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viernes, 19 de noviembre de 2021

LOS NOMBRES PROPIOS de Marta Jiménez Serrano

Editorial: Sexto Piso
Fecha publicación: marzo, 2021
Precio: 17,90 €
Género: narrativa
Nº Páginas: 236
Encuadernación: Rústica
ISBN: 9788418342257

Autora

Marta Jiménez Serrano (Madrid, 1990) es licenciada en Filología Hispánica por la Universidad Complutense de Madrid y ha realizado un máster en Estudios Literarios y otro en Letras Modernas. Durante cuatro años residió en Francia, donde ejerció como profesora de Lengua y Literatura en la Universidad de Lorraine. Su poemario La edad ligera fue accésit del Premio Adonáis de Poesía 2020. Los nombres propios es su primera novela.

Sinopsis

¿Quién es Belaundia Fu? Es la mejor amiga de Marta a los siete años, la amiga invisible que se queda con ella cuando las cosas no salen bien y ni siquiera la abuela es capaz de consolarla. Belaundia Fu es la voz sensata, ideal e infalible que, en la adolescencia de Marta, le dice las verdades a la cara: por ejemplo, que ese chico, Charlie, no le conviene. Pero cuando Marta ya ha cumplido veintidós, cuando ya se ha licenciado, cuando está empezando a tomar las decisiones que van a marcar el resto de su vida, ¿qué hace todavía ahí Belaundia Fu? Ahí sigue porque es quien, desde siempre, le ha narrado a Marta su propia historia. ¿Quién es Belaundia Fu?, nos preguntamos, aunque la pregunta verdaderamente importante es: ¿quién es Marta?

Luminosa y emocionante, Los nombres propios es una indagación sobre la identidad y la relación que establecemos con el mundo que nos rodea. Dominada por una voz narrativa de una madurez excepcional, la primera novela de Marta Jiménez Serrano reflexiona sobre cómo llegamos a convertirnos en quienes somos, sobre el hecho mismo de crecer y la manera en que lo hacemos: aprendiendo a nombrar aquello que nos importa.

[Información tomada directamente de la web de la editorial]



¿Recuerdas si tuviste un amigo imaginario durante la infancia? ¿Le llegaste a poner nombre? Marta Jiménez Serrano, autora de Los nombres propios, sí lo tuvo. Concretamente tuvo una amiga invisible a la que apodó Belandia Fu. No me preguntes por qué ese nombre. No se lo preguntes tampoco a ella porque no sabría responderte con exactitud. Eso y más cosas me las contó durante la entrevista, que puedes leer aquí. Lo cierto es que Jiménez rescata hoy esa voz de la infancia para hacerla protagonista de su primera novela. ¿Protagonista? Sí. Al menos, así lo veo yo, porque Belandia Fu no es sola una voz narradora, es el eje de una historia que nos va a permitir acompañar a una niña de siete años hasta la edad adulta. Dejadme que os cuente un poco.

Marta

¿Cómo es la vida de una niña a los siete años? Por regla general, toda su existencia gira alrededor de su familia. Marta tiene una madre que se ocupa de ella y de la casa, un padre cardiólogo al que apenas ve, una hermana a la que llama Simba, unas primas y una abuela. Esa es la Marta niña, la que pasa los veranos en casa de su abuela, montando teatrillos con sus primas, la que se zambulle en la piscina a hurtadillas, mientras el resto de la familia duerme la siesta. Pero la Marta niña irá creciendo y convirtiéndose en una adolescente, una jovencita con novio -Charlie-, y luego en una mujer adulta. Crecer es complicado. El proceso de madurez, el paso de una etapa a otra, está llena de incertidumbres y de situaciones que no siempre entiendes. Cuando eres niña la solución a todos tus problemas residen en las manos de tus padres, pero llega un momento en que empiezas a dar pasos por ti misma, fuera de ese reducto familiar tan seguro y reconfortante. Marta, como todos, tendrá que asomarse al mundo, donde hay peligros y amenazas, aunque a veces vengan disfrazadas. Dejas la infancia atrás y entras en un torbellino de años, donde todo resulta llamativo y estimulante. Llegarán los chicos. Llegará el amor que arrasa y el que destruye. Y sigues caminando para encontrarte un día independiente, para enfrentarte con la vejez de los que amas. Y también con la muerte. ¿Por qué hacer todo ese camino en soledad? ¿Por qué no tener una mano a la que agarrarse, la de esa voz que te conoce mejor que nadie, la que sabe todo de ti, incluso a aquello que ni tú misma sospechas? Eso es lo que hará Marta en esta novela, dejarse acompañar por Belandia Fu hasta un punto en el que, con casi treinta años, y con unos cuantos golpes encima, su amiga invisible desaparezca para siempre. Marta volará sola a partir de entonces.

La voz narradora

Decía antes que, bajo mi punto de vista, Belandia Fu es la auténtica protagonista de esta novela. Es verdad que su papel será contar la vida de Marta, desde que es bien pequeña, hasta la edad adulta pero, incluso así, su presencia es mucho más potente que la de la joven. Además, Bela ocupa esa posición privilegiada, esa atalaya desde donde todo se ve, el presente de Marta, pero también el futuro. Ese ente imaginario es como el oráculo de la verdad, como un ser que viene de otro tiempo, en cuyo relato irá adelantando sucesos que le ocurrirán más tarde a Marta. Y es una voz amiga, que te cuida, que te reconforta. 


«A mí sí me nombras -eso, es verdad, no lo hace todo el mundo-, me nombras y dejo de ser solo una voz. Soy tu mejor amiga. Cómo no voy a serlo, si me nombras». [pág. 24]


No siempre somos capaces de conducirnos con sensatez por la vida. A veces, somos como un barco a la deriva, andamos caminos equivocados, erramos el tiro, metemos la pata. Muchos vendrán a darnos consejos, los que hablan a través de la experiencia, pero nadie escarmienta por cabeza ajena. En ocasiones nos obcecamos en un empeño absurdo, como si quisiéramos comprobar hasta dónde somos capaces de complicarnos la existencia, incluso en esos momentos en los que tu propia voz interior te advierte de tus malas decisiones.


«...te hablo, sensata, diurna, equilibrada, alegre, ideal, infalible. Por algún motivo has decidido que todos esos adjetivos tienen otro nombre, que no pueden tener el tuyo. Los llamaste Belandia Fu, yo te pido que al menos me llames Bela, a estas alturas, pero tú no quieres, he dejado de caerte siempre bien. Lo sé. Lo sé ahora, que te digo que Charlie no me gusta y sé que no quieres escucharme». [pág. 64] 


Pero Bela, a pesar de saberse no escuchada, no abandona nunca a Marta. No, de momento. Será anti-natura que ella, como amiga imaginaria, permanezca al lado de la niña más allá de sus seis o siete años. Bela lo sabe y en ocasiones se preguntará qué hace aquí. Es verdad, ¿qué hace Belandia Fu a estas alturas de la vida de Marta dándole la mano para evitar que tropiece? No puede vivir para siempre. En algún momento tendrá que dejar que la joven vuele sola, tendrán que liberarse la una a la otra. Bela lo sabe, sabe que «ya va siendo hora de que me des un portazo en las narices». Pero para ello tendrán que suceder algunas cosas.

Y será en ese punto cuando Marta Jiménez Serrano juegue con las artes de la escritura y transforme una voz en otra, en una suerte de ardid mágico que coloca cada cosa en su sitio.

Los padres

Papá y mamá siempre fueron nuestros referentes. Por lo menos, mientras fuimos pequeños. En Los nombres propios, veremos cómo la relación de Marta con sus padres evoluciona con el paso de los años. La visión que la niña tiene de papá y de mamá es la misma que cada uno de nosotros hemos podido tener a su edad. 


«Mamá está a punto de enfadarse, pero no lo hace. El universo implosiona si mamá se enfada. Enfadarse es el papel de papá». [pág. 16]


Los padres, en nuestros primeros años, fueron un refugio, un lugar seguro en el que recalar cuando las cosas se ponían feas. Si nos sentíamos enfermos, no había nada mejor que el regazo de mamá. Si necesitábamos saber algo bastaba con acudir a papá «que lo sabe todo»A los siete años, ¿hay alguien más importante en nuestras vidas que nuestro padre? No, no hay hombre más importante que tu padre en esos años porque «papá huele a barba recién afeitada, a peine fino y a raya al lado; vuelve de trabajar por la noche y está de buen humor los domingos en el aperitivo». Y aunque papá nunca está en casa, ¡qué alegría nos invade cuando regresa! Con mamá es diferente.

 

«Mamá está todo el tiempo, así que no la ves. Su mano contra tu tripa escurriendo el jabón de la esponja, su mano sobre tu frente, su mano dándote crema hidratante que te alivie los picores o abrochándote el botón del pantalón, que es de los duros, y tú no puedes». [pág. 33]


¡Y qué extraña es la relación con una madre! Siempre lo ha sido, a cualquier edad. Marta no ve a su madre porque está todo el día con ella pero mamá hace cosas por ti que nunca llegaste a valorar. «Mamá nunca se enfada, nunca está cansada, nunca está triste, nunca tiene miedo». ¿Cómo va a sentir todas esas emociones delante tuya para que pienses que es una mujer normal? No. En su lugar, «mamá se traga su enfado a menudo, mamá ignora su cansancio con perseverancia, mamá intenta mostrarse alegre contigo, mamá no quiere transmitirte sus miedos». Mamá es la mejor heroína de tus cuentos. Eso es lo que es mamá.

La abuela

Y luego está la abuela de Marta. Otra de las grandes protagonistas de la novela. Habría que hacer un estudio sociológico, si no lo hay ya, sobre la importancia de las abuelas en nuestras vidas. En el caso de Marta, es un pilar fundamental. La abuela es esa persona de su familia que no le pregunta tonterías, ni tampoco se mete en asuntos incómodos para la nieta. La abuela representa ese primer escozor, el primer mordisco que nos suele dar la vida, la primera persona en la que apreciamos la devastación de la vejez, la angustia de la enfermedad, la cercanía de la muerte. Para Marta, la abuela es punto de inflexión.

¿Qué es lo que más me ha gustado de esta novela?

Para empezar, el enfoque me parece de lo más original. Permitir que la voz de nuestra amiga imaginaria, la que mejor nos conoce para bien o para mal, cuente nuestra vida y narre ese paso de la infancia a la edad adulta me parece un ejercicio valiente de introspección porque, ¿la Marta de este libro es la Marta escritora? Probablemente tenga ese toque autobiográfico, con el que se consigue que texto y lector entren en conexión.  

Añadiría que Los nombres propios cuenta con pasajes que son demoledores. Para mí, lo mejor de toda la novela aparece en la página 33 (ver la cita más arriba) en la que se habla de la madre de Marta. En ese puñado de líneas, -más de las que figuran en la cita anterior-, la autora viene a resumir lo que significa realmente la maternidad y la dedicación a los hijos. Me pareció magistral. Todos los niños deberíamos tener esta óptica de nuestra madre desde que nacemos y no después, cuando seguramente sea tarde.

también me provocó un pellizco en el esternón los pasajes que se recrean en la adolescencia de Marta. Ver a la joven transitar esos años es como hacer una retrospectiva de tu propia vida. Recordar aquellos primeros amores, las llamadas tan anheladas, las esperas nerviosas, los dolorosos rechazos. Son años en los que cambia la relación con nuestro entorno. Aquella madre entregada se convierte en un incordio que te cuestiona constantemente. Y aquel padre que todo lo sabía, ya no es el mismo de entonces.


«Papá que en las bodas te dice que bailes con él y tu le dices "Ni loca"; él insiste, cómo no vas a bailar con él, y tú lo miras clavada a tu silla. Qué vergüenza tan grande, bailar con papá». [pág. 87]


Qué jodida la vida. Si la novela nos permitiera ver a Marta a los cincuenta, ese párrafo sería bien distinto. Sería Marta la que estaría deseando bailar con su padre en las bodas, y lo mismo sería el padre el que ya no querría. O no podría.  

Estructura y estilo

Con un cambio en la voz narrativa que da sentido a toda la narración, Los nombres propios se estructura en cuatro bloques, cada uno de ellos encabezados por un nombre -Belandia Fu, Charlie, Anuncia y Marta-, bloques que irán parejos a determinadas edades de la joven. Con capítulos largos, la narración intimista y cercana prevalece por encima de escasos diálogos, que vienen únicamente a contextualizar las relaciones personales. 


Poco más os puedo decir. Bueno sí, que yo nunca tuve una amiga imaginaria. Quizá influyera que tuviera hermanos mayores o menores pero, de haberla tenido, mi Belandia Fu particular hubiera contado en buena parte la misma historia que se narra en este libro. Porque, ¿quién no se ha preguntado alguna vez qué significa hacerse adulta? Marta se lo cuestiona. La respuesta la tienes en esta novela que te amino a leer. 

[Fuente: Imagen de la cubierta tomada de la web de la editorial]

Puedes adquirirlo aquí:

martes, 19 de octubre de 2021

MARTA JIMÉNEZ SERRANO: ❝Escribir y limpiar son tareas que permiten sacar la mierda❞

Marta Jiménez Serrano (Madrid, 1990). Licenciada en Filología Hispánica por la UCM, cuenta con dos másteres, uno en Estudios Literarios y otro en Letras Modernas. Ha sido profesora de Lengua y Literatura en la Universidad de Lorraine (Francia) y ha publicado dos libros. El primero, La edad ligera, es un poemario, accésit del Premio Adonáis de Poesía en 2020. El segundo, es una novela, Los nombres propios, publicada por Sexto Piso. Sobre esta segunda obra mantuvimos una conversación hace unos días, al todavía bullicioso calor de este veranillo sevillano que se perpetua.

Los nombres propios, que empezó a escribir hace muchos años, narra la vida de Marta, desde que tiene siete años hasta alcanzar los veintinueve. Sus días de infancia, adolescencia e incipiente edad adulta no serán distintos a los de cualquier persona. Familia -padre, madre, abuela, primas-, veranos en la piscina, amores,... Pero, lo que convierte a esta novela en una extraordinaria publicación es su voz narrativa. Belaundia Fu, la amiga imaginaria de la protagonista, será la encargada de transmitir la vida de Marta.

Hablamos con la autora

Marisa G.- Marta, tu primer libro fue poesía y ahora te adentras en la narrativa. ¿Qué te anima a cambiar de género?

Marta J.- En realidad, no lo he vivido como un cambio de género. He ido escribiendo poesía y prosa a la vez. No tiene nada que ver la organización interna del escritor con el orden con el que posteriormente salen las obras publicadas. En mi cabeza siempre han convivido los dos géneros y ha dado la casualidad de que los dos libros han salido publicados en el mismo año.

M.G.- Primera novela con un proceso de escritura larguísimo. Quizá se deba a que, como comentas, has ido combinando los dos géneros y esta novela se ha ido quedando ahí, hasta que has decidido que estaba culminada.

M.J.- Sí. Tardo mucho en gestar. Cuando se me ocurre la primera idea, pienso, anoto,.. pero sin terminar de ponerme a escribir. Y luego también es que he tenido temporadas con mucho trabajo en las que no tenía tiempo para escribir. Pero, principalmente lo que ocurre, es que gesto lentamente los proyectos. Desde que se me ocurre la idea hasta que me pongo a escribirlos, para mí hay un tiempo de rumiar y cultivar que es importante.

M.G.- Imagino que, si una idea surge hace X años, irá evolucionando con el paso del tiempo, ¿no? 

M.J.- Sin duda. Para mí es como ir alimentando o regando la idea, hasta que llega un día en el que crees que está ya lista para trasplantar. Efectivamente, una tiene una idea que luego no es lo que termina siendo el libro, por eso yo necesito ese tiempo, para ver por dónde me lleva la idea.

M.G.- Y en esta primera novela, ¿qué intención hay detrás? No sé si pretendes contar ese paso, no poco traumático, de la infancia a la edad adulta.

M.J.- Sí, es una novela sobre crecer, sobre la búsqueda de la identidad porque crecer es pensar en quiénes somos, qué queremos, qué nos gusta. La motivación inicial era la de retratar la vida de la abuela de Marta, cuyo trabajo no se ha valorado nunca. Parece como si la abuela no hubiera hecho nada en su vida, a los ojos del mundo productivo de hoy. Pero, como digo, esa idea fue evolucionando y al final creo que habla de muchas más cosas.

M.G.- En cualquier caso, ese paso de la infancia a lo adulto, es un tema universal con el que el lector se siente identificado. Todos pasamos por ahí.

M.J.- Claro. Todo lo que se cuenta en esta novela, la relación con la abuela, el desamor, la muerte de alguien querido, o la frustración en la infancia, son temas transversales.

M.G.- La protagonista de esta novela es Marta pero la historia está narrada por una voz peculiar, la de Belaundia Fu, su amiga imaginaria. Redactando esta pregunta el otro día, me surgió una duda. ¿Quién es realmente la protagonista, Marta o Belaundia?

M.J.- Bueno, es una buena pregunta. Creo que el verdadero protagonista es ese diálogo entre Marta y Belaundia, que posteriormente muta en una voz de la conciencia de Marta. Belaundia también tendrá un papel muy protagónico en la novela. 

M.G.- ¿Qué le podrías decir a los lectores sobre esa voz?

M.J.- Belaundia es la amiga invisible que se dirige directamente a Marta, pero que también se dirige directamente al lector porque cuando uno lee el libro, encuentra una voz en segunda persona. Esa voz es un ejercicio de comprensión hacia uno mismo y de compasión. Es una voz que lo sabe todo del futuro que intenta tranquilizar. Ese ejercicio de tener empatía con uno mismo es interesante.

M.G.- Belaundia es el oráculo de la verdad.

M.J.- Ella lo sabe todo. Sabe lo que a ocurrir, saber cómo es todo el mundo, y habla desde el futuro.

M.G.- Es un nombre peculiar. En la novela se dan algunas pistas sobre el origen de ese nombre pero no hay ninguna certeza. Se queda un poco en el aire.

M.J.- Sí, yo quería dar una pincelada para conectar a todos los personajes del libro, pero tampoco quería que sonara demasiado efectista. Simplemente doy  una pista, lo sugiero, y nada más.

M.G.- Estamos hablando de una voz narrativa en segunda persona que sufrirá una transformación cuando el personaje de Marta evolucione.

M.J.- Antes me preguntabas de qué trata el libro y trata de adueñarse una misma de su historia, de encontrar una voz propia, un lugar desde el que hablar. Ese cambio de la voz narradora me servía para mostrar que Marta se ha adueñado de su voz. Ya no tiene que hablar a través, de nadie sino que ella misma se responsabiliza de lo que dice y hace.

M.G.- Los seres queridos, los adultos de esta novela, juegan un papel muy importante. Esa madre, ese padre, esa abuela,... Cada uno de ellos, individualmente, marca a la protagonista y, a su vez, la protagonista los analiza. 

M.J.- Así es.

M.G.- Por ejemplo, el padre es el que se enfada, el que todo lo sabe, es el hombre más importante,... por lo menos en una etapa de la vida de Marta. Pero también es el más ausente.

M.J.- Esa es la paradoja que se da. Cuando somos niños, precisamente porque a papá lo vemos poco, lo admiramos más. No sabemos exactamente qué hace papá a lo largo del día, pero se va fuera de casa para hacer algo importante. Mamá es la que se queda en casa, la que te regaña. Aunque papá es el más ausente, cuando llega a casa es al que más valoramos, al que más queremos. La madre, como la ves todo el día, no la valoras.


[Si prefieres escuchar nuestra conversación, dale al play]

M.G.- Una madre que, a veces, desea que no la llamen mamá. Eso me hizo conectar con la idea de esas mujeres que son madres y que parecen que han dejado de ser mujeres.

M.J.- Totalmente. En parte el libro también va de eso. Crecer es darte cuenta de que mamá no es solo mamá, sino que es una mujer que ha tenido su vida. Papá no es solo papá, sino un hombre que ha tenido su vida. De hecho, hay un momento importante en el libro en el que la protagonista piensa esto mismo de su abuela. Cuando Marta llega a la vida de su abuela, a esta mujer ya le han ocurrido muchas cosas, y no siempre ha sido abuela, sino que ha sido también otras cosas. En las familias nos relacionamos mucho por el peso de los roles familiares pero luego, cada uno tiene su vida.

M.G.- La abuela tiene un peso específico. Es una abuela que no le pregunta tonterías a Marta. ¿Por qué tenemos esa relación con los abuelos, más intensa que con los padres? A Marta le marca algo muy fuerte que le ocurre a la abuela.

M.J.- Los abuelos han cuidado mucho de los nietos en España. La relación con los abuelos es, en cierto modo, más grata. La abuela no tiene que educar, no tiene que regañar. La relación con los padres es más estrecha pero también es más complicada. Tus padres son los que controlan la hora de llegar a casa, con quien sales, mientras que tu abuela es la que te hace de comer aquello que te gusta. Eso que dicen que los abuelos se quedan con lo bueno de los nietos es cierto. Los abuelos son adultos y suponen un referente, pero no se les coge la tirria que a los padres.

M.G.- El amor aparece en la novela porque Marta se enamora y dice algo que me gusta: «El amor es compartir un espacio haciendo cosas distintas». Me parece una reflexión muy adulta. Sin embargo, el concepto del amor va cambiando en la historia, a medida que Marta crece.

M.J.- El amor es otro de los arcos de crecimiento. Cuando nos enamoramos por primera vez en la adolescencia, respondemos a una idealización. Uno de los procesos importantes de crecer es salir de esa idealización. En la novela vemos una relación bastante tóxica con el guay del instituto, durante la adolescencia de Marta. Crecer es que te deje de gustar el guay del instituto y que te guste el chico majo que te trata bien. Este arco, visto desde fuera, es muy evidente, pero no es tan sencillo para el que lo vive. Creo que hay un proceso de discernir entre lo que uno desea y lo que uno necesita. Cuando eres adolescente no piensas en lo que necesitas.

M.G.- Hablamos de Marta, la protagonista, pero también tenemos a Marta, la autora. Es inevitable preguntar si hay mucho de tu vida en este libro.

M.J.- Sí, hay mucho. Este es un libro muy personal. Aunque no tiene ninguna vocación de autobiografía porque la novela tiene sentido y la vida no. Para ordenarla, una se pone a crear capítulos, a crear tramas porque hace falta un conflicto. Hay mucho inventado y también hay muchas personas importantes que no están en el libro, pero sí está mi ambiente, sí hay un personaje de mi edad, nacido en mi año y que se parece mucho a mí. Pero no es literal. Cada acontecimiento del libro no responde necesariamente a algo que me haya ocurrido, pero sí tiene mucha relación con lo que he vivido.

M.G.- Hay un pasaje en el que hablas de escritura y limpieza, colocando ambas actividades al mismo nivel.

M.J.- Ambas son tareas no son remuneradas. A quien no lo ha hecho nunca, le parecerán fáciles pero llevan mucho trabajo. Son tareas no reconocidas socialmente pero hay que hacerlas para hacer el mundo más habitable. Pero no tienen ningún tipo de validación social. Escribir y limpiar son tareas que permiten sacar la mierda. Una saca la suciedad de manera material, y escribir funciona a veces como una purga, un desprenderse de los traumas. Me gustó hacer esa metáfora porque era poner, en relación muy directa, todo lo doméstico que simboliza la abuela con la formación de la nieta.

M.G.- Espacio y tiempo no tienen realmente importancia en la novela. Lo que se narra en estas páginas es universal y atemporal.

M.J.- He escogido temas universales que pueden atraer a cualquiera en cualquier circunstancia. No es una novela ceñida a una época. 

M.G.- Está dividida en cuatro bloques. Cada uno corresponde a una edad de la protagonista. Cuando llegué al final del libro me pregunté ¿y ahora qué? ¿Qué va a pasar con Marta?

M.J.- La novela termina como con un comienzo. Tiene una estructura circular pero no está cerrada. Quise hacerlo así porque en la novela Marta entra en la dinámica de ir aprendiendo. De hecho, se habla de renombrar las cosas, de renombrar el amor, pero es un aprendizaje que continúa y por eso dejé ese final como abierto, con un nuevo comienzo.

M.G.- Hay muchos recuerdos. ¿Podríamos decir que el tono de la novela es como muy sentimental y nostálgico?

M.J.- Creo que es un libro que tiene mucho de memoria y de evocación de la infancia pero no la siento tan nostálgica. La escribí en presente porque en pasado sí me daba la sensación de añoranza. Tiene más que ver con la recreación psicológica del pasado, con esas cosas del pasado que nos han hecho ser lo que somos hoy. Pero si a ti te ha parecido nostálgica, es nostálgica. (Ríe)

M.G.- Para terminar, Belaundia Fu no es un nombre que hayas inventado ex-profeso para la novela, ¿cierto?

M.J.- No, Belaundia Fu fue mi amiga invisible cuando yo tenía dos años. Sé lo mismo de la concepción de su nombre que lo que he contado en el libro. No recuerdo cuándo me lo inventé pero, un buen día, comencé a hablar con Belaundia Fu.

M.G.- Marta, te agradezco mucho que me hayas atendido.

M.J.- Gracias a ti.


Sinopsis: ¿Quién es Belaundia Fu? Es la mejor amiga de Marta a los siete años, la amiga invisible que se queda con ella cuando las cosas no salen bien y ni siquiera la abuela es capaz de consolarla. Belaundia Fu es la voz sensata, ideal e infalible que, en la adolescencia de Marta, le dice las verdades a la cara: por ejemplo, que ese chico, Charlie, no le conviene. Pero cuando Marta ya ha cumplido veintidós, cuando ya se ha licenciado, cuando está empezando a tomar las decisiones que van a marcar el resto de su vida, ¿qué hace todavía ahí Belaundia Fu? Ahí sigue porque es quien, desde siempre, le ha narrado a Marta su propia historia. ¿Quién es Belaundia Fu?, nos preguntamos, aunque la pregunta verdaderamente importante es: ¿quién es Marta?

Luminosa y emocionante, Los nombres propios es una indagación sobre la identidad y la relación que establecemos con el mundo que nos rodea. Dominada por una voz narrativa de una madurez excepcional, la primera novela de Marta Jiménez Serrano reflexiona sobre cómo llegamos a convertirnos en quienes somos, sobre el hecho mismo de crecer y la manera en que lo hacemos: aprendiendo a nombrar aquello que nos importa.

«Con hondura y verdad, Marta Jiménez Serrano nos relata el camino de la infancia a la primera juventud. Valiéndose de un inusual punto de vista, penetra en la intimidad de una mente que nos desvela en diferentes edades su descubrimiento del mundo. Precioso».

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