Mostrando entradas con la etiqueta Alba Carballal. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Alba Carballal. Mostrar todas las entradas

viernes, 1 de marzo de 2019

TRES MANERAS DE INDUCIR UN COMA de Alba Carballal

Resultado de imagen de tres maneras de inducir un coma


Editorial: Seix Barral.
Fecha publicación: febrero, 2019.
Precio: 18,00 €
Género: Narrativa
Nº Páginas: 288 
Encuadernación: Rústica con solapas.
ISBN: 978-84-322-3464-4
[Disponible en eBook;
puedes empezar a leer aquí]


Autora

Alba Carballal nació en Lugo en 1992. Es arquitecta por la Universidad Politécnica de Madrid y tiene estudios en Derecho por la UNED. Ha sido redactora en la revista especializada Arquitectura Viva y escribe también en otros medios de comunicación y difusión cultural, como la web literaria Zenda. Ha traducido textos periodísticos y libros. En 2016 obtuvo una beca de residencia literaria en la Fundación Antonio Gala para Jóvenes Creadores de Córdoba, durante la que desarrolló su primera novela, Tres maneras de inducir un coma. 

Sinopsis

La enigmática llamada que recibe Federico en la piscina municipal de Chamberí y una extraña oferta de trabajo son el punto de inicio de una aventura detectivesca protagonizada por un cuarentón sin perspectiva alguna de futuro. Obligado por las circunstancias a convertirse en una suerte de espía mercenario, se verá envuelto sin remedio en una realidad turbia en la que nada es lo que parece.

Un Madrid contemporáneo y underground sirve como escenario para la ópera prima de Alba Carballal, que, partiendo de referentes como Eduardo Mendoza, John Kennedy Toole y Pedro Almodóvar, desarrolla una farsa burlesca que coquetea con el humor negro.

[Información tomada directamente del ejemplar]



Estos últimos días vengo hablando de voces jóvenes, nuevos narradores, nacidos hace poco más de una veintena, exponentes de una generación complicada -¿cuál no lo ha sido?-, que vienen pisando fuerte y se asoman a la literatura después de haberse impregnado del estilo literario de grandes nombres. Es el caso de Alba Carballal, arquitecta y novelista, o novelista y arquitecta que, tras su paso por la Fundación Antonio Gala para Jóvenes Creadores con una beca en el curso 2016 - 2017, ve su nombre impreso en lo que es su primera novela, Tres maneras de inducir un coma, -e intuyo que no será la última vez-, un relato que empezó a gestarse antes de que se mudara a la capital cordobesa pero fue allí, con Séneca, Maimónides y Averroes como testigos, donde terminó de fraguarse. 

Estamos ante un estreno de lentejuelas y luces brillantes bajo un escenario construido por Seix Barral. Con un título tan misterioso y una cubierta inspirada en una foto de Ouka Lele, Carballal invita al lector a adentrarse en el mundo coral que nos ofrece, del que paso daros detalles.

Federico Ramírez Leal es un hombre de unos cuarenta años que vive con su madre. Licenciado en Geografía e Historia, parece un pobre diablo al que la vida le ha vuelto la espalda y no le ha concedido la independencia propia de su edad. Tras poner un anuncio en el periodo instigado por su madre, una mujer preocupada por el porvenir de su retoño cuando ella falte, Federico recibirá una llamada extraña con un propósito laboral. El interlocutor cita al protagonista para exponerle los términos del trabajo y, aunque él esperaba a un hombre -a juzgar por la voz al otro lado de la línea telefónica-, se presenta una mujer, Natalia. La joven es una belleza descomunal que antes llevaba por nombre Eduardo, Eduardo Mendoza para más señas. Pero un buen día descubrió su verdadera identidad sexual y salió del armario, transformando su cuerpo en lo que realmente sentía por dentro. Natalia es transexual. Aquel cambio de género provocó una catástrofe en su familia. Rechazada por un padre que había puesto en él todas sus machistas y misóginas esperanzas, la madre pone pies en polvorosa para apartarse de semejante terremoto familiar. Natalia se queda sola pero sabe que su nuevo yo traerá consecuencias de índole material. Sospecha que su padre, Joaquín Mendoza, un empresario textil montado en el dólar, piensa castigar el desagravio de su hijo-hija excluyéndola de la herencia. Así que, encarga a Federico trabar falsa amistad con el padre para enterarse de todo lo que pretende el empresario.  Y así pasa nuestro protagonista, de desgraciado sin sitio donde caerse muerto a detective privado. Lo que ocurre es que todo se complicará de tal forma que el desenlace nos dejará atónitos.

Al triángulo compuesto por Natalia, Federico y Joaquín se unirán una cohorte de personajes dispares que, en mayor o menor medida, también tendrán su parte de protagonismo. Tendremos a la madre de Federico -personaje del que jamás sabremos su nombre-, a Loli, una mala pécora en boca de Natalia, a Susana una socorrista que lleva doble vida, a Javi, gerente del bar en el que para Joaquín para ahogar sus penas. Todos ellos parecen tener un rasgo en común pero sobre eso hablaremos más tarde. 

Dice Alba Carballal que Tres maneras de inducir un coma se puede catalogar como una comedia negra. Sin duda, como buena sátira que es, no le falta humor, caracterizado por su mordacidad y su cinismo. El humor empleado por Carballal recuerda muchísimo al utilizado por otro autor que señalaré más tarde. No obstante, bajo es manto de comicidad que cubre toda la trama, se esconde la intención de abordar temas de más calado y es que la vida de esos personajes provoca de todo menos risa. Sin embargo, el humor siempre es un buen punto de vista. 

A su vez, y de nuevo como buena sátira, la novela se transforma en un vehículo perfecto para ejercer una crítica ácida sobre cuestiones que el lector irá descubriendo en el avance de la lectura. Por poner un ejemplo, Federico reflexionará sobra el afán del ser humano por mostrar apariencias, criticará también la transformación de una ciudad, Madrid, que ve como sus barrios más sencillos,  humildes y de toda la vida, se han convertido en otra cosa mucho más moderna pero también mucho más descafeinada, donde vivir es casi imposible para la gente de a pie.  

Y ya que he mencionado Madrid, habría que indicar que la villa del reino juega un papel muy importante en la novela pues su idiosincrasia y su mestizaje encaja perfectamente en una trama capitaneada por personajes tan singulares como los que ha construido la autora. Como nos comentó Carballal en la entrevista que le hicimos hace unas semanas (puedes leerla aquí) será frecuente que el lector pasee junto a Federico por las plazas y calles de Madrid, que veremos transformada, mientras él va reflexionando sobre las cosas que le están ocurriendo. Se podría tomar un mapa e ir trazando los lugares por los que Federico transita mientras pone en orden su mente. Estos paseos por la ciudad sirven para reencontrarse con espacios y verlos desde otro ángulo.

Pero si hay que hablar de personajes tendríamos que hacer parada y fonda para analizar los que pululan por las casi trescientas páginas. Federico Ramírez sería el cabecilla del reparto. A lo que he comentado anteriormente, debería añadir que se trata de un personaje de clase baja que siempre viste en chándal y al que le falta todo el glamour para moverse por según qué círculos. Puede resultar un personaje caricaturesco pero a medida que lo vamos conociendo te das cuenta que tiene buen fondo, es iluso, enamoradizo, entregado, buen amigo,... vale, le puede la avaricia pero eso lo hace más humano todavía. A mí me ha provocado mucha compasión porque hasta él mismo se da cuenta del papel que le ha adjudicado la vida y reconoce que es un perfecto idiota. Un pobre desgraciado que se verá envuelto en una situación delicada.

En cuanto a Natalia, la elegancia que muestra su cuerpo exuberante y lleno de curvas se torna en horterada  en cuanto se queda sola consigo misma. Es un personaje resentido -motivos no le faltan-, está dolida, recela de todo el mundo y solo quiere venganza. El rechazo que le ha lanzado su padre a la cara como un guante le ha dolido enormemente pero más le duele pensar que se va a quedar sin los millones que adornan la cuenta corriente del empresario textil. Por eso contratará a Federico, para adelantarse a los movimientos de su progenitor.  Aunque al principio entendí sus motivaciones, Natalia es en realidad una arpía a la que le mueve los impulsos más bajos y a la que no le importa llegar lejos aunque se lleve por delante a algún inocente. 

Sobre Joaquín Mendoza habría que empezar diciendo que sus poros rezuman un machismo recalcitrante. Mujeriego, putero y juerguista, lo peor que le podía pasar es que le saliera un hijo 'rarito, tú ya me entiendes' (es lo que él diría a quien quisiera escuchar su desgracia). Siendo un hombre conservador, ¿cómo iba a tolerar que su hijo fuera un transexual? Y a pesar de ser un tipo carca y rancio, a mí también me ha dado un poquito de pena porque Joaquín está muy solo y por eso acoge a Federico con los brazos abiertos. Intenta hacer de él el hijo que tuvo y que ahora es hija, o el hijo que nunca tuvo.

Pero de soledad también está impregnada la vida de la madre de Federico. Abandonada por un marido alcohólico y conviviendo con un hijo cuarentón sin oficio ni beneficio, esta mujer pasa las tardes plantada delante de la televisión, en bata y zapatillas, viendo los programas más rancios, incluidos aquellos de quiromancia y artes adivinatorias. No obstante, percibiremos una leve modificación en su proceder que tendrá su justificación posterior. 

Y en un plano aún más secundario, el resto de personajes. Como dije antes, creo que todos ellos tienen un nexo en común, la soledad. Todos están faltos de cariño o han tenido una infancia complicada, se han tenido que buscar la vida y se han visto obligados, por una circunstancia u otra, a alejarse del núcleo familiar. Por eso, y aunque no de forma constante y continua, creo que el lector podrá empatizar con ellos en algún momento de la narración. El dibujo que Alba Carballal hace de sus personajes es muy humano. Todos tienen luces y sombras, todos tienen defectos y todos se equivocan alguna vez. 

Tres maneras de inducir un coma contiene una historia de desamor, de sueños rotos, de dolor, de rencor y de venganza en la que navega un elenco sin par de personajes. Son buenos mimbres para tratarse del debut de Carballal pero diría que, por encima de la trama y el perfil psicológico de los protagonistas, prima mucho el estilo narrativo de la autora. Y al hilo de esto, retomo lo que comenté antes, el humor que destila la novela y que recuerda muchísimo al incomparable Eduardo Mendoza. Tres maneras de inducir un coma se puede entender un homenaje a la narrativa del autor, al que Carballal admira, y fruto de ese homenaje será también la elección del nombre y apellido de los personajes más principales. El texto está lleno de guiños explícitos y otros que corresponden a la esfera más privada de Alba. En realidad, toda la novela es un reflejo de los gustos de la autora y no solo a nivel narrativo. No hay más que echar un vistazo a las citas que abren los tres bloques en los que se divide el relato, tres partes que además, a través de los títulos, recuerdan a la novela picaresca. 

Con una narración inteligente y una prosa estilizada, Tres maneras de inducir un coma se articula a través de una estructura peculiar que no va a dejar indiferente a ningún lector. Existen capítulos que vienen encabezados por una indicación horaria. Son fragmentos protagonizados únicamente por Natalia. Al principio, creí que se trataba de conversaciones que ella mantiene con otra persona vía telefónica. No tardé mucho en entender que se trataba de monólogos interiores, conversaciones que ella mantiene consigo misma, donde ella saca su lado más macarra y que me han resultado muy divertidos. Y bajo esa cúpula estructural que descubrirá el lector al acercarse a esta historia, una insólita mezcla de géneros que van desde la propia narrativa, pasando por los guiones de cine empleando todos los tecnicismos del género (y es que esta novela tiene mucho de cinematográfico con escenas cortas que se desarrollan en capítulos cortos), una pieza teatral representada en un juzgado y hasta el género epistolar. 

Podría seguir enumerando todas las peculiaridades de esta novela pero creo que toca ya cerrar esta reseña e invitaros a leerla. A mí me ha sorprendido enormemente el debut de esta autora tan joven. Cierto es que la construcción de la historia parte de unos pilares básicos, pero sus personajes están muy bien construidos, cuenta con un estilo que a mí me ha resultado muy maduro y la estructura del texto supondrá un viaje lleno de dinamismo hasta llegar a un desenlace poco habitual. 







 

[Fuente: Imagen de la cubierta tomada de la web de la editorial]

Puedes adquirirlo aquí:

jueves, 21 de febrero de 2019

ALBA CARBALLAL: 'Espero que mi novela tenga una voz propia pero Eduardo Mendoza está muy presente por ser uno de mis escritores favoritos'

La Fundación Gala me toca relativamente cerca. En la familia tenemos a un pintor muy joven, absolutamente espectacular y brillante, paisajista y retratista, que ya apuntaba maneras desde bien pequeño. Pero, a su paso por la Fundación Gala gracias a una beca, su talento se ha disparado. Tras aquella experiencia estuvo un tiempo en Madrid y si no me equivoco, ahora reside en Londres aprendiendo y buscando su espacio. Sus cuadros son impactantes.

Y precisamente sobre la Fundación Gala estuve hablando la semana pasada con Alba Carballal, una joven escritora, también becada por la Fundación, que acaba de publicar novela con Seix Barral. Tres maneras de inducir al coma es una historia que no tiene desperdicio. Con reminiscencias a grandes voces literarias de este país, la autora crea a unos personajes curiosos y construye una sátira que deposita sobre una película de humor bajo la que subyacen temas de hondo calado. Os hablaré pronto de la novela, que he terminado con posterioridad a esta entrevista. Mientras tanto, os dejo con la entrevista.

Marisa G.- Por ponernos en antecedentes Alba. En 2016 recibes una beca de la Fundación Antonio Gala. ¿Cómo resultó la experiencia?

Alba C.- Para empezar, que me dieran esa beca fue una auténtica sorpresa. Yo no había publicado con anterioridad. Llegué con un proyecto, avalado por Antonio Muñoz Molina al que conocí por casualidad y al que mostré algunos escritos míos que le gustaron. Poco más, no es que esa conexión me sirviera para acceder directamente a la beca. Así que cuando me llamaron de la Fundación, me llegué una sorpresa enorme.

La experiencia para mí ha sido como el paso de una afición a una profesionalización. En la Fundación aprendes muchas cosas sobre este mundo, qué es un editor, un agente,... porque tú te pones a escribir en tu casa y desconoces todo lo demás. Y vivir allí, durante todo un año, con otras trece personas que hacen de todo, que son unas máquinas, músicos, pintores, poetas,... Una experiencia muy fructífera y muy enriquecedora.

M.G.- ¿Pero cómo es la mecánica? A ver, tú te levantas y te pones a escribir, el que pinta se pone a pintar... ¿cómo funcionáis allí?

A.C.- La beca es de residencia y mecenazgo pero luego el tiempo lo administras como quieras, salvo lo que Antonio Gala llama 'las fecundaciones cruzadas', es decir, sesiones críticas sobre el trabajo de uno de los compañeros. Cada semana le tocaba a uno y el resto de compañeros opinaba sobre lo que le parecía mejor o peor de su trabajo. Y luego están las visitas de otros creadores. A esos encuentros también hay que asistir. En nuestro año nos visitó Palmira Márquez, una agente literaria que ahora me lleva a mí, editores, escritores,... Pero, aparte de eso, vas por libre. Hay gente que trabaja por la noche y durante el día no se le ve el pelo, o al contrario. Yo era muy callejera. Necesitaba salir a la calle, ver gente,...

M.G.- Esta es tu primera publicación pero has comentado que le diste a leer algunos textos a Muñoz Molina. Entiendo que tienes más cosas escritas y guardadas en el cajón. 

A.C.- Tengo relatos pero creo que son muy malos. Luego tengo algunos escritos técnicos. Soy arquitecta y he escrito en revistas especializadas sobre arquitectura y urbanismo. Algún ensayo también hay pero novela, hasta ahora, ninguna. Y sin embargo es donde me siento más cómoda. Me defiendo mejor en las distancias largas. 

M.G.- La primera novela y encima con Seix Barral. Esto fácil no es. 

A.C.- He tenido mucha suerte. Mi editora se enamoró del texto, le gustó mucho y me dio la oportunidad de mi vida. De hecho, mi agente me comentó que empezaríamos por Seix y ya iríamos bajando.

M.G.- No has tenido que bajar mucho (Risas).

A.C.- Pues no (Risas).

M.G.- Bueno, en 'Tres maneras de inducir al coma' narra las aventuras de Federico, un cuarentón sin oficio ni beneficio, que de repente se ve metido a detective. Natalia, otro personaje, lo contrata para vigilar a su padre por unas cuestiones que no vamos a mencionar. ¿La idea nace en la propia Fundación o es parte de ese proyecto que tú envías como carta de presentación?

A.C.- Bueno yo presenté los dos primeros capítulos de la novela, acompañados de la idea que pretendía, por dónde iba a ir. Luego esa idea no tuvo nada que ver con lo que salió al final porque la estancia en la Fundación te va contagiando y va cambiando el curso de tu creación. Creo que es algo natural. 

De todos modos, no tenía muy claro cómo iba a ser el final. Escribo a base de intuiciones. No tuve nunca la trama totalmente planificada, como mucho, trabajo con esquemas pequeños, pequeñas secuencias. 

M.G.- Entiendo. Y Federico, ¿no es un poco caricaturesco? ¿Tú cómo lo ves?

A.C.- Hay algo de eso, sí. También tiene algo de Ignatius Reilly, de J.K. Toole,... un tipo mal vestido, un perdedor,... Sin embargo, también es un personaje con el que puedes empatizar porque no es excesivamente excéntrico. El lector puede pensar que, si se deja ir unos diez años, lo mismo termina pareciéndose a él. Creo que al final se puede entender por qué hace lo que hace, por dónde va, por qué no tiene aspiraciones,... 

M.G.- Sí, sí... yo lo veo también así. Y en cuanto a Natalia, una mujer transexual, no sé si te has inspirado en alguien para crear el personaje. A mí inevitablemente se me venía a la cabeza ciertas personas conocidas.

A.C.- No, no,... Natalia es una mezcla de mucha gente. Para crear a los personajes siempre parto de gente famosa o no, de gente cercana o no tanto, voy tomando características de unos y otros, que luego moldeo y transformo. En el caso de Natalia, me he basado en gente que no es transexual. Físicamente me recuerda un poco a Mónica Naranjo y el hecho de que sea transexual me sirve para dos cosas, la primera para demostrar que se puede crear un personaje muy cabrón aunque pertenezca a una minoría. ¿Por qué tenemos que hacer personajes planos? Natalia no es el personaje transexual de mi novela, es un personaje que resulta que, además, es transexual, pero también tiene otras peculiaridades. Es muy vengativa, tiene muchos problemas en su familia, ha tenido falta de cariño,... Que sea transexual es una característica más pero no es lo central del personaje.

La segunda, con el personaje he querido incidir en la importancia de empezar a interiorizar que la gente es diversa y diferente. No es tan raro, ¿no? No hay que magnificar tanto estas cosas...

M.G.- Darle naturalidad, por su puesto. Hay tantos personajes como personas, y tantas personas como identidades.

A.C.- Sí, eso es. Que Natalia sea transexual es un elemento que define ciertas aspectos de su personalidad como le ocurría a cualquiera que tuviera que pasar por algo tan potente como es una transición de género pero más allá de eso, es un personaje al que quise dar profundidad, que tuviera sus luces y sus sombras porque tiene un punto muy oscuro, ¿por qué no lo iba a tener? ¿Solo por ser transexual? Si es que ahí, radica también la verdadera igualdad.


M.G.- Visto así, tienes toda la razón. En cualquier caso, la novela es una sátira, hay mucho humor pero has comentado algo sobre Federico con lo que estoy totalmente de acuerdo. A mí es un personaje que a veces me ha inspirado mucha compasión. No sé si el tono humorístico se mantiene a lo largo de toda la novela.

A.C.- Es algo sinusoidal. Hay un tono de comedia que no nace de lo que pasa porque no es nada divertido. Lo que ocurre es que hay una gran diferencia entre lo que sucede y cómo lo cuenta Federico, un tipo muy pedante. Es un personaje que de repente tiene una voz muy grandilocuente, muy exagerada, muy académica y en realidad es un pringado. Pues en esa diferencia de cota es donde radica el humor. Pero en el fondo, si lo piensas, la novela es bastante dramática. De hecho, en una de las sesiones, me vino un compañero de la Fundación, Dimas Prychyslyy, un poeta que ganó el Valencia Nova el año pasado, diciéndome que había escrito algo muy triste. Se refería a una escena en la que los personajes van a un restaurante chino en Nochebuena. Realmente es algo muy penoso.

M.G.-  Efectivamente la novela tiene más trasfondo del que aparenta porque los personajes no tienen una vida precisamente para reírse, pero cambiando de tema, me gustó muchísimo el narrador, el que podríamos considerar principal. Es sarcástico, crítico, ácido, pero en relación a la voz narrativa, nos planteas un juego.

A.C.- La voz narrativa siempre me ha interesado. Muchas veces leemos novelas que, aunque están escritas en castellano, parecen más bien traducciones del inglés, resultan planas e insustanciales. Yo quería escribir una novela con personajes que tuviesen un voz característica. He jugado mucho con Federico y Natalia, los dos personajes principales, he querido trabajar mucho sus voces, hacerlas muy diferentes. El está contando la historia como si fuera un periodista, ella habla consigo misma; él es mucho más ordenado, ella es muy contradictoria, muy extremista. Y luego está la voz de la madre de Federico, que sale solo al final pero que es la que ayuda a que todo encaje.

M.G.- A mí la voz de Natalia me ha encantado. En esos fragmentos en los que conversa consigo misma, la veía delante de mí, gesticulando.

A.C.- Es muy divertida. Le debo mucho a Eduardo Mendicutti, un gran creador de voces femeninas, muy flamencas, muy kitsch, muy hortera, con un puntito macarra, porque Natalia es muy macarra.

M.G.- La estructura que has usado para desarrollar la historia también me ha parecido muy interesante. Tiene algún componente cinematográfico.

A.C.- Sí, es verdad. Generalmente me salen capítulos muy cortos, son como escenas. Normalmente cuando cambio de localización es como si la cámara girara. Entonces, corto y me voy a otro capítulo. Me sale de forma natural.

Luego me di cuenta que hay como un orden superior, una especie de agrupación en secuencias. Los capítulos se van agrupando en bloques, tienen sentido juntos y los uno bajo un título que emula a la novela picaresca. Esas secuencias se componen de diversas escenas de Federico y una de Natalia.





Todo fue muy orgánico aunque te lo esté contando de manera ordenada. Me salieron además tres partes que corresponderían a la estructura clásica del planteamiento, nudo y desenlace, solo que en mi novela sería planteamiento, nudo, nudo y luego un desenlace un poquito especial. Es verdad, que esta articulación en tres partes marcan el tono de la novela y hacen un homenaje a la novela picaresca pero también me sirve para hacer un homenaje a la novela kitsch, pastiche,... En realidad he mezclado muchas cosas. Hay partes que son guiones de televisión, monólogos interiores, todo ello combinado con referencias a series de Tv, a novelas, o canciones,... 

M.G.- Hay mucho dinamismo.

A.C.- Sí, con esta estructura intento demostrar que todo lo que recibimos, todos nuestros 'inputs' salen a la luz. Luego lo podemos camuflar y decir que nos hemos inspirado en Rayuela de Julio Cortázar,... No es verdad. Es muy deshonesto hacer una división entre alta y baja cultura y dejar unas cosas fueras. En mi educación sentimental, para mí ha sido tan importante un libro de Alejo Carpentier como un volumen de Harry Potter. Es así. Quien diga lo contrario miente. Todo esto lo he demostrado incluyendo citas tan dispares.

M.G.- Llaman la atención, sí. Es una mezcla curiosa con canciones de Antonio y Nacho Vega, Ismael Serrano, fragmentos de guiones de películas de Almodóvar,... Es muy atractivo.

Pero hablemos de Madrid, ciudad donde transcurre la historia. Está muy presente y el lector, si camina parejo al personaje, va recorriendo la ciudad.

A.C.- Es algo intencionado y con lo que estoy muy contenta. Estuve tentada de recortar algunas escenas porque hay capítulos que simplemente son un paseo por Madrid. Bueno, solo eso no, son paseos que van acompañados por las reflexiones del personaje, a raíz de los sitios que va recorriendo. Pero no me gusta tampoco catalogar la ciudad como personaje literario aunque en este caso, Madrid determina la acción. Esta novela no podría suceder en otro lugar o sí, pero pasarían otras cosas distintas. Madrid es una ciudad que tiene mucho carácter, muy propicia para situar a este tipo de personaje, tan perdedores, porque es una ciudad muy polarizada, con muchos ambientes de ganadores y otros de perdedores. Y luego es una ciudad que tiene un punto kitsch o flamenco, algo que se ve fenomenal en la serie 'Arde Madrid' de Paco León. Es fantástica. 

M.G.- Efectivamente hay paseos con reflexiones y críticas. Y precisamente hablando de Madrid, se critica esos lugares que han sido espacios comunes y mundanos y que ahora se han convertido en centros de devoción, muy snob, donde todo es carísimo como los típicos mercados reconvertidos en centros de ocio. Que está muy bien pero se abusa bastante.

A.C.- Sí. Por ejemplo, Federico compara mucho el Chueca de su juventud con el Chueca actual, que no tiene nada que ver con el que él recuerda. Probablemente, el barrio ha mejorado mucho pero en ese proceso de mejora también se ha expulsado a los vecinos del barrio. Eso, por no hablar de las viviendas de Airbnb. Los barrios céntricos de las ciudades, que han sido lugares de vida en común se están convirtiendo a pasos agigantados en lugares hechos para el turista, desparecen los supermercados y aparecen tiendas de souvernirs,... Es una realidad triste. A mí me preocupa esta deriva. Y claro, todo eso lo he querido reflejar en la novela porque además, como arquitecta y urbanista, lo tengo muy presente.

M.G.- Hay bastante crítica en la novela, algo que se agradece pero hablando de los referentes literarios que menciona la sinopsis, he notado, casi sentido, en el texto a Eduardo Mendoza. 

A.C.- Sí, sí, es así. Empecé la novela, y te lo digo tal cual, cogiendo 'El misterio de la cripta embrujada'. La desmenucé hasta casi lo enfermizo, casi frase por frase, para intentar averiguar cómo Mendoza hace lo que hace, y lo hace tan bien. A partir de ahí, cuando tú imitas de algún modo, inevitablemente lo haces tuyo, lo transformas, lo conviertes, le das tu sello, aunque siempre queda algo de poso. Espero que mi novela tenga una voz propia pero Eduardo Mendoza está muy presente por ser uno de mis escritores favoritos, lo leo desde que era muy pequeña. Es mi forma de aprender a escribir, leyendo a gente que me parece buena.

M.G.- Has mencionado antes ese desenlace peculiar que yo solo he ojeado porque sabes que todavía no he terminado de leer la novela. ¿Se podría decir que ese desenlace explica el título? 

A.C.- No es que explique el título pero sí hace referencia, se le da esa vuelta de significado metafórico. Ese desenlace tiene que ver con una forma de ver el mundo un tanto politizada o convertida casi en esperpento, desde esta moral tan opresora que a veces nos condiciona tanto la vida. 

El final se divide en dos partes y cada una de ellas en tres capítulos. La primera  se titula 'Tres cosas hay en la vida' y se divide en 'Salud', 'Dinero' y 'Amor'. Son cosas de las que se hablan constantemente en la novela. El dinero está muy presente, también la salud y el amor, aunque sea de un forma muy perversa. Son las tres cosas que vertebran el relato y casi todos los relatos, no solo el mío. En esa canción popular hay mucha más filosofía que en un tratado griego. Ahí está condensado lo que le interesa a la mayoría de personas. Y luego está la segunda parte del desenlace que lleva el mismo título que la novela y cuenta con tres capítulos 'Palabra' 'Obra' y 'Y omisión', de la que mejor no decir nada.

M.G.- Has mencionado grandes nombres de la literatura pero es verdad que la gente joven estáis haciendo un trabajo espectacular. De tu generación, ¿destacarías algún nombre?

A.C.- Hay gente muy buena escribiendo. De menos de cuarenta años, Juan Gómez Bárcenas me parece un escritor brillante. Me gusta mucho el poeta Javier Vicedo, que también ha salido de la Fundación Gala, María Zaragoza en el género fantástico, Dimas Prychyslyy fue compañero mío y es un poeta bestial. Javier Padilla acaba de ganar ahora el Premio Comillas con una biografía de Enrique Ruano, un militante antifranquista. Todavía no se ha publicado pero he tenido la oportunidad de echarle un ojo y es fantástico. O Cristina Morales que acaba de ganar el Herralde con un libro espectacular. Hay gente realmente buena haciendo cosas, y entre esa gente, muchas mujeres.

M.G.- Doble alegría entonces. Alba, no te robo más tiempo. Te deseo toda la suerte del mundo. 'Tres maneras de inducir al coma' es una novela que me está gustando mucho. Espero verte pronto con la próxima.

A.C.- Bueno, espero que sí. Muchas gracias.

Ojito al nombre de Alba Carballal. Ojito a los nombres de la gente joven que está escribiendo y lo hacen de manera fabulosa. Son el futuro de la literatura y hay que apostar por ellos, especialmente cuando te encuentras con historias tan bien urdidas como la que contiene 'Tres maneras de inducir al coma'. Os hablaré pronto de ella. 




Ficha novela

Editorial: Seix Barral.
Encuadernación: Rústica con solapas.
Nº Páginas: 288
Publicación: Febrero, 2019
Precio: 18,00 €
ISBN: 9788432234644
Disponible en e-Book

Puedes empezar a leer aquí.
Ficha completa aquí.




Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...