Carla Nyman es una joven escritora y dramaturga. Tan solo ha soplado veintisiete velas y ya ha publicado varios poemarios, algunos premiados, y ha estrenado varias piezas teatrales, por las que ha recibido también algún que otro galardón. Además, imparte clases de escritura dramática en la Universidad de Salamanca. Me maravilla ver a gente joven tan brillante. Siento que, a pesar de que las nuevas generaciones navegan en un caos, pues tienen pocas oportunidades a su alcance para desarrollar su extraordinaria formación, hay un sector de la juventud que ha conseguido sacar la cabeza y hacer lo que más le gusta. Creo que ese el caso de Carla Nyman, que acudió a Sevilla para promocionar su primera novela, Tener la carne(Reservoir Books). En esta novela, una madre y una hija asesinan al novio de esta última. La acción se desarrolla en Almería y, tras el asesinato, las mujeres, que se declaran culpables y reconocen ser las asesinas, tratan de ponerse en manos de la justicia. Para ello, contactarán con un juez, un magistrado que jamás responde a los intentos de comunicación de las dos mujeres. Os dejo con nuestra charla.
Marisa G.- Carla, te doy la bienvenida a Sevilla. He empezado a leer tu novela pero también me he interesado por saber quién es Carla Nyman. No es la primera vez que me siento a conversar con un joven que ha pasado por la Fundación Gala. Me gustaría saber cómo crecéis dentro de los programas que se imparten en la Fundación.
Carla N.- Creo que es el primer contacto que tenemos con la idea de que la escritura no es solamente un hobby, sino que también es una profesión, un oficio. Gracias a la Fundación, de repente tomé conciencia sobre la escritura, sobre el arte en general o la creación. Escribía de pequeña, también durante la carrera, poemas, obras de teatro, pero no sabes que esto tiene todo un engranaje profesional detrás, y que te puedes dedicar a ello. Es en la Fundación Antonio Gala cuando dices que vas a concentrar todas tus energías y tu esfuerzo, para que esto se convierta en tu trabajo.
M.G.- Tu vida ha estado más enfocada a la poesía, y especialmente al teatro. Ahora que has entrado en novela, ¿ha supuesto un reto para ti?
C.N.- Sí. Esto lo suelo decir mucho, que todos los géneros, de alguna manera, están interrelacionados, los géneros literarios. Esta novela empezó siendo justamente una obra de teatro, un monólogo teatral, pero tenía, de algún modo, aires de novela porque creo que todo está interrelacionado y esa voz, la de la protagonista, podía ser perfectamente la voz en primera persona de una narradora, en el caso de la novela. Poco a poco, se fue volcando en lo que viene a ser la tipología narrativa. Pero vamos, que sigue siendo un monólogo en sí, un monólogo teatral.
M.G.- Digamos que fue un proceso natural. Es decir, el texto o la historia en sí es la que te ha conducido a la narrativa.
C.N.- Exacto. También fue por una cuestión de querer experimentar. Al principio, era un monólogo, con diálogos intercalados de la madre. Pero, poco a poco, empezó a coger mucho poder la voz de ella y no tanto la de la madre que, al final, se veía dentro e involucrada dentro de su monólogo. Fui probando y fui experimentando, hasta que finalmente empieza a salir esta narración.
M.G.- No lo hemos dicho pero la historia habla de una madre y una hija que matan al novio de esta última. Sabremos desde el principio que ellas lo han hecho porque además se considera culpable. Lo importante en esta historia es el cómo y el porqué, cuestiones que iremos descubriendo a lo largo de la novela. Pero, ¿cómo nace la idea para esta novela, la de un asesinato en estas circunstancias y de este modo?
C.N.- Fíjate que el asesinato era algo que no tenía claro. Creo que surgió de forma natural, también. Son dos mujeres, que eso sí lo tenía claro, con una relación materno-filial, en la que parece que una es la otra. Están como mezcladas y fusionadas.
En el verano de 2021, estoy en la playa de Garrucha, cuando empiezo a escribir esta historia como obra de teatro. Me interesan las relaciones de poder que ocurren en las relaciones heterosexuales y las relaciones materno-filiales llevadas a un extremo. Me dije que, de esta historia solo podía salir un asesinato. Me planteé estirar la historia hasta un lugar extremo, para que ocurriera algo verdaderamente trepidante y perverso.
M.G.- Pues te iba a preguntar precisamente por qué la acción transcurre en Almería. Estamos muy acostumbrados a encontrar en novela ciudades como Madrid, Barcelona, Valencia, Sevilla,... Almería me parecía una novedad y tú ubicas la acción de tu novela porque estabas allí veraneando.
C.N.- Sí. En el 2021, estuve allí dos semanas. Creo que lo ambiento ahí porque es un espacio no del todo turístico pero sí veraniego. Me dije que, si en algún sitio tenía que ocurrir un asesinato, debía ser en una playa un poco más deshabitada. Y ahí estaba Garrucha.
M.G.- Comentan de tu novela que es un thriller almodovariano. Realmente, si lees la sinopsis, si empiezas a leer las primeras páginas, te das cuenta de que no le falta razón. La historia rezuma ese humor un tanto absurdo que, a veces, hemos visto en las películas de Pedro Almodóvar. Pero tú, ¿qué le contarías al lector sobre este libro?
C.N.- Le diría que se aventurara, que no tuviera ningún tipo de prejuicio, que no tuviera ningún tipo de condicionamiento, de moralidad, ni nada por el estilo, sino que entrara a leer y que entrara en la mente de esta protagonista. Al final, creo que su mente no deja de ser un reflejo de la mente que tenemos todos, con pensamientos, a veces, totalmente estrambóticos, perversos, e incluso perturbadores, pero que no terminamos nunca de verbalizar por esa imagen que damos, porque nos relacionamos desde la imagen pública. Así que, le diría al lector que entrara con toda la calma y sin prejuicio alguno.
M.G.- Hay humor pero también hay drama. De tal modo que esta novela es una tragicomedia.
C.N.- Exacto. Eso era importante porque, si hay drama, no debía caer en el dramatismo ni en el regodeo del drama. Había que hablar de ciertas cosas pero desde el humor, desde la sorpresa, desde el extrañamiento, porque eso es lo que permite justamente poder hablar de esas cuestiones y así no se cae en esos pozos demasiados oscuros.
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M.G.- Has hablado hace un momento de la relación materno-filial. Esa relación entre madre e hija, que vemos en la novela, ¿responde un poco a la relación que vuestra generación tiene con sus progenitores?
C.N.- Siempre ha ocurrido que las relaciones, sean materno-filiales, paterno-filiales, las relaciones humanas, en general, cuando se estrechan demasiado, las confianzas se vuelven extremas y se empiezan a estrechar tanto los vínculos y las emociones que llega un momento en el que se convierten en algo terrible e incluso perverso.
Lo que me interesaba era retratar a estas dos mujeres que están habitadas por la ausencia, atravesadas por el duelo, y lo único que tienen es la una a la otra. No tienen mucho más. Eso es lo que hace que el vínculo se tenga que estrechar, que todo se vuelva más hostil y, paradójicamente, es el único amor que tienen.
M.G.- Estamos hablando mucho de la madre, pero ¿qué papel ejerce el padre en esta historia?
C.N.- El padre simboliza a todos esos hombres que han pasado por la vida de ellas. Está el padre, está Bruno, que es el novio de la hija, y luego está el juez. Son tres hombres ausentes. Bruno está ausente porque es un cadáver. El padre lo está porque nunca se hizo responsable. Y el juez, porque nunca responde. El padre, al igual que el resto de hombres, representa a esas personas que han provocado un descuido en ellas dos, que las han atravesado desde la ausencia, y ellas tienen que acarrear con ese duelo. Por eso están acarreando un cadáver, y el cadáver no deja de ser el padre, el novio y el juez. Son todos los hombres que no les han dado los cuidados que ellas necesitaban.
M.G.- Con respecto a ese juez es un personaje fantasma. Es verdad que nunca responde pero, ¿no es cierto que ella fantasea un poco con él también? Hay un capítulo en el que le pide que le cuente cosas de él, que ropa usa, cosas así.
C.N.- Sí. Como todas las personas en la vida de estas dos mujeres están ausentes, la única manera que ella tiene de poder acceder a ese juez que nunca le contesta es fantaseando con su imagen, fantaseando con su físico, fantaseando incluso con sus respuestas. Imagina qué es lo que le respondería. Y así va edificando la imagen fantasma de un juez, que no existe o que sí existe, porque ya veremos al final de la novela si existe o no. Para ellas, es la manera que tienen de rellenar ese hueco de ausencia a través de la fantasía, a través del delirio, o de unos chupitos en los chiringuitos de Garrucha.
M.G.- A través de esta historia, puedes hablar de ciertos temas en la novela, de las relaciones entre madres e hijas, de los celos, del amor,... ¿De qué manera se articulan todos esos temas en la trama?
C.N.- Creo que están interrelacionados. Para empezar tenemos un cadáver. Es el fantasma de la persona que ya no está y eso remite al duelo, a la ausencia de aquella persona que se fue. Y luego, tenemos a estas dos mujeres que son unas supervivientas natas, que intentan de alguna manera sobrevivir, subsistir, intentar pasárselo bien, de una manera súper absurda, en mitad de sus vacaciones, mientras acarrean a un muerto. Yo creo que están relacionados en ese sentido. Hay un deseo por parte de ellas dos de poder interrelacionarse con otras personas, de encontrarse en el otro y de poder cubrir esas ausencias, tener presencias, pero nunca terminan de encontrarlas. Y la única presencia que tienen es esto. Entonces, es relación materno- filial para sobrevivir, los tres hombres ausentes, y un cadáver que representa la ausencia. Es la manera de tener esa carne.
M.G.- Es verdad. No hemos hablado del título pero Tener la carne viene de ahí, de lo que estás explicando en este momento.
C.N.- Justo. Como estas mujeres están tan agujereadas, no tienen ningún tipo de presencia en su vida más que ellas mismas, y se emperran en cubrir esas ausencias, esos huecos con toda la carne. La manera de tener toda la carne es, en este caso, asesinando, intentando detener las funciones primarias de ese hombre que intenta huir. Si yo me lo cargo, pues detengo sus funciones primarias, sus funciones vitales, y así me lo quedo y tengo la carne conmigo. Sin embargo, y paradójicamente, esa persona está muerta, es un residuo, así que, realmente, no lo tienes.
M.G.- Carla, en novela no es muy habitual encontrar temas escatológicos que sí vamos a encontrar aquí.
C.N.- La escatología era fundamental. Por un lado, tenemos un cadáver y eso es tremendamente escatológico, porque un cadáver tiene fluidos y está en proceso de descomposición. Y por otro lado, tenemos a estas dos mujeres que están agujereadas desde un punto de vista físico y simbólico. Simbólico por lo que hemos dicho, están atravesadas por un duelo permanente, por ausencias permanentes. Ellas buscan constantemente la necesidad de cubrir esos agujeros o de salirse de esos agujeros, en la búsqueda de otra persona que les pueda cuidar, que les pueda dar ese amor que les falta. Son dos mujeres que intentan sobrevivir como pueden a través de lo abyecto, de lo más mugriento, porque al final es lo único que les queda.
M.G.- Hablemos ahora del lenguaje de esta novela, que tiene mucho que ver con el entorno y con la generación a la que tú, o escritores como tú que pertenecéis. Habéis nacido en un mundo muy tecnológico, muy audiovisual. Todo eso se ve en la novela. Es una novela muy de vuestra generación.
C.N.- Claro. Sí, por un lado, está este lenguaje desmontado, que es un lenguaje que roza la oralidad. Más que la oralidad, diría que roza el desfiladero de pensamientos, porque son todos los pensamientos caóticos que tiene una persona en la mente y que, como decíamos, pueden ser tremendamente perversos. La escritura intenta emular ese pensamiento. Pero, por otro lado, es verdad que hay mucho de redes sociales, porque la fantasía o la capacidad de fantasear ocurren en sí misma en las redes sociales. Construimos una imagen virtual, una imagen imaginaria, valga la redundancia, en redes sociales, que nos ayuda a edificar nuestra personalidad, pero a la vez se vuelve un poco fantasmal. Esa imagen está ahí como expandiéndose en Internet, pero no es del todo sólida. Al final, el pensamiento también es muy fantasmal. Redes sociales y pensamiento están ahí como entrelazados y el lenguaje que se ha usado para poder mostrar esa idea fantasmal es un lenguaje dinamitado, con una gramática poco clara, muchas onomatopeyas e interjecciones.
M.G.- Y muchas referencias literarias también que no sé si son las tuyas propias.
C.N.- Sobre las referencias literarias es algo que no me suelen preguntar. Las hace la propia protagonista porque, como no recibe respuesta del juez, tiene que divertirse con su propio discurso y hacer de su discurso una obra de arte. Su discurso se convierte en un artefacto, casi en un hechizo. Empieza a mezclar su pensamiento incluso con Faulkner. Llega un punto en el que su imaginación se desborda y edifica una especie de espacio de divertimento y de entretenimiento que podría ser perfectamente una obra de literaria en sí misma.
M.G.- Carla, ¿te sientes cómoda a la hora de escribir novela? Has escrito poemas y piezas teatrales pero, a la hora de enfrentarte a una novela, ¿te sientes de manera distinta o cómo ha sido la experiencia?
C.N.- Como te dije, todos los géneros están interrelacionados. La diferencia puede estar en que, cuando escribes teatro, tienes que estar todo el rato pensando, de alguna manera, en la escena. Sí hay una serie de limitaciones que, a la vez, son detonantes y que te ayudan a ir cerrando elementos. En las obras de teatro, el tiempo convencional suele ser de hora y media pero, en el caso de la novela, me estoy dando cuenta ahora, a través de lo que leo en redes sociales, en cómo se está leyendo, cómo se está recibiendo. Si vas al teatro, la historia te acompaña durante hora y media. Pero si compras una novela, esa historia te acompaña durante tu cotidianidad y se puede alargar hasta cuando tú quieras. Vas leyendo un capítulo tras otro y puedes estar leyendo la novela unas horas o todo un año. En ese sentido, creo que la diferencia no está a la hora de escribir sino en lo relativo a la recepción.
M.G.- Estás percibiendo diferencias en el lector...
C.N.- Sí, porque un poemario, por ejemplo, es algo que se suele leer como mucho más de prisa y más intensidad. Es más intenso y en un plazo más corto. También se puede ir dejando. Se puede ir intercalando un poema con otro, pero no hay una continuidad. En la novela, sí creo que hay una continuidad, te acompaña en tu día a día. Es otra historia paralela. Es como si otra persona te estuviera acompañando de la mano, y tú pudieras viajar de repente a su universo, mientras estás en el metro, yendo hacia el trabajo o hacia donde quieras.
M.G.- Cuesta mucho hacerse hueco en literatura pero, ¿y en teatro? Los que hacéis teatro, especialmente la gente joven, ¿tenéis ayudas y subvenciones? ¿Podéis llevar a cabo vuestros proyectos?
C.N.- Bueno, hay ayudas, pero siempre necesitamos más. Creo que el número de subvenciones, financiaciones, ayudas, y becas es muy reducido. Además, lo terrible de todo esto es que siempre van destinadas a las mismas personas. Así que sí que es difícil encontrar un hueco. Todo se reduce a la insistencia, a tener que trabajarlo mucho, casi como un albañil, estando ahí día tras día,... Este oficio lo tenemos muy romantizado, pero es un oficio al que hay que dedicar muchas horas de trabajo, no solo delante del ordenador, o de la libreta o de lo que sea, sino que forma parte de una vida. Es decir, tienes que leer libros, tienes que encontrar tiempo para leer esos libros, tienes que encontrar tiempo para escribir, tienes que encontrar tiempo para investigar. Creo que deberíamos tener acceso a más subvenciones para poder financiar algo que es tan inmenso. No es algo con horario laboral, desde las nueve de la mañana hasta tal,... Es una forma de vida.
M.G.- Sois muchos los jóvenes que estáis escribiendo, que estáis creando. Hablando de literatura, me gustaría que destacaras a esos escritores de tu generación que te gusten.
C.N.- Por ejemplo, Laura Rodríguez Díaz, que es de aquí, de Sevilla. Ella escribe una poesía que me parece interesantísima. Es muy acuciante y muy afilada. A veces, roza lo escatológico, pero es bastante contenida, y eso es lo que me encanta de su poesía. También podría mencionarte a Aida González Rosi, que acaba de sacar un libro que es Leche condensada, publicado en Caballa de Troya, donde también trabaja lo escatológico. Y a Juanpe Sánchez, con su libro Desde las gradas, publicado en Letraversal. Hay muchísimas voces que están apareciendo ahora. Me encanta también Elisa Castelo [se refiere a Elisa Díaz Castelo], que tiene una poesía muy fragmentaria. Y también Sara Barquinero, novelista de Lumen, que ahora va a publicar Los escorpiones. Tiene un tipo de narrativa que a mí, en concreto, me interesa y creo que a la gente, en general, también, enfocada en la obsesión, la persecución, la neurosis,... Todo eso lo trabaja muy bien. Estas son las áreas en las que estamos trabajando todo el rato.
M.G.- Eso es bueno.
C.N.- Es bueno, sí pero lo que necesitamos es que nos paguen más.
M.G.- Bueno, Carla, pues te agradezco muchísimo que me hayas atendido y que espero que disfrutes de Sevilla y que te vaya todo genial.
C.N.- Muchas gracias. Ha sido un placer.
Sinopsis: Una chica ha matado a su novio con la ayuda de su madre. Es verano y el calor aprieta en la costa de Almería mientras pasean su cadáver en una silla de ruedas. Tomando el sol y bebiendo cócteles en garitos de playa acompañadas del muerto, la hija llama insistentemente al juez que tal vez podría instruir su caso para ponerle las cosas fáciles: son culpables y está dispuesta a contarle con todo detalle cómo lo han matado y por qué. Pero el juez no contesta y salta el buzón de voz.
La premiada dramaturga y poeta Carla Nyman debuta en la novela con este delirio almodovariano, un machetazo revestido de risa histérica que lanza bruscos interrogantes sobre el deseo, la feminidad, los celos, el sexo y el amor.
A Santiago Díaz lo conocí vía Zoom hace unos años, cuando en 2021, a través de un club de lectura, coincidí con otros lectores para comentar lo que fuesu segunda novela, El buen padre. Aquella historia suponía la puesta de largo de una particular inspectora de policía. Su personaje, Indira Ramos, no tiene pelos en la lengua. Cuenta con una moral intachable, que le permite dejar de lado el compañerismo y la amistad, si es consciente de que se está actuando contra la ley o contra los principios sociales más básicos. Pero Indira, mujer obsesionada por la limpieza hasta límites insospechados, es un personaje que ha ido avanzando a lo largo de la serie. Porque, lo que empezó en una primera novela, se convirtió en una segunda entrega -Las otras niñas-, y en una tercera, -Indira-. Y es precisamente por esta tercera entrega por la que Santiago Díaz visitó Sevilla hace una semana. Hablamos de la trama de esta nueva novela, de la evolución de Indira Ramos, y de una posible y futura adaptación al cine o televisión. Me comentó Díaz que, en caso de que la novela se convierta en un formato audiovisual, le gustaría que el papel de Indira lo encarnara la actriz Alexandra Jiménez. No sería mala elección. A mí también me gusta esta actriz. Además, me doy cuenta ahora, redactando esta entrevista, que Jiménez ya interpretó a una mujer con el mismo toc que tiene Indira, con la obsesión por la limpieza, en la película Toc Toc. Tiene tablas en el asunto. Sea como fuere, y mientras se termina de decidir si veremos a Indira en el cine o en la tele, de momento tenemos la novela. Y de momento, esta entrevista.
Marisa G.- Vamos a empezar, Santiago, si te parece. Para romper un poco el hielo, no sabía que habías escrito también juvenil.
Santiago D.- Sí, escribí Taurus, que gana el Premio Jaén de Narrativa Juvenil 2021. Me
encantó. Es una experiencia maravillosa. Yo tenía muchas ganas de escribir algo
juvenil, lo que pasa es que nunca encontraba tiempo. Y bueno, un
verano que tuve libre, como ya tenía la idea y la había madurado, la escribí. Y
bueno, tuve la suerte de que mi agente lo presentó a los concursos, a los
premios de literatura juvenil, y gané el Jaén 2021. Fíjate, qué alegría me pegué.
M.G.- Hablemos de Indira, que es la tercera parte de esta serie, que se inició con El buen padre y le siguió Las otras niñas. Te tengo que confesar que, como no he leído la segunda, aunque la primera sí, no he empezado esta porque quiero saber si me hace falta leer la segunda antes de leer esta.
S.D.- Pero, ¿por qué no quieres leer la segunda? Porque no quieres...
M.G.- No, no, no es que no quiera leer la segunda. Es que no he tenido opción.
S.D.- Vale, vale,
vale. No, es que hay gente que no la quiere leer por el tema que trata. ¿Tú
sabes de qué trata la segunda?
M.G.- Sí, lo sé. Si, en realidad, es un tema que me interesa mucho. Ese caso...
S.D.- Vale. Bueno, realmente trata de la
fuga de este hombre, no del caso Alcàsser.
A ver, ¿es necesario leer la segunda? No, te
vas a enterar perfectamente, porque además yo procuro que sea así, para el que no la haya leído. Pero, si te gusta leerme y no lo haces por compromiso, sino que te
apetece leerme, léete entonces la segunda, porque la evolución de los personajes, y sobre
todo de Indira y de Lucía Navarro, vas a verla en plenitud habiéndote leído antes Las otras niñas. Ahora, sí tú me dices que no te apetece leer Las otras niñas por los motivos que todos sabemos, entonces te digo que puedes leer Indira perfectamente porque lo he hecho de tal manera que puedas leerla sin problemas. Pero, mi recomendación es que sí leas Las otras niñas.
M.G.- Claro, porque es normal que en las sagas siempre haya
referencias a las novelas previas, con lo cual es interesante que el lector conozca.
S.D.- Exacto. En la primera novela, Indira era un
personaje que estaba supeditado a su toc, era algo que la incapacitaba. Y luego estaba su honestidad, a prueba de bomba. Si tenía que denunciar a un compañero por pruebas falsas, lo hacía. Luego, en la segunda, esos
pilares se tambalean un poquito porque es madre. De repente, ella ve que hay algo más importante, su hija. Y ahora, en la tercera, lo único que te puedo decir es que, por primera vez, Indira
miente. Para que tú aprecies ese momento,
tienes que haber visto su evolución. Entonces, ¿puedes leer esta sin leer la anterior? Perfectamente. ¿Te vas a
enterar? Perfectamente. Pero yo te recomiendo que leas la anterior también.
M.G.- Vale. ¿A qué caso o casos se
va a enfrentar Indira en esta novela?
S.D.- Hay dos casos principales, aparte de todas las tramas en
continuidad y las que no son en continuidad. Uno, el hallazgo de unos cuerpos en un solar que está en construcción. Se darán cuenta de que son cinco cuerpos enterrados en diferentes etapas
de los últimos dos años, de personas de diferentes edades, y de diferentes
procedencias. Aparentemente no les une nada. Tendrán que bucear en el pasado de estas víctimas, algo que tú sabes que me gusta por El
buen padre. Me gusta eso de irme y contar la historia de cada personaje. Y tendrán que averiguar cómo eran, qué les ha llevado a coincidir en algo para
que les hayan condenado a morir así. Ese es uno de los casos.
Y después hay
otro caso, que será el más personal de Indira, su gran encrucijada. Será el
caso más difícil de su carrera, más incluso que cazar a Anglés. Está relacionado con su vida personal, con Walter Vargas, un colombiano que ya fue personaje en la primera entrega, al que ella dispara para salvar a su compañero Iván Moreno, y le arranca la mano del disparo. Vargas ha estado en la cárcel todo este tiempo. Y durante todo este tiempo ha estado alimentando sus ansias de
venganza y preparando la venganza más cruel contra Indira e Iván. Ha decidido que es momento de llevarla a cabo y no te voy a decir mucho más. Bueno sí, que esto será algo que cambiará su vida para siempre. La Indira del principio jamás volverás a verla en ninguna otra novela, ni en ningún lado. Pero no te puedo decir mucho más porque
todo lo demás es spoiler.
M.G.- Obviamente, Indira tiene muchos compañeros de trabajo. Has mencionado, por ejemplo, a Iván Moreno. En esta novela, vamos a ver a dos equipos de policías que rivalizarán un poco entre ellos, ¿no?
S.D.- Claro, es que en la anterior novela, Indira tuvo
que elegir entre el corazón y la razón. No te voy a contar qué eligió porque lo tienes que leer. Solo te diré que si alguien elige la razón, pero lo que le tira es el corazón, y se lo cruza
diario por los pasillos de la comisaría, resulta muy complicado vivir así. Parece muy típico pero es real como la vida misma, sentir ese amor-odio por la misma persona. Odio porque te han hecho dado, porque te han hecho sentir mal. Y amor porque es algo inevitable. Ese roce provocará altibajos en la relación entre ellos dos. Además, cuando se unen en la investigación de este caso tan personal, los roces serán inevitables porque cada uno tiene su equipo, y rivalizan para demostrar quién es el mejor. Es una rivalidad muy infantil pero muy divertida.
M.G.- Has mencionado a Walter Vargas, colombiano. En esta novela vamos a tener drogas, poder, violencia, pero a ti te
gusta mucho compensar. Igual hablas de cosas muy oscuras que también hablas de cosas más luminosas.
S.D.- Antiguamente los géneros literarios
relacionados con la novela negra eran independientes y cada uno tenía unas
características propias. Estaba el de Agatha Christie, que era el del enigma. Había un asesinato, te presentaban una serie de posibles sospechosos y tú tenías que adivinar cuál era. Después estaba la novela negra pura, donde ocurría un asesinato pero no era nada especial porque
se producía en un lugar donde habitualmente hay asesinatos, en los bajos fondos
de una ciudad, en el lumpen. Ese tipo de novelas era muy oscura y dura, se ceñía mucho a ese tipo de trama y no se salían de ahí. Pero, ¿qué ha pasado? Pues que la evolución de este tipo de novelas ha hecho que
todos esos géneros se unan en uno solo, incluido el romántico. Por eso, en una
novela negra actual puedes encontrar asesinatos, bajos fondos, investigación
policial y amor. Y me parece que eso es lo que hace que este género haya
crecido tanto, porque ya no es para un target tan limitado que solo quería esa
oscuridad, sino que el que busca esa oscuridad la tiene, pero también llega
gente que le gusta un poquito de amor o que le gusta un poquito de
investigación. Se ha convertido en un género muy amplio y por eso creo que tiene tanto éxito en la actualidad.
M.G.- Sé que hay secretos, secretos además con mayúsculas. Me encantan esos personajes que parecen muy transparentes pero que, en realidad, no lo son. En esta novela hay personajes que tienen muchas cosas que callar.
S.D.- En todas las novelas, como no haya secretos, te estás perdiendo
como autor algo muy importante. Todos tenemos que tener secretos porque yo creo
que el éxito de ciertos personajes es su imperfección. Si tú construyes un
personaje absolutamente perfecto, aburres a la gente, porque nadie se reconoce
en eso, porque nadie se considera perfecto. Pero si ves un personaje con aristas, con fallos, con cosas que tú
dices, aunque sé que está mal, yo soy un poco así, o esta persona o esta amiga
mía o mi pareja o quien sea es un poco así, pero lo quieres con esa imperfección, y lo reconoces, pues sientes más empatía por ello. Y las
imperfecciones siempre vienen acompañadas de secretos. Nadie es abiertamente
como sea. Todo eso, si no lo convierte en personajes reales, al menos sí lo hace verosímiles, que es muy importante. Es decir, aunque estés en una obra
de ficción, te los crees.
M.G.- Has comentado que vamos a ver a Indira mentir por primera vez. Ella ha sido siempre un personaje con unos principios
muy rectos y una moral intachable. ¿Qué pasa con su moralidad en esta novela?
S.D.- A ver, ella sigue siendo así, lo que pasa es que la vida le ha enseñado que, para no hacer daño a
la gente que quiere, no puede decir las cosas como ella creía. Inicialmente, en El buen padre, era una persona que decía las verdades a la cara, sin pararse a pensar cómo afectaban a los demás. Ella pensaba que, como decía la verdad, no hacía nada malo. Pero claro,
socialmente tenía problemas porque no era aceptada. Es paradójico también que, por decir la verdad, uno no sea aceptado. Tenía problemas. Y ahora va
aprendiendo que hay gente a su alrededor, que hay gente a la que puede hacer
daño, y que hay algo que se llama mentirijillas piadosas, a veces un poco más,
un poco menos, y que utilizarlas muchas veces le salva de hacer daño y de meterse en problemas.
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M.G.- Has elegido un inicio de novela muy potente porque el lector se
va a encontrar con Indira, que la llevamos conociendo, pues eso, desde El buen
padre, con esa personalidad que ella tiene y con ese toc que tiene, en una situación complicada.
S.D.- Sí, te lo cuento porque son las dos primeras páginas. Está en un hotel y parece que quiere tirarse desde un octavo piso. Está dispuesta a ello. En ese instante hago un flashback para contar las circunstancias que la han llevado a esa situación tan desesperada, especialmente para un personaje como ella. Por eso digo que es importante haber leído las novelas previas porque, si la primera vez que ves a Indira, la ves en esa situación, te pierdes la sorpresa de decir: ¡ostras!, ¿cómo ha llegado Indira aquí, cuando yo ya la conocía, y era
imposible que hiciera esto? Pero bueno, cuento esa circunstancia y, al final, sabremos qué la ha llevado a ello y lo que le ocurre.
M.G.- Y el toc que sufre, esta obsesión por la limpieza. ¿Se ha relajado algo?
S.D.- Se ha relajado un poquito porque ha formado una familia. Me hace mucha gracia porque, hay un personaje nuevo -Jotadé-, que, la primera vez que Indira lo ve, lo ve con tomates en los calcetines y casi se cae de espaldas, porque es terrorífico para ella. O sea, sigue teniéndolo pero, como te decía, ahora tiene cosas más importantes en su vida. Su hija
está por encima de todo. Me la imagino cambiando pañales, sonando los mocos a su hija, o que esta venga con piojos del colegio. En otro momento, todo eso para Indira sería...
M.G.- Algo impensable.
S.D.- Impensable, claro. Y ahora se tiene que adaptar a su nueva vida. Entonces no es
que se haya curado, pero sí que es capaz de relativizar un poco más las cosas.
M.G.- Has mencionado a Jotadé, es decir, a Juan de Dios Cortés, un policía gitano. Me llama mucho la atención porque es una novedad para mí ver a un policía gitano. Algo raro para los de su raza, pero también para los payos.
S.D.- Exacto. A ver, al igual que a Indira su toc le cierra puertas y la aísla de sus compañeros, quería hacer algo igual pero con otro policía que lo llevase dentro. Jotadé es gitano y está orgulloso de serlo. No es un gitano que quiere ser payo, sino que está orgulloso de ser gitano, orgulloso de sus raíces, pero tiene vocación de policía. ¿Y qué le pasa? Pues que en su comunidad es la oveja negra porque es policía, y
en la comisaría es la oveja negra porque es gitano. Está nadando entre esos dos
mundos tan diferentes, pero a la vez tan cercanos, y que nos llama la atención. En ambos hay racismo. Hay racismo de los payos a los gitanos, y de los gitanos a los payos. Los escritores nos tenemos que meter en muchos charcos, para contar lo que sucede.
Yo hablo del mundo gitano con sus cosas bonitas, con su
colorido, que lo tiene, con su respeto a los ancianos, a los mayores, que lo tiene,
pero también con cosas que están obsoletas y que siguen estando ahí. Hasta
ellos mismos se dan cuenta de que se están quedando atrás, a través de un
personaje como el padre de Jotadé, que le dice a su mujer en un momento
dado que, o se modernizan o se quedan atrás para siempre. Hay muchas cosas que se siguen haciendo en ese mundo que ya no tienen sentido. Jotadé nada entre esos dos mundos tan incompatibles. El contraste entre ambos, sin ser Jotadé un personaje cómico porque su trama es la más dura de la novela, te hace cierta gracia. La primera vez que Indira ve a Jotadé, viene de una boda gitana de cuatro días, con el
traje hecho trizas y con los calcetines agujereados. Cuando Indira lo ve, casi
se le cae el alma al suelo, porque no pueden ser más incompatibles.
La manera de ver la vida de Jotadé, frente al de Indira que, a pesar de tener ciertos rasgos más laxos sigue siendo ella, genera un contraste que hace mucha gracia.
M.G.- Pero para contar todo ese mundo gitano, ¿cómo lo has hecho? ¿Cómo
has indagado?
S.D.- Bueno, mi segundo apellido es Cortés, qué te voy a decir. Y tengo familia en Murcia. Así que, algo hay. El mundo gitano me encanta. Siempre me ha llamado muchísimo la atención. Está tan cerca y a la vez lo sentimos tan lejos. Parece de otra galaxia, como si estuviéramos hablando de un mundo totalmente
diferente. Me gusta mucho y bueno, he estado investigando y hablando con gente.
Mira, tengo un lector gitano que me encanta. Estaba muy nervioso porque no sabía qué podía opinar alguien gitano que leyera la novela. Él la leyó, me dijo que le había encantado, y me hizo algunos comentarios. Así que, me he ido informando. El contraste es muy bonito y creo que a la gente, en general, Jotadé le está encantando. Aunque la novela se llama Indira y ella tiene un protagonismo muy grande, aunque no en presencia, porque ya sabes que me gusta hacer tramas...
M.G.- Muy múltiples.
S.D.- Sí, multitramas, pero en esta novela compite en presencia con Jotadé. Y mucha gente me está diciendo que le gusta la historia de este policía gitano, que Jotadé los ha conquistado.
M.G.- Me parece un personaje muy original ese personaje. Pero hay muchos más. Estamos en una novela negra en la que vamos a encontrar, por ejemplo, a una actriz y también a un político. Parece que la política siempre es un buen puntal en la novela negra. Todos los tejemanejes de los políticos dan mucho juego.
S.D.- La novela negra te permite una cosa maravillosa, que es asistir, en primera fila, a la vida de
múltiples personajes. Pero personajes de todo pelo. Es decir, desde la vida de un
súper traficante, a la vida de un chico de la calle; desde la vida de un político, a
la vida de una actriz que ha ganado Goyas. No todo es lo que vemos de puertas afuera, de ese político dando un discurso, o esa actriz pisando la alfombra roja. Eso lo sabemos todos, pero a mí me gusta contar como es la vida de verdad de estas personas, porque ellos tienen problemas al igual que tú y que yo. Creo que es curioso poder ver a un posible presidente del gobierno pero en su intimidad. O a una actriz que, una vez que apagan las luces
y se quita el maquillaje, es una mujer normal, con sus inseguridades, sus
problemas, sus hijos y su marido que tiene ciertos problemas.
M.G.- ¿Y estamos ante la despedida de Indira?
S.D.- Bueno, no se sabe. Ahora mismo es complicado
responder a esa pregunta porque mi siguiente proyecto es un thriller histórico, con el que ya estoy metido y lo estoy disfrutando muchísimo. La documentación te lleva a más documentación y, a su vez, a más documentación. Y llega un
momento en que te paras y te preguntas dónde me he metido. Pero bueno, lo estoy disfrutando. Y luego, si la editorial
quiere y los lectores quieren, seguiré con el mundo de Indira. Pero no sé con qué presencia, eso ya lo tendremos que decidir pero, a mí me gustaría que, por lo menos, saliera una novela más de Indira. Ya la tengo en la cabeza. Enterita. Bueno, enterita no, pero un poquito sí.
M.G.- Santiago, ¿los lectores somos muy puntillosos con las tramas?
S.D.- A veces, sí. Bueno, a ver, a la gente le ha encantado. La verdad es que estoy teniendo unos feedbacks increíbles, como no he tenido en mi vida. Pero si alguien se compra una novela, luego tiene derecho a decir lo que opina. Eso está claro. Lo que pasa es que hay veces que se le dan importancia a determinadas cosas que
para mí no la tienen. Por ejemplo, una errata en una fecha, que la hay. Al principio de la novela, digo que un personaje tiene veinticinco años pero, al final, aparece su fecha de nacimiento, y te das cuenta que el personaje tiene veintisiete o veintiocho, y no veinticinco. Es una errata pero, ¿qué importancia tiene? No tiene ninguna porque no afecta a la trama. ¿Qué más da que el personaje tenga veinticinco o veintisiete? Que te echen eso en cara pues dices, vale, me has pillado, ¿y qué importancia tiene eso? O que te digan que un personaje lleva seis meses en un equipo y luego descubres que, en realidad, son ocho meses... ¿Está mal calculado? Pues sí. ¿Tiene importancia? Pues no. Es como si tú me dices que tienes treinta años de carnet de conducir, pero yo miro tu carnet, y me doy cuenta que no son treinta, sino...
M.G.- Veintiocho.
S.D.- Sí, veintiocho. Y yo te digo que me has mentido, que me has engañado, y que no has hecho bien el cálculo. ¿Qué más da? Si es entre dos meses y diez años, puede tener importancia. Porque no es lo mismo tener muchos años de experiencia conduciendor que una persona que se lo acaba de sacar, pero ¿entre veintiocho y treinta? ¿Qué más da?
M.G.- Bueno, pues ya para terminar, Santiago, y teniendo en cuenta que eres guionista y llevas muchos años ejerciendo, ¿qué posibilidades hay de que veamos a Indira en cine o televisión?
S.D.- Las posibilidades no dependen de mí. A ver, este es un mundo muy complicado. Un proyecto se puede caer por cualquier
circunstancia. Tiene que pasar por muchas manos hasta que se haga real, hasta
que se pueda ver en la tele, y eso supone riesgos. Ahora bien, ¿va bien encaminado? Estupendamente encaminado. Los derechos de El buen padre, los ha
comprado una de las productoras más grandes de España. Están en
negociaciones para adaptación con diferentes cadenas y plataformas. Hay mucho
interés. Yo ya he escrito el dossier de venta. Estoy a punto de terminar el
capítulo piloto. Me parece que se aportan muchas cosas más de la novela, porque
yo ya tengo la visión de la novela, sé lo que creo que es importante y todavía
se pueden aportar cosas que visualmente pueden llamar más la atención. Por lo
tanto, yo creo que si alguien ha comprado los derechos y están interesados por
la novela, también les va a interesar la serie. Pero como te digo, no depende
de mí.
M.G.- Claro.
S.D.- Ojalá no ocurra nada y pueda llegar. Yo espero que sí. Mira que soy desconfiado en estas cosas y nunca me fío. Tengo un hermano que se dedica a esto y siempre me dice una frase que me hace mucha gracia. Él me dice que hasta que no lo vea en la tele, -no que se grabe, no que se firme, no que se...-, sino hasta que no lo vea en la tele, que no me lo crea. Porque puede pasar cualquier cosa y no se emita nunca. Entonces, soy cauto. Creo que va muy bien pero, hasta que no lo vea en la tele, no me lo creo.
M.G- ¿Y quién te gustaría que fuera
Indira?
S.D.- Pues tengo muchas posibilidades, pero una persona que se me ha
pasado por la cabeza varias veces es Alexandra Jiménez. Me parece que sería una Indira magnífica y eso que físicamente no encaja con la descripción de Indira.
Pero he trabajado con ella en una serie que se llama Escándalo, y que se está emitiéndose actualmente, y me parece una actriz tan buena, con tantos registros,
con tantos matices,... Con solo una mirada es capaz de decir todo. Es capaz de transmitir una inseguridad y aparte, seguridad y aplomo. Es maravillosa, es una actriz fantástica y me encanta. Pero
bueno, ya sabes que estamos en las mismas.
M.G.- Bueno, cuando te entreviste por el thriller histórico, ya estará en marcha la serie de Indira.
S.D.- Ojalá que sí, pero ya te digo que cualquiera sabe.
M.D.- Bueno, pues lo dejamos aquí, Santiago,
muchas gracias por venir. Me ha encantado hablar contigo.
S.D.- Igualmente, ha sido un verdadero placer.
M.D.- Muchas gracias.
S.D.- Gracias a ti.
Sinopsis: Para la inspectora Indira Ramos ha sido un año repleto de sucesos: cazó a un monstruo al que todo el mundo daba por muerto, perdió a uno de sus mejores agentes en un desgraciado accidente y tuvo que elegir entre los dos hombres de su vida. Pero, cuando todo parecía haber vuelto a la normalidad y se presentaba ante ella una etapa tranquila, la vida se empeña en ponerle las cosas más difíciles que nunca, y tendrá que enfrentarse, junto al inspector Iván Moreno, a un caso que los unirá o los separará para siempre.
Su equipo está ahora compuesto por la subinspectora María Ortega, por una agente Lucía Navarro más taciturna de lo habitual tras su rehabilitación y por Jotadé, un oficial de origen gitano de métodos poco ortodoxos pero efectivos que pondrá patas arriba la vida de sus compañeros. Tiene que investigar el hallazgo de varios cadáveres en un solar en construcción. Nada parece unir a las víctimas y solo investigando su pasado podrán entender por qué les han ido matando uno a uno.
Santiago Díaz Cortés (Madrid, 1971) es guionista de cine y de televisión con veinticinco años de carrera y cerca de seiscientos guiones escritos. Su primera novela, Talión, ganó el Premio Morella Negra 2019 y el Premio Benjamín de Tudela 2019, ha sido traducida a varios idiomas y está siendo adaptada como serie de televisión. Su segunda novela, El buen padre, inicia la serie protagonizada por la inspectora Indira Ramos, y sus derechos de traducción se han vendido al extranjero antes de su publicación.
Sinopsis
Después de recibir una llamada de alarma, la policía encuentra en un chalé de una urbanización madrileña a un hombre manchado de sangre y un cuchillo con sus huellas junto al cadáver de su mujer.
Un año más tarde, un anciano se entrega a la policía afirmando ser el secuestrador de tres personas desaparecidas: el abogado defensor de su hijo, la jueza que le condenó y una joven estudiante que testificó en su contra en el juicio. Convencido de que los tres fueron sobornados, el hombre asegura que morirán uno cada semana hasta que detengan al verdadero asesino de su nuera y su hijo sea liberado.
La inspectora Indira Ramos, de una ética tan inquebrantable como su fobia a los microbios, solo tiene tres semanas para resolver el caso antes de que "el buen padre" lleve a cabo su macabro plan.
[Información tomada directamente del ejemplar]
Hasta la fecha, conocía a Santiago Díaz por su papel como guionista, por ser el hermano menor de Jorge Díaz, del que he leído un par de novelas, y por haber publicado en 2019 Talión, que fue su debut como novelista. Sin embargo, es ahora cuando me lanzo de pleno en su prosa, a través de lo que es su segundo trabajo, un thriller que me he bebido en dos tardes. El buen padre es una novela negra de la que he disfrutado mucho, por su agilidad, su urdimbre, sus personajes, y alguna que otra sorpresa que nos depara el final. Quizá algún detalle me ha chirriado un tanto, pero no puedo decir que no haya disfrutado de su lectura.
Y con El buen padre, publicada bajo el sello de Reservoir Books, nace también lo que seguramente será un personaje de saga. Se trata de Indira Ramos, una inspectora de homicidios con la que me he divertido mucho.Ella será la protagonista de este thriller, una mujer peculiar, llena de obsesiones y manías que para mí ha sido, junto a la trama, el punto fuerte de esta novela.
El buen padre se inicia con el asesinato de una mujer. Andrea Montero es la víctima de violencia de género número 37, asesinada por manos de su pareja en lo que va de año. Alertada por los vecinos, que oyen gritos de auxilio, la policía se persona en el domicilio de Andrea. La escena del crimen es dantesca. La víctima presenta diversas cuchilladas por todo su cuerpo, pero es el corte en la yugular lo que probablemente le ha causado la muerte. En el interior de la vivienda, hay un hombre. La policía lo detiene como el presunto asesino.
Desde este punto de partida, una elipsis temporal nos hace viajar en el tiempo a lo largo de todo un año. La acción se sitúa 365 días después de los hechos narrados en ese primer capítulo. Y es entonces cuando conoceremos a Indira Ramos. Inicialmente, tendrá que hacerse cargo del asesinato de otra mujer, cuyo cuerpo desnudo ha sido desmembrado e introducido en una maleta, que flota sobre las aguas del estanque grande del Parque del Retiro. La víctima es una mujer de 43 años, de nombre Alicia. Su marido es Miguel Ángel Ricardos, un empresario que se dedica a la especulación. Compra empresas en situación precaria, las desmantela y las vende por partes. Sin embargo, la cosa no queda ahí. De forma paralela, el lector tendrá conocimiento de tres secuestros. La primera persona secuestrada es Juan Carlos Solozábal, abogado de 40 años. Lleva dos días recluido en un búnker. La segunda, Almudena García, jueza de 59 años. A pesar de su profesión, tan asociada a la rectitud y al orden, la jueza oculta un secreto. La tercera, Noelia Sampedro, estudiante de 22 años. Es una joven que bien podría pasar por ser uno de los ángeles de Victoria's Secret, y cuenta con una herida personal. Cada uno de ellos se encuentra en un lugar diferente, pero ¿dónde? Bueno, esta no sería la única pregunta que el lector se va a plantear. Una vez que conozcamos los hechos, los interrogantes comenzarán a bailar en nuestra mente. ¿Por qué los han secuestrado? ¿Qué relación tienen unos con otros? ¿Se trata de tres secuestros perpetrados por la misma persona? Precisamente, esta última pregunta tendrá una pronta respuesta. Efectivamente, tanto al abogado, como a la jueza, como a la estudiante los ha secuestrado la misma persona, el octogenario Ramón Fonseca. El hombre, natural de Málaga, reside actualmente en Madrid, pues su hijo Gonzalo está en prisión, acusado de acuchillar a su mujer. ¿Y quién era su mujer? Pues Andrea Montero, la que fue asesinada un año antes del presente de la novela, la victima del capítulo introductorio. Gonzalo está condenado a 20 años de prisión, pero Ramón jura y perjura que su hijo es inocente, que todo ha sido un montaje. Y para obligar a la policía a encontrar al verdadero asesino de su nuera, el anciano ha orquestado toda esta red de secuestros, y exige que sea Indira Ramos la que lleve el caso. Fonseca plantea a la inspectora sus exigencias.
Las cartas están sobre la mesa. Indira tendrá que reabrir el caso de Gonzalo e indagar en la muerte de Alicia, si no quiere que recaiga sobre su espalda la muerte de tres personas. Todo ello, en una carrera contra el reloj pues, a cada minuto que pasa, los secuestrados están más cerca de la muerte.
El buen padre cuenta con una trama que se sustenta sobre temas de tanta enjundia como la corrupción empresarial, la mafia italiana, la prostitución de lujo, el adulterio, los chantajes, la vida carcelaria, o los ajustes de cuenta. Santiago teje una red en la que los personajes están conectados unos con otros, y lo interesante es ver de qué manera el autor establece esas conexiones. Y es que, en esta historia, todos los personajes tienen en común que, por un motivo u otro, hay gente que los odia y son objetivo de venganza. En el caso de Ricardo, porque ha podido destrozar la vida, o dejar en evidencia, a más de uno a través de sus negocios. Solozábal porque, como abogado, no haya hecho bien su trabajo. Almudena García porque, al ser jueza, seguro que ha metido en prisión a más de uno. Incluso a la misma Indira Ramos hay gente que no la mira con buenos ojos. Ni siquiera a Alicia, que también guarda su secreto. Son personajes con dobles vidas, con un lado público y otro privado, siendo este último un tanto negro.
Pero si nos centramos en los personajes, hay que hacer hincapié en Indira Ramos. ¿Quién es esta mujer? ¿Qué la hace tan particular? Lo más llamativo de este personaje es el TOC que padece, un trastorno obsesivo compulsivo que la hace ser especialmente puntillosa y meticulosa con la limpieza. Esta obsesión le viene a raíz de un caso al que tuvo que hacer frente, y que la sumergió en lo más inmundo de la ciudad de Madrid. Pero no será el único rasgo distintivo. Indira es una mujer de treinta y siete años. Físicamente la identifica su sobrepeso y la ausencia total de maquillaje en su rostro, pues además sufre de alergias. No es que su físico importe demasiado para desempeñar su labor como policía, pero son rasgos que también nos ayudan a imaginárnosla. Sin embargo, lo que más sobresale de Indira, a parte de su trastorno, es su rectitud e integridad. En el ámbito laboral, no goza de buena prensa. Sus compañeros la consideran una traidora, pues delató a otro policía que se saltó las reglas. Y es que esta mujer siempre ha señalado con el dedo a los culpables, incluso de pequeña, cuando jugaba con sus compañeros en el patio del colegio. Por eso, Ramón Fonseca exige que sea ella la que se haga cargo del caso de su hijo, porque sabe que, si hay algún tipo de chanchullo, Indira lo sacará a la luz y hará justicia.
A mí es un personaje que me ha gustado muchísimo. Me gustan aquellos que son distintos, rara avis, con sus manías, con sus extravagancias, y así es Indira Ramos, creíble, humana y alejada de cualquier planicie. Todo lo relativo a su TOC me ha hecho mucha gracia. Me reía al verla en situaciones incómodas y trataba de imaginármela en estos tiempos de pandemia, usando triple guantes de látex y doble mascarilla, mirando con recelo a uno y a otro, temiendo que el que pasara por su lado, pudiera contagiarle el coronavirus. ¡Ah! Y hablando de coronavirus. El buen padre es la primera novela en cuyo desenlace se vislumbra la llegada de la pandemia. Me ha parecido un detalle curioso. Pero, volviendo a Indira, y como suele ser habitual en las novelas policíacas, no solo la vamos a ver en el terreno profesional, sino que también conoceremos un poco de su ámbito más íntimo. Sin desvelar mucho por mi parte, y sin que el autor haya profundizado excesivamente en este tema, también veremos una incipiente relación sentimental de la inspectora.
El otro gran personaje es Ramón Fonseca, un auténtico padre-coraje. El hombre lucha por la libertad de su hijo, por demostrar que Gonzalo es inocente, que únicamente lo cogieron como cabeza de turco, y no le importa sacrificarse por él. Había que cerrar el caso y él era el presunto culpable que más a mano tenía la policía. Para conseguir que se haga justicia, Ramón articula toda esta trama de secuestros, pues no quiere morir sin ver a su hijo recuperar la libertad. Ahora bien, comentaba al principio de la reseña que hay algún detalle en la novela que me ha chirriado un poco. Ese detalle no es más que la edad de Fonseca. Estamos ante un hombre octogenario y creo que construir un personaje que hace todo lo que Ramón hace en esta novela, con 84 años, es arriesgarse un poco. Está claro que cada naturaleza es distinta, y hay personas muy longevas con mucha agilidad y jovialidad, pero no sé, a mí me parece que un hombre a esa edad no está para tantos trotes. Además, la trama no profundiza en el desarrollo de los secuestros, cómo Fonseca accede a los secuestrados, cómo los captura, cómo los traslada al lugar donde los encierra. En ese sentido, me ha faltado algo más de información. Aun así, insisto en que la novela la he disfrutado y en que Ramón Fonseca es un personaje con el que el lector empatiza fácilmente.
El escenario de esta trama será Madrid. Sin que la ciudad tenga un gran protagonismo, a través de los diversos personajes, el lector tiene la posibilidad de pasear por sus plazas y calles. De entrada, nos daremos una vuelta por el Parque del Retiro, donde encuentran el cadáver de Alicia. Pero también caminaremos cerca del Santiago Bernabeu, el paseo de la Castellana, Nuevos Ministerios o la plaza Cuzco.
Como dije antes, la lectura de El buen padre me duró un par de tardes. Es una novela que se lee con mucha rapidez. Estructurada en cinco partes, cuenta con un total de ochenta y nueve capítulos muy cortos, y eso aumenta el ritmo de lectura. Por otra parte, Santiago Díaz no se centra únicamente en el desarrollo de la investigación, sino que también dedicará algunos capítulos a cada uno de los secuestrados.De este modo, sabremos quiénes son, qué esconden, cómo ha sido su vida antes del secuestro, o qué vinculación tienen con Ramón y su hijo. Poco a poco, y capítulo a capítulo, el propio lector ira desmadejando esta historia en la que, como digo, todos están conectados de un modo u otro.
Poco más os puedo contar. Me ha gustado esta novela, me ha parecido entretenida, dinámica, con una urdimbre compacta, con buena conexión entre las distintas subtramas, y un personaje principal con la que me gustará volver a encontrarme.
[Fuente: Imagen de la cubierta tomada de la web de la editorial]
Fede Durán (Cádiz 1977) es escritor y periodista. Ha trabajado, entre otros medios, en El País, El Mundo y Expansión. Es autor del libro de relatos Guantes negros (2009) y de la novela La mirada de Mónica Vitti (2012). Recientemente ha sido incluido, junto a otros autores en lengua española de todo el planeta, en la antología generacional Uno más ocho (2016), editada por Reservoir Books. La familia Berlín es su novela más reciente.
Sinopsis
A orillas del Atlántico, parapetado entre acantilados y playas turquesas, se levanta un pequeño pueblo donde la vida se va en contar sardinas, melones y botellas de aguardiente. De entre todos los habitantes del lugar, uno destaca por su ambición. Es Sansón Berlín, el hijo de una modista alegra y un contable triste, que desde su más tierna infancia anuncia al mundo su intención de brillar. La flecha del destino lo arrastrará por medio planeta, de las redacciones de periódico a los escaños del Parlamento, pasando por pegajosos clubs de Las Vegas y las montañas prístinas de Canadá. Sin embargo, clavada en su corazón siempre estará la imagen de una infancia mágica y austera. Y de la dolorosa historia familiar que le hizo huir para no regresar.
[Información tomada directamente del ejemplar]
Han pasado un par de meses desde que me encontré con Fede Durán para conversar sobre La familia Berlín (puedes leer la entrevista aquí). Por entonces, no había terminado de leer la novela pero sentía que aquella historia tenía algo que la hacía diferente. Sin saber muy bien hacia dónde me conducía aquel argumento, conocí a los Berlín, a Ángel y a su esposa Elsa, a sus hijos Sansón y David, y a todo un pueblo de pescadores que me tenía en constante duda, intrigada por las referencias que me resultaban conocidas y por aquellas otras que me descolocaban. Luego una entrevista se sucedió a otra con sus respectivas novelas, y los Berlín quedaron un poco sepultados entre tanto argumento. Sin embargo, yo quería saber qué futuro le deparaba a aquella familia, qué sería del matrimonio entre Ángel y Elsa, qué le había ocurrido a Sansón Berlín en esta historia que me mecía entre un pasado cercano y sencillo y un presente prometedor, qué sucedería con su hermano David y con tantos y tantos personajes que asoman a la singular novela de Fede Durán. Así que he aprovechado estas vacaciones de Semana Santa para releer lo ya leído y para continuar el camino hacia el desenlace de esta trama que no solo cuenta una historia familiar. La familia Berlín se podría considerar casi una saga familiar en el sentido más amplio del término. Realmente narra la vida de los diversos miembros de esta familia, siendo el epicentro el joven Sansón Berlín, que ya desde pequeño mostró un agudizado sentido de la selección. Nacido de Ángel, un contable introspectivo y mustio pero especialmente hábil con los números, y de Elsa, una joven modista alegre y luminosa con ideas modernistas que atraían variada clientela a su taller, Sansón fue siempre un niño curioso con ganas de aprender y empaparse de todo lo que le rodeaba, hasta el punto de que algún que otro lugareño consideró al niño un maldito iluminado. Lo tenía claro desde pequeño. Él, que quería ser presidente de la nación, parecía estar marcado por las estrellas. Y mientras su destino va tomando forma, pasará su niñez compartiendo horas de juegos en un huerto cercano con su troupe, con Joselito Caimán, Valentín Bidasoa, Juanito Mohamed y Casimiro Wolfe, cada uno con sus peculiaridades, a quienes Sansón lideraba con carisma. Sus amigos, su madre, su hermano David y su tío paterno Abraham Berlín, un tipo aventurero que marcará su infancia y toda su vida, son los puntales en la existencia Sansón, a los que hay que unir la presencia de Fátima, la prostituta del lugar, figura clave en este entramado.
La familia Berlín permite al lector asomarse al Sansón niño pero, con capítulos alternos e importantes saltos en el tiempo, también podremos ir conociendo su edad adulta, cuando ya ejerce como periodista y publica sus primeros artículos como cronista deportivo hasta que un gran reportaje lo lleva a la cumbre del periodismo político donde tendrá que esquivar ciertos arietes. Cuidado, porque periodismo y política es un matrimonio de reglas estrictas pero Sansón parece un tipo íntegro. Entre artículo y artículo, también escribirá alguna novela. Billy Zoom, la historia de un jugador de dardos ciego, lo colocará en el ejercicio de un cargo importante hasta el momento de su desaparición.
Efectivamente en La familia Berlín hay desapariciones, muertes, intentos de suicidios, amores, desamores, engaños, decepciones, manipulaciones,... pero no es una novela de suspense, ni un thriller, ni plantea al lector un enigma a resolver. Estamos ante una novela de exploración personal, de volver a las raíces, de búsqueda aunque para ello haya que perderse antes, de recuperar el contacto con la tierra, con lo que fuimos y lo que somos, de ajustar cuentas más con uno mismo que con el mundo. Hay mucho de indagación personal en La familia Berlín que a la vez se mezcla con otras cuestiones de actualidad como la corrupción en el periodismo o el complejo entramado del universo de la política en el que, aquellos que deciden por nosotros quedan más bien arrinconados frente a un enjambre de asesores, ayudantes y consultores que dirigen los pasos y las palabras del cargo público. Y anexo a esto último, la novela también indaga en la pérdida de identidad personal, de intimidad, y de vida.
A lo largo de las casi trescientas páginas que contiene el libro, estructuradas en cuatro grandes bloques, deambularán un amplio elenco de personajes. Como comenté anteriormente, sobresale de todos ellos el propio Sansón Berlín. Será un personaje neurálgico, hilo conductor de una novela con tintes corales, pero se podrían destacar otros que, por un motivo u otro, me han llamado la atención. Nombraría a Ángel Berlín, ese padre con el que Sansón no parece conectar mucho tras un descubrimiento que escocería a cualquier hijo y que con el lector también tendrá sus más y sus menos. Bajo mi punto de vista Ángel es un hombre perdido. Intenta aferrarse a lo que tiene pero termina perdiéndolo, intenta reconstruir lo que ha destruido y no lo consigue. Serán las únicas cuentas que no le salgan en su vida.
Por otra parte, tendremos a Fátima, una prostituta cuya hermosura marea más que el viento de levante. Ella será el ejemplo del paso del tiempo, de la destrucción, de lo efímero de la belleza pero también será institutriz para Sansón en las cosas de la vida. Fátima es vértice, es ángulo, es hipotenusa. Luego está David Berlín, tan distinto a su hermano, tan previsor, responsable y sagaz,... Y la propia Elsa, una madre cuyas decisiones no siempre entenderá Sansón. Y otros personajes,... Y sus secretos. Y más allá de todo esto, no cabe duda que una de las bazas fuertes de la novela son los escenarios. Luna Creciente es un pueblo pesquero a orillas del Atlántico, de donde Sansón es oriundo y donde transcurre su infancia. Gracias a las ilustraciones que se incluyen en la novela, el lector podrá hacerse una idea de qué punto geográfico de nuestro mapa ocupa esta localidad ficticia. Hablamos de la provincia de Cádiz, y el por qué de utilizar nombres inventados responde a la necesidad de Fede Durán de desviar la historia de España, de cambiar el devenir de los acontecimientos y crear un relato en el que judíos, cristianos y musulmanes pueden convivir en armonía sin que las distintas creencias de cada uno supongan un grave problema. La familia Berlín es judía, un homenaje a la propia familia del autor con orígenes sefardíes, pero no deja de ser curioso que Sansón, criado por un padre de más o menos estricta observancia judaica, tenga ciertas inclinaciones al cristianismo.
En cuanto a los escenarios, cabría añadir que ocurre lo mismo con otras dos localidades cercanas a Luna Creciente. Tanto Chillida como San Rufián son espacios que, si bien pueden guardan alguna similitud con municipios gaditanos conocidos, son lugares ficticios que, junto al lugar de nacimiento de Sansón, componen un triángulo geográfico en el que caben las consabidas rencillas y rivalidades locales. Pero Luna Creciente permite también al autor hacer una crítica al urbanismo costero, al deterioro de esos pueblos junto al mar, masificados en verano y pisoteados por una cantidad ingente de turistas. Luna Creciente era virgen cuando Sansón corría de niño por sus playas pero no pasarán muchos años antes de que, junto a la orilla, se erijan enormes edificios que rascan el cielo. Algunas reflexiones en esta línea conseguían frenar mi lectura y preguntarme si vamos en la dirección correcta.
No obstante, la novela nos hace viajar también a otros lugares del planeta. Cruzaremos el charco hacia Las Vegas, y visitaremos las montañas de Calgary en Canadá, espacios que mantienen sus nombres intactos y donde tendrán lugar ciertos acontecimientos que no quiero desvelar. Ahora bien, si os hablo de espacios también tengo que hablaros de tiempos. Como he dicho antes, la acción se debate entre el pasado y el presente. Alguna referencia temporal situará al lector dentro de la trama. Habrá sucesos que transcurran en los años 80 y sin embargo, a lo largo de toda la lectura me ha acompañado la sensación de estar leyendo algo ubicado muchas décadas atrás. ¿Qué extraño artificio incluye el texto para hacerme creer algo así? No sabría deciros. Quizá sea la vida en Luna Creciente, quizá sea sus gentes, ese ambigú en el que el pueblo se reúne a debatir mientras toman una copa de aguardiente de Rute o un ligaíllo. Desconozco por qué he tenido esa sensación en todo momento, pero para mí ha sido una novela que en ocasiones me ha hecho volver a mi infancia porqueLa familia Berlín no es solo la historia de una familia, es también una novela que aborda temas de actualidad, que deja espacio a la fantasía, que a veces puede tener su punto surrealista y que, como digo, a ratos me ha hecho regresar a mis aventuras de niña, a las mañanas de verano, y mis días en la playa oliendo una brisa fresca impregnada de salitre. Decía Fede Durán en aquella entrevista de febrero, que esta novela es independiente, pero forma parte de un proyecto con dos títulos más de los que aún no sabe si verán la luz. Me gustaría pensar que sí, que tras el Sansón de Luna Creciente, el lector se encontrará con algún personaje de San Rufián y más tarde con otro más de Chillida. Esperemos que sea así. Esperemos encontrarnos de nuevo con Fede Durán.
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