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lunes, 30 de diciembre de 2013

DIES IRAE de César Pérez Gellida.

Autor

César Pérez Gellida nació en Valladolid en 1974. Es licenciado en Geografía e Historia por la Universidad de Valladolid y máster en Dirección Comercial y Marketing por la Cámara de Comercio de Valladolid. Ha desarrollado su carrera profesional en distintos puestos de dirección comercial, marketing y comunicación en empresas vinculadas con el mundo de las telecomunicaciones y la industria audiovisual, hasta que en 2011 decidió trasladarse con su familia a Madrid para dedicarse en exclusiva a su carrera de escritor. 

César Pérez Gellida irrumpió con fuerza en el mundo editorial con Memento mori, que cosechó grandes éxitos tanto de ventas como de crítica y obtuvo el premio Racimo de literatura 2012. Constituía la primera parte de la trilogía Versos, canciones y trocitos de carne, que ahora tiene su continuidad con Dies irae y que se cerrará con Consummatum est.   

Sinopsis

La acción de este thriller implacable arranca en la peculiar ciudad italiana de Trieste, frontera entre dos mundos. Augusto Ledesma elige el que fuera hogar de James Joyce como primer escenario para continuar su siniestra obra, que alimenta del aliento de sus víctimas y de la humillación de sus perseguidores. Hasta allí se trasladará el inspector Ramiro Sancho en su frenética y obsesiva persecución de un asesino en serie que parece haber acentuado su voracidad. Entretanto, al otro lado de la frontera, el psicólogo criminalista y exagente del KGB Armando Lopategui, "Carapocha", recorrerá las calles de Belgrado junto a su hija y ahora discípula con el propósito de zanjar cuentas con un pasado despiadado del que no logra despojarse. En otra vuelta de tuerca, a través de fugaces viajes en el tiempo,descubriremos cómo se fraguó la relación entre Pílades y Orestes y asistiremos a su sorprendente desenlace.

Tras el rotundo éxito de Memeto mori, primera parte de la trilogía Versos, canciones y trocitos de carne, César Pérez Gellida nos conduce de nuevo por los complejos laberintos que conforman la mente criminal desde los ojos de sus protagonistas, ya sean víctimas, asesinos en serie, genocidas o quienes les persiguen. El inesperado desarrollo de los acontecimientos obligará al lector a pasar páginas en una ineludible búsqueda de respuestas.

Haciendo gala de un particular estilo cinematográfico aclamado por la crítica literaria, el autor nos envuelve en una trama adictiva, tejida a partir de un argumento sólido y pespunteado de poemas y canciones que componen una singular banda sonora del crimen.



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Segunda entrega de la trilogía Versos, canciones y trocitos de carne escrita por César Pérez Gellida, precedida por la novela Memento mori, cuya reseña puedes leer aquí

En la entrega anterior dejamos a Ramiro Sancho expectante por el devenir de los hechos, mientras que Carapocha y su hija Erika trataban de capturar a Augusto Ledesma. La cosa termina sin que el lector tenga muy claro qué es lo que ha ocurrido pero es evidente que si la historia continúa, los personajes también han de tener segunda parte.

El inicio de Dies irae se remonta al año 1995 en pleno conflicto de los Balcanes, un amplio salto en el tiempo para enclavar al lector en la República Srpska y asistir al diálogo entre dos personajes reales y de carácter histórico, Thomas Karremans, Teniente coronel de la UNPROFOR en 1995 y Ratko Mladic, Jefe del Estado Mayor del ejército de la República en Srpska. En nota al pie, César nos informa de que dicha conversación está traducida literalmente de una compilación a partir de varios fragmentos de la misma grabados en vídeo a los que él ha tenido acceso.


Thomas Karremans y Ratko Mladic.
Tomada de Imágenes Google
El por qué Dies irae comienza en un punto de la historia con mayúsculas como este, mientras que Memento mori se circunscribe únicamente a la ciudad de Valladolid, es una de las claves de la novela y como es propio en el autor, no quedará sin respuesta.   

Dies irae está llena de flashbacks que nos transportan a diversos punto del globo terráqueo. Desde la primera línea se observa una visible diferencia con la novela predecesora, pues esta segunda entrega se ramifica en varias líneas temporales y argumentales.

Año 1995. Balcanes. Se hace un retrato del conflicto que asoló la zona durante aquel periodo y en el que tanto Armenado Lopategui, alias Carapocha, como su mujer Erika desempeñan un papel que será transcendental para el desarrollo de una de las líneas argumentales. 

Año 1999. Nueva York. Carapocha conoce a Orestes, un individuo con problemas y demasiado empachado de sí mismo que no quiere ser como los demás. Necesita ser recordado, lograr algo excepcional aunque el camino para conseguirlo no sea el más acertado. Lo que importa es el fin. 

Año 2000. Berlín. Carapocha y Orestes siguen en contacto. 

Año 2011. San Petesburgo. Carapocha y Erika se toman la justicia por su mano contra el matrimonio Nikolay Kolyvanov y Anastasia Kuremaa, una pareja aparentemente civilizada pero como las apariencias suelen engañar, resultan ser unos asesinos en serie de origen canadiense que violaron y asesinaron a varias adolescentes para «compensar» la frustración que siente Nikolay al entender que su mujer no había llegado virgen al matrimonio.

Mismo Año. Belgrado. Padre e hija intentarán averiguar qué le ocurrió a Erika Eisenberg, esposa de Carapocha y madre de Erika, durante el conflicto de la antigua Yugoslavia. Erika Eisenberg, asesinada por Ratko Mladic al descubrir que era una espía a las órdenes de la inteligencia rusa. 

Mismo Año. Trieste. Augusto Ledesma sigue vivo y coleando. Su mente no descansa y el primer contacto que tenemos con él es el momento en el que se cuela en la mansión de Danilo Gaspari, un empresario esloveno relacionado con el tráfico de armas. Obviamente no será el único asesinato que cometa.

Todos estos tiempos y hechos se articulan a modo de tela de araña. ¿Cuáles son las incógnitas a despejar? Por un lado, Sancho tiene que enfrentarse de nuevo a Augusto. Tras ser informado por Carapocha de la actual ubicación de su antagonista, viajará a Trieste y colaborará con la inspectora jefe Gracia Calo, encargada de los casos de asesinatos que comienzan a producirse en la ciudad. 

Por su parte, Carapocha y Erika tienen una doble misión. Hacer justicia en favor de Erika Eisenberg y posteriormente dar caza a Augusto o al menos, ayudar al inspector Sancho.


De nuevo encontramos personajes bien construidos. En Memento mori conocimos prácticamente a todos los que cargan la parte más pesada del argumento pero surgen otros que aportan su grano de arena. 

El inspector Ramiro Sancho aparece de nuevo avanzada en parte la trama. Sigue atado al caso de Augusto Ledesma, intuyendo que la cosa no había acabado con la muerte del asesino y luchando porque las investigaciones no se cierren. En su interior se clava la espina de no haber visto con sus propios ojos a Augusto sin vida. 

Augusto Ledesma reside ahora en Trieste donde volverá a las andadas. Su personalidad sigue siendo tan perversa como en Memento mori y en esta segunda parte seguimos profundizando en su psique. Augusto teme a la oscuridad, algo que le viene de los maltratos que sufría durante la infancia, a su mente asoman las dudas por su forma de proceder, no es tan infalible como en su época de Valladolid, comete más errores y además parece ser más vulnerable, estar menos seguro de sí mismo. Incluso se podría decir que la luz de la compasión brilla durante un nanosegundo en su interior.

Pero si hay dos personajes que adquieren un mayor protagonismo y presencia en Dies irae esos son Carapocha y su hija Erika. Hasta ahora no sabíamos mucho sobre sus vidas porque en Memento mori pasaron a demasiada velocidad y ahora, tras la lectura de Dies irae, entendemos que el psicólogo criminalista había adoptado una pose en sus primeras apariciones. Es ahora cuando llegamos a conocerlo bien. El autor nos conduce hacia el momento en el que él y Augusto Ledesma se conocen, nos desvela el por qué de su escasa relación con su hija Erika, y nos descubre la herida sin cicatrizar que anida en su interior. 

Erika no es una persona fácil de llevar. Sufre un trastorno bipolar que la tiene ligada a medicamentos a los que ella se resiste. No llega a entender muy bien a su padre pero decide seguirlo.  

En Memento mori había que alabar la ardua tarea de documentación que se escondía tras la novela. Ese dominio del funcionamiento de la mente humana, de la forma de actuar de los asesinos en serie, de las investigaciones policiales,... queda eclipsado por el que el autor nos ofrece ahora. En Dies irae, César nos acerca a la guerra de los Balcanes donde, como suele ocurrir en todos los conflictos bélicos, la religión supone un importante puntal, por no decir el principal. 

Visitaremos Belgrado, una ciudad que se nos abre ante los ojos por medio de sus calles, sus costumbres y sus platos típicos. Y de igual modo, pasearemos por Trieste, ciudad en la que César se  hace un guiño así mismo, posicionándose como un turista más junto a su mujer Olga. Me pareció un detalle muy simpático. 


Vista de Belgrado

lunes, 23 de diciembre de 2013

MEMENTO MORI de César Pérez Gellida.


Autor

César Pérez Gellida nació en Valladolid en 1974. Es licenciado en Geografía e Historia por la Universidad de Valladolid y máster en Dirección Comercial y Marketing por la Cámara de Comercio de Valladolid. Ha desarrollado su carrera profesional en distintos puestos de dirección comercial, marketing y comunicación en empresas vinculadas con el mundo de las telecomunicaciones y la industria audiovisual, hasta que en 2011 decidió trasladarse con su familia a Madrid para dedicarse en exclusiva a su carrera de escritor. 

Memento mori es la primera obra de na prometedora producción novelística. 

Sinopsis

Septiembre  de 2010.

Aquella mañana de domingo nada le hacía presagiar al inspector de homicidios de Valladolid Ramiro Sancho que acababa de dar comienzo una pesadilla que lo dejaría marcado para el resto de sus días.

La investigación del asesinato de una joven ecuatoriana a la que le han mutilado los párpados y en cuyo cuerpo han encontrado unos versos amenazantes ocupa las primeras páginas de esta novela negra narrada con un dinámico y atrevido lenguaje cinematográfico. Sin embargo, el autor nos arrastra por un camino inesperado al describir los hechos desde la perspectiva del propio asesino: un sociópata narcisísta influenciado por la música más actual y por las grandes obras de las literatura universal. 

La evolución frenética de los acontecimientos desemboca en la intervención de uno de los especialistas más reconocidos en el comportamiento de los asesinos en serie. Este complejo triángulo emocional, unido a la intriga que envuelve al siniestro cómplice del asesino, hace que Memento mori se convierta en un profundo thriller de acción con banda sonora que atrapará al lector de principio a fin. 



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A estas alturas ya todos sabemos que Memento Mori es la primera novela negra de la trilogía Versos, canciones y trocitos de carne escrita por César Pérez Gellida, en cuyas redes hemos caído muchos lectores.

Memento mori tiene un inicio in media res, fuerte, gélido, angustioso, de esos que te cogen con fuerza y te adentran en la escena del crimen. Mercedes, una mujer de la que poco conocemos, está maniatada, amordazada, apenas puede respirar pues una bolsa de plástico le cubre la cabeza. Siente calor, asfixia, se ha desmayado varias veces y no parece que la cosa vaya a mejorar. Su agresor se mueve a su alrededor, le habla, la confunde, y aunque en un principio no sabemos de quién se trata, llegado el momento comprobaremos atónitos la relación que une a ambos. Sin embargo Mercedes no es la primera víctima del argumento de Memento mori aunque sea la primera de la que tenemos constancia. Ocurre que, con estas primeras páginas, el autor nos está adelantando información pues este suceso se retomará avanzada la lectura y quedará encajado en su momento adecuado. 

Este será uno de los distintos asesinatos a los que el inspector Ramiro Sancho del Grupo de Homicidios de Valladolid tendrá que hacer frente.  Antes de que el asesinato de Mercedes tenga lugar, encontrarán a una mujer ecuatoriana entre unos matorrales de un parque de la ciudad y posteriormente a algún que otro personaje más asesinado y bien relacionado con la trama, pero no os desvelaré quiénes son.

Lo que sí os puedo decir es que el asesino al que se enfrenta Ramiro es un sociópata narcisita, un individuo al que le gusta dejar su impronta. Un poema y alguna mutilación en el cuerpo de la víctima serán las pistas que el inspector tendrá que seguir a lo largo de las más de 500 páginas que componen la novela.

Todos los sucesos ocurren en Valladolid, ciudad en la que residía el autor por lo que las ubicaciones serán fiel reflejo de la realidad y por cuyas calles podremos transitar gracias a los mapas que se incorporan en el interior de las cubierta, un plano general de la ciudad y otro más concreto de la zona centro. Supone un homenaje a esta ciudad que dicho sea de paso, no suele ser escenario de muchas novelas. 



Los personajes son sólidos. Hasta más allá de la primera mitad de la novela, las dos columnas sobre la que se asienta el argumento son el inspector Ramiro Sancho y el asesino Augusto Ledesma. 

Ramiro es un pelirrojo de casi dos metros de altura, deportista y con poca inclinación a la conversación, no solo ya por su carácter reservado sino también porque acaba de pasar por una separación y lo único que desea es volcarse en su trabajo. Me ha parecido muy significativa su forma de razonar, siempre con muy buenos argumentos que aumentan la credibilidad de la acción y el personaje.


«"Normalmente, cuando todo encaja con tanta facilidad es que alguien está poniendo la masilla", razonó». [pág. 47]

Pero es el segundo, Augusto Ledesma, el que prácticamente se come la escena. Augusto no es un psicópata de tres al cuarto. Estamos ante un personaje conocedor de la literatura universal y gran melómano. Cuida muchísimo su aspecto vistiendo ropas de marca, bien aseado en cada momento, de aspecto tan agradable que ninguna de sus víctimas sospecha de él, excéntrico en más de una ocasión, antisocial, no siente pena por nada ni por nadie, se muestra rebelde, agreste, violento y con un facilidad abismal a construir ideas crueles... Extremadamente culto e inteligente. Fue adoptado de pequeño, tras sufrir los malos tratos de su madre biológica lo que le ha generado terribles pesadillas en su edad adulta. Su familia adoptiva le ha dado una educación exquisita, siempre en los mejores colegios del extranjero, aparte de haberle dejado una suculenta herencia.

Pero casi llegando al ocaso del libro surge un tercer personaje, Armando Lopategui, más conocido como Carapocha por las marcas que figuran en su cara. Armando es un psicólogo criminalista enviado, supuestamente, por las altas esferas para ayudar a Sancho a capturar a Augusto. Llegados a este punto, Carapocha adquiere gran protagonismo y la narración se centra sobre él, eclipsando momentáneamente a Sancho y a Augusto.

Se nota que Memento mori es fruto de una ardua documentación. Para un autor cuya vida profesional ha girado en torno a la dirección comercial y el marketing sorprende el dominio que posee de las investigaciones criminales, el mundo forense, la  piratería y las prácticas ilegales de hackers y crackers. Significativo es también el retrato que César Pérez hace sobre los asesinos en serie. Adentrarse en la mente de un individuo de este tipo, conocer su forma de pensar, de actuar,... no debe ser tarea fácil, pero la visión que el autor nos ofrece de la parte más oscura del argumento está muy bien labrada.

La novela está escrita en tercera persona por un narrador omnisciente, salvo el último capítulo que servirá para conectar con la segunda entrega, de este modo el lector posee toda la información al alcance su mano, ya sea desde la perspectiva del inspector Ramiro como desde la de Augusto. En este sentido vamos por delante de la investigación policial, pues conocemos los movimientos de Augusto antes de que la policía los descubra, por lo tanto somos meros espectadores del proceder policial. Esta cuestión no exime a la narración de intriga y suspense en ningún momento. 

lunes, 16 de diciembre de 2013

ENTREVISTA A CÉSAR PÉREZ GELLIDA (Trilogía Versos, Canciones y Trocitos de carne)

Autor


César Pérez Gellida nació en Valladolid en 1974. Es Licenciado en Geografía e Historia por la Universidad de Valladolid y Máster en Dirección Comercial y Marketing por la Cámara de Comercio de Valladolid. Ha desarrollado su carrera profesional en distintos puestos de dirección comercial, marketing y comunicación en empresas vinculadas con el mundo de las Telecomunicaciones y la Industria Audiovisual hasta que en 2011 decidió trasladarse con su familia a Madrid para dedicarse en exclusiva a su carrera de escritor. 

César Pérez Gellida irrumpió con fuerza en el mundo editorial con Memento mori, que cosechó grandes éxitos tanto de ventas como de crítica y obtuvo el premio Racimo de literatura 2012. Constituía la primera parte de la trilogía Versos, canciones y trocitos de carne, que ahora tiene su continuidad con Dies Irae y que se cerrará con Consummatum est.

Trilogía Versos, canciones y trocitos de carne.
(Pincha en las cubiertas para ver la sinopsis)


   



Mira que se ha hablado de César Pérez Gellida en todos los rincones de la blogosfera durante este año que casi está a punto de terminar. Mira que su primer libro cosechó buenísimas opiniones. Mira que el segundo no se queda atrás,... Pues yo no me he estrenado hasta hace unas semanas. Y es que no soy muy de trilogías pero en este caso costaba mucho resistirse con tan buenísimas críticas. Ocurrió además que César venía a Sevilla y me dieron la oportunidad de conocerlo, así que la ocasión la pintaban calva, nunca mejor dicho.  (XD)  

A continuación os dejo la entrevista que concedió a este blog. Os aviso que no pude sacarle absolutamente nada sobre el tercer libro, Consummatum est, que verá la luz en el mes de marzo del próximo año. No me gusta nada que corra el tiempo pero en este caso estoy deseando que llegue el momento de la publicación.

Marisa G.- Buenas tardes César. Muchas gracias por concedernos parte de tu tiempo para hablar de tus libros.

César P.- Es un placer.

M.G.- Mira yo no me había leído Memento mori hasta hace unos días pero creo que era un paso necesario para enfrentarme a la trama de Dies irae, del que voy por la página 200.

C.P.- Pues hoy me ha dicho una periodista de la cadena Ser que ella se ha leído directamente Dies irae y otro periodista del diario Levante también me comentó lo mismo el otro día. Ambos me cuentan que se han enterado totalmente de la trama, sin que les haya quedado lagunas, lo cual me sorprende mucho porque a mí me costaría coger toda la esencia si antes no te me he leído Memento mori porque ahí se presentan a los personajes, sus antecedentes, pero mira... Me ha sorprendido.

M.G.- Ya pero la historia queda más completa si los lees todos y por orden. En cualquier caso, yo he preferido leerme Memento mori primero y luego continuar con esta segunda.

C.P.- Claro, me parece lo más normal.

M.G.- Bueno, empecemos con las preguntas. Leo en tu biografía que eres licenciado en Geografía e Historia, luego hiciste un máster en Dirección Comercial y Marketing, que es realmente a lo que te has dedicado profesionalmente hasta ahora. De repente lo dejas todo y te centras en escribir. Como decimos aquí, valiente tela, ¿eh?

C.P.- Sí, aunque tiene una explicación. Yo nunca me he sentido con la necesidad de escribir, ni empecé escribiendo relatos cortos, ni nada por el estilo pero surgieron ciertas cuestiones personales. Olga, mi mujer, se fue a Madrid a trabajar y yo me quedé en Valladolid con el peque. Entonces me encontré que mucho de mi tiempo libre, especialmente el nocturno, lo tenía sin ocupar (yo no veo prácticamente la televisión) y empezó a rondarme una idea por la cabeza y decidí escribirla. Los primeros capítulos de esa historia cayeron en manos de Michael Robinson y él me animó a continuar escribiendo. Lo que pasa es que compatibilizar mi trabajo, con el que yo estaba encantado pero que me ocupaba muchas horas, con la escritura es muy difícil porque al final acabas parcheando. Entonces me lo pensé y aposté por dedicarme en exclusiva a escribir y a trasladarme a Madrid.

M.G.- Pues ha sido una apuesta que te ha salido bien.

C.P.- Bueno, está por ver todavía a nivel económico. Una cosa es que la crítica lo haya acogido muy bien pero en cuestión de ventas, bueno ya sabes, cada día están más bajas y yo no soy un autor conocido. El boca a boca está funcionando muy bien y aunque hay una línea de ventas constante tampoco es un boom. Entonces, en marzo de este año que sacaremos Consummatum est, tendré que echar cuentas y decidir si puedo seguir dedicándome únicamente a escribir o no. Si se puede, yo encantado de la vida. 

M.G.- Esperemos que las cifras sean buenas.


C.P.- Yo confío en ello pero ya se verá.


M.G.- El título que le pones a la trilogía, Versos, canciones y trocitos de carne, no deja de ser curioso y tiene mucho sentido para los que han leído tus libros pero cuéntame cómo se te ocurrió. 


C.P.- Bueno, en realidad, ese era el nombre de la novela completa y este pone de manifiesto varios hilos conductores del argumento pero me di cuenta de que la trama daba para mucho más y entonces decidí dividirla en tres partes, dejar ese título como nombre de la trilogía y poner a cada parte un título independiente. 


M.G.- Entiendo que entonces no tenías intención de escribir una trilogía de primera mano. Yo es que con las trilogías tengo un problema y creo que es una opinión que comienza a generalizarse. Se están publicando muchísimas y en todos los géneros, en novela erótica, en thrillers como tu caso, en chick-lit,... 


C.P.- Los lectores están saturados, lo sé. Y ahora encima es más complicado porque si tú vas diciendo que es una trilogía estás poniendo un freno al lector que se tiene que gastar 60 euros para leer toda la historia. Es verdad que ahora tiene más contras que pros, pero yo he querido ser honesto con la extensión que me ha dado la historia. En Consummatum est tenía muy claro que tenía que ser conclusivo pero si la historia me hubiera dado para más, hubiera habido una cuarta parte.  Es decir, no ha sido algo premeditado sino que simplemente la historia, para mí, ha dado este número de páginas.





M.G.- ¿Y qué opinas del reclamo que usa la editorial, compararte con Stieg Larsson? 

C.P.- Son solo reclamos. Yo no me veo muy reflejado en el estilo de Stieg Larsson. Hay puntos de coincidencia en cuanto a que es una trilogía, que es un thriller negro, que en Memento mori está ese experto en informática, el mundo de los hackers, crackers,... pero luego no tiene mucho que ver, ni en el estilo, ni en la trama. Me parece estupendo que me comparen con él porque es uno de los padres de la nueva  novela negra pero esto se debe más a la necesidad de crear etiquetas que a otra cosa. De todos modos, algo así ayuda mucho al lector.


M.G.- Yo me leí el primero de Stieg Larsson y no volví a tomar más un libro suyo.


C.P.- De novela nórdica nos ha llegado mucho y hay mucho bueno, mucho regular y algunas muy malas con una calidad literaria muy escasa.


M.G.- En cuanto a tus dos novelas, existen evidentes diferencias entre una y otra. En Dies irae haces más uso del flashback para rellenar las lagunas que quedaron en Memento mori, hay varias líneas temporales, un fuerte contexto histórico, un cambio de escenario brutal,... ¿Por qué introduces todos estos cambios en vez de continuar con la línea de Memento mori?


C.P.- Pues era una preocupación que tenía. Mira es como lo que ocurre con el chicle Boomer. Por mucho sabor que tenga, si tú lo mascas, lo mascas, lo mascas,... acabas desgastando el sabor y acaba siendo insípido. Si yo seguía con la misma línea de Memento mori, exprimiendo la naranja de Augusto, de los asesinos en serie, los psicópatas, el universo de los hackers, etc,... Dies irae iba a sonar más de lo mismo. Así que, dentro de la homogeneidad argumental, he añadido ingredientes nuevos y he quitado elementos que existían en la primera novela. Dies irae tiene mucha menos carga de investigación criminal que Memento mori, por tanto, hay lectores que se decantan más por la primera novela y hay otros que les gusta más Dies irae porque la novela es más profunda, más compleja,... En cualquier caso, lo que no quería es que supiera a lo mismo.


M.G.- Y otro detalle muy llamativo es que Augusto habla en tercera persona en Memento mori, salvo en el último capítulo, que lo hará en primera, conectando así con su voz narrativa en Dies irae, donde nos hablará siempre de manera directa. ¿Qué pretendías con este cambio?


C.P.- Me he sentido más a gusto y más "augusto" en la medida en la que he ido interpretando a este personaje. Al empezar a escribir Memento mori hablé con un especialista en narcisismo y esa persona me dio las claves del funcionamiento de una mente aquejada por la sociopatía del grupo narcisista y cada vez que escribía un capítulo en el que aparecía Augusto he ido interpretándolo y metiéndome en la piel de este personaje. Hasta que no me he sentido muy identificado con Augusto no podía hablar en boca de él, por eso, al final de Memento mori es cuando no simpatizo pero sí empatizo mucho con la figura de Augusto y le hago hablar en primera persona. ¿Para qué? Para hacer zoom sobre él y que el lector viera y viviera las escenas desde los ojos de Augusto.


M.G.- En la primera parte, Augusto es un ser terrible, sanguinario, un asesino frío y despiadado, sin embargo, y hasta donde llevo leído de Dies irae, encuentro que en su personalidad asoma un ligero toque de compasión que dura unos minutos tan solo pero ahí está. No sé si después el personaje volverá a comportarse así.


C.P.- Es que realmente un sociópata funciona así. Los sociópatas que terminan cometiendo crímenes en serie, tienen una meta y un camino para llegar a esa meta. Sin embargo, ese camino no es siempre recto y pulido. Ellos están siempre muy seguros de lo que están haciendo, lo tienen todo bajo control, tienen todas las herramientas, esconden pruebas pero dejan su firma,... En eso son muy procedimentales pero eso no quiere decir que no tengan dudas sobre si lo que está haciendo está bien o mal. Muchísimos asesinos en serie tienen picos de actuación porque realmente se plantean si lo que hacen deben o no hacerlo. Hay algunos asesinos que de repente paran y no los pillan nunca, pero otros continúan porque el sabor del poder y la dominación les puede.

M.G.- En cuanto a otros personajes también hay cambios. Por ejemplo en esta segunda entrega das más protagonismo a Carapocha y su hija Erika.


C.P.- Carapocha en Memento mori está interpretando un papel, no es realmente como es sino como se muestra porque él lo que pretende es acercarse mucho a la figura del investigador que está llevando el caso. Carapocha es realmente como se muestra en Dies irae, donde ya no maneja tanto el humor, no es tan irónico ni tan sarcástico sino que está muy preocupado, primero por tratar de resolver el caso de la desaparición de su mujer pero, a su vez, tiene el contrapeso de Erika que funciona como satélite. Ella está muy absorbida por su padre, aunque él intenta apartarla y que no caiga en lo mismo que él ha caído, en la obsesión por desentramar el laberinto de una mente como la de Augusto Ledesma y todo  el histórico que conlleva. En esa tesitura vamos a ver un Carapocha que se maneja con una serie de vaivenes por esto mismo, por un lado tiene la obsesión y por otro lado tiene la figura de Erika a la que que cada vez está cayendo más en su error.


M.G.- Carapocha es un personaje muy complejo, ¿cómo has hecho para perfilar este personaje con tanto bagaje personal como profesional?


C.P.- Sí, es el más complejo de todos y el que más me ha costado porque además es el que uso para expresarme yo. En Memento mori me di cuenta de que me hacía falta una tercera visión porque de otro modo todo se iba a reducir al bueno y al malo, de ahí que Carapocha aparezca cuando la trama está ya muy avanzada. Este personaje es el único que realmente tiene una evolución clara y directa porque el personaje de Augusto, una vez que lo sabes interpretar, no tiene mucha complejidad y es el más fácil de escribir. El de Sancho, sin embargo, es un personaje que tiene una evolución que va in crescendo o descendiendo a los infiernos pero lo hace muy  poco a poco.


M.G.- Tus libros están llenos de elementos dispares como los poemas. ¿Son todos tuyos?


C.P.- Son míos sí o de Augusto porque yo los escribo cuando estoy interpretándolo a él. No los escribo por separado. Yo hago la escena e inmediatamente después hago el poema porque tengo que estar igual de influenciado que él. Ten en cuenta que Augusto utiliza el crimen para tener esa energía que le inspire y así poder hacer esa obra poética porque el objetivo final de Augusto es perpetuarse en el tiempo, con una gran obra poética alimentada por el asesinato y que eso le eleve una vez que ya no esté en este mundo.


M.G.- Por otra parte haces un enorme recorrido por la música: Bunbury, Muse, The Cure, Depeche Mode, Placebo,... Esta banda sonora se puede escuchar en tu web y creo que también la tienes en Spotify. ¿Cómo haces para buscar la canción correcta para una determinada escena?


C.P.- Ahí juego un poco con trampa porque todas estas canciones ya están aquí (se señala la cabeza). Entonces cuando estoy describiendo una escena busco en mi biblioteca mental qué canción me evoca ese momento y hago lo que dice Augusto, un momento para cada canción y una canción para cada momento. Es cierto que, el 95% por no decir el 100% de las canciones que utiliza Augusto son de mi biblioteca musical, por lo que no tengo que andar buscando sino que en ese momento visualizo la primera canción que me viene.

M.G.- Adoras la música.

C.P.- Sí, desde siempre es algo que me llega muchísimo. 

M.G.- Los títulos de las canciones salen de las letras de Bunbury en Memento mori y de Vetusta Morla en Dies irae. Creo que tienes buena relación con Bunbury, ¿ocurre igual con Vetusta Morla?



C.P.- De Vetusta Morla no tengo noticias. Les enviamos los libros pero no hemos tenido respuesta. En cuanto a la tercera entrega, se les ha comunicado al grupo cuyas letras darán título a los capítulos y están encantados, pero no te voy a decir quiénes son (risas).

M.G.- ¡Vaya! (risas). También haces mucha referencia a la literatura. En Memento mori hay un guiño a Kafka, La metamorfosis,... y en Dies irae parte de la acción transcurre en Trieste donde residió James Joyce.


C.P.- Augusto está muy influenciado por la literatura y por la literatura clásica en particular, algo que se explica muy bien en Memento mori con es gran biblioteca que tenía su padre donde él, como buen sociópata que se va haciendo, se encierra y allí encuentra su fuente de alimentación. Por lo tanto, lo que él sabe del mundo exterior, lo sabe a través de los libros. Los escritores que asoman en el libro son muy particulares y muy de la línea de Augusto y no de la mía. Ellos encajan con la forma que un socioóata tiene construida su cabeza.

M.G.- ¿Te has llegado a leer Hambre? (Augusto se está leyendo esta novela de Knut Hamsun en Dies irae)

C.P.- Sí me la he llegado a leer pero el Ulises lo he intentado dos veces y nunca lo he podido terminar. No soy capaz. No consigo conectar con la historia. No digo que no me guste porque hay algunos capítulos que me gustan mucho pero otros no los entiendo. Me pasa lo mismo con Saramago o con Murakami, que no sé lo que me están contando. 

M.G.- Es complicado conectar con todos los autores, tampoco pasa nada. Y en cuanto a la documentación, me interesa mucho saber cómo te has documentado para saber por ejemplo cómo funciona la mente de un asesino en serie, cómo evoluciona una investigación criminal, todo el tema de la piratería informática, la farmacología... ¿De dónde extraes todos estos conocimientos?

C.P.- La farmacología es un tema que me costó mucho. Siempre he tratado de tirar de contactos, de especialistas. La parte de investigación criminal es la fundamental, en la que yo he tenido que hacer un buceo y si no fuera porque he tenido la ayuda de un inspector de homicidios en activo, esto hubiera sido otra cosa. No sé si mejor o peor pero hubiera sido otra cosa totalmente distinta. Los ciudadanos de a pie no tenemos ni idea de cómo es una investigación criminal real. Tenemos la intoxicación de lo que recibimos de otras novelas, de la televisión, del cine,... y todo eso es muy distinto a la realidad. Y hay otra cosa más, que prácticamente no se tiene en cuenta nunca, no basta con saber quién es el que ha cometido el delito, eso es lo de menos, sino que lo realmente importante es poder probarlo, poder entregar un dossier a un fiscal que a su vez entregará al juez para probar la culpabilidad del individuo. Eso es lo que me ha llevado más tiempo asimilar. Luego hay otros aspectos, como la farmacología, algo que uso muy poco, para lo que acudí a una doctora argentina que estaba de paso en España  y que es una eminencia. Esta persona, que tiene 73 años, me ayudó a comprender muchas cosas mediante mails. Son detalles que requieren su tiempo pero son momentos que me permiten hacer un alto en el camino a la hora de escribir porque me puedo pasar entre 13 y 14 horas escribiendo delante del ordenador y estas fases de documentación me liberan mucho.

M.G.- En tus libros hay una fuerte contraposición entre el bueno (Sancho) y el malo (Augusto) que además se distinguen por una característica muy peculiar. Sancho es muy refranero mientras que Augusto usa muchos latinajos. 

C.P.- Eso sí ha sido buscado porque las dos cosas están desapareciendo. El uso del latín se está perdiendo irremediablemente y me da pena porque es algo que ha sido la base de muchas lenguas y va a terminar por quedarse como algo viejo y denostado. Yo he querido recuperar esos latinajos para refrescar la memoria del lector. La idea primordial era esta pero luego se me ocurrió recurrir a algo que usa mucho mi padre, los refranes. Mi padre es muy refranero y la mayoría de los refranes que aparecen en los libros se los he escuchado a él. Me lo pensé mucho porque lo mismo establecer esa contraposición iba a parecer muy forzado pero pensé que era buena idea recuperar refranes que en el castellano se están perdiendo. 


Foto tomada de la web del autor
M.G.- Rebuscando por tu web he visto que algunos detalles que figuran en el libro son ciertos. Por ejemplo, el bar Zero Café existe y la pintada que aparece en Memento mori y que dice «Muérete vieja» también es real.

C.P.- Sí, sí... Eso fue cuando andaba buscando escenarios en los barrios un poco deprimidos. Me encontré esa pintada y el barrio encajaba con lo que tenía en mente.

M.G.- En cuanto a la tercera entrega, ¿en qué punto del proceso está? 

C.P.- Pues está ya entregada.  

M.G.- Se publica en marzo, ¿no?

C.P.- Sí, para esas fechas.

M.G.- ¿Y nos vais a hacer esperar tanto tiempo?

C.P.- Bueno, es que eso responde más a las ventanas de explotación editorial. La última ventana antes del 15 enero es  la tercera semana de noviembre. Entre esas dos fechas no hay novedades editoriales y las Navidades se alimentan de todo lo que ha salido justo hasta la tercera semana de noviembre. Podíamos haber publicado sobre el 24 de noviembre pero ocurre que hubieran transcurrido menos de cinco semanas entre la publicación de Dies irae y Consummatum est y así Dies irae se iba a ahogar un poco tanto la novela como el lector. Así que nos hemos ido a marzo, que no es muy buena fecha para publicar pero sí lo es para colocar y que se vea en el lineal.

M.G.- Pues seremos pacientes y esperaremos. Me han dicho que el final de Dies irae es muy fuerte. No me cuentes mucho ¿eh?

C.P.- El final de Dies irae te va a gustar. A lo mejor te entran ganas de insultarme pero te va a gustar.

M.G.- Bueno si tengo ganas de insultarte ya te mando un correo (risas)

C.P.- Eso, eso, y así te desahogas (risas).

M.G.- Y después de Consummatum est, ¿hay algún proyecto más?

C.P.- Estoy escribiendo sí. Me he metido en un lío que si lo hubiera pensado de forma más racional, lo mismo estaría haciendo otra cosa. Es otro género. Me he ido a un thriller distinto porque no tiene nada que ver con este y está narrado en un futuro cercano, pero no es ciencia ficción. Ocurre en el 2054 y he recreado un universo que tengo que mantener en mente constantemente y se me está complicando mucho la cosa. Pero es un reto, un reto complicado, y no sé si me va a llevar 5 meses o 5 años. Bueno, ya llevo más de 5 meses pero será lo siguiente que publique. 

M.G.- Bueno, pues te voy a dejar porque me van a reñir aunque se me queda una pregunta en el aire.

C.P.- Venga, venga, ¡dale!

M.G.- ¡Voy! Tus libros son muy cinematográficos, ¿no te han propuesto llevarlos al cine?

C.P.- Me han hecho varias propuestas. Los derechos cinematográficos los tiene Michael Robinson, por lo tanto es él el que maneja este tema. Yo, en eso, pincho y corto muy poquito. 

M.G.- Pues tiene toda la pinta que vayan a acabar en el cine. 

C.P.- Ojalá porque me gustaría que tuvieran una segunda vida en formato audiovisual pero como no depende de mí, lo dejo en el aire. 

M.G.- Seguro que algo sale. Bueno César, ahora sí que pongo punto y final. Te agradezco mucho el tiempo que nos has concedido y espero que tengas mucha suerte.

C.P.- Gracias a vosotros.  



Bueno y hasta aquí la entrevista que nos concedió César. Ahora solo nos toca esperar a la publicación de Consummatum est y comprobar qué futuro le depara a Sancho y a Augusto. 

Espero que os haya gustado todo lo que el autor nos ha contado.






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