Mostrando entradas con la etiqueta Seix Barral. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Seix Barral. Mostrar todas las entradas

lunes, 27 de enero de 2025

LA EDUCACIÓN FÍSICA de Rosario Villajos

Editorial: Seix Barral
Premio Biblioteca Breve 2023
Fecha publicación: marzo, 2023
Precio: 19,90 €
Género: narrativa
Nº Páginas: 304
Encuadernación: Rústica con solapas
ISBN:  978-84-322-4184-0
[Disponible en eBook; y en Audioibro;
puedes empezar a leer aquí]

Autora

(Córdoba, 1978) dedicó toda su infancia a dibujar, leer y ver películas. Formada en Bellas Artes, ha trabajado en la industria musical, cinematográfica, artística y cultural. Es autora de la novela gráfica Face (2017) y de las novelas Ramona (2019) y La muela (2021), una historia delirante sobre la soledad y la precariedad en la sociedad actual. Ha vivido en Córdoba, Sevilla, Granada, Barcelona, Montpellier y Londres. Actualmente reside en Madrid, donde compagina la escritura con un trabajo en IT. Mantiene su acento andaluz.

Sinopsis

Una tarde de finales de agosto, Catalina, que acaba de cumplir dieciséis años, abandona la casa de su mejor amiga en una urbanización de las afueras tras un desagradable percance. Cuando llega a la carretera, decide que la única forma de volver a la suya es haciendo autostop. Como a cualquier joven de su edad, le aterra subirse al coche de un extraño, pero no tanto como lo que imagina que le espera si no cumple con el estricto toque de queda impuesto por sus padres.

Ambientada a principios de los años noventa, La educación física dibuja el retrato de una adolescente marcada por una relación complicada con su propio cuerpo y por el rencor hacia un mundo empeñado en convertirla en culpable por el hecho de ser mujer, y pone en evidencia los relatos sobre los que se construyen los valores de toda una generación.

Dueña de una obra literaria y artística centrada en lo corporal, Rosario Villajos traslada en esta magnífica novela aquella educación sentimental con la que Flaubert retrataba la vida y época de un joven burgués en el siglo xix al terreno de lo físico y defiende que el cuerpo es el campo donde se libran todas las batallas, donde se dirime quiénes somos y también donde se reflejan los miedos, las tensiones y las violencias de cada época.

[Información tomada directamente del ejemplar]

Rosario Villajos se alzó con el Premio Biblioteca Breve que otorga Seix Barral en su edición del año 2023, por La educación física. Por entonces leí algunas opiniones y todas coincidían en señalar esta novela de lectura obligatoria, incluso en centros educativos. Pero, con la excelsa oferta literaria que tenemos hoy día, resulta inevitable que lecturas apetecibles se vayan quedando relegadas. Por suerte, podríamos decir que los astros se han alineado y durante estas vacaciones navideñas me he podido enfrentar a esta novela. No he salido indemne. Leer La educación física ha sido con volver a reencontrarme con aquellos monstruos que, siendo jovencita, me perseguían y, en ocasiones, los párrafos de esta novela se han convertido en latigazos en mi espalda. No quiero decir que la lectura haya sido dolorosa, sino que está colmada de un buen puñado de reflexiones, que te hacen asomarte al pasado desde la perspectiva del presente, entendiendo que hay cosas que, por suerte, han ido evolucionando, aunque aún quede mucho camino que andar.

La educación física está protagonizada exclusivamente por Catalina, una adolescente, de dieciséis años, con problemas. Lo vamos a saber desde el minuto uno, cuando leamos en la primera página lo siguiente:


«Conoce varias maneras de satisfacer su hambre: se arranca las costras de las pequeñas heridas que ella misma se provoca; se corta las uñas con los dientes; se muerte la punta de las yemas hasta toparse con el sabor de los dedos en carne viva; también se arranca las cejas, aunque se ha propuesto dejar de hacerlo este año porque eso sí podría derivar en un problema difícil de esconder»" [pág. 11]


Es decir, Catalina se autolesiona para hacer frente a la ansiedad, se produce dolor para tapar otro dolor más intenso, algo mucho más visceral. La pregunta sería por qué sufre ansiedad, de qué se quiere esconder infringiéndose daño a sí misma. Bueno, ya os diré algo más adelante pero, antes de entrar en esa cuestión, sería interesante poneros en situación. 

Toda la acción de la novela se desarrolla a lo largo de una tarde-noche de agosto. ¿De qué año? La misma sinopsis nos lo apunta pero, incluso si ese detalle no figurara en la contra de la novela, sería fácil ubicar temporalmente la acción a través de referencias a ciertos sucesos reales y dramáticos que conmocionaron nuestro país, hace ya unas cuantas décadas, pero que todos recordamos, y que tienen mucho que ver con la vulnerabilidad de la mujer. No obstante, los hechos se concentran aún más en el tiempo. Concretamente la historia se inicia en torno a las seis y cuarto de la tarde y terminará sobre las nueve y cuarenta y cinco minutos, entrando ya la noche. Villajos hace uso de un artificio simple pero efectivo para ir recolocando los hechos en la línea temporal. Y, a la vez que nos va contando lo que ocurre en esa horquilla temporal, también iremos conociendo lo que sucedió justo antes de las seis y cuarto, sucesos que dan pie a la novela.

Y si la historia se desarrolla en ese intervalo temporal también lo hará a lo largo de un retorno. Es decir, y por resumir el asunto, Catalina sale de casa de su amiga Silvia, situada en una zona residencial, a las afueras de la ciudad, a las 6 y cuarto de la tarde. Lo hace de manera precipitada, casi huyendo, tras vivir, como dice la sinopsis, «un desagradable percance»Su intención es regresar a casa justo antes del toque de queda, las diez de la noche. Tardará casi cuatro horas en recoger una distancia de apenas unos cuantos kilómetros. Y vuelven a surgir preguntas. ¿De qué huye? ¿Por qué tarda tanto en llegar a su casa? En este punto he dudado sobre si daros más detalles con respecto a la trama, añadir algún apunte más. En la propia sinopsis ya se adelanta que Catalina se ve obligada a hacer autostop, pero creo que decir algo más sería inconveniente. Así que lo dejó ahí. Sí os diré que, en ese camino de vuelta, cargada de dudas e incertidumbres, con la culpa como compañera de viaje, Catalina analizará a través de los ojos de la adolescencia lo que le ha ocurrido, la herida ocasionada, y rememorará también las instrucciones recibidas en casa, los reproches, las prohibiciones; vislumbrará con nitidez cuál es su posición como fémina dentro del seno familiar, o en el contexto social; sabrá lo que se espera de ella y lo que otros anhelan de su cuerpo.

La educación física es la radiografía de una realidad, cuyas ramificaciones llegan todavía a nuestros días. Han pasado casi treinta años y las mujeres seguimos batallando por un espacio, luchando contra el miedo ancestral, inculcado generación tras generación, contra los abusos, la ostentación de poder y la culpa. 

Qué me ha gustado de esta novela

No quiero autores que me lo den todo mascado. Cuando leo una novela, salvo contadas excepciones, me gusta ser parte de la historia, meterme de lleno y tratar de ir limpiando el espejo del vaho que la narración deja, hasta llegar a ver el reflejo con nitidez. Y eso es lo que hace Rosario Villajos en esta novela, hacer uso de la sutileza, dejar pequeñas pinceladas aquí y allá, el recuerdo de un gesto, la rememoración de una escena, de tal manera que el lector va comprendiendo por qué Catalina huye. Contribuye a esa construcción de los hechos algunas palabras, como puta, que aparecerá en las primeras páginas. 

Leer La educación física ha sido como hacer un viaje al pasado cuando, en plena adolescencia, me sentía intimidada por algunas miradas, por algunos comentarios. Me ocurría en la calle. También en el colegio. Alguna vez lo he comentado con mis compañeras de pupitre. Cada una de ellas percibía aquellas «agresiones» de un modo propio. Lo cierto es que hoy, a mis casi cincuenta y cinco años, sigo manteniendo fresco en mi memoria cierta escena en la que me sentí desnuda, a pesar de ir forrada de ropa. Fueron años en los que escuché las advertencias de mi madre, que me dibujaba un exterior lleno de peligros, porque lo de ser chica no era ninguna bicoca, había que tener cuidado, mantenerse alejada de los chicos. 


«Le gustaría gritarle a todo el mundo que odia haber nacido con este cuerpo al que no se le permite hacer nada. Quizá no lo dice porque teme aburrir, o que no la entiendan, o que no la quieran con toda su extrañeza». [pág. 76]


Años en los que quise romper con todo, rebelándome contra las diferencias que existían entre mi hermano y yo, soportando las limitaciones impuestas únicamente porque yo era chica, mientras lidiabas con aquel miedo ancestral, que las madres iban inculcando a las hijas, generación tras generación. Y a mí, si quería vivir, no me quedaba otra más que ingeniármelas para esquivar el cerco de mis padres, rebelarme contra aquella opresión a través de faldas cortas que me ponía en casa de mis amigas, y me cambiaba al regresar a la mía, las primeras ingestas de alcohol y aquellos cigarrillos finos y alargados (¿se llamaban More?) que fumaba, para sentirme, ingenuamente, segura de mí misma. Como Catalina, había que vivir, tratando de que no te ocurriera nada pero, a veces, el peligro podría estar mucho más cerca de lo que esperabas.


«Catalina no quiere que la violen, ni que se la coman, ni aparecer por partes en una cuneta, pero tampoco quiere condicionar su vida al lobo cuando intuye que, como dios, puede que esté en todas partes». [pág. 109]


La educación física me ha inundado de todos esos recuerdos, me ha colocado frente a mis propios pensamientos, a mis propias emociones, con mis ilusiones y mis miedos, en una novela que contiene páginas enteras dignas de ser reproducidas, subrayadas o enmarcadas.

Temas

Catalina es una adolescente más. En muchos de sus pensamientos y sensaciones podremos ver reflejado al adolescente que fuimos. Muestra signos de rebeldía, empieza a llevar la contraria a sus padres, los  provoca con su forma de vestir, los desafía en sus decisiones. Si mamá dice A, tú haces B. 


«Catalina no hace sólo autostop para no llegar tarde a casa sino porque necesita rozar la linde establecida, vivir al límite, prefiere el apocalipsis al líquido amniótico en el que flota cuando está con papá y con mamá». [pág. 112]


Así que, girando alrededor de la adolescencia, Rosario Villajos toca muchos temas como son el despertar a la sexualidad, la admiración que desde la juventud se puede sentir por una persona adulta, la relación con los chicos o la propia identidad. Y es que, a veces, Catalina no sabe quién es. La autora aborda, a través de las vivencias de la joven, cómo son esos primeros encuentros con el sexo opuesto, los primeros besos, las primeras intentonas de los jóvenes por llegar algo más lejos. Pero no solo se centra en el sexo adolescente, sino que también examina con lupa el que se produce dentro del matrimonio, esa cita sexual obligada (¿el polvo de los sábados?). Catalina reflexiona sobre la disposición de la mujer, esa costumbre grabada en su ADN de plegarse a los deseos del hombre, la imposición de satisfacer al macho, aunque sea por pura inercia. Pim, pam, ¡fuera! Misión cumplida y a otra cosa, sin que la mujer piense en sus propios deseos, en lo que realmente le gusta, o el sexo como moneda de cambio, mercantilizado, un trámite más que la mujer tenía que pasar si quería conseguir algo, aunque lo que desearan la esclavizara todavía más.


«Aquellas mujeres llamaban tontos a los hombres en general por hacer lo que fuera a cambio de un abrir y cerrar de piernas. Alguna mencionaba lo que sacaba ella de todo eso: una lavadora nueva, quizá más adelante con secadora». [pág. 198]


Relacionado con lo sexual, la novela también ahonda en el papel de la mujer dentro del universo familiar, como esposa y madre, que maneja los pequeños desastres del hogar, impidiendo que el cabeza de familia tenga conocimiento de ellos para no ser juzgada, para no ser culpada. Catalina cree que su familia mantiene el equilibrio sobre dos pilares: el chantaje y la culpa. Esta última estará muy presente en la vida de la joven. ¿Acaso lo que ha ocurrido es su culpa? ¿Realmente lo que le han dicho es real? ¿Es ella la que ha provocado la situación tan incómoda que ha vivido?  

Y luego están las muestras de poder del jerarca, que deja su impronta incluso en las cuestiones más surrealistas, como el orden en el que su prole debe usar el baño. Y es que en esa familia, como todas las de la época (me gustaría pensar que ya no es así) el hombre tiene privilegios de cuna frente a la mujer. Esas diferencias en la educación de los hijos y de las hijas quedarán muy patentes en la novela. Catalina observa cómo su padre y su hermano Pablito están exentos de arrimar el hombre en las cuestiones domésticas, para eso ya está la madre y la propia Catalina. La joven se enerva al contemplar el amplio rango de libertades de las que disfruta su hermano, mientras ella vive encorsetada (¡y enfajada!, ya veréis) por el mero hecho de ser chica.

Pero si hay un tema estrella en la novela ese será el cuerpo femenino. ¿Cuántos cambios sufre el cuerpo de una mujer a lo largo de su vida? Naces y en una decena de años lo que conocías empieza a cambiar. De repente tu pecho, que era plano como el de los chicos, comienza a crecer y te conviertes de un día para otro en el centro de esos comentarios de las amigas de tu madre o de tus tías, que hablan de «margaritas» o no sé que otro tipo de flores y no puedes evitar sentirte totalmente ridícula. Ahí ya empiezas a tener una relación complicada con tu cuerpo porque los cambios que se están produciendo te ponen en el centro de las conversaciones y encima los chicos también se burlan de ti y tratan de tocarte, a poco que te descuides. 


«¿...que tener tetas y culo es un suplicio?» [pág. 255]

 

Eso, por no hablar de la menstruación. Un día te levantas y encuentras una mancha roja en las bragas e inmediatamente empiezas a temblar. ¿Qué narices es eso? ¿Acaso te estás muriendo? Porque encima nadie te ha contado nada. Tú habrás podido oír campanas pero cuando la realidad te llega, te pega una bofetada que te deja sentada en el suelo. Y con suerte, tu madre celebrará aquel suceso con cierto regocijo, pero también puede ocurrir que tu madre suspire y te diga: «Eso es la regla, hija. A partir de ahora la vas a sufrir todos los meses». Y te lo dice con ese tono de voz pesaroso y la escuchas cuchichear con tu padre que, a partir de ese momento, ya no te mirará igual, y tú te vuelves a sentir como si te hubiesen colocado un neón luminoso sobre la cabeza, una flecha en color rojo, que se enciende y se apaga, señalándote como una nueva presa.

Catalina sabe que la menstruación es tabú. ¿Esto que le pasa a mi cuerpo, que es naturaleza pura y dura, lo tengo que ocultar? De la menstruación no se habla, y mucho menos con un hombre, porque la fertilidad de las hijas es un problema para los padres. Así que, por favor, Catalina cuando tengas la menstruación quítate de en medio, oculta todo rastro de lo que te está ocurrido porque, hija mía, lo que te ocurre es una guarrería y si alguien te pregunta, tú responde únicamente: «Estoy mala». ¿Mala? ¿De qué? 


«Nunca le enseñará a su hija a ponerse un tampón ni a aliviar el dolor de barriga con una bolsa de agua caliente; solo le enseñará a fingir que no tiene la regla, a esconder el suplicio en alguna parte de su cerebro y las compresas sucias en el fondo de la basura para que los hombres de la casa no la vean,...» [pág. 124]


Escóndelo todo, Catalina, no vaya a ser que hieras la sensibilidad masculina, como ocurría con esos anuncios de compresas en las que el color de la menstruación era azul porque el rojo es demasiado llamativo y puede herir sensibilidades. Menos mal que eso va cambiando. 

Y luego están los embarazos. Te venden que tener hijos al mundo es lo más maravilloso que existe, el primer objetivo de la mujer en su vida, y no digo que no, pero traer hijos al mundo duele y supone pasar por un montón de cambios durante el embarazo, que luego dejan su secuela. Y te llegará la menopausia y las hormonas volverán a juguetear con tu cuerpo. En resumen, que la mujer vive montada en una noria que no para de dar vueltas, y a cada vuelta, su cuerpo ya no era el que tenía. Y Catalina está en ese inicio de cambios y transformaciones. Lo que ha vivido la joven es un granito más de arena en esa relación complicada que la mujer tendrá con su cuerpo, hasta el punto de que a ella, lo de ser chica, no le convence. Y yo la entiendo perfectamente porque el camino no va a ser fácil. De hecho, no lo ha sido ni de pequeña, cuando notaba que ciertos juegos infantiles no eran tan inocentes como parecían.


«Cada vez que le preguntaban qué quería ser de mayor, Catalina no decía médico ni enfermera; decía "quiero ser un niño"». [pág. 165]


Estructura y estilo

Escrita en tercera persona, La educación física se vertebra sobre largos monólogos interiores en los que prácticamente no hay cabida para el diálogo. Y es que ella no mantiene ningún tipo de conversación a lo largo de esas cuatro horas que suponen el regreso a casa. La voz que Catalina oye dentro de sí misma, es la voz de su propio cuerpo que conoce a la joven mejor que a sí misma. 

Villajos introduce una pizca de suspense en la historia, a través de ese percance que ocurre momentos antes del inicio de la novela, y que iremos desvelando con la lectura. Se suma a esa atmósfera de incertidumbre las múltiples referencias a un periodo que ella pasó en el hospital, del que no hay gran información.


Leer La educación física ha sido como estar viendo la vida de Catalina por un pequeño agujerito y estar constantemente en tensión por ella. Inevitablemente me salían advertencias de peligro- «Catalina no hagas esto, porque te puede ocurrir algo»- y es que yo sigo teniendo aquel miedo dentro de mí. Y a la vez, sentía ganas de gritarle que no se sintiera culpable, que ella no había hecho nada, que no pensara mal de sí misma, sino que es este mundo, esta sociedad la que nos culpabiliza por ser chicas, y que siempre nos han dicho que los hombres son lobos pero lobos puede haber en todas partes. 

Una lectura que deja un poso muy profundo con un final optimista. Quizá no todos los hombres sean lobos.

[Fuente: Imagen de la cubierta tomada de la web de la editorial]

Puedes adquirirlo aquí (tapa blanda), aquí (libro de bolsillo) y aquí (Kindle)



lunes, 11 de marzo de 2024

LAS VULNERABILIDADES de Elvira Sastre

Editorial: Seix Barral
Fecha publicación: febrero, 2024
Precio: 20,90 €
Género: narrativa
Nº Páginas: 352
Encuadernación: Rústica con solapas
ISBN: 978-84-322-4287-8
[Disponible en eBook y audiolibro;
puedes empezar a leer aquí]

Autora 

Nació en Segovia en 1992. Ha publicado los poemarios Cuarenta y tres maneras de soltarse el pelo (2013), Baluarte (2014), Ya nadie baila (2015), La soledad de un cuerpo acostumbrado a la herida (2016) y Adiós al frío (2020). Del mismo modo, es autora de dos libros que combinan la ilustración y la poesía: Tú la Acuarela/Yo la Lírica (2013) y Aquella orilla nuestra (2018), ilustrada por Emiliano Batista (EMBA). Compagina su carrera poética con la traducción. Ha traducido a poetas como Rupi Kaur, Lana del Rey o las letras de Vetusta Morla. En 2019 publicó su primera novela, Días sin ti, con la que consiguió el Premio Biblioteca Breve, que la consolidó dentro del panorama nacional e internacional como una de las escritoras más importantes de su generación. En 2021, la revista Forbes la incluyó en su lista de Los 100 españoles más creativos. Elvira llena con su poesía teatros y salas de conciertos en todo el mundo, desde espacios pequeños hasta grandes recintos como el Circo Price o el WiZink Center en Madrid. En la actualidad continúa presentando sus obras por España y por América Latina mientras sigue desarrollando su labor creativa y literaria. Las vulnerabilidades (2024) es su segunda novela. 

Sinopsis

La narradora de esta historia, Elvira, recibe un mensaje en una red social: una joven llamada Sara afirma haber sido víctima de un abuso y se encuentra en una situación desesperada. Elvira no duda en ofrecerle su ayuda y le abre las puertas de su intimidad, aunque nada es suficiente para quien no halla consuelo. Poco a poco, Sara se convierte en una presencia asfixiante pero necesaria en la vida de una Elvira entregada a salvarla de sí misma.

Las vulnerabilidades es una historia de suspense psicológico que gira en torno a la relación de poder y dependencia que se establece entre dos mujeres heridas y que cuestiona las consecuencias de un acto tan aparentemente altruista como ayudar a los demás.

Tras ganar el Premio Biblioteca Breve en 2019 con Días sin ti, su primera novela, Elvira Sastre regresa a la ficción más descarnada con una historia inspirada en un episodio real vivido por la autora. En sus propias palabras: «Trato de entender a través de la escritura dónde nacen nuestras heridas. He escrito esta historia para demostrar que la vulnerabilidad es la luz que ilumina la grieta».

[Información tomada directamente del ejemplar]



Ya lo comenté hace unas semanas por redes sociales, que Las vulnerabilidades de Elvira Sastre me estaba dejando muy tocada. El camino de esta lectura no ha sido fácil. Los hechos que recoge la nueva novela de esta autora segoviana, después de ganar el Premio Biblioteca Breve con Días sin ti, arañan y escuecen. Es inevitable que se te ponga un «entripao» en la boca del estómago hasta el punto de tener que parar de leer para coger aliento. Así se lo manifesté a la autora el día que nos sentamos a conversar con ella, por lo que este post va a ser una combinación de aquella charla y de mis impresiones sobre este libro. Pero, ¿de qué va Las vulnerabilidades?

Elvira es una joven publicista, de veintiocho años, a la que le encargan una campaña para la Agencia de Protección de Datos, con la intención de concienciar a la ciudadanía sobre la importancia que tiene proteger nuestros datos, nuestra intimidad y nuestro derecho a la imagen, cuestiones que vuelan por lo alto cuando alguien filtra en internet, y sin nuestro consentimiento, un vídeo de contenido sexual. Con la idea de llegar a un mayor número de personas y causar un efecto más impactante, a Elvira se le ocurre fingir que ella ha sido víctima de una filtración de este tipo, denunciando los hechos a través de una confesión por redes sociales. Las reacciones no se hacen esperar.


«Y pronto se hizo viral. No calculé los riesgos personales y el teléfono se llenó de llamadas de familiares y amigos preocupados». [pág. 17]


Familiares y amigos se ponen en contacto con ella pero también lo harán personas desconocidas. Entre esas personas habrá chicas que le muestran su apoyo, y otras que resultan ser igualmente víctimas. Una de esas chicas será Sara, una joven adolescente, con la que establecerá una relación de amistad.


«Sara fue una de aquellas mujeres. Abrí mi carpeta de mensajes y vi su nombre. Esas cuatro letras brillaban entre la oscuridad de las docenas de mensajes sin leer, titilaba como un bichito de luz a medio gas». [pág. 19]


A Sara le han robado su intimidad. La joven accedió a grabar un vídeo en el que se la ve manteniendo relaciones sexuales con Rodrigo, su novio, y este lo ha difundido entre sus contactos. Raro es el compañero de instituto que no haya visto esas imágenes. A partir de ese momento, la joven pierde su capacidad de reacción. Se queda totalmente bloqueada, sin ser capaz de tomar decisiones de ningún tipo. Optará por encerrarse en casa y en sí misma, y tratar de mantenerse alejada del foco de atención, apartándose de todo, porque inevitablemente cree que todo el mundo la va a señalar por la calle. Bueno, en realidad, no es una paranoia suya sino que la gente la señala. La insultarán y sus amigas le darán la espalda. Sara prefiere recluirse a la espera de que pase el aluvión y de que la gente olvide el vídeo. Ni siquiera se ha planteado denunciar porque, en sus propias palabras, «no me compensa».  ¿Para qué remover más la mierda? Pero Elvira no cree que deba dejarlo estar. 


«Coge las armas que existen y defiéndete como puedas, Sara. Tú no tienes culpa de nada. Tienes derecho a vivir tu vida y a tienes derecho a protegerla». [pág. 23]


Así que ella decidirá no dejar sola a Sara en ese triste naufragio. No sin temor a cometer algún error y a orientar a la joven por un camino equivocado, determinará acompañarla en el proceso, escuchando a la joven cuando sienta necesidad de hablar, alargando su mano para sacarla del pozo en el que se hunde, poniéndola en contacto con profesionales que le presten socorro, y aconsejando a la chica para que dé un paso al frente y denuncie. La relación entre Elvira y Sara será principalmente telemática, a través de correos electrónicos, whatsapp o mensajería instantánea, aunque también se verán en contadas ocasiones. 

Elvira se vuelca con Sara y pasa a formar parte del paisaje de la joven. Junto con Laia, la hermana mayor de la chica, serán ellas las que sujeten el peso de esta historia, que conduce a un desenlace del que os hablo más abajo. 

Qué me ha gustado de la novela

Hay lectores que evitan enfrentarse a novelas-tsunami. Sí, a esas historias que, nada más leas la primera línea, te llevan por delante. Admito que leer esta novela me ha removido. Es como si me hubiera pasado una apisonadora por encima, pero lamentablemente lo que cuenta la novela es una realidad que está ahí, que no podemos obviar y que, además, es necesaria visualizarla. En este sentido, Las vulnerabilidades me ha gustado mucho. Por suerte, y hasta la fecha, no me ha ocurrido lo que le ocurre a Sara. Ni tampoco tengo a nadie cercano a la que le haya pasado lo que a ella. No por ello no he sentido la historia como propia. Me ha gustado muchísimo el retrato que Elvira Sastre hace de esa atmósfera pesada y angustiante que rodea a una víctima de la vulneración de su imagen. Como también me ha parecido brillante el dibujo social y familiar  que plantea. ¿Cómo reacciona la familia ante una situación así? Y la sociedad, ¿arropa o abandona a la víctima? ¿Con qué recursos cuenta Sara para enfrentarse a la humillación a la que ha sido expuesta? Pero sobre todo, me ha impactado muchísimo el retrato psicológico que la autora hace de la joven. Me he echado las manos a la cabeza al ver el tipo de relación que Sara tiene con Rodrigo, de qué modo la joven está totalmente atrapada en una relación tóxica, seducida por un hombre algo mayor que ella, al que ve como su salvador. Nos contó la autora que para escribir esta novela tuvo que investigar y el proceso fue complicado. «Todos sabemos lo que implica la violencia de género, el terror que supone, pero cuando ahondas más allá, descubres las consecuencias psicológicas que deja en las víctimas»

Las vulnerabilidades parte de un hecho real. Quiero decir que el punto de partida, esa confesión en redes sociales, es algo que la propia Elvira Sastre llevó a cabo (puedes leer algunos artículos periodísticos sobre el tema aquí), con el mismo propósito que la Elvira de la novela. En el año 2020 publicó en su cuenta que andaba rulando por Internet un vídeo suyo en el que se la veía manteniendo relaciones sexuales. Y como ocurre en la novela, las reacciones no se hicieron esperar. 

Lo que no comprendo es por qué algunos lectores catalogan esta novela como un thriller psicológico. Es cierto que todo lo psicológico tiene presencia importante y que también hay cierto suspense y misterio flotando, pero en lo que a mi experiencia lectora respecta, no puedo elevar esta novela a la altura de un thriller. Me parece más una novela de carácter intimista y social. Al preguntarle a Elvira Sastre, ella responde que no son más que etiquetas, «aunque sí hay un misterio en la novela, para lo que ha ido dejando pistas a lo largo del relato». Admito que esas pistas no las advertí.

Sara

Qué difícil debe ser para una persona enfrentarse a lo que se enfrenta esta chica. Más siendo una adolescente, en ese momento en el que estás como a medio cocer, como si fueses una pieza de barro en proceso de endurecimiento. Cualquier contacto o presión ejercida sobre la misma, dejará una huella para siempre. A eso se añade que a la joven le falta uno de sus puntos de apoyo. Su madre falleció tiempo atrás, así que lo más cercano que tiene a una figura materna es su hermana mayor, Laia. Porque ni siquiera con su padre se entiende, un hombre que estará sin estar en todo eso que le va a ocurrir a su hija. Bueno, ahora también estará Elvira, la periodista que no la deja sola ni un momento, que la acompañará en sus miedos, en sus pesadillas, en sus dudas, en sus incertidumbres. Y el ámbito familiar se verá totalmente trastocado por los acontecimientos porque, como decía antes, la novela también aborda la reacción de nuestro entorno más cercano. Y puede ocurrir que hasta aquellos que han convivido contigo toda la vida, te abandonen. 

A Sara la ves tan débil, tan delicada, que es inevitable no sentirse con la necesidad de posicionarte a su lado y sujetarla. Porque eso es lo que he sentido al conocer la situación de esta chica, un deseo irrefrenable de acogerla y protegerla. Es el mismo sentimiento que abordará a Elvira. 


«Es quebradiza, frágil, tremendamente infantil». [pág. 40]


Y es que, aunque tenga diecisiete años, si la escuchamos con los ojos cerrados, tendremos la impresión de estar ante una niña pequeña. Como Elvira piensa, Sara es una voz infantil que le habla de cosas espantosas. No hay nada adulto en ella, como si no hubiera pasado el tiempo. Toda la estructura que vamos construyendo a medida que vamos creciendo, en el caso de Sara se ha venido abajo, como si alguien, de un manotazo, hubiera derribado todo ese crecimiento personal e iniciación hacia la edad adulta.

Para colmo, la joven tiene que soportar también las burlas y el escarnio público. ¿Cómo es posible que la sociedad la culpabilice? Quise preguntarle al respecto a Elvira Sastre porque a mí me parece un horror que a una mujer que sufre este tipo de violencia, también se la señale con el dedo. Ella me respondió que, por suerte, no todo el mundo reacciona igual. Que es verdad que se suele dudar de la víctima pero también hay mucha gente que hace cosas muy buenas, que las víctimas cuentan con asociaciones donde trabajan profesionales y voluntarios. Sin embargo «cada vez que una mujer muere por violencia de género siempre se pregunta si había denunciado previamente. Eso es poner la responsabilidad en la víctima», mientras que a las víctimas de otro tipo de violencia se les ampara de otra manera, sin preguntarle si ha denunciado los hechos antes o no. ¿Es que acaso, al no denunciar, es más culpable por lo que le ha ocurrido?

Si Sara es culpable de algo es de amar y de querer sentirse amada, de elegir mal, de poner su atención en un maltratador, como Laia califica a Rodrigo, que conoce los puntos débiles de la joven, que la manipula, y le hace sentir que sin él, ella no es nada. Pero no es culpable de haber mantenido relaciones sexuales, ni de permitir la grabación de ese momento. Ella no es la culpable. El culpable es Rodrigo. El verdadero monstruo es él. Y yo siempre me he preguntado cómo es posible que las jóvenes de hoy consientan tener relaciones con personas así. ¿Por qué no huyen? Y así se lo pregunté a la autora: «Pero ellas no se meten en esas relaciones de forma voluntaria. Son ellos los manipuladores. Ninguna nos libramos de algo así, ni la más feminista, porque no depende de nosotras. Es que hay otra persona ejerciendo un maltrato psicológico y la manipulación es tan sutil que cuando te quieres dar cuenta estás dentro. A todas nos ha pasado. A mí, también»

Sara es un títere al que su novio maneja a su antojo. Tanto es así que ella se presta a otras circunstancias terribles, sobre las que ponemos la palabra secreto.


«Fue en el momento en el que leí la palabra secreto cuando todo se oscureció: pero no solo lo que rodeaba a Sara, sino también lo que vivía dentro de mí. Entendí que detrás del vídeo había algo mucho más terrible, que Sara estaba envuelta en una nube tan gris que era imposible ver nada». [pág. 56]


Habrá algo más que el lector descubrirá con el avance de la lectura. E incluso así, con todo lo que Rodrigo le ha hecho, conviviendo con la sensación de que su novio no la deja ni comer, ni dormir, ni respirar, ella sufre porque no quiere hacerle daño. Le preocupa lo que le vaya a ocurrir si lo denuncia y van a juicio. Está tan metida de lleno en una relación tóxica y tiene una dependencia emocional tan apabullante, que incluso le da miedo ir a la consulta de la psicóloga porque sabe que tendrá que hablar de lo que ha ocurrido y de lo que Rodrigo ha hecho, y eso lo dejará en una situación comprometida.

Elvira Sastre construye un personaje intenso y complejo pero, a la vez, con un vacío enorme. En ese retrato que la autora perfila, me llamó poderosamente la atención dos cuestiones. Por un lado, la insistencia de Sara al pedir perdón por todo. Cada palabra suya, cada acción, viene precedida de una disculpa: «Elvira, perdona si te molesto»; «Elvira, es que no sé cómo hacer esto, perdona»Sara ha perdido cualquier atisbo de identidad, cualquier derecho a ocupar un espacio en el mundo, a ser alguien en la vida. Está tan anulada que por su mente flotan pensamientos suicidas y combate su dolor con la autolesión. Y por otra parte, me pareció significativo que constantemente se refiera a su interlocutora empleando su nombre propio, cuando habla con ella. Si contáramos las veces que Sara pronuncia la palabra Elvira (como también la palabra perdón) advertiríamos que es un número elevadísimo. Quise preguntarle a la autora sobre este asunto y esto es lo que me contestó: «Es un rasgo que contribuye a construir su personalidad dañada y manipuladora porque, cuando alguien te nombra, te interpela. Que te nombre tanto es como si te eligiera a ti de entre todo el mundo. Forma parte de un discurso manipulador muy sutil». Quizá no entendáis esta respuesta. ¿Sara, manipuladora también? Bueno, no ahondo más en esta cuestión. 

Elvira

La narradora de esta historia se ve envuelta en una situación complicada, sin buscarlo. Su papel es llevar a Sara a un lugar emocional seguro, donde la joven pueda recuperar la autoestima y la confianza en el otro. Podríamos pensar que a Elvira le toca la parte fácil en esta historia. Al fin y al cabo, la invasión de su intimidad no ha sido más que una farsa, una estrategia para concienciar a través de redes sociales. Elvira no es víctima de ningún tipo. A ella le toca simplemente (y lo subrayo) servir de apoyo, aunque eso implique que toda su vida gire alrededor de otra persona.


«Mi vida al margen de Sara ya no existía, pero tampoco se había parado, a pesar de mis intentos. No hablaba de otra cosa que no fuera ella y no me daba cuenta de mis fallos en el trabajo, de la ausencia con mi familia, de la escasa energía que me quedaba para hacer otra cosa que no fuera estar ahí, a su lado». [pág. 155]


Pero la labor de Elvira no es tan sencilla. Ella es periodista, no tiene experiencia como psicóloga ni como personal de apoyo a las víctimas de violencia. Elvira hará lo que pueda no sin temor a equivocarse porque no puede desentenderse de Sara ahora que ella ha llegado así a su vida, con ese ímpetu, colonizándolo todo, su tiempo y su espacio. Elvira siente que ayudar a Sara es ayudar a todas las mujeres, a través de la joven, es tender una mano amiga a todas aquellas chicas que estén pasando por una situación así, o que hayan pasado por algo similar. Así que la novela respira un aire de sororidad tremendo porque además, si te fijas bien, y más allá de las referencias al padre y al novio de Sara, toda la historia gira alrededor de mujeres, con Elvira y Sara a la cabeza, con Laia, y con Inés y Ana, psicóloga y abogada de la joven. La presencia femenina en esta novela no tiene competidor. Todas estas mujeres se unen para ayudar a otra mujer.


«Debemos creernos. Antes de nada, debemos hacerlo, aunque haya dudas, malestar o posiciones incómodas: la primera respuesta debe ser "yo te creo"». [pág. 103]


Y adoptando esa responsabilidad, ¿cómo se ayuda a una persona que ha pasado por esto? Elvira se lo pregunta en la novela, qué abrazo hay que dar, qué palabra tienes que pronunciar, qué gesto haz de hacer para aliviar a la víctima, qué decirle a alguien que te confiesa que te quieres morir mientras el hombre al que amas te insulta, te pega y te viola. Ante eso, ¿qué? Porque no hay nada que valga. No existen abrazos, ni palabras, ni gestos para algo así. Decir «lo siento mucho», queda hasta ridículo.

Pero estamos hablando constantemente de la ayuda que Elvira presta a Sara, pensando que la periodista es un mero punto de apoyo. Sin embargo, y a medida que vayamos avanzando en la lectura, veremos cómo Elvira es una mujer que también tiene sus rincones oscuros. Nadie está libre de traumas y manipulaciones. Entonces, ¿quién ayuda a quién? La línea es tan difusa... Elvira y Sara se convierten en vasos comunicantes.

Desenlace

Nunca hago un aparte para hablar del desenlace de una novela leída. A lo sumo, dejo caer lo que me ha parecido, sin entrar en profundidades. Pero en este caso, siento que es necesario, porque el final de esta novela me cogió tan de sorpresa que me quedé unos segundos sin capacidad de reacción. Pero no me refiero a ese tipo de sorpresa que el lector sabe que le espera en según qué tipo de novela, sino a un quiebro que me dejó sin entender muy bien por qué. Y es que Elvira Sastre opta por dar un giro brutal a los acontecimientos, cuando apenas quedan unas treinta páginas para el punto final, y saca a la luz un tema que, hasta ese momento, ni siquiera se me había pasado por la cabeza. Yo andaba tan imbuida en la historia de Sara, en la viralización de su vídeo, en su pérdida de intimidad, en su hundimiento, echándome las manos a la cabeza con esta sociedad que culpabiliza a la víctima, que no vi venir lo otro, el otro foco de atención sobre el que Sastre quiere poner su mirada. Y es que, en Las vulnerabilidades, es muy importante la violencia de género y las víctimas, pero también la entrega incondicional de la que luce Elvira. Con tal de ayudar a Sara, ella se olvida hasta de sí misma como hemos leído en un pasaje anterior. No quiero profundizar más en lo que le ocurrirá a Elvira para no destripar la trama pero sí quiero comentar que a mí me descolocó tanto ese final, que no puede evitar preguntarle abiertamente a la autora y me contestó que ella no ha escrito únicamente una novela sobre violencia de género. «La violencia ha sido el contexto de la historia pero, casi como tema principal, he querido ir más allá, huyendo de la revictimización, para evidenciar, a través de un caso, que no todo es blanco o negro, sino que hay grises, que podemos estar totalmente equivocados con respecto a lo que pensamos de alguien»A Sastre no le extrañó que no me esperara ese final ni que pensara que los hechos iban a seguir el mismo sendero que yo había tomado desde el principio. La autora cree que Las vulnerabilidades es una novela que casi requeriría una segunda lectura. «Es un libro que, si no te esperas el final, cuando lo lees una segunda vez, es otro libro distinto porque ya sabes lo que pasa y ves otras cosas, para lo que he ido dejando pistas», afirmó.

Estructura y estilo

Escrito en primera persona, Las vulnerabilidades cuenta con una estructura muy definida. Aunque la voz narrativa siempre será la misma, la de Elvira, el lector se encontrará que a lo largo de la narración de los hechos se intercalan capítulos en cursiva. Si debo ser sincera, esos pasajes me abrumaron un poco. No sé si será percepción mía pero yo sentía que la voz de la narradora en esos capítulos era mucho más densa, más pesada. Le pregunté a la autora y me contestó que «la parte en cursiva son capítulos más poéticos que me permiten volcar esa parte poética que tengo; además a la hora del desarrollo de la historia ayudan mucho porque están en presente, porque son pasajes muy gráficos que te ayudan a construir los personajes».


Voy llegando al final de esta reseña-entrevista. Las vulnerabilidades te pone un nudo en la garganta. Cada palabra de esta novela ejerce presión a la altura del esternón. Capítulo a capítulo Sastre te aprieta el corazón. Esta novela está plagada de interesantes e importantísimas reflexiones, un buen puñado de pensamientos, emociones,... que he hecho mías. Es una novela que te hace preguntas y te invita a pensar, rompiendo tus esquemas. 

Cierro esta novela con un párrafo que resume perfectamente el horror al que una víctima se enfrenta:


«Sara seguía siendo una víctima de un hombre que continuaba agrediéndola y de un sistema que no tenía respuestas para ella. Nadie curó su daño. Nadie supo ver a tiempo que era una adolescente en peligro y que necesitaba ayuda: su familia, sus amigos, las instituciones y la sociedad la habían abandonado. Le hicieron sentir culpable, como si fuera responsable de su abuso. No  hicieron un seguimiento de su salud mental ni le dieron herramientas para continuar con su vida una vez hubo terminado el juicio. Dieron por hecho que la cárcel es suficiente y cura el daño de la víctima». [pág. 341]


Y no. No es suficiente.


Booktrailer:




[Fuente: Imagen de la cubierta tomada de la web de la editorial]

Puedes adquirirlo aquí (tapa blanda) y aquí (Kindle)


lunes, 26 de febrero de 2024

LA SECA de Txani Rodríguez

 

Editorial: Seix Barral
Fecha publicación: enero, 2024
Precio:19,00 €
Género: narrativa
Nº Páginas: 272
Encuadernación: Rústica con solapas
ISBN: 978-84-322-4280-9
[Disponible en ePub;
puedes empezar a leer aquí]


Autora

Txani Rodríguez nació en Llodio, en 1977. Es periodista, guionista y escritora. Ha publicado las novelas Lo que será de nosotros (2008), Agosto (2013) y Si quieres, puedes quedarte aquí (2016). Ha publicado el libro de relatos El corazón de los aviones (2006) y varios cómics, entre los que destaca La carrera del sol (2008), traducido a varios idiomas. Forma parte del equipo del programa de Radio Euskadi Pompas de papel, y colabora en varios medios, entre ellos, el suplemento cultural Territorios del diario El Correo. Es profesora de escritura creativa en la Escola d’Escriptura de l’Ateneu Barcelonès y en la Asociación Literaria ALEA.

Sinopsis

Nuria regresa al pueblo en el que ha pasado los veranos desde su infancia, un  rincón dedicado a la extracción del corcho en un espacio natural protegido del sur de España. Durante su estancia, asistirá al conflicto entre dos formas de en tender el futuro, representadas por la población local, que busca nuevas formas de ganar se la vida ante el avance de la seca, una enfermedad que acaba con los alcornoques, y los veraneantes procedentes de la ciudad, que quieren preservar el entorno.

Después de convertirse en una de las sorpresas literarias de 2020 con Los últimos románticos, ganadora del Premio Euskadi de Literatura, Txani Rodríguez regresa con una novela de tensión creciente protagonizada por una joven inconformista, presa del mal augurio, marcada por la relación con su madre y un antiguo amor de verano, en un medio rural en crisis debido al cambio climático.

[Información tomada directamente del ejemplar]


Te han hecho alguna vez la siguiente pregunta: ¿Tú tienes pueblo? A mí, sí. Lo de tener pueblo no alude a la acción de poseer sino a la de ser. Es decir, con esa pregunta lo que quieren saber es si eres nacido o criado en un entorno rural. Lo he contado miles de veces aquí y en redes sociales. Yo no nací en un pueblo, ni tampoco me crié en uno, pero sí pasé los veranos de mi infancia rodeada de olivos, nadando en las aguas turbias de una alberca, andando el campo, casi de sol a sol. La distracción de mis primos, mis hermanos mayores y la mía misma consistía en investigar lo que se ponía a nuestro alcance. Aquel insecto aquí, aquella flor allá. Experimentábamos, y no siempre desde la inocencia, porque todo niño también tiene un lado cruel. Pero creo que aquella necesidad de conocer los efectos de nuestros actos en plena naturaleza desarrolló en mí esa curiosidad que me caracteriza y ese amor por la tierra, de tal modo que acostumbro a quedarme embobada en mis pensamientos, cuando mis ojos se adentran en una gran arboleda. Hay personas que llevan la tierra en las venas, aunque la mayor parte de su vida sólo hayan pisado asfalto. Bien, os largo todo este rollo para empezar a hablaros de una novela que consiguió transportarme a aquella infancia de casas encaladas y jornadas al aire libre. Pero no penséis que La seca de Txani Rodríguez es una novela eminentemente de corte nostálgico, que ahonda en las emociones rescatadas del pasado, sin más intención que conectarnos con nuestros orígenes. En realidad, La seca tiene algo de eso pero hay mucho más donde escarbar. Os cuento.

Nuria y Matilde, hija y madre, cruzan España de norte a sur para pasar el verano en el pueblo. Se dirigen a una localidad de Andalucía. Su intención es descansar allí durante un mes, pues Matilde está convaleciente tras una operación. Atrás queda Llodio, el lugar de residencia de Nuria, y su cuadrilla, un grupo de amigos con los que las cosas no han salido demasiado bien. Algo le ocurrió a Nuria con esas amistades, algo que ni siquiera ella entiende, y que ha dado pie a fisuras en las relaciones. Así que Nuria llega al pueblo arrastrando un lastre que se añadirá a otros más. Porque regresar al pueblo implica para Nuria reencontrarse con otras personas, algo que para ella no resulta demasiado grato. ¿Por qué? Ya lo irás viendo. Allí vive Montero, un hombre con el que ella mantuvo/mantiene una cierta vinculación. Y en el mismo pueblo también vive Alba, la mujer de Montero, con quien ella jugaba en los veranos de su infancia, y compartía meriendas de tortas fritas y pasteles de manzanas. Ya las cosas no son como eran antes. El tiempo y la vida se han encargado de empujar a cada uno por su camino y aquellas relaciones que parecían solidas han terminado licuadas.

En el tiempo que Nuria y Matilde pasen en el pueblo irán ocurriendo cosas, a través de las cuales iremos conociendo mejor el abismo interior de los personajes, al tiempo que Txani Rodríguez explora en los universos rurales, en los que no faltan nunca chismes, envidias, recelos y también leyendas, como la que en este caso tiene que ver con unos niños.


«Dos niños que habían terminado de cenar se levantaron para ir a jugar a la plaza. Entonces, el camarero y los ocupantes locales se las otras mesas se acercaron a los padre, que parecían estupefactos, y, tras rodearlos, comenzaron a hablarles con seriedad, como si fueran a dar comienzo a unas delicadas negociaciones diplomáticas. La pareja intercambiaba miradas de incredulidad, se encogía de hombros, negaba con la cabeza. Al poco pidieron a los niños que regresaran a sus asientos, y las personas que los habían abordado se marcharon». [pág. 90 -91]


Qué me ha gustado de esta novela

Es agradable e interesante leer a un autor por primera vez. Esa primera toma de contacto condiciona. Y mucho. Aunque yo no soy de tirar la toalla a la primera de cambio. Si un autor no me gusta en mi primer acercamiento, acostumbro a darle otra oportunidad. No es el caso de Txani Rodríguez. Me ha gustado mucho leer La seca. No sé, de entrada, me he visto mecida por un montón de emociones y evocaciones. Un arroyo de recuerdos ha cruzado mi mente. Ver a Matilde y a Nuria en el viaje de ida al pueblo ha sido como verme a mí misma, montada de niña en el coche de mi padre, con las maletas y las ilusiones por estrenar. Ya se lo comenté a Txani aquella tarde que conversé con ella (puedes leer la entrevista aquí), que en un momento del relato se dice que ir al pueblo no es viajar. Uno no viaja al pueblo cuando está de vacaciones. Uno, simplemente, regresa al pueblo en vacaciones, al lugar al que perteneces realmente. Parecerá una tontería, pero la importancia está en los matices.

Txani describe muy bien las sensaciones que se perciben en los pueblos, el olor de los guisos o los sonidos de las jornadas veraniegas, como esa sensación etérea que se respira en las sobremesas, como si el tiempo se detuviera, y los ruidos se atenuaran, dando paso a un silencio amortiguado. No sé muy bien cómo describir esa sensación que se acentúa por el calor en el campo andaluz.


«En la calle, la vida parecía ralentizarse: algún perro descansaba a la sombra de un árbol en el paseo, las terrazas de los bares se quedaban medio vacías, en una esquina se deshacían los restos de un helado; la laboriosidad de los pájaros carpinteros contra los pinos resultaba audible, las chicharras intensificaban su canto, las ráfagas de viento agitaban las hojas de los árboles y, sin embargo, se diría que todos aquellos sonidos quedaban envueltos en un silencio espeso». [pág. 84]


En La seca, el mundo rural es otro protagonista más. Con esta novela, quiere Txani Rodríguez rendir homenaje a un oficio, y a través del mismo, a los suyos. Por eso, nada más abrir las páginas del libro, leemos: A mi familia paterna, los «corchas». ¿Qué es eso de los corchas? La acción de la novela se desarrolla en un pueblo cercano a Jimena de la Frontera. Es un espacio ficticio pero que, por la ubicación, podría ser cualquier municipio que rodea el Parque Natural de los Alcornocales. Un pueblo en el que la saca, es decir, la extracción del corcho, ha dado de comer a muchas familias durante generaciones. A la familia paterna de la autora, también. De ahí, el apodo que reciben, de ahí lo de los corchas, porque han sido y son corcheros, gente de campo que se encarga de ir de aquí allá, extrayendo el corcho a los alcornoques. Es muy interesante todo lo que cuenta la autora sobre este oficio, cómo se lleva a cabo, los riesgos laborales que acarrea, qué peculiaridades tiene, qué futuro le espera a la profesión. Máxime cuando la enfermedad amenaza a los árboles. La seca como llaman a ese mal, no puede tener un nombre más preciso porque seca todo lo que se encuentra a su paso. ¿Pero cómo es esa enfermedad?


«Nuria había oído hablar de la enfermedad de los alcornocales: la seca, como la llamaban. Estaba en boca de todo el mundo desde hacía años. Algunos la atribuyen a la sequía; otros, a la contaminación atmosférica, o a los incendios o a las plagas o a las inundaciones o a la gestión inadecuada del suelo; hay quien habla de cambio climático, y hay quien solo nombra la seca entre dientes, como si fuera un mal fario. No terminan de precisar el origen último de la enfermedad de esos árboles recios, pero saben que la causa —que tiene mucho de consecuencia es un hongo». [pág. 103]


Alcornoques, corcho, enfermedades, corcheros,... Lo mismo, lector, que llevas pisando asfalto toda tu vida, esta temática te resulte lejana, pero Txani Rodríguez consigue atraparnos, no solo a través de datos interesantes que afectan a la industria, sino por el cariño con el que se adentra en este oficio. 

Por otra parte, La seca nos invita a la reflexión. ¿Qué estamos haciendo con el planeta? En un entorno pequeño como es el pueblo de la novela, también vamos a ver las consecuencias de la sequía, la degradación del campo, el cambio climático. Nuria encuentra en el río que vadea el pueblo ese refugio donde se siente más en paz consigo misma, pero es un espacio que también está en peligro, y la veremos luchar para mantener ese entorno natural. Igualmente descubrirá las alteraciones que está sufriendo la agricultura, con esos campos sembrados ahora de cultivos que generarán más ingresos, pero que también producirán más estragos en la naturaleza.

Al margen de estos asuntos, en La seca también se ahonda en las distintas percepciones que se pueden tener de un entorno rural. ¿Qué significa el pueblo para los que viven en él día tras día, o qué significa para los que van a ellos a pasar una temporada? O escarba en las relaciones personales y en la amistad. 

Como veis, esta novela no es solo un viaje nostálgico. La seca tiene mucho más enjundia que un mero retroceso al pasado.

Personajes

Txani Rodríguez construye personajes con muchas aristas y filos que cortan. Me centraré en aquellos que, a mi juicio, soportan bajo sus hombros el peso de la novela.

Nuria es una mujer que no está bien. No llega al pueblo en su mejor momento. Lo que le ocurrió en Llodio la ha marcado, pero además es que se debate entre la obligación impuesta socialmente de cuidar a su madre y el deseo propio de hacerlo como hija. A Nuria la vamos a ver constantemente preocupada por el bienestar de Matilde. Le agobia mucho vivir el momento que le ha tocado, con el Covid, los contagios, y las muertes. ¿Y si su madre se contagia? O peor, ¿y si es ella la que contagia a su madre? ¿Cómo se puede uno perdonar eso? Adopta esa actitud tremendista que la empuja a temer siempre lo peor. Vivir bajo ese yugo la asfixia, no solo a ella, sino también al lector, que la percibirá como una mujer hermética, malhumorada, impertinente, desagradable. Ni ella misma se soporta. A Nuria le molesta todo. Los que hacen porque hacen. Los que no hacen porque no hacen. Los que dicen porque dicen. Y los que no dicen porque no dicen. Da igual. Es que si no tiene motivos para quejarse, los va a buscar. Y eso provoca en el lector un desgaste, unas ganas de trazar una línea entre ella y nosotros, de mantener las distancias (no vaya a ser que nos contagie, pero no el Covid, sino su malestar constante). Está tan amargada que hasta ella misma se sorprende de sus pensamientos. En el siguiente pasaje se refiere a Alba, la mujer de Montero:


«Durante el invierno, Nuria entraba en las redes sociales para espiar las páginas de los contactos en común con el deseo de verla en alguna fotografía y descubrirla más gorda, más fea, más vieja. Después se arrepentía de sus malos deseos». [pág. 46]

 

Nuria es el perro del hortelano, que ni come ni deja comer. Pero quiero decirte algo. Dale tiempo y espacio. Es que está perdida y saturada. Necesita reordenarse por dentro. El pueblo la transforma y, al final, saldrá la verdadera Nuria y esa no te la puedes perder, porque el lector terminará por entenderla, y por reconciliarse con ella. Al menos, es lo que me ha ocurrido a mí que, de no soportarla he pasado a cogerle cariño, entendiendo que únicamente tomaba malas decisiones y que obraba de manera equivocada. 

A Matilde también la transformará el pueblo. Desde que se cayó, se partió la los huesos de una pierna y la tuvieron que operar, parece que se ha cansado de vivir. Al mudarse a casa de Nuria durante la convalecencia, solo tenía ganas de estar en cama. Se volvió irritante, no agradecía nada de lo que la hija hacía por ella, protestaba por todo, rozando ese egoísmo propio de la vejez.


«De un tiempo a esta parte no se entretenía con nada: no hacía punto, no cocinaba, no leía». [pág. 76]


Pero en el pueblo, tendrá la oportunidad de relacionarse con otras personas, más allá de su hija. Hará nuevas amistades y se alejará un tanto del control de Nuria. Ojito a la reacción de la hija. Matilde es un personaje que me ha gustado mucho. Verla sentirse viva otra vez me ha parecido algo de una belleza excepcional. 

Pero la relación entre ambas no va a ser fácil. Antes comentaba que La seca profundiza en las relaciones personales y la amistad, a través de la cuadrilla de amigos de Nuria, pero la relación materno-filial tendrá mucho peso en esta novela. A poco que tú y tus padres tengáis una edad similar que la que tienen los personajes de esta novela, lo vas a entender todo perfectamente. En La seca se va a establecer ese tira y afloja que inevitablemente y, en circunstancias normales, se produce entre las madres y las hijas, cuando una está en ese límite en el que todavía es autónoma pero no, y la otra ya empieza a desempeñar el papel de madre de su propia madre. En la relación entre Nuria y Matilde he visto la misma relación que yo tenía con mi madre, cuando ella no quería que yo la ayudara porque decía valerse por sí misma pero, a la vez, ya no llegaba a todo. En esta novela vamos a ver algo así. La madre quiere seguir ejerciendo como tal, mientras la hija se mete en un terreno que, a lo mejor, todavía no le corresponde. A mí me ha parecido brillante cómo Txani Rodríguez dibuja ese momento en la vida de madre e hija. Me he visto muy reflejada.

Y habrá otros tantos personajes, como el propio Montero y su mujer; Ezequiel, el padre de Montero, del que dicen que está loco pero a mí me parece el más cuerdo de todos; y, por supuesto, Milo y su padre Xavier, que llegan al pueblo de visita y, a priori, parece que solo van a ser meros espectadores pero nada más lejos de la realidad. 

Estructura

Escrita en tercera persona, La seca cuenta con una estructura circular. Un primer capítulo introductorio, donde veremos a Nuria siendo una niña pequeña, conectará en cierto modo con el final, cerrando la historia con un desenlace que implica más un reencuentro con uno mismo, que un regreso físico al hogar.

Compuesta por capítulos de corta extensión, en los que se observa un equilibrio entre narración y diálogos, la autora nos ofrece una prosa evocadora con la que se hace hincapié en los sentidos.


Poco más os puedo y os debo contar. Ha sido una lectura agradable, llena de recuerdos que reconfortan. Y qué bonito me ha parecido esa invitación a la reconciliación que Txani nos propone en el final.


[Fuente: Imagen de la cubierta tomada de la web de la editorial]

Puedes adquirirlo aquí (Tapa blanda) y aquí (Kindle)


Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...