miércoles, 22 de octubre de 2025

FRANCISCO PINIELLA: ❝He transmitido parte de las historias de mi familia, esos silencios que siempre hubo❞

La guerra civil dejó tras de sí un inmenso reguero de desgracias. Como todas las guerras. Las familias se quebraron como ramas secas. Padres, hermanos, tíos, novios, perecieron bajo el fuego de uno u otro bando. Algunos huyeron monte a través, acabaron en otros países, forjaron nuevos vínculos en su tierra de acogida. De otros, nunca más se supo. Francisco Piniella y su familia sabe mucho de ausencias, de esas que, a pesar del paso del tiempo, se hacen densas y pesadas. Francisco, o Paco, ha tardado mucho tiempo en escribir su historia, esa que se sustenta sobre pilares familiares, esa que ofreció a una escritora y a otra de afamado nombre. Paco sabía de escritura, pero nunca se había adentrado en la ficción, y no sabía si su estilo y su pluma estaría a la altura de una historia como esta. Paco ha esperado a que se cumplieran dos premisas para atreverse a poner negro sobre blanco. Primero, la muerte de su padre. Segundo, su jubilación como docente y rector en la Universidad de Cádiz. En Las líneas del silencio cuenta la historia de un hombre, un marino mercante, embarcado en el buque Cabo San Agustín, un 11 de julio de 1936. Precisamente su propio abuelo embarcó aquel mismo día en aquel mismo buque. Su esposa Isabel no volvió a verlo, como tampoco lo volvió a ver su hijo. Esta historia es la historia de muchos hombres y de muchas mujeres que, durante aquellos años, fueron testigos del rumbo inesperado que tomaron sus vidas. 

Os dejo con la entrevista. 

Marisa G.- Paco, un placer tenerte en Sevilla, aunque tú vienes de buena tierra también. Vamos a empezar a hablar de este libro, de Las líneas del silencio. Cuando tengo un libro en mis manos, a mí me gusta leerlo de cabo a rabo. Me fijo mucho en la biografía de los autores. Claro, leo la solapa de la novela y veo que de piloto de marina mercante llegaste a ser rector de la Universidad de Cádiz. ¿Cómo es posible esta carambola?

P.P.- Bueno, pues porque de jovencito siempre quise ver mucho. Además tenía raíces familiares. Mi abuelo, como el protagonista de la novela, había sido marino. Yo estudié náutica,  una de las carreras que se pueden estudiar en Cádiz, y en el año 82 me embarqué como alumno. Estuve navegando hasta el año 91. Cuando nació mi primer hijo me planteé dejar de navegar. Salió una plaza de docente en la facultad de náutica, donde yo había estudiado y bueno, me saqué la plaza. Luego hice el doctorado en Historia de América. Venía aquí, al Archivo de Indias todas las mañanas para investigar sobre los correos marítimos entre Cádiz y La Habana. Esa fue mi tesis. Luego saqué la plaza de catedrático y, al final de mi vida universitaria, me lié la manta a la cabeza, me presenté como rector y estuve ejerciendo durante cuatro años, con Covid por medio, incluso. Tuve que hacer cambios en la universidad y fue bastante duro. Cuando terminaron esos cuatro años decidí jubilarme y dedicarme a la escritura.

Por entonces, esta historia la tenía muy avanzada. Hay mucho de historias familiares y, aunque la novela es de ficción, también es una novela intergeneracional, porque vamos a ver a tres generaciones que irán heredando tristezas, guerras,... 

M.G.- Tu vida siempre girando alrededor de ¿el mar o la mar? ¿Cómo la defines?

P.P.- Pues cuando hablo con mis compañeros de náutica digo la mar. Si no, el mar. Pero es bisexual, como digo yo.

M.G.- Las líneas del silencio es tu primera novela pero sé que hay un ensayo previo, La memoria del árbol. Se dice que ese ensayo es la génesis de esta novela. ¿El ensayo se te quedó corto? ¿Te pareció un género que no se ajustaba a lo que querías contar y por eso te adentras ahora en la ficción?

P.P.- Bueno, el ensayo es un ensayo histórico. En cierto modo, recoge el inicio de la documentación con la que posteriormente he ficcionado la novela. Contiene datos y la historia del barco Cabo San Agustín,  de la naviera Ybarra, que es un poco el eje central de la novela. Ese barco, durante la guerra civil, se dedicó a llevar armamento desde el Mar Negro, desde Odessa fundamentalmente, a la base naval de Cartagena. Posteriormente, y antes de que termine la guerra, ese barco se queda varado en la URSS o custodiado por la Unión Soviética. El barco y toda la tripulación se queda allí. Esa es un poco la historia que se recoge en la novela. Es un relato que se inicia en el siglo XX pero que llega incluso hasta la invasión de Ucrania.


[Si quieres oír la conversación, clic en el vídeo]


M.G.- Eres ensayista, autor de libros técnicos y articulista. La narrativa, el hecho de escribir una historia de ficción, ¿exige mucho más esfuerzo que el resto de los géneros que has tocado?

P.P.- Muchísimo más. Mira, tengo unos siete u ocho libros técnicos, artículos, entrevistas científicas en inglés, todas las que quieras y más, y aunque hubo tiene ya una metodología, esta novela para mí fue un verdadero reto, con el que he disfrutado mucho. He desnudado mis sentimientos y he transmitido parte de las historias de mi familia, de esos silencios que siempre hubo. En la novela, «de esto no se habla» es una frase que se repite mucho. Siempre callando, siempre en silencio, pero he querido sacar a la luz todas esas historias y lo he disfrutado mucho.

M.G.- Y es que, en esta novela, tú cuentas realmente la historia de tu abuelo paterno y de cómo tu abuela paterna se despidió de su marido que embarcaba en el Cabo San Agustín, un 11 de julio de 1936. Pocos días antes del alzamiento. 

P.P.- Claro, esa es la clave, cómo el 18 de julio de 1936 cambia la historia de toda una familia y de todo un país. Esa fecha supuso ausencia y falta de información porque mi familia no sabía que es lo que ocurría, pero no quiero hacer spoilers. Cuando acabes de leer el libro ya verás cómo surgen nuevas familias y nuevas conexiones.

M.G.- Esas nuevas familias que mencionas se pueden intuir un poco por el árbol genealógico que se incorpora al final del libro.

P.P.- Sí, lo pusimos al final porque, en cierto modo, es un spoiler, ¿no? Si miras el árbol genealógico terminas entiendo cómo va la película.

M.G.- Es una novela de dos familias y hay un importante nexo de unión entre ellas.

P.P.- Exactamente. Recuerdo que cuando leí Cien años de soledad, me hice mi propio árbol genealógico, a medida que iba leyendo porque si no, me perdía. En mi novela he querido facilitarle la tarea al lector, pero le pedí a la editorial que el árbol genealógico lo incorporara al final.

M.G.- Sin hacer demasiado spoiler, es cierto que tu abuelo paterno juega un papel fundamental en la trama de esta historia. Creo que no llegaste a conocerlo pero, ¿cómo llegas a su vida? ¿Cuál es la imagen que tienes de tu abuelo?

P.P.- Bueno, para empezar, en la novela no está mi abuelo. Hay un personaje que intenta ficcionar su vida. Y no, no lo conocí. Ni siquiera mi padre volvió a verlo después de aquel 11 de julio de 1936, cuando se embarca en el Cabo San Agustín. Y como cuento en la novela, y eso no es ficción, fuimos a Ucrania, antes de que mi padre muriera, para que el viera la tumba de mi abuelo. Y bueno, nos pusimos en contacto con sus hijos, los conocimos, estuvimos en su casa, ver cómo vivían, que nos contaran historias. Todo eso lo iba apuntando en una libretita porque ya tenía en mente escribir este libro.

Creo que si mi padre no hubiera muerto, no hubiera escrito este libro. Mi padre, en cierto modo, seguía teniendo miedo, seguía diciendo de esto no se habla, es mejor que nadie sepa esto. Después de muerto, me he sentido más libre para poder escribir. Lo que mi padre sí hacía era escribir un diario. Tenía muchas cosas anotadas que yo he utilizado para la novela, como las cartas. Toda la correspondencia que él mantuvo. 

M.G.- Dices que los personajes de esta novela representan a personas reales. A todos le cambias el nombre menos a tu abuela Isabel. ¿Por qué?

P.P.- Porque se merece que mantenga su nombre. No te voy a decir que es el personaje más importante, pero sí el que más sufre. Ella no es sólo Isabel González, mi abuela, sino que ella es todas esas mujeres que, después de la guerra civil, ya fuese en un bando o en otro, se quedaron viudas, que tuvieron que sacar adelante a sus hijos. Mi abuela Isabel, con una Singer y pedaleando, sacó adelante a su familia y decía que era viuda pero, en realidad, no lo era.  Aunque el personaje central es Juanín Pellegrini, mi abuela es una heroína para mí y he querido honrarla sin cambiar su nombre.

M.G.- Y entre los personajes masculinos, el nombre de Juan se reitera. Es como un estigma.

P.P.- Sí, sí. Está hecho adrede. Se dice en los últimos capítulos, que de una generación a otra se van transmitiendo las tristezas, porque la historia se repite. Por eso he extendido la línea temporal hasta la invasión de Ucrania, para que veamos que, incluso ahora, con esta nueva guerra, vuelve de nuevo el exilio, los crímenes,... 

M.G.- Todo se repite, sí.

Y hablas de Isabel como una heroína, pero también hay otros personajes femeninos que son de armas tomar.

P.P.- Sí, bueno, la madre de Isabel. Es una mujer española de los años 20, de principios del siglo XX, cuya libertad se viene abajo después de la guerra civil. Pasamos de una Carmen, que es todo poderío y se come el mundo, a pesar de ser viuda, a una Isabel González que se ve en una posguerra, en una sociedad totalmente conservadora, todo el día metida en la iglesia. He querido mostrar cómo cambia el papel de la mujer y por eso puse a esos dos tipos de mujeres.

M.G.- Y dices que la novela ha supuesto un reto para ti. Confiabas muy poco en ti para traspasar esta historia familiar al papel porque sé que se la ofreciste a dos escritoras.

P.P.- Bueno, es que yo nunca había escrito ficción. Te puedo hablar de contaminación marina, de supervivencia en la mar, de todo ese tipo de cosas, pero escribir una novela no es lo mismo.

M.G.- Pues es un reto que has superado.

P.P.- Yo lo que quería es que esta historia viera la luz. Tuve la suerte de poder cenar con Almudena Grande, y poder tener después una correspondencia con ella. Le ofrecí la historia a ella pero me dijo que la tenía que escribir yo. Y luego ella falleció.

Y luego, con María Dueñas, pues la conocía desde hacía mucho tiempo. También se la ofrecí a ella y María fue muy clara. Me dijo que el que siente la historia es el que tiene que escribirla. 

M.G.- Había muchos vínculos familiares.

P.P.- Claro. Así que me lancé y le di muchas vueltas al manuscrito. Tengo en mi casa una torre de manuscritos anillados. 

M.G.- Todas las correcciones.

P.P.- Sí. Luego la editorial hizo la típica corrección ortotipográfica. Y eso es otra cosa que quiero agradecer, la acogida que tuve en Libros de la Herida. David Eloy o José María me han tratado estupendamente. La edición del libro está muy bien y la portada muy trabajada.

M.G.-  Por la ilustración de la cubierta quería preguntarte. Muy alegórica, ¿no?

P.P.- Sí. La ilustración está hecha por una agencia de diseño de Cádiz, que se llama Rebombo. Fíjate que se compone de diversas imágenes pues luego ellos me mandaron una especie de carpetilla en la venía cada imagen y explicando qué simbología quería transmitir. ¿Ves? El marino, la viuda, el barco,...




M.G.- Las cartas...

P.P.- Sí, y el reloj.

M.G.- La novela toca muchos temas. La supervivencia es uno de ellos y te centras en esos republicanos que acabaron en la URSS. ¿Del exilio de los españoles en la Unión Soviética se sabe menos que del exilio a Argentina o México? ¿Es un tema poco tratado?

P.P.- Muy poco. Es parte de nuestra memoria histórica que no se ha trabajado. Hay algunos estudios de historiadores que han tratado a estos colectivos, a los marinos mercantes porque fueron muchos los barcos que se dedicaron a llevar armamento hasta que los submarinos italianos y la propia armada del bando nacional bombardean esos barcos, y la Unión Soviética decide que esa línea de navegación no es de fiar.

Pero luego hay otros tantos colectivos, como el de los aviadores que también se queda en la Unión Soviética. Había una escuela en Kirovabad, donde se formaban los aviadores que luego venían a la República para llevar los aviones de combate. Cuando termina la guerra civil, hay una promoción que se queda allí. Y luego están los niños de la guerra y los políticos. Muchos acabaron en los campos de concentración de la Unión Soviética.

M.G.- En los gulag.

P.P.- Sí. El libro refleja muy bien cómo se viene abajo lo que fue el paraíso del proletariado, cómo se viene abajo la utopía y te das cuenta de que aquello era tan dictadura como la de Franco o como la de Hitler.

M.G.- Esta historia mueve a los personajes por muchísimos escenarios, desde Cádiz, Barcelona, pasando por Cartagena, Kiev. Sé que has viajado mucho, por aquello de que fuiste piloto de la marina mercante, pero manejar tantísimos escenarios y tan lejanos unos de otros, habrá sido una dificultad añadida.

P.P.- He estado en la mayoría de esos escenarios, aunque, por ejemplo, no he visitado Kazajstan. Es algo que tengo pendiente. Pero hoy día te puedes permitir meterte en Google Maps e ir por las calles, saber dónde está la mezquita que hace falta para una escena.

M.G.- En tiempos actuales es muy útil pero si la trama transcurre en el pasado...

P.P.- Claro es más difícil pero los edificios históricos están ahí.

Luego he tenido que manejar mucha documentación histórica.

M.G.- Sobre eso también te quería preguntar. Habrá tenido que ser compleja también.

P.P.- Sí. Una cosa es hablar de un diálogo ficticio y otra cosa es meterse dentro de un personaje histórico o meterse en el barco Cabo San Agustín, que existió realmente. He tenido que buscar los viajes que hizo el barco, el día que salió o llegó a puerto, o leer los partes de salida. Ha sido una investigación histórica.

M.G.- Y el título, Las líneas del silencio, parece, de por sí, un título con mucho peso. ¿Qué intención hay detrás de ese título?

P.P.- Es un título que la editorial me respetó. Sabes que algunas editoriales intentan cambiar el título a última hora. Es un título que me gustó porque, en cierto modo, la palabra línea conlleva la idea de unión, de distintas generaciones, de distintas situaciones. Y la palabra silencio es muy significativa porque evidentemente hay mucho silencio detrás de todo lo que ocurre en la novela. Hace alusión a lo que te decía antes, a la idea de no hablar de ciertos temas. De hecho, a mi abuela era dificilísimo sacarle cualquier historia del pasado. 

M.G.- Tenía miedo o no quería recordar.

P.P.- Sí, o no quería recordar porque todo aquello le dolía. Ten en cuenta que una persona, en el año 36, cree que está viuda. Vive toda su vida pensando que es viuda y en el año 75 se entera de que su marido ha vivido hasta el año 73, de que hasta esa fecha, no era viuda.

M.G.- Le cambia el estado civil por completo.

P.P.- Sí. En el año 54, una especie de decreto del gobierno de Franco, como para uniformar o lo que fuera, da por muerta a toda persona desaparecida y ella empieza a tener el estatus de viuda sin serlo porque él no estaba muerto. Y entonces no es como hoy, que rehaces tu vida. La gente se casa más de una vez, cambia de pareja,... En aquella época, no. Si te ha tocado esto, eres viuda para siempre. 

M.G.- No te voy a preguntar cómo se entera tu abuela de que no era viuda. Imagino que lo contarás en el libro. Siento mucha curiosidad.

P.P.- Creo que he contado muchas cosas que son spoilers. 

M.G.- No, no te preocupes. Está todo bien.

Por ir terminado, Paco. Tu abuelo fue marino mercante, tú fuiste piloto de la marina mercante. ¿La mar es algo que os dejáis en herencia en la familia? Aunque creo que tu padre se dedicó a otra cosa. 

P.P.- Mi padre fue sastre.

M.G.- Entonces no es algo que os dejáis en herencia.

P.P.- En mi caso, está la referencia de mi abuelo. Y se junta que me gusta mucho viajar. El ser marino te hace ver mundo.

M.G.- La novela se publicó en mayo. ¿Cuál ha sido el feedback que has recibido de los lectores?

P.P.- Muy bueno, la verdad. La difusión que se ha hecho hasta ahora ha sido a nivel de Cádiz. Ahora se va a presentar en la Feria del Libro de Sevilla. Me va a presentar Paco Oliva, rector de la Universidad Pablo de Olavide. He recibido muchos Whatsapp y correos electrónicos, en los que me dicen que la novela les ha encantado. Mucha gente me ha comentado también que se ve reflejada. El otro día me paró por la calle un compañero de la universidad, que me comentó que se había leído la novela y le había recordado a su tío y es que en las familias quedan muchas historias. 

M.G.- En aquella época, ¿qué familia no salió salpicada?

P.P.- Claro, claro.

M.G.- Bueno, voy a cerrar la entrevista con las últimas palabras que escribes en el libro. Dices: «no puedo terminar sin pedir la paz en Ucrania y en todas las guerras que azotan al mundo y el respeto a la dignidad de los pueblos y a su derecho a elegir su destino en libertad». Me parece un cierre precioso, Paco. Felicidades por el libro. Tiene una pinta excepcional. Las historias familiares son siempre muy atractivas para los lectores. Te agradezco mucho que me hayas atendido.

P.P.- Al contrario, muchas gracias a ti.

Sinopsis: Isabel González despide en el puerto de Cádiz a su marido, Juan Pellegrini, marinero del Cabo San Agustín, un gran barco que mantiene línea regular con varios puertos americanos. Es el sábado 11 de julio de 1936. El viaje que Juan emprende cambiará su vida y la de los suyos para siempre. Las líneas del silencio relata una odisea que transcurre en diferentes países a través de varias generaciones de dos familias. Sus protagonistas enfrentan multitud de peripecias, de peligros, retos y tentaciones, hallan refugios inesperados y deben tomar decisiones difíciles en su incansable lucha por la supervivencia y la dignidad. Guerras y exilios, utopías y decepciones, amores y pérdidas en una novela sorprendente basada en hechos reales que recorre la historia del siglo XX y cuyos ecos llegan hasta nuestros días.

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