jueves, 12 de septiembre de 2019

MANUEL JABOIS: 'En esta novela no se habla en términos sexuales sino en términos afectivos, muy parecidos al amor'

Hoy regreso a los encuentros, a las charlas con escritores, a esos momentos en los que yo, indudablemente, siempre salgo ganando porque hay gente apasionante y apasionada por el mundo, hombres y mujeres que plasman en lo que escriben lo mejor de sí mismos, esencias de la que siempre extraigo grandes lecciones. 

Hoy vengo a hablaros de Manuel Jabois. Gallego y periodista casi desde el destete, Jabois se lanza de nuevo al mundo literario tras muchos años de aquella A estación violenta, que publicó en gallego en 2008. Y en esta ocasión, nos presenta una historia vista por los ojos de un niño, un relato de descubrimientos. Tambu, su protagonista de tan solo diez años, llevará al lector de la mano para experimentar con él ese paso hacia delante, para cruzar hacia la adolescencia dejando atrás una etapa iniciática. Con múltiples personajes, nuestro protagonista analizará con sus ojos de niño todo lo que ocurra a su alrededor, todo el totum revolutum emocional que bulle en su interior. Hoy hablamos de Malaherba, una novela impregnada de ternura. 


Marisa G.- Manuel, todo el mundo habla de 'Malaherba' como tu primera novela y no es así. Hay otra anterior, 'A estación violenta', que incluso se llevó al cine con buena crítica.

Manuel J.- Sí, la película tuvo un recorrido muy interesante en el cine independiente. Para mí, la novela cuenta con un contratiempo muy grande y es que la escribí hace mucho tiempo, cuando escribía de una forma muy distinta a como escribo ahora. No es que ahora escriba mejor que entonces pero sí lo hago con otro estilo.

M.G.- Has madurado desde entonces, ¿no?

M.J.- Bueno,  hay gente que cambia de ideología. Yo he cambiado de estilo y de creencias estilísticas, por así decirlo. Hoy me gusta llamar a las cosas por su nombre y entonces no era así. Pero claro, es mi primera novela y evidentemente, aunque fuera escrita en otra época, le tengo mucho cariño. La escribí originalmente en gallego y creo que quedó mejor que luego su traducción al castellano.

M.G.- De todos modos, cuando un periodista se enfrenta a la novela tiene que cambiar el chip, adoptar técnicas y recursos diferentes. En tu caso, ¿cómo ha sido esa transición de un género a otro?

M.J.- Soy periodista local y a veces he tenido que cambiar de registro cada quince minutos. De escribir una adjudicación de un alcantarillado, a cubrir una boda de alta sociedad o a meterme luego en un suceso. Eso es lo que se hace en el periodismo local y estoy muy acostumbrado a cambiar de tono, a saber a qué lector me tengo que dirigir. Ahora bien, a lo que no estaba acostumbrado es a que se me ocurrieran cosas. En periodismo no se te tiene que ocurrir nada, basta con recurrir a tus notas. En las columnas de opinión hay que conectar ideas pero nunca puedes mentir ni fabular. Eso solo se hace en novela y en este sentido sí ha sido muy diferente, pero me ha dado una libertad muy grande. He sido muy feliz escribiendo este libro. Solo tenía que recordar un poco mi infancia, recordar el ambiente de entonces y a partir de ahí, levantar de la nada a dos familias, ponerlas en acción. Ha sido muy divertido.

M.G.- ¿Podríamos decir entonces que en esta novela hay parte de tu infancia?

M.J.- Hay muchos recuerdos de infancia pero muy manipulados, muy tergiversados. La idea de la novela surge cuando me planteo la atracción que puede sentir un niño por otra persona, ya sea de su mismo sexo o no. No me refiero a atracción sexual, sino amorosa o pseudo-amorosa. Se da por hecho que, hasta que no tienes dieciséis años, no puedes ser gay. No creo que sea así y tampoco hay que alarmarse por ello. El amor es maravilloso, siempre lo es, y lo que se debe inculcar es que esos sentimientos existen y son normales, que los niños no se encuentren en el páramo en el que se encontraron los niños en los 80 o los 90.

M.G.- Hablas de la homosexualidad pero también abordas otros muchos temas de peso como la muerte, la enfermedad, la violencia,... 

M.J.- Hablo de un montón de cosas sin nombrarlas. Estos dos niños no tienen por qué ser homosexuales, sino pueden ser dos niños que estén probando y experimentando, sin más. Se gustan pero puede ocurrir que dentro de unos años descubran que su sexualidad es otra. Desde luego este es el enfoque desde el que partí, un enfoque que cambia a la mitad del libro porque Tambu lo decide así. 

En la novela pasan muchas cosas pero el niño no les pone nombre porque, ni siquiera conoce qué nombre tiene lo que le pasa, lo que siente. En esta novela no se habla en términos sexuales sino en términos afectivos, muy parecidos al amor.

M.G.- También la amistad es una cuestión muy potente. Esa unión que surge entre Tambu y su amigo Elvis es muy fuerte. Parece que las amistades en esas edades perduran mucho en el tiempo aunque se distancien, son muy sólidas. No sé si te ha ocurrido algo así.

M.J.- Sí, me ha pasado. Soy de Pontevedra, una ciudad pequeña, y la mayoría de mis amigos son del colegio y del instituto. Este libro seguramente nace también porque hay una gran memoria histórica entre nosotros. Es muy interesante lo que mencionas porque el primer amigo es algo inolvidable. Es la primera vez que un tío te defiende, hace cosas por ti, quiere que le pase el mal a él en vez de a ti. Es como el amor, y al igual que en el primer amor, la traición es muy dolorosa. En general, esas amistades de infancia son tremendamente valiosas. 



M.G.- Cuando hablamos de niños, un asunto que me parece interesante es la maldad. Creo que, en muchas ocasiones, camuflamos la crueldad con la inocencia porque no queremos reconocer que los niños pueden ser malvados.

M.J.- Crueldad hay mucha. Una cosa es hacer una trastada, una gamberrada, gastar una broma pesada a un niño en clase, que está mal, y otra cosa es repetir la misma broma hasta la saciedad. A ojos de un adulto esto es crueldad pero a ojos del otro niño, de la víctima, es un maltrato psíquico y físico que te puede acarrear muchas más cosas. Claro que eso es crueldad, crueldad en niños que tienen que ser tratados por un psiquiatra. Pero pienso que un niño muchas veces no sabe dónde está la frontera entre travesura y crueldad. El propio Tambu lo dice, ¿no? Una cosa es ser malo y otra es ser cruel. Es imposible no ser malo alguna vez, no por joder a alguien sino por las risas en general. Pero otra cosa muy distinta es ser cruel. Como también dice Tambu, hay personas que no pueden irse a la cama sin saber que hay alguien que está llorando por su culpa. Hay gente que hace cosas horribles  sin motivos.

M.G.- Me ha gustado mucho cómo recreas el mundo infantil. Creo que es complicado, desde nuestra posición de adultos, meterse en la piel de un niño. ¿Cómo lo has trabajado?

M.J.- Poco, desgraciadamente. Mis padres han mostrado mucha preocupación al comprobar mi capacidad insólita para meterme en la piel de un niño pero me lo he pasado muy bien, realmente bien. Y no es una historia llena de muchas luces. Como sabes, tú que lo has leído, hay luces y sombras pero está relatada con sentido del humor y con la suficiente ternura como para que se note que el autor ha disfrutado escribiéndola. No me ha costado mucho. Ha sido una primera persona muy cómoda.

M.G.- ¿Quizá el hecho de tener un hijo pequeño te ha ayudado?

M.J.- No, no porque es muy pequeño. Lo pensé pero cuando yo escribí esta historia mi hijo tenía seis años, demasiado pequeño. Además, un niño de seis años o de diez, del año 2019 no es igual que uno del año 1991. Hay mucha diferencia en el tiempo. 

M.G.- 'Malaherba', vocablo gallego, es un título muy interesante. Bajo mi punto de vista, es muy metafórico porque te haces una idea inicial sobre qué o quién hay detrás y terminas con una idea totalmente diferente.

M.J.- Sí, es un poco el objetivo. Es un personaje pero al fin y al cabo, termina siendo como una atmósfera casi familiar, no del todo negativa. Hay momentos en los que el precario equilibrio de la familia de Tambu se tambalea pero, como se dice en la novela, 'mala herba nunca morre' y el niño se adhiere a ese dicho. 

M.G.- Antes has comentado que cuentas muchas cosas sin mencionarlas explícitamente. Quizá lo más evidente, en este sentido, es el lugar en el que se encuentra Tambu, el lugar desde el que se escribe la historia. Propones al lector un juego de elucubraciones.

M.J.- Sí, tengo mucha confianza en mis lectores. Los trato como adultos muy inteligentes. También tengo mucha confianza en todas las pistas que el niño va dando a lo largo de la novela. Creo que la mirada del niño es muy interesante porque relata un mundo perdido, un mundo que se ha extinguido y no por la desaparición de los personajes sino por la desaparición de su propio tiempo. Cuando hablo de mis veinte años, tengo a toda la gente de aquella época a mi lado, pero esos veinte años ya no están, no existen, se han perdido. Ya no tenemos veinte, tenemos cuarenta. Creo que Tambu contaría la misma historia aunque estuviera en otro lugar.

M.G.- Manuel quiero terminar esta entrevista hablando del principio de la novela, con esa frase tan poderosa. ¿Este arranque responde a la concepción que tienes de cómo debería ser una buena novela, atrapando al lector desde el minuto cero en vez de ganárselo poco a poco?

M.J.- Supongo que es fruto de mi inseguridad. Soy periodista y de repente publico una novela. Tengo una sensación, quizá falsa, de que la paciencia se puede acabar rápido. Bueno, la paciencia siempre se acaba muy rápido, en los artículos, en los reportajes, en las crónicas, en las entrevistas y en las novelas de quien sea, salvo que tengas un crédito ilimitado. Si abres una novela de Philip Roth,  pues es que es Roth. Pero si hablas de la novela de un desconocido, y yo como novelista lo soy, el lector lo mismo no tiene tanta paciencia, y menos si dedico veinte páginas a descripciones. Preferí atrapar la atención del lector desde el primer momento porque además eleva el grado de exigencia. Lo que venga después de ese inicio fuerte, tiene que estar a la altura y los tres últimos capítulos tienen que ser una traca aún más poderosa.

La primera frase apareció antes que el título, antes que la novela, antes que el propio Tambu. La primera frase fue el inicio de todo. 

M.G.- Manuel, no te robo más tiempo. Me ha gustado mucho conocer a Tambu, a Elvis, a Rebe y a todos los personajes de 'Malaherba'. Te deseo mucha suerte.

M.J.- Muchas gracias. 



Sinopsis: 

La primera vez que papá murió todos pensamos que estaba fingiendo". Así empieza Malaherba, la nueva novela de Manuel Jabois. Un día Mr. Tamburino, Tambu, un niño de diez años, se encuentra a su padre tirado en la habitación y conoce a Elvis, un nuevo compañero de su clase. Descubrirá por primera vez el amor y la muerte, pero no de la forma que él cree. Y los dos, Tambu y Elvis, vivirán juntos los últimos días de la niñez, esos en los que te pueden prohibir saber, pero no te pueden prohibir intuir.

Dos niños viven una extraña y solitaria historia de amor. Un libro sobre las cosas terribles que se hacen con cariño, escrito con humor y una prosa rápida que avanza llevando a Tambu y a su hermana Rebe, a Claudia y su hermano Elvis, a la frontera de un mundo nuevo.

[Puedes empezar a leer aquí]



4 comentarios:

  1. Buenaas!
    No he leído su libro pero me ha gustado conocerlo más.
    Muy buena entrevista ^^
    Gracias <3

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  2. Terminaré leyéndola, seguro. Malaherba es un vocablo que se usa mucho en nuestra tierra. Interesante entrevista. Besos.

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  3. Pues aún no he leído nada del autor... Gracias por la entrevista!

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  4. Terminos afectivos en lugar de sexuales ¡cuánto me gusta esta frase y cuánta falta hace nuestra sociedad!
    Fabulosa entrevista, como siempre, y un autor al que tener en cuenta.

    Besitos 💋💋💋

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