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jueves, 19 de diciembre de 2024

NEREA PASCUAL: ❝Carlos era una persona que conocías y te llenaba al minuto❞

No conocía a Nerea Pascual. Leer su libro me empujó a buscar información sobre esta joven, nacida en Alicante y de 23 años de edad.  Conocida en redes como @lanenahbrugal, Nerea publica su primer libro, Cuando el cielo se vuelva amarillo, en el que cuenta su relación con Carlos. Dicho así, cualquiera podría pensar que se trata de una novela romántica escrita por y para los jóvenes, pero la cosa no es tan simple. Porque, si bien la historia entre Nerea y Carlos es bonita y romántica, lo cierto es que esta novela cuenta con un desenlace, anunciado, que se aleja total y absolutamente de la felicidad. Y es que Carlos falleció a causa de un sarcoma de Ewing, enfermedad que, a día de hoy, no tiene cura. 

En Cuando el cielo se vuelva amarillo, Nerea cuenta su historia. Nos hablará de cómo conoció a Carlos, cómo inició su relación con él, cómo afrontó la enfermedad de su pareja. Pero también nos permitirá conocer a Carlos, saber de qué manera sobrellevó su enfermedad y, sobre todo, lo mucho que ambos aprendieron juntos.  

Marisa G.- Nerea, un placer conocerte, saludarte y tenerte en Sevilla, con esta novela, que es tu primera novela. No te conocía. A raíz de leer el libro, sí que he mirado tus redes sociales. Imagino que mucha gente joven te conoce pero, los que ya tenemos una edad, igual no. Así que, en primer lugar, y antes de empezar a hablar del libro, me gustaría que me contaras quién es Nerea.

Nerea P.- Esa es siempre la pregunta más difícil de responder. ¿Quién soy? Pues una chica normal y corriente, que estudió maquillaje y caracterización pero que,  cuando acabó, no le acababa de cuajar. Mientras estudiaba, me planteé hacer vídeos en TikTok, mostrando cómo me maquillaba. Me encanta maquillarme pero el hecho de maquillar a otra gente no me gusta tanto. Así que empecé a hacer mis vídeos y a la vez incité un poquito a Carlos que hiciese los suyos, hablando de su experiencia con el cáncer. Pensé que eso podría ayudar a mucha gente por su naturalidad y demás. Al final, creo que los dos fuimos creciendo un poco, a la vez. La gente nos conocía juntos por nuestra relación y, a la vez, por separado. A raíz de su muerte fue un boom. Se hizo súper viral. Yo seguí con las redes y con otros trabajos. Definitivamente, he tirado por redes sociales y ahora soy escritora.

M.G.- Carlos es el origen de este libro, Cuando el cielo se vuelva amarillo. Como digo, es tu primera novela. ¿Qué historia vamos a encontrar?

N.P.- Básicamente es una historia de amor adolescente como cualquier otra, pero con, entre muchas comillas, el problema, aunque para mí no fue un problema, de que mi pareja tenía un cáncer, un sarcoma de Ewing, una enfermedad que, a día de hoy, no tiene cura. En el libro cuento lo que es tener una relación adolescente, a la que se le añade que hay una enfermedad de por medio y sabiendo que, a lo mejor, no hay futuro para esa persona. Eso es lo que cuento en la novela, saber que no hay un futuro juntos pero, a la vez, tú quieres estar con esa persona y punto, y no te importa nada más.

M.G.- Si no me equivoco, la idea de este libro la comentaste con Carlos antes de que falleciera pero, ¿cuál es el propósito de este libro? ¿Se trata de curar tus heridas, pasar el duelo, concienciar a la sociedad o que conozcamos a Carlos y que lo hagamos un poco nuestro?

N.P.- Siendo sincera, creo que es más por mí, a nivel personal, para ayudarme con el duelo y para afrontar cosas. Para que la gente lo conozca ya están sus vídeos. La gente lo conocía muy bien.  Con el libro lo pueden llegar a conocer un poco más pero creo que me van a conocer más a mí. Él era muy transparente. Yo también lo soy, pero sus vídeos eran más de hablar, mientras que los míos son de estar más callada, maquillándome.

M.G.- Es una historia que tiene parte de ficción. La historia que cuentas tiene su eco real porque es la historia de amor que vivisteis pero, por ejemplo, has cambiado los nombres de los protagonistas.

N.P.- Cuando digo que es una historia ficcionada es porque no es tal cual sucedió. No quería escribirla tal cual porque entonces sería algo autobiográfico y no quería que fuese así. Las conversaciones y el aprendizaje que viví es tal cuál pasó pero hay parte de ficción que viene de mi imaginación.


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M.G.- Lola y Nico son los personajes principales, aunque habrá otros más. Lola será una de las voces narradoras. ¿En qué se parece Lola y Nerea?

N.P.- Siempre lo digo, Lola es como la versión que yo veo de mí. Todas mis amigas me han dicho que me he portado muy mal conmigo en el libro. Pero es lo que yo veo que transmito a la gente. Siempre tengo la sensación de que voy a caer mal, que la gente cree que me gusta llamar la atención, bla, bla, bla,... Pero luego, mis amigos me dicen que no es para nada así. Sin embargo, es como yo me veo. El personaje de Lola lo he escrito yo y es como yo me siento. No tenía otra forma de transmitirlo. Pero el personaje de Nico me ha resultado súper fácil porque conocía muy bien a Carlos y he conseguido plasmarlo tal cual era él. Eso también me lo ha dicho mucha gente.

M.G.- Nico también va a narrar algunos capítulos de la novela. ¿Por qué optas por darle voz en primera persona también a él?

N.P.- Era bueno porque hay muchas cosas que si las dijese Lola no se entenderían de la misma manera. Por ejemplo, el tema de cómo quiero que sea la vida después de mi muerte quedaba mucho mejor si se narraba desde su perspectiva, para que calase en la gente el mensaje de no voy a estar pero la gente de mi alrededor, mis seres queridos, Lola, tienen que seguir con su vida. Por eso decidí narrar también desde su perspectiva.

M.G.- Lola tiene que enfrentarse a una realidad que no va a tener buen desenlace, eso ya lo sabemos. Otra persona, en estas circunstancias, huiría de esa situación pero ella decide quedarse al lado de Carlos. Me parece una decisión valiente.

N.P.- No creo que sea valiente. Siempre me dicen que soy muy fuerte, muy valiente pero.... Es como si a tu pareja le sale un cáncer, ¿por qué tengas 50 años es válido quedarte al lado de tu marido pero si le pasa a alguien de 20 años, como son jóvenes y llevan saliendo poco tiempo, no es válido? En mi cabeza no entraba otra cosa. Simplemente estaba con alguien que ya había tenido un cáncer previo. Yo sabía que la enfermedad estaba ahí. Se le volvió a reproducir a los pocos meses y en ningún momento pensé en dejarlo. Eso no entraba en mi cabeza, siendo sincera.

M.G.- Sin embargo, en la novela, sí vamos a ver a la madre de Lola intentando persuadir a su hija para que se ahorre ese mal trago.

N.P.- Sí. Yo he tenido más vivencias con el duelo y creo que lo que la madre intenta es protegerla, tratar de evitar que vuelva a pasarlo mal. Eso es instinto de protección. 

M.G.- ¿El Nico que vemos en la novela es un fiel reflejo del Carlos que conociste?

N.P.- Sí. Mucha gente que lo conocía me ha felicitado por cómo lo he plasmado. Creo que lo he hecho muy bien y no lo digo porque lo haya hecho yo.

M.G.- ¿Cómo era Carlos?

N.P.- Pues muy positivo y alegre, siempre con la mente súper abierta, dispuesto a darles todo a todos. Siempre ponía a los demás por delante de sí mismo. Carlos era una persona que conocías y te llenaba al minuto. En el hospital todo el mundo sabía quién era, los niños lo conocían. Dejaba huella. Es una persona amarilla, como digo yo, que vienen, aparecen un momento y se van, pero te dejan con una lección de vida increíble. 

M.G.- ¿Qué aprendiste tú de tu relación con Carlos y de la manera que él tenía de afrontar la vida y su enfermedad?

N.P.- Sobre todo, el carpe diem. Es lo que intento transmitir en la novela, vivir el día a día. El cáncer te hace tener un poco más presente que la muerte está ahí y parece que no somos capaces de asimilar lo afortunados que somos estando sanos. Tenemos un montón de oportunidades ahí fuera y siempre tenemos miedo de todo pero hay que aprovechar el día a día. Creo que es la mayor lección que he aprendido de él. 

M.G.- La palabra cáncer sigue dando miedo a la sociedad. Diría incluso que, a veces, como ciudadanos, tratamos de apartarnos un poco de las personas que sufren ciertas enfermedades. Es una palabra tabú y creo que las personas que sufren estas enfermedades están como dentro de una burbuja, se les aísla un poco.

N.P.- Sí. Además, a día de hoy, se sigue hablando del cáncer como igual a muerte. Es algo que aprendí con Carlos. Él tenía una enfermedad que no tiene cura pero, a día de hoy, a no ser que tengas un cáncer muy avanzado, la mayoría de la gente se cura. Hoy hay muchos avances y no tiene que estar ligado obligatoriamente a la muerte. Pero bueno, parece que, de lo que no se habla no existe. Y también es verdad que, cuando hablamos de cáncer, siempre pensamos en personas adultas pero también afecta a niños y a adolescentes. Hay muchas familias afectadas por el cáncer infantil y adolescente. Y esta novela es también un homenaje a toda esa gente, a los que intento dar un poco de voz, contar que están ahí, que son gente normal, aunque tampoco me gusta usar mucho esa palabra. Ellos no quieren ser tratados de otra manera, ni que se les vea con ojitos de pena ni nada de eso. Ellos son chavales normales que quieren ir al instituto y que, de vez en cuando, tienen que ir a hacerse un tratamiento de quimioterapia y punto. No hay que tratarles de otra manera.

M.G.- ¿Qué emociones te recorrieron a lo largo de la escritura de esta novela?

N.P.- Obviamente me removió mucho. Es algo complicado. El cerebro, al final, tiende a endulzar los recuerdos. La novela está escrita basándome en mi diario. Ha sido duro al ver lo que había escrito en esos momentos, en los que no veía ni un rayito de luz. Pero bueno, al final he disfrutado un montón. He descubierto una cosa que me encanta y, sobre todo, una faceta mía que no conocía y que estoy disfrutando mucho.

M.G.- Al poner el punto y final, ¿sientes que esas heridas han cicatrizado un poco más?

N.P.- He puesto el punto y coma, se podría decir.

M.G.- ¿Significa eso que habrá otra novela?

N.P.- No, no, no. Novela, no. Me refiero en cuando a mi proceso de duelo. Para mí, el duelo no se acaba y ya está. Aunque pasen los años, siempre te remueven cosas. Por ejemplo, con mi padre, hay días que cogería el teléfono para hablar con él y me doy cuenta de que no puedo. Poner punto y final a un duelo es complicado. Un punto y coma, sí. Pero con la novela, me siento diferente. Siento que he avanzado mucho.

M.G.- La acción de la novela transcurre o coincide con la llegada de la pandemia. Creo que ocurrió así de verdad y eso lo dificultó todo mucho. Para una persona, como Carlos, que estaba en una situación delicada de salud, la llegada de la pandemia lo complicó todo mucho más.

N.P.- Sí. Nosotros nos conocimos en octubre de 2019. La pandemia llegó en marzo de 2020. Fue entonces cuando le encontraron el tumor en la cabeza. La pandemia fue algo súper fuerte a nivel mundial pero es verdad que el resto de enfermedades, que no eran el Covid, se dejaron en un tercer o cuarto plano. Carlos, como paciente oncológico, se vio afectado. Tenía un tumor en la cabeza del tamaño de una naranja y tardaron en operarlo dos semanas porque no había camillas. Y luego, para ir a quimio, para ir al hospital, era un show. Fue una locura. Pero bueno, dentro de lo que cabe, somos muy afortunados por tener un sistema sanitario público. No nos podemos quejar más. 

M.G.- Nerea, esta novela es muy actual. Eres una escritora muy joven y, por lo tanto, vamos a encontrar mensajes de WhatsApp, referencias a TikTok. Me ha hecho gracia encontrar rutinas de skincare, outfits y estas cuestiones tan actuales pero también hay espacio para otras épocas. Los protagonistas se entretienen viendo series tan antiguas como Aquellos maravillosos 70.

N.P.- Es lo que veíamos por entonces.

M.G.- Hay una mezcla de épocas.

N.P.- Somos una generación de series y de pelis. Lo que no une una canción, puede unir un libro o una serie.

M.G.- ¿Y tú ves a lectores de 40, 50, 60 años leyendo esta novela o está escrita con la intención de dirigirla a un público de tu edad, un público lector muy joven?

N.P.- Obviamente es una novela juvenil pero algo que recalco mucho es que trata de algo que nos va a pasar a todos. No solo me refiero a la pérdida de una pareja, sino a la pérdida en sí.  La novela ofrece muchas perspectivas y creo que eso es lo interesante de este libro. Por eso creo que es un libro que puede leer todo el mundo. 

M.G.- Y hay otros personajes. Por ejemplo, está Valeria que también va a tener bastante protagonismo. Ella es la amiga de Lola. No sé si Valeria está inspirada en alguien real. 

N.P.- Tanto Sofía como Valeria son la mezcla de todas mis amigas. Valeria también sufre una enfermedad, aplasia medular, y este personaje está basado en mi amiga Victoria que tuvo esa enfermedad. Ella es una mezcla de todas mis amigas. Si elegía a una sola, las otras se iban a enfadar. Así que hice una mezcla de todas ellas. Valeria también tiene un papel fundamental porque, siendo adolescente o adulto, tener a un amigo o a un familiar es algo súper esencial y más cuando vives algo como esto. 

M.G.- El color amarillo que figura en el título tiene cierto significado. Cuéntanos por qué ese título.

N.P.- Quería que la palabra amarillo estuviera en el título porque era el color favorito de Carlos y me recuerda mucho a él. Aparte, el amarillo es el color de los lazos en el cáncer infantil y adolescente. De alguna manera, el color amarillo tenía que salir. Y luego, por los atardeceres. Yo soy muy romántica y creo que quedaba bien.

M.G.- ¿Qué crees que pensaría Carlos de esta novela?

N.P.- Lo primero que me diría es que lo he conseguido. Era algo que ya había hablado con él. Se reiría seguramente, sobre todo, de sus partes. Y supongo y espero que estaría muy orgulloso de mí. 

M.G.- Seguramente. He leído que eres vicepresidenta de la Asociación Charlie. Imagino que será una asociación que se funda a raíz del fallecimiento de Carlos. ¿Esta asociación qué trabajo tiene? ¿Qué hay detrás de esta asociación?

N.P.- Sí, yo soy la vicepresidenta y la madre de Carlos es la presidenta. Básicamente lo que intentamos es seguir con su legado. Él tenía muchos proyectos en mente, tanto dentro como fuera del hospital. Pensamos que, aunque haya fallecido, no tiene por qué quedarse cosas en el tintero. Lo que hacemos es organizar actividades de ocio y tiempo libre para los chavales que están en el hospital. Dentro del hospital hay otra asociación - Aspanion-, que ya se encarga de las cuestiones psicológicas. Nosotros nos centramos más en el ocio. Ahora estamos recaudando fondos para irnos al Camino de Santiago el año que viene. Por desgracia, hay muchos adolescentes en planta este año y ya nos queda poco para recaudar lo que nos hace falta. Pero lo que hacemos es básicamente eso, ocio, excursiones, diversión para salir un poco de la burbuja del hospital.

M.G.- Un bonito proyecto. Nerea, muchas gracias por atenderme. Suerte con esta novela y con la asociación que tenga un respaldo económico y podáis ayudar a muchas personas. 

N.P.- Muchas gracias.

Sinopsis: ¿Qué harías si tu relación tuviese fecha de caducidad? Basada en la historia real de Charlie y Nerea, esta novela es un canto a la vida y al amor.

Lola, una adolescente en su último año de instituto, está llena de inquietudes sobre su futuro y no sabe qué hacer con su vida. Aunque tiene muchas ganas de conquistar el mundo, también está repleta de inseguridades, que la mantienen atada a su zona de confort.

Nico, por su parte, vive cada día como si fuera el último, disfrutando intensamente del presente porque su futuro es incierto.

Sin esperarlo, los caminos de Nico y Lola se cruzan e, inmediatamente, se convierten el uno para el otro en «la persona perfecta en el momento perfecto». Nadie dijo que sería una relación fácil, pero juntos aprenderán a vivir un carpe diem real.

Cuando el cielo se vuelva amarillo es una auténtica lección de vida que te hará comprender el verdadero significado del amor, algo muy simple en esencia, pero que el ser humano tiende a complicar innecesariamente.

martes, 16 de julio de 2024

PEPA MUÑOZ: ❝Tengo muy buenos amigos que me quieren mucho❞

Si alguien me hubiera dicho que a Pepa Muñoz, la chef al frente de El Qüenco de Pepa en Madrid, le gusta cantar, tiene devoción rociera, y hace el camino a la aldea del Rocío con la Hermandad de Triana hubiera puesto una cara de incredulidad total. Pero lo cierto es que es así. Ella misma lo cuenta en su libro, su primer libro, Un puchero de verdades, que edita con Espasa. En este libro, esta cocinera de padres andaluces hace repaso a su trayectoria, mezclando en un buen guiso lo que supone su vida personal y profesional. No estamos ante un libro de recetas propiamente dicho, sino ante un testimonio personal que, además, incorpora las elaboraciones de algunos de los platos más tradicionales de nuestra gastronomía. A Pepa, el veneno de los fogones se lo metió su padre en las venas. Aquel hombre, cuya muerte supuso un duro golpe para una joven Pepa, cambió un día el volante por los peroles.

Con una de las caras más visibles de la gastronomía española estuve conversando hace algunas semanas.  

Marisa G.- Pepa, pues es un placer conocerte y tenerte en Sevilla. Vienes con un libro que se puede decir casi recién salido del horno, nunca mejor dicho, con este puchero de verdades. Es la primera vez que tú escribes un libro.

Pepa M.- Sí, sí, es mi primer libro. Cuando nacieron mis hijas, que van a cumplir ahora dieciocho años, empecé a hacer anotaciones sobre la gente a la que su madre les había dado de comer, tanto gente conocida como gente anónima. Y luego dejé de hacerlo porque con las niñas, mellizas las dos, pues fue inviable. De vez en cuando apuntaba algo, tomaba notas, hasta ahora que ha llegado.

M.G.- ¿Y qué tal la experiencia de escribirlo?

P.M.- Bien, muy bonita. Ha sido un trabajazo de memoria porque yo situaba e intentaba colocar los hechos. No sabía si esto pasó antes o pasó después. En muchos momentos, he tenido que colocarme ante un guión, con una organización, para poder contarlo.

M.G.- Claro, tener que ordenar todos los recuerdos. 

Pero, a ver, siendo tu cocinera, el que tenga tu libro en las manos pensará que es un libro de recetas y sí que hay recetas pero también hay algo más. ¿Tú cómo definirías el libro?

P.M.- El libro es como mi biografía gastronómica. Hay recetas, claro, pero también hay recetas de vida. En total hay como treinta recetas que muestran cómo ha sido mi trayectoria, cómo he ido evolucionando en algunos momentos o que son recetas que tienen algún sentido en mi vida. Hay muchas anécdotas porque llevo muchos años trabajando y me han pasado cosas muy bonitas. Empecé a trabajar y a cocinar con ocho años, siendo una niña, y he sacado todo lo mejor de esa experiencia. No tengo ninguna cosa que echar en cara a mis padres, sino todo lo contrario porque, al final, mira dónde estoy hoy por hoy. 

M.G.- Gracias a tus padres de los que ahora hablaremos ahora. Como dices, has ido tomando anotaciones a lo largo de los años pero, ¿cómo surge la idea de ponerte ahora a escribir?

P.M.- Pues mira, me lo estaba pidiendo muchísima gente. Me pedían más recetas. Mi restaurante, El Qüenco de Pepa, ha hecho ahora veinte años. Creo que era el momento. Además de mis vivencias, también contaba con material para contar sobre los años en mi restaurante. Han pasado cosas muy bonitas. También algunas muy duras, porque los comienzos son muy duros, pero había un aprendizaje. Y luego, la cantidad de gente que ha pasado por allí.

M.G.- Mucha gente y de ellas hablas en el libro. Pero el prólogo es del chef José Andrés. Él habla de ti y dice que eres una persona que desborda generosidad, felicidad, energía y amor. Te pone por las nubes. ¿Tú cómo definirías a José Andrés?

P.M.- Mira, a Jose le conocía como cocinero antes de la pandemia. Con Jose, hay un antes y un después en mi vida. Sobre todo, siendo colaboradora de él. Jose es una persona que desborda energía. Tiene una energía brutal. Es una persona a la que quieres tener toda tu vida a tu lado, porque con él siempre estás aprendiendo, aprendiendo, y creciendo y haciendo. Es un no parar. A mí me gusta ese no parar porque, aunque yo ya voy a hacer cincuenta y cinco años, mentalmente es como si tuviera treinta. Sigo haciendo cosas y quiero seguir haciendo. Creo que él y yo somos muy parecidos. Él me dijo una vez que pensaba que éramos como hermanos gemelos que nos separaron al nacer. Bueno, es una persona que te está aportando todo el rato.

M.G.- Y muy entregada.

P.M.- Sí, sí, muy entregado. Además, es una entrega verdadera, desde dentro. 


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M.G.- Pepa, tu amor por la cocina viene por tus padres. Más concretamente por tu padre que aprendió a cocinar casi de refilón, porque él no era cocinero.

P.M.- No. Él trabajó en una casa muy buena, en una finca aquí al lado, en Hornachuelos, provincia de Córdoba. Trabajó en la casa de los Oriol. Él era el chófer de la familia y claro, en estas casas, se cocinaba mucho. Todos los días comían un primero, un segundo y un postre. Y él, como chófer, pasaba mucho tiempo en la cocina, con el servicio. Y ahí fue donde empezó a aprender.

M.G.- ¿Le gustaba cocinar más que conducir?

P.M.- Sí, muchísimo más.

M.G.- En el libro hay un capítulo en el que tú cuentas que tu padre empieza a dar de comer, a dar el catering, a los equipos de cine. Esa parte es muy bonita. Me ha parecido muy interesante ver cómo tu padre pasa de ser el chófer en una buena casa a dar de comer a los actores y a los directores de cine.

P.M.- Mi padre era una persona muy emprendedora y muy inteligente. No tenía estudios pero era una persona que tenía mucha visión para los negocios. Le definen muy bien todos los restaurantes de los que se fue encargando. Y yo pongo ahí la palabra catering pero claro, eso es una palabra nueva. Él se moriría con esa palabra. Nunca hubiera dicho catering porque ni siquiera conocía esa palabra. Él decía que era hostelería en exteriores, que es mucho más bonito que catering. Y sí, en aquellos años, en los 70 y los 80, pues él se encargaba de dar de comer a los equipos de rodaje, en las películas de Carlos Saura, de Elías Querejeta, de Víctor Erice, o Pilar Miró. A todos, a los actores, a los electricistas, a los de efectos especiales,...

M.G.- Tenía que contratar a gente para dar de comer a todo el equipo.

P.M.- Bueno, había un núcleo duro, digamos, pero sí, cuando se rodaba fuera, en Almería, en Huesca, o en Cuenca, tenía que contratar a más gente.

M.G.- Y tú lo ayudabas porque empezaste muy pequeñita. ¿Qué recuerdos tienes de esos años? Te parecería un mundo muy mágico.

P.M.- Sí, la verdad es que yo era muy pequeña pero creo que no era consciente. Ahora, tomando distancia, ha sido muy bonito recordar a Alfredo Landa, a Amparo Muñoz, la pobre y otros tantísimos actores y actrices, como Rafaela Aparicio o Paco Rabal. Todos ellos han dejado tanto culturalmente en este país... La mayoría de los actores de esa época ya no viven.

M.G.- Y tu padre fallece pronto, cuando tenías unos veinte años.

P.M.- Sí.

M.G.- Imagino que si él llega a ver hoy, con sus propios ojos, hasta dónde has llegado, se sentiría muy orgulloso.

P.M.- Creo que él lo sabe y me manda mucha energía. Soy muy creyente y a mi padre lo tengo muy presente.

M.G.- Pero fíjate que tú cuentas, en ese momento en el que él fallece, que te querías alejar un poco de los fogones porque era algo muy doloroso para ti.

P.M.- Sí, sí, es que se murió de un infarto fulminante y a mí eso, a los veinte años, me desestabilizó bastante. Estuve un poquito perdida.

M.G.- Por suerte, las cocinas te recuperaron. Y Pepa, otra cuestión importante de la que hablas en el libro es sobre la importancia de comprar buenos alimentos. Y creo que todos, los consumidores, las amas de casa, los que tenemos que cocinar todos los días queremos comprar buenos alimentos pero claro, también creo que al sistema hay que darle una vuelta porque el producto bueno llega carísimo al consumidor final. El agricultor cobra muy poco. Hasta tal punto de que, a veces, ni le compensa recoger la cosecha.

P.M.- Sí, hay que darle una vuelta, sí. Pero es que, además, nos vamos a quedar sin muchísimas variedades por no ayudar al campo, al mundo agro, en general, porque también hay que ayudar a la ganadería. Nos vamos a quedar sin muchísimos productos en nuestra despensa, productos que han conseguido que, ahora mismo, España sea el mejor destino gastronómico del mundo. En la lista de los diez mejores chef del mundo, siempre hay cinco o seis españoles, gracias a ese trabajo que se ha hecho. Tenemos una responsabilidad muy grande y esto hay que cuidarlo. Hay que seguir luchando. Yo soy muy luchona. Voy al campo, y compro a los pequeños productores, y al pequeño quesero. Es la única manera de mantenerlos y que ellos sigan trabajando.

M.G.- Es que a algunos ni les merece la pena mantener el campo. De hecho, muchos están vendiendo o alquilando las tierras y ahora se ven más campos de placas solares que otra cosa. Al menos, aquí en Andalucía.

P.M.- Sí. Y el que tenía antes doscientas ovejas, ahora tiene cien o cincuenta. A todo esto hay que darle una pensada, sí.

M.G.- Exactamente. Y cuéntame esto que dices que las abuelas eran ya sostenibles en su época.

P.M.- Sí, es que eran magas. Las pobres no sabían de economía pero sí hacían economía familiar. Gestionaban residuos y de un mismo plato, luego salían cinco platos más. Hablamos de recetas tan maravillosas como el salmorejo, que es cocina de aprovechamiento, o como son las croquetas o las migas. Son recetas tradicionales nuestras, pero son recetas de aprovechamiento. Y luego hacían otra cosa maravillosamente bien porque antes éramos más de familia. Nosotros, por ejemplo, somos seis. ¿Y qué hacían? Pues gestionaban la ropa, de un hermano pasaba al siguiente, o si una prenda tenía un roto en la codera, pues le cortaban las mangas.

M.G.- Se reciclaba y se reutilizaba todo.

P.M.- Todo. Recuerdo que, de una pata de un pantalón, se hacían almohadones. Se tiraba muy poquito. En mi casa era así. 

M.G.- El libro tiene muchas fotos, muchísimas. Me ha encantado verlas y fijarme en todos los detalles. ¿Cómo ha sido seleccionar exactamente estas fotografías?

P.M.- Tenía muchísimas fotos pero había que seleccionar porque tampoco quería cargar el libro con demasiadas fotos. Me puse con Mila y seleccionamos estas. Hay mucha gente que no aparece en estas fotos pero eso no quiere decir que no sean importantes. Hay muchísima gente anónima que son muy importantes para mí y son maravillosas. Pero bueno, teníamos que hacer una selección. Al final, fuimos eligiendo algunas que, por mi profesión, aparezco con otros cocineros. Tengo muy buenos amigos, que me quieren mucho. Y luego hay fotos con actores, con actrices, flamencos, toreros,... Hay de todo.

M.G.- Y cantantes. A ti te gusta mucho cantar. Y me he quedado alucinada porque no sabía que también eras rociera. Esto, ¿de dónde te viene? 

P.M.- Pues mira, mi madre, sevillana, y mi padre, cordobés. Un amigo mío, el Nene, de Sanlúcar la Mayor, que cantaba, al que conocí en Madrid, y luego, otro amigo mío, Renato, que ha fallecido hace poco, fueron los que mi iniciaron en el Rocío. Tenía unos dieciocho años cuando hice mi primer Rocío con Triana. Luego, me hice de la hermandad y fui conociendo a más gente. Y no faltaba un año. Cuando falleció mi padre sí dejé de ir. Estuve cinco años sin ir al Rocío pero luego, volví a retomarlo.

M.G.- ¿Pero lo haces todos los años?

P.M.- Sí, aunque desde la pandemia, no lo he vuelto a hacer. 

M.G.- Y siempre con Triana. A ver si te veo, que yo tengo la capilla del Rocío de Triana muy cerca de casa. Así que ya te veré.

P.M.- ¿Ah, sí? (Ríe)

M.G.- Sí. Y Pepa, algunas de las recetas que encontramos en el libro son recetas que tú ofreces en tu restaurante. Tú apuestas por una cocina tradicional. 

P.M.- Esa es mi filosofía. Es en lo que creo y la que tiene identidad para mí. Además hay algo importantísimo como es la salud y para eso es fundamental la cocina tradicional, con nuestras legumbres, nuestras verduras, nuestros pescados, en definitiva, con nuestra dieta mediterránea.

M.G.- Lo que pasa es que, a veces, cogemos un libro de cocina, o vemos algún programa de televisión, y nos hablan de unos ingredientes que son un poquito complicados de encontrar.

P.M.- A España ha venido mucha gente de otras culturas que han introducido sus ingredientes y sus recetas. Se han creado conceptos nuevos como un taco de no sé qué, o un pan bao con rabo de toro. Hay mucha fusión, ¿sabes? Pero eso hace que la gastronomía crezca. Yo tengo mis propios principios y voy por otro lado. Prefiero el rabo de toro solo a hacerlo en pan bao. Pero bueno, la cocina tiene que crecer, y tiene que haber gente para todo y sitios para todos y para todo tipo de economías.

M.G.- Entiendo. Pero, alguna vez te hemos visto en Masterchef, un programa que yo sigo mucho porque me gusta, de verdad.

P.M.- Está muy bien hecho.

M.G.- Sí pero como sigan haciendo ediciones y sigan saliendo más gente a la que le gusta cocinar, la competencia va a ser brutal. Va a haber excedente de cocineros.

P.M.- Eso sí que es verdad. Ahora mismo hay muchísimos cocineros. Pero fíjate qué contradicción. Por un lado, hay mucho cocinero pero, por otro lado, falta mano de obra en los restaurantes y en los hoteles. No todo el mundo puede salir de la tele. Hay que trabajar en las cocinas. 

M.G.- Por cierto, el nombre de tu restaurante tiene un significado muy concreto.

P.M.- Sí, se llama así porque cuenco, es el primer instrumento que inventó el hombre para comer pero está escrito con diéresis porque viene del castellano antiguo.

M.G.- Curioso. Y dices en el libro que mentirías si dijeras que siempre quisiste dirigir un restaurante. No entraba en tus planes.

P.M.- No.

M.G.- Pero la vida te lo puso en el camino.

P.M.- Creo que he sabido aprovechar bien todo lo que me ha puesto la vida, en el camino. Lo he recogido y lo he metido en ese puchero.

M.G.- Un restaurante que no siempre ha ido bien. En el libro nos hablas de momentos bastante complicados.

P.M.- Muy complicados. Llevar la administración, la gestión financiera, era  un sitio que no estaba muy a la vista,... Pero, también te digo una cosa. He aprendido mucho y lo he recogido todo, y con mucho cariño. Corregir y no caer en más errores.

M.G.-  ¿Y qué papel juegas en el World Trade Central Kitchen?

P.M.- Ese es el proyecto de Jose al que me he unido después de la pandemia, del volcán, de la guerra, de Filomena,... Cada vez que se ha activado una emergencia, ahí estaba yo. Soy como la persona responsable de la ONG en España. Es totalmente altruista. Lo hago por ayudar. Si yo doy mucho, esto me da a mí mucho más. Es muy gratificante.

M.G.- Cuando uno ha recibido mucho, también hay que devolver a la vida lo que nos ha dado.

P.M.- Efectivamente.

M.G.- Pepa, en este libro, no sólo hablas de tus orígenes o de la cocina, sino que también hablas de temas muy personales, como tu relación con Mila o el nacimiento de tus hijas. No has tenido ningún reparo en hablar de tu esfera más personal e íntima.

P.M.- No, porque era un puchero de verdades. O lo hacía o no lo hacía. También hay cosas que no he contado porque no se pueden contar, o no he hablado de gente que creo que no debería hablar. Soy una persona que se lleva muy bien con todo el mundo. Mi vida es muy amable y no quiero problemáticas. Entonces, hay cosas que no he contado. Pero esta es mi historia. No he tenido muchos momentos en los que me hayan rechazado. Sí vivimos algo así cuando las niñas eran muy pequeñitas y no las quisieron aceptar en un colegio. Pero bueno, ahí hay otro aprendizaje, ¿sabes? Si lo cuento es porque hay que dar normalidad a ciertas cosas y creo que pueden ayudar a muchísima gente.

M.G.- Pero bueno, ya estamos en otros tiempos y hay que abrirse... Bueno, y sobre las recetas que has seleccionado, ¿por qué estas recetas concretamente?

P.M.- Cada una de ellas tiene un significado.  Cada una de ellas está dedicada a alguna persona, a un cocinero, a algún miembro de mi familia, como mi padre o mi madre, o a los hortelanos. Cada una de ellas tiene un porqué. Dentro de la tradición hay alguna que es más sofisticada. Como el crepe que hice de tomate, que lo hice con mi hija cuando me acompañó al primer congreso. Ese tiene un significado especial. Ella es una mini-pepa que empieza.

M.G.- ¿Ellas también cocinan?

P.M.- Lola se va a dedicar a la gastronomía.

M.G.- ¿Y a ti te gusta la idea? ¿La animas?

P.M.- Sí, sí, me gusta. Me encantaría, ¿sabes? Espero que no tenga que trabajar tanto como yo, o que lo haga de otra manera. Porque yo, a veces, me he complicado demasiado, ¿sabes? Pero bueno, me encantaría.

M.G.- Seguro que tiene suerte. Como última pregunta, Pepa, si no te hubieras dedicado a la cocina, ¿qué te hubiera gustado ser?

P.M.- Uy, fíjate, no lo sé. No sé qué hubiera hecho. A lo mejor, hortelana. Creo que me hubiera dedicado al campo, a algo del campo, segurísima. Hortelana, o hubiera tenido una quesería porque las queserías me encantan. Pero no me voy a meter en más líos porque Mila me lo tiene ya prohibido.

M.G.- Pues Pepa, yo te doy la enhorabuena por este libro que está muy interesante. Me ha gustado mucho saber y aprender de ti, conocerte en persona y tenerte en Sevilla. No sé si más adelante te vas a animar a otro libro....

P.M.- Sí, sí. Este es el primero pero no será el último.

M.G.- Pues entonces, espero poder vernos en Sevilla con el siguiente.

P.M.- Claro que sí.

M.G.- Un placer, Pepa. Gracias.

P.M.- A ti.

Sinopsis: La cocinera que ha revolucionado la gastronomía de nuestro país comparte su historia a través de sus recetas.

Pepa Muñoz guisa en este libro las memorias gastronómicas de una vida marcada por la lealtad al origen, la recuperación de los sabores olvidados, la honestidad del trabajo bien hecho y la convicción de que la solidaridad, más que una palabra, ha de ser ley.

Entre la niña que cenaba arroz con leche con su abuela, la joven que ayudaba a su padre en el catering de las películas más importantes de los años ochenta, y la chef que ha servido en su restaurante a prácticamente la totalidad de los presidentes españoles y a personalidades como la Primera Dama de Estados Unidos, Rocío Jurado o Joaquín Sabina, transcurre toda una vida de trabajo y dedicación a la cocina.

Un puchero de verdades nos descubre a la mujer que hay detrás de las recetas que han convertido a El Qüenco de Pepa, en un referente de la gastronomía española dentro y fuera de nuestro país.

martes, 9 de julio de 2024

CARMEN ROMERO: ❝Miguel era como una luz para los demás❞

Cada encuentro con un autor se convierte en una experiencia enriquecedora porque de todos y cada uno de esos momentos que comparto con ellos extraigo una lección. Hay personas que han tenido vivencias extraordinarias, que han cumplido sueños imposibles, a base de tesón, y son capaces de transmitirte su fuerza. En cambio, a otras, la vida les ha dado un revés prácticamente insuperable pero, en vez de dejarse arrastrar, han decidido levantarse del suelo, no sin antes sufrir y sentir un dolor insoportable. Este es el caso de Carmen Romero, una joven madrileña a la que muchos conocen por sus monólogos y sus comedias, que recientemente ha publicado Esto no está pasando (Planeta), un libro testimonial, profundo y emotivo, en el que narra el suicidio de su hermano Miguel, y cómo ella y su familia lo vivieron. A pesar de la dureza del suceso que aborda, y por paradójico que parezca, Carmen opta por insertar el humor en esta narración, como homenaje a Miguel, el hombre que tanto la hizo reír, y también como venganza contra la vida, por haberla hecho vivir una experiencia tan dolorosa. Leer este libro, transitar por sus páginas, no ha sido fácil. En muchas ocasiones se me ha puesto un nudo en la garganta, aunque reconozco que su autora también me ha hecho sonreír. Preparar esta entrevista me exigió un plus de delicadeza y tacto, sin saber muy bien qué preguntar a Carmen para no herirla. Y tanta prudencia quise poner a mis palabras que, a veces, no podía terminar algunas preguntas, no podía pronunciar alguna palabra, algo que se percibe únicamente en el audio de nuestra conversación. 

Marisa G.- Carmen, un placer conocerte y tenerte en Sevilla. Un placer también leer este libro que has publicado aunque, la verdad es que ni siquiera sé por dónde empezar esta entrevista. A veces, me has colocado un nudo en la garganta, aunque también me has hecho reír. Así que, voy a lanzarte preguntas y si ves alguna inconveniente, me lo dices sin problema. ¿Te parece?


Carmen R.- Sí, claro.

M.G.- Para empezar, tengo que confesarte que no te conocía. A raíz de leer este libro he visitado tu canal de YouTube, he visto monólogos tuyos y he sabido que has hecho prensa, radio, televisión. Me hace gracia porque en tu biografía pone que eres madrileña, pelirroja, alta, introvertida, diestra, periodista y flexitariana pero, ¿eso qué es? He tenido que buscar el concepto en internet.

C.R.- Eso es una broma que puse. Mucha gente me ha preguntado que qué como porque ha leído que soy flexitariana, pero flexitariano es la mayoría de la población. Es un concepto que se puso de moda para designar a los que a veces comen carne y otras veces, pues no. Pero claro, no todos comemos carne todos los días. Me hizo gracia y lo puse.

M.G.- Pues aclarado. Bueno, hay que decir que en Esto no está pasando nos hablas del suicidio de tu hermano Miguel, que tuvo lugar en 2016. Estamos en 2024. Ha pasado un tiempo y me pregunto ¿por qué escribir este libro ahora, después de estos años?

C.R.- Creo que ahora era el momento. Tampoco las tenía todas conmigo pero, al final, me lancé porque Planeta me lo propuso. Creo que ahora es cuando mejor estoy para poder hacerlo. Aun así lo he pasado muy mal. Para mí ha sido un proceso largo y de muchos años. Todavía, a día de hoy, sigo haciendo terapia por el duelo, por la pérdida. Todavía me queda algo de estrés postraumático. Es algo que lleva mucho tiempo. Pero ahora se han juntado una serie de cosas. Yo quería hablar de Miguel. Quería hablar del suicidio, del duelo, de la muerte, para visibilizarlo. Planeta me lo propuso y lo tomé como una señal clara.

M.G.- Me imagino que antes de lanzarte a escribir este libro lo habrás tenido que reflexionar mucho, precisamente por lo que dices, porque escribirlo te ha supuesto pasar por estados emocionales, imagino, muy complejos. ¿Fue algo muy meditado o dijiste lo voy a hacer, y lo hago?

C.R.- Yo tenía la idea de escribir un libro desde pequeña. Me encanta escribir y siempre he querido escribir libros. También tenía la idea de contar la historia de Miguel, que ya la he contado alguna vez, pero no encontraba tampoco el formato para hacerlo bien, con calma, para contar todos los detalles y todo el contexto. Así que ya tenía la idea de un libro pero era algo que me daba mucho respeto. Para empezar, porque no sabía cómo hacerlo, y luego también porque sabía que iba a ser duro. Pero la idea de escribir el libro fue ganando peso, ganando peso, hasta que me llegó la propuesta de Planeta. Yo soy mucho de señales, así que me puse a ello. Pero sí, lo pensé bastante aunque, una vez que me decidí, no me lo pensé más.

M.G.- En este libro nos cuentas desde el momento en el que Miguel empieza a tener brotes psicóticos, nos hablas de su suicidio y todas las consecuencias posteriores. Leyendo me llegué a preguntar si tenías los recuerdos tan frescos o has tenido que ficcionar un poco, por decirlo de alguna manera.

C.R.- Ficcionar no, porque he hecho mucho trabajo de ordenar cronológicamente los hechos. No fue ponerse a escribir, sino que ordené los hechos e hice memoria una y otra vez, una y otra vez, algo que ha sido bastante desagradable. Todo eso antes de ponerme a escribir. Hay cosas de las que me he acordado ahora y ya no las podía incluir en el libro, pero no hay nada ficcionado. Ha sido un ejercicio de memoria, de escribir, de organizar todo antes de ponerme con el libro en sí.




[Si quieres oír nuestra conversación, dale al play]

M.G.- Deduzco de la lectura que Miguel empieza a tener estos brotes casi de la noche a la mañana. Vosotros no erais conscientes, en absoluto, de que él estaba pasando por algo así, sino que os dais cuenta cuando todo explota.

C.R.- Sí, fue de 0 a 100. Es verdad que, pensándolo luego, me he dado cuenta de que los días antes estaba un poco raro, pero nada que fuera alarmante. Fue de un momento para otro. Pegó un estallido súper fuerte porque hay brotes psicóticos y brotes psicóticos. Algunos se curan simplemente con dormir, porque son pequeñitos. Otros requieren hospitalización. Pero incluso los médicos del hospital nos dijeron que nunca habían visto un caso como el de Miguel. Estalló y estalló, sin más.

M.G.- Leyendo algunos pasajes, de verdad, me has puesto un nudo en la garganta. Narras situaciones muy angustiosas. En algún momento, tú comentas que sentías miedo y yo me he preguntado cómo se gestiona ese miedo cuando estás conviviendo con una persona a la que amas profundamente y que además sabes que esa persona te quiere mucho. Eso, ¿cómo se encaja?

C.R.- Es muy complicado porque se gestionaba muy mal. El día que Miguel llegó a casa fue el 23 de mayo. El 24 lo ingresan. Y el 15 de junio le dan el alta. Recuerdo que esa noche no dormí absolutamente nada. Me la pasé con la oreja pegada a la puerta de su habitación para ver si estaba durmiendo. Fue muy desagradable. Sentí mucho miedo, pero no porque nos hiciera algo. Yo sabía que no nos iba a hacer nada por mucho que no estuviera en sus cabales. De hecho, él lo repetía mucho, que no quería hacernos daño. Pero que él se hiciera algo a sí mismo, eso sí me daba mucho miedo.

Se gestiona muy mal. Además teníamos mucho cansancio psicológico por verlo así de mal durante esas semanas. 

M.G.- Aprovechas para contar cosas que creo que el común de los mortales no sabemos. Por ejemplo, me ha llamado mucho la atención que los pacientes con algún tipo de trastorno mental, o ingresan voluntariamente o por orden policial. Es decir, la familia no puede tomar ningún tipo de decisión. Pero si la persona está sufriendo y no es consciente de lo que le ocurre...

C.R.- Sí,  y por eso es tan complicado. Ellos se piensan que lo que están percibiendo es real y si tú intentas hacerle entender que no está bien es peor porque se lo toma muy mal.  Está muy paranoico y piensa que el mundo está contra él. Es muy complicado.

Y sí, eso es lo que nos dijeron la primera vez que lo llevamos al hospital. Él se quería ir y lo dejaron irse. Nosotras no entendíamos nada pero es que nos explicaron que por ley, no se le podía retener. O es un ingreso voluntario o forzoso porque la policía lo lleve al hospital con una orden judicial, solicitando el ingreso. Me quedé flipando. Esa persona no sabía que necesitaba estar en un hospital. Son temas muy delicados. Es como que aten a los pacientes en los hospitales psiquiátricos. He leído a mucha gente decir que está en contra de eso pero claro se nota que no han estado en un hospital psiquiátrico en su vida, que no han tenido un familiar o conocido en ese estado. Hay que atarles precisamente para que no se hagan daño, por su bien. Son debates delicados pero entonces, ¿qué tiene que ocurrir para que le ingresen?

M.G.- Es verdad. Bueno, Carmen, haces una crítica muy necesaria al sistema sanitario. Y no sólo al público, sino también al privado. Por ejemplo, cuentas que en urgencias no había ningún especialista en psiquiatría y otras muchas cosas más que ponen de manifiesto las carencias de la sanidad, tanto la pública como la privada. 

C.R.- Sí. Mucha gente se hace un seguro de salud privado porque dice que la sanidad pública está muy mal. Pues vete al privado, a ver cómo está, que eso lo he vivido yo. Hace nada, mi hermana tuvo un accidente laboral y estuvo tres horas con el dedo reventado en un hospital privado, porque no había gente para atenderla en urgencias. La sanidad privada no está muchísimo mejor, ni es la solución. 

En el caso de Miguel, primero fuimos al hospital público y no había psiquiatra de guardia. A la mañana siguiente, la vio una psiquiatra que le dio el alta para irse a trabajar.

M.G.- Recordemos que Miguel era militar.

C.R.- Sí. Le dijo que se fuera al trabajo. Y cuando ingresó en el hospital privado, a través de su seguro, también le dieron el alta, sin diagnóstico y sin tratamiento. Porque ahí tampoco escuchan a la familia, algo que también he querido reflejar en el libro. Yo conozco a mi hermano. Mi madre conoce a su hijo. Sabemos que no está bien. Pero el médico ni nos escuchaba ni tenía en cuenta nada de lo que le decíamos. Él sólo nos decía que no pasaba nada. 

M.G.- Pues fíjate lo que pasó. Y a los seguros los llamas Negocio porque son realmente eso, un negocio. A través del libro vemos que mercadean con la salud de las personas. Hay que leerse muy bien la póliza, interpretarla muy bien, porque no todo es tan bonito. Vosotros lo vivisteis así.

C.R.- Totalmente. Cuando acudimos al abogado, porque vimos que se había producido una negligencia clara, el abogado nos preguntó que por qué le habían dado el alta. Bueno, pues porque el médico decía que estaba bien y que estaba  bien. Llevaba una semana que no estaba tan fuera de sí, ni sufría de brotes fuertes, porque se pasó varios días dormido y medicado, pero no estaba bien. Y claro, investigando, leímos en la póliza que sólo tenía acceso a cuatro semanas de hospitalización al año y ya llevaba tres. Fue lo que ocurrió. Cuando prima el dinero, olvídate de la salud.

M.G.- Hablas de Miguel con un cariño absoluto y extraordinario. ¿Cómo era? ¿Cómo lo recuerdas?

C.R.- Lo recuerdo muy dulce. Era muy, muy dulce, y muy bueno. Miguel era la primera persona en la que yo pensaba cuando necesitaba algo, cuando tenía que pedir ayuda. Era el primero al que llamaba. Estábamos siempre de broma. Miguel era como una luz para los demás. Siempre quería hacer reír, ayudar,... Estaba siempre dispuesto a lo que necesitases. Era muy buena persona, muy buen profesional, muy bueno en muchas cosas pero, tristemente, no era consciente de lo bueno que era.

M.G.- En el libro incorporas una foto en la que estás con él. Me parece un detalle preciosísimo como cierre del libro. Además, lo vemos sonreír, con lo cual, queda ahí la esperanza de que él siga sonriendo.

C.R.- Es así como lo recuerdo. Y eso que a él le decían lo mismo que me dicen a mí, que siempre estaba muy serio, con lo bromista que era. Pero bueno, era su cara. A mí me pasa igual. Soy bastante seria, pero luego me gusta mucho bromear un montón. 

Con la foto pensé que, cuando lees una historia sobre alguien, te gusta ponerle cara. Esa gente curiosa seguro que quería ver a Miguel y bueno, también me pareció un cierre precioso. La foto me encanta y me dije que tenía que ir al final. 

M.G.- Cuando alguien desgraciadamente se nos va, suele ocurrir que siempre recordamos lo bueno de esa persona. Sin embargo, tú mencionas en el libro que en tu recuerdo de Miguel no hay idealización, que Miguel era tal y como tú nos lo muestras. No se trata de ensalzarlo ahora que no está. 

C.R.- No. Es verdad que siempre tendemos a eso, pero cuando se ha muerto alguien que a mí no me parecía buena persona, lo he dicho y te miran mal. Parece que no se puede hablar mal de los muertos. En el caso de Miguel, es que era tal cual. He vivido muertes muy cercanas a mí y no he llorado porque no lo he sentido ni lo he lamentado. Sé que sueno muy mal pero es que no lo siento. No todas las muertes ni todas las personas son iguales. No todas te marcan de la misma manera. En el caso de Miguel, sí, porque era tal cual lo cuento. No he cambiado ni un ápice de lo que yo sentía o pensaba de él.

M.G.- Sorprende mucho que, a lo largo de todo el libro, flota un enorme sentimiento de culpa, Carmen. ¿Por qué tanta culpa si tú no fuiste culpable de nada?

C.R.- Supongo que es algo muy humano. Cuando la muerte no es natural, sino que es algo que tu cerebro no entiende, buscas un montón de excusas y como no las hay, pues al final terminas por culpabilizarte a ti misma. Será por la concepción que tenemos de nosotros mismos, por el sentimiento de culpa con el que nos crían, no sé si por la culpa esta judeocristiana de la sociedad. Cuesta mucho y pesa, porque te quieres dar una explicación y no la tienes. Así que miras hacia ti, y como somos súper exigentes con nosotros mismos y nos tratamos muy mal, dices bueno, pues será mi culpa, entonces. Eso también me ha costado mucha terapia y a día de hoy todavía me colea. A mí me ayuda pensar que si esto mismo le hubiera pasado a una amiga, ¿yo pensaría que ella ha tenido la culpa? Pues, para nada. Pero claro, cuesta mucho trabajo y tiempo entender que no pudiste hacer nada.

M.G.- Y, a pesar de la dureza del libro, y como comentábamos antes, está escrito desde la óptica del buen rollo y del humor. A veces, mientras leía y me reía en algún pasaje, me preguntaba cómo ha interpretado tu entorno que encares un suceso como este desde la óptica del humor.

C.R.- Por suerte me conocen ya de sobra, saben el tipo de humor que tengo y los chistes que hago. Mi madre se queja mucho y me dice que soy muy bruta pero ¿a quién habré salido? Porque ella es exactamente igual. Entonces, ya lo saben y no les ha sorprendido nada. Además, me han visto en los monólogos, en los vídeos,... Tengo la suerte de que se ríen y les gusta la comedia que hago. Así que, por esa parte, he tenido mucha suerte y no ha sido nada sorpresivo.

M.G.- ¿Hacer chistes sobre la muerte de Miguel es como una venganza contra la vida por lo que te ha hecho?

C.R.- Sí.  Cuando te encuentras con una cosa así, no puedes hacer nada. La vida te da eso y tú lo quieres devolver, volver a lo de antes, pero no hay manera. Me sentía muy estafada y muy impotente. Le vida te da, de repente, un sopapo, te la vuelve del revés y no puedes hacer absolutamente nada. Sólo te queda procesarlo y seguir. Para mí, hacer chistes fue como una pequeña liberación. Era lo único que podía hacer.

M.G.- Antes he escuchado a mi compañero Fernando preguntarte por tu madre. Y es cierto que el papel de la madre en el libro da como mucho consuelo. Hablas de tu madre con mucha admiración porque te resultaba increíble que ella pudiera seguir adelante, a pesar de que su hijo ya no estuviera. Para ti, tu madre ha sido como una balsa a la que aferrarse. ¿Ella es la que ha tirado del carro para que, tanto tú como tu hermana, pudierais levantar cabeza?

C.R.- Totalmente. Ella ha tenido una vida súper dura. Creo que ha sido su método para seguir adelante, siendo cabeza de familia. Nos ha criado y ha sido madre y padre para nosotros tres. Imagino que, cuando pasó esto, tuvo que haber sido evidentemente horrible y dolorosísimo para ella. Ha estado muy mal. A día de hoy todavía le hace estragos pero ha sido la que ha tirado para delante y la que siempre me ha dicho que no podemos hundirnos, que no podemos dejarnos, ni podemos hacer lo que hizo él. Que si estamos aquí es por algo y hay que seguir. Sí, ella ha sido como la boya para mí, la que literalmente me sacó del hoyo.

M.G.- Y dices que eres cómica gracias a ella.

C.R.- Sí, porque ella tiene mucho sentido del humor. Es de Granada y es la típica andaluza que está todo el rato riéndose. Ella dice que se ríe hasta de su sombra. Y es verdad que está todo el rato haciendo bromas, riéndose de todo, y haciendo tonterías para que nos riamos los demás. Creo que Miguel y yo hemos salido a ella en eso. Desde pequeña, yo la he visto así y ha sido algo que he admirado, que me gusta mucho. Y por ahí he tirado yo. Y luego me parezco a ella, pues en eso, en lo de ser bruta, en los chistes,... Es una cosa que he heredado. Siempre he admirado que esté de buen humor, que se esté riendo. Es una maravilla.

M.G.- Hace un momento comentabas que te ha costado superar lo vivido, que has tenido que ir a terapia y en el libro cuentas que has sufrido ataques de ansiedad, algo que narras muy bien. Yo me he visto muy reflejada en esos pasajes. ¿Sigues sufriendo ansiedad?

C.R.- Sí, pero ya no son tan intensos ni tan seguidos. Ahora, más que ansiedad, lo que siento es más pena y más tristeza pero, por suerte, he podido controlar la ansiedad y los ataques de pánico con la terapia que he hecho y con las técnicas que he aprendido. La ansiedad que siento a día de hoy es por múltiples cosas, por cómo es la vida, por cómo la vivimos pero, por suerte, ya no me imposibilita vivir. Ese trabajo de terapia lo noté muchísimo.

M.G.- Y lo que le ocurrió a Miguel te ha hecho enfocar o encarar la vida de otro modo. Por ejemplo, has aprendido algo que deberíamos aprender todos, a no guardarnos los sentimientos, sino a manifestarlos, a demostrarlos cuando tienes a la persona delante.

C.R.- Sí, sí. Y es algo que me sigue costando porque soy una persona muy pa'dentro. No me sale dar abrazos. Mis muestras de cariño, a lo mejor, son comprarte cosas que sé que te gustan. Así te demuestro que me acuerdo de ti. Pero me acuerdo que a Miguel le gusta mucho dar besos, dar abrazos, tener mucho contacto físico. Cuando murió, me dije que si lo hubiera sabido le habría dado muchos más besos y muchos más abrazos. Y sobre todo, le habría dicho muchas más veces que lo quería, aunque sé que él lo sabe. Lo sabía de sobra pero nunca está de más hacerlo. Siempre viene bien y nunca sobra eso.

M.G.- No sobra, no. Y también has aprendido a tener otra visión de la muerte u otra visión de lo que pensamos que puede haber detrás de la muerte. Porque tú sientes a Miguel a tu alrededor.

C.R.- Sí, han pasado cosas y en casa siguen pasando cosas. A lo mejor tengo un libro aquí y se cae al suelo, sin que nadie lo haya tocado. Son cosas que no tienen explicación. Podrán ser cosas de la física pero eso no me interesa. Yo prefiero pensar que es Miguel, que está aquí porque yo lo siento, lo noto y, a veces, lo huelo. Muchas veces. Me pasa igual con mi abuelo. Huelo los perfumes que ellos usaban. Es algo que me da mucha esperanza. Nunca me había planteado qué pasa después de la muerte pero, cuando ocurrió lo de Miguel, desde el primer momento quise pensar que no era el final. Investigué, me informé un montón, leí muchísimo y eso, junto a las experiencias que he tenido, me hacen creer que la muerte no es el final, que todos somos energía, y que una parte de nosotros no muere nunca.

M.G.- Entremos en el terreno de las hipótesis, de las elucubraciones. ¿Qué crees que Miguel te diría de este libro?

C.R.- Creo que se reiría mucho, que le gustaría mucho, y estaría muy orgulloso. Él estaba muy orgulloso de que estudiara periodismo, así que, saber que he escrito este libro, lo haría sentir orgullo también.

M.G.- Sería el primero en reírse.

C.R.- Sí, sí, sí. Lo cuento en el libro que, cuando hago chistes sobre él en el escenario, lo veo reírse. Él sería el primero en reírse.

M.G.- Por último, Carmen, ¿te ha servido escribir este libro o te está sirviendo, ahora que estás con la promoción, hablar de este tema con gente que no conoces realmente?

C.R.- Sí, me está sirviendo un montón. Y también ha sido muy duro porque he tenido que hablar durante mucho rato de lo mismo. Luego, llegas a casa y te da bajón. Es algo completamente lógico y normal, pero sí me está sirviendo muchísimo. 

Lo hablaba con Fátima, mi jefa de prensa, que ya lo llevo de otra manera porque, al principio, cuando me hacían una entrevista, me costaba decir la palabra suicidio y ahora ya hablo abiertamente. La recepción de la gente y de los medios de comunicación, que me han tratado con tanto respeto, tanto cariño y tanta dedicación, me ha ayudado para hablar del tema de manera más abierta. Que la gente reciba así el libro, que quiera hablar y tratar el tema, me parece maravilloso.

M.G.- Creo que es un libro necesario porque son temas de los que hay que hablar para que la sociedad los conozca. Así que, por mi parte, te agradezco mucho que lo hayas escrito, que me hayas presentado a Miguel, porque me ha encantado conocerlo. Y nada, te deseo mucha suerte y pa'lante, Carmen.

C.R.- Muchísimas gracias.

Sinopsis: Un relato sorprendente y revelador en el que la cómica Carmen Romero narra cómo vivió el suicidio y duelo de su hermano Miguel

Es junio de 2016, y el mundo de Carmen Romero se desmorona. Miguel ―su hermano, de solo veintiséis años, militar de profesión― se quita la vida al saltar por la ventana de la casa familiar mientras ven juntos El Padrino. Todo ocurre muy rápido; tanto que las cosas que hasta entonces tenían sentido dejan de tenerlo. Carmen cree vivir en una ficción: policía, vecinos, médicos, ambulancias y hasta su madre y su hermana participan del rodaje de una película en la que nadie dice: «¡Corten!».

Así comienza el relato de la humorista Carmen Romero, quien, tras el suicidio de su hermano, entra en estado de shock. Para reconectar consigo misma, Carmen comienza a tantear las dimensiones de la tristeza hasta que, de forma inesperada, irrumpe el humor. Solo entonces comprende que la única forma de agarrarse a la vida pasa por afrontar la muerte desde un lugar alejado del tabú, el silencio y el miedo.

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