inexistente». Este es un libro que se habla mucho de mujeres, de mujeres migrantes. ¿Y los hombres? 

L.R.- Aparte del narrador, en la novela también figuran hombres como un médico catalán, de nombre Pau. Por otro lado, hay un personaje masculino que me encanta. Se llama Mirza Hussein y es mi propio abuelo. Una de las cosas más extrañas que me pasaron durante la escritura de esta novela fue que encontré unos textos inéditos de mi abuelo. Él fue escritor y dejó publicado varios libros. Tengo la mitad de su biblioteca en Barcelona. Pues, en una caja que no había abierto nunca, encontré un manuscrito inédito e incompleto, que llevaba por título En el nombre de Alá y cuya historia transcurre en Yemen. Fue una cosa extrañísima. ¿Por qué el abuelo escribiendo sobre Yemen? El personaje de ese texto inédito es Mirza Hussein, lo metí en esta novela, y dice algunas de las cosas que el abuelo Enrique deja escrito en su texto.

M.G.- Tomas muchas cosas de tu realidad, que vuelcas en esta novela.

L.R.- Claro. Todo lo que tiene que ver con Médicos Sin Frontera es verdad. Por ejemplo, narro el parto de una muchachita que fue violada. Aunque aparece como contado por Bos Mutas, en realidad ese parto me tocó a mí en Etiopía. Fue muy duro para mí porque el parto fue brutal. Cuando nació la criatura sentí tanto alivio que se me aflojaron las piernas. Me fui para el piso porque no podía más. Me sacaron fuera y al abrir los ojos, como era zona cafetera, vi los cafetos de color verde oscuro y las palmas que ponen para darles sombra de color verde claro. Aquello era idéntico a Colombia. El sol pegaba muy lindo sobre la plantación. Son cosas que viví y que están transcritas en la novela como parte de la ficción. 

Además, otro de los personajes, Zahra Bayda, una partera somalí, también está basado en la que fue nuestra guía y en lo que ella nos contaba.

M.G.- Zahra Bayda será el amor de Bos Mutas. Como bien has dicho en la novela hay amor. Un amor que ya vemos a través de este título tan poético. ¿Por qué Canción de antiguos amantes?

L.R.- Para mí era importante que fuera una canción. En la descripción de la realidad durísima del destierro y del desplazamiento también está el arrullo de la música. Hay un cierto canto de esperanza de esas mujeres migrantes que no van  a parar. Quizá ellas no lleguen a destino pero saben que sus hijos sí llegarán algún día, a donde la vida sea posible. 

Por otra parte, el eco que yo oigo, pese a esta situación de fin del mundo, no es el apocalipsis sino el Cantar de los Cantares, el más bello texto sobre al amor cósmico que se haya escrito nunca. Por eso la novela tiene como unos estribillos que suenan muy musicales. De ahí viene lo de canción.

Y con antiguos amantes quería hacer énfasis sobre la estructura de la novela, en esas dos historias de amor. También porque, cuando tienes experiencia con tus mayores que pierden la memoria, te das cuenta que lo último que olvidan son las canciones. Quizá si la raza humana está transitando el último trecho, dada la crisis ecológica, la inminencia de las hambrunas,  las plagas,... es posible que lo último que quede resonando en nuestras consciencias y en nuestra memoria sean las canciones. 

M.G.- Y antes cuando decíamos que estas mujeres se sienten descendientes de la reina de Saba, ¿de qué manera incide el mito sobre ellas?

L.R.- La importancia de tener un mito como sustento, como fuste de una historia, tiene que ver con que puedes leer el texto y pensar que es una historia exótica de una tierra lejana. Como colombiana lo sé. Escribes y cuando el libro viene por estos países más desarrollados, podemos pensar que son cosas que no nos van a tocar. Pero el mito es universal. Vincular estas mujeres con un mito, que conocemos desde niños, les da vigencia, no como parte de una tribu, sino como parte de la humanidad. 

M.G.- Laura, el texto está plagado de citas. En las páginas finales vemos todos esos libros que has consultado: TS Eliot,  Pessoa, Pizarnik, Rimbaud... Te has apoyado en muchas referencias como para dar viveza al relato.

L.R.- Suelo hacerlo. Todos mis libros tienen muchas referencias. Este es un libro que violenta mucho el género novela porque tiene partes que son ensayo, poesía. He tratado de amalgamarlo todo para que el lector no sienta brincos, que todo fluyera como una historia. Para meter esta historia en una novela había que flexibilizar el género. 

Aunque es más propio del ensayo, también me gustó la idea de compartir con el lector lo que está leyendo el autor. Imagino que todo autor que está escribiendo una novela está todo el tiempo consultando. Es como la cocina privada del autor que no se revela. Pero a mí me gustaba que el lector supiera lo que yo estaba leyendo cuando escribí esto. Y que si quiere dirigirse a esa fuente la pueda buscar.

M.G.- Eres una mujer que siempre ha estado muy comprometida con la actualidad, muy vinculada a la política. Creo que la literatura tiene como misión principal entretener al lector, pero tus novelas siempre van más allá. Son un vehículo para hacer reflexionar al lector sobre aquellos temas que nos rodean y sobre los que no nos paramos a mirar con detenimiento.

L.R.- ¿Pero no es ese el objetivo de todo autor?

M.G.- No siempre, Laura.

L.R.- Creo que la literatura es un llamado de atención sobre algún rincón de la humanidad que no ha recibido suficiente iluminación. A mí me interesa mucho lo colectivo. La novela tiene que tener protagonistas claramente identificables para el lector y con los que el lector se puede identificar, pero las historias colectivas me han llamado siempre mucho la atención. Voy a los lugares, miro, investigo. Siento una profundísima admiración por el ser humano. Particularmente por las mujeres, por su fuerza, por su dignidad, pese a las circunstancias tan duras. 

M.G.- Y después de tantos años de escritura, de tantas novelas publicadas, ¿todavía sigues aprendiendo el oficio o ya te sabes la lección?

L.R.- No, no me la sé, por eso me cuesta tanto trabajo. Creo que cada tema tiene su forma de escribir. Hay que buscarla. No te puedes repetir porque estás violentando el propio tema. Suelo cambiar mucho y eso para los editores es complicado (ríe). Siempre pienso que, si me aburro escribiendo, el lector también se aburrirá. Hay que renovarse, encontrar una forma nueva de contar, forzar un poco las fórmulas, buscar nuevos caminos. Entiendo que no siempre es fácil pero, al igual que dicen que cada niño viene con su pan bajo el brazo, cada tema impone una forma de narrar.  

M.G.- Laura, un placer estar contigo.

L.R.- Gracias a ti.

Sinopsis: «Todo mito que nace renace. Todo mito que encarna reencarna».

Obsesionado con la reina de Saba, Bos Mutas, un joven escritor contemporáneo, sale a buscarla por el mundo, igual que hicieron a lo largo de los siglos personajes históricos como Salomón, Tomás de Aquino y Gérard de Nerval. Y aunque la reina de Saba resulta inasible, Bos Mutas encuentra en su lugar a la muy terrenal Zahra Bayda, una partera somalí. De esa manera, el tiempo real del presente corre paralelo al tiempo inmemorial del mito.

Obra de ficción basada en los viajes que la autora hizo con Médicos Sin Fronteras por Yemen, Etiopía y la frontera somalí -la geografía mágica y feroz del que alguna vez fuera el reino de Saba-, esta novela es un hermoso caleidoscopio, una puerta de entrada a mundos apasionantes, una audaz amalgama de géneros, épocas, ritmos profanos y bíblicos, crueldad y solidaridad, amor y guerra, dolor y curación.

Laura Restrepo acompaña, con este emocionante relato, el eterno caminar de las mujeres migrantes, que pese a cojeras y tropiezos siempre se levantan, siguen adelante, aprenden a mirar cada vez más lejos y traspasan las fronteras del tiempo y el espacio. Canción de antiguos amantes esboza una propuesta seductora: ¿y si el gran himno del final de los tiempos no es el Apocalipsis? ¿Y si fuera más bien el Cantar de los Cantares?

martes, 12 de junio de 2018

LAURA RESTREPO: 'Me interesaba explorar el caldo de cultivo de un asesino'

En diciembre de 2016, Yuliana Samboní, una niña colombiana de siete años de edad y de familia humilde fue secuestrada, violada, ultrajada, vejada y posteriormente asesinada. Su verdugo, Rafael Uribe Noguera, era un conocido arquitecto bogotano de treinta y ocho años y perteneciente a una familia acaudalada. El asesinato sacudió la sociedad colombiana que no se lo pensó dos veces para echarse a la calle y clamar justicia. Un hecho tan deleznable como este es el origen de la última novela de Laura Restrepo, Los Divinos. Partiendo de la atrocidad cometida contra la pequeña Samboní, la periodista y autora colombiana, comisionada en el proceso de paz durante el gobierno de Belisario Betancur, escribe una novela dura con la que intenta explorar el lado más oscuro del ser humano

Hace unas semanas Laura Restrepo visitó Sevilla y tuvimos la oportunidad de hablar con ella sobre su nueva novela. 

Marisa G.- Laura, un placer volver a verla por Sevilla. 

Laura R.- Estoy encantada.

M.G.- Viene usted a promocionar su última novela, 'Los divinos', que contiene una historia con trasfondo real, el secuestro, la violación y el posterior asesinato de la niña colombiana, Yuliana Samboní. Imagino que usted oyó la noticia y decidió escribir este libro, ¿no es así?

L.R.- No solo fue por escuchar la noticia. Lo que ocurrió es que hubo tal conmoción en el país que nos llevamos muchos meses intentando entender qué había sucedido, cómo y por qué,... Son crímenes que hacen una radiografía del país y que ponen en evidencia realidades que estaban subyacentes. ¿Cómo era posible que a un hombre que tenía el mundo en su mano cometiera semejante maldad contra una chiquita, una víctima absoluta? La secuestró, la maltrató, la violó y la mató. La desbarató por completo. Era algo inimaginable para el país y suscitó una bronca generalizada por el abismo que había entre la víctima, una niña desprotegida, y el asesino, un tipo guapo y carismático, arquitecto, prestigioso, rico. ¿Por qué se mete en un barrio tan humilde a buscar a una niña para masacrarla de esa forma?

M.G.- Ese es el punto de partida pero luego la historia en sí, la que se narra en el libro, es ficción. De todos modos, ¿cuál es el objetivo a la hora de escribir esta novela? ¿Pretende usted con este libro dar a conocer de algún modo aquel suceso tan atroz? Porque si le soy sincera, hasta que el libro no ha llegado a mis manos, desconocía lo que había sucedido.

L.R.- No. No me interesaba tanto el suceso en sí, si bien estremecedor, ni investigar unos hechos que la prensa ya había cubierto ampliamente, sino más bien cómo es la persona que puede llegar a hacer algo así, cómo es su vida, de quién está rodeada, cómo son sus relaciones familiares, quienes son sus amigos. Los personajes de la novela son cinco amigos, que se hacen llamar los Tutti Frutti, entre los que existe un pacto de lealtad desde pequeños, se respaldan los unos a los otros, pase lo que pase. Quería analizar cómo van creciendo dentro de este espíritu infantil de asociación masculina, en el que la prepotencia o el despliegue de dominancia juegan un papel tan importante. Me interesaba explorar el caldo de cultivo de un asesino desde el punto de vista social, psicológico y personal. Quería la historia íntima del asesino dentro del mundo de la ficción.

M.G.- No es una crónica periodística porque, como usted está explicando, el libro es ficción aunque parte de un hecho real. Entiendo entonces que usted lo que quiere hacer es un estudio de la naturaleza humana, de ese tipo de individuo que puede llegar a perpetrar un crimen de estas características.

L.R.- Eso es. La novela está contada íntegramente en primera persona por un personaje masculino y los cinco personajes que la conforman son todos varones. Me interesaba tratar de entender qué puede haber dentro de la cabeza de un muchacho que hace una cosa así, sobre todo cuando no se trata de un criminal o de un miembro ligado a una banda, sino más bien lo contrario, un ciudadano libre de toda sospecha, alguien que lo tiene todo. Quería analizar qué hay de común entre esa persona que comete un acto brutal y sus amigos, que no son psicópatas como él, pero que tienen una relación un tanto perversa, de menosprecio, de cosificación,... con sus propias mujeres, un tipo de relación socialmente aceptada en la sociedad contemporánea. 

M.G.- Son cinco los personajes: Muñeco, el Duque, Píldora, Tarabeo y Hobbit, este último es el narrador. ¿Qué los diferencia o cuáles son las peculiaridades de cada uno?

L.R.- Tienen características bien distintas porque no quería hacer ninguna caricatura. El Hobbit que es el narrador, lo necesitaba un poco distinto a los demás porque tenía que ser el que tuviera una visión crítica para no ser yo la que estuviera emitiendo juicios de valor. A través de este personaje se va viendo la ferocidad de la situación. Es un personaje que no pertenece a una familia tan rica, se dedica a hacer traducciones, lo cual le da una cierta relación con la literatura o con la conciencia crítica, la capacidad de raciocinar lo que está pasando. Le tiene miedo a la calle, no le gusta el contacto con la gente, que lo toquen. Le puse el Hobbit porque lo sentía metido en su cueva.

Tarabeo es el más frío y cínico de todos. Tiene un matrimonio perfecto, es el profesional perfecto, el tipo impecable que se viste como un príncipe pero detrás de eso tiene una doble vida, con muchas amantes. 

El Duque es la perfección de lo estético, un tipo alto, longilíneo, que no arruga el lino, como se dice en mi país. Tiene una finca paradisiaca y su novia es parte del 'setting' de su vida.

El Píldora es el personaje más interesante para mí. Su madre se ha hecho rica pero siguen viviendo en el centro de la ciudad en vez de en los suburbios. Quedarse en el centro es algo común de las familias tradicionalistas. Le encanta la poesía. Su relación frente a los demás amigos es de vasallaje.

Y finalmente Muñeco, el más carismático de todos, el más guapo, el más querido, como se dice allá, alguien encantador que te hipnotiza. Es un personaje que empieza a tener una vida propia, más callejera, de callejones oscuros, hasta el punto de que sus amigos se empiezan a dar cuenta de que se está separando.

Como te digo, de pequeño se pusieron los Tutti Frutti e hicieron un juramento de fidelidad. Como si fueran los mosqueteros, ellos dicen Tutti para Frutti y Frutti para Tutti, lo que quiere decir que hagas lo que hagas yo voy a estar aquí, cubriéndote las espaldas. Parece un juego infantil pero en realidad es un pacto de clase. ¿Y qué los diferencia? Pues el dilema que se les presenta, entre ser fieles a su pacto de solidaridad o delatar al criminal a quienes ellos conocen bien. Cada uno lidia con ese dilema de manera distinta a lo largo de la novela.

M.G.- La novela consta de seis capítulos. Cada uno de ellos se dedica a uno de los personajes pero hay un sexto capítulo dedicado a la niña. ¿El propio Hobbit nos habla de la víctima?

L.R.- Sí. Al principio los amigos no saben qué ha hecho el Muñeco. Saben que hay algo atroz pero no lo tienen claro. En ese capítulo el Hobbit hace una búsqueda a través del ordenador del asesino. Anda buscando si hay material pornográfico. Encuentra unas fotos y va atando cabos.

M.G.- Hablando de esos cinco hombres y de una víctima femenina, resulta inevitable pensar en lo que ha ocurrido aquí en España con la Manada. 

L.R.- Es aterrador lo que hace la Manada y es aterrador lo que hacen los jueces después. Que los muchachos jóvenes vean lo que hace la justicia y las sentencias que dictan da mucho qué pensar. Después de lo que ha ocurrido hay mujeres que piensan que ya no hay nadie que las proteja. Les da pánico pensar que la justicia ya no está de su lado sino en su contra. 

M.G.- Laura le voy a dar dos titulares de dos autoras que han escrito sobre la violencia contra la mujer. 'Una mujer no denuncia una violación o los malos tratos porque supone una revictimización' y 'Ser mujer es un camino cotidiano con infinitas formas de violencia'. ¿Qué opina?

L.R.- Así es. Eso es lo que me interesaba a mí. Está el hecho visible, monstruoso pero ¿qué hay debajo? El pequeño maltrato cotidiano va minando el respeto por la mujer, va deteriorando su imagen y la va acostumbrando a mantenerse sometida. No importa que trabaje, que aporte dinero, que sea una persona importante fuera de su casa, en las relaciones de pareja de pronto asume un papel o se la fuerza a asumir un papel de segunda fila. Esto todavía sucede. Así que me interesaba explorar las relaciones de cada uno de esos muchachos con su madre, con las personas del servicio, con las secretarias, con las prostitutas,... para averiguar si existe un vínculo entre el crimen monstruoso y toda la pequeña normalidad que corre por debajo. Ese tipo de crímenes no sale de la nada.

M.G.- En este libro se explora ese pacto de lealtad que ya hemos comentado pero también sale a relucir esa situación de poder que tiene la gente de clase acomodada con respecto a las personas más desfavorecidas, como la familia de la niña.

L.R.- Existe un doble maltrato, no solo por ser mujer sino también por pertenecer a una clase humilde. Se maltrata al pobre, se le ignora, es invisible para algunas personas poderosas porque consideran que no es nadie. Hay egos tan gigantescos que quienes los rodean no son importantes, ni los pobres, ni las mujeres,.. El resto de la sociedad no le importa a ninguno de estos amos del universo que lo tienen todo en la mano.



M.G.- Pero ahí entra en juego también el respaldo judicial. 

L.R.- Absolutamente. Son personas que se mueven en la total impunidad. 

M.G.- Por lo que es normal que pensemos que la justicia no es igual para todo el mundo. Sin embargo, en el caso de Yuliana Samboní todo el pueblo colombiano se echó a la calle y si no me equivoco al asesino lo sentenciaron a unos 58 años de cárcel. Me pregunto si aquella sentencia no fue fruto de la presión a la que se vio sometido el sistema judicial tras la respuesta del pueblo, porque no siempre ocurre esto.

L.R.- No podría decirte porque fue todo muy rápido. No tenemos evidencia de que los jueces hubieran actuado de otro modo si el pueblo no hubiera reaccionado. De todos modos, lo que sí es evidente es que estaban trabajando con una presión brutal en la calle. Es uno de los casos que más rápidamente se juzga y se condena por una agresión sexual. A los tres meses, el asesino estaba detenido y preso y con sesenta años de cárcel que es la pena máxima contemplada en el código penal colombiano, sin derecho a reducción de ningún tipo porque se trata de infanticidio. No había lugar a atenuantes.

M.G.- Tal y como comentó antes y también se lo he oído decir en otras entrevistas, existe un cierto maltrato tolerable por la sociedad, incluida por las propias mujeres porque lo tenemos interiorizado y asumido. No nos damos ni cuenta.

L.R.- Exacto. A la luz de este crimen visible, ¿por qué no tratamos de ver lo invisible? Existen malos tratos que no proceden de psicópatas o de sociópatas, sino que proceden de hombres normales, contra mujeres normales, en situaciones normales, todo esto entre comillas. Hay una monstruosidad en la normalidad.

M.G.- Le voy a referir una situación que viví no hace mucho. Estaba en una reunión de amigos, un encuentro muy informal en el que había un matrimonio muy agradable. Ella era bellísima y a él se le veía un hombre de éxito. En esto que ella se levanta para ir al baño y al pasar junto a su marido, él le da un cachete en el trasero. Ahí me bloqueé. De repente me quedé pensando qué significaba aquel gesto. ¿Se podía considerar un simple gesto sin más connotaciones? ¿Aquello era algo cariñoso? Nadie dijo nada, a nadie le pareció raro, y ella simplemente sonrió.

L.R.- Era un gesto que denotaba propiedad. Son formas de desprecio que van mermando la situación de la mujer incluso ante sus propios ojos. Es lo mismo que ocurre con la esposa a la que se tiene comprada con las tarjetas de crédito, o con la novia que en realidad no se la desea pero sí se la muestra como un trofeo para alimentar el ego. Todo esto era lo que me interesaba, el crimen monstruoso es la punta del iceberg pero ¿qué hay debajo del agua?

M.G.- Muchas cosas de las que no nos damos cuenta pero una pregunta Laura, ¿es un libro duro de leer? ¿Cómo se debe enfrentar el lector ante este libro?

L.R.- El tema es muy duro pero lo que me han dicho los lectores es que no pueden soltar el libro porque se meten en el mundo aterrador y fascinante de estos muchachos, entre los que existen relaciones de dominio y vasallaje. La novela tiene un sentido del humor muy bogotano, muy caustico, que moralmente tiene sus implicaciones porque todo lo relativiza. Las cosas atroces dejan de serlo tanto si se hace un buen chiste. De todos modos no hay suspense en relación a la identidad del asesino porque esa información la tiene el lector pero sí hay suspense en cómo cada uno de ellos enfrenta lo que ha sucedido, el dilema moral que se le plantea cada uno. Y luego está la pregunta que se hacen los cuatro amigos del Muñeco: ¿en qué momento cambió el Muñeco para convertirse en ese horror que es hoy? ¿Sucedió de la noche a la mañana o bien viene sucediendo desde hace tiempo y lo hemos ido asumiendo? Son temas que llevan al lector a engancharse a la lectura.

M.G.- En sus libros, al menos en los últimos, siempre encontramos violencia y mal. Creo que ya lo comentamos la última vez que nos vimos. ¿Se sigue usted sintiendo atraída por estas cuestiones?

L.R.- Sí pero en mis libros también está el otro lado de la moneda, la contraposición, como las ganas de vivir, un sentido de la dignidad que siempre he querido que tengan mis personajes. Quiero transmitir que pese a todo merece la pena vivir y hacerlo dignamente aunque sea muy difícil. Siento admiración y respeto por el humano y me gusta que eso se refleje en mis libros.

M.G.- No puedo obviar como última pregunta la dedicatoria. Dice así: 'Al día que todos los hombres, a la par que las mujeres, se manifiesten en las calles contra el feminicidio'. Me ha parecido muy original y muy bonita.

L.R.- Sí, y por eso la novela está contada por la voz de un hombre. Está claro que las mujeres somos las que tenemos que llevar la voz cantante en una pelea sin cuartel, para que estas cosas no sucedan y la justicia falle a favor de la víctima y no a favor del victimario. Pero hay muchos hombres buenos con los que hay que entablar un diálogo. El apoyo de los hombres es necesario para acabar con el feminicidio y el maltrato, son hombres que se horrorizan con este tipo de situaciones. No hay que dejarlos de lado porque son parte de esta lucha.

M.G.- Laura, no le voy a robar más tiempo. Me ha parecido muy interesante todo lo que nos ha contado y estoy convencida que la novela me va a gustar mucho.

L.R.- Eso espero. Ya me contarás.

M.G.- Por supuesto. Muchas gracias por visitarnos.

L.R.- Gracias a ti.

Os podéis imaginar, a juzgar por el germen de la novela, que Los divinos no narra una historia sencilla. Es una lectura dura y aun así, esa inmersión que hace la autora en unos personajes que tienen un doble cara bien merece la pena. Os daré detalles más pronto que tarde.






Ficha novela

Editorial: Alfaguara.
Encuadernación:Tapa blanda con solapas.
Nº Páginas: 256
Publicación: Abril, 2018
Precio: 18,90€
ISBN: 9788420432687
Disponible en e-Book
Puedes empezar a leer aquí.
Ficha completa aquí.








lunes, 20 de junio de 2016

PECADO de Laura Restrepo.

Editorial: Alfaguara.
Fecha publicación: marzo, 2016.
Precio: 18,90 €
Género: Narrativa. 
Nª Páginas: 352
Edición: Tapa blanda con solapas.
ISBN: 9788420419183
[Disponible en eBook;
Puedes leer el primer capítulo aquí]


Autora

Laura Restrepo (Bogotá, 1950) publicó en 1986 su primer libro, Historia de un entusiasmo (Aguilar, 2005), al que siguieron La Isla de la Pasión (1989; Alfaguara, 2005 y 2014), Leopardo al sol (1993; Alfaguara, 2005 y 2014), Dulce compañía (1995; Alfaguara, 2005 y 2015), La novia oscura (1999; Alfaguara; 2005 y 2015), La multitud errante (2001 y 2016), Olor a rosas invisibles (2002; Alfaguara, 2008), Delirio (Premio Alfaguara 2004), Demasiados héroes (Alfaguara, 2009 y 2015), Hot sur (2013) y Pecado (2016). Sus novelas han sido traducidas a más de veinte idiomas y han merecido varias distinciones, entre las que se cuentan el Premio Sor Juana Inés de la Cruz de novela escrita por mujeres; el Premio Alfaguara de novela 2004; el Prix France Culture, premio de la crítica francesa a la mejor novela extranjera publicada en Francia en 1998; el Premio Arzobispo Juan de San Clemente 2003, y el premio Grinzane Cavour 2006 a la mejor novela extranjera publicada en Italia. Fue becaria de la Fundación Guggenheim en 2006 y es profesora emérita de la Universidad de Cornell, en Estados Unidos.

Sinopsis


Virtudes y crímenes son intercambiables entre sí y reversibles: la naturaleza desdoblada del pecado, sus varias caras de poliedro.



Como sacados de un cuadro de El Bosco, los protagonistas de este libro son Arcángel, el adolescente asesino; Luis B. Campocé, el ejecutivo adúltero; Emma, la descuartizadora; una pareja incestuosa; un verdugo apodado La Viuda; las Susanas, tres hermanas indiferentes o vanidosas, y el Siríaco, profeta soberbio.



La perturbadora y ambigua idea de pecado se encarna en todos ellos. El jardín de las delicias ha dejado de esta colgado en el museo y se muestra más real que nunca, vivido por estos personajes de carne y hueso que nos confiesan al oído su particular relación con el mal. ¿Hasta qué punto son culpables? Sobre el lector recaerá el reto moral de condenarlos o, tal vez, de indultarlos.

Con la fuerza y la sensibilidad que caracterizan su literatura, Laura Restrepo indaga en la complejidad ética de la transgresión a través de una narración inquietante, original, por momentos aterradora y al mismo tiempo dulcemente humana. Cada pecado trae consigo su correspondiente culpa, pero también su gota de alivio.



[Biografía y sinopsis tomadas directamente del ejemplar]


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En ocasiones me suele ocurrir que los relatos me piden una relectura, especialmente si están magistralmente escritos. Sé que hay lectores que suelen decir que los relatos los dejan a medias pero pensando mucho quizá el enfoque es erróneo. Lo mismo somos nosotros, los lectores, los que dejamos a media los relatos. Me explico. La habilidad de un escritor en este género debe ser sobresaliente. Escribir una novela con todos sus peregiles, sin límite en la extensión, facilita las cosas a la hora de contar una historia. No ocurre así con la brevedad de un relato, en el que el autor ha de condensar en unas cuantas páginas todo un argumento, sin dejarse nada atrás y consiguiendo encandilar al lector. En esa extraordinaria capacidad reside la magia del relato y para ello, quizá el lector tenga que hacer un esfuerzo extra. Por eso digo que, ocasionalmente este género me pide una relectura pues de otro modo sí puede suceder que me quede incompleta.

Es lo que me ha pasado con Pecado, el nuevo libro de Laura Restrepo que leí a principios de abril y en el que me he embarcado por segunda vez la semana pasada. Aunque Pecado no es un libro de relatos propiamente, al menos su autora lo concibió como una novela, el hecho de que esté compuesto por nueve historias relativamente breves induce a considerarlo como tal. Mi sensaciones con la segunda lectura han venido a corroborar lo que os explicaba antes. Ahora, he llegado a percibir matices que se me escaparon con la primera lectura y el resultado final ha sido mucho más satisfactorio.

Con una estructura cíclica que se abre con Peccata mundi (1) y se cierra con Peccata mundi (2), la autora colombiana nos propone un paseo por un compendio de historias en las que el mal está muy presente, con unos personajes que, a su modo, construyen su propio código moral, una ética peculiar con más de un doblez y que en ocasiones conduce al sacrificiosiendo el hilo conductor, de un modo un otro, el cuadro El Jardín de las Delicias de El Bosco, que en su día perteneció a Felipe II, donde él «veía los secretos de su alma». Tal es así que, la faja que acompaña al libro viene a decir «Un viaje al corazón del mal inspirado en El Jardín de las Delicias».




Analizar el cuadro de cerca supone sumergirte en un mundo extraño pues no deja de ser una obra ambigua y oscura, un tríptico con tres fases, quizá los tres estados del hombre: la pureza, lo mundano, y la depravación. Fue una obra por la que el monarca, del que se dice que «Su cabeza es la de un moralista y su cuerpo el de un libertino» [pág. 19] y al que sus pecados en vida no le debajan ascender a los cielos, sintió fascinación. Y así como para el que fue llamado el Señor de Negro se convirtió en una obsesión, también será una obra por la que los personajes de este libro se sientan atraídos. 

Resulta interesante tener la pintura a la vista o bien representada en nuestra mente mientras se lee este libro pues son múltiples las referencias a los detalles pictóricos que la componen, en una descripción casi meticulosa que invita a indagar sobre el pintor y su intención a la hora de plasmar en estas tablas una alegoría del mundo.

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