Sandra Peña tenía catorce años. Catorce. El día 14 de octubre decidió poner fin al calvario que estaba sufriendo. No aguantó más y dijo ¡basta! Abrió la ventana y se lanzó al vacío. Insisto. Tenía sólo catorce años y toda una vida por delante. ¿Qué no habría sufrido esa chiquilla para tomar una decisión tan terrible? ¿Os lo podéis imaginar? Yo soy incapaz. Aquel día, la noticia sumió a Sevilla bajo un espeso manto de desolación. Al país entero. Su foto empezó a circular por redes sociales. Tan bonita. En algunas se la veía feliz, sonriendo a cámara, vistiendo la camiseta de su equipo favorito, el Real Betis Balompié. ¿Qué te hicieron Sandra? Si alzaste la voz, ¿por qué no paró lo que te estaban haciendo?
El acoso escolar ha existido siempre. Ahora lo llamamos bullying porque parece que, si no le ponemos una etiqueta en inglés, es como si fuera menos serio. El caso de Sandra ha venido precedido por otros tantos. Otros jóvenes tomaron la misma decisión que la joven sevillana. Otros tuvieron sus propios acosadores. E igualmente, otros prefirieron acabar con su vida antes que seguir sufriendo. Nos asomamos a estas noticias con estupor, nos sentimos sobrecogidos durante unos días, esos posteriores al suceso en el que los periódicos se llenan de titulares escalofriantes. Pero pasado ese revuelo inicial, seguimos a lo nuestro. Salvo las familias de esos jóvenes, claro. A sus padres, hermanos, tíos, abuelos, primos,… les costará salir del agujero negro. Quizá mañana, o la semana que viene, o el mes que viene volveremos a levantarnos con una noticia igual. ¿Cómo parar esto? ¿Qué debemos hacer? Por lo pronto, dar visibilidad. Concienciar a la población. Estar atento a cualquier señal de alarma. Habrá que acabar con esto algún día, ¿no? Habrá que tomar medidas, buscar el origen de estos comportamientos terribles. ¿Por qué un niño acosa a otro? ¿Por qué un joven cree que es divertido mofarse de un compañero de clase? ¿Por qué otros se unen al cruel en este teatrillo de la humillación, la burla y la vejación? ¿Por qué formar parte de un círculo que machaca a otro?
Y sobre círculos terribles quiero hablaros hoy. Un mes antes de la muerte de Sandra Peña, Roberto Santiago publicó El círculo (Destino). En este libro se narra un caso de acoso escolar. No es un caso real concreto aunque está inspirado en todos los que conocemos hasta el día de hoy. De hecho, este libro nace de la experiencia personal de su autor cuando, siendo un adolescente, fue testigo de un caso de bullying. Aún le estremece la imagen terrible de ver cómo unos compañeros sostenían a otro, de los tobillos y boca abajo, colgando por fuera de una ventana. Esa escena es la que abre el libro.
La semana pasada conversé telefónicamente con Roberto Santiago. Hablamos de Sandra Peña, por supuesto. Y también sobre el perfil psicológico de los acosadores, de las responsabilidades penales que se les puede exigir a los jóvenes, de la importancia de hablar del tema y romper el silencio. Disculpadme esta introducción tan larguísima pero la rabia me consume por dentro al saber cómo el comportamiento irracional de unos niñat@s sesga la vida de un joven o una joven.
Os dejo con la entrevista.
| © Álvaro Serrano Sierra |
Roberto S.- No. La mayor parte de las novelas que he
escrito son para niños. Las novelas negras para adultos son Ana Tramel y La
rebelión de los buenos. Todas las demás están más dirigidas a un público más
joven. El círculo se considera juvenil pero espero que la lean otros lectores más mayores.
M.G.- Sí porque en esta novela hablas de bullying y
efectivamente, aunque está dirigida a los jóvenes, entiendo que también es muy
necesaria que la lean los adultos, los padres, los profesores,…
R.S.- Exactamente. Mira me está ocurriendo algo muy
bonito. Están recomendado la lectura de El círculo en muchos institutos. Me
están escribiendo muchos docentes que hacen una labor extraordinaria. Y luego,
en las presentaciones y en las firmas, e incluso a través de las redes
sociales, se me están acercando, no sólo adolescentes, sino muchos padres y
madres, y me están diciendo que están leyendo el libro y que lo están
compartiendo con sus hijos. Se puede decir que es una lectura familiar, para
que se abra debate sobre este tema.
M.G.- Pues sí, es necesario. En este libro cuentas un
caso de acoso escolar que se produce en un instituto. Has comentado varias
veces que no está basado en unos hechos concretos pero sí en todos los que han
existido. Los casos de bullying, ¿son todos iguales? ¿hay matices que distinguen
unos de otros? ¿Hay patrones similares?
R.S.- Claro, hay patrones que se pueden encontrar en
todos los casos de bullying. He intentado ser muy respetuoso y muy riguroso
pero esto es novela, es ficción. Eso me gustaría dejarlo clarísimo. Sin
embargo, de los tres años y medio que he convivido con la novela, más que
escribir, el 80% lo he dedicado a investigar. Me he dedicado a hablar con
víctimas de bullying y con sus familiares, que han sido personas muy generosas.
Y luego, he tenido la suerte de que la Policía Nacional, la Unidad de Bullying,
me ha permitido acceder a muchos casos, y leer muchos informes. Es terrible
todo. El círculo es ficción, pero todos los casos que cuento en el libro, desde
los más leves a los más gordos, están basados en hechos reales que he conocido.
M.G.-
Sevilla se ha visto totalmente conmocionada en el último mes por el caso de
Sandra Peña. Hemos sufrido muchísimo con este caso. ¿Cómo viviste tú este caso
con el libro recién publicado?
R.S.- Fíjate la terrible casualidad. Publico el libro en el que se habla de jóvenes que intentan quitarse la vida y, de repente, surge el caso de Sandra Peña. Es devastador todo esto. Por ser mínimamente optimista, quiero pensar que toda la movilización que se ha producido a raíz de este caso va a permitir que este tema se visibilice mucho más y se va a poner el foco sobre este asunto. Te digo de verdad que uno de los grandes problemas que tenemos en la sociedad es este. No se le da la suficiente importancia, no existen los recursos suficientes. Tienen que pasar casos como el de Sandra para que la gente y las instituciones se conciencien.
M.G.-
Sobre el caso de Sandra Peña te preguntaré algo más en un momento porque me
interesa tu punto de vista.
Dicen que el bullying ha existido toda la vida, lo que pasa es que ahora le ponemos nombre. Tengo que confesarte que no recuerdo ningún caso de acoso en el colegio o en el instituto en el que estudié. O quizá sí, pero se me pasó por alto, no lo sé. Lo cierto es que, por suerte, no he sido víctima de bullying. Sin embargo, tú has comentado que este libro nace a raíz de algo que tú viviste cuando eras más joven. Experimentaste un caso de bullying cerca y lo viviste en primera persona.
R.S.- Yo tampoco fui víctima de bullying pero sí que fui testigo en primerísima persona de varios casos. Hay uno en especial que me marcó porque duró muchos meses y fue terrible. Tenía un compañero al que unos chicos no sólo el quitaban las cosas, la merienda, o le golpeaban por las escaleras, sino que un día llegaron al colgarlo boca abajo por fuera de una ventana. Y eso lo vi yo. El miedo me paralizó. Muchas veces he pensado que por qué no intenté impedir aquello pero yo tenía tanto miedo de que me lo hicieran a mí. Creo que eso mismo sentían otros compañeros. No nos atrevimos a frenar a estos acosadores. Es la ley del silencio que imponen los acosadores. Te callas por temor. Los testigos de un caso de bullying, cuando es muy fuerte, también sufrimos. Y esa es una de las primeras escenas de libro. Cuando Víctor llega al instituto y se encuentra a un compañero colgado por la ventana.
M.G.- Roberto, ¿tú crees que los niños y jóvenes de ahora son más irrespetuosos, más violentos, menos empáticos que los niños que nacimos en los 70, en los 80, en los 90?
R.S.- Es difícil generalizar pero sí que es verdad que, según las estadísticas, cada vez hay más casos de acoso escolar. Y los datos dicen que los casos son cada vez más crueles, con muchas connotaciones sexuales. Algo tenemos que estar haciendo mal en la sociedad para que pasen estas cosas. Siempre recalco que yo no soy un psicólogo, ni un experto en bullying. Yo sólo soy un escritor que se ha documentado, que ha trabajado y que ha mirado la realidad que vivimos para escribir esta historia. Lo que yo he descubierto es que cada vez hay más casos y cada vez son más crueles, y eso me lleva a pensar que algo estamos haciendo muy mal. Yo tengo mis propias conclusiones y cada uno sabrá. Pero lo primero que hay que hacer es hablar de ello y visibilizarlo. Es lo primero que hay que hacer para impedir que esto siga ocurriendo.
M.G.- Algo estamos haciendo mal dentro de la sociedad, y dentro de las familias. No tengo hijos y quizá por eso tengo una mirada más objetiva. Los padres, al fin y al cabo, están muy condicionados por ese vínculo que tienen con sus propios hijos. Y no sé lo que pensarás tú pero, por lo que veo, ¿no crees que los padres tienen una mala concepción de lo que es la educación? ¿Muchos padres no piensan que sus hijos tienen que ser educados en el colegio, cuando la verdadera educación en valores tiene que empezar en casa?
R.S.- Evidentemente si dejamos la educación de los adolescentes sólo en manos de los colegios y de los institutos vamos mal. La base de la educación está en las familias. La familia es lo más importante que te pasa en la vida, para bien o para mal, según te toque. Es lo que conforma tu carácter y tu personalidad. Nadie, absolutamente nadie, nace siendo acosador, igual que nadie nace siendo víctima. Eso depende de tus condicionantes. Y el primero, y el que más te marca es la familia. Por lo tanto, no creo en eso de echar balones fuera y que la culpa recaiga en los centros educativos. No. Los centros educativos tienen su responsabilidad pero la mayor responsabilidad la tiene la familia. Es verdad que lo que tenemos que hacer todos es examen de conciencia. Como sociedad hemos avanzado muchísimo en muchísimas cosas pero cada vez tenemos menos tiempo, cada vez corremos más y cada vez delegamos más la educación de nuestros hijos.
M.G.- Yo es que he sido testigo de muchas situaciones en las que ves que un niño, un joven, se está portando mal. Un adulto lo recrimina pero el padre y la madre, que están delante, se enfrentan a ese adulto. No sé, creo que los padres están super protegiendo a los hijos y que muchas veces no son conscientes de que sus hijos cometen errores y hacen trastadas como todos los demás.
R.S.- Claro. Igual que hay que denunciar cuando los padres son excesivamente severos y duros con sus hijos pues igual habría que denunciar esa super protección mal entendida. Porque luego esos niños van a tener problemas cuando se enfrenten a la vida real. En estos casos, los jóvenes y adolescentes son víctimas de una educación errónea.
M.G.- Sí. Y dices que, en realidad, los acosadores también son víctimas de su entorno.
R.S.-
A ver, esto es un tema muy delicado. Los acosadores, para empezar, son
culpables pero, además de castigarlos, hay que tratarlos. Hay que tratar de
entender por qué han llegado a ser acosadores. Hay que averiguar qué ha pasado,
qué ha ocurrido en la familia o en el centro educativo para que un chaval o una
chavala, de trece, catorce o quince años, se dedique a hacer la vida imposible
a un compañero. Algo ha fallado. Además de castigar tenemos que tratar de
entender qué ha fallado para corregirlo porque hay muchos casos de niños y
jóvenes acosadores que luego vuelven a reincidir. Si eso es así, es porque el
caso no se ha tratado bien, porque no se ha hecho un trabajo de reeducación
correcta. Es un tema muy complejo al que hay que darle más tiempo y más
recursos.
Roberto, el otro día, hablaba de tu libro con una compañera de trabajo. Ella es madre de una adolescente y me decía algo que me pareció muy interesante. Me comentaba que, el estilo de vida que tienen los padres actualmente, en el que tanto padre y madre, o las dos madres o los dos padres, tienen que trabajar fuera de casa porque es un imperativo, hacen que esos padres no pasen tiempo con sus hijos hasta tal punto de que, a veces, esos hijos son unos completos desconocidos. Me dejó muy impactada esta opinión.
R.S.- No puedo estar más de acuerdo. Como comentaba antes, la sociedad ha avanzado en muchas cosas de manera muy positiva pero también ha traído problemas. Uno es precisamente este. Tú no puedes llevar una vida laboral plena y, a la vez, dedicarles a tus hijos todo el tiempo que ellos necesitan. Es que no hay tiempo físico ni material. Entonces delegan esa parte de la educación de sus hijos a quien pueden. Si tienen recursos, contratan a alguien y si no, pues van apañándose con la familia, con los abuelos, con quien sea… Vas delegando, y delegando, y delegando. Es un error muy grave porque tu hijo se está forjando en esa edad y necesita tiempo y atención.
Uno de los datos que más me ha impactado en la fase de documentación de El círculo fue cuando la policía me dijo que en el 90% de los casos, cuando van a hablar con la familia, estos no tienen ni idea. No sospechaban en absoluto que el hijo o la hija era víctima de bullying ni, en el otro caso, que su hijo o hija fuera un acosador o acosadora. No sospechaban nada de nada. Primero lo niegan pero cuando la policía les muestra las evidencias, se quedan en shock. ¿Qué significa eso? Pues que no conocemos a nuestros hijos, a nuestras hijas. No sabemos lo que hacen. Es terrible.
M.G.- Y tú que te has documentado tanto, que has hablado con la policía, y refiriéndome al caso de Sandra Peña, ¿qué ocurre con sus acosadoras, desde un punto de vista jurídico, penal? ¿Qué responsabilidades se les puede pedir a estas jóvenes o a sus padres?
R.S.- Este es un gran debate, muy delicado. Además de una responsabilidad ética y moral, o del expediente académico que le puedan abrir o no, hay una responsabilidad a partir de los catorce años. No hablamos de cárcel pero sí de penas y castigos. Y por otro lado, aunque yo no soy abogado, los tutores, los padres, tienen una responsabilidad sobre los actos que hayan hecho sus hijos. Legalmente, eso es así. Por lo tanto, no se puede escurrir el bulto. Si no hay una parte de castigo, se produce un desequilibrio social.
M.G.-
Hablando propiamente del libro y de los personajes. Tenemos a Víctor Vargas, al
que todo el mundo llama Uve. Este será el joven que llega como nuevo alumno al
instituto Ernest Hemingway y se encuentra con esa escena que describías antes,
con esos compañeros que tienen a otro colgado por los pies y por fuera de una
ventana. Y luego está Alba, una chica muy diferente a todas las demás. Ellos
forman un tándem. Háblame de Uve y de Alba. ¿Se podría decir que son los héroes
de esta historia?
En
la novela, he intentado que los personajes buenos no sean tan buenos, ni los
malos tan terribles. Como escritor, me siento en la obligación de comprender a
cada uno de los personajes.
M.G.- Es una historia de dolor, de sufrimiento, de acoso pero el amor cura heridas.
R.S.-
Por suerte. ¿Qué sería de nosotros sin amor, entendido en el sentido más
amplio? Está el amor de pareja, el amor de la familia, de la amistad,… Cuando
hablamos de algo tan terrible como el acoso escolar, el amor es lo único que
nos puede salvar. El círculo es un thriller duro pero también habla de amor.
M.G.- Has comentado antes que a los casos de bullying hay que darles visibilidad, hay que hablar de ellos pero algo que me llama mucho la atención últimamente es que también se está hablando cada vez más del suicidio. Antes era un tema tabú. Ni siquiera los medios de comunicación lo mencionaban por evitar el efecto dominó. Sin embargo, ahora sí se está hablando más de este asunto.
R.S.- Sobre esto también hay y ha habido mucho debate. Cuando se han producido casos de suicidio y especialmente entre adolescentes, los expertos siempre han dicho que hay que tener mucho cuidado con darle visibilidad a estos casos, por el efecto llamada que se dice. Sin embargo, con lo que ha ocurrido con Sandra Peña, se ha producido una movilización, la gente ha salido a la calle, se han producido protestas. Es muy delicado fijar dónde está el límite. Por desgracia, hay muchísimos intentos de suicidios en España, todas las semanas, entre los adolescentes y por temas de bullying. Algunos se consuman y otros se quedan en intentos. Yo no sé dónde está el límite y no sé cuánta visibilidad hay que darle a todos esos casos. Pero lo que sí sé es que meterlos debajo de la alfombra no va a solucionar el problema. Es algo real que está sucediendo a nuestro alrededor.
M.G.- Exacto. Roberto, el libro tiene un estilo muy directo y muy claro, con un fraseo muy corto y muchísimo diálogo.
R.S.-
Sí. He escrito ya muchos libros y novelas, y el estilo debe ajustarse al tema
que se trata. En este caso, me tenía que meter en la piel de Víctor, un joven de dieciséis años, y me ha salido un
estilo muy directo. Como escritor, y cuando hablas de un tema como este, tienes que llegar al lector, crear debate y, por supuesto, engancharlo. Si no, no
hay nada.
M.G.- Has comentado también que te has llevado tres años y medio con este libro. Te he leído decir que lo has reescrito muchísimas veces. ¿Por qué?
R.S.- Sí, porque yo no hago una escaleta ni sé lo que va a ocurrir en la historia hasta que la escribo pero eso hace que, cuando llego al final, reescriba. Siempre reescribo mucho mis libros pero en este caso, mucho más, porque sentía que tenía una responsabilidad importante, a la hora de hablar de un tema tan delicado como este. He reescrito muchas veces, sobre todo las escenas más duras. Aunque he intentado no esconder la dureza, tampoco he querido crear morbo. He procurado buscar un equilibrio que no me ha resultado fácil. Se habla del acoso en muchas vertientes, del acoso sexual a través de las redes, de cuestiones muy delicadas. Le he dado muchas vueltas a este libro.
M.G.-
¿Qué mensaje quieres que tu novela transmita a los jóvenes?
R.S.- Es muy difícil. Si me tuviera que quedar con alguno diría que hay que romper el silencio. Los acosadores imponen una ley del silencio, hacen sentir miedo, vergüenza e incluso culpabilidad. Y aunque romper el silencio es muy difícil, es el primer paso fundamental para acabar con el acoso. Tanto para las víctimas como para los testigos. Hay que contarlo, hablar con la persona que tengas cerca, preferiblemente con tu profesor, tu madre, tu padre,… Y nunca hay que culpabilizar a una víctima o a un testigo si no lo cuenta. Si no lo cuenta es porque no puede, porque no es capaz. Hay que darles las herramientas para que se sientan en un espacio de seguridad.
M.G.- Para terminar, ¿podremos ver una futura serie sobre este libro?
R.S.- Ojalá. Antes de publicarse la novela, Warner supo que había escrito este libro y me contactó. Me han comprado los derechos para hacer una serie de televisión. Me han encargado el guion. Sería una serie de cuatro capítulos que corresponden a las cuatro partes en las que se divide el libro y estamos en ello. El audiovisual es complicado, son procesos lentos, pero ya veremos. El primer paso está dado.
M.G.-
Pues confío en que veamos esa serie. Por mi parte, te agradezco muchísimo que
hayas escrito este libro. Creo que es muy importante. Espero que la historia de
Uve y de Alba rompa esos silencios y sirva para luchar contra esa lacra social.
Darte las gracias por haberme atendido esta tarde y espero poder verte por
Sevilla en el futuro.
R.S.- Segurísimo que nos veremos. Muchas gracias.
Sinopsis: En el instituto Ernest Hemingway nada es lo que parece a primera vista.
Cuando Uve llega a mitad de curso se encuentra con un misterioso grupo de alumnos que se dedica a acosar a sus compañeros.
Tienen un nombre secreto: El círculo.
Uve se adentrará en una oscura trama de poder y abusos dentro del instituto. El acoso escolar sistemático se convierte en un peligroso instrumento para intimidar y aterrorizar a los más débiles.
Al mismo tiempo, Uve conocerá a Alba, que pondrá todo su mundo patas arriba.
Esta es una historia de intriga, de superación personal y también de amor. Con el bullying como gran tema de fondo. Un thriller social que nos atrapa y nos hace reflexionar sobre la sociedad que estamos construyendo.

