jueves, 31 de marzo de 2016

ENTREVISTA a FELIPE R. NAVARRO (Hombres felices)

Autor

Felipe R. Navarro (Málaga, 1969) es autor del libro de cuentos Las esperas (2000), Ha sido incluido en las antologías Cuento al Sur (2001), Paso Doble. Junge spanische Literatur (2008) y Pequeñas Resistencias. Antología del nuevo cuento español (Páginas de Espuma, 2002).


Sinopsis

Alguien llega a su casa. Un hombre, una mujer. Pone la televisión, o música. Lee. Quizá llame a otro o sea otro quien haga la llamada, quizá conteste a un mensaje o a un correo. Y, entonces, el mundo -la vida-, comienza a desmoronarse, o al contrario, empieza a vislumbrarse la lógica - a veces injusta- de su funcionamiento.

Una fotógrafa o un cuadro, un padre que juega con su hijo y que -irremediablemente- se convierte en otro, las familias, los compañeros, los amantes. Dos amigos, por ejemplo, debaten sobre el orden y el desorden de una cocina y como en estos cuentos, de una honestidad bestial, todo se convierte en una lúcida visión de lo que es la vida -el mundo-, de lo que somos, felices o no, cada uno de nosotros.


Fiel a una voz inigualable, personalísima y capaz de zarandear al lector entre la alegría y la desolación, Felipe R. Navarro ha logrado -con sinceridad, con rigor, pero también con no poca ironía y humor- que los cuentos de esos Hombres felices sean ya no solo el reflejo de una búsqueda y un aprendizaje constantes, sino la confirmación de un escritor apasionado y apasionante como pocos.


[Biografía y sinopsis tomadas directamente del ejemplar]


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Esta mañana dejé esta entrada a medio redactar. Me faltaba algo de material gráfico para completarla  pues el día que conocí a Felipe R. Navarro y hablamos de su nuevo libro, Hombres felices, el tiempo apremiaba y no hubo un segundo para una instantánea. 

Llevo toda la mañana y lo que va de tarde rumiando esta entrevista, pensando en las palabras dichas, en las preguntas y respuestas, en el poso que quedó tras aquella conversación cuando la vida me sorprende con un detalle, de esos que este autor valora tanto. 

Desconozco si creéis en las casualidades o en lo que otros llaman piruetas del destino. Yo quiero creer que todo ocurre por un motivo y un por qué y el día de hoy no ha hecho más que empujarme hacia Felipe R. Navarro. Por un lado, porque tenía que publicar esta entrevista de manera inmediata. Con la Semana Santa se me ha ido acumulando el trabajo y posponerla por más tiempo me parecía una desconsideración hacia el autor y la editorial. Por otro, por el intercambio de unos mensajes online solicitando el mencionado material gráfico. Y cuando creí que ahí quedaría la cosa, abro al azar la revista Mercurio y ahí me encuentro a este malagueño de nuevo. El aire olía a terral.

Felipe R. Navarro acaba de publicar un volumen de cuentos, y recalquemos lo de cuento, que lleva por título Hombres felices, así en general, algo que caracteriza mucho el estilo del autor. Hace unas semanas pudimos hablar con él y esto es lo que nos contó.

Marisa G.- Felipe, buenas tardes. Mi primera pregunta te la habrán hecho infinidad de veces pero es que no deja de ser curiosa y tengo que preguntártelo. Yo no te conocía pero he estado leyendo tu biografía y me he puesto a echar cuentas. 

Felipe N.- Y te salen muchos años, ¿verdad?

M.G.- (Risas) Pues sí. A ver, es que publicas tu primer libro, Las esperas, en el año 2000 y el segundo ve la luz quince años después. ¿Qué explicación hay?

F.N.- Decidí dejar la escritura en un momento determinado.

M.G.- ¿Te enfadaste con la literatura?

F.N.- No, no me enfadé. Lo que pasa es que pensé que podía de alguna manera doblarle las manos al destino. Quizá tiene algo que ver con el concepto de pensamiento mágico. Pensé que si dejaba la escritura, determinados efectos se podrían producir. Aquello fue como el que fuma y deja de fumar de un día para otro. Así lo hice yo. Dejé de escribir de un día para otro.

M.G.- Pero has vuelto a fumar de nuevo

F.N.- Sí pero fue algo casi imperceptible. Como el que va a una fiesta y se fuma un cigarro y luego otro, y otro, sin darse cuenta. y de repente advierte que se fuma un paquete diario.

M.G.- De todos modos, y al margen de las colaboraciones en las antologías de cuentos que se mencionan en tu biografía, he visto que sí has estado escribiendo este tiempo atrás. Tienes un blog desde el año 2012. En cierto sentido, no has dejado de escribir.

F.N.- Ya pero sí que dejé de escribir. Totalmente. Absolutamente. Bloqueé totalmente mis ideas. Hice que no se me ocurriera nada aunque los psicoanalistas dicen que eso no se puede hacer. El blog lo abrí porque mi hermano me animó. Me dijo que las mismas tonterías que ponía en Facebook las podía poner en un blog. Fue así como aquello surgió y como soy muy curioso, me interesé por saber cómo era eso de un blog, cómo se hacía. Pero fue algo por estar entretenido y hacer el ganso. Yo no sabía ni que en los blogs había que tener cierta regularidad y cuando me di cuenta que tenía que publicar con frecuencia, me puse a escribir capulleces. Lo que pasa es que fue sobre enero de 2013 cuando me di cuenta de que tenía una serie de textos más interesantes. Fue como el que tiene un catarro pero que al final no resulta ser un resfriado sino una neumonía. La cosa era mucho más grave. Fui al médico y efectivamente, me diagnosticó que había vuelto a escribir.

M.G.- Pero entonces, ¿las historias que encontramos en el libro están ya reflejados en el blog? Eso no lo he mirado.

F.N.- No. Hay alguna que acabó en el blog pero la eliminé. Entre otras cosas porque las he trasteado mucho.

M.G.- Felipe, me gusta preguntar a los escritores que andáis sobre las aguas de un género concreto, si os sentís encasillados en el mismo o si bien tenéis la tentación de probar con otro. ¿Cuál es tu caso?

F.N.- Yo no me siento encasillado en ningún lado.

M.G.- Pero hasta donde yo sé, siempre has escrito relato.

F.N.- Sí pero porque me gustan mucho los cuentos como lector y como autor también. Tienen cierta exigencia y me interesan mucho pero leo de todo, obviamente, desde la letra pequeña del champú hasta la Iniciación filosófica de Wittgenstein, mi libro de cabecera. Pero no me siento encasillado, no. Ahora escribo cuento y es lo que más me gusta pero si un día el médico me padezco otra enfermedad pues estupendo.

He escrito algunos artículos porque doy clases de Filosofía del Derecho en Málaga y algunas cosas que hago de investigación pertenecen a otro género, claro está, pero incluso, esos ensayos tienen que ver con lo que yo intento reflejar en mi escritura. Es algo que va mucho más allá del género.

M.G.- Una curiosidad. Usas constantemente el término «cuento» frente a mi «relato». ¿Hay alguna diferencia entre un término y otro? He advertido que algunos autores matizáis mucho.

F.N.- Si tengo que matizar te diré que lo de relato me parece una capullada porque siempre se han contado cuentos. La gente se reunía en una plaza alrededor de una persona que venía a contarles una historia y no se decía «Aquí viene el que trae los relatos». Venía un tío que contaba algo porque tenía una intención moral o informativa y la información se transmitía a través de un cuento. Me gusta mucho más el término «cuento». Lo de relato me parece intentar darle cierta pátina científica o una categoría a algo que ya tiene un nombre.

M.G.- El término «cuento» tiene como más empaque.



F.N.- Para mí tiene el peso de una larguísima tradición que es anterior, por ejemplo, a la novela. Así que sí, te compro el término «cuento» siempre. El término «relato» no te lo compro ni de saldo.

M.G.- Pues hablemos de cuentos entonces. Hombres felices se compone de dieciocho cuentos. Me gustaría saber cuál es el motor o la fuerza que hace que la maquinaria de estos cuentos se ponga en marcha.

F.N.- Me gusta mucho pararme a mirar los detalles. Mi hija me dice que me quedo pasmado y es verdad. A veces me paro a mirar sin más. Me interesa saber primero por qué me he quedado pasmado en alguna cosa y en segundo lugar, si me he quedado pasmado con algo quiero pensar que es porque hay una historia sin contar. Contar lo que no se ha contado, contar la intrahistoria de determinadas situaciones nos permite acercarnos a ellas de diferente manera. Aprendemos a mirar de una manera distinta. Siempre me ha interesado ver ese tipo de asociaciones que no se ven, concentrarse en ese tipo de detalles que no percibimos habitualmente. 

Mira te voy a contar una cosa. Hay una calle en Málaga, la calle Cister, por la que pasaba antes con mucha frecuencia. Pues bien, en esa calle hay unas cornisas fantásticas y me he llevado años y años y años pasando por esa calle y jamás había levantado la cabeza.

M.G.- Eso nos pasa mucho.

F.N.- Lo sé pero hay que levantar la cabeza. Esa calle está justo enfrente del Patio de los Naranjos de la Catedral de Málaga. La Catedral es monumental y llena de detalles pero luego, si te fijas en las cornisas de la calle Cister no tienes más remedio que decir que le vayan dando mucho por saco a la catedral. Es una maravilla la manera en la que la luz se para sobre esas cornisas. Hay que pararse a mirar, levantar la cabeza y fijarnos en los detalles. Ahí hay algo muy potente que contar. La historia de esas cornisas hay que contarlas.

M.G.- Entonces estos cuentos se pueden entender como el resultado de un ejercicio de observación, ¿no?

F.N.- Sí, de mirar de nuevo.

M.G.- Simplemente pararnos, mirar a nuestro alrededor y ver lo que nos rodea.

F.N.- Sí fijarnos en los detalles porque nos están contando muchas cosas de nosotros mismos que desconocemos. Lo decía Walter Benjamín en El narrador, se escribe para comprender y eso es lo que yo hago, escribir para comprender. Escribir me permite comprenderme, comprender el mundo en el que estoy, un mundo que me devuelve la mirada. 

M.G.-  Y no solamente fijarnos en los objetos. Por ejemplo en uno de tus cuentos, Let's about the weather captas una supuesta conversación de ascensor, la típica que todos mantenemos o no, en la que hablamos del tiempo, una conversación que pueda dar lugar a otras historias mucho más profundas.

F.N.- Claro. Nos resulta mucho más fácil contarle nuestra vida a un desconocido porque hay un elemento ausente, el juicio. Cuando uno cuenta una historia está buscando comprender la historia y está buscando que, de alguna manera, alguien lo comprenda. En ningún momento busca que lo juzguen. Eso es así y en las conversaciones triviales también hay que pararse porque dicen mucho pero nadie se fija en ellas.

M.G.- A mí que me gustan mucho los relatos o los cuentos y he leído muchos, te diré que los que he encontrado en tu libro me han parecido curiosos, originales y novedosos. En los relatos siempre hay una introducción, aunque sea breve, un nudo y un desenlace pero aquí tú rompes los esquemas. Y te confieso que con algunos me he sentido muy protegida, muy anclada, y con otros he flotado a la deriva. No sé si eso es lo que tú pretendías.

F.N.- Pues sí, esas dos sensaciones son las que he pretendido crear. En realidad es la sensación del vaivén que la encontramos en todo momento. Si no me tuviera que ir hoy para Málaga, nos podríamos quedar hablando hasta las once de la noche y la conversación iría divagando, se iría moviendo constantemente, sería un vaivén continuo. A veces te lleva hacia un lado y a veces te lleva hacia otro. He querido recrear el movimiento de la marea, me interesaba mucho traer y llevar cosas, emociones. Ha sido totalmente deliberado. 

Y por otra parte, a veces no importa lo que te están contando sino cómo te lo están contando. Lo de planteamiento, nudo y desenlace dejé de hacerlo y no creo que lo vuelva a hacer más porque no me interesa el planteamiento ni el desenlace pero sí la parte del nudo. 

M.G.- Entre tus cuentos hay pinceladas de humor e incluso hay uno que se podría definir como cómico. Me refiero a Un modelo que recoge una carta dirigida al pintor Edward Hooper, que me ha dejado fascinada. Me hubiera gustado muchísimo conocer al protagonista de ese relato, al artífice de esa carta.

F.N.- El humor me gusta mucho en literatura porque es lo que te permite descansar y respirar.

M.G.- Es una manera de equilibrar la balanza.

F.N.- Claro. Es una cuestión de respiración natural de las historias. Si no respiran a través de algo, uno acaba asfixiado y agobiado. Y fíjate que incluso en autores de la talla de Faulkner te encuentras estos detalles que me gustan cuando tengo que leer pero también cuando tengo que escribir. Que me den la paliza me molesta mucho.

M.G.- La mitología también tiene cabida en tus cuentos. Encontramos a un personaje que nos recuerda mucho a Sísifo, que lucha un poco con un destino que está predeterminado.

F.N.- Te dije al principio que intenté doblarle las manos al destino y fíjate dónde estoy ahora mismo, aquí sentado, hablando contigo de este libro. A veces no podemos doblar las manos al destino y si no podemos, por lo menos vamos a intentar mirarlo de otra manera. Al final eso es lo que hace el personaje del cuento que mencionas, Orígenes del turismo. Su destino se lo va a tener que comer de por vida. Uno juega con las cartas que te salen. Te podrás descartar de una, de dos o de tres pero no de más. Al final tienes que jugar con las que te han tocado y no hay que arruinar la partida, ni levantarse de la mesa. Hay que jugar hasta el final y por lo tanto tienes que hacerlo de la mejor manera posible. Esta filosofía está en las historias clásicas. Esa idea del factum del destino lo tengo muy presente, es algo que he heredado.

M.G.- En otro de tus cuentos Argo, el lector tiene que poner mucho de su parte. Es un cuento que requiere una lectura muy cadenciosa porque has narrado una historia en un solo párrafo, sin un solo punto y seguido. Creo que son veintitantas líneas. Una pieza compacta.

F.N.- Creo que hay cosas que pasan todas a la vez. Para mí era una exigencia. Creo que alguien ve esa historia y que alguien ve al que está viendo esa historia y creo que todo eso sucede en una sola pieza. Yo no quería que eso se cortara de ninguna de las maneras. Estaba viendo el paquete completo y lo quería contar así.

M.G.- Pero al igual que al lector le puede suponer un cierto esfuerzo enfrentarse a la lectura de ese texto, a ti como escritor también te habrá supuesto mucho trabajo porque vas conectando subordinadas.

F.N.- Mira yo soy muy mal lector de poesía pero he descubierto que la entiendo mucho mejor cuando la poesía recupera esa voz en alto, la lectura en voz alta. Argo recupera esa tradición de Homero. La gente no iba a la librería a comprar lo último de Homero sino que alguien venía a contártelo y eso requería cadencia. De alguna manera quería recuperar eso mismo, crear ese efecto. Si tú lo lees de un tirón te puedes quedar un poco fuera de juego pero si haces ese ejercicio de leerlo en voz alta y de manera más pausada, vez los espacios que quedan entre las distintas piezas. Al final, trabajar con subordinadas no deja de ser un artificio. Yo puedo colocar un montón de puntos en medio pero al final rompo el efecto que quiero hacer, crear una escena que de alguna manera encoge el tiempo y lo coloca todo en el mismo plano. 

M.G.- Hablemos del narrador. En tus cuentos apenas hay nombres propios pero el narrador es una figura muy potente. No es un mero contador de historias.

F.N.- No, no... Está ahí para que se le vea. Está ahí para hablar con el lector y contarle las decisiones que está tomando y te explica por qué hace lo que hace. El narrador no quiere engañar al lector, ni quiere hacerle trampas. Me pareció un ejercicio de honestidad o quizá lo puedes interpretar como falsa honestidad porque cuando lo coloco ahí puedes pensar que estoy trampeando con esa voz pero en este caso, yo quería que se viesen todas las costuras y cicatrices.

M.G.- Y utilizas muchísimo el presente como tiempo verbal para colocar al lector justo en el sitio.

F.N.- Claro, yo quiero colocar al lector en el nudo. No quiero que alguien lea el libro frente a mí, sino a mi lado. 

M.G.- ¿Y qué me dices de esos personajes que dan consejos al narrador? Me pareció muy divertido encontrar una nota al pie que así lo atestiguaba. 

F.N.- (Risas) Es que los personajes dan muchas instrucciones a los narradores. Esto fue una humorada o lo que te decía antes, un ejercicio de honestidad. 




M.G.- Como también lo es ese otro cuento en el que el narrador se cuestiona si lo que está haciendo lo está haciendo bien. Hablo de La modificación sustancial de las condiciones de trabajo. El narrador se cuestiona su trabajo.

F.N.- Exactamente, como también se cuestiona los límites de su trabajo y hasta dónde puede llegar o no apropiándose de la historia de otros, a la hora de intervenir y transformarlas en otra cosa. Quería que el lector apreciara cuales son los límites del narrador.

M.G.- Se me quedó una pregunta atrás, Felipe. En estos cuentos que tú retratas esos nudos que muchos podrían catalogar como insustanciales, ¿hay algo tuyo? Es que leyendo Amarillo limón, esa historia de un padre y un hijo que juegan al fútbol, tenía la sensación de que habías vivido esa escena.

F.N.- Mira, Vargas Llosa dice en Historia secreta de una novela que el trabajo de los escritores es el streaptease inverso. Yo me coloco en pelotas en un sitio y me pongo a echarme ropa encima hasta que no se me conoce. En ese cuento hay una estrategia que sí es deliberada. De los niños que aparecen en el cuento, uno se llama Miguel y mi hijo se llama Miguel. Yo cambié el nombre de ese personaje porque quería que la gente que me conoce dijese había puesto a mi niño ahí. Buscaba de forma deliberada esa confusión. Por lo tanto, aunque no son relatos autobiográficos, pero sí, en algunos momentos, he buscado de manera deliberada cierta confusión porque me parecía divertido.

M.G.- ¿Y por qué Hombres Felices?

F.N.- Lo explico al final del libro en La Nota Ineludible. Cuando leí la cita de Tawfig Al-Hakim, «El que lleva una vida feliz no la escribe y se limita a vivirla», pensé que era algo muy potente. Nadie se ocupa de estas historias, nadie escribe sus vidas felices pero yo sí quiero hacerlo, quiero saber qué pasa cuando aparentemente no pasa nada y cuando la gente es tan feliz que no necesita escribir una historia. Me parecía que hay una deuda ahí de la literatura, de las grandes historias con las pequeñas historia.

M.G.- Felipe no tardes otros quince años en escribir un libro.

F.N.- (Risas). Espero que no.

Y hasta aquí la entrevista con Felipe R. Navarro. La semana próxima os hablaré con detalle de este libro de cuentos que no va a dejar indiferente a nadie.





[Algunas imágenes e ilustraciones tomadas de Google o cedidas por el autor]





9 comentarios:

  1. Hola^^
    Como siempre, muy buena, completa e interesante entrevista, la verdad es que me ha gustado mucho.
    ¡Gracias por compartirla!
    un besote

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  2. Me repito más que el ajo, lo sé, pero es que me encantan tus entrevistas :)
    Besos.

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  3. Una entrevista genial! Y me encanta sobre todo las razones que da para preferir el término "cuento". Totalmente de acuerdo con él. Pendiente estaré de tu reseña, pero me da que me vas a tentar y mucho.
    Besotes!!!

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  4. Gracias por la entrevista. No conocía al autor.

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  5. A este autor no lo conocía, gracias por la entrevista
    Besos

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  6. La verdad es que este señor no me sonaba de nada. Muchas gracias por darlo a conocer. Un beso.

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  7. Como siempre estás "sembrá" con esto de las entrevistas, yo es que te juro que no tengo imaginación y no se me ocurren muchas preguntas. Vamos, que no es lo mío. Cuando he hecho alguna he tenido que pensármelo bien a ver qué preguntaba. Besos.

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  8. Buena como siempre. Yo en lo de cuento y relato estoy casi con él.

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