martes, 1 de julio de 2025

JAVIER ALANDES: ❝El arte es la memoria colectiva de un pueblo❞

Conocí a Javier Alandes el año pasado, en Úbeda (Jaén), cuando se celebró una edición más del fantástico Certamen de Novela Histórica Ciudad de Úbeda. En la pasada edición, el escritor valenciano se alzó con uno de los premios que da el certamen, el Premio de Novela Histórica por su libro La última mirada de Goya (Editorial Contraluz). Lo curioso de este premio es que el autor no se presenta, sino que una comisión lectora elige cuál es la novela que debe recibir el premio, en función de los criterios que establecen. 

Y la semana pasada volví a encontrarme con Alandes, con motivo de la publicación de su última novela, El rey de bronce, también publicada con Contraluz. En esta ocasión nos trae una nueva aventura que nos lleva al mundo del arte y de las falsificaciones. Toda la trama gira en torno a un supuesto busto de bronce de hace unos 2.400 años, y que representa a Alejandro Magno. Dos hilos temporales nos permitirán conocer al protagonista, Luca Santamarta, en dos momentos de su vida. En 2002, cuando tiene quince años, ocurrirá algo en su familia que lo marcará para siempre. Luca tendrá que esperar veinte años para poner en marcha un plan al que ha estado dando forma desde siempre. Arte, subastas y falsificaciones mezclados con la intriga, el suspense y la aventura que siempre nos propone este autor. 

Os dejo con nuestra charla.

Marisa G.- Javier, un placer tenerte en Sevilla y volverte a ver. Coincidimos en Úbeda, cuando ganaste el Premio de Novela Histórica por La última mirada de Goya. Un premio que además tiene la peculiaridad de que el autor no se presenta sino que lo eligen los lectores. Algo que otorga más mérito todavía.


Javier A.- Bueno, Marisa, primero, gracias por este ratito y por esta entrevista.

Sí, creo que es un premio tan limpio y tan pulcro. Yo no sabía ni que estaba entre los finalistas. Luego me explicaron que la comisión lectora va seleccionando novelas. Igual selecciona veinticinco, treinta o treinta y cinco novelas en un año y van haciendo cribas hasta que quedan tres finalistas. Para mí fue una sorpresa verme entre esos finalistas, junto a Santiago Díaz Morlán, con Lloverá tierra seca, que es un novelón, o con Luis Zueco y El tablero de la reina. Con esos compañeros pensé que hasta ahí podía llegar pero fue una alegría que la novela ganara el premio. Porque no es un premio que gane yo, sino la novela. Y el poder disfrutar de esos días en Úbeda, conocer al comité organizador, a los compañeros, las cenas y las comidas,... Me lo pasé bomba.

M.G.- Es que se pasa bomba.

J.A.- Sí, me lo pasé bomba.

M.G.- Javier, yo tengo un prejuicio del que no me puedo desprender. Me cuesta trabajo conectar a un autor con formación académica en ciencias con su faceta como escritor. Es un prejuicio absurdo, pero es como si algo no me cuadrara. Me gustaría saber de dónde te viene la pasión por la escritura, teniendo una formación en ciencias.

J.A.- Soy economista y he escrito un pequeño libro que trata sobre el proceso de escritura. Los primeros recuerdos que tengo de mi vida son de aquellos viernes, cuando mi abuelo pasaba por casa a mediodía. Él venía de trabajar y me recogía. Juntos nos íbamos a su casa, donde mi abuela estaba preparando una fuente de macarrones que comíamos los tres. Después, ellos se acostaban a dormir la siesta y yo me queda en el comedor viendo la tele. Luego se levantaban a las cinco y media en punto, ya vestidos, y nos íbamos a los cines ABC Park de Valencia, que todavía existen. Mi abuelo sacaba tres entradas para la próxima película que iban a proyectar. Entonces esos cines tenían cuatro salas y proyectaban cuatro películas, pero no todas empezaban a la misma hora. En esos cines vi El resplandor, Tiburón, una reposición de Mary Poppins, Evasión o Victoria, o Mad Max 2, sin saber ni que había una número 1. La mayoría de esas películas no las entendía o no eran apropiadas para un niño, pero sí recuerdo agarrarme a los apoyabrazos de la butaca y pensar que aquello me gustaba, ver a gente que se estaba jugando la vida por un objetivo, por una aventura y tal. Eso es lo que me gusta. 

Todos tenemos formación en contar historias y para ayudarte a eliminar ese prejuicio que tienes te diré que, aunque soy economista y me dedico a preparar a emprendedores, mi trabajo es hablar con personas brillantísimas en medicina, en informática, en ingeniería, que tienen una idea, que la quieren transformar en un negocio, pero no saben aterrizarla, no saben convertirla en una empresa. Yo les ayudo a modelar su negocio y trabajo con ellos la oratoria. En realidad, lo que hacemos es generar un storytelling, ayudarles a contar qué es lo que su negocio puede hacer por los demás.

M.G.- Entendido. Pues, vamos a centrarnos en la novela, en El rey de bronce. En esta novela el lector se va a encontrar con una trama que gira alrededor del mundo de las falsificaciones, algo que me parece apasionante. Imagina que yo soy futura lectora, ¿qué me dirías para convencerme y para darle una oportunidad a este libro?

J.A.- Pues, imagínate que Spotify no existe pero lo inventamos tú y yo. Le diríamos a la gente que Spotify es el Netflix de la música. Así todo el mundo lo entendería, ¿no? Pues esta novela es el Ocean's Eleven del mundo del arte. Es decir,  es una trama de engaños, de robos, de timos,... centrada en el mundo de las falsificaciones del arte. A mí me cuentan eso y me vale.

M.G.- Hombre, la idea es atractiva. Pero, recuerdo que con La última mirada de Goya nos contaste una anécdota familiar que fue como el chispazo para la construcción de aquella novela. En esta ocasión, ¿cuál ha sido esa chispa?

J.A.- Mira, me he dado cuenta de que quiero escribir lo que me gustaría leer. Hoy día echo en falta más literatura clásica, de aventuras. He crecido con Verne, con Dumas, con Conrad o con Jack London y ahora siento que no encuentro ese tipo de literatura. A mí me gustaría ocupar ese hueco. Por eso, todas mis novelas han sido, de momento, y van a seguir siendo, aventuras con arte. Sé que suena un poco raro pero es factible.

Ya he contado lo que pudo pasar con la cabeza de Goya, lo que pasó con los cuadros del Prado cuando llegaron a Valencia y ahora, en este caso, me he encontrado con la historia de Han van Meegeren. La cuento en el prólogo de la novela. Este hombre pintaba falsos originales de Vermeer. Es decir, pintaba cuadros inéditos de Vermeer de tal calidad, que los compraban altos cargos del partido nazi. Tenían una calidad tremenda. Y lo podía hacer porque, en 1945, lo más sofisticado para autentificar o datar una obra era pasarle un paño con alcohol y si se corría la pintura era falso, y si no se corría, pues era bueno. ¿Han van Meegeren podría haber hecho hoy lo que hizo en 1945? ¿Lo podría haber hecho con espectrogramas, tomografías computerizadas, rayos X, rayos láser y tal? Probablemente, no. O probablemente hubiera sido mucho más difícil. Pues todo esto es El rey de bronce. ¿Podríamos generar una obra de arte, colarla en un museo,  hacer que pasara por otra época y además que una entidad lo autentificara?

M.G.- Esa es la idea primaria de la que parte la trama de la novela pero, fíjate, has mencionado a Los guardianes del Prado, a La última mirada de Goya y anterior a esas publicaste Las tres vidas del pintor de la luz. ¿Tú estás seguro que tu destino era estudiar economía y no historia del arte? Llama mucho la atención que te centres tanto en el arte. ¿Qué tiene el arte que te apetece tanto?

J.A.- No soy ningún experto en arte pero sí soy capaz de ir a un museo, apreciar una obra en concreto, e identificar las emociones que me despiertan. Y hay algo que siempre me ha parecido muy mágico y que lo sentí por primera vez en un cine, y es estar rodeado de gente que no conoces de nada pero entre los que se ha generado como una comunión. Todos estamos viendo algo y sin estar de acuerdo se genera como una mente colectiva. Por ejemplo, un grupo de personas están ante el cuadro de  los fusilamientos del 3 de mayo, o ante El jardín de las delicias, o ante Las meninas,... Estamos en silencio, observando, no somos expertos en arte pero sí sabemos identificar los sentimientos que nos produce. Es esa mente colectiva lo que me llama la atención del arte porque el arte nos pertenece a todos. No a un museo, no a una ciudad, sino al patrimonio de la humanidad. El arte es la memoria colectiva de un pueblo. Y eso se ha visto en los conflictos armados más recientes, cómo el arte es la primera línea de flotación a la que hay que golpear. Si eliminas el arte, eliminas el pasado. 



[Para escuchar nuestra conversación, dale a clic vídeo]

M.G.- Estamos hablando de falsificaciones en el mundo del arte y  como objeto central en la trama de la novela, te fijas en un busto de Alejandro Magno. Un busto que no existe, o sí, quién sabe. ¿Por qué esa pieza en concreto? ¿Por qué un busto? ¿Por qué la figura de Alejandro Magno?

J.A.- Han van Meegeren pintó sus falsos inéditos de Vermeer y en aquellos tiempos pasaron por buenos porque no existía la tecnología que existe hoy. Yo me planteo si eso se podría hacer hoy día y no con un cuadro de hace 400 años sino que, para darle una vuelta de tuerca, con una objeto de hace 2.400 años.

La autentificación de obras de arte se basa en dos pilares. Por un lado, la datación de los materiales y, por otro lado, el análisis visual de expertos para ver si coincide con el estilo del autor. La datación a día de hoy es casi matemática. Es decir, hoy en día se pueden analizar lienzos, bastidores, las tachas que sujetan el lienzo a los bastidores y, por supuesto, en una pintura, los pigmentos. Luego vienen los expertos visuales y nos dicen si coincide la pincelada o la temática con otros cuadros del pintor pero, ¿qué tiene el bronce? Con el bronce no se puede utilizar el carbono-14. Existe una base de datos mundial de análisis de bronce y si nosotros raspamos unas micras a una pieza de bronce, la llevamos a esa base de datos, nos va a decir de cuándo es esa pieza porque analizan la aleación. El bronce inicialmente está compuesto por un 80% de bronce y un 20% de estaño pero estos porcentajes han ido cambiando con el paso del tiempo. Además, con el bronce no hay un concepto de autoría como sí lo hay con la pintura. Lo que importa es el objeto en sí. Si resulta que la pieza retrata a Alejandro Magno, si además es la única estatua de bronce que existe de él, que aparece en un sitio muy lejano pero un lugar en el que Alejandro Magno hizo campaña, pues entonces la pieza empieza a resultar interesante.

Lo que plantea la novela es que la pieza, aunque teóricamente sea interesante, no existe, sino que hay que fabricarla.

M.G.- Te he leído decir en redes sociales que esta es tu novela más compleja. ¿Dónde ha radicado la complejidad? ¿En la trama? ¿En los personajes? ¿La documentación, quizá?

J.A.- En varias cosas. La primera es que el protagonista tiene que ser más inteligente que yo. Las grandes historias de robos tienen tres tropos, tres elementos, que hacen que nos enganchemos a ellas. Por ejemplo, veo Ocean's Eleven, El secreto de Thomas Crown, The Italian Job o El golpe y me pregunto ¿cómo es posible que esté empatizando con alguien que esté haciendo algo ilegal? ¿Cómo haces para que los lectores se pongan de lado del malo, entre comillas? Pues, en primer lugar, porque esos personajes que están haciendo algo ilegal tienen unos motivos que va mucho más allá de lo económico. Que se quieren hacer ricos, vale, es entendible, pero tiene que haber un motivo más emocional, más profundo para llevar a cabo su acción. Lo segundo es que hacen algo ilegal contra alguien o contra una institución más poderosa y moralmente reprobable. Por ejemplo, en La casa de papel imprimían sus propios billetes en la Fábrica de moneda y timbre. El enemigo era el Estado. Y por último, el protagonista actúa desde la inteligencia y no desde la violencia. Coger un fusil de asalto y entrar en un banco, como poder, lo podemos hacer todos, pero generar un plan para generar un engaño, eso no está al alcance de todo el mundo. Así que el reto ha sido crear un personaje más inteligente que yo.

Por otro lado, he tenido que investigar sobre el bronce. ¿Cómo podría conseguir bronce de hace 2.400 años? ¿O cómo se hacían las esculturas de bronce en Grecia? ¿Qué método se utilizaba? Pues se utilizaba un método que se llamaba la cera perdida. Se usaban unos moldes de cera de abeja y porcelana líquida. He tenido que investigar mucho sobre todo esto. 

Ahora bien, es la más compleja porque he querido contar una historia en un género que a mí me apasiona. Narrar un golpe, donde nada es lo que parece, donde todo puede cambiar, teniendo en cuenta que es un género del que los lectores ya saben mucho. He tenido que añadir ciertos componentes para hacerla diferente, que no perdiera tensión, que no perdiera pulsión narrativa, ni interés. Al menos, lo he intentado.

M.G.- ¿Se podría decir que la documentación y el trabajo previo ha sido más duro que la propia escritura de la novela?

J.A.- Sí, pero eso me pasa casi en cualquier novela. Con La última mirada de Goya investigué sobre cómo vestían, cómo eran los peinados, el mobiliario, cómo funcionaba Correos,... También tuve que documentarme sobre cómo era Burdeos en 1828, y cómo se llamaban las calles.

M.G.- Para cualquier pequeño detalle hay que investigar mucho.

J.A.- Sí. Y con El rey de bronce ocurre lo mismo. El mundo del arte requiere que te documentes bien.

M.G.- Pues el protagonista de esta novela se llama Luca Santamarta. Desde la primera página ya me pareció un tipo interesante. Es un joven que se guarda algo, que tiene algo escondido en la manga. ¿Qué nos puedes contar de él?

J.A.- Luca Santamarta es un joven de treinta y cinco años. Es valenciano y ha conseguido levantar una empresa tecnológica que decide vender. La vende por diez millones de euros. Pero, lejos de retirarse, decide que ha llegado el momento de poner en marcha el plan que lleva dando forma desde hace veinte años. Él pretende colocar una estatua griega de bronce, del siglo IV a.C., que representa a Alejandro Magno, en el tercer mayor museo de Estados Unidos. Dicho así, suena difícil. Normalmente, este tipo de planes los llevan a cabo personas muy calculadoras, con una mente muy privilegiada y ese tipo de gente genera una cierta falta de empatía. Por lo tanto, hay que construir a un personaje que sea verosímil, capaz de llevar a cabo este plan.

Luca Santamarta, desde el primer capítulo, da una imagen de hombre altivo, arrogante, rayando en la chulería hasta que, en un momento dado, hace un salva al gato. Es decir, a lo mejor no nos gusta lo que está haciendo en la primera escena pero como haga algo que lo salve un poquitín, ya nos aliamos con él.

M.G.- Así es, pero habrá más personajes porque el plan que Luca tiene en mente requiere de un equipo. Me gustaría que destacaras un único personaje de ese equipo. ¿Quién sería?

J.A.- La creación del equipo es otro de los tropos de este género, el cómo reúnes a los miembros de la banda, cada uno con una característica especial o una habilidad especial, necesaria para el plan. Es algo que hemos visto miles de veces. Pero lo que no hemos visto ha sido que, para un golpe como este, se reclute a una señora de setenta años. 

M.G.- No es lo habitual.

J.A.- Esa señora es la tía de Luca y le quedan cuatro meses de vida porque padece una enfermedad terminal. Con su edad, con su experiencia, con su situación personal, Pietra, que así se llama este personaje, se puede permitir ser la conciencia de Luca, ser esa voz interior que le dice: No te pares ahora. Arriesga más. Si hemos llegado hasta aquí, no puedes pararte. Cuando Luca la va a reclutar, lo primero que pregunta es si hay dinero que ganar. Él le responde que sí pero que puede ser peligroso. A eso Pietra le responde a su sobrino que se asegure que este sea un buen último baile.

M.G.- Javier, te has tenido que documentar sobre el arte y las falsificaciones. ¿Cuántos rincones oscuros puede tener el mundo del arte? Ese mundo que los que no conocemos, vemos como un tanto exótico. ¿Cuántos rincones oscuros puede tener?

J.A.- Exótico y casi romántico. Te imaginas a un falsificador, un señor de cierta edad, falsificando un Van Gogh que luego va a vender por cincuenta millones de euros. Bueno, el mercado negro del arte no se compone sólo de falsificaciones sino también de venta de materiales para hacer esas falsificaciones. Se venden lienzo de siglos anteriores y pigmentos específicos.

M.G.- O bronce hace 2.500 años.

J.A.- Claro. El mercado negro del arte se estima que es el quinto mayor mercado negro a nivel mundial. Tendríamos armas, drogas, personas, delitos cibernéticos y arte, como mercado negro. Pero el mercado negro del arte tiene una particularidad que los otros cuatro no tienen. Y es que en ese lado oscuro, en esa maldad que tiene cualquier mercado negro, en el arte, los que generan esa maldad, aman el arte, entienden de arte. Eso es lo paradójico. Son sensibles al arte. Y desde ese conocimiento, desde esa sensibilidad, es cuando pueden operar de manera ilegal, cuando saben que pueden colar, cuando saben que puede ser verosímil. 

Imagínate, por ejemplo, que estamos en el primer día de apertura del Prado. ¿De dónde salieron los cuadros que se expusieron ese primer día? Bueno, normalmente de colecciones privadas que van pasando de generación en generación, familias que van acumulando obras de arte, de los pintores de cámara, de los regalos de unos monarcas a otras naciones,... ¿Y cuál es la trazabilidad de esos cuadros? Imagínate que tú y yo somos los duques de Monfortal, y en 1875 vamos al Prado y decimos que queremos donar al museo un Tintoretto que lleva en nuestra familia desde hace generaciones. Pero ese cuadro, ¿de dónde ha salido? ¿Cómo ha llegado a esta familia?

El que fue director del Metropolitan Museum de Nueva York en los años 90 escribió sus memorias y en ellas decía que él estimaba que el 40% de las obras de arte que hay en los museos son falsas. A mí me parece mucho pero estoy seguro de que hay muchas falsificaciones en los museos. Los museos de Europa están llenos de cosas porque Europa es la cuna de la civilización pero, ¿y Estados Unidos? Su Declaración de Independencia es de 1776. Ellos querían tener museos y llenarlos de cosas. Tenían que comprar objetos para exponerlos en sus museos.  ¿De dónde salieron esos objetos?

Stefan Lehmann es un estudioso del mundo del arte. Hizo un estudio a principios de los 2000 y a él le extrañó mucho la cantidad de piezas de bronce, de bustos, que aparecieron en los museos de Estados Unidos en los últimos diez años. Las examinó y las comparó con las que se exponen en los museos de Europa. Comprobó que estaban muy bien hechas aunque había diferencias en la pátina, en el redondeado de algunas formas,... Una pieza de hace 2.400 años no puede tener aristas. Lehmann intentó averiguar de dónde procedían e hizo el camino a la inversa. Buscó dónde y cuándo se habían celebrado subastas de objetos de bronce de la antigüedad. ¿A dónde habían viajado los objetos subastados? Daba la casualidad que muchos de ellos confluían en España. Y dos años después, los museos de Estados Unidos aparecían llenos de piezas de bronce.

M.G.- ¡Qué curioso! 

Antes has mencionado a Han van Meegeren, ese falsificador holandés pero, ¿quiénes han sido los grandes falsificadores del mundo?

J.A.- Han van es unos de ellos. Él tenía un talento que poca gente tenía. Y luego, esas grandes falsificaciones ya no se hacen porque hoy se pillan. Pero falsificaciones menores de arte se hacen todos los días. Te puedo poner un ejemplo. Imagina que no nos conocemos mucho pero hemos quedado a comer. Llego un poco tarde y me ves con mala cara. Me preguntas qué pasa y te cuento que mi abuelo, que se murió hace seis meses, dejó en su piso unos bocetos preparatorios de Sorolla y que mi madre y mis hermanos se están peleando para ver qué se hace con eso. No sabemos quién se los va a quedar porque el que se los quede tiene que tasarlos. Al final, me he enfadado y vamos a terminar rompiendo la familia por cuatro bocetos preparatorios de Sorolla. Igual tú no muestras interés pero otra persona a la que le cuente esto mismo puede que sí, y llega alguien y me pregunta que cuánto valen esos bocetos y le respondo que por dos mil euros nos lo queremos quitar de encima, dos mil euros por unos bocetos hechos ayer. Y esa persona me los compra. 

M.G.- Y cree que ha conseguido una ganga por dos mil euros.

J.A.- Sí. Pues esto ocurre todos los días. 

M.G.- Ya. Javier, has mencionado títulos de películas. La novela bebe de grandes éxitos cinematográficos, como Ocean's Eleven. Y es verdad que, al principio, cuando empiezas a leer y cuentas la historia de Han van Meegeren en el prólogo, con esas minas de sal en Austria y el expolio nazi, es inevitable que se te venga a la cabeza otra película como The Monuments men

J.A.- La historia de los Monuments men es real. Los Monuments men son los encargados de devolver a sus legítimos propietarios las obras de arte encontradas eAltaussee, las seis mil obras de arte, entre ellas uno de los Vermeer de Han van Meegeren. Los Monuments men tienen un papel muy importante en aquella historia. 

A mí me gusta mucho el cine. Cuando estoy creando la historia en mi cabeza y hago mi escaleta, con lo que tiene que ocurrir en cada capítulo, me ayuda mucho verlo de manera cinematográfica porque esto me ayuda también a traspasarlo luego a las páginas.

Me ayuda mucho saber cada capítulo, dónde se encuentra, cómo empieza, qué personajes van a participar. Me ayuda muchísimo. 

En cada historia, en cada género, hay momentos que van a venir a la cabeza. En una película de indios y vaqueros va a haber un duelo final. Ya sabemos que eso va a ocurrir porque forma parte del cliché del género, ¿no? Me resulta importante saber a qué genero se quiere parecer cada historia porque cada género tiene sus momentos importantes y cuáles son esos momentos que yo, como lector o como espectador, estoy esperando. Así que, sí, el cine es muy importante para mí.

M.G.- Hablemos del tiempo y del lugar ahora. Por un lado, vamos a encontrar dos hilos temporales, separados por veinte años. Una parte de la trama transcurre en 2002 y otra en 2022. Por lo que comentabas antes, que para entender el presente hay que conocer el pasado. Tenemos que conocer por qué Luca Santamarta se está comportando así en 2022 y para ello trasladas al lector al año 2002.

J.A.- Sí, con la particularidad de que en el 2002, Luca tiene quince años. Mientras que en el año 2022, tendrá treinta y cinco. En el pasado, el protagonista era un niño. En la trama del pasado conoceremos los motivos por los que se está comportando así en el presente. Las dos líneas se van a ir entrelazando. 

M.G.- ¿Y Valencia? ¿Qué va a ver el lector de tu ciudad?

J.A.- Mira, he de reconocer que en esta novela, poco. En Los guardianes del Prado sí tenía protagonismo porque fue la ciudad a la que se trasladaron las obras pero aquí es únicamente una ubicación. El equipo va a tener su cuartel general en Valencia pero luego la acción se va a desarrollar en varias ciudades de todo el mundo. El hecho de que aparezca Valencia se debe, con todos los respetos y con todos los permisos de los lectores, al capricho de hacer homenaje a mi ciudad. Pero, en realidad, daría lo mismo que se ambientara en Valencia, en Sevilla, Madrid o Barcelona.

M.G.- Y empiezas a leer y, de vez en cuando, te vas encontrando con fragmentos en cursiva, que a mí me provocan mucha curiosidad. No sé si puedes decir algo o sería desvelar demasiado.

J.A.- Sería desvelar demasiado. Son fragmentos en cursiva, al inicio de determinados capítulos, que nos van a dar una pista de lo que va a ocurrir en ese capítulo concreto y, poco a poco, iremos descubriendo de dónde salen esos fragmentos en cursiva. 

Mira, Marisa, hay una satisfacción muy grande que nos podemos dar las personas que escribimos y es el hecho de innovar en cada novela, con el narrador, con los tiempos verbales, o incluyendo esos textos en cursiva. A lo mejor no tiene mayor importancia para los lectores pero para la persona que escribe, añadir ese recurso técnico, da satisfacción. Los lectores descubrirán qué significan esas letras en cursiva con la lectura.

M.G.- La novela está dedicada a los que viven aventuras a través de los libros, a los que les hubiera gustado vivir esas aventuras de forma real. A ti, ¿qué aventuras o qué época te hubiera gustado vivir?

J.A.- Es decir, la novela me la he dedicado a mí mismo, primero [ríe]. Escribo aventuras que a mí me hubiera gustado vivir. Me hubiera encantado ir a caballo con una espada pero vivo en el siglo XXI y estoy sufriendo las subidas del precio de la gasolina y pago electrodomésticos a plazos.

M.G.- Y en vez de espadas tenemos móviles.

J.A.- Eso es. Me hubiera gustado tener una vida más interesante que la que tengo. Me hubiera gustado vivir aventuras, ser Andrea Boscoscuro, uno de los protagonistas de La última mirada de Goya, ser un tipo elegante, un sicario internacional del siglo XIX. O me hubiera gustado ser el capitán Jack Aubrey en las novelas de Patrick O'Brian, Russell Crowe en Master and Commanders. También me hubiera encantado ser Luca Santamarta y planificar un golpe en la actualidad para tratar de hackear todo un sistema como es el mundo del arte.

M.G.- Pero hubieras tenido que renunciar a ser escritor.

J.A.- Hubiera tenido que renunciar a ser escritor, sí. No se puede ser todo, es verdad.

M.G.- Lamentablemente, no. Bueno te lanzo las dos últimas preguntas en una sola. Sueles decir que no escribes para los demás, sino que escribes para uno mismo y que uno de tus sueños es que alguna de tus novelas sea llevada al cine.

J.A.- Me encantaría, por ese amor que yo le tengo al cine. Yo tengo amor al cine en el cine. No a las películas en la tele. Las veo, sí, pero lo que realmente me enamora es ese momento mágico en la sala, cuando se apaga todo, se enciende la pantalla, y comienzan los tráilers. Eso es algo absolutamente mágico. Que se apague la luz de una sala, y que comience en pantalla una historia basada en un libro mío, pues no se me ocurre nada mejor en mi carrera literaria. También sé que no es algo que esté en mi mano y que, por muchos movimientos que yo haga, o muchas patadas que dé, no puedo hacer nada. Si tiene que ser, será. Así que no escribo para que mis libros sean películas. Yo escribo para emocionar a las personas lectoras, para que pasen un buen rato de lectura, pero la única manera que se me ocurre es que me emocione a mí primero. Si paso un buen rato cuando releo el capítulo, a lo mejor emociono a alguien más. Si quiero que se haga película y quiero que emocione a otras personas, al final, todo empieza por mí. 

M.G.- Y si te aburre la historia que estás escribiendo, terminará por aburrir a los lectores. 

J.A.- Totalmente.

M.G.- Javier, no tengo más preguntas que hacerte. Muchas gracias por este ratito de charla.

J.A.- Gracias a ti, por la voz que me has dado, a mí y a la novela, y por tu labor divulgadora de la cultura y de los libros.

M.G.- Es un placer.

J.A.- Gracias.

Sinopsis: Algunos desafíos solo están al alcance de una mente privilegiada.

Luca Santamarta, un joven emprendedor tecnológico, conseguirá traspasar su empresa por diez millones de euros para poner en marcha el plan que lleva años urdiendo: vender un legendario busto de bronce de Alejandro Magno, datado en el siglo IV a.C., al tercer mayor museo de Estados Unidos.

El mayor problema es que ese busto ni siquiera existe. Y para conseguir tal artificio, tendrá que reunir a un equipo con múltiples habilidades que deberá ejecutar un complejo entramado alrededor del mundo que incluirá fabricar esa pieza de bronce, conseguir que supere los más sofisticados sistemas de autenticidad y venderla por una desorbitada cantidad al American Museum of Classical Arts de Chicago.

Sin embargo, la sospecha de la existencia de ese mítico busto lo convertirá en objeto de deseo de poderosos coleccionistas, sicarios internacionales e incluso la policía de varios países de Europa. Pero ¿por qué Luca Santamarta ha decidido arriesgar todo su dinero, su vida y la de las personas que más quiere para crear un engaño único en la historia del arte?

Un plan perfecto. Una obra de arte que no existe.

Una aventura trepidante donde nada resultará ser lo que parece.

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