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lunes, 21 de diciembre de 2020

NOSOTRAS, ENFERMERAS de Enfermera Saturada

Editorial: Plaza & Janés
Fecha publicación: Octubre, 2020
Precio: 14,900 €
Género: Ilustrado
Nº Páginas: 176
Encuadernación: Tapa dura con sobrecubierta
ISBN: 9788401025716
[Disponible en eBook y Audiolibro;
puedes empezar a leer aquí]

Autor

Héctor Castiñeira nació en Lugo y se graduó en Enfermería por la Universidad de Santiago de Compostela. Especialista en enfermería del trabajo, ha cursado másters en Formación del Profesorado, en Integración de Cuidados, Urgencias y Emergencias y en Seguridad Clínica. Experto en cuidados críticos del paciente adulto y pediátrico. Héctor ha trabajado como enfermero en el Servizo Galego de Saúde, en Emerxencias Sanitarias de Galicia 061 y en el Servicio Madrileño de Salud, donde en la actualidad desarrolla su labor asistencial.

Considerado el perfil más influyente en gestión sanitaria por la IMF Business School, colabora habitualmente en medios de comunicación (RNE, Corporación Radio e Televisión de Galicia, Antena 3 TV, El Mundo, El Huffington Post o El Progreso) donde se encarga de la divulgación sanitaria y ayuda a combatir las fake news de la salud. Embajador de la iniciativa Salud sin Bulos y miembro de la Asociación Española de Comunicación Científica, ha recibido importantes premios en reconocimiento a su labor de promoción, defensa y visibilidad de la profesión enfermeras

Sinopsis

Esta es la historia de una enfermera que luchó contra el coronavirus en primera línea, armada con una bolsa de basura y una mascarilla reutilizada. Pero, en realidad, es también la de todos los enfermeros y las enfermeras que plantaron cara al virus, esos a los que la sociedad llamó héroes, y por quienes aplaudía a las ocho, mientras ellos y ellas vivían con el miedo pegado a su espalda. Es el testimonio de sus lágrimas, temores y sacrificios, y a la vez de la inmensa felicidad que sentían cada vez que apagaban un respirador y entregaban el alta a un paciente.

[Información tomada directamente del ejemplar]



Cuánto interés tenía en leer lo último de Enfermera Saturada. Acostumbrada a unos libros cuya base principal era el humor, aplicado al mundo de la enfermería, sentí muchísima curiosidad al saber que Héctor Castiñeira se atrevía a abordar la crisis sanitaria de este 2020 en Nosotras, enfermeras. La primera duda que me surgió fue cómo iba a hacerlo. ¿Iba a dejar de lado el humor socarrón de Satu, la protagonista de los siete volúmenes que el gallego lleva publicado hasta ahora? ¿Pretendía ofrecernos un libro totalmente diferente, de carácter menos divertido? La intencionalidad de Castiñeira queda clara en las primeras páginas de este nuevo volumen. Para ello, algo novedoso en esta publicación si la comparamos con las anteriores, el libro se abre con una introducción en la que se dice:


«Este libro pretende ser un testimonio de cómo las enfermeras vivimos los días en que un virus apagó el mundo durante la primavera de 2020 y sumió a España en la peor pandemia del siglo XXI. Desde dentro y en primera línea de batalla contra el coronavirus. Un relato realista para que, con el transcurso del tiempo, todas las historias vividas a lo largo de esas semanas no se pierdan en el olvido, se reescriban o desdibujen. Y para que, quienes no lo han experimentado tan de cerca, sean un poco más conscientes de lo que pasó realmente». [pág. 12]


Estructurado en nueve capítulos, numerados y que abordan una horquilla temporal que va desde enero a mayo, en Nosotras, enfermeras se nos irá relatando cómo, tanto Satu como sus compañeras, empezaron a hacer frente al coronavirus. Por ejemplo, nos contará cuándo se detectó al primer contagiado. Fue el 8 de diciembre de 2019, quedando el paciente ingresado en el Hospital Zhongnan de Wuhan (China). Partiendo de ese inicio y de la llegada del virus a España, se nos irá narrando toda la problemática a la que el personal sanitario ha tenido que hacer frente, desde la escasez de medidas de protección, el desconocimiento inicial del virus, la dificultad de ponerse un EPI, y el calor asfixiante que producía trabajar dentro de los equipos de protección, el robo de las mascarillas,... Pero también hay espacio en estas páginas para hablar de la solidaridad, del apoyo de muchos colectivos que arrimaron el hombro. Es conmovedor leer sobre los taxistas, que pusieron sus vehículos al servicio del personal sanitario. En definitiva, una crónica de la evolución de la pandemia, vista principalmente, desde el interior de un hospital. 

Pero en este volumen también hay crítica y, sinceramente, me alegro que la haya. Porque es muy fácil confiar en la labor de los sanitarios y depositar en ellos toda nuestra esperanza, pero poco pueden hacer si no le damos los recursos necesarios. Y aunque IFEMA fue un auténtico logro logístico y sanitario, Satu nos advierte que tampoco fue un "hospital milagro". 


«Esa misma que perdimos a nuestra primera colega llegamos a superar la cifra de tres mil sanitarios infectados, y nuestro llamamiento para conseguir batas y mascarillas era ya desesperado. Algo que a nuestros gestores y políticos, a salvo en sus despachos, sometiéndose a pruebas PCR cada dos por tres y bien lejos de los pacientes, parecía no importar demasiado pues habían encontrado en la frase "vienen de camino" la respuesta perfecta para nuestras peticiones». [pág. 112]


No os voy a engañar. Hay pasajes realmente duros, a pesar de ser un libro de Enfermera Saturada. El capítulo sexto es demoledor. En él se habla del Palacio de hielo como una monstruosa morgue, a donde iban a parar todos esos fallecidos que habían exhalado su último aliento lejos del calor de sus familias. Satu hace una reflexión interesantísima en este capítulo. Y es que, dado que nunca se autorizó el acceso a los medios de comunicación para grabar las hileras de féretros (tan solo se filtró una fotografía), la ciudadanía vivió ajena a la auténtica realidad. Si no le expones la verdad en toda su crudeza, si procuras "proteger" y aislar a los ciudadanos de lo que verdaderamente está ocurriendo, te expones a que no lo comprendan en toda su magnitud y así, difícilmente conseguirás que se conciencien:


«Esa gente probablemente recordará todo esto como la pandemia de las sonrisas, los bailes, el papel higiénico y el hacer pan en casa, los directos en Instagram y los aplausos de las ocho... y, por supuesto, el eslogan "Todo va a salir bien". Si no te has contagiado o has perdido a un ser querido, claro». [pág. 123]


Porque ahí está el quid de la cuestión. Somos tan egoístas que jamás nos ponemos en la piel del otro, en la piel del que lo ha pasado de puta pena tras contagiarse, o de todos esas ¿sesenta mil familias? (yo ya no sé qué cifra hemos alcanzado) que ha perdido a un ser querido. 

Y en abril llegaron a fallecer casi mil personas en un día, por una única patología, y empezó a verse que la solidaridad de muchos salía a flote únicamente a las ocho de la tarde y desde los balcones de la casa de cada uno. Porque, a otras horas, había gente poniendo carteles en las viviendas de los sanitarios instándolos a abandonar el inmueble. A día de hoy, cuando ya auguramos una tercera oleada (¿estamos ya en ella?) sigue ocurriendo lo que ya ocurría en mayo, que seguimos viendo «la actitud despreocupada e irresponsable de demasiadas personas que se comportaban como si el virus ya se hubiese evaporado, como si durante el período que pasaron confinados en sus casas no hubiese ocurrido nada»




Suma y sigue. Porque ahora, con las navidades a la vuelta de la esquina, hay quien va lanzando voz en grito su intencionalidad de hacer lo que le salga de las narices, de saltarse todo tipo de medidas y recomendaciones. Se apela a la responsabilidad individual, pero es una expresión que carece de sentido frente a los que, de por sí, son irresponsables e inconscientes. No se le puede pedir peras al olmo. Enero dirá lo que tenga que decir.

Pero volviendo al libro, aunque detrás de Satu siempre está Héctor Castiñeira, es este libro donde más he detectado la presencia real del autor y, por ende, del enfermero. Si las vivencias de Satu en los libros anteriores eran un reflejo de lo que el autor gallego y sus compañeros vivían en las unidades en las que prestaban sus servicios sanitarios, en este caso, se percibe mucho más esa realidad de la que bebe Nosotras, enfermeras.

Y un dato a tener en cuenta, aunque el enfoque desde el que parte Castiñeira es mucho más serio y respetuoso, Satu sigue siendo Satu, y su sentido del humor sigue estando ahí. Eso sí, bastante más eclipsado por la pesadumbre. Además, con el avance de la lectura percibí que ese humor se iba difuminando, adentrándose en un terreno mucho más sombrío y con un efecto más paralizante. Nada de lo que se cuenta en el libro es motivo de risa. 

Escrito en pasado, como si esta pesadilla hubiera quedado atrás, este volumen, al igual que los anteriores, cuenta con las ilustraciones de @Clarilou. Siguen siendo dibujos igual de bonitos y entrañables, aportando ese colorido tan característico en los libros de Enfermera Saturada.

Poco más os puedo contar. Sé que muchos sois tan fans como yo de las aventuras de Enfermera Saturada. Bajo mi punto de vista, este es el mejor libro de toda la colección. El más necesario. Por eso, os invito a leerlo. Y como complemento, en este enlace encontráis la conversación que mantuve con Héctor Castiñeira, en relación a este libro. 


[Fuente: Imagen de la cubierta tomada de la web de la editorial]

Puedes adquirirlo aquí: 



jueves, 3 de diciembre de 2020

HÉCTOR CASTIÑEIRA: 'Hoy pediría que no volvieran los aplausos y que, a cambio, la población fuera más responsable'

¿He dicho ya que soy fan de Enfermera saturada? Seguro que sí. Me gusta el humor, me gusta el género ilustrado y me gusta pasármelo bien, cuando me siento a leer. Son tres componentes que siempre encuentro en los libros protagonizados por Satu, esa enfermera divertida y guasona, que va dando tumbos de hospital en hospital, y compartiendo con los lectores cualquier anécdota divertida que le ocurra. De Enfermera Saturada, o de Héctor Castiñeira (así se llama su creador) he leído todo lo que se ha publicado: La vida es suero, El tiempo entre suturas, Las uvis de la ira, Suero de una noche de verano, El paciente siempre llama dos veces, El silencio de los goteros, El guardián entre el ibuprofeno. Estos libros, que los lees en una sentada, mientras esperas el autobús o estás en la sala de espera del médico, son como caramelitos dulces que te dejan un fantástico sabor de boca. Hasta la fecha, el humor ha sido siempre la característica principal en las historias escritas por este autor, pero un día llegó una pandemia, y Satu tuvo que ponerse seria. 

La publicación de Nosotras, enfermeras despertó mi curiosidad desde el primer momento. ¿Cómo nos iba a contar Satu, siendo un personaje tan divertido, algo tan serio como una pandemia? ¿De qué modo nos iba a ser partícipes, esta vez, de lo mal que el personal sanitario lo estaban pasando en los hospitales? Hace unos días tuve la oportunidad de hablar con Héctor Castiñeira sobre su última publicación. Se me quedaron muchas preguntas en el tintero, pero ahí van una buen ramillete de ellas. 

[Foto de Archivo. 2017]
Marisa G.- Héctor, este libro era muy necesario, ¿verdad?

Héctor C.- Bueno, yo creo que sí. Qué te voy a decir. Creo que es necesario dejar por escrito todo lo que hemos vivido en los hospitales, todo a lo que nos hemos enfrentado los profesionales. Es importante que toda esa gente, que estaba en sus casas durante la cuarentena, conozca lo que estaba ocurriendo detrás de los muros de los hospitales. Y es especialmente importante que todos aquellos que, a día de hoy, todavía no se toman muy en serio el virus, se conciencien.

M.G.- Pero, el enfoque de esta historia ha tenido que cambiar con respecto a las anteriores. Te habrás tenido que enfrentar a esta desde otro punto de vista. Hablas de cosas muy serias.

H.C.- Totalmente. En este hay que ponerse muy serio. Los libros anteriores son de humor. Hasta ahora, mi experiencia narrativa ha sido con literatura de humor. En realidad, me senté a escribir todo esto sin tener en mente la idea de un libro. Simplemente, necesitaba dejar por escrito todo lo que estaba viendo, y viviendo en el hospital. Era una manera de desahogarme. Luego pensé en volcar todas aquellas anotaciones en un libro pero claro, no podía partir del humor. Era impensable hacer humor con una pandemia, la enfermedad y la muerte. Así que este libro, ha sido también un reto para mí.

M.G.- De todos modos, Héctor, Enfermera saturada es un personaje que se caracteriza por su sentido del humor. Aunque en este libro se aborde una temática muy seria, al personaje se le escapa a veces esa chispa.

H.C.- Sí, hay pequeños toquecitos de humor. Son dosis pequeñitas que también han existido en el hospital, en el día a día de la primera oleada. Era algo muy necesario, que nos ayudaba a sobrellevar todo lo que vivíamos. Pero, desde luego, este libro no se parece en nada a los anteriores. Aquí, el humor es algo anecdótico.

M.G.- Se cuenta en el libro que vivíais como mucha incredulidad, asombro y perplejidad todo lo que nos llegaba desde China. Hay un momento en el que Satu y sus compañeras flipan cuando leen que las enfermeras chinas se rapaban el pelo para que el gorro les encajara mejor. 

H.C.- Es que nos sorprendió un montón. Desde España lo veíamos como si fuéramos espectadores de una película. Por entonces, ver a las asiáticas raparse la cabeza era algo que nos parecía muy lejano, a pesar de la gravedad de los sucesos que estaban ocurriendo allí. En febrero, estábamos convencidos de que el virus no nos iba a llegar, que era algo que estaba pasando a miles de kilómetros y que no iba a alterar nuestro día a día.  Pero llegó. Vimos que era una realidad y tuvimos que cambiar nuestra forma de trabajar y reorganizar el hospital de arriba a abajo.

M.G.- El ciudadano de a pie ha escuchado muchas teorías en estos meses, incluso algunas de carácter conspiranoico. Vosotros, los profesionales, qué pensáis de este virus. ¿De dónde viene esto, Héctor?

H.C.- Mira, es un virus respiratorio como en su día fue el SARS o el MERS. La aparición de coágulos o la pérdida de gusto y olfato son síntomas raros y poco frecuentes en los virus respiratorios, salvo en la Covid-19. Y la neumonía que el coronavirus provoca es un poco más dura que con otros virus respiratorios.

Nosotros no manejamos ninguna teoría extraña sobre el origen de este virus. Creemos que es un virus respiratorio que ha saltado, por lo que parece, del murciélago como otros muchos coronavirus. La parte buena es que cada vez sabemos más cosas de él, pero en la primera oleada nos cogió a todos muy desorientados. 

M.G.- ¿Y os estáis enfrentado a esta segunda oleada, quizá, un poco más relajados?

H.C.- Relajados, no. Sobre todo, por la tendencia de casos. El miedo que tenemos ahora mismo es que los meses de invierno sean tan duros como prevemos que van a ser. Si todo sigue así, lo vamos a empezar a notar en el mes de enero. Confiamos en el quehacer de los políticos y esperemos que los ciudadanos se lo tomen en serio, y apliquen esas cuatro medidas básicas para evitar los contagios.

M.G.- Uf. La esperanza está en que seamos responsables y nos portemos bien, durante las navidades. 

H.C.- Ojalá. Hay que apelar a la responsabilidad individual. Entiendo que son fechas muy importantes, pero que no pasa nada si no nos podemos reunir con la familia  y los amigos esas noches. 

M.G.- Volviendo al libro. Se narran algunas situaciones que Satu vive con algunos pacientes a los que atiende. ¿Esas escenas corresponden a situaciones reales que ha vivido Héctor?

H.C.- Son escenas reales, sí. Lo único que cambia es el nombre de los pacientes. Antonio y Lorena no se llamaban así. La primera paciente que tuve era esa mujer embarazada que vemos en el libro. Tenía un montón de miedo y de dudas, como es lógico. Estaba muy asustada y continuamente nos preguntaba qué le iba a pasar a su hijo. No sabíamos qué decirle. Buscábamos información pero, en todo el mundo, solo encontramos dos casos de mujeres embarazadas con coronavirus. Era todo nuevo y no podíamos darle información.

M.G.- Y viviendo estas cosas en el hospital, ¿cómo hacéis para que luego no os llevéis toda esta carga emocional a casa? ¿Cómo conseguís cerrar los ojos y dormir?

H.C.- Es que no fuimos capaces. De ahí también la idea de escribir el libro. Personalmente, poner por escrito todo esto, me ayudó un poco a sobrellevar toda la dureza que estábamos viviendo. Estamos acostumbrados a trabajar con la vida y la muerte y, en circunstancias normales, ves a muchos pacientes que fallecen, pero lo hacen rodeados de sus seres queridos. Sin embargo, ahora los pacientes fallecen solos, sin la compañía de los suyos. Tú eres la única persona que está a su lado. No eres de la familia, no eres un ser querido, sino un extraño, pero eres la única persona que puede estar ahí, consolándolo. Eso te afecta muchísimo y es muy duro tener que hacer videollamadas de despedida entre el familiar y el paciente. Todo ese peso se te va quedando en la mochila, y llega un momento en que no puedes tirar más. Por eso, hay muchos compañeros de baja y otros tantos están acudiendo a terapia dentro de los mismos hospitales. 

M.G.- Es muy difícil digerir eso. Pero, me quiero centrar ahora en la parte crítica del libro. Habéis estado en primera línea de batalla, sin suficientes equipos de protección, e incluso batallando con ciertos compañeros que eran bastante desaprensivos.

H.C.- El robo siempre es criticable, pero si encima lo perpetra un personal sanitario, dejando a sus propios compañeros totalmente vendidos, eso no tiene nombre. Que a alguien no le importe dejar a sus compañeros desprotegidos ante un contagio es algo muy doloroso.  

En el libro, la crítica está presente porque nos vimos durante unas semanas muy solos y muy abandonados a nuestra suerte. Vimos como el New York Times nos llamaba sanitarios kamikazes. Y es que nos sentíamos así, con bolsas de basura y utilizando la misma mascarilla durante una semana. Usábamos lo único que teníamos a mano. Nos sentimos como peones sustituibles, que iban a la guerra

M.G.- ¿Y ahora os sentís más valorados? ¿Compensaron los aplausos, teniendo en cuenta que, todavía hoy, hay un sector de la población que hace lo que quiere?

H.C.- Hoy pediría que no volvieran los aplausos y que, a cambio, la población fuera más responsable. En cualquier caso, durante aquellas primeras semanas tan duras, los aplausos nos ayudaron mucho. Ver a la gente saliendo a los balcones de manera espontánea, para darlos las gracias y su apoyo, nos hizo sentir que no estábamos solos. En realidad, no había necesidad de dar las gracias porque este es nuestro trabajo pero, lo estábamos pasando tan mal, que nos reconfortó mucho. 

M.G.- En la era de los aplausos, se comentaba que íbamos a convertirnos en mejores personas, que íbamos a cambiar...

H.C.- ¡Uy! (Risas)

M.G.-... pero a estas alturas de la película, eso ya no se lo cree nadie.

H.C.- Con que no salgamos peores, casi que me doy por satisfecho. Es cierto que todos nos esperanzamos, pensando que esto nos iba a enseñar a ser mejores personas pero no... 

M.G.- Somos unos egoístas.

H.C.- Sí, pero ya lo comprobamos en abril. En algunas comunidades de vecinos, los aplausos fueron sustituidos por notitas en las que se pedían a los sanitarios que se fueran a vivir a otro lugar. Es decir, con los aplausos nos agradecían pero oye, no regreses a tu casa después del trabajo. Mejor, vete a otro lugar. Entendemos que se tuviera miedo, pero también había mucho prejuicio e ignorancia.

M.G.- Y tú, que eres embajador de la iniciativa Salud sin bulos, ¿qué me dices de todas las fake news y los bulos que salieron durante aquellos meses? Con esto de los bulos, no termino de comprender qué beneficio se obtiene y qué cabeza es la que maquina todas estas informaciones falsas.

H.C.- Bulos hay todo el año, sobre un montón de enfermedades. Por lo que veo, hay como dos vertientes. Por un lado, está el bulo que busca venderte algo o intenta desprestigiar un marca o un producto en concreto. Por otro, tenemos los bulos que buscan hacer daño porque sí. Por supuesto, el coronavirus no iba a ser inmune a los bulos. Al principio, vimos muchos mensajes que se hacían casi virales, en los que se anunciaba una cura milagrosa, que las instituciones sanitarias no querían difundir, no sé bien por qué oscuro propósito. Ojalá hubieras tenido entonces una cura milagrosa, que hubiera impedido que tantas y tantas personas perdieran la vida. 

M.G.- ¿Y qué me dices de los negacionistas?

H.C.- Es incomprensible que, con tantos fallecidos, con tantas personas que han tenido que ser ingresadas, a las que la Covid-19 les ha dejado secuelas, aún haya personas que digan que esto es mentira, que el virus no existe, y que hay un plan  por parte del personal sanitario. Bueno, si esto es un plan de los sanitarios nos está saliendo muy mal. Muchos se han contagiado en la primera ola, y se siguen contagiando, por no hablar de los que han fallecido. Quiero pensar que todo esto es fruto del miedo, del temor que produce enfrentarse y convivir con un virus nuevo, que nos conduce a una serie de teorías conspiranoicas. Y ahora, con la vacuna, están los que dicen que intentan colocarnos un chip pero, ¿para qué? Si todos llevamos el móvil en el bolsillo y con eso ya estamos más que controlados.

M.G.- (Risas) Es que es alucinante. Bueno Héctor, para ir terminando. A Satu le queda  una larga vida, ¿verdad?

H.C.- Pues espero que sí. Me gustaría que Satu fuera recuperando el humor, pero de momento lo tengo que dejar aparcado. Ojalá el año que viene puede sacar otro título, pero no te puedo decir en qué tono y cómo será. Solo espero que no sea necesario escribir una segunda parte del coronavirus y todo esto se termine pronto.

M.G.- Bueno, material sigues teniendo.

H.C.- Sí, es verdad. Yo sigo llevando esa libretita en la que voy anotando todo lo que me voy encontrando.

M.G.- Pues Héctor, muchas gracias por atenderme y muchas gracias por lo que estáis haciendo por todos nosotros.

H.C.- Gracias a ti por el interés. Y ahí seguimos en los hospitales, atendiendo a los pacientes, y cuidándolos lo mejor que sabemos y lo mejor que podemos.


Sinopsis: Esta es la historia de una enfermera que luchó contra el coronavirus en primera línea, armada con una bolsa de basura y una mascarilla reutilizada. Pero, en realidad, es también la de todos los enfermeros y las enfermeras que plantaron cara al virus, esos a los que la sociedad llamó héroes, y por quienes aplaudía a las ocho, mientras ellos y ellas vivían con el miedo pegado a su espalda. Es el testimonio de sus lágrimas, temores y sacrificios, y a la vez de la inmensa felicidad que sentían cada vez que apagaban un respirador y entregaban el alta a un paciente.

«El primer paciente que atendí con la COVID-19 fue el 5 de marzo de 2020. Creo que esta será una de las fechas que recordaré toda la vida. Hasta ese día, hasta el mismo instante en que tienes frente a ti a una persona contagiada con el virus que está causando tantos estragos, mis compañeras y yo seguíamos pensando que no nos tocaría.

Supongo que una, como mecanismo de defensa, tiende a negar la realidad hasta que la tiene a dos metros de distancia y con un informe del laboratorio con la palabra POSITIVO escrita en mayúsculas. A pesar de todo, y aunque los casos en Italia se contaban ya por miles, seguíamos aferrándonos al hecho de que ese día en nuestro país los confirmados apenas superaban los doscientos y en las plantas de mi hospital los casos no llegaban ni a media docena. No podíamos ni imaginar que acabaríamos ingresando, únicamente en nuestra unidad, a más de trescientos pacientes en solo dos meses. Que en toda España habría más de doscientos cincuenta mil casos confirmados, que en apenas tres meses más de cincuenta mil compañeros y compañeras se contagiarían o que nos dejarían para siempre más de veintiocho mil personas según los datos oficiales.

Con este libro pretendo plasmar, de la forma más fiel posible a la realidad, todas las historias acontecidas durante estos meses para que, a pesar del paso de los años, no se pierdan en el olvido, se reescriban o se desdibujen. Así, quienes no lo han vivido tan de cerca, podrán ser más conscientes de lo que sucedió.»

lunes, 21 de septiembre de 2020

EL GUARDIÁN ENTRE EL IBUPROFENO de Enfermera Saturada

Editorial: Plaza & Janés
Fecha publicación: Junio, 2020
Precio: 12,90 €
Género: Humor
Nº Páginas: 136
Encuadernación: Tapa blanda con solapas
ISBN: 9788401024399
Disponible en eBook;
puedes empezar a leer aquí]
Autor

Enfermera Saturada se define como una enfermera española que busca hacerse un hueco en la sanidad. Empieza los turnos en planta, baja a la UCI, sube a prematuros y termina en urgencias. Esta enfermera se maneja como pocas en las redes sociales, desde donde a diario decenas de miles de personas ven cómo repasa, con humor y descaro, la actualidad de su hospital y la de cualquier hospital de España.

Sinopsis

Es triste amar sin ser amado, pero más triste es quedarte sin gasas en la habitación del aislado.

¿Cuál es el colmo de una enfermera? Ponerse enferma. Y si esto sucede en sus días libres, es todavía peor porque no puede automedicarse y tiene que ir a su centro de salud a por recetas.

Así empieza esta nueva entrega de las aventuras de Satu. Aquí descubrirás que los puntos para la bolsa de empleo son los bitcoins de la sanidad, que los pijamas también van de Erasmus ya que si echas a lavar uno del Servicio Galego de Saude pueden devolverte otro del Servicio de Salud de Castilla y León, que escuchar "paciente independiente, orientado y colaborador" puede producir más placer que el satisfyer y que a final de mes una enfermera con turno de noche ha visto más lunas que Joseba el de Carglass.

Bienvenidos una vez más al mundo de Enfermera Saturada, porque ya sabemos que el humor no cura las heridas... pero las hace más soportables.

Si no tienes claro si una enfermera que pincha en el turno de noche es una DJ. Si estás convencido de que la persona que inventa el tamaño de las pastillas no es buena persona. Si no soportas a las señoras que te dicen en qué vena tienes que pincharlas, este es tu libro.

[Información tomada directamente del ejemplar]


Último libro que me quedaba por leer de todos los publicados por Enfermera Saturada. En total, la serie se compone de siete títulos (La vida es suero, 2013; El tiempo entre suturas, 2015; Las uvis de la ira, 2016; Suero de una noche de verano, 2017; El paciente siempre llama dos veces, 2018; El silencio de los goteros, 2019; El guardián entre el ibuprofeno, 2020), todos ellos publicados por Plaza & Janés y todos ellos reseñados en este blog. No obstante, acabo de ver en la web de la editorial que el próximo mes sale otro volumen más, probablemente el más importante de todos, Nosotras, enfermeras, en el que se cuenta la experiencia de Satu y sus compañeros en la lucha contra el coronavirus. Hacía falta un libro así. Pero siento muchísima curiosidad por saber de qué manera Enfermera Saturada va a abordar esta temática. Dado que todos sus libros me han hecho reír, ¿cómo va a enfrentarse a una situación tan delicada, seria, triste y complicada como la que estamos viviendo? Bueno, no queda mucho para saberlo. 



Pero volviendo al título que nos ocupa. El guardián entre el ibuprofeno sigue la misma línea de las entregas anteriores. El título vuelve a recordar a una famosa novela. Satu seguirá siendo la protagonista de esta entrega, enfermera de profesión, que nos cuenta con mucho humor e ingenio, su día a día en el hospital o fuera de él. La pobre mía sigue sin conseguir plaza fija y se pasa el tiempo pendiente del teléfono, a la espera de la llamada de la mujer de la bolsa, que le ofrezca una buena sustitución. Las ilustraciones de Clara Lousa siguen adornando los capítulos, y dado color y alegría a las páginas.

¿Y qué nos va a contar Satu en este volumen? Pues, a lo largo de ocho capítulos de corta extensión, nos contará con gracia y desparpajo algunas anécdotas de su vida. Comenzará por explicarnos qué pasa cuando una enfermera se pone enferma. También volverá a hacer referencia a los uniformes, a los pijamas sanitarios, de los que ya ha hablado en otra ocasión. Sin embargo, en este libro se centra en las misteriosas desapariciones de pijamas dentro de las lavanderías de los  hospitales, o en cómo es posible que un pijama de un hospital de Andalucía, acabe por aparecer en uno de Galicia. Eso por no hablar de las extrañas manchas con las que algunas prendas salen de la lavandería.

En el capítulo 3, Satu consigue una suplencia en la planta de pediatría. Su experiencia allí le sirve para analizar cómo era la infancia de entonces y cómo es la de ahora.  Este capítulo es uno de los que más me ha gustado. Me ha hecho recordar cosas que ya no se ven por la calle. ¿Os acordáis de los corsés que se utilizaban para las desviaciones de espalda? ¿De los parches para los ojos vagos? ¿De las botas ortopédicas? Seguro que los que ya rondáis los cincuenta o más, sabéis de lo que os hablo. Incluso puede haber algún lector que haya sufrido alguna de estas torturas. En mi caso, yo tuve que llevar un alza en el zapato izquierdo durante mi adolescencia, porque tenía (tengo) escoliosis y andaba torcida. Aquello me traumatizó muchísimo.  Era una época en la que una comenzaba a desarrollar ese gustillo por la coquetería, que se iniciaba con la compra de tus primeros zapatitos de tacón. Ibas a la zapatería, veías unos monísimos, convencías a tu madre para que te los comprara pero, justo antes de estrenarlos, había que llevarlos al zapatero para que le pusiera un alza de un centímetro de grosor. ¡Arggghhhh! Cuando aquel señor que te arruinaba la vida te devolvía aquel zapato (solo uno, porque el otro quedaba tal cual lo habías comprado) descubrías que tus zapatitos de tacón habían perdido toda su belleza. Ya ni se te apetecía ponértelos. Pero tu madre insistía, alegando que se había gastado un dinero para que ahora no te los pusieras. Y yo salía a la calle, con un zapato bonito y otro al que el señor que te había arruinado la vida, le había pegado una suela extra de un centímetro de grosor. Yo no sabía dónde meterme. Tenía la sensación de que todo el mundo me miraba los pies por la calle, y se daban cuenta de que era totalmente imperfecta. ¿Dónde ha quedado todo eso? Gracias a Dios, y salvo casos muy excepcionales, ya no se ven botas ortopédicas, ni corsés, ni parches en el ojo. Pero como dice Satu en este capítulo, los niños de hoy en día sufren otro tipo de torturas. 




Y llegando al final, nuestra enfermera favorita nos contará el frío que se pasa cuando te toca trabajar en un quirófano y los recursos a los que acuden las enfermeras para no acabar como un carámbano. O los anuncios de compra-venta y/o alquiler que se pueden ver en los tablones de anuncios de los hospitales. O lo mal que todo el mundo sale en la fotografía que te hacen para la tarjeta sanitaria. Incluso, saliéndose un poco del ámbito sanitario, nos contará alguna anécdota de Tinder, la aplicación que usa para ligar. 

Por último, el capítulo 8 se centra en el coronavirus. Se hace muy corto porque apenas profundiza en nada. Cuando lo leí me quedé con ganas de saber más y me extrañó mucho que se limitara a pasar muy por encima por este tema, que afecta tantísimo a la sociedad, y al ámbito sanitario. Pero claro, eso fue antes de saber que el mes que viene sale un nuevo libro, enfocado únicamente en el coronavirus. Estoy deseando leerlo. 

Por lo demás, Satu sigue siendo la joven que conocimos en el primer título. Simpática y divertida, continúa ejerciendo la profesión que más le gusta y por la que siente absoluta devoción. Eso sí, yo creo que se está haciendo mayor. Al menos, es lo que yo intuyo a raíz de ciertos detalles. Al inicio del libro, encontramos unas líneas llenas de emotividad, en la que podemos intuir que ¿su instinto maternal se está despertando? Podría ser, ¿no?

Son casi las cinco de la madrugada y no puedo dejar de mirarlo. De mirarlo y de admirarlo.

Tiene apenas una semana de vida, pero está lleno de ella. ¿Qué, si no, le puede llevar a tener el valor y el coraje suficientes para afrontar el reto de la enfermedad casi en soledad?

Él me mira desde dentro de la incubadora, como queriendo entender quién soy yo y por qué le ayudo a vivir. Yo le miro, tratando de comprender cómo puede amar tanto la vida sin apenas haberla vivido.


Pero si hay algo que me gusta de Satu son sus clasificaciones. Demuestra un ingenio sin igual a la hora de hacer listas e índices. En esta ocasión, nos hablará de los distintos tipos de paciente que nos podemos encontrar en la sala de espera de una consulta. Para mí, el mejor es el Secretario, aquel que pone orden en la sala y controla el turno de todos. Nada más llegar un paciente nuevo a la sala, le pregunta qué número tiene y detrás de quién va, si la consulta va con retraso, o si ha entrado alguien de urgencias. Y también nos hablará en esta entrega de los tipos de hombres que te puedes encontrar en Tinder. El Poeta es el mejor. Pero no os cuento nada más. 

En definitiva, El guardián entre el ibuprofeno vuelve a ser un libro para pasar un rato divertido. Se lee en un suspiro y deja muy buen sabor de boca. Con la faltita que nos hace reír hoy día, es un libro agradecido y recomendable.



[Fuente: Imagen de la cubierta tomada de la web de la editorial]

Puedes adquirirlo aquí:

viernes, 3 de julio de 2020

EL SILENCIO DE LOS GOTEROS de Enfermera Saturada

megustaleer - El silencio de los goteros -  Enfermera Saturada
Editorial: Plaza & Janés
Fecha publicación: Octubre 2019
Precio: 12,90 €
Género: Humor
Edición: ilustrada
Nº Páginas:  128
Encuadernación: Tapa blanda con solapas
ISBN: 9788401022708
Disponible en eBook;
puedes empezar a leer aquí]

Autor

Enfermera Saturada se define como una enfermera española que busca hacerse un hueco en la sanidad. Empieza los turnos en planta, baja a la UCI, sube a prematuros y termina en urgencias. Esta enfermera se maneja como pocas en las redes sociales, desde donde a diario decenas de miles de personas ven cómo repasa, con humor y descaro, la actualidad de su hospital y la de cualquier hospital de España.

Sinopsis

Son las nueve de la mañana y Satu regresa a su apartamento en la calle del Pez tras un infernal turno de noche en el hospital. Dicen que no hay noche buena, pero esta ha sido especialmente mala. Tanto que, al llegar, no sabe si desayunar o cenar, si ponerse la crema de día o la de noche, o si su melatonina está a punto de hacer las maletas y buscar otro cuerpo con horarios normales.

Pero una extraña oferta de empleo en la que buscan a una enfermera zurda ha llamado poderosamente su atención. Así que en vez de irse a dormir, decide enviarles su currículum para ver si, de una vez por todas, deja de ser fija en la temporalidad y puede abandonar el jet lag permanente en el que vive... o al menos descubrir qué oculta esta extraña oferta.

Tras conquistar a cientos de miles de lectores con su particular visión de los hospitales y del mundo sanitario, llega una nueva entrega de nuestra querida Florence Nightingale de las redes sociales. Desde las máquinas de medicación hasta los desayunos en el hospital, pasando por los tubos de analítica o los vendedores que recorren las plantas, nada escapa a esta mordaz e hilarante enfermera.

[Información tomada directamente del ejemplar]


Hace muchísima calor. Los 40º grados consiguen que mis neuronas se derritan y me cuesta pensar. Para colmo, esta semana me he incorporado al trabajo presencialmente, después de más de tres meses teletrabajando desde casa y, aunque parezca mentira, tengo que volver a adaptarme a un trabajo en el que, por fin, veo a mis jefes y compañeros cada día. Y no hablo de adaptarme únicamente en relación a la forma de proceder en mis tareas, sino también a la obligación de llevar mascarilla cada vez que me desplazo por el edificio. Una maravilla. Así que, esta semana ha sido un tanto "raruna" y he acabado muchos días sin ganas de nada. Por eso, ayer tomé el penúltimo volumen de Enfermera Saturada que me queda por leer, antes de lanzarme al último título de la colección. Ya sabéis que son lecturas divertidas, amenas, simpáticas, que funcionan muy bien cuando no te apetece leer algo más profundo.

Los que conocéis esta colección sabréis de sobra quién es Satu, esa enfermera sin plaza fija, que parece un saltamontes. No deja de saltar y saltar de un trabajo a otro, siempre a la espera de que la llame la señora de la bolsa para una sustitución. A lo largo de sus muchos años de profesión, ha trabajado como enfermera en todos los lugares en los que se puede trabajar como tal: en un barco, en un colegio, en residencias de ancianos, en centros de salud y, por supuesto, en hospitales. Del que más conocimiento tiene es del Hospital Dos de Mayo (que a mí me recuerda mucho al 12 de Octubre, de Madrid), y es que no hay planta del edificio que Satu no haya visitado. 

El silencio de los goteros sigue la misma estructura que los restantes volúmenes. A través de capítulos cortos, Satu nos va contando sus venturas y desventuras como enfermera. En esta ocasión, nos hablará de una máquina infernal que dispensa medicamentos de forma automática. Ella que ya tiene mucha trayectoria, conoce muy bien cómo se las gasta la dichosa máquina y también sabe que, siendo la sustituta, le va a tocar lidiar con ese aparato en más de una ocasión. 

En este volumen analiza también las distintas categorías de plantas hospitalarias, basándose en la observación empírica de unos criterios que nunca fallan: los desayunos. En función de la cantidad de productos y bebidas que se desplieguen sobre la mesa, mayor nivel tendrá la planta. No sé si os habrá pasado alguna vez, eso de tener a un familiar hospitalizado, acercarse al control de enfermería para solicitar algo y percatarse de que el personal ha montado una merendola de padre y muy señor mío. A mí me pasó no hace mucho. Por la rendija de una puerta entreabierta vi volar multitud de bandejitas de dulces y zumos de todo tipo. Es una cosa que siempre me ha llamado la atención. Entiendo que todo el mundo tiene derecho a un descanso, pero he visto ágapes hospitalarios que parecen cumpleaños infantiles.


El silencio de los goteros (Obras diversas): Amazon.es: Enfermera ...

Otras cuestiones que tratará en este libro será la desaparición de muestras en los laboratorios, las mentiras que tiene decir para conseguir un puesto de trabajo, o las rocambolescas excusas de los compañeros cuando no quieren cambiar turno. Me he reído especialmente con la clasificación de los pacientes que van a sacarse sangre. Entre ellos están: el abrigado, el tiritas, el tatuado y el citas. Aunque mi favorito es el dramas, ese que nada más ver la aguja de lejos se echa a temblar y le da un síncope. Y también me he reído muchísimo con una jugarreta que le hacen a la supervisora, que en este volumen sigue siendo el demonio personificado, con tal de averiguar quién es el compañero que birla la comida al resto de sanitarios de la planta.

Como personaje, Satu sigue teniendo mucho desparpajo. Es una chica bondadosa, siempre dispuesta a ayudar a los demás y posee un sentido del humor muy fino e irónico. 

Al igual que los demás, este volumen vuelve a estar ilustrado por Clara Lousa. En esta ocasión, los dibujos vienen encabezando los capítulos, mostrando alguna imagen que está en concordancia con lo que se va a narrar en las siguientes páginas.  

Nuevamente, me lo he pasado bien leyendo este volumen, aunque me ha resultado algo más sobrio visualmente. No figuran anexos con pasatiempos o encuestas, como ocurría en el anterior. Y también es distinto en el enfoque. Si en el anterior había mucho alegato en favor de la profesión, en este se centra en exponer ciertas situaciones divertidas, sin entrar en cuestiones morales. 

Me gustan los libros de Enfermera Saturada, o lo que es lo mismo, de Héctor Castiñeira. En las reseñas anteriores, os he contado quién es el verdadero autor de estos libros y cómo el primer volumen llegó a ver la luz de la mano de Plaza & Janés. Os dejo por aquí los enlaces a los anteriores títulos de la colección.





[Fuente: Imagen de la cubierta tomada de la web de la editorial]

Puedes adquirirlo aquí:


viernes, 19 de junio de 2020

EL PACIENTE SIEMPRE LLAMA DOS VECES de Enfermera Saturada

megustaleer - El paciente siempre llama dos veces -  Enfermera Saturada
Editorial: Plaza & Janés
Fecha publicación: Octubre 2018
Precio: 11,90 €
Género: Humor
Edición: ilustrada
Nº Páginas:  128
Encuadernación: Tapa blanda con solapas
ISBN: 97884401031205
Disponible en eBook;
puedes empezar a leer aquí]


Autor

Enfermera Saturada se define como una enfermera española que busca hacerse un hueco en la sanidad. Empieza los turnos en planta, baja a la UCI, sube a prematuros y termina en urgencias. Esta enfermera se maneja como pocas en las redes sociales, desde donde a diario decenas de miles de personas ven cómo repasa, con humor y descaro, la actualidad de su hospital y la de cualquier hospital de España.

Sinopsis

¿En serio creías que Satu ya lo había contado todo? Las aventuras de nuestra enfermera favorita continúan. Porque los pacientes siempre llaman dos veces, pero la mujer de la bolsa de empleo solo una, y más te vale estar atenta.

El suero se ha terminado, las bombas han dejado de pitar y a Satu le toca despertar del que había sido el mejor contrato de verano, o no. Porque la vida de una enfermera da más vueltas que un vendaje compresivo, y los caminos del cuidado nunca sabes por dónde te van a llevar.

Bienvenidas una vez más al mundo de la enfermería con humor. Bienvenidas a la aventura de vivir en primera persona la profesión más bonita del mundo.

[Información tomada directamente del ejemplar]



megustaleer - El guardián entre el ibuprofeno -  Enfermera SaturadaEntre mis lecturas de humor se encuentran tres o cuatro autores incondicionales y Enfermera saturada es una de ellas. Hasta la fecha, he leído y reseñado cuatro títulos de toda la colección: La vida es suero, El tiempo entre suturas, Las uvis de la ira y Suero de una noche de verano. Consciente de que aún me quedan dos títulos más y que acaba de publicar El Guardián entre el Ibuprofeno, es hora de ponerse al día con los que están aún pendientes. Así que, hoy vengo con El paciente siempre llama dos veces

Los libros de Enfermera Saturada siempre portan un título en clave de homenaje a la literatura. Desconozco su intencionalidad circunstancia pero, más allá del sentido cómico, quizá sirva como nexo de unión entre el humor y la seriedad de lo que se acostumbra a llamar Literatura (con mayúsculas). Porque, el humor, con lo importante que es, no siempre ocupa el lugar que le corresponde en el universo de los géneros. Y no entiendo muy bien por qué. Siempre he pensado que es mucho más difícil hacer reír, que hacer llorar y, por lo tanto, un libro de humor debe ser reconocido como se merece. En cualquier caso, yo jamás digo no a un libro de Enfermera Saturada. Son de consumo inmediato y de fácil digestión. 

En El paciente siempre llama dos veces, Enfermera Saturada vuelve a cogernos de la mano para adentrarnos en el mundo de la sanidad. Más concretamente, en el de la enfermería, lo que para mí siempre ha sido la guardia de asalto de los médicos. El cuerpo de enfermería está en primera línea de batalla, es el que más contacto tiene con el paciente y al que más ve la persona enferma. Aún a riesgo de parecer pesada, por hablar tantas veces de mi madre en este espacio, quiero contaros algo muy personal. En su último ingreso, cuando la pobre ya no podía más, a primerísima hora de la mañana y tras el cambio de turno, entró en su habitación una enfermera para evaluar cómo se encontraba mi madre. La vio mal. Lo estaba. Me miró y me dijo: "Voy a hablar con el médico. La veo muy mal y no vamos a permitir que sufra". A mí aquello me cayó como un jarro de agua fría. El mundo se me vino abajo. Aquella enfermera me estaba diciendo que ya no había nada más que hacer, a pesar de que el médico me había dicho el día antes, que tal y que cual. A mis palabras, ella respondió: "El médico viene a hacer su visita y está aquí quince minutos, a lo sumo. Pero somos nosotros, las enfermeras y los enfermeros, los que sabemos cómo es su hora a hora, su minuto a minuto, su segundo a segundo. Y yo no voy a dejar que tu madre lo pase mal. Sé que es duro para ti, pero es lo mejor". Y eso hizo, habló con el médico, que volvió a evaluarla, y ella descansó en paz. No he olvidado los ojos de aquella mujer, que me habló con tanta claridad, pero también con tanta ternura. Cada día que recuerdo aquellas palabras, siento que tenía razón. El médico hace la visita, evalúa, da instrucciones y se va. Pero es el cuerpo de enfermería el que está ahí 24 horas al día, al que el familiar acude cada vez que la angustia le roba el oxígeno, el que posibilita un mínimo de dignidad al paciente en la lucha contra su enfermedad.

Pero dejémonos de cosas serias y tristes, y vayamos al libro que está cargadísimo de humor, y también de ternura. De hecho, nada más abrir sus páginas, vamos a encontrar una breve introducción, que no por ser breve es menos hermosa. En ella se habla con mucho cariño de la relación de confianza y reciprocidad que se establece entre el paciente y el enfermero, de cómo los cuidados de uno son pagados con las sonrisas del otro. Son apenas unas líneas, pero evidencian el amor que el autor, en la piel de Satu, siente por su profesión.

A partir de aquí, el libro se estructura en cuatro capítulos donde Satu, nuestra Satu, nos cuenta en primera persona algunas de sus vivencias. Nos hablará de los pacientes escapistas, es decir, de esos que burlan todo tipo de vigilancia y salen por la puerta del hospital porque tienen que atender sus cosas fuera, pero que luego regresan, como si no hubiera pasado nada. También nos contará su experiencia con las estudiantes de enfermería en prácticas, sus meses como enfermera en un colegio, el apoyo que se prestan mutuamente los compañeros, o los contratos tan precarios que tienen. Y es que, nuestra Satu, aún no ha obtenido plaza y es frecuente que la veamos angustiada porque pasa un día y otro día, sin que la llamen de la bolsa de empleo. 

Pero el humor deja, a veces, espacio a reflexiones más serias, como cuando denuncia el favoritismo que se produce en la bolsa, los baremos injustos o las zancadillas que algún compañero puede ponerle. Porque, a pesar de que aquella enfermera que velaba por mi madre era un ángel, también las había que dejaban el tridente y los cuernos en la taquilla, antes de comenzar el turno.  De todo hay en la viña del Señor, como se suele decir. Y, de esas partes más trascendentales, me decanto por ese alegato que Satu hace en favor de las auxiliares de enfermería, apoyo imprescindible para los enfermeros. Me ha parecido un gesto precioso, que deja de lado la estructura jerárquica. Todo el personal sanitario debería conformar una unidad compacta, en el que no primara los estatus jerárquicos y las distintas categorías, especialmente porque ellos tienen entre las manos la salud de una persona.

El paciente siempre llama dos veces cuenta con consejos a los compañeros del sector, con una carta dirigida a una recién graduada (o graduado) y un epílogo en el que se aborda el duro tema de la muerte. La visión de una persona que convive a diario con la dama de negro es sumamente interesante y estoy segura de que tiene una percepción muy distinta a la del resto de personas que no pertenecemos al sector sanitario. En este epílogo, Satu reflexiona sobre cómo el hombre acostumbra a enfrentarse a su final, y defiende el derecho a una muerte digna, con un buen sistema de cuidados paliativos. Sus palabras me han hecho pensar mucho. 

Por último, el libro tiene un anexo final en el que nos regala unas cuantas actividades, como una sopa de letras o un peculiar bingo, recursos simpáticos que ponen un divertido broche final al libro.

Como personajes recurrentes y que asoman un poquito, tenemos las vecinas de Satu, a las que ella llama las EnferMerys, tres residentes de enfermería que viven en el piso de arriba. Y por supuesto, no podía faltar la mujer de la bolsa de empleo, tan parca siempre en palabras y tan seca, que lleva a nuestra Satu por la calle de la amargura pero que, a la vez, le da alguna buena noticia de vez en cuando. 

En el libro podemos encontrar términos propios de la profesión, como "artefactar" y "telemetría", que no te hacen falta saber qué son ni qué significan, porque no afecta a la historia y, en cualquier caso, es fácil de deducir el significado por el contexto. Pero esto no quiere decir que el libro esté únicamente dirigido a trabajadores del sector sanitario. Ya veis que todo tipo de lector puede asomarse a este mudo y pasarlo bien. 

Acercándonos al final de esta reseña, quisiera hacer un aparte para hablaros de las ilustraciones, de las que jamás he mencionado nada en las reseñas anteriores. Craso error, y por ello pido disculpas a Clara Lousa, encargada de dar color a las palabras de Satu desde el primer libro.  Ella es la que pone rostro a esta enfermera tan chisposa. Siempre la ha dibujado como una chica joven, muy moderna y desenfada que se aleja muchísimo de la conocidísima Florence Nightingale, cuya presencia flota siempre entre los libros de Satu. Ilustraciones en tonos pastel, donde destacan el verde menta (en honor a buena parte de la indumentaria sanitaria), junto con el blanco. Solo en la sección de actividades vamos a encontrar una paleta de colores algo  más amplia.

En definitiva, con mucho humor, mucho desparpajo y mucha ternura. Satu vuelve a ponernos un sonrisa en los labios con este nuevo libro. El paciente siempre llama dos veces te lo va a hacer pasar bien, te vas a reír con las ocurrencias de Satu, y te va a dejar un regusto muy dulce. ¿Qué más se puede pedir? Yo seguiré siendo fiel a esta enfermera, y en unos días me lanzo a devorar otro de sus libros, El silencio de los goteros, el último que me falta antes de su última publicación.

Por cierto, si aún no sabéis quién se esconde detrás del seudónimo Enfermera Saturada os contaré que se trata de Héctor Castiñeira, un enfermero gallego que ha ido recogiendo todas sus vivencias en el sector sanitario de la pública. Decidió volcarlas en un blog primero y luego autopublicar en Amazon. Aquello le abrió las puertas de la editorial Plaza & Janés, con la que ha publicado hasta la fecha siete volúmenes. En 2017 tuve la oportunidad de entrevistarlo, cuando publicó Suero de una noche de verano. Te dejo la entrevista aquí, por si te apetece saber más sobre él.




Y añado que es interesante seguirlo en redes sociales porque, en estos tiempos de pandemia, nos ha mantenido informados con veracidad, nos ha dado consejos, y nos ha ofrecido muchas sugerencias, siempre desde su profesionalidad, con criterio y honestidad. 





[Fuente: Imagen de la cubierta tomada de la web de la editorial]

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