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viernes, 13 de octubre de 2017

LA MIRADA DE LOS PECES de Sergio del Molino.





Editorial: Literatura Random House.
Fecha publicación: septiembre, 2017.
 Precio:  17,90 €
Género: Narrativa.
Nª Páginas: 224
Edición: Tapa blanda con solapa
ISBN: 9788439733263
[Disponible en eBook;
puedes empezar a leer aquí]

Autor

Sergio del Molino (Madrid, 1979) es escritor y periodista. Premio Ojo Crítico y Tigre Juan, entre otros, por La hora violeta, es autor también de las novelas Lo que a nadie le importa (2014) y No habrá más enemigo (2012). Su ensayo La España vacía (2016), ganó el premio de los Libreros de Madrid al Mejor Ensayo, Premio Cálamo al Libro del Año y uno de los diez mejores libros de 2016 en España según Babelia. Su última novela es La mirada de los peces (2017). Mantiene varias colaboraciones en diversos medios de comunicación, como El País, Onda Cero, Mercurio o Eñe
 
Sinopsis

Tras el éxito de La España vacía, Sergio del Molino regresa con una novela que mira al pasado desde la lucidez resignada del presente, interpelando a todo un país y a toda una generación.

En 2016, Sergio del Molino no se sorprendió cuando el que había sido su profesor de filosofía del instituto, el activista Antonio Aramayona, le dijo que iba a suicidarse. La mirada de los peces empieza como un libro sobre este carismático maestro, defensor a ultranza de la educación pública, el laicismo y el derecho a una muerte digna, para convertirse enseguida en un diálogo con el pasado y la memoria del propio autor, que recuerda una adolescencia cargada de rabia, ruido y violencia en el barrio pobre de Zaragoza del que siempre planeó fugarse. En este diálogo «entre el pasado y el presente escrito desde una primera persona en la que muchos lectores podrán poner la suya propia», Sergio del Molino explora la culpa por abandonar a quienes nos enseñaron a mirar el mundo, las primeras traiciones y decepciones y los límites siempre grises entre la rebeldía y la complicidad con lo abyecto, volviendo siempre a la figura de un profesor «coherente hasta lo inverosímil» que accionó los resortes de unos jóvenes que buscaban su propia naturaleza.



[Biografía y sinopsis tomadas directamente del ejemplar]


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He necesitado algún tiempo para madurar esta reseña. La mirada de los peces no es una novela que una lea y deje olvidada en un recóndito rincón de su memoria sino que requiere un periodo de asimilación, de asentamiento y acomodo. Superado el trámite hoy vengo a contaros mis impresiones sobre este libro que ha supuesto un entripado de 224 páginas.

Confieso que así, a bote pronto, La mirada de los peces no es un libro que me llamara la atención. Soy superficial y humana y me muevo por las primeras impresiones, sin embargo, su cubierta colorida no me atraía mucho. No obstante, bastó pasear la mirada por la sinopsis y adentrarme un poco en el libro para quedarme pegada a sus páginas, descartando todos los planes de un fin de semana que se presentaba bastante movido.


Sergio del Molino tiene nueve años más que yo. Nació en Zaragoza y se crió en San José, un barrio humilde donde tuvo amigos como Rafa, con una madre muy follable, o como Fredy, cuyo padre tenía debilidad por el alcohol. San José era un barrio en el que se trapicheaba con la droga y donde el propio Sergio reconoce que eran bastante cafres. Os imaginaréis que La mirada de los peces es una visión al pasado, a la adolescencia del autor, para hablarnos de cómo eran sus días entre gamberrada y gamberrada, pero la verdad es que esta novela va mucho más allá. Sergio del Molino cede su protagonismo de juventud al que le marcó su vida, al profesor Antonio Aramayona. De golpe y porrazo el autor nos cuenta en voz baja el momento en el que Aramayona le anuncia que ha decidido suicidarse.


«Sergio, voy a finalizar mi vida». [Pág. 36]

Me pregunté muchas veces a lo largo de la lectura si estaba ante la ficción o la realidad. Yo no había oído hablar nunca de Antonio Aramayona pero fue suficiente acudir a Google para comprobar que todo lo que Sergio contaba en este libro era la puñetera verdad. Y sí, deshice mis planes de fin de semana. ¿Qué importancia tenía tomarme unas cervezas con unos amigos o ir al cine a ver un estreno de cartelera cuando resulta que tenía ante mí una historia que me dejaba noqueada? 

Antonio Aramayona, como ya conté cuando publiqué la entrevista que le hicimos a Sergio del Molino (puedes leerla aquí), era un profesor de Filosofía. A los 70 años, vivía anclado a una silla de ruedas, tenía amputada una pierna, sufría una cardiopatía, había sufrido dos ictus y tomaba 31 pastillas al día. Muy comprometido con sus ideas, luchó por una educación laica y pública, y colaboró cercanamente con la asociación Derecho a Morir Dignamente. Pero el libro no pretende hacer un homenaje a este hombre y menos aún a su lado más activista. Lo que a Sergio interesa más es mostrar al hombre, desnudo de convicciones e ideologías, de cualquier rastro que la estela de su lado mediático haya dejado tras de sí, o de las reflexiones de sus propios libros.

«Me gustaba donde me podía dar ejemplo y no donde quería darnos ejemplo. Donde se dan los abrazos y no caben los aplausos». [Pág. 202]


Precisamente es esto lo que hace atractivo al libro, esa faz de Antonio, que es la que realmente dejó impronta en Sergio y en todos sus alumnos. Describe la novela las técnicas didácticas que empleaba, colocando a sus alumnos en situaciones incómodas, obligándolos a posicionarse, a tomar partido, a adoptar una decisión, abriendo un debate constante. Antonio hacía añicos el aburrimiento de unos jóvenes que veían la vida pasar y amplió el horizonte de los que pasaron por sus aulas. Y fijaos bien, porque incluso después de muerto sigue obligándonos a pensar. Acaso tú, lector, ¿no te preguntarías qué puede llevar a un hombre a adoptar una decisión como esta? ¿No te cuestionarías si las limitaciones físicas de Antonio eran motivo más que suficiente para poner fin a sus días? ¿No reflexionarías sobre el tema de la eutanasia que tanta polémica ha despertado siempre? Yo me hice todas estas preguntas, intenté ponerme en la piel del autor y me surgieron aún más dudas. ¿Cómo se enfrenta uno a la muerte premeditada y orquestada de un ser querido? Porque os advierto algo, Aramayona lo tenía todo pensado. Llevaba dándole vueltas al asunto muchos años, lo comentó con familiares y amigos, oyó la opinión de los que lo apoyaban y de los que no lo entendían pero al final, llevó su plan adelante, dejándolo todo dispuesto, hasta la foto que quería que se colocara junto a su ataúd en el funeral. 

¡Cuántas sensaciones despierta esta lectura! Sergio del Molino nos transmite todas las emociones que Aramayona le producía pero es probable que los que leamos esta novela experimentemos las propias. A mí Antonio me ha generado una sensación de una profunda soledad. Tenía hijos, nietos, compañeros de trabajo, amigos, alumnos,... Mucha gente lo quería, lo admiraba y lo apreciaba y sin embargo, a mí me ha parecido ver a un hombre solitario, con un poso de pesadumbre que tiraba de él hacia abajo. Las páginas de este libro iban pasando ante mis ojos y yo cada vez sentía más ganas de salir corriendo, de ir en su busca, de llevármelo de bares. Si hubiera podido... Pero no podía.




«Cuando estés leyendo estas líneas, ya habré muerto. He decidido finalizar mi vida, ejercer mi derecho inalienable a disponer libre y responsablemente de mi propia vida.

 Te preguntarás por qué, a qué viene esta decisión tan inusitada. De hecho, no soy un enfermo terminal, no me han detectado una enfermedad grave e incurable. Tampoco estoy deprimido. Simplemente, ha llegado mi momento de morir. Es el momento justo de morir. Ni demasiado pronto. Ni demasiado tarde. Es el momento justo de quedar abrazado a mi muerte libre, a esa muerte –como dice Nietzsche- que viene a mí porque yo quiero».[Fragmento de la última entrada en su blog]

martes, 26 de septiembre de 2017

ENTREVISTA a SERGIO DEL MOLINO (La mirada de los peces).


Autor


Sergio del Molino (Madrid, 1979) es escritor y periodista. Premio Ojo Crítico y Tigre Juan, entre otros, por La hora violeta, es autor también de las novelas Lo que a nadie le importa (2014) y No habrá más enemigo (2012). Su ensayo La España vacía (2016), ganó el premio de los Libreros de Madrid al Mejor Ensayo, Premio Cálamo al Libro del Año y uno de los diez mejores libros de 2016 en España según Babelia. Su última novela es La mirada de los peces (2017). Mantiene varias colaboraciones en diversos medios de comunicación, como El País, Onda Cero, Mercurio o Eñe

megustaleer - La mirada de los peces - Sergio del MolinoSinopsis

Tras el éxito de La España vacía, Sergio del Molino regresa con una novela que mira al pasado desde la lucidez resignada del presente, interpelando a todo un país y a toda una generación.

En 2016, Sergio del Molino no se sorprendió cuando el que había sido su profesor de filosofía del instituto, el activista Antonio Aramayona, le dijo que iba a suicidarse. La mirada de los peces empieza como un libro sobre este carismático maestro, defensor a ultranza de la educación pública, el laicismo y el derecho a una muerte digna, para convertirse enseguida en un diálogo con el pasado y la memoria del propio autor, que recuerda una adolescencia cargada de rabia, ruido y violencia en el barrio pobre de Zaragoza del que siempre planeó fugarse. En este diálogo «entre el pasado y el presente escrito desde una primera persona en la que muchos lectores podrán poner la suya propia», Sergio del Molino explora la culpa por abandonar a quienes nos enseñaron a mirar el mundo, las primeras traiciones y decepciones y los límites siempre grises entre la rebeldía y la complicidad con lo abyecto, volviendo siempre a la figura de un profesor «coherente hasta lo inverosímil» que accionó los resortes de unos jóvenes que buscaban su propia naturaleza.

[Biografía y sinopsis tomadas directamente del ejemplar]

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Llevo varios días dando la tabarra en Facebook con este libro pero es que, cuando algo me gusta, soy muy machacona y siento la imperiosa necesidad de comunicarlo para evitar que otros se pierdan lo que para mí es una joya. La mirada de los peces ha sido una estupenda lectura para encarar el mes de septiembre, después de un agosto escueto. Ha sido una novela emocionante, vibrante, de la que apenas he podido separarme durante un fin de semana, que me encogió el corazón, me arrancó una sonrisa acuosa y me sumió en una profunda reflexión.

La mirada de los peces nos acerca a la adolescencia de su autor, Sergio del Molino, a sus amigos de entonces, a su barrio de San José en Zaragoza y al profesor Antonio Aramayona, del que fue alumno. Sobre Antonio escribí ayer lo siguiente en mi muro: 

«Antonio Aramayona decidió poner fin a su vida el 5 de julio de 2016. Profesor de Filosofía en un instituto de Zaragoza y escritor, tomaba 31 pastillas al día, tenía una pierna amputada, había sufrido dos ictus y dos infartos. Su decisión no fue un acto impulsivo. A lo largo de más de cinco años convivió con ese pensamiento día a día y llegó a comentarlo con sus familiares y amigos. Unos no lo entendieron nunca. Otros lo apoyaron desde el primer momento y le ayudaron a poner todo en orden antes de decir adiós. Para Antonio Aramayona, un hombre comprometido socialmente, miembro de la asociación Muerte Digna, defensor de una educación pública y laica, lo que le llevó a hacer escrache a la consejera de Educación durante 25 meses, la decisión que le rondaba la cabeza era el último acto de amor que podía tener consigo mismo. Quería irse ahora, en plenas facultades. Tenía 68 años.»

No conocía a Antonio Aramayona. Nunca supe de él ni me enteré de su historia hasta que Sergio del Molino me lo ha descubierto por eso ansiaba encontrarme con el autor, para transmitirle todo lo que su libro me había hecho sentir, lágrimas incluidas, y para preguntarle más, más, más, sobre Antonio cuyo nombre y cuya historia no olvidaré en la vida. Esto es lo que Sergio del Molino nos contó.


Marisa G.- Sergio, pecaré de ignorante seguro pero yo jamás había oído hablar de Antonio Aramayona. No cabe duda de que su figura tiene un peso muy importante en este libro pero ¿qué es realmente La mirada de los peces? ¿Es un homenaje a Antonio? Porque yo lo concibo como un libro sobre ti, sobre tu vida, tu barrio de San José, tus amigos, y por supuesto sobre Antonio.

Sergio M.- Es algo mucho más complejo, es una mirada narrativa por lo que no puede tener un sentido unívoco. Tiene que ser el lector a partir de la narración, quien decida qué es este libro. Por lo tanto no tiene intención de ser un homenaje, ni un ajuste de cuentas, sino todo lo contrario. Es intentar ajustar mi mirada a la de Antonio, mostrar lo que percibía de él y lo que yo creo que era, ni con ánimo de homenaje ni con ánimo de agravio. 

M.G.- ¿Pero se puede entender tu libro como una novela?

S.M.- Sí, ¿por qué no?

M.G.- Es que me da la sensación de que va más allá. Tengo la impresión de que este libro lo escribes más para ti que para los lectores.

S.M.- No, en absoluto. Si fuera así esta novela sería muy crítica. Yo únicamente sé escribir para los lectores porque creo que la literatura solo tiene sentido en la dimensión comunicativa. Otra cosa es que los lectores conecten o no, que se sientan cómplices o no, pero sí que tiene un ánimo de conversar con el lector.




M.G.- Yo he conectado muchísimo con la historia aunque tenga esa sensación. Te diré que tu novela me ha abstraído totalmente de mi realidad. Es más, te diría que tu libro ha sido como un libro-guía, un libro-brújula, una de esas narraciones que te conducen a otros rincones, al blog de Antonio, al último post en su Facebook, pero ¿qué crees tú que Antonio pensaría del libro que has escrito?

S.M.- No creo que le sorprendiera en absoluto porque lo teníamos muy hablado. Él llegó a leer solamente algún fragmento porque no le dio tiempo a más. De todos modos él sabía perfectamente lo que pensaba, conocía muy bien mi obra, conocía mis intenciones literarias, así que no creo que le hubiera sorprendido. Estaba encantado porque él consideraba un honor aparecer en un libro mío. No hubiera habido el menor problema ni siquiera en las partes en las que no estuviéramos de acuerdo. No teníamos que estar de acuerdo para querernos.

M.G.- Aparte de Antonio, también hablas de tu juventud en ese barrio de San José. He disfrutado con tu retrato de esos años, con el de los jóvenes de entonces. ¿No te parecían más arriesgados, más maduros, con más principios que los de ahora?

S.M.- ¿Tú crees?

M.G.- Pues sí.

S.M.- Pues yo pienso totalmente lo contrario. Creo que éramos unos cafres.

M.G.- Pero eso no quiere decir nada. Se puede ser un cafre y tener más los pies en la tierra.

S.M.- Los chavales son mucho mejores ahora. Estoy convencido porque creo en el avance civilizatorio. Soy muy de la secta de Steven Pinker, que habla de un optimismo positivista. Él cree, y lo argumenta en sus libros con datos, que hay un avance civilizatorio y se advierte en la reducción de la violencia en el mundo. Cada vez vivimos en un mundo menos violento y él lo demuestra con datos de homicidios, de guerras,... Creo de verdad que la generación actual es más empática, le preocupan más cosas que a nosotros nos daba igual y sobre todo tienen mucho más en cuenta al otro. Yo no comulgo con esa visión apocalíptica del adolescente encerrado en su habitación, egoísta con todo el mundo,... Definitivamente creo que son mejores que nosotros.

M.G.- Me alegra saber que pienses así porque yo lo veo todo mucho más oscuro. Yo recuerdo que, en mi época, sabíamos lo que queríamos, teníamos las ideas más claras.

S.M.- Pero eso no es necesariamente bueno. La duda es un signo de civilización e inteligencia. En este libro hay unos adolescentes que están relativamente politizados y no son representativos de toda la adolescencia. Y están politizados no porque hayan tenido una conciencia y hayan leído mucho sino por contagio ambiental, lo cual es una politización muy burra. Podrán tener unos valores pero los tienen porque los han abocado a ello y no han meditado por su cuenta. Esto además les lleva a ser muy poco empáticos, a ser condescendientes con la violencia. Sin embargo, ahora tenemos un discurso mucho más severo con la violencia. No la romantizamos como hacíamos nosotros.

M.G.- No sé... Lo mismo he idealizado mucho mi época. En cualquier caso, y siguiendo con el libro, nos haces ver que como Antonio había y hay pocos profesores. ¿Qué cualidades tenía como persona y como profesor para hacerlo tan singular?


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S.M.- Fundamentalmente lo que tenía era algo muy generacional y que sus alumnos entendíamos a medias. Poseía una obsesión anti-autoritaria muy acusada. Lo que nos enseñaba siempre era a cuestionar la autoridad y a rebelarnos contra ella si la considerábamos injusta. Nos ponía ejercicios que nos desconcertaban. Por ejemplo, llegaba un día y decía que tenía que suspender a tres alumnos de la clase pero que él no lo iba a decidir, que lo decidiéramos nosotros. Hacía cosas de este tipo constantemente. O por ejemplo si un día dos alumnos llegaban tarde, decía que solo podía entrar uno y el otro se tendría que quedar fuera y le pondrían falta pero nos obligaba a que fuéramos nosotros quienes decidierámos quién entraba y quién se quedaba fuera. Siempre igual. Ir contra la autoridad establecida era su obsesión, por ser una persona educada en el franquismo, de una familia muy autoritaria, muy religiosa... Nosotros no lo entendíamos porque no habíamos vivido con una autoridad tan asfixiante como la suya. No teníamos esa necesidad tan poderosa de estar rebelándonos constantemente contra lo que nos decía la autoridad. Todo eso es lo que lo hacía singular, la forma de ponernos delante de los dilemas, de obligarnos a tomar partido siempre y eso no estaba en los planes educativos. Además era muy divertido. Se saltaba a la torera toda la programación.

Luego, el tiempo le ha dado la razón porque ha habido un montón de alumnos suyos que se han sentido profundamente marcados y que han desarrollado importantes vocaciones. Hay escritores, bailarines, filósofos,... Un montón de gente que pasó por las aulas de Antonio lo recuerdan profundamente, en cambio no recuerdan otras cosas. Todos recordamos ese educar con la emoción que él tenía.

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