El día que me cité con Jesús Terrés para hablar de su último libro, Vivir sin miedo, llovía a mares. Fue aquella semana en la que parecía que el mundo se había vuelto del revés. Sevilla recibía la típica lluvia insistente del norte día sí y día también. Pero aquel tiempo intempestivo no impidió que Jesús y yo conversáramos con calma y tranquilidad.
Debo decir que la lectura de este libro, que muchos catalogan como un volumen de relatos, aunque su autor lo percibe más como un diario, me ha abierto puertas a importantes reflexiones, sobre el pasado, el presente y el futuro. Y es que Jesús Terrés recopila en este libro un buen puñado de emociones, compartidas previamente a través de las redes, en las que es fácil identificarse.
Terrés empezó a escribir cartas, a compartir sus emociones en marzo del año 2020. ¿Cómo olvidar esa fecha? Teníamos la pandemia encima, el miedo nos hostigaba, la incertidumbre devoraba las horas de nuestros días y Jesús sintió la necesidad de teclear y plasmar todos los sentimientos que lo atravesaban. Al principio, pocos lectores. Pero a aquellas sesiones de desnudo emocional que tenían lugar los sábados se fueron uniendo más y más gente. Hoy, una selección de todos aquellos textos conforma este libro. Y hoy también, comparto mi charla con su autor.
Marisa G.- Jesús, un placer conocerte y tenerte en Sevilla, aunque sea con esta lluvia.
Jesús T.- Me siento como en casa [ríe].
M.G.- Ya te digo. He estado leyendo tu libro, algunos fragmentos. Y como primera pregunta te planteo una situación. Alguien entra en una librería, coge tu libro, lo abre al azar, lo ojea y es posible que piense que son relatos. De hecho, he leído reseñas que lo catalogan como tal. Sin embargo, yo lo veo de otro modo, como reflexiones íntimas o monólogos interiores. No sé cómo lo percibes tú.
J.T.- Me parece estupendo que cada cual tenga su interpretación del proyecto. Es maravilloso. Lo acepto y ya está. Pero para mí es como una ópera, como un continuo. Es una historia contada poco a poco. Si pienso en relatos, por ejemplo, en literatura americana, son textos muy independientes, que no tienen nada que ver uno con otro. En este caso no es así porque aquí hay un paraguas global que es la mirada emocional sobre la vida de alguien. Así que, para mí no es tanto un libro de relatos como un diario.
M.G.- Este diario lo estuviste compartiendo desde marzo de 2020. Empezaste a compartir estos textos que publicabas cada sábado. Si no me equivoco, el primero, o casi el primero, después de esa breve introducción que aparece en el libro, fue Tengo miedo y no pasa nada. ¿Qué reacción hubo a esas palabras, si hubo algún tipo de reacción?
J.T.- El marco vital de ese texto fue justo el primer fin de semana del encierro, el más severo, cuando no podíamos bajar de casa. Aquello fue muy fuerte. Lo hablaba con mi mujer el otro día. No podíamos pasear, sólo bajar al supermercado. Fue muy heavy lo que vivimos. Creo que lo hemos olvidado un poco o que pensamos que aquello fue una película. Bueno, pues yo empecé aquel primer fin de semana. Por entonces, no había lectores. Creo que sólo había dos, con nombres y apellidos. Pero si escribía, no era para que se leyese o se compartiese. Al principio, era una sencilla necesidad de expresar un miedo, de sentir que necesitaba contar aquello. ¿Qué me está pasando a mí? ¿Qué está pasando?
M.G.- Por aquellas fechas, a cada uno le dio por hacer algo. Era una manera de evadirse. Hubo gente que hizo pan. Otros empezaron a hacer deporte indoor. Otros escribían. Siempre se ha dicho que escribir es una forma efectiva de exorcizar nuestros miedos, de enfrentarnos a ellos. Entiendo que tú has comprobado que realmente eso es así, que funciona.
J.T.- Pues yo ahí, con todo cariño, tengo que decir que no estoy de acuerdo.
M.G.- ¿No?
J.T.- No, porque yo soy muy amigo de la terapia. Hago mucha terapia y respeto mucho el trabajo de los psicoanalistas. Y escribir es escribir y hacer pan es hacer pan. Y para mí escribir se parece más hacer pan que a otra cosa. Creo que los miedos, los conflictos y tus movidas se solucionan con tu terapeuta. Escribir es simplemente contarlo pero no se soluciona.
M.G.- Pero quizá, a la hora de escribir, de plasmarlo en un papel, es una forma de poner nombre a lo que nos ocurre, ¿no?
J.T.- Exacto, sí, esa es la palabra mágica. Cuando tú nombras algo, y da igual que lo escribas, se lo cuentes a tu madre, a tu pareja, a tu novio, a tu novia, ya lo estás sanando un poquito. Es darle luz a ese miedo, es sacarlo a la calle y decir que esto es lo que sientes. Hacer eso es bueno, es sano pero sólo con eso no se arregla.
M.G.- No se soluciona pero se reconoce.
J.T.- Sí, le da luz, que no es poca cosa.
M.G.- Pues, desde ese marzo de 2020, has estado escribiendo. Este libro es una selección de esos mejores textos, ¿qué criterios se han tenido en cuenta para seleccionar estos y no otros?
J.T.- Ha sido muy difícil, muy complicado. Mira, aquí, en Sevilla, entendéis muy bien qué es la musicalidad. Para mí, como lector, la musicalidad es muy importante, tanto dentro de una misma carta como de una carta con las demás. Para mí, esto tenía que ser como una sinfonía en la que nada estorbase y que una cosa te llevara a la otra, como en un flamenco bonito, como en una ópera bonita, en la que las cosas suben, bajan pero en la que nada sobra, ni nada choca. Así que, si un texto no tenía musicalidad con el anterior o con el siguiente, ¡fuera!
M.G.- ¿Y han quedado fuera muchos de ellos?
J.T.- Muchos.
M.G.- Imagino. Leyendo la nota de prensa que manda la editorial se nos dice que este libro contiene cartas íntimas en dos formatos, el literario y el prescriptivo. ¿Te suena esto?
J.T.- Me resulta extraño. Creo que lo dicen porque soy un escritor muy vitalista. Me gusta mucho vivir. Me gusta mucho comer, beber, la alegría, los bares,... Siempre digo que si yo no vivo, no puedo escribir. En mis textos, ya sean literarios o algún encargo -soy periodista-, siempre estoy recomendando cosas. Quizá, por ahí, es por lo que viene la parte prescriptiva. Me gusta recomendar sitios para comer, me gusta compartir mis alegrías, recomendar los sitios en los que soy feliz y si, por ejemplo, me he comido un pescadito muy bueno en el Inchausti, pues decirlo. O una ensaladilla en el Donald, pues también lo digo. Me gusta compartir los sitios en los que soy feliz por eso en mis cartas siempre se cuela la vida.
M.G.- De eso hablaremos en un ratito porque ahora quiero preguntarte lo siguiente. En este libro, ¿encontramos a Jesús Terrés en estado puro o Jesús Terrés es simplemente el mensajero?
J.T.- En estas cartas está el Jesús Terrés más puro que hay. Usando un lenguaje muy taurino, creo que todavía podría acercarme más.
M.G.- Por acercarte se entiende abrirte más.
J.T.- Sí. Cruzarme más pero me falta valentía como escritor. Creo que todavía podría acercarme más, desnudarme más, que haya más sangre.
M.G.- Pero compartes con los lectores una parte muy personal y no sólo tuya, también de tu entorno, de Laura, tu pareja, o de algún amigo, al que mencionas en varias ocasiones. Es decir, no sólo hablas de ti sino también de tus circunstancias, por decirlo de alguna manera.
J.T.- Sí, cuando hablo de un aspecto íntimo de una persona de mi vida, le pregunto: oye, ¿te importa?
Hace poco hemos vivido en casa un aborto muy complicado. Le pregunté a mi mujer si le importaba que hablara de eso, si se sentía cómoda. Porque si ella no está cómoda, no lo comparto. Pero cuando se trata de mí, de mis sentimientos, de mis emociones, mi dolor o mi herida trato de acercarme todo lo posible al acantilado.
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M.G.- ¿Y eso no te deja en una posición muy vulnerable?
J.T.- Sí, muchísimo. Mi vida como escritor es más solitaria de lo que parece. Por las presentaciones puede parecer que hay más gente pero mi vida es muy monacal. Escribo solo, cuando no hay nadie. Y cuando voy a tener un encuentro con lectores, como el que voy a tener hoy, aviso y pido que se me cuide porque no es justo. Lo sabéis todo de mí pero yo de vosotros no sé nada.
M.G.- Jugamos con ventaja.
J.T.- Sí, porque me he desnudado. Me asusta mucho. De hecho, es que ni voy a cenas de prensa. Es raro verme en una. No estoy cómodo.
M.G.- No...
J.T.- No. Prefiero volverme a mi habitación, con mi libro.
M.G.- Y, a la hora de escribir estas piezas, ¿qué te inspira? ¿Qué ocurre en tu vida para decir: Me voy a sentar a escribir sobre esto?
J.T.- La vida. La vida es maravillosa. La gente en la calle, me encanta. Soy un viajero cercano. Me encanta pasear Sevilla, pasear por sus calles, y siempre hago oreja.
M.G.- Pues eso mismo te iba a preguntar, si eres de los que escuchan una conversación ajena. Muchas veces, tomando un café a solas en una cafetería me he encontrado a un grupo de amigas, de señoras mayores, teniendo conversaciones interesantísimas. Siempre digo que de esas conversaciones se puede escribir algo.
J.T.- Es que yo me meto en las conversaciones. Siempre con educación. A veces pregunto: ¿en serio? Señora, cuénteme. No sé, me gusta. O hablo con un camarero y le pregunto si pasa algo ese día. Saco mucho de la vida.
M.G.- Sociabilizas.
J.T.- Sí. Me gusta. Como turista. Soy muy escuchado, más que hablado.
M.G.- Jesús, el libro se estructura en tres grandes bloques: Cada día nace el mundo, Un corazón sin amargura, Pese al miedo, eligió vivir. ¿A qué motivo corresponde hacer esta distribución?
J.T.- A que, cuando se hace un libro de artículos o de relatos, tienes dos opciones: ser cronológico o no. Mi anterior libro de textos, Nada importa, no fue cronológico. Los eligió la editora de Círculo de Tiza, Eva. Ella hizo su selección como editora y yo estaba encantado. Pero aquí, estando la Covid en los primeros artículos, era muy difícil no tenerlo presente. En este proyecto sí ha sido muy importante el tiempo, ser fiel a lo que fue pasando en el tiempo, a nivel íntimo, a nivel social. Y son como tres partes: miedo, observación y esperanza.
M.G.- En cualquier caso, no se obliga al lector a leer de forma lineal, ¿no?
J.T.- No, no, no...
M.G.- Porque yo lo he leído a salto de mata.
J.T.- Para nada. El otro día hablé con Toni Segarra, un publicitario al que admiro mucho. En plan broma, y puteándome con cariño, me dijo que mi libro le recordaba a El libro de arena de Borges. Me comentó que ni lo había empezado por el principio ni lo iba a acabar porque se cae. Está ahí. No se iba a leer el comienzo ni se iba a leer nunca el final. Esa idea me gustó. Lo cojo, lo abro, leo un texto. Lo dejo.
M.G.- Dentro de dos semanas, lo vuelvo a coger y leo otro texto.
J.T.- Sí. Y me parece maravilloso.
M.G.- A mí me parece una manera muy bonita e interesante de leer un libro como este, como el tuyo. Creo que, de ese modo, se afianza la relación con el texto.
J.T.- Sí. Además, es mi manera de entender las cartas porque es como un libro de correspondencias. En cada una de ellas hay un mensaje. No dos. No ninguno. Un solo mensaje. Soy muy cuadriculadito,muy monacal y en cada salmo, digamos, hay una cosa que quiero decir. Si lees un texto, vas a aprender una cosa.
M.G.- Aprendes hoy una cosa y dentro de quince días aprendes otra.
J.T.- Exacto. Me pasa que si encuentro dos mensajes en un texto tengo que quitar uno. Me lo autoimpongo. No puedo mandar dos mensajes.
M.G.- Ya. Alguien me dijo hace ya bastante tiempo que el miedo es libre. La teoría la conocemos todos. Sabemos que el miedo está ahí y hay que hacerle frente pero, a la hora de la práctica, ¿cómo se hace para vivir sin miedo o para vivir con miedo?
J.T.- Creo que has dado en la clave. No se puede vivir sin miedo. Se trata de vivir con miedo y de entender que el miedo es un acompañante en la vida. Vamos caminando y tenemos la alegría, tenemos el miedo, tenemos la precaución. El miedo tiene su función. El miedo es el que te avisa por la noche para que no vayas por una calle. Es una alerta que te ayuda. Lo que no puede ser es que el miedo te gobierne, igual que no puede ser que otras cosas te gobiernen. Yo creo que se trata de tener una relación sana con el miedo, más que tratar de eliminarlo, porque no se puede ni se debe eliminar el miedo. Yo creo que se trata de convivir con él, de entender que está ahí y ya está. No tengo la respuesta cuando alguien me pregunta qué pasa cuando el miedo es una montaña. Yo he estado ahí también, cuando el miedo es una montaña. El único consejo que se puede dar es ir pasito a pasito.
Durante un tiempo hice alpinismo, me gustaba escalar. Y me acuerdo que una vez fuimos a escalar una montaña y a mi profesor le dije que no podía escalar esa montaña. Me daba ansiedad. Me respondió que no mirara a la montaña. Tenía que mirar a otro punto, a un árbol. Ese era el objetivo, el árbol. Y después del árbol, una piedra. Y después de la piedra a un risco. Si miraba a la montaña me acojonaba. Me pareció muy inteligente lo que me dijo mi profesor.
M.G.- Hay que aprender, pero cuesta trabajo.
J.T.- Cuesta mucho. Cuesta mucho.
M.G.- ¿Y cuál es tu miedo más terrible?
J.T.- Pues, ahora mismo... Me voy a sincerar mucho. Mi padre murió cuando yo tenía dieciocho años y llegué tarde. Cuando uno tiene dieciocho años es muy complicado. Ahora mismo mi mamá está enfrentándose a ... Se hace mayor, tiene casi ochenta años. No sé cuándo será nuestro último viaje juntos. Me da mucho miedo no pasar tiempo con ella, perderla, no estar a la altura. Ella no me pide nada. No es una madre que me haga chantaje emocional. Pero cada vez que estoy cuatro fines de semana sin verla y pasa el tiempo...
M.G.- Esos cuatro fines de semana ya no vuelven.
J.T.- No vuelven, no. Y el tiempo pasa y sé que me arrepentiré de no estar con mi mamá.
M.G.- Nos ha pasado a todos, Jesús.
J.T.- Ya, pero eso me aterra. Es mi mayor miedo.
M.G.- Bueno. A ver, los textos nacen con la llegada de nuestro amigo coronavirus pero, hasta donde yo he llegado leyendo, el virus no es protagonista en todos los textos. Hay uno en el que se habla del trabajo de los sanitarios y otro en el que se habla de un positivo pero no te centras en contar todo lo que el virus provocaba. La pandemia es un contexto.
J.T.- Exacto, es un contexto. Igual que en los últimos textos está la dana. Son cosas que pasan, pero para mí lo importante siempre son las emociones. Yo no soy un periódico, no soy un diario. No es tan importante qué ha pasado fuera, sino en qué se traduce aquí de ahí. Para mí, la historia está ahí.
M.G.- Y hay un montón de referencias a películas, a series, a música, a libros. La literatura, el cine, la música siempre ha sido una magnífica tabla de salvación. En aquellos momentos nos ayudó mucho ver cine, leer libros,... Nos salvó de acabar medio locos.
J.T.- Especialmente, la literatura. El libro siempre va a sobrevivir. Es el objeto más bello, más bonito, más perfecto que hay. En aquel encierro, se convirtió en un refugio. Pero en un refugio de verdad, emocional, físico, mental.
M.G.- Incluso aunque estuvieras leyendo un drama terrible eso te permitía alejarte de la realidad. Te lanzabas a otro drama diferente. Y también así era una manera de despejar la mente y de vivir otra vida.
J.T.- Completamente. Soy muy optimista y creo que se lee más que nunca. Pese a que se cambien los formatos, ahora se lee más. Una de las cosas buenas que tuvo la pandemia es que nos obligó a todos a volver a los libros. No podías salir, no podías pasear, pues te ponías a leer.
M.G.- Algo bueno tuvo.
Jesús, Vivir sin miedo me suena a título de canción. Creo que hay una canción que se titula así y el miedo vertebra todos los textos pero también hablas de otras cosas. Por ejemplo, soy fiel defensora de vivir el momento, este instante que estamos hablando, que es bellísimo.
J.T.- Sí. He descubierto la cotidianidad a mis cuarenta y ocho palos. Lo feliz que me hace el café de debajo de mi casa, la tortillita de camarones de aquí. Lo sencillo, lo cotidiano. No la promesa de un viaje futuro, sino lo cotidiano.
M.G.- El momento. El ahora.
J.T.- Sí, este ratito, esta conversación, el hoy. En el hoy es donde está la gracia. La gracia no de divertido, sino la gracia casi religiosa, la plenitud. La plenitud está aquí, no está en mañana.
M.G.- Y, al hilo de lo que estamos comentando, una de las mejores citas que he leído y que comparto es la que aparece al inicio del libro, que la vida es disfrutar, buscar las alegrías porque las penas ya vendrán solas y que nunca pienses en ganar, sino en vivir. Creo que es el mejor resumen de lo que estamos hablando.
J.T.- Sí. Esto es de una entrevista de Jesús Quintero, que a mí me gusta muchísimo. Lo amaba muchísimo, aprendo mucho de él. Revisito sus entrevistas, que me gustan mucho. Y esto era una entrevista suya. En mis cartas hablo de lo que quiero y me gusta mucho poner en duda algunas cosas que se dan por hecho, sobre todo, en el mundo masculino, como el éxito. A nosotros nos obligan siempre a estar compitiendo, a ganar. ¿Pero qué es ganar? A mí me enseñaron que ganar era correr más, ser más fuerte. Y no. Jesús Quintero tenía razón ahí. No se trata de ganar.
M.G.- Se trata de vivir.
J.T.- Se trata de vivir.
M.G.- Qué triste final el de Jesús Quintero.
J.T.- Muy triste. Las personas tan sensibles...
M.G.- En fin... Y me has comentado que haces terapia. Entiendo que hacer terapia te habrá ayudado a abrirte en este libro, a exponerte, a contar lo más íntimo. Quizá, si no hubieras hecho terapia, este libro no existiría.
J.T.- Sí. La terapia es importante para mí, para mi camino. Para otra persona, a lo mejor es el cante. La vida es muy compleja y no creo que haya un camino bueno para todos. En el mío, la terapia fue como si me estuviera cayendo por un barranco y encontrara un arbolito al que me agarrara. Me agarré a ese. Otro se agarra a otro arbolito distinto, a una guitarra, a la pintura. A mí me salvó hacer terapia. Me ayudó a recolocarme.
Siempre he escrito. Desde que tengo veinte años, escribo y trabajo, cobro y facturo. No me salvó la escritura. Me salvó la terapia. Me salvé yo porque es algo que aprendes. La terapia es sólo una puerta, un instrumento para que tú hagas el trabajo. A mí me sirvió y a cualquier otra persona le puede servir viajar sola, rezar, no sé... Me sirvió a hacerme las preguntas adecuadas. Ojalá hubiera podido hacérmelas ahorrándome tanto dinero y tantas horas. Me hubiera encantando.
M.G.- Bueno, bien está lo que bien acaba.
J.T.- Es mi camino. Lo abrazo con sus sombras y sus luces.
M.G.- He estado bicheando tu Instagram. Está repleto de fotografías bellísimas y de textos. Me pregunto si la idea de recopilar estos textos, ¿se te ocurrió a ti o te viste impulsado por la gente que te lee?
J.T.- Pues impulsado. No soy padre, pese a que he escrito mucho sobre ser padre, ni he plantado un árbol.
M.G.- Pero has escrito un libro.
J.T.- Creo que me hubiera muerto tan feliz sin escribir un libro. Pero, con mi primer libro, me escribió Eva Serrano de Círculo de tiza, me lo propuso y dije que sí. El segundo, pues lo mismo, pero con Destino. Y este ha sido más por las lectoras. Tengo muchas lecturas, afortunadamente, que lectores. Me gusta más hablar con mujeres. Son más emocionales y más sensibles. Fue una petición y me voy dejando llevar. Ninguno de los tres libros ha sido un capricho mío. Tampoco voy a hacer algo que no quiera hacer pero me pareció una buena idea. Pero no fue mía, no quiero tener ese mérito. Ha sido de las lectoras, en este caso.
M.G.- ¿Y da pie a que haya un Vivir sin miedo 2?
J.T.- ¿Por qué no? ¿Por qué no? Yo no pienso en el lector cuando escribo. Me levanto muy temprano, me pongo con mi café, con mi gato, y no hay nadie detrás. Le doy a enviar y me da igual si hay dos personas que diez, que cuarenta mil. Pero hay personas que me transmiten que algunas cartas le tocan, le llenan y eso es muy importante. Me da mucha vergüenza y me da mucha alegría. Pero tengo muy claro que las cosas se acaban y que llegará un día en el que yo me levante y ya está. A mí me gusta cerrar.
M.G.- A veces, alargar es contraproducente.
J.T.- Me pasó con Nada importa, que era un blog. Lo cerré cuando estaba en su mejor momento. No quiero ser como los Rolling Stones. Un día me levantaré y ya está. A otra cosa.
M.G.- Si tienes más proyectos en mente siempre es bueno dejar algo en buena situación que en declive.
J.T.- Que languidezca y tú ahí repitiéndote o traer siempre lo mismo. Nada, eso sí. Voy a dejarme llevar. A ver, a lo mejor hay una segunda parte. Ojalá.
M.G.- Bueno, pues si hay una segunda parte, espero poder verte por aquí. Con menos lluvia y un poco más de sol.
J.T.- Me encantaría.
M.G.- Seguiré leyendo. Algunos textos me han dejado muy, muy tocada. Te agradezco muchísimo que hayas querido plasmar en papel tus emociones para que las podamos tener en casa.
J.T.- Qué bien.
M.G.- Muchas gracias Jesús, por estar en Sevilla. Un placer conocerte y espero verte pronto.
J.T.- Gracias.
Sinopsis: Un canto a la vida, al amor y a la belleza de las cosas sencillas. Los relatos íntimos que han enamorado a más de 35.000 personas. Por el autor de Nada importa y Buscaba la belleza.
Cada sábado por la mañana desde la última semana de marzo de 2020 Jesús Terrés manda un relato íntimo a más de treinta y cinco mil lectores. ¿De dónde nace la necesidad de esta correspondencia sostenida en el tiempo? Del apremio de escribir, de romperse, de no dejar un cajón por abrir, de transcribir la belleza del mundo, de iluminar el camino. Quizá por eso, poco a poco, semana a semana, lectoras y lectores le hicieron un hueco en sus rutinas. Una intimidad compartida que hoy en día supone la newsletter literaria en español más leída. El presente libro muestra una selección de los mejores textos, que giran en torno a la búsqueda, la felicidad en las pequeñas cosas, la valentía para ser uno mismo y la capacidad de encontrar la luz en cada grieta: los grandes temas que han llevado a Terrés a ser uno de los máximos exponentes de la literatura del hedonismo y las emociones.
Víctor del Árbol (Barcelona, 1968) es escritor. Suyas son las novelas El peso de los muertos (Premio Tiflos de Novela 2006), La tristeza del samurái (Prix Le Point du polar européen 2012), Respirar por la herida (finalista en el Festival de Beaune 2014 a la mejor novela extranjera), Un millón de gotas (ganadora en 2015 del Grand Prix de Littérature Policière y uno de los libros más destacados de 2021 en Estados Unidos según Publishers Weekly), La víspera de casi todo (Premio Nadal de Novela 2016), Por encima de la lluvia (2017), Antes de los años terribles (2019), El hijo del padre (2021) y Nadie en esta tierra (2023), que vio nacer a una serie de personajes que ahora regresan en El tiempo de las fieras (2024). Sus libros se han traducido a numerosos idiomas y gozan de un éxito extraordinario en Francia, donde en 2018 fue nombrado caballero de la Orden de las Artes y las Letras.
Sinopsis
Un policía a las puertas de la jubilación es desterrado por los suyos hasta la tranquila Lanzarote, donde deberá pasar los últimos años de su carrera. Lo que no puede imaginar, ni él ni nadie, es que la investigación del caso del atropello de una joven de diecinueve años originaria del Este va a desenmascarar una trama de crimen y poder en varias ciudades europeas.
En una espiral de intriga que no da tregua al lector, conoceremos desde las razones íntimas de unos personajes inolvidables hasta los altos intereses económicos que mueven las insospechadas piezas del juego. Una novela magistral que nos acerca al corazón de la gente corriente y nos muestra cómo el ansia de poder puede transformar a las personas en esta era que vivimos: el tiempo de las fieras.
Un thriller épico y voraz.
[Información tomada directamente del ejemplar]
Poco a poco voy publicando todas las reseñas de aquellas lecturas que hice tiempo atrás. Suerte que, a medida que voy leyendo, también voy tomando notas sobre la lectura, -las emociones que me despierta el relato, los sentimientos que me genera un determinado personaje-, de tal modo que ahora, al releerlas, me permiten regresar a la trama con bastante nitidez. Y como no quería dejar en un cajón mi opinión sobre El tiempo de las fieras de Víctor del Árbol, con quien tuve el placer de conversar el pasado mes de octubre (puedes leer la entrevista aquí), vengo a contaros qué me pareció esta novela.
El tiempo de las fieras es la secuela de Nadie en esta tierra, novela que yo no leí en su día pero que tampoco me impidió disfrutar de este tiempo de fieras, aunque sobre este asunto haré alguna puntualización después. Víctor del Árbol vuelve a retomar a algunos personajes de la novela previa, algo que es la primera vez que hace, para seguir dándoles vida. Así, el lector, que ya leyó la anterior, va a poder descubrir cómo han ido evolucionando. De tal modo que, por estas páginas, asomará de nuevo el Gordo Soria, un subinspector de policía que ha terminado recalando en Lanzarote a modo de castigo. Algo hizo en el pasado que lo ha condenado a vivir en esta especie de destierro, alejado de su mujer Pura. A Soria, para que no moleste mucho ni se meta en muchos problemas, le encargan asuntos de poca enjundia, algún robo o algún atropello con fuga. Y es que una joven que circulaba en bicicleta por una «carretera desierta que cruzaba una llanura sin relieves» ha sido atropellada. El conductor se ha dado a la fuga y la joven queda varada y malherida en una ladera. Este accidente de tráfico, camuflado en apariencia como un simple siniestro y un abandono provocado por el miedo, esconderá mucho más. De entrada, la intención.
La víctima del atropello, de nombre Vesna, consigue sobrevivir. Es de origen moldavo y lo primero que sabremos de ella es que ha tenido una vida algo nómada. Con la sensación de no encajar en ningún sitio, se ha movido de un lugar a otro hasta terminar residiendo en Lanzarote.
«De una manera u otra, siempre terminaba volviendo a ella la sensación de que no encajaba en ninguna parte. Fingía tratando de ser una más, de hacer lo que hacía la gente normal, interpretar un papel, pero al cabo de poco tiempo los demás la señalaban como la rara, la introvertida y elusiva, esa chica un poco fuera de la realidad de la que no se sabía exactamente qué esperar». [pág. 13]
Allí trabaja como camarera y no tiene más conocido que el cocinero de su lugar de trabajo, un tal Román con el que entabla una cierta amistad, sin excesiva profundidad.
Al Gordo Soria le tocará investigar este atropello, pero la chica se lo pondrá difícil al desaparecer sin más. Así que, como primer hilo de la trama, tendremos a una joven extranjera, ejerciendo de camarera en Lanzarote, pero Vesna tiene muchas capas que el lector irá descubriendo con el avance de la lectura y a través de la investigación policial.
Por otra parte, un segundo hilo se centrará en otro personaje misterioso, que viene de la novela anterior.En las primeras páginas y capítulos conoceremos a un hombre que nos habla desde el anonimato y en primera persona. Poco a poco él se irá encargando, en una especie de monólogo interior, de ir desvelando piezas de su pasado: dónde vive, con quién se relaciona, por qué está en aquel lugar, que ocurrió en su pasado o cuáles son sus mayores enemigos. Este personaje despierta una gran curiosidad en el lector pues, si bien, no parece tener conexión con lo que iremos leyendo después, lo cierto es que su protagonismo será muy importante. Y muy vinculado a este personaje, tendremos al Oso Dávila, «el hijo de puta más grande que ha pisado la faz de la tierra», pero del que mejor no cuento nada más.
Pero a estas dos subtramas se sumarán las vidas de otros viejos conocidos, como la de Virginia Ortiz, una ejecutiva que acude a Lanzarote a investigar el incendio de una de las fábricas de su emporio familiar y el fallecimiento de ocho trabajadores, más un suicidio. Y, por último, más en segundo plano, la vida actual de Julián Leal, con un pie más en el otro mundo que en este, y quetambién procede de la novela anterior.
Esto sería, simplificando mucho, lo que vas a encontrar en El tiempo de las fieras. ¿Qué conexión habrá entre la joven atropellada, el subinspector venido a menos, el tipo misterio, la ejecutiva y o el moribundo? Bueno, esa es la labor de Víctor del Árbol, construir una historia en la que todas las piezas encajen.
Qué me ha gustado de esta novela
Y encajan. No puedo más que aplaudir la urdimbre de esta historia. Víctor del Árbol consigue levantar una estructura sólida y, a mi modo de ver, de muy difícil ejecución. La historia avanza y retrocede, porque resulta necesario conocer el pasado de los personajes para entender su presente. Al margen de que, también hay que poner al nuevo lector -aquel que no leyó Nadie en esta tierra- en contexto. Además, y teniendo en cuenta que la novela cuenta con un amplio abanico de personajes, la trama se focaliza en uno u otro para que podamos conocerlos con mayor profundidad. Y a todo esto se une el viaje geográfico que el autor nos propone pues, casi sin despeinarnos, nos moveremos de Lanzarote a Nueva York, pasando por Barcelona, Bosnia, México o Venezuela. ¿Entendéis por qué os digo que la urdimbre es para aplaudir? Y esos escenarios no van a ser meras localizaciones. A Víctor del Árbol le gusta ubicar exactamente al lector, y sus descripciones de los espacios consiguen que nos integremos en el entorno. Podremos ver la aridez y el carácter desértico de Lanzarote o los cangrejos de la Isla de Cubagua.
«Esta tierra pertenece a la lava y al océano, a sus volcanes y a sus profundidades. Si quieres vivir aquí, tienes que dejar que la isla te reconozca; con el tiempo se acostumbrará a tu presencia y te cederá un sitio». [pág. 13]
Más allá de las tramas y de los personajes, el punto fuerte de las novelas de Víctor del Árbol es la intencionalidad. ¿Qué desea mostrarnos este autor? ¿Sobre qué quiere que reflexionemos? Admito que no he leído todo lo que ha publicado pero en las novelas que han pasado por mis manos, siempre me he encontrado una historia dura, con hombres y mujeres que no son meros paseantes de este mundo, sino supervivientes. A unos no les queda más remedio que jugar con las cartas que la vida les ha dado. Y otros, sólo quieren huir y encontrar una vida mejor. Víctor del Árbol refleja como pocos la complejidad de la naturaleza humana, la dualidad del hombre, porque ni los buenos son siempre buenos, ni los malos lo son a todas horas. En sus novelas, como en el mundo, hay gente sin escrúpulos. Todos sabemos que en el entramado financiero y empresarial hay individuos a los que no les importa pisar al prójimo con tal de conseguir dinero y éxito. Ahí fuera hay fieras, las que dan título a esta novela, gente que mueve los hilos del mundo, cuyas decisiones, aunque creamos que no, terminan por afectarnos. Pero también hay gente que se ve obligada a una vida que no ha elegido, que le ha venido impuesta. Porque eso de que todos tenemos la opción de decidir qué camino coger es sólo verdad hasta cierto punto.
«Cuando se nos obliga a elegir, lo hacemos, aunque no quieras, aunque duela». [pág. 39]
¿Es necesario leer Nadie en esta tierra?
Como te dije antes, yo no he leído esa novela y he podido leer esta sin problemas. Pero aquí entramos en el eterno debate. ¿Realmente no es necesario? Yo respondería lo de siempre,no es necesario pero sí recomendable.De todos modos,si te metes en esta historia sin un conocimiento previo, no te preocupes. Víctor te va a dar las claves necesarias para que comprendas quién es quién y por qué ocurre lo que ocurre. Lo que pasa es que, para rellenar esas pequeñas lagunas que irán surgiendo con la lectura, tendrás que ser paciente y , poco a poco, irás respondiendo a las preguntas que te irán surgiendo a medida que vayas leyendo, si bien es cierto que serían muchísimas menos si hubieras leído la novela anterior. En fin, eso ya es decisión de cada uno. Yo sólo me limito a contarte mi experiencia e insistirte en que la he leído sin problema alguno, que la he entendido, y que, si en algún momento me falto información, esperé a que Víctor me la facilitara.
Personajes
El tiempo de las fieras es una novela muy coral. Hablar de todos los personajes sería pesado y largo, así que me limito a unos cuantos.
* Vesna es un personaje que arrastra su pasado como si fuera esa bola de hierro que a los presos le ataban antaño al tobillo. De entrada, sabremos cómo es su vida actual pero toda la información de ese pasado terrible nos llegará en su momento justo. Entonces, sabremos por qué la han atropellado, por qué ella trata de desaparecer, o por qué necesita hacer justicia. A mí me ha gustado mucho este personaje. Siento que es de esas personas que no sólo se quejan sino que actúan, aunque eso suponga enfrentarse a terribles monstruos. Y gente así nos hace mucha falta.
* Gordo Soria, el subinspector deslenguado e irónico que me cae bien. Es un tipo de métodos cuestionables pero es que el camino recto es el más directo. Me gusta verlo en esos momentos de soledad, cuando está entretenido con sus dioramas. A veces me he sonreído pensando en él porque lo veo así, algo brutote, pero entregado a la complejidad de algo tan delicado como son los dioramas. También me gusta verlo cuando se debate con sus propios monstruos, cuando piensa en su mujer Pura, cuando lo vemos vulnerable y débil.
* El hombre misterioso. Percibo a este personaje como un apátrida, un lobo solitario que debe cuidar de sus espaldas. No crea vínculos con cualquiera. No le interesa porque una sombra le pisa los talones. Pero este hombre tiene familia, aunque las cosas se hayan deteriorado tanto. Y también fue niño un día, y tuvo un padre, al que ha llegado a entender y a mí eso me produce cierta ternura porque, a pesar de su destino, le veo un ápice de humanidad. Un hombre que habla así de su padre tiene que tener algo de luz en su interior.
«Sí, mi padre era un borracho, y un pusilánime -casi un cobarde-, pero era algo más que eso; todo el mundo es algo más que sus virtudes o sus defectos. Él nos amaba, por muy banal que suene ahora, por más que su amor no tuviera consecuencias duraderas. Amaba a mi hermana Elisa, y sé que me amaba a mí, pero sobre todo amaba a nuestra madre, y lo hacía sólidamente, si contrapartidas ni preámbulos, sin acuerdos previos. La amaba con desesperación -cuando se frotaba la cara con ambas manos escuchando sus reproches-, como una derrota inevitable. Siempre con aquel maletín y sus catálogos inútiles a cuestas, con la eterna promesa hecha a sí mismo de que en alguna parte estaba su destino bordado con letras de oro... Quien se atreva a juzgar a un hombre por eso no conoce sus propias debilidades». [pág. 48]
Para mí este es ese personaje del que os hablaba antes, el que juega con los naipes que le han dado, porque no le queda otra.
* Virginia Ortiz es madre, hija de ejecutivo y ejecutiva a su vez. Por cuestiones que ya descubriréis, renuncia a su verdadera vocación. Es ese personaje que sufre un dilema interno. ¿Ha hecho bien vendiendo su alma al diablo? Virginia tiene la oportunidad de mirar el mundo desde dos perspectivas distintas - la justa y la injusta, la que le tiende la mano al otro y la que lo pisotea-, así que será un personaje que nos dejará importantes reflexiones.
«Quizá su hija mayor tenía razón, tal vez era una auténtica hija de puta, manipuladora, iracunda, una cuarentona amargada y odiosa. Una olla a presión a punto de reventar. Sin nadie con quien hablar de las heridas del pasado, de matrimonios fallidos, de horrores vistos durante sus años en la policía, de la culpa por haber dejado tirado a su mejor amigo cuando este más la necesitaba». [pág. 104]
Todos ellos, y otros tantos -Jorge Migrén, Norman Hill, los hermanos Driss, Mario, Lejla o Román-, que irán surgiendo, consiguen que las dispersas piezas del puzle que compone el autor terminen por encajar. Algo que me gusta mucho en las novelas del Víctor del Árbol es que todos sus personajes son protagonistas. Si inicialmente pensabas que alguno era un mero figurante, de repente, ocurre algo que lo coloca en el centro del escenario, eclipsando a todos los demás. Y es que dice Víctor del Árbol que no le gustan las historias secundarias porque no hay personajes secundarios, sino que todos somos importantes en un momento dado, que todos son necesarios para el otro, en una determinada circunstancia.
Estructura y estilo
La novela está estructurada en seis partes, a las que anteceden un prólogo y quedan cerradas con un epílogo. A lo largo de esos seis bloques se distribuyen un total de cincuenta y cuatro capítulos de corta extensión, y encabezados por la ubicación en la que se desarrollarán los hechos, y que incitan al lector a continuar leyendo.
Dos voces narrativas nos esperan entre estas páginas. Diría que el grueso de la trama viene narrado por una voz en tercera persona mientras que el hombre misterioso se dirigirá a nosotros en primera. Creo que elegir esta opción para ese personaje ha sido muy acertado. Yo decía antes que era un lobo solitario y, por tanto, nadie mejor que él para hablarnos de sí mismo.
No le falta ritmo a esta historia. Constantemente estamos cambiando de localización, y continuamente cambiando de un personaje a otro, de tal modo que, en esta lectura no cabe el aburrimiento. Y como los capítulos son tan breves, lo que te decía antes, te vas a exigir leer uno más, uno más, uno más.
En definitiva, El tiempo de las fieras es una novela más negra que el carbón, de compleja estructura y personajes definidos en lo profesional y en lo personal. La novela hace un retrato del lado más oscuro de la sociedad del siglo XX y XXI. Entre estas páginas no faltan los homenajes y tampoco los giros inesperados, que conducen a los personajes por los vericuetos de la venganza, la traición, el chantaje, y los silencios comprados. Estamos ante una novela muy recomendable, con un final a la altura, que pone fin a la vida de Vesna, el Gordo Soria y el resto del elenco.
[Fuente: Imagen de la cubierta tomada de la web de la editorial]
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El pasado día 17 de marzo, y con motivo del inminente lanzamiento de su novela LA PINTORA DE LA LUZ (Ediciones B), la autora malagueña Inma Aguilera organizó, junto a su editorial, un encuentro con los medios de comunicación en Sevilla. Como ya sucedió con su anterior publicación, La dama de la Cartuja, tuvimos la oportunidad de hacer un recorrido por diversos escenarios de esta ciudad, que tendrán cierta relevancia en la trama.
A las 12 de la mañana fuimos convocados en la Plaza de España, donde, en primer lugar, Ana María Caballero, editora de Penguin Random House, nos dio la bienvenida y nos comentó el éxito que había tenido La dama de la Cartuja, una novela que afianzó la presencia de la autora en el panorama literario español, ganándose muchísimos lectores. Ahora, con La pintora de la luz, nos espera la continuación de aquella novela, que tendrá como protagonista a Trinidad, una de las tres mujeres que ya conocimos en la novela previa.
Aguilera nos explicó que La pintora... no sólo es una continuación de La dama..., en la que quiso rendir homenaje a las mujeres alfareras que trabajaron en la Fábrica de Pickman y en los talleres del barrio de Triana, sino que, con esta novela, también responde al deseo de homenajear a Sevilla en su conjunto. Para ello, y a través de las casi seiscientas páginas que contiene este libro, el lector va a poder asomarse a esa Sevilla de principios del siglo XX. Por entonces, la ciudad se veía sumida en circunstancias difíciles. No obstante, esa Sevilla sería la que daría pie a la Sevilla actual. «Quería hacer un homenaje a todos esos genios artísticos que estaban detrás» de ese desarrollo de la ciudad, señaló Inma Aguilera.
Acceder a la Plaza de España por sus distintas puertas y accesos es maravillarse de su belleza y magnitud. Llama poderosamente la atención la cantidad de azulejería que recubren las paredes de este edificio, un proyecto que surgió de una de las mentes más privilegiadas en materia de arquitectura que ha dado este país, el sevillano Aníbal González. En cada paño, en cada rincón, en cada esquina, los azulejos muestran diseños a cual más bonito, entre mosaicos o estampados geométricos. Para entender algo más sobre este mundo de la ilustración de la cerámica, temática que tendrá mucho que ver en la novela, la autora nos explicó que algunos de esos diseños proceden de la fábrica de Mensaque, donde artesanos y artistas han trabajado para dejarnos un legado impresionante.
Y como artesana y artista, el lector de La dama... volverá a reencontrarse con Trinidad que, tras abandonar Sevilla en la novela anterior, regresará de nuevo a la ciudad para formar parte de la construcción de la Plaza de España, un monumento que se encuadra dentro del estilo regionalista. No obstante, el estilo arquitectónico que reinaba por entonces era el modernismo, cuyo máximo precursor era Antoni Gaudí. Ambos arquitectos eran coetáneos.
[Clic en el vídeo para escuchar a Inma Aguilera, autora de La pintora de la luz]
La autora malagueña puntualizó que la Plaza de España es fruto de esa segunda oportunidad que se merecía Sevilla, una ciudad masificada, con mucha precariedad laboral, y que tenía un elevado índice de mortalidad. Pero este edificio no solo suponía un empuje para Sevilla, sino también para toda España, ya que el país andaba a vueltas de la guerra de Cuba y mantenía un sentimiento nacional débil y empobrecido. En este sentido, Aníbal González se comprometió con la ciudad para levantarla y por eso, Inma Aguilera desea que el ciudadano piense en el arquitecto como alguien que hizo algo muy importante por Sevilla y por España, en su conjunto.
Sobre la figura de Aníbal González, no sólo un genio en la arquitectura sino también en lo humano, la autora añadió que se siente muy orgullosa de haber podido acercarse a la vida del arquitecto, y a la de todos esos hombres y mujeres, -como la propia Trinidad, en la ficción-, que contribuyeron a crear un edificio que, a día de hoy, visitan más de cuatro millones de turistas al año.
Si alguna vez has visitado la Plaza de España, habrás observado que su disposición es semicircular, y a lo largo de ese semicírculo se distribuyen un total de cuarenta y ocho bancos recubiertos de azulejos. Hay un banco para cada provincia, a excepción de Sevilla, aunque sí podemos encontrar paños de azulejería que muestran escenas cotidianas de la ciudad en la época. De estos paños, la autora destacó el que muestra a las cigarreras de la antigua Fábrica de Tabacos(hoy sede principal de la Universidad de Sevilla). «Una de las escenas que me inspiraron la novela es esta, en la que vemos a un conjunto de mujeres en unas circunstancias muy típicas de la época», señaló.
Explicó también que su intención a la hora de escribir esta novela era arrancar desde el momento en el que acaba La dama de la Cartuja, «con Sevilla muy sepia», tal y como se muestra en el paño de azulejos anterior, para dar pie a que Trinidad, la protagonista de La pintora, artista ayude a los grandes genios de la época, como «Aníbal González, el maestro Montalván, Soto o Pedro Navia a convertir a Sevilla en una ciudad llena de color», aunque también será una ciudad con sombras.
Pero La pintora de la luz no es sólo una novela en la que se aúna historia y arquitectura sino que también dejará espacio al romance, porque el amor no falta en las novelas de Inma Aguilera.«Quiero pensar que soy una autora de romántica», comentó con una sonrisa. Y aprovechando que en la novela anterior Trinidad acaba sin su propia historia, la autora ha querido, en esta ocasión, tenderle un puente hacia el amor.
El recorrido continuó por Triana.Allí nos esperaba el Centro de la cerámica, un espacio en el que se recoge de manera permanente la historia de la tradición alfarera del barrio. Rodeados de cientos de piezas de cerámica, Inma Aguilera nos explicó las distintas fases por las que pasa la industria azulejera. Por un lado, hay que distinguir a los alfareros, los que trabajan la arcilla desde el principio, de los ceramistas, los que pintan las piezas de arcilla y son auténticos artistas, como luego veremos. Esta labor artesana la veremos en uno de los personajes de la novela, en Enrique Giner, alfarero y pintor. Inma nos confesó que, para la construcción de este personaje, se había inspirado en otros reales, como el propio Goya, «artistas rebeldes por naturaleza».
Por último hicimos una interesante visita a la tienda de cerámica Santa Ana donde pudimos contemplar cómo trabaja una ceramista, María Dolores García Colón, y cuál es el resultado final, una vez que la pieza ha pasado por el horno. Allí pusimos fin al recorrido por Sevilla.
En su día os hablé de La dama de la Cartuja (puedes leer mi reseña aquí). Aquella novela la recomendé por activa y por pasiva, y me consta que a muchos otros lectores les fascinó. Mucho me tengo que equivocar si La pintora de la luz no causa el mismo efecto. Inma Aguilera tiene una sensibilidad especial a la hora de narrar y sabe cómo trasladar, sin atosigar al lector, toda esa parte histórica que suponen la base de sus novelas, en las que no falta la tradición y, por supuesto, el amor. Asomarse a la Sevilla que nos muestra esta autora es asomarse a la historia de una ciudad que ha enamorado a todo el que la visita. Así que, desde aquí os animo a conocer a Trinidad, a esta pintora de la luz, que ya tenéis en librerías.
Sinopsis: Sevilla, 1911. Han pasado nueve años desde que Trinidad viajó a la ciudad para descubrir la historia de su familia, ligada a las míticas vajillas de La Cartuja. Instalada de nuevo en Inglaterra y volcada en su labor como ceramista, recibe una carta de la marquesa de Pickman, la propietaria de la fábrica de loza, que la hará regresar al lugar que marcó su vida.
UN DESAFÍO ARTÍSTICO IRRESISTIBLE
La propuesta es participar en el gran proyecto que hará brillar la ciudad como nunca: la construcción de la plaza de España, donde deberá trabajar mano a mano con el ambicioso arquitecto Aníbal González. Este enorme desafío artístico llevará a Trinidad desde las aristocráticas fiestas en el palacio del Real Alcázar hasta los humildes talleres de Triana, haciendo que su destino se vea zarandeado por la lucha de clases y el amor de dos hombres.
UNA EMOCIONANTE SAGA HISTÓRICA QUE PERDURARÁ EN EL TIEMPO
Tras el éxito de La dama de La Cartuja, Inma Aguilera continúa la envolvente y adictiva saga histórica que ha enamorado a miles de lectores, en esta ocasión con el origen de la majestuosa plaza de España de Sevilla como telón de fondo.
Pasión, misterio y amor en los albores del siglo XX.
Rubén Bevilacqua y Virginia Chamorro siguen dando alegrías a los lectores. Se cumplen ahora treinta años desde la publicación de El lejano país de los estantes y, aunque Vila tiene ya unos añitos, Lorenzo Silva, el artífice de esta pareja literaria de guardias civiles, tiene claro que a estos dos todavía les queda mucho camino por recorrer.
A Vila y a Chamorro los hemos visto actuar en diferentes localizaciones nacionales e internacionales, siempre tras la pista del criminal que haya perpetrado el asesinato de turno. En esta ocasión, se quedan en territorio patrio, moviéndose entre Extremadura y Toledo. Y es que, en esta nueva novela, Las fuerzas contrarias, nos encontramos dos líneas argumentales. Por un lado, una investigación que se desarrolla en Badajoz sobre la desaparición de Esperanza Gil y el cerco al supuesto sospechoso. De este asunto se ocupará Arnau, un compañero del equipo. Por otro lado, la muerte de una anciana en un edificio del pueblo de Illescas. Al principio piensan que esa muerte es por Covid pero una serie de circunstancias inclinan la balanza hacia un asesinato.
La idea para esta novela parte de un dato curioso. A Lorenzo Silva le contaron que, durante la época más dura de la pandemia y el coronavirus, si se daba aviso a la policía del fallecimiento de alguna persona en su domicilio, comunicaban el óbito al médico forense para que certificara la muerte. La cosa es que, algunos médicos, y ante el temor del contagio, si no existían evidencias de signos de violencia que hubieran podido provocar el fallecimiento de la persona, ni siquiera acudían al domicilio e inspeccionaban el cuerpo sino que, desde el mismo portal, firmaban la defunción por coronavirus. Esta singular actuación da que pensar. ¿Y si resulta que la persona en cuestión murió por asfixia? ¿Y si alguien, aprovechando la coyuntura, cometía un asesinato que quedó camuflado como muerte por Covid? Esta es la premisa de la que parte la novela. De esto y de muchos asuntos más conversé con Lorenzo Silva la semana pasada. Os dejo con la conversación.
Marisa G.- Lorenzo, un placer tenerte en Sevilla y volverte a ver.
Lorenzo S.- Lo mismo digo.
M.G.- Empecé a leer tu novela. Voy por la página doscientas y me la estoy bebiendo.
L.S.- Me alegro. Para eso son.
M.G.- Creo que estamos en la entrega número ¿doce o catorce?
L.S.- Duodécima novela pero hay dos libros de relatos más, así que este sería el decimocuarto catorce.
M.G.- Tengo que confesarte que soy un poco reticente a la hora de enfrentarme a sagas. Porque no tengo paciencia y no por otra cosa. Pero estamos hablando de una serie de tiene muchas entregas y admiro a esos autores que, como tú, son capaces de mantener esa atención de los lectores a lo largo de los años. Son 30 años ya.
L.S.- Treinta años y cinco mil páginas.
M.G.- ¿Y eso cómo se consigue?
L.S.- Pues fíjate, cuando empecé no sabía que iba a ser una serie. Pero escribí una segunda y empecé a pensar que esto podría tener continuidad pero me planteé como una media docena, sin pasar de ahí. Pero llegué a la media docena, escribí la séptima y después de la séptima pensé que estos personajes estaban vivos y que podría continuar. A partir de ahí me pregunté cómo yo mismo podría sobrevivir a algo tan largo. Decidí convertir esta serie y a estos personajes en una especie de lugar donde vivir, al que vuelvo de vez en cuando y que, al igual que ocurre con tu casa, la tienes que mantener habitable, la tienes que reacondicionar, cambiando muebles de sitio. Lo que sí tuve claro en ese momento fue que no podía escribir catorce veces la misma novela, que tenía que cambiar. Por eso hay novelas en las que volvemos al pasado del personaje, o novelas en las que los envío a sitios tan excéntricos y distintos como Afganistán, o novelas en las que, por ejemplo, Vila y Chamorro no están juntos. De hecho, hay una novela en la que a Chamorro le pegan un tiro al principio de la trama y ellos van a mantener una relación como a distancia. Intento siempre buscar un argumento nuevo, una forma nueva de contar y de acercarme a estos personajes. La ventaja que tengo es que los conozco muy bien. Les tengo mucho cariño y uno siempre quiere volver con la gente a la que le tiene cariño. Creo que eso se transfiere al lector. Si los lectores vuelven a la serie es porque les tienen cariño y no porque la novela les vaya a deslumbrar, a asombrar, a descolocar. No hay deslumbramiento que aguante treinta años. Si tú estás con una persona treinta años no es porque te sigue deslumbrando cada mañana, sino porque habéis desarrollado esa forma de afecto, de familiaridad, de estar a gusto, de estar en un lugar en el que uno quiere estar y al que quiere volver.
M.G.- Las fuerzas contrarias arranca en el momento en el que el presidente del Gobierno anuncia que va a decretar el estado de alarma. Es una novela que se engloba dentro de la pandemia y del confinamiento. Si te soy sincera, cuando vivimos aquella mala experiencia, pensé que iba a haber un boom de novelas enclavadas en la pandemia. Me ha sorprendido que, al final, no haya tantas.
L.S.- En libros y ficción audiovisual, prácticamente nada. El cine o la televisión le han dado la espalda completamente. A mí no me sorprende. No es la primera vez que escribo sobre este tema. Cuando me planteo cómo escribir y acercarme a este asunto, tengo que ser consciente de que para mucha gente es un recuerdo amargo, un recuerdo tenebroso, incluso. El ser humano no quiere volver a lo amargo ni a lo tenebroso, más bien prefiere eludirlo o sortearlo. Quizá sea esa la razón por la que se indaga poco en este episodio. En el caso de la serie de Bevilacqua, que desde hace treinta años tiene como cierta vocación, notarial si quieres, de levantar acta de lo que va sucediendo en la sociedad española, ¿cómo iba a evitar este episodio? No podía hacerlo. La novela anterior acaba en la Navidad del año 2019, por tanto, esta tenía que situarse en la primavera del año 2020. No me podía saltar la pandemia. Tenía que haber dado un salto de año y medio para llegar a cierta normalidad. Pero estoy había que contarlo a través de Bevilacqua y Chamorro. Lo que pensé fue que,sin escamotearle al lector el recuerdo de todo eso que ninguno queremos recordar, era una ocasión para escribir sobre la pandemia y atestiguar, de alguna forma, todo lo que no fue tan terrible, todo lo que en cierto modo nos permitió afrontar esa adversidady superarla en la medida en que la hayamos superado. Es decir, escribir sobre la gente que estuvo en su lugar, la gente que hizo lo que debía, la gente que se sacrificó, la gente que se expuso, la gente que puso interés en cuidar a los que estaban siendo descuidados. Todo eso también es la pandemia. Todo eso también es parte de lo que vivimos. Además, hay otra dimensión que también está en la novela, la de esos personajes que viven solos, que acaban encontrándose, no sólo con su propia soledad, sino con esa soledad que comparten, ese vínculo que tienen desde hace treinta años. Eso fue una cosa buena que trajo la pandemia y estos personajes, como hicimos todos, recapacitan sobre quiénes son, dónde están, qué hacen, por qué lo hacen, a dónde van, qué tiene sentido de lo que eres,... También revisan sus prioridades en la vida, como hicimos todos. Y ese ejercicio siempre es bueno. Hombre, es mejor que no te lo desencadene un acontecimiento tan traumático pero, ya que estás ahí... No creo que saliéramos mejor como sociedad pero sí tuvimos la oportunidad de, como individuos, mejorar algo. Luego cada uno lo aprovechó en la medida de sus posibilidades, de su carácter o de su disposición. Pero todos tuvimos esa oportunidad de mejorar individualmente y de no ir tan atolondrados por la vida.
M.G.- Creo que esa asignatura de mejorar y de convertirnos en mejores personas la suspendimos, a pesar de las expectativas que teníamos de ser más humanos.
L.S.- No, no. Eso, con carácter general, la historia lo cuenta una y otra vez. No es la primera vez que hay una pandemia. Ha habido muchas y en todas ocurre lo mismo. En el momento del miedo, todo el mundo intenta volverse a la virtud, a los valores y tal pero, cuando el miedo desaparece, regresamos de nuevo a los vicios. Eso es lo que dice, no recuerdo bien si Procopio de Cesarea sobre la peste de Bizancio o Tucídides sobre la peste de Atenas. Uno de los dos dice que cuando desapareció el miedo se volvió al vicio con más intensidad. Creo que es Procopio el que lo dice.
M.G.- Lo has comentado en otras entrevistas. La idea de la que parte la novela fue algo que te contó alguien, algo muy significativo y que te hace pensar si realmente todas aquellas muertes por Covid, realmente fueron muertes que provocó el virus.
L.S.- Recientemente hemos sabido que una desaparición que se denunció como tal en Canarias, en realidad, fue un asesinato. Su marido la asesinó, la descuartizó y fue regando con los trocitos de su cuerpo todo el barrio, de camino al supermercado. Y lo denunció como desaparición. Es decir, aprovechó ese escenario en el que todo el mundo estaba desbordado, en el que había un montón de muertos y demás para para cometer un crimen. Esa circunstancia es una circunstancia real. Es decir, en el momento más duro del confinamiento aparecían muchos cadáveres al día. En Madrid hubo días que aparecieron quinientos cadáveres. A veces, aparecían en sus casas. Al encontrarlos, la policía llamaba al médico y algunos certificaban las muertes desde el portal, por miedo al contagio y porque, si el cadáver no presentaba signos de violencia, lo más probable es que hubiera muerto por Covid. Pero esta circunstancia da oportunidad a quien tenga una mala idea de que, en medio de ese trastorno y en esa alteración tan sensacional de la normalidad, un crimen pase inadvertido. Es perfectamente posible que alguien tuviera una mala idea y que la pusiera en práctica. No sé en cuántos casos porque eso no lo sabremos nunca.
M.G.- Cuando estuviste aquí, en Sevilla, junto con Noemí Trujillo para promocionar La forja de una rebelde, que también sucede en el confinamiento, ya comentamos que hubo muchos crímenes ventajistas que se produjeron en pandemia. Fue una época en la que todo el mundo estaba encerrado y eso podía hacer pensar que los delitos iban a reducirse. Sin embargo, sí aumentaron las adicciones, la venta y el consumo de drogas, los delitos cibernéticos,...
L.S.- Sí, sí. Las malas ideas nunca descansan. Esa situación también generó oportunidades y hay gente que esas oportunidades las aprovechó. Todos éramos más vulnerables. Todo lo que hacíamos lo teníamos que hacer por Internet. Es decir, al final, se creaban nuevas oportunidades. Y luego, está claro que, durante ese tiempo, mucha gente se vio forzada a una convivencia de semanas. Seguramente se multiplicaron los delitos de violencia de género, la violencia intrafamiliar, más allá de lo que dicen las denuncias porque no se podía denunciar como sí se puede en condiciones normales.
[Si prefieres escuchar nuestra conversación, clic en el vídeo]
M.G.- Centrándonos en la historia que recoge la novela, recuerdo que empecé a leer y lo primero que me vino a la mente fue la madre de Vila. Estamos en un momento complicado.
L.S.- Y él también es de la primera que se acuerda.
M.G.- Hijos y padres separados, con el temor a que los mayores se contagien. Le pasa a Chamorro también. Dentro de las situaciones propias de un entorno laboral, a la investigación criminal se unen esas preocupaciones personales, el temor a que tus familiares más vulnerables se contagien.
L.S.- Todos teníamos ese temor. Vivíamos con eso y además con la incapacidad de no poder hacer otra que llamarlos por la mañana y por la tarde, hacerles una videollamada. No podías darle ningún calor al que lo necesitaba, a quien tú tenías todo el deseo de dárselo. Al inicio de esa época empezó a quedar pronto claro que las personas mayores eran más vulnerables y eso casi te preocupaba más que caer tú enfermo. El miedo a tu propia enfermedad es un miedo bastante conjurable porque tú sabes si estás mal o no, pero el miedo a la enfermedad ajena es mucho más angustioso porque está fuera de tu control.
M.G.- En la novela encontramos muchas referencias al Quijote. Parte de la trama se desarrolla en Illescas, una localidad cercana a otro municipio vinculado con Cervantes. El Quijote es una sombra que planea por la novela.
L.S.- Es una sombra que planeta por toda la serie. Nunca lo he ocultado. Don Quijote y Sancho Panza se echan a los caminos y duermen en las ventas. Bevilacqua y Chamorro se echan a las autovías y paran en las áreas de servicio. Son dos practicantes de la andante caballería del siglo XXI.
Mi trabajo como novelista, como el de cualquier novelista español, está en la estela de Cervantes. O de cualquier novelista que escriba en español, por ampliarlo un poco más. Incluso como novelista que se acerca a la ficción criminal en español es todavía más insoslayable la presencia de Cervantes. Antes lo comentaba en otra entrevista que tanto en El Quijote, en el episodio de los galeotes, como en las Novelas ejemplares, ya sea Rinconete y Cortadillo, El casamiento engañoso o La fuerza de la sangre, está muy presente el mundo de la criminalidad de su época. Se puede ver en el episodio de los galeotes, lo bien que él conoce a los criminales y ese conocimiento lo adquirió aquí al lado, en ese edificio que estamos viendo, donde pasó un rato largo [se refiere al edificio de la Cárcel Real de Sevilla, que se ubica cerca del ayuntamiento y que hoy, obviamente, tiene otra finalidad] .
M.G.- Cierto. Ahí estuvo. Bueno, y marca también de la casa, Lorenzo, no es sólo escribir una trama criminal, sino ir intercalando, a través de los pensamientos de Vila o de las conversaciones con Chamorro, reflexiones sobre la actualidad, sobre la realidad que vivimos. En este caso, y dado que la novela está ubicada en la pandemia, se habla mucho de la soledad o del sistema penitenciario. Hay un tema que me ha gustado mucho, porque creo que es otra asignatura pendiente, y más entre las generaciones más jóvenes, que es poner en valor a la gente mayor. Hoy somos lo que somos porque lo que ellos hicieron en su día.
L.S.- Es evidente que la sociedad, desde antes de que lo escribiera Rousseau, se basa en un contrato, en un pacto social. Y una parte muy importante de ese pacto social es un pacto entre generaciones, un pacto que establece un principio de solidaridad entre unos y otros, entre los mayores y los más jóvenes, entre los que nos precedieron y entre los que nos han de seguir. Pero tengo la sensación de que, en buena medida, ese pacto está roto en España, está deteriorado, alterado. Hay realidades que no son normales, que son anómalas. Muchos jóvenes sienten que no tienen oportunidad y muchas personas mayores sienten que su esfuerzo, su trabajo y su sacrificio por los que vienen después, no es reconocido, ni valorado, ni atendido. Hay aspectos, más concretos y cuantitativos como, por ejemplo, que el salario medio inicial sea bastante más bajo que la pensión media inicial de los que acceden a la jubilación. Eso, para empezar, es que ni siquiera es sostenible aritméticamente.Y ese desequilibrio no lo estamos atendiendo, no lo estamos cuidando, no lo estamos solventando. Eso va distanciando y, a veces, oponiendo, incluso enemistando a los mayores contra los más jóvenes. Y este es el principio de la descomposición del pacto social y de una sociedad. Es decir, es un problema realmente grande.
Durante la pandemia, muchas personas mayores se sintieron solas, desatendidas, descuidadas. En la novela, la víctima de uno de los crímenes se llama Caridad, un nombre que, aparte de significar beneficencia, compasión y conmiseración, también significa amor y cuidado. Eso faltaba entre nosotros. Y también, la pandemia golpeó a los jóvenes que estaban en precario de una manera que no golpeó a un funcionario público de media edad. Estas situaciones golpean más a los más vulnerables y en aquel momento se puso de manifiesto muchos desequilibrios en nuestra sociedad. Por ejemplo, en la novela vemos una contraposición entre personas que tienen, más o menos, una cierta seguridad económica, de una cierta edad, y personas que viven la precariedad más absoluta, viviendo en pisos compartidos, con contratos eventuales o sin contratos, falsos autónomos. Una sociedad no puede funcionar así. Tenemos un montón de asignaturas pendientes con las que estamos conviviendo muy alegremente. Y por más que afloraran hace cinco años de manera tan cruda, tengo la sensación de que, como sociedad, hayamos tomado conciencia de la gravedad que tiene esto, la menos, a juzgar por las medidas que se han tomado para intentar revertir estos desequilibrios, medidas que son pocas o ninguna, que yo tenga conocimiento.
M.G.- Y Lorenzo, yo que no me he leído la saga completa, me pregunto si a este Vila, honesto e íntegro, no se le conocen debilidades ni vicios.
L.S.- Sí, claro que sí. Es un hombre que ha aprendido el valor de la honestidad y el valor de la integridad, porque no siempre ha sido íntegro y porque no siempre ha sido completamente honesto. Y eso está en el relato de su vida. Creo que la virtud del que no está expuesto a ninguna tentación y la virtud del que no tiene ninguna oportunidad, pues tampoco tiene mucho valor. Vivir sometido a tentaciones, como vive alguien que tiene la vida de Bevilacqua, y con oportunidades para ser deshonesto es un aprendizaje vital. Es una decisión que tiene que ver con la inteligencia. Eso lo decíaWittgenstein, que cualquier pensamiento deshonesto es irracional, o cualquier comportamiento deshonesto es irracional. Lo racional no es ser deshonesto porque la deshonestidad no es una solución. Bevilacqua, no trae eso de fábrica y por eso ha cometido errores. La vida le ha enseñado que lo racional es comportarse honestamente. Además, en su caso, hay algo muy evidente. En su trabajo, si un agente de Policía judicial se salta las reglas y toma atajos se carga la investigación, se la carga legalmente. Es decir, le está dando una baza al abogado defensor del delincuente para exonerarlo. Así que, más allá de su integridad ética, si quiere hacer bien su trabajo, tiene que seguir los cauces legales y ser honesto en la investigación, incluso con el delincuente.
M.G.- No nos queda mucho tiempo pero todavía quisiera hacerte un par de preguntas. Vila y Chamorro siempre han tenido una relación afable, de respeto, de cordialidad, de compañerismo. En esta novela, en la que todos se sienten más vulnerables, parece que la crisis sanitaria les permite un acercamiento más personal y no tanto profesional. Esa situación hace que exista una conexión más personal e íntima entre los dos.
L.S.- Sí. Hay un concepto en la pandemia que es el de convivientes. Convivientes era la gente que vivía empadronada en el mismo sitio que tú. Con esa gente te podías quitar la mascarilla. Bueno, pues Bevilacqua y Chamorro, técnicamente, no tienen ningún conviviente. En su casa solo están empadronados ellos. En la casa de Bevilacqua sólo está empadronado Bevilacqua y en la casa de Chamorro sólo está empadronada Chamorro. Sin embargo, en el curso de la investigación y en el curso de esa soledad en la que viven cuando vuelven de trabajo, o de esa soledad compartía que viven cuando están trabajando juntos, porque hasta han fragmentado al equipo para no contagiarse entre ellos, en esa soledad descubren que ellos, aunque no en términos técnicos de la pandemia, también son convivientes. Son convivientes porque pasan la mayor parte del tiempo juntos y, además, ese roce, aunque sea profesional, ha traspasado los límites del trabajo para entrar en quienes son, en su ser más profundo. Probablemente nadie conoce a Chamorro con tanta profundidad como Bevilacqua y viceversa. Incluso hay un momento en el que se quitan la mascarilla y si cae uno, caen los dos porque, en cierto modo, son convivientes. Es una situación que no se podía producir en ninguna novela anterior de la serie. Esta coyuntura excepcional me ha servido para dar una vuelta de tuerca a su relación, que no podría haberle dado en otra, en otro contexto.
M.G.- Me llevaría más tiempo hablando contigo pero hay que acabar. Por último, quisiera plantearte algo. Vila ya tiene unos años. Chamorro es más joven. ¿Cabe la posibilidad de que Vila se jubile y continúes la serie únicamente con Chamorro?
L.S.- Bevilacqua se va a jubilar en ocho años porque en la ficción tiene cincuenta y siete años. Podría aguantar con una prórroga en la reserva hasta los sesenta y cinco. Puede que cambie la ley pero, si no cambia, en ocho años, es decir en 2028, a Bevilacqua lo pasaportan de la Guardia Civil. La ficción, como vemos en esta novela, va por el año 2020. Chamorro es más joven pero ya veremos. Cuando llegue a ese río ya veré qué puente hago para cruzarlo. Y no quiero destripar la novela pero sí diré que, en el desenlace, se va a producir un cambio sustancial en la situación de Bevilacqua y en la relación de los dos.
M.G.- Pues déjamelo ahí en el aire que tengo que terminarla.
L.S.- Te lo dejo ahí pero en la siguiente novela ya estará en otra situación.
M.G.- ¡Ah! Lo dejas ahí. Pues la terminaré pronto. De momento, te digo que la estoy disfrutando mucho. Me la estoy bebiendo porque es muy entretenida. Es verdad que la pandemia nos remueve a todos por dentro pero es algo que hemos vivido y ya está.
L.S.- Sí, lo tenemos que asimilar y lo tenemos que convertir en un aprendizaje, hasta donde cada uno sea capaz y tenga posibilidad de aprovecharlo.
A raíz de la pandemia, he perdido a personas muy cercanas pero bueno, eso es la vida y la vida es así. Creo que cuando uno tiene una conmoción de este calibre, también tiene una cierta obligación de extraer algo que te sirva para construir tu camino futuro. Creo que, a nivel individual, bastantes personas lo han hecho. Yo he intentado hacerlo y no sé si lo he conseguido pero sí sé que hay personas que se han replanteado cosas importantes en sus vidas. Me sabe mal que colectivamente no lo hayamos hecho. Es decir, hace cinco años el mundo estaba hecho unos zorros y ahora está casi peor y en peores manos. Qué poco hemos sacado en claro de lo que vivimos.
M.G.- No hemos aprendido nada. Lo dejamos aquí. Lorenzo, un placer tenerte en Sevilla.
L.S.- Un placer.
Sinopsis: Un caso único para Bevilacqua y Chamorro. Una de las sagas más exitosas de nuestro país que celebra tres décadas.
El subteniente Bevilacqua y la brigada Chamorro tendrán que enfrentarse a no de los mayores retos de su carrera: el esclarecimiento simultáneo de dos muertes en el momento más crítico que ha vivido nuestra sociedad en las últimas décadas.
Dos casos que dejan huella en una novela que nos habla sobre cómo con ocasión de la pandemia se hacen sentir las fuerzas adversas a nuestro bien común, a nuestro futuro, a nuestra esperanza; unas fuerzas que vienen de más atrás y van más allá de la acción del virus.
Una narración que explora, a través del género negro y de la complicidad entre un hombre y una mujer que llevan media vida batallando juntos, esa conmoción colectiva tras la que nada, tampoco para ellos, volverá a ser igual.
La historia más íntima de Bevilacqua y Chamorro. Una doble investigación en tiempos oscuros que los unirá como nunca y marcará un giro en su relación.