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lunes, 21 de octubre de 2019

EL CALENTAMIENTO GLOBAL de Daniel Ruiz

Resultado de imagen de el calentamiento global daniel ruiz

Editorial: Tusquets.
Fecha publicación: octubre, 2019.
Precio: 19,50 €
Género: Narrativa.
Nº Páginas: 384 
Encuadernación: Rústica con solapas.
ISBN: 9788490667415
[Disponible en eBook;
puedes empezar a leer aquí]


Autor

Daniel Ruiz (Sevilla, 1976) inició su carrera con Chatarra (Premio de Novela Corta de la Universidad Politécnica de Madrid), que inspiró un corto cinematográfico preseleccionado para los Oscars en 2006, y otras narraciones que le valieron el V Premio de Novela Corta Villa de Oria o el Premio Onuba de Novela. Sus novelas más recientes, ya publicadas por Tusquets Editores, son Todo está bien (2015), La gran ola (2016), que se alzó con el XII Premio Tusquets Editores de Novela, «una sátira tan hilarante coo amarga sobre el "coaching", en este caso referido al mundo empresarial en plena e inclemente crisis» (Francisco Estévez, El Imparcial). A ellas les siguió el tríptico de historia de barrio Maleza, por las que Daniel Ruiz ha sido saludado como «el gran poeta del extrarradio de las ciudades españolas» (Juan Ángel Juristo, Abc Cultural)

Sinopsis

Si, como afirman los expertos, la temperatura de la Tierra escalará cuatro grados centígrados durante el siglo XXI, la contribución de Pico Paloma a este calentamiento podría resultar determinante. En pleno parque natural del Roqueo, a orillas del Mediterráneo, en Pico Paloma, se halla la refinería Oilgas, donde un empleado ha sufrido un accidente laboral. Desde ese momento, la vida de Federico Castilla, director de Responsabilidad Social Corporativa de Oilgas Internacional, entra en una espiral de problemas que parece no tener fin. Tampoco lo tiene fácil Berta Vela, periodista que ejerce el ciberactivismo anónimo y lucha por labrarse un futuro en el mercado; ni Amanda, cantante del dúo Tubular en el hotel donde se alojan los ejecutivos de Oilgas y madre de un precoz youtubuer en busca de fama. Aunque la vida es dura en Pico Paloma, sus habitantes, los impagables personajes que protagonizan esta trepidante novela coral, luchan por seguir adelante, e incluso algunos sueñan con alcanzar la gloria en el trap o en los negocios. El calentamiento global es una inspirada novela social, con las dosis justas de empatía y causticidad despiadada. 

[Información tomada directamente del ejemplar]



Ya lo decía por redes sociales. Ya lo señalé también en la entrevista al autor (puedes leerla aquí). El calentamiento global de Daniel Ruiz es una gran novela, un conglomerado admirable que cuenta con una trama de grandes dimensiones y unos personajes poliédricos, con sangre en las venas, de esos que son fáciles de reconocer por la calle, con los que coincides en la reunión de comunidad de tu bloque o con los que compartes tu jornada laboral. La nueva novela del autor sevillano es un relato que engulle al lector y lo hace desplazarse de un protagonista a otro, de una cuestión a otra, en un baile constante de acontecimientos que nos mantendrá intrigados, enganchados y enredados, desde el principio hasta el final. 

Oilgas Internacional es un mastodonte del mundo empresarial, una refinería con instalaciones en diversos puntos del planeta. Al frente del departamento de Responsabilidad Social Corporativa y Desarrollo Sostenible, se encuentra Federico Castilla, un tipo importante en la estructura empresarial, un ejecutivo de alto nivel, gustos caros y trajes de marca, que tiene que desplazarse a Pico Paloma, una localidad del Mediterráneo español, donde se ubica una de las plantas de la refinería. Allí se ha producido un accidente laboral. Uno de los operarios, un hombre de más de cincuenta años, ha caído desde cierta altura mientras realizaba labores de mantenimiento, y se encuentra ingresado en el hospital, en estado crítico. ¿Cómo se ha producido este incidente? ¿Es fruto de una imprudencia del trabajador o ha habido negligencia por parte de la empresa? Aquejado de un dolor de muelas que aparece y desaparece como una sombra de mal agüero, planeando sobre la cabeza del ejecutivo, Castilla tendrá que encargarse de manejar esta delicadísima situación, -está rodeado de incompetentes-, que puede empañar la imagen de la marca y lidiar con los sindicatos, la prensa, las asociaciones medioambientales y la familia del accidentado. 

Lo único bueno que tiene la visita a Pico Paloma es Amanda, la chica que cada noche ameniza la estancia de los huéspedes del hotel Aljaraluz Costa, donde Castilla se hospeda. Es una mujer de voz evocadora, cuya sensualidad se incrementa una vez que el ejecutivo queda envuelto por la nebulosa que le provoca la ingesta de unos cuantos whiskys. Cuando Amanda entona La garota de Ipanema, el mundo que conoce Castilla desaparece. Atrás queda el hastío de su matrimonio con Mamen, los viajes de negocios que cada vez lo agotan más, el operario recostado sobre una cama de hospital y el terrible dolor de muelas. Amanda llena todo su espacio, el foco imaginario de su mente ilumina a la mujer, que se deja acompañar a los teclados por Atanasio Quintana (Tana), un hombre que importa muy poco al mundo. Amanda, melodía tras melodía, whisky tras whisky, nubla la mente del ejecutivo y lo hace soñar, deseando tener esa cautivadora voz solo para él, mientras que Tana se inventa la vida que le hubiera gustado tener.

Pero cuando las luces se apagan y se despoja de sus vestidos escotados y sus lentejuelas, Amanda regresa de madrugada a su piso de Los Gusanos, un barrio humilde de familias trabajadoras, casas baratas construidas por el Patronato. Allí reside con su hijo de once años. Nicolás es un youtuber que busca su espacio en ese torrente de canales que inundan la red. Bajo el nombre de DJGamer, el joven compite con otros canales, buscando un contenido interesante, que le permita cazar a todos esos seguidores que aumenten su visibilidad y su posicionamiento. Y en el mismo barrio y bloque, también reside Rafael, más conocido como El Lagartijo, un individuo desgarbado, desaseado y desaliñado; pendenciero, bravucón, oportunista y sibilino. Colaborador del Banco de Alimentos, Lagartijo trapichea aquí y allá, sin importarle lo más mínimo el objetivo principal de la entidad en la que colabora. 

Y luego está Berta Vela, la becaria de la asociación ecologista AMPIPA, y sobrina del operario accidentado. Comprometida con la actualidad, Berta es una joven que cree en la posibilidad de un cambio, en una sociedad emergente fruto de la lucha y la quiebra del capitalismo. Administradora del blog, El Confiroqueo, la joven denuncia las desigualdades sociales, el techo de cristal o la brecha salarial. Aprovechará el anonimato que le brinda su espacio para poner las cartas sobre la mesa, y agarrar a Oilgas por sus partes más pudendas. Frente una verdad comprada con dinero, Berta está dispuesta a desenmascarar al poderoso enemigo que es la refinería.

Esta es una pequeña muestra del numeroso elenco de personajes que entran y salen de acción, cada uno de ellos con su parcela de protagonismo y su importancia dentro de la trama. Ejecutivos, youtubers, activistas, cantantes, maleantes, sindicalistas, alcaldes, melómanos y periodistas, todos ellos están conectados en un entramado singular, formando parte de un teatro de títeres en el que Daniel Ruiz mueve los hilos con pericia y  destreza. Y aunque parezca imposible, lo cierto es que, El calentamiento global muestra una realidad con la que convivimos a diario, una actualidad por la que transitan estos mismos personajes que vemos en la novela. Para respaldar tal afirmación, basta con encontrar en el texto referencias a noticias reales que salpicaron los titulares de los periódicos hace unos años, como la intoxicación por gases en una fábrica de piensos, la denuncia por instalaciones industriales defectuosas, la ausencia de protocolos internos que mejoren la salud laboral, o incluso una campaña de apoyo, para recaudar fondos en favor de un niño que necesita un trasplante de médula. 

si diversos son los personajes, no lo son menos lo temas. Tratándose de una refinería, la novela de Ruiz aborda la política medioambiental, el compromiso y responsabilidad empresarial, los vertidos tóxicos, la contaminación o la protección de la naturaleza,  un enorme sol negro alrededor del cual giran sus propios planetas, constituyendo toda una galaxia. Daniel Ruiz no titubea a la hora de meterse en todo tipo de charcos que encuentre en su camino. Lo mismo hace un análisis del periodismo, que desenmascara la falsedad de los sindicatos, destapa la corrupción en los medios de comunicación, o descubre a esos ediles municipales que, habiendo dinero por medio, miran hacia otro lado y te hacen un 'egipcio' sin ningún tipo de pudor. Y ahí no queda la cosa. Ruiz, al que siempre le ha interesado todo fenómeno social que emerge casi de un día para otro, también se adentrará en la peculiaridad del mundo manga y anime, con tatuajes de dragones que simbolizan la infinitud del universo. Debo reconocer que he flipado (no encuentro mejor término para definirlo) con la soltura del autor en asuntos de lo más dispares. Porque entre las páginas de El calentamiento global, el lector también puede hacer un recorrido por la industria musical, desde un extremo -Mikel Oldfield o Fleetwood Mac-, hasta el otro, es decir, hasta el rap, trap, twerking y demás tendencias musicales en las que me siento perdida. ¡Ojo! Incluso se atreve a componer letras.

Pero regreso de nuevo a los personajes porque, si el lector cree que estamos ante una historia de buenos y malos, es necesario aclarar que cada uno arrastra sus propias miserias. Ya lo decía Ruiz en la entrevista. 'Al final, todos son pobres diablos, o todos son un poco villanos pero también un poco santos. Todos los personajes son despreciables y, al mismo tiempo, tienen su punto de encanto, que te hace quererlos a pesar de lo despreciables que son'. Pero si hay un personaje por el que tengo especial predilección ese es Tana. Atanasio Quintana, el teclista del grupo Tubular en el que Amanda es la voz solista, es ese personaje de novela que se queda a tu lado para siempre, una vez que has cerrado el libro en el último capítulo. Tana, que tampoco tiene un protagonismo tan principal como el resto, es el que, a mi juicio, va a calar más en el lector. Si pienso en él, lo imagino taciturno, resignado y melancólico. Un personaje falto de cariño, con sueños, que puede dar una imagen por fuera y, sin embargo, tiene un mundo interior lleno de sensibilidad y ternura.

En cuanto a los escenariosla acción transcurre en Pico Paloma, una zona humilde del sur de España que bien podría estar ubicada en la costa de Huelva, Cádiz, el Campo de Gibraltar, como el propio Daniel Ruiz señaló en la entrevista, puede ser una mezcla de los tres puntos geográficos. Sea como fuere, es fácil identificar ubicaciones de dichas provincias, pero este es un juego que dejo en manos del lector.  

Y como si del objetivo de una cámara se tratara, el narrador en tercera persona de esta novela, se mueve de un punto a otro, diversificando el interés del lector. En una novela de este tipo, en la que entran y salen tantos personajes, y en la que asoman tantas cuestiones, hay que asentar bien las bases para impedir que el lector se pierda. A Daniel Ruiz no le importa tomarse su tiempo, llevarse sus buenas cincuenta páginas haciendo de maestro de ceremonias, con la intención de colocar al lector en medio de una trama que podemos contemplar en 360º. Quizá, carga demasiado las tintas con Monchi Valiente, un personaje tardío pero también fundamental, del que hará una extendida descripción biográfica y profesional.  En cualquier caso, llegando a los últimos capítulos, -concretamente al capítulo 63-, no hay más narices que mostrar pleitesía. No voy a soltar prenda, pero justo en ese capítulo, os espera un protagonista que jamás hubierais imaginado. Yo no di crédito.

Estructurado en tres partes más una coda, con un total de sesenta y cuatro capítulos de corta extensión, a lo largo de toda la novela flota un aire burlón que se torna en humor corrosivo, mordaz e irónico, encargado de ir deformando a esos personajes que son la mejor carnada de la novela. Percibo en la narrativa de Ruiz una fusión que mezcla lo lírico con un estilo descarnado y callejero, llena de los términos actuales que componen la jerga de nuestro tiempo. 

Poco más puedo añadir. Solo decirte que, si quieres leer una novela actual, callejera, pendenciera, pegada al asfalto, candente y vibrante, no dejes pasar El calentamiento global. Palabra de lectora.







 

[Fuente: Imagen de la cubierta tomada de la web de la editorial]

Puedes adquirirlo aquí:


martes, 8 de octubre de 2019

DANIEL RUIZ: 'Soy un escritor que se alimenta de la realidad que vive'

Un gran descubrimiento. Eso es lo que ha supuesto para mí Daniel Ruiz, a quien pude entrevistar cuando publicó La gran ola, novela sobre el fenómeno coaching, con la que ganó el XII Premio Tusquets Editores de Novela en 2016. Recuerdo que, por entonces, no me dio lugar a zambullirme en el texto y su lectura la fui aplazando sin remisión. Esa es la gran desgracia del lector, sentir que tiene por delante numerosas novelas que leer y que no puede estirar más el tiempo. Y es ahora, tras leer El calentamiento global, cuando me he dado cuenta que debí -que debo- sacar el tiempo de donde sea, para volver a leer a este autor. Hay algo en la prosa de Ruiz que aprisiona, que muerde nuestra mano sin soltar bocado. Ya lo anunciaba por redes, El calentamiento global ha sido una lectura realista, pegada al asfalto, llena de poliédricos personajes, pero de todo ello os hablaré en la correspondiente reseña. Ahora, os dejo con la entrevista.

La imagen puede contener: 3 personas, incluidos Daniel Ruiz y Marisa González, personas sonriendo, personas sentadasM. G.- Daniel, me pareces un autor muy prolífico. 'Maleza' sale en 2018 y ya tienes novela nueva.

Daniel R.- Bueno, 'Maleza' era un volumen que agrupaba tres historias. Dos de ellas, habían sido ya publicadas sin mucha suerte en otras editoriales. Surgió la oportunidad de volver a editarlas, en un formato de colección, con una temática homogénea, y a las ya existentes se añadió una historia nueva. 

Puede dar la impresión de que soy más prolífico de lo que soy en realidad, porque 'El calentamiento global', ya la estaba escribiendo cuando publiqué 'La gran ola'. En realidad, con esta nueva novela me he llevado tres años. 

M.G.- Leyendo lo que se dice de ti, me fijo en las palabras de Juan Ángel Juristo  que te califica como un poeta de extrarradio. Efectivamente, los barrios de las afueras tenían mucho peso en 'Maleza', y en esta nueva novela, también. ¿Suponen para ti un buen caldo de cultivo?

D.R.- Me gusta mostrar la realidad de la periferia, fijarme en los núcleos de zonas marginales. Son paisajes que siempre me han interesado como autor porque, en esos márgenes, se encuentra mucho material desde el punto de vista social. No me siento nada incómodo con esta etiqueta que me pone Juristo porque sí, es verdad que me siento muy cercano a esos ambientes suburbiales. 

M.G.- En 'El calentamiento global', detecto mucha retroalimentación con la realidad. Te centras en muchas cuestiones que nos rodean y pones tu ojo crítico sobre ellas.

D.R.- Soy un escritor que se alimenta de la realidad que vive. La literatura me ha servido para pasarlo bien como consumidor, también para desarrollar habilidades y aprender de grandes maestros, pero es cierto que, a efectos de escritura, me ha servido mucho más la vida que la literatura. Me considero más escritor por lo que he vivido que por lo que he leído. La vida cotidiana siempre ha sido mi gran inspiración. Sin ella no escribiría porque, de hecho, siempre escribo de la vida.

M.G.- Al hilo de lo que comentas, tus novelas son muy de la calle, muy sociales, conformando un género propio. Sobre la literatura social llegas a decir que es un género que debe sacudirse los complejos. ¿En qué sentido?

D.R.- La literatura social de los años 50 o 60 en España, siempre estuvo muy mal vista. Se consideraba una corriente garbancera, triste y pobre. El hecho de posar la mirada en un tema social hacía que se descuidara la parte formal, así que, aquellos autores fueron siempre considerados como escritores menores. No obstante, tenemos que tener en cuenta que hay toda una generación de nuevos escritores que están transitando por la literatura social, que cuentan el presente de una manera muy expresiva, muy rica, y tienen que tener su sitio. Hay que abandonar la idea de que la literatura social es aburrida porque posa demasiado su mirada en la realidad. Todo lo contrario, hay propuestas de literatura social muy brillantes y estilísticamente muy ricas. Por ejemplo, estos días estoy releyendo a Ignacio Aldecoa, y estoy totalmente deslumbrado con su potencia estilística. Es un autor que escribía básicamente de las personas que vivían debajo del puente, de los gitanos, de la gente de las chabolas, gente muy marginal y, sin embargo, sus textos tienen un lirismo y una capacidad expresiva, que ya la quisieran para sí otros que han transitado en otros ámbitos como la literatura del boom norteamericano o del realismo fantástico.

M.G.- En 'El calentamiento global' narras la historia de un accidente laboral en una refinería, lo que te permite meterte en la política medioambiental, las responsabilidades empresariales,... Cuéntame un poco cómo se forja la idea para esta novela.

D.R.- Siempre me ha interesado acercarme a nuevas realidades sociales, a nuevos fenómenos. Cuando empecé a escribir esta novela, había un fenómeno en emergencia, la responsabilidad social corporativa de las empresas. Básicamente no era más que una corriente bastante antigua, que viene de los años 50 o 60 en Estados Unidos, muy asociada a la social-democracia, que incita a las empresas a tener una dimensión más amable. Es decir, una empresa no solo debe o tiene que obtener beneficios sino que además debe y tiene que contribuir al desarrollo social de su entorno, a través de medidas de carácter social, estableciendo compromisos en materia de relaciones con los empleados, en materia medioambiental, en materia social... Todo esto eclosiona a partir de los años 90 y se integra en todas las empresas, de tal modo que hoy, es muy raro que una multinacional no tenga la idea de la responsabilidad social corporativa como algo importante de su estructura. Sin embargo, todo este compromiso se adquiere más con fines estéticos, es puramente epidérmico, y está más orientado al marketing y a la comunicación que al compromiso real de las empresas.

Me fascinaba cómo todo ese compromiso social se convirtió en un nuevo mantra, con un nuevo lenguaje integrado dentro de las empresas, pero que en realidad no cala. Si tú rascas un poco, ves que ese compromiso es puramente de palabra. Y de todo este escenario surgió la idea de la novela. Quise recrear este espíritu en una de las industrias en las que se ve más claramente toda esta política de responsabilidad social corporativa, la industria petroquímica, con un componente contaminante muy determinante. Y para ello me voy al sur, un sur indeterminado. La trama podría ocurrir en Huelva, en Cádiz, en el Campo de Gibraltar, o podría ocurrir en las tres a la vez. En torno a todo esto, quise construir un ecosistema social de personajes que interactúan y forman una especie de friso, una gran bacanal, con un punto humorístico que los va conduciendo a lo largo de toda la historia.

M.G.- Como literatura social, hay denuncia. Dibujas el perfil de los sindicalistas, la prensa, instituciones, entidades,... que se compran, que se venden, que están metidas en el ajo. 

D.R.- He intentado acercarme a esta novela con una vocación decimonónica. Las novelas 'flaubertianas', como 'Madame Bovary', o ya en España como 'La Regenta', construyen un cosmos integral, un ecosistema general global donde participan muchos personajes e interactúan a distintos niveles. Tenía muchas ganas de hacer algo así y me inventé todo este paisaje donde todo confluyera, y donde se establecieran dinámicas y conflictos entre distintos ámbitos sociales. Quería retratar todas las fuerzas vivas que intervienen en estos ecosistemas, el poder económico, el poder político, el poder del tejido asociativo, los medios de comunicación,... Todo lo que interviene en cualquier sociedad. He querido echarlos a pelear. He pretendido escribir una novela que imitara a la realidad, donde no existe el 'happy end', porque en la propia realidad, no siempre existe.

M.G.- Con lo cual, adelantas que, ¿en esta novela, los villanos van a salir de rositas?

D.R.- Es que, si te fijas, en la novela no hay un villano en sí. No es una reflexión que esté volcada en el texto pero el concepto de éxito y de fracaso tiene mucho que ver con mi carácter. 

En la novela, el lector puede encontrar a un personaje que se relacione con el éxito porque tiene éxito profesional, pero seguramente este personaje, - y hablo de Federico Castilla, el director de responsabilidad corporativa de la refinería-, es el personaje más fracasado de todos, siendo el más exitoso. Frente a él, hay otros personajes que son un absoluto fracaso, porque son gente que se buscan la vida, que viven del engaño. Al final, todos son pobres diablos, o todos son un poco villanos pero también un poco santos. Todos los personajes son despreciables y, al mismo tiempo, tienen su punto de encanto, que te hace quererlos a pesar de lo despreciables que son.

M.G.- Es una novela coral y advierto que te has tomado muchas molestias para construirlos. Profundizas mucho en su psicología y el lector se los puede imaginar perfectamente.

D.R.- Una de las cuestiones que me interesa mucho, y que también he copiado de Flaubert, es la forma de acercarme al personaje. He procurado describir todas sus aristas de manera muy completa, sin que acabe siendo un cliché. El personaje siempre tiene que ser un individuo con muchos recovecos, e incluso con reacciones inesperadas porque eso implicará que tiene muchísimos matices en sí mismo.

La construcción de un personaje es algo que uno va trabajando a lo largo del tiempo. Para evitar que un personaje sea un tipo, siempre tiene que estar basado en una mirada de 360º, es decir, tiene que ser absolutamente circular. No pueden ser meros soportes para sostener una trama. Muchas veces, los lectores leemos para saber qué les ocurre a esos personajes, nos interesa lo que les va a ocurrir porque en ocasiones nos identificamos con ellos. Así que, en esta novela, los he trabajado acercándome lo máximo posible, como si yo fuera el personaje en sí, pensando como ellos y poniéndome en su piel.

M.G.- Por mencionar a algunos. Berta, por ejemplo, es un personaje que te permite analizar el periodismo, la profesión y la salud del sector. ¿Sus opiniones se asemejan a las tuyas?

D.R.- Tengo alergia a planteamientos excesivamente dogmáticos o programáticos. Cuando escribo, no pretendo que el lector comparta la visión que tengo como narrador, por eso, he intentado modular cada personaje para que hablen, tengan sus propias opiniones y valoraciones, independientemente de lo que yo pueda sentir.  No he pretendido inculcar en los lectores determinadas opiniones, valoraciones o corrientes, antes he preferido que cada uno llegue a sus conclusiones, ya sea por afinidad o empatía con el personaje.  

M.G.- Tana es un personaje que me ha llenado mucho. Te lo podrías encontrar perfectamente por la calle y pensarías que es un tipo de tal modo, pero luego, al conocerlo tiene un trasfondo que cala en el lector.

D.R.- Me alegro que me digas eso porque Tana es el personaje al que más cariño le he cogido. Es el que más trabajé  para que la dimensión más cómica conviviera también con la más dramática. Él encierra un drama personal importante. Aunque he intentado generar empatía con todos, incluido con los más despreciables, siento mucha debilidad por Tana. 

M.G.- Noto que tu manera de escribir es muy cinematográfica. El narrador en tercera persona es como el objetivo de una cámara, que se mueve de un personaje a otro. Y por otra parte, me gustan esos capítulos en los que colocas al lector sobre una colina, de tal modo que podemos ver lo que hacen los personajes de forma simultánea.

D.R.- Probablemente, desde el punto de vista de la alta literatura, lo que te voy a decir no es muy conveniente. Una de las cosas que más me preocupa es aburrir al lector. Vivimos en una sociedad en la que, el lector ya no es solo lector sino también espectador. El escritor de hoy tiene que acondicionarse a la evidencia, hacerse a la idea de que el lector es también un consumidor audiovisual potente.

Las primeras señales que indican que vas a aburrir al lector es cuando el propio autor se aburre con lo que escribe. Para evitarlo, he optado por la literatura coral, porque te permite saltar de un personaje a otro. En una novela coral, los personajes se entrecruzan, intercambian puntos de vista, utilizan el presente y el pasado, utilizan el recurso cenital,... Escribir todo eso es muy divertido. Me aterra que alguien me diga que puede dejar un capítulo a la mitad y echarse a dormir, por eso mis capítulos son también breves, buscando mantener la intensidad del lector. Y por esto también, no es casualidad, algunas de mis novelas están muy comprimidas en el espacio-tiempo, ocurren en paisajes muy delimitados y en muy poco tiempo, buscando esa intensidad lectora.

M.G.- En la novela se tocan temas como los ecosistemas,  los peligros que los amenazan, la economía de mercado, la política mediombiental, el mundo youtuber, el manga, la cultura del tatuaje,... por no hablar de la música que también tiene lo suyo. Esto te habrá costado empaparte de un montón de cuestiones variopintas.

D.R.- La labor de documentación no es un trabajo para mí. Cuando me acerco a la realidad, la documentación tiene que ver más con una labor de alcahuetería. En todo lo referente al mundo Youtuber, me han ayudado mis hijos, que tienen  la misma edad que uno de los personajes. Es un fenómeno que siempre me ha preocupado moralmente pero que, estilísticamente me parece deslumbrante. Con respecto a la responsabilidad social corporativa, conozco el fenómeno por mi trabajo. Y, en relación a la música, bueno siempre me ha interesado. Son ámbitos que he trabajado bastante antes de ponerme manos a la obra pero, como te digo, no me ha supuesto un esfuerzo. No estamos hablando de una novela histórica, que tiene más componente de estudio. 

M.G.- Sin perder de vista la música, hay muchas referencias musicales, mucha mención a canciones y grupos de otros tiempos como Fleetwood Mac. No obstante, también dejas hueco para los géneros actuales, el rap, el trap, el twerking. Las letras que figuran en la novela, ¿son tuyas?

D.R.- Son todas inventadas.

M.G.- Pues te puedes dedicar a componer letras de trap (Risas)

D.R.- (Risas) Eso me han dicho, sí. El fenómeno trap es similar al mundo Youtuber. En el trap,  hay muchas letras que son abiertamente machistas, cosifican a la mujer de manera repugnante, incluso con letras que incitan un poco a la delincuencia, son soeces y feas. Sin embargo, desde un punto de vista estético, son deslumbrantes. Todo ese universo de los traperos y su forma de cantar me ha interesado siempre porque, como ciudadano, estoy atento a las nuevas realidades que me producen un poco de perplejidad, y me gusta llevarlas a mi literatura porque están marcando las tendencias de hacia dónde vamos.

En el caso de los 'youtubers', está claro que están usurpando o quitándole el protagonismo a los prescriptores, a los líderes de opinión de toda la vida, a los sesudos teóricos e intelectuales. Ahora son sustituidos por 'youtubers' que graban sus vídeos, dan sus opiniones, livianas y con poca densidad, pero ahí están.

M.G.- A lo largo de toda la novela flota un ligero tono burlón, que en alguna ocasión se vuelve muy ácido y corrosivo. ¿Seña de identidad?

D.R.- Siempre se dice que la metáfora es el tropo por antonomasia, y sí la metáfora, desde el punto de vista del lenguaje poético, es indiscutible. Sin embargo, yo me identifico mucho más con la ironía. Esa es para mí, la figura retórica por antonomasia. La ironía es un detector natural de personas inteligentes y ahora no te hablo como escritor, sino como ciudadano. Con una persona que no tenga ironía, tiendo a no andar determinados caminos. Y como lector, un autor que no maneje la ironía me produce cierta desazón. La ironía la llevo en la vida y, en el caso de la literatura, la llevo al extremo del cinismo. Admiro los textos diáfanos, bien escritos y honestos, pero si no tienen un punto de ironía me falta algo. 

M.G.- Daniel, lo dejamos aquí. Solo añadir que he disfrutado mucho con 'El calentamiento global'.

D.R.- Me alegro. Muchas gracias. 






Sinopsis: Federico Castilla es director de Responsabilidad Corporativa y Desarrollo Sostenible de Oilgas International, multinacional del sector petroquímico con implantación en Europa, África y Oriente Medio. Una mañana recibe una llamada desde Oilgas Ibérica, su planta de distribución de refino en España, y le comunican que se acaba de producir un accidente laboral en dicha planta; un empleado, que ha caído desde varios metros de altura mientras realizaba trabajos de reposición de luminarias, se encuentra en estado crítico. Inmediatamente, se activan todos los protocolos y Federico toma un avión para viajar hasta Pico Paloma, la población donde está la factoría. Se trata de un municipio enclavado en pleno parque natural de El Roqueo, en una zona del litoral donde convive la industria petroquímica, la actividad turística y el paisanaje local. Sobre ese espacio, la planta de Oilgas se erige como un gran agente dinamizador económico y social, pero también como una instalación altamente contaminante. Las políticas de Responsabilidad Corporativa desarrolladas por la firma, sin embargo, que supuestamente buscan devolver a la sociedad todos los beneficios que de ella obtiene a través del patrocinio y las ayudas directas, operan como un verdadero agente silenciador de voluntades. Todas las instituciones y organizaciones representativas del entorno, desde las asociaciones vecinales hasta el ayuntamiento, pasando por los clubes deportivos e incluso por las asociaciones medioambientales, participan de esta política de silencio, haciendo posible que la empresa siga llevando a cabo su labor sin ninguna resistencia. En su estancia en Pico Paloma, Federico vive pendiente de la evolución de Manolín, el empleado que sufrió el accidente. Entretanto, cada noche, Federico acude al piano bar del Aljaraluz Costa, el hotel resort en el que se aloja. Y allí, mientras remata el día tomando unos whiskies, contempla embelesado las actuaciones de Amanda, la cantante del dúo de músicos que actúa en el piano bar.


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martes, 20 de diciembre de 2016

ENTREVISTA a DANIEL RUIZ GARCÍA (La gran ola).

 ©Fernando RusoAutor

Daniel Ruiz García (Sevilla, 1976) es escritor, periodista y especialista en comunicación. Su primera novela, Chatarra, obtuvo el Premio de Novela Corta de la Universidad Politécnica de Madrid y, años después, inspiró un corto cinematográfico de Rodrigo Rodero, multipremiado internacionalmente y preseleccionado para los Oscar en 2006. Le siguieron cinco novelas, que le han valido reconocimientos como el V Premio de Novel Corta Villa de Oria o el Premio Onuba de Novela, además de ser finalistas en premios como El Ojo Crítico de RNE. Su novela anterior, Todo está bien (Tusquets Editores, 2015), fue recibida con entusiasmo entre los lectores por su fuerza crítica, su frescura y su mordacidad. En La gran ola el jurado, que le ha otorgado el XII Premio Tusquets Editores de Novela 2016, ha valorado «el original tratamiento narrativo, corrosivo y descarnado, del mundo de la empresa en el que se mueven personajes de la más diversa condición, y la visión cáustica de los nuevos mantras new age que rigen el ámbito laboral y que ocultan una batalla, a veces sórdida, por la supervivencia en plena crisis».


Sinopsis

Julián Márquez está al límite. Y no sólo por sus problemas domésticos, que son considerables, sino por los del trabajo. Director de una de las divisiones comerciales de Monsalves, una empresa familiar en expansión, recibe presiones de la compañía porque los números no cuadran. Casi nada cuadra en su vida, confundida siempre con el trabajo. Porque vivir es sobre todo sobrevivir. Algo que sabe bien el recién incorporado Ribera, comercial inmobiliario venido a menos tras la crisis del ladrillo y un buscavidas que ve ahora la gran oportunidad de volver a remontar. En Monsalves se encuentra con que los empleados viven sometidos a las nuevas formas del mundo laboral de la mano de Estabile, un coach que quiere revolucionarlo todo según las técnicas del pensamiento positivo. La gran ola representa una visión ácida y sin paliativos de las nuevas empresas, cautivadas por los rutilantes y no del todo saludables mantras de la motivación, el liderazgo o la capacidad de superación, y retrata, de manera imborrable, los estragos que en algunas corporaciones han dejado los últimos años de crisis económica.


[Biografía y sinopsis tomadas directamente del ejemplar]

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El mes de noviembre fue tan intenso en cuestiones literarias, con presentaciones y entrevistas, que todavía no he tenido lugar de publicarlo todo, así que poco a poco, cada uno de esos encuentros están viendo la luz. 

Hoy os traigo la entrevista a Daniel Ruiz García, el actual Premio Tusquets Editores de Novela, un sevillano que abarca en su última novela, La gran ola, un tema candente y que no deja de asombrar a propios y extraños, el coach y concretamente el coach empresarial. La visión que nos ofrece el autor viene cargada de una ironía punzante y un humor mordaz. Eso es lo que nos contó.


Marisa G.- Daniel, en primer lugar, muchas felicidades por el premio. El Premio Tusquets es un gran reconocimiento pero observo que tú ya tienes otros anteriores y yo me suelo preguntar en estos casos si para un autor recibir galardones es una garantía a la hora de consagrarse en el mercado literario o por el contrario, a largo plazo, tampoco tiene gran repercusión.

Daniel R.-  Creo que los premios en sí mismos están bastante devaluados. El premio no solo te da reconocimiento sino también acceso a un dinero que te viene muy bien en un momento determinado. En el caso de los escritores muchas veces se olvida que es un negocio bastante mal pagado. El escritor es una figura esencial en la cadena de producción de un libro pero seguramente sea el más maltratado a lo largo de toda esa cadena. Luego también hay que tener en cuenta que hay premios, como el Tusquets, con el que importa más el reconocimiento que el dinero por la visibilidad, debido al sello que está detrás y al prestigio del jurado que lo soporta. Dicho esto, si te fijas en algún autor que sea un referente para el mundo literario, lo que menos importa son los premios que haya obtenido. Lo que más impone es el recorrido y la aportación que haya hecho a la literatura aunque entiendo que el Premio Nacional o el Premio Cervantes sí se pueden considerar como una muestra de calidad. El resto se olvidan y quedan ocultos por la trayectoria y la calidad de los textos que se hayan producido.

M.G.- Tu anterior novela, Todo está bien, contaba con un importante componente crítico contra la política. Aquí vuelves a criticar otro tema del que hablaremos más tarde. Daniel, ¿consideras que la literatura es el vehículo más efectivo para criticar todo lo que nos rodea?

D.R.- No creo. Seguramente será una de las formas menos eficiente de crítica. Hoy, menos que nunca, el escritor tiene una escasa visibilidad y un escaso poder de influencia. El escritor actual ha perdido mucho de la prescripción que tuvo en su tiempo por la propia devaluación de la literatura como fenómeno de expresión. Hoy es mucho más eficaz una película, salir en la tele o ser youtuber. En cualquier caso, la literatura seguirá siendo, al menos esa es mi visión, una manera de contar cosas que verdaderamente importan, al margen de que al final su eco llegue o no a mucha gente. El hecho de basarse en la palabra o en la razón es un argumento para justificar que la literatura siga existiendo y siga cuestionando las cosas. Así que, creo que la literatura será un gran medio cuestionador pero con un alcance más limitado.

En cuanto a la denuncia, esto responde a mi interés personal y a mi vocación como escritor de utilizar la literatura no tanto para denunciar, porque eso se queda un poco grande, sino más bien para describir o hacer dibujos de realidades que podrían ser mejorables en nuestro entorno.

Resultado de imagen de coach empresarialM.G.- La gran ola la consideras una novela laboral en la que pones el foco de atención sobre el mundo del coaching, algo que está tan en auge, y lo haces desde un punto de vista irónico y sarcástico. ¿Por qué centrarse en este tema exactamente?

D.R.- Bueno, por mi actividad profesional, como consultor de comunicación y asesor de empresas, he tenido la oportunidad de detectar que cada vez había una mayor penetración de estos coaches en las estructuras de las empresas. Se ha empezando a recurrir a una suerte de gurús o motivadores profesionales para introducir una mayor motivación en cuestiones de recursos humanos. El acercamiento a ese tipo de figuras me permitió tratarlos de cerca y acceder a la estructura ideológica e intelectual de sus discursos y me di cuenta de que en la mayoría de los casos eran discursos endebles que no se fundamentaban sobre ningún tipo de pensamiento sólido. Aquello me provocó una gran indignación porque ese tipo de personas tenían al final un peso importante dentro de los poderes de decisión de las empresas, y dicha indignación me llevó a pensar que se había producido una descarga del discurso general. 

Todo esto me llevó a buscar en ese tipo de perfiles las posibilidades literarias que tenían y comprobé que eran personas con unas dimensiones literarias muy interesantes, por eso decidí abordar este tema, especialmente porque no se había escrito absolutamente nada sobre el coaching desde el punto de vista de la contestación  y sí mucho y abundantemente sobre el coaching como disciplina. Uno no tiene más que acercarse a los anaqueles de la sección de auto-ayuda en una librería y verá que esa sección cada vez gana más tramo de librería a otras disciplinas. Todo esto en realidad es una industria que no ha tenido respuesta desde el punto de vista de la crítica y por eso se me ocurrió escribir una novela en la que contar la vida de una empresa de esta época poscapitalista, como yo la considero, en la que hubiera una estructura de coaching legitimando determinadas líneas estratégicas tendentes a una mayor competitividad y a una mayor rapacidad dentro de la gestión.

M.G.- Pero esta industria, como tú la denominas, es un carro al que se han subido mogollón de gente, tanto a nivel usuario como de instructores. Y tú en esta novela hablas del coaching empresarial pero es que hay coaching hasta para ir a comprar el periódico.

D.R.- Absolutamente. Hay coaching de todo tipo. En los últimos tiempos he realizado una labor de investigación que para mí se ha quedado en el sentido de que me ha dejado muchas veces el cuerpo un poco exhausto de tener que leer y ver muchos vídeos y asistir a muchas dinámicas supuestamente pedagógicas que son absolutas paridas. Y efectivamente como tú bien comentas hay un coaching para todo, uno basado en la estimulación que se produce en un individuo gracias a las caricias a un caballo, uno a partir de la dinámica de un payaso, otro para parejas,  para los perro,... de todo. Cada uno se puede castigar el cuerpo como quiera, por decirlo de alguna manera, pero en la novela me centro en el coaching empresarial porque me parece mucho más interesante. Es un coaching impuesto por la empresa a los empleados y desde ese punto de vista lo que busca es mayor beneficio, mayor eficacia y favorecer la competitividad en el empleado. En ese sentido sí lo veo más avieso que el que voluntariamente decide ir a una sesión de coaching para acariciar un caballo y mejorar su sensibilidad.

M.G.- En tu novela, los empelados de una empresa están sometidos a unas dinámicas y el factor humano  se pierde por completo. Esos empleados están sometidos y se intentan adaptar al entorno que la empresa les plantea con lo cual la invidualidad y no digamos ya la conciliación laboral, el bienestar empresarial, se pierden.

D.R.- Claro, hay una serie de cuestiones que se muestran en la novela como por ejemplo la premeditada confusión entre la vida y el trabajo, una de las estratagemas más aviesas del coaching, que el individuo llegue a poner el trabajo en un lugar donde no debería estar, robándole tiempo, espacio e incluso preocupación a la propia vida personal. 

Hay dinámicas, muchas muy antiguas, como el Family Day que yo describo en la novela. No es más que una actividad en la que se invita no solo al empleado sino a toda su familia para que compartan las vivencias del trabajo del individuo, con lo que el trabajo llega a la propia familia. O el tema de la dictadura de lo emocional porque con lo emocional parece que somos más capaces de digerir las cosas. Y por supuesto, todo este fabuloso movimiento que estamos viendo del story-telling, que no es más que contar cosas con emoción, un movimiento al que se están abonando las marcas. Al final lo que se pretende es silenciar el espíritu crítico hasta el punto de que cualquier voz crítica se convierta en algo peligroso. O bien la cuestión de la sublimación de la positividad. Al final estamos orientando la potenciación de lo positivo  y a la destrucción de lo negativo cuando lo negativo es necesario también. El dolor es un elemento constitutivo de la experiencia y necesario  para forjar a la persona. 

Toda esta experiencia del coaching tiene un fundamento muy religioso. De hecho hay mucho coach de los que se han sabido que antes eran antiguos predicadores evangelistas americanos reconvertidos. El pecado ha sido sustituido por la negatividad, de manera que el coach es una especie de sacerdote o predicador que lo que hace es curar o erradicar el mal, en este caso la negatividad. Todo estos mantras configuran una ideología que se impone a los empleados de manera que ellos perciban que es algo que les viene de manera natural. 

M.G.- De entre todos los personajes, Rivera es el que más me ha calado y me llama especialmente la atención que  tú a veces lo llamas por el diminutivo, por Riverita. ¿Por qué lo haces? Me resulta muy significativo. 



D.R.- Me gustaba porque tenía un componente de sonoridad arrabalera que me parecía muy conveniente para el personaje y de hecho es una forma de menosprecio.

M.G.- Y todos estos personajes son muy dispares. Entre ellos encontramos al pelota, al incompetente, al putero, al trepa... Imagino que son perfiles que tú te has ido encontrando en tus asesoramientos a empresas.

D.R.- Te diría que no tengo una forma de dibujar a los personajes de manera asociada a una única personalidad. Normalmente funciono con aditamentos de personas con las que me encuentro. En este sentido cada uno de los personajes tiene cosas de distintas personas.  Es cierto que soy un escritor que se inspira en la realidad, en lo que vivo y en lo que me cuentan, en ese sentido soy una persona muy vampírica. No soy el prototipo de escritor más literario o que se nutre de la literatura, soy un escritor de mirar de cerca la realidad y que toma de esa realidad todas las cosas, con lo cual efectivamente todo lo que hay en los personajes son atributos que en un momento determinado o en otro he podido detectar en alguien. 

M.G.- La atmósfera de la novela es ciertamente incómoda para el lector, al menos así lo he sentido yo. Estamos ante una novela que no va a tener un final feliz, ¿verdad?

D.R.- Me gusta que el cierre de mis novelas tengan un componente de redoble, que sus finales sean llamativos. En ese sentido sería un final de Happy End pero enrevesado en la impostura y en el cinismo. Es un Happy  End para algunos personajes que ven la oportunidad de seguir en el éxito pero también es un final desgraciado para el lector porque le estas ofreciendo una moraleja que resulta un poco desoladora. El malo siempre gana. El perro más agresivo es el que se hace con toda la manada. 

M.G.- Daniel no te robo más tiempo. La novela resulta verdadera interesante. Espero que funcione bien.

D.R.- Gracias. 

Y hasta aquí la entrevista a Daniel Garcia. Muy pronto os traeré las impresiones de esta novela, La gran ola, que no va a dejar indiferente, ni por la temática ni por sus personajes. 







[Algunas imágenes e ilustraciones tomadas de Google]


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