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lunes, 26 de noviembre de 2018

FELIZ FINAL de Isaac Rosa


Editorial: Seix Barral.
Fecha publicación: octubre, 2018.
Precio: 18,50 €
Género: Novela.
Nº Páginas: 344
Encuadernación: Rústica con solapas.
ISBN: 978-84-322-3410-1
[Disponible en eBook;
puedes empezar a leer aquí]


Autor

Isaac Rosa nació en Sevilla en 1974. Es autor de las novelas La malamemoria (1999), posteriormente reelaborada en ¡Otra maldita novela sobre la guerra civil! (2007), El vano ayer (2004), que fue galardonada en 2005 con el Premio Rómulos Gallegos, el Premio Ojo Crítico y el Premio Andalucía de la Crítica; El país del miedo (2008), reconocida por los editores con el Premio Fundación J.M. Lara como mejor novela del año, La mano invisible (2011) y La habitación oscura (2013), todas ellas publicadas en Seix Barral. Columnista de prensa, es también autor de varios libros de relatos y guiones de cómic. Su obra ha sido traducida a varios idiomas y llevada al cine en tres ocasiones. Colabora habitualmente en eldiario.es y La Marea.

Sinopsis

Esta novela reconstruye un gran amor empezando por su final, la historia de una pareja que, como tantas, se enamoró, vivió una ilusión, tuvo hijos, y peleó contra todo -contra ellos mismos y contra los elementos adversos: la incertidumbre, la precariedad, los celos-, luchó para no rendirse, y cayó varias veces. Cuando el amor se acaba, surge la pregunta: ¿dónde se torció todo?, ¿cómo hemos acabado así?

Todo amor es un relato de disputa, y los protagonistas de este cruzan voces, confrontan recuerdos, discrepan en las causas, intentan acercarse. Feliz final es una autopsia implacable de sus deseos, expectativas y errores, donde afloran rencores sedimentados, mentiras y desencuentros, pero también muchos momentos felices. 

Isaac Rosa aborda en esta novela un tema universal, el amor, desde las muchas interferencias que hoy lo dificultan: las condiciones materiales, la insatisfacción vital, el mercado del deseo, el imaginario del amor en la ficción... Porque es posible que el amor, tal y como nos lo contaron, sea un lujo que no siempre podemos permitirnos.

[Información tomada directamente del ejemplar]


Así suena Feliz final:



[Lectura de las páginas 11 a 13;
Música: Gnossienne de Satie]


Es bien sabido que cada novela provoca en cada lector un cúmulo de emociones y sensaciones, con mayor o menor intensidad. Por nuestras manos pueden pasar historias que nos dejan indiferentes y que pronto pasarán a ese baúl en el que se amontonan las vidas de unos personajes a los que raramente recordaremos. Sin embargo, un reducido número de relatos nos zarandea, nos trastorna, nos vuelve tarumba, se pega a nuestra alma y nos trasforma de tal manera que, tras la lectura, no volvemos a ser los mismos. Y son precisamente estas novelas, estas que tanto nos han gustado, de las que más nos cuesta hablar. Uno intenta ser vehículo de las mismas emociones que ha sentido durante la lectura, se enreda en mil explicaciones y rompe con frecuencia el hilo discursivo pero en ese caos dialéctico, el otro interlocutor queda contagiado de un entusiasmo desmedido. Aún así, ¿por dónde empiezo? ¿Qué os puedo contar de Feliz final si todo en ella me ha maravillado? 

A grandes rasgos la nueva publicación de Isaac Rosa nos habla de una ruptura, de un matrimonio que se desmigaja con el paso de los años, cuando la convivencia se ha vuelto tediosa, cuando se ha perdido la pasión y la ilusión, cuando terceras personas surgen en nuestro camino. Con estos mimbres, el lector puede llegar a pensar que es un argumento conocido y frecuentemente tratado, un melodrama en el que el dolor se instala en el epicentro del relato, una vez que el amor ha dado pie al desamor, arrasando todo a su paso, hundiendo a sus protagonistas en una profunda melancolía que avivan a base de recuerdos. Y efectivamente es así pero realmente, no del todo. Isaac Rosa es un mago, un prestidigitador reconocido al que no le hace falta una chistera para encandilar a su público. Le bastan las palabras, le bastan las emociones y especialmente esa mirada suya, transparente, sincera, objetiva, con la que retrata todo lo que se propone. La belleza de esta historia radica más en la forma que en el fondo porque lo que realmente hechiza de Feliz final es la manera en la que la historia se cuenta, la veracidad de las emociones, la conexión electrizante que se establece entre el lector y los personajes. 

Y así nos topamos con la historia de Antonio y Ángela, un matrimonio como otro cualquiera, como otros muchos que llevan más de una década en común, que unieron sus vidas un día para formar una familia, que concibieron dos hijas -Ana y Sofía-, y que ahora pasan por el trago de una separación. Será la ruptura el eje de toda la novela, alrededor de la cual orbitan los recuerdos, los momentos vividos, la tristeza, la melancolía, la añoranza y también los reproches. En un alarde de originalidad, Isaac Rosa opta por cambiar el curso normal de la narración. En Feliz final nada comienza por el principio sino por el desenlace. De este modo, y a través de mensajes que el matrimonio se intercambia -los de él en redonda; los de ella en cursiva-, el lector irá conociendo las distintas etapas por las que ha ido pasando el matrimonio, pero siempre de atrás hacia delante, desde el momento de la separación hacia esa conversación mantenida diez días atrás para analizar la relación, pasando por el descubrimiento de una infidelidad, hasta llegar a ese primer encuentro con el que todo empezó. 

Feliz final es la crónica de una luz que se apaga, son los estertores de una muerte anunciada. Y aunque de entrada conoces el final, lo que mueve al lector a continuar con la lectura es la sensación de ser parte de la historia, de querer mirarse en el espejo para asentir con la cabeza y confirmar con tal gesto que él también ha sentido el mismo dolor de Ángela o la misma frustración de Antonio. Ambos personajes son tan reales, tan humanos que a veces incomodan, pues sus reacciones, sus actitudes y comportamientos corresponden a un universo cercano, a esa esencia del ser humano, al 'yo' más interno, de tal modo que, al verlos moverse en un terreno que se vuelve conocido, entiendes por qué el uno pretende que el otro sea consciente del sufrimiento que padece, aunque para ello tenga que recurrir a tretas infantiles, y comprendes porque el otro se sienta en el filo de la cama, 'con las manos sobre las rodillas y la cabeza agachada', representando la viva imagen del dolor.  


Y dado que hay dos personajes protagonistas, ¿con cuál de los dos se empatiza más? Suele ser frecuente que cada lector, partiendo de sus propias circunstancias, conecta más con un personaje que con otro pero creo que en esta novela vamos a nadar constantemente de una orilla a otra. A priori me sentí más cerca de Antonio, un hombre al que le gusta el orden y la rigidez de los horarios. Pensé que él tenía una visión más realista y práctica de la relación, formulando reflexiones con las que me sentía muy afín. Sin embargo, posteriormente entendí que a Ángela no le faltaba su pizca de razón, como más adelante recalcaré. Ella recrimina a Antonio una dejadez, un abandono que perfectamente se convierte en el fruto maduro de la rutina. Así que, es posible que en las actitudes, emociones, sentimientos o actuaciones de uno y otro te veas reflejado o incluso podrás percibir a tu pareja, a un ex-, a un familiar, a un amigo,... a cualquiera que te rodee porque todo en esta novela es vida, es convivencia, es relación, es apego, es amor, es reproche, es dolor y es adiós.

Feliz final es puro gozo, de esas novelas en las que uno va marcando párrafo tras párrafo, tocado y hundido por un puñado de reflexiones que no engañan a nadie, que quieren quitarnos la venda de los ojos, para obligarnos a dejar de ser hipócritas, no solo ante los demás, sino ante uno mismo. Así que ya no vale que uno se escude en los hijos para seguir aguantando en una relación de aguas turbulentas que ahogan, ya no importa si la pareja lleva muchos años conviviendo porque en verdad siguen sin conocerse y nunca conseguirán saber con quién se comparte cama, ya no hay quien se crea que el amor puede ser eterno. Ya no más mentiras. Antonio y Ángela se dirán tantas cosas y tantas tan ciertas que no cabe mirar hacia otro lado y ahí te verás, lector, en medio de este campo de confidencias, dándole la razón a uno hoy y al otro mañana, porque en esto de las parejas y los matrimonios, en esto de las rupturas y las separaciones, generalmente nadie tiene la razón sino que la tienen todos, y todos acostumbramos a reaccionar del mismo modo.



Y contando la historia del revés, la estructura de la novela, viva y dinámica, no puede ser más que a la inversa, así que la abres y lo primero que encuentras es un epílogo al que le sigue el capítulo 8 y descendiendo, hasta llegar a un prólogo que cierra el texto como si de una broma macabra se tratara, como un trampantojo o una alucinación. Lejos de incomodar y perturbar, el lector transita por esta historia de espaldas y, ayudado por la maestría narrativa de Rosa, consigue ir pegando las piezas de un matrimonio roto. Tengo que decir que el autor hace fácil lo difícil. Y no me refiero a radiografiar una relación de pareja y su declive. Ni siquiera, a narrar del revés. La cosa va mucho más allá porque, cuando sientes que todo fluye, que te has adentrado en la vida de Antonio y Ángela sin estrecheces, uno cree que esto puede hacerlo cualquiera y piensas en tomar lápiz y papel para intentarlo. Ya os podéis imaginar el resultado.  

En definitiva, Feliz final ha supuesto una lectura brutal, original dentro de la temática que aborda, llena de matices, luces y sombras, reflejos en un espejo hecho añicos y que, página a página, se va recomponiendo. De la prosa de Isaac Rosa solo se puede decir que es soberbia y que, esta novela, con ese título desde el que el autor también quiere hacernos un guiño, debe ser una lectura imprescindible. 









[Fuente: Imagen de la cubierta tomada de la web de la editorial]
Puedes adquirirlo aquí:



viernes, 27 de mayo de 2016

AQUÍ VIVIÓ. HISTORIA DE UN DESAHUCIO de Isaac Rosa y Cristina Bueno.

megustaleer - Aquí vivió - Isaac Rosa / Cristina Bueno

 Editorial: Nube de Tinta.
Fecha publicación: marzo, 2016.
Nº Páginas: 256.
Precio: 19,95 €
Género: Novela gráfica. 
Edición: Tapa dura.
ISBN: 9788415594741
[Disponible en eBook y EPub]



 
Autores

Isaac Rosa (1974) es un escritor sevillano residente en Madrid. Es colaborador habitual de El Diario.es y La Marea. Ha publicado las novelas La Malamemoria, El vano ayer (Premio Rómulo Gallegos 2005), Otra maldita novela sobre la Guerra Civil, El país del miedo (Premio Fundación José Manuel Lara 2006), La mano invisible y La habitación oscura. Varias de sus novelas han sido traducidas en otros países y adaptadas al cine. Es además autor de dos libros de relatos, Compro oro y El puto jefe. Esta obra es su primera incursión como guionista de novela gráfica. 

Cristina Bueno nació en 1983 en Barcelona. Estudio Diseño gráfico en La Escola Joso. Publicó su primer cómic Sostres (Glenat) gracias a una beca. También ha publicado los cómics Ausencias (Astiberri), con guión de Ramón Rodríguez, y Las abuelas dan el golpe (Planeta) con guión de Raquel Franco.

Sinopsis

Una ruptura familiar, un cambio de casa, la adolescencia. Tres situaciones difíciles, y a Alicia le ha tocado vivir todas a la vez. Pero además hay algo extraño en su nueva vivienda: vecinos hostiles, un diario secreto y una visita inesperada.

Alicia emprende una investigación que nos acercará a la tragedia de miles de familias que han perdido su casa. Pero también a la lucha de quienes llevan años resistiendo contra los desahucios. 

Aquí vivió es la primera novela gráfica de Isaac Rosa, ilustrada por Cristina Bueno.



[Biografía y sinopsis tomadas directamente del ejemplar]


************************************


Las novelas gráficas están cada vez más en auge. Lo que antaño fueron los cómics y los tebeos, que me hicieron pasar tantos momentos divertidos durante mi infancia y mi adolescencia, se han desdoblado en otra variante que abarca cuestiones mucho más serias. En este caso, Isaac Rosa y Cristina Bueno nos acercan al espinoso tema de los desahucios. La crisis, ese monstruo que nos asusta y parece arrasarlo todo a su paso, está sembrando de desdicha las vidas de muchas familias que, entre otras muchas pérdidas, también han tenido que abandonar su hogar al no poder hacer frente a los pagos de la hipoteca. 

Los que aún nos mantenemos a flote sobre una balsa resbaladiza y zarandeada por un oleaje infernal, tendemos a pensar que ya tenemos bastante con nuestros propios problemas para tener que fijarnos en los de los demás. Que otras familias pierdan sus viviendas es un asunto que nos produce mucha tristeza pero, a los pocos minutos de leer en la prensa o ver en la tele la noticia de un nuevo desahucio más, solemos olvidar el asunto con rapidez. Pero ¿qué pasa con todos esos hombres, mujeres, niños y ancianos que se quedan en la calle?

Isaac Rosa y Cristina Bueno han querido tocar esta problemática que cada vez está afectando a más familias  en esta novela gráfica, con el objeto de poner ante nuestros ojos un problema que es de todos, tanto de los afectados como de los que no. Así mismo, quieren recalcar la labor de las plataformas y la implicación de un grupo de ciudadanos cada vez mayor que luchan contra un sistema, mal construido a todas luces. El objetivo final es evitar que los bancos arrebaten sus hogares a las familias mientras que los barrios se van llenando cada vez más de viviendas fantasmas en las que no habita nadie. 


Aquí vivió. Historia de un desahucio cuenta la historia de Alicia, una adolescente que tras la separación de sus padres se muda de casa junto a su madre. A la nueva vivienda, adquirida al banco a un precio económico pues procede de un desahucio -algo que Alicia y su madre desconocen-, no llegan con gran aceptación. Los vecinos parecen hacerles el vacío a las recién llegadas. Inicialmente la joven no entenderá lo que ocurre pero, tras hallar un diario en el interior de un armario, comprenderá que antes vivió allí otra joven como ella. A partir de ese momento Alicia se interesará por los anteriores inquilinos, indagará sobre lo que les ha ocurrido y averiguará el calvario que aquella familia tuvo que pasar al perder su casa. La joven centrará toda su atención en la búsqueda de la anterior familia y ese periplo le abrirá los ojos a una realidad de la que no sabía nada. 

Sin duda la aproximación que Isaac Rosa y Cristina Bueno hacen sobre el tema es muy real y resulta fácil identificarse con los personajes de esta historia. Habrá muchos momentos frustrantes y desdichados pero también habrá lugar para la esperanza. De este modo, se podría decir que la novela se divide en dos partes. Por un lado, esa parte más dramática con la separación de los padres de Alicia y el descubrimiento de la triste realidad que acecha a muchas familias. Por otro, una parte más esperanzadora con las asambleas y actividades organizadas por las plataformas, momentos en los que la compañía, el apoyo y la lucha conjunta fortalecen a los afectados.

El personaje principal será Alicia. Alrededor de ella girarán el resto, como su madre, su padre, su abuela y otro personaje más del que no quiero desvelar mucho. Junto a ellos, conoceremos fugazmente a los asistentes a las reuniones de desahuciados convocados por las plataformas. Nos acercaremos a su situación personal, a sus emociones y sentimientos y percibiremos que no están solos en la lucha.

Alicia ve cómo su mundo se ha roto en mil pedazos tras la separación de sus padres. Se siente expulsada de su propia vida pero el hallazgo del diario le hará entender que otros han pasado por un trago aún peor. En cualquier caso, la invadirá un sentimiento de culpabilidad y sentirá sobre ella la huella que otros dejaron a su paso por la vivienda. El camino que emprende Alicia la conduce hacia la comprensión, hacia la tolerancia, hacia la implicación, viviendo momentos que la harán madurar

El guión, obra de Isaac Rosa, se materializa a través de los dibujos de Cristina Bueno, viñetas en las que predominan dos colores, el verde pastel para representar el presente y el gris que acompañará a las escenas más dramáticas y las que transcurren en el pasado. 

Sé que muchos no os sentís tentados por las novelas gráficas pero, en esta ocasión, la temática bien merece la pena. Creo que la lectura de Aquí vivió. Historia de un desahucio se hace especialmente necesaria en los tiempos que corren para acercarnos, diría que de un modo prudente, a la problemática de los desahucios que cada vez vamos teniendo más cerca. Esto es lo que le ocurrió a Isaac Rosa tal y como nos cuenta en la entrevista que pudimos hacerle y que puedes leer aquí, y por eso se le ocurrió zambullirse en este proyecto. Creo que, una vez que hayas leído esta historia, mirarás a los afectados de otro modo.



[Ilustraciones e imágenes tomadas de Google]

Retos:

- 25 españoles
- 100 libros
- Novela gráfica


Puedes adquirirlo aquí:


martes, 24 de mayo de 2016

ENTREVISTA A ISAAC ROSA (Aquí vivió. Historia de un desahucio).

Autores

Isaac Rosa (1974) es un escritor sevillano residente en Madrid. Es colaborador habitual de El Diario.es y La Marea. Ha publicado las novelas La Malamemoria, El vano ayer (Premio Rómulo Gallegos 2005), Otra maldita novela sobre la Guerra Civil, El país del miedo (Premio Fundación José Manuel Lara 2006), La mano invisible y La habitación oscura. Varias de sus novelas han sido traducidas en otros países y adaptadas al cine. Es además autor de dos libros de relatos, Compro oro y El puto jefe. Esta obra es su primera incursión como guionista de novela gráfica.




Cristina Bueno nació en 1983 en Barcelona. Estudio Diseño gráfico en La Escola Joso. Publicó su primer cómic Sostres (Glenat) gracias a una beca. También ha publicado los cómics Ausencias (Astiberri), con guión de Ramón Rodríguez, y Las abuelas dan el golpe (Planeta) con guión de Raquel Franco.


megustaleer - Aquí vivió - Isaac Rosa / Cristina BuenoSinopsis


Una ruptura familiar, un cambio de casa, la adolescencia. Tres situaciones difíciles, y a Alicia le ha tocado vivir todas a la vez. Pero además hay algo extraño en su nueva vivienda: vecinos hostiles, un diario secreto y una visita inesperada.



Alicia emprende una investigación que nos acercará a la tragedia de miles de familias que han perdido su casa. Pero también a la lucha de quienes llevan años resistiendo contra los desahucios.

Aquí vivió es la primera novela gráfica de Isaac Rosa, ilustrada por Cristina Bueno.

[Biografía y sinopsis tomadas directamente del ejemplar]


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Al ser humano le pueden ocurrir muchas desgracias en la vida. Algunas, como una enfermedad o un accidente, están lejos del control del hombre. No obstante, hay otras situaciones, terribles también, que tienen en un origen sistemático o social creado por nosotros mismos. 

La crisis nos ha cubierto de miserias. Ha generado un efecto en cadena como esos juegos en los que la caída de una ficha de dominó precipita al vacío a la siguiente. Como consecuencia, muchas familias de este país, han perdido sus trabajos y por ende sus casas. De un tema tan delicado y tan espantoso como los desahucios nos habla Isaac Rosa (guión) y Cristina Bueno (dibujos) en esta novela gráfica titulada Aquí vivió. Historia de un desahucio.

El autor Isaac Rosa nos visitó en los últimos días de la Feria del Libro de Sevilla y con él mantuvimos una interesante charla que nos acercó a esta problemática.  Esto es lo que nos contó.


Marisa G.- Isaac has escrito diversos libros pero debutas en la novela gráfica con este género. Me gustaría saber porqué este género para este tema.

Isaac R.- Bueno, aparte de ser aficionado al cómic, y diría que hasta dibujante frustrado porque me hubiera gustado ser dibujante de cómic antes que novelista, pues esa era mi vocación en la adolescencia, he querido hacer algo lo más parecido a un cómic, a lo que realmente siempre me ha gustado. Pero más allá de eso, este libro sale de una propuesta editorial, de Nube de Tinta, que decide abrir una colección nueva de cómics, de novelas gráficas, con una mirada social y me proponen participar en el primer libro. Por entonces, yo andaba detrás de una historia, buscando cómo contar una historia sobre los desahucios, algo de lo que ya había escrito, pero no acababa de verlo como una novela y entonces me surgió la oportunidad de hacerlo con un cómic y aprovechar así los recursos que este género ofrece.

M.G.- Hablas de cómic y otras veces de novela gráfica. Algunos autores distinguen entre una cosa y otra. ¿Tú qué piensas?

I.R.- A mí gusta el término cómic, e incluso hasta tebeo, que es el término que yo usaba. Creo que novela gráfica es una idea editorial que pretende llevar el cómic a un público lector adulto que había dejado de leer el género. Se podría decir que la novela gráfica es el cómic para los adultos pero en realidad a mí me da lo mismo llamarlo de una manera u otra. Si existe una raya que divide una cosa de la otra, no sé dónde está.

M.G.- Te lo pregunto porque el cómic, tal y como lo hemos concebido siempre, está más relacionado con una temática humorística. En Aquí vivió no hay humor de ningún tipo. 

I.R.- Sí, se supone que sí. Por eso te digo que la novela gráfica está más encaminada al público adulto porque además te cuenta otro tipo de historias, que terminan en sí mismas, pero más allá de eso no te sé decir. En cualquier caso, las novelas gráficas no suelen abarcar un tema social. Más bien suelen tener un componente más autobiográfico, la propia historia del autor o del dibujante como protagonista y su propia creación como parte de la historia.

M.G.- ¿Y cómo  nace la idea de este libro? Me refiero a que si la idea surge porque te haces eco de toda esa información que vemos en los medios de comunicación o por el contrario tienes alguna experiencia cercana.




I.R.- Hasta hace poco pensaba que era yo el que se ha ido acercando a los desahucios pero en realidad me doy cuenta de que son los desahucios los que se han ido acercando a mí. Yo siempre he visto los desahucios con mucho interés pero de lejos, hasta que empezaron a suceder en mi barrio, justo enfrente del colegio de mis hijos. Y me refiero a desahucios visibles y ruidosos porque hay otros tantos de los que no tenemos noticias pero en estos que te digo había activistas intentando pararlos. De hecho a una vecina, una amiga de mi barrio, la detuvo la policía por intentar frenar un desahucio. Ha estado pendiente mucho tiempo de juicio y le pedían tres años de cárcel por resistencia a la autoridad. Así que sí, los desahucios vinieron a mí, a mi calle y empecé a interesarme cada vez más por el tema, comencé a hablar con afectados y activistas y entonces me di cuenta de que, frente a la creencia que yo tenía, que además creo que es compartida por todos, los desahucios no es un problema solo de los afectados, de una minoría, sino que es un problema mío, y tuyo, y de toda la sociedad.

M.G.- En esta novela abordas un nuevo inicio de la protagonista, Alicia, que se muda con su madre a una casa que adquiere a un banco porque procede de un desahucio. Aquí aúnas varios temas complicados. Por un lado Alicia es una adolescente, una época muy conflictiva, viene de una familia rota porque sus padres se han separado, y encima abarcas toda la problemática de la crisis. Haces un reflejo muy amplio de una parte de la sociedad.

I.R.- Si, por un lado creo que los desahucios funcionan como un observatorio desde el que ver la crisis y lo que está pasando. Si tú coges cualquier desahucio de los que ha habido y le pones la lupa y lo miras de cerca, ves la crisis, la política de vivienda, el sistema financiero, el activismo social, las desigualdades, el empobrecimiento, el paro... Contar un desahucio no solo te permite contar ese problema sino contar también la onda expansiva del desahucio que va mucho más allá.

Por otro lado también quería contar la historia de Alicia. Quería que fuera alguien ajeno a los desahucios, que apenas tiene información, que ve los desahucios de lejos, como los vemos la mayoría, y que no fuera directamente afectada pero que fuera llegando poco a poco a ellos. Además quería que fuera adolescente porque su mirada aporta un componente de cierta ingenuidad pero también una capacidad de sorprenderse e indignarse, algo que como sociedad hemos perdido. A Alicia no le ocurre eso. Alicia tiene capacidad de sorprenderse, de indignarse, de escandalizarse y de reaccionar como me pasa con otros lectores adolescentes. Mira, he estado visitando institutos y me he encontrado con jóvenes que me han hecho preguntas que nosotros, los adultos, ya no nos hacemos porque nos hemos insensibilizado o hemos perdido esa capacidad de sorpresa y de indignación.

Pero además había otra razón más. Alicia, al ser alguien que no solo es adolescente sino que está viviendo también un momento de su vida complicado, de alguna manera se siente desahuciada de la vida que tenía, que ella quería. El ver como ella también se ha sentido expulsada y está buscando ese lugar en el mundo me servía para que hiciera un poco como de eco de las vivencias de los desahuciados. Si ella está mal porque se ha mudado de casa, ¿cómo estarán todos esos que la han perdido?

M.G.- Me resulta curioso que hayas elegido a una adolescente como protagonista de esta novela. He pensado que quizá tu elección también se deba a una intención de concienciar a los adolescentes y que abran los ojos en unas edades en las que están pensando en otras cosas.

I.R.- Totalmente porque, aparte de todo lo que te he dicho, hay una intención de llegar a los lectores más jóvenes. Queríamos que fuera un libro de público amplio y que lo pudieran leer los adolescentes. Este es el primer libro que he escrito y que lo puede leer mi hija mayor que tiene doce años. Lo ha leído y ha hecho su propia lectura, al igual que mi madre, por ejemplo. Cada lector tendrá su nivel de lectura, jóvenes o adultos. 

Ayer estuvimos en un instituto en Sevilla, hemos hablado con estudiantes, con profesores pero no solo de los desahucios sino también de derechos sociales. La experiencia ha sido muy buena por lo que te decía antes, ellos todavía se sorprenden y se preguntan cómo es posible que ocurran estas cosas. Es más, incluso me han llegado a preguntar que qué pasa con los padres de Alicia, si al final se separan definitivamente o se vuelven a juntar. Los lectores adultos no te preguntan eso jamás. 

M.G.- Es verdad. A mí no se me ha ocurrido pensar en los padres.

I.R.- Es que no se nos ocurre. Y por supuesto, el hecho de que la protagonista sea adolescente seguramente favorece esa conexión.

M.G.- Fíjate que también es curioso que cuando Alicia y su madre se mudan a este piso que adquieren a través del banco el vecindario los mira muy mal. Claro, estamos acostumbrados a que exista mucha especulación y que exista gente que hace negocio de las desgracias de los demás pero, por otro lado, hay familias que si no es a través de este tipo de compra no podrían adquirir jamás una vivienda. Todo depende del punto de vista.

I.R.- Claro, y yo precisamente lo que quería es situar al lector en ese dilema. Si simplemente contara la historia desde el punto de vista de una familia desahuciada sería como ponérselo fácil al lector. Se pondría claramente de parte de la familia, sería solidario con su sufrimiento y punto. Pero si lo miramos desde el punto de vista de una familia que llega a una casa de desahuciados y es una familia que también tiene problemas económicos, enfrentas al lector a esa pregunta. ¿Qué haría yo en su lugar? ¿Esto es aceptable o no? Es un dilema que me he encontrado. Mi madre se tuvo que cambiar de casa y quiso adquirir una vivienda. Extrañamente le ofrecieron un piso muy barato y se enteró de que era un piso de desahucio que el banco había puesto a la venta. Tuvo una discusión consigo misma y al final optó por no comprar la vivienda. El dilema está ahí para que el lector lo valore. Los desahucios tienen responsables políticos pero también una gama muy amplia de responsabilidades intermedias, de formas de colaborar que también hay que tenerlas en cuenta.

M.G.- Me ha llamado mucho la atención que algunas familias que aparecen en tu novela y que son desahuciadas vuelven a sus casas a hurtadillas. ¿Esto ocurre realmente así?

I.R.- He conocido familias a las que han echado de sus casas y luego han vuelto, entre otras razones porque la casa se queda vacía, algo que ocurre en la mayoría de los desahucios. El banco sigue acumulando pisos vacíos con los que luego hace paquetes y los venden a fondos de inversión y hay familias que van desencadenando desahucio tras desahucio. He conocido algún caso en que los desahuciaron por una ejecución hipotecaria y perdieron su casa, luego los fueron desahuciando de casas de alquiler porque tampoco podían pagarlas. Al final ocuparon pisos vacíos de un banco, los echaron, volvieron otra vez y así continuamente. Es que no pueden quedarse en la calle. El lema que utilizan las plataformas de afectados «Gente sin casas y casas sin gentes» es totalmente real. Lo triste es que hay mucha gente sin casas cuando hay un montón de casas sin gente. 

M.G.-  Y otra cuestión totalmente incongruente es que estas personas que han perdido su casa tienen que seguir pagando, no pierden la deuda. El sistema no tiene lógica ninguna.

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