martes, 21 de noviembre de 2023

ELOY TIZÓN: ❝Siempre he sentido que hay que escribir con un poco de presión porque la literatura nos está mirando❞

Publico hoy la entrevista que le hice a Eloy Tizón, a su paso por Sevilla, para promocionar su último libro de cuentos, Plegaria para pirómanos (Páginas de Espuma). Por regla general, me encanta conversar con autores, sin importarme si son conocidos o están empezando en este asunto de la literatura, sin darle relevancia a si escriben novela, poesía, ensayo o teatro. Me gusta hablar con ellos por el simple hecho de hablar sobre libros. Pero reconozco que hay conversaciones muchos más gratas que otras, y ese es el caso que nos ocupa. Eloy Tizón transmite serenidad. Sentarse a hablar con él es dejar a un lado las prisas del día a día, los traspiés, y los quebraderos. Será el timbre, la modulación, o el ritmo de su voz. No sé. La cuestión es que si llegas al encuentro con el estrés como compañero, enseguida te calmas y disfrutas de la conversación. Así fue hace unas semanas, cuando hablamos de Plegaria para pirómanos.

Ahí va nuestra charla. 

Marisa G.- Eloy, encantada de estar contigo otra vez. En la última ocasión nos vimos con Herido leve.

Eloy T.- Sí, efectivamente.

M.G.- Imagino que todos empezaremos preguntándote por esos diez años que han transcurrido desde Técnicas de iluminación, tu último volumen de cuentos. Te has tomado tu tiempo para volver al género.

E.T.- Cierto. Entiendo que, lo de los diez años, es un titular atractivo pero no es algo que me parezca tan importante. Especialmente porque, en esos diez años, he hecho otras cosas. Publiqué Herido leve y publiqué la reedición de Velocidad..., con prólogo del Zoótropo,... O sea, tampoco he estado parado, sin hacer nada. Pero bueno, entiendo que la redondez de la cifra parece que resulta atractiva.

Y no, no hay ninguna explicación más allá de que creo que la literatura requiere su tiempo, dejar reposar los textos, reflexionar sobre ellos, para luego volver. No me gusta la idea de publicar con prisas. Creo que ya se publica tanto y, a veces, de manera tan descuidada, que merece la pena mimar el material que tenemos, hasta considerar que es digno de ser compartido con los demás.   

M.G.- ¿Pero tú notas alguna diferencia entre el Eloy que escribió esos cuentos hace diez años y el de ahora?

E.T.- Yo noto una evolución. Hay lectores que me han dicho que he cambiado muchísimo. Yo tampoco lo noto tanto, pero sí creo que me he arriesgado, que he evitado repetir las mismas fórmulas. He trabajado de otra manera, quizá con más libertad, o tomándome ciertas licencias. No sé, quizás será la edad, que te da algo más, como esa capacidad de arriesgarte. No veo que sea algo totalmente distinto a lo que he hecho hasta ahora, pero sí creo que añade algo que antes no estaba.

M.G.- Te voy a hacer una pregunta que jamás le he hecho a ningún autor. ¿Uno puede llegar a cansarse de escribir? Quiero decir, después de tener una trayectoria larga de muchos libros publicados, ¿puede llegar un momento en que sienta que ha perdido la pasión por la escritura?

E.T.- Supongo que sí, que se puede llegar a algo así. De hecho, los casos de autores que dejan de escribir no son tan infrecuente. En mi caso, tengo que decir que el amor por la literatura, en general, se mantiene desde que era jovencito. Si no estoy escribiendo, pues estoy leyendo. Bueno, a veces caen en tus manos libros que te entusiasman y de alguna forma te recuerdan ese fuego que está ahí, siempre tan hermoso y tan maravilloso. Yo no estoy cansado de escribir. No se ha producido en mí ese desgaste con los años. También creo que siempre he tenido bastante sensación de responsabilidad hacia la escritura, desde que empecé. Siempre he sentido que había que escribir con un poco de presión porque la literatura nos estaba mirando. Hay joyas en la literatura y obras maravillosas, y creo que, por lo menos, hay que intentar evitar escribir tonterías.

M.G.- Escribir por escribir.

E.T.- Eso.

M.G.- Bueno, cuentan de ti que eres de los mejores narradores europeos, como decimos aquí, casi ná. Y luego también dicen, y eso lo notamos cuando leemos tus cuentos, que rompes las reglas del juego.

E.T.- Doy clases de narrativa y, por supuesto, en las clases de narrativa es importante dar a conocer las estructuras clásicas, los puntos de giro, la presencia del conflicto y demás. Pero también me gusta explicar lo que ocurre cuando no aplicamos esas reglas. Creo que el cuento, por algún motivo, es un género como muy cargado de corsés, de decálogos, de lo que se puede hacer, de lo que no se puede hacer. Y yo, modestamente, considero que una de las tareas del escritor es poner también en tela de juicio todo eso. No se trata de cargarse el género ni de reinventarlo, sino de hacer pequeños cambios o pequeños juegos. ¿Qué ocurre si a lo mejor elimino parte del conflicto? En ese caso, ¿seguiría existiendo el relato o no? O siempre se habla del arco de transformación del personaje. El personaje tiene que vivir una experiencia transformadora. Y si no la vive, ¿qué ocurriría? Ese tipo de preguntas siempre me produce mucha curiosidad. Al menos, probar.

M.G.- Hacer travesuras en la literatura, vamos.

Bueno, Plegarias para pirómanos es un volumen, que cuenta con nueve cuentos en total. Hace un tiempo hablaba con una compañera tuya de esta editorial, con María José Navia. Y hablamos de cómo el lector tiene que enfrentarse a los cuentos, si por orden o no. Y ella se hacía eco de unas palabras de Rodrigo Fresán, quien distingue entre un libro de cuentos y un libro con cuentos. En ese sentido, ¿qué es Plegaria para pirómanos?

E.T.- Bueno, esa pregunta tiene una respuesta fácil. Claramente es un libro de cuentos porque los libros con cuentos son aquellos que unen piezas dispersas. Y en este caso, hay una voluntad de construir algo con cierta unidad, vamos a decir. No es una novela, obviamente, sino un libro de cuentos. Se pueden leer las piezas por separado, pero hay ciertas líneas narrativas que cruzan los cuentos, con personajes que se repiten. Hay ecos, digamos, entre unas piezas y otras.

M.G.- El personaje que se repite, Erizo, es un poco el hilo conductor de todos los cuentos. ¿Por qué ese nombre? A mí me sugiere una persona que advierte de que pincha.

E.T.- Sí, el nombre tiene varias lecturas. Es un nombre breve, un nombre con el que comparto varias letras, aunque no todas. Es un personaje que siento cercano a mí. Tampoco sabemos si Erizo es un apellido. Podría serlo. O un mote que le han puesto. Me gustaba esa ambigüedad. Y es verdad que el erizo tiene sus púas pero, a la vez, también tiene como mucha ternura. Yo lo veo y es un bicho con ese hociquillo y tal, y me despierta ternura. Un erizo te puede pinchar pero no es un puercoespín, mucho más agresivo. El erizo es una criatura dulcemente agresiva, diría yo. Algo así.

M.G.- Es un personaje que no siempre va a protagonizar los cuentos. A veces, es un mero figurante.

E.T.- Eso es. Me gustaba ese juego de no escribir como una biografía ortodoxa de un personaje. De hecho, no hay un hilo cronológico lineal. No empezamos por la infancia y terminamos en la vejez, sino que en el primer cuento, Erizo tiene 38 años, creo recordar, y en otros cuentos, no se sabe muy bien qué edad tiene. Hay un poco de ambigüedad. 

También me gustaba la idea de que, en algunos momentos, fuera el protagonista, como nosotros somos los protagonistas de nuestras vidas o eso nos creemos. En esa superproducción que es nuestra vida, nosotros somos los protagonistas pero, para el señor al que compramos el periódico, nosotros somos un personaje completamente secundario. Ese juego de perspectivas, entre Erizo en primer plano o Erizo en el fondo, le da como relieve a la prosa. Hace que se mantenga esa tensión de dónde está Erizo en los cuentos en los que aparece.


[Si prefieres oír nuestra conversación, dale al play]


M.G.- Son cuentos en los que en algunos se mencionan pasajes del otro. Hablamos de esa conexión que existe entre todas las piezas, no solamente a través del personaje de Erizo, sino que también hay referencias a otros cuentos que ya hemos leído anteriormente.

E.T.- Esa parte la disfruté mucho. Introducir ecos de unos cuentos en otros, que resultara fluido, que resultara natural, que no se viera como algo impostado, es un trabajo que disfruté. Sí, me gustó hacer esos guiños. Sé que algunos lectores los percibirán y otros no, pero bueno, es un pequeño juego literario que me resultaba atractivo. 

M.G.- Hablemos de algunos en concreto, por ejemplo, de Grafía que es el que abre el volumen. Es un cuento que se inicia con la frase «De tu escritor favorito siempre puedes aprender». Bueno, de tu escritor favorito y de tu editor, porque este cuento está dedicado a Juan Casamayor.

E.T.- Sí, está dedicado a mi editor. Creo que era una dedicatoria casi obligada, primero porque el cuento habla del mundo literario. Con sus licencias, pero habla del mundo literario. Y luego porque es la persona que yo considero mi cómplice en la aventura literaria, que tiene una parte solitaria, una parte a veces de dudas, de incertidumbre, y tener como una red protectora de alguien, que te sigue, que te aprecia, que te señala lo que no funciona, es muy bueno. Pero, sobre todo, es la persona que te acompaña en ese camino. Siempre que le llevo un libro a Juan, es como una pequeña fiesta. Nunca se asusta de lo que le llevo. A lo mejor, pienso que he hecho una cosa rara y que me va a decir que no hay por dónde cogerlo. Sin embargo, él lo acepta con valentía y me propone defender el libro porque merece la pena.

M.G.- Tiene mucha fe en ti. No le falta razón.

E.T.- Yo también tengo fe en él.

M.G.- Ese cuento está muy relacionado con el mundo de la literatura, de la edición,... Vamos a encontrar un personaje con un apetito voraz por un autor concreto, con una devoción absoluta. Me gusta este cuento porque aborda varias cosas. Por un lado, tratas la relación autor-lector. También haces un dibujo de ciertos autores que se vuelven muy populares, con mucho éxito. Mencionas ciertas artimañas editoriales. Es decir, para los que nos gusta leer, para los que nos gusta saber cómo se mueve el mundillo en las editoriales, es un cuento muy atractivo.

E.T.- Pues, muchas gracias. Te agradezco la opinión.

M.G.- En ese cuento, Erizo es un personaje que ha publicado pero no ha tenido éxito. De hecho, su libro no ha provocado ninguna reacción en los lectores, ni positiva ni negativa. Y yo me pregunto, ¿para un autor es mejor una mala reseña o el silencio absoluto?

E.T.- Creo que el silencio es lo que más duele. Uno escribe o, más bien, publica para intervenir en la conversación cultural desde tu pequeño ángulo. Y si no tienes respuesta, es como hablar solo. Creo que es preferible una reseña mala, siempre que exista un cierto respeto, que no sea una sucesión de insultos, sino que esté razonado,... Pero hay alguien que se ha tomado la molestia de leer tu libro y de responder a esa propuesta que hace tu libro.

M.G.- En estos cuentos abordas varios temas. Te tengo que confesar que a mí El fango que suspira me ha dejado muy tocada.

E.T.- Fíjate, muchos lectores me están diciendo que es el que más les ha gustado.

M.G.- Me he visto muy reflejada.

E.T.- No esperaba eso. Creo que es un cuento áspero de leer, por el tema que trata, la desaparición y la muerte. También está la postura que adopta el narrador, una postura muy materialista, porque habla de lo que ocurre cuando alguien desaparece, qué se hace con sus muebles, y qué se hace con las domiciliaciones del banco. En esa situación hay algo muy ingrato.

Pero, a la vez, el reto estaba en meter algo de luz, de poesía, en toda esa farragosidad de trámites. Y sin dejar de ver la muerte como lo que es, podemos, no sé, encontrar algún resquicio por el que respirar o inventarle una pequeña historia a esta mujer de la que no sabemos nada. Y terminamos el cuento y seguimos sin saber nada, pero en medio siempre cabe la posibilidad de la imaginación, y por lo tanto de la literatura, de la fantasía. Creo que eso le da, al menos, una mínima dignidad para que parezca un personaje que tenga otro fondo.

M.G.- Ese cuento me hizo reflexionar en lo queda de nosotros. Vivimos aquí unos años y, al final, qué queda de nosotros. No queda nada. Un cero.

E.T.- Eso lo hemos pensado todos alguna vez. Quedan las historias. ¿Qué pasará con nuestros libros tan amados cuando desaparezcamos? Pues vete tú a saber. 

M.G.- Exactamente. No nos enteraremos. 

Bueno, en este cuento que hablamos asoma la muerte pero, hay otros en los que abordas temas que me gustan mucho, y que son comunes en literatura. Me refiero a la culpa y a la necesidad de perdón.

E.T.- Mi impresión es que todos, en un momento u otro, sentimos culpabilidad. Creo que es un sentimiento universal y no es necesario buscar razones. No es necesario mirar si están justificadas o no. Quizá, no hay ninguna justificación, no hemos fallado tanto como nos imaginamos pero, sin embargo, siempre sentimos cierta culpabilidad, porque no hemos atendido lo suficiente a determinadas personas o porque no estuvimos en el momento en que se nos necesitaba. No sé,... Me parecía importante colocar el tema de la culpa en un libro, porque es un tema universal. Al igual que la vida, la muerte, el amor, pues la culpa, también.

M.G.- Hablemos de Dichosos los ojos. Hay muchas cosas que vemos, sin ver. Eso nos pasa mucho.

E.T.- Mucho, constantemente. Me gustaba el juego de la arrogancia, de creer que lo has visto ya todo porque has visto mucho. Pero de eso no podemos estar seguros. Creo que la literatura sirve para darle cierta lentitud a la mirada, para no pasar tan rápido por el mundo. La literatura nos obliga a detenernos en ciertas imágenes, en ciertas descripciones, y en ahondar en nuestro conocimiento del mundo que, al final, es de lo que tratan los libros. No se trata sólo de pasar el rato sino de sentirnos vivos y tratar de aprender todo lo que podamos de este periodo.

M.G.- Te voy a leer un pequeño párrafo, el de la página 98, que dice: «La vida es así, viene y va, sube y baja, entra y sale. Ya sé que puedo ser cualquier cosa que desee: un lápiz, una ciudad o este silencio. Poco a poco nos vamos vaciando, cada vez menos posesiones, más solas, de manera que al final no tienes nada, absolutamente nada, pero tienes el cuento». Ay, me dejaste ahí.

E.T.- Te lo agradezco. Es un párrafo con el que me identifico. En la vida nos pasa de todo. Perdemos muchas cosas. Ganamos otras. Pero, al final, ¿qué nos queda? Pues nos queda la historia, nos queda el relato, nos queda el cuento, y esa será nuestra riqueza.

M.G.- Sé que en noviembre celebráis la segunda edición del Festival Torrijos Cuenta.

E.T.- Efectivamente. 

M.G.- He estado mirando la página web y el programa es bastante interesante.

E.T.- Me alegra que me lo preguntes. Es un festival que se puso en marcha el año pasado. Contamos, como figura de apertura, con Muñoz Molina. Muy generosamente aceptó nuestra invitación y para nosotros, desde el punto de vista simbólico, tiene muchísima importancia, y fue un respaldo esencial. Y es un festival que, por un lado, nace con cierta humildad porque manejamos un presupuesto pequeño, pero también con mucha ambición y queremos que se convierta en una referencia dentro del mundo del cuento. Ha habido cambios políticos en Torrijos pero parece que hay la voluntad de que se mantenga y siga adelante. Y por mi parte, pues yo seguiré trabajando para traer a autores, autoras, mesas redondas interesantes, editores, y sobre todo atraer a lectores. 

El espacio donde se celebra es una belleza. Lo digo sin ninguna exageración. Es el Palacio de Pedro I. Literalmente es un palacio y tiene salas espectaculares para pasar un grato fin de semana allí, teniendo cerca a los autores, con sus libros, y poder conversar con ellos. Todas las entradas son libres, es decir, no se cobra nada. Y bueno, es una defensa del cuento necesaria.

M.G.- Necesaria porque hay muchos certámenes de novela pero el cuento que está ahí y hay que prestarle también atención.

E.T.- Hay festivales de novela, de poesía, de teatro. Casi todos los géneros están bien representados por los festivales. Nos faltaba el cuento. Los que amamos el cuento no podemos dejar de contribuir con el género, y no sólo escribiéndolo, sino también defendiéndolo de otra manera.

M.G.- Eloy, volverán a pasar otros diez años para que volvamos a hablar de cuentos.

E.T.- Eso no lo puedo decir porque ahora mismo acabo de publicar y no tengo otro proyecto. No sé si pasarán diez, o cinco, o cuatro años, pero sí me gustaría que lo próximo que publique tenga un nivel aceptable de calidad. Que cuando lo releas no te produzca vergüenza ajena y horror.

M.G.- ¿Pero eso te ha pasado alguna vez?

E.T.- Lo trabajo mucho y, por suerte, no he llegado nunca a eso. Pero debe ser un sentimiento terrible.

M.G.- Sí, desde luego. 

Bueno, Eloy, lo dejamos aquí. Te agradezco muchísimo que hayas venido a Sevilla otra vez, que siempre vienes. Y que vaya todo bien.

E.T.- Nada, Marisa. A ti. Es un placer. Mil gracias.


Sinopsis: Leer a Eloy Tizón es adentrarse en el mejor cuento español contemporáneo por la puerta grande. Con esta premisa, Plegaria para pirómanos conjuga como ningún otro libro del autor el hallazgo y la epifanía de su estilo único e inconfundible con la ruptura de lo establecido en el género y la indagación de otros principios. Nueve cuentos entrelazados por los destellos breves, por las ausencias perennes, por el afán cotidiano, por la búsqueda creativa, por la evidencia de la vida misma de unos personajes que esperan, de una posible memoria y biografía propias y reconocibles en una escritura que es súplica e incendio, en una literatura que nos quema. La vida entre las manos de Eloy Tizón.


2 comentarios:

  1. Me gustan los libros de cuentos en los que se repiten personajes que en uno son protagonistas y en otros, tan solo personajes secundarios. Tomo nota del libro porque no he leído nada del autor.
    Un beso.

    ResponderEliminar
  2. Me ha encantado la entrevista, la cercanía del autor y la parte en la que habéis hablado de los cuentos, a ver si tengo oportunidad de leerlo. Besos.

    ResponderEliminar