martes, 24 de octubre de 2023

DIEGO GONZÁLEZ-SEGURA: ❝En Europa tenemos más de cien millones de personas con trastornos mentales❞

Hace un par de semanas pude conversar telefónicamente con Diego González-Segura. Argentino de nacimiento, su formación académica lo hizo recalar en España, y lleva residiendo en Barcelona desde los veinticuatro años. Diego González-Segura es médico experto en farmacología clínica y autor del blog literario El espacio entre latidos, donde podemos leer los cuentos y relatos que publica ocasionalmente. Pero Diego se estrena en literatura con el género mayor, con la novela. Las normas de la locura es su debut, un thriller protagonizado por diversos personajes que sufren trastornos mentales y alucinaciones. 

Aquí os dejo nuestra conversación.

(c) Marc Gutiérrez Pons

Marisa G.- Buenos días, Diego. ¿Qué tal? Soy Marisa de Sevilla. Creo que tenemos una charla concertada ahora, ¿no?

Diego G.- Sí, Marisa. Exactamente.

M.G.- Bueno, pues un placer saludarte.

D.G.- Igualmente. 

M.G.- Te llamo para hablar de lo que es tu primera novela, Las normas de la locura, editada por Ediciones B. Por abrir un poco la entrevista y por saber un poco más de ti, eres bonaerense, criado en la Patagonia, pero la vida te trajo a España, si no me equivoco, por motivos profesionales.

D.G.- Efectivamente, nací en Buenos Aires pero, antes de cumplir un año, me fui a la Patagonia. Luego, volví a Buenos Aires para estudiar medicina y acabar la carrera. Después, me vine a España, a Barcelona, para hacer la especialidad en farmacología clínica. Me encantó esta ciudad, hasta el punto que, desde los veinticuatro años, sigo viviendo aquí.

M.G.- Decimos que esta es tu primera novela pero, tu acostumbras a escribir relatos. Tienes un blog que se llama El espacio entre latidos. Diego, cuando un autor escribe relatos y publica por primera vez, suele dar ese primer paso en ese género. Sin embargo, tú prefieres escribir una novela, hacer una carrera de fondo.

D.G. Bueno, a mí la literatura me fascina desde siempre, como lector y como escritor, pero es verdad que siempre en formato de cuentos. Los grandes cuentistas argentinos, como Borges o Cortázar, me apasionaban. Mi expresión a nivel literario han sido siempre los cuentos.

Los personajes de esta novela tienen su propio cuento también. Casi todos ellos. Mi desafío personal ha sido darles espacio en una novela. Juntarlos y que participaran juntos en una historia. Eso no se puede hacer en un cuento. El cuento es algo muy corto, muy conciso, es una idea muy concentrada que no permite tanta descripción ni profundidad, sino transmitir una idea, como un golpe de efecto. En la novela hay más espacio para que interactúen y vivan aventuras.

M.G.- Las normas de la locura es un thriller psicológico. La protagonista principal se llama Laura, una chica que, digamos, tiene una cualidad que la hace especialmente vulnerable a la realidad que vivimos el común de los mortales. Cuéntanos un poco qué es lo que va a encontrar el lector en esta novela.

D.G.- Pues va a encontrar personajes que sufren alucinaciones crónicas, que no son curables porque forman parte de la estructura mental que tienen. Este tipo de alucinaciones les genera muchísimas dificultades para integrarse en la sociedad, donde precisamente la enfermedad mental o este tipo de trastornos no son bien recibidos o aceptados, más por desconocimiento que por otra cosa. Laura tratará de integrarse, de que la gente no se dé cuenta de lo que está sufriendo por dentro, de no transgredir ciertos límites para ser aceptados. De ahí, el título de la novela. Mientras sigan ciertas normas, la gente los va a aceptar pero, en cuanto las transgreden, serán rechazados. 

M.G.- ¿Y cómo se te ocurre escribir una novela con personajes que sufren este tipo de trastornos?

D.G.- Durante mi carrera, estuve muy cerca de los trastornos mentales, en general, y de algunos más en concreto. Laura es un conjunto de rasgos de diferentes pacientes que tuve la oportunidad de conocer.  Uno de esos pacientes tenía alucinaciones visuales, veía arañas y siempre usaba manga larga porque no soportaba el tacto de las arañas en su piel. Fue una cosa que me impactó mucho durante la carrera y a la Laura le di ese espacio. Realmente hay gente que piensa así, que le pasa esto, y que lo sufre muchas veces en silencio.

M.G.- Y hay mucha crítica en esta novela. Intentas que el lector reflexione sobre lo que es normal o lo que no es normal. A veces, hablamos de lo que es normal con mucha ligereza. Haces crítica sobre ese concepto de normal. 

D.G.- La gente esconde muchísimo los trastornos mentales por miedo al rechazo. Para ellos ya es difícil aceptar lo que les está ocurriendo. Más aún hablarlo o expresarlo. Y esto es más común de lo que la gente cree. En Europa tenemos más de cien millones de personas con trastornos mentales. Una de cada cuatro. Eso es muchísimo. Y no lo expresan por rechazo. Lo sufren y lo ocultan, para no sentirse rechazados. Y en esta novela, también vamos a ver a personas que escuchan voces. Entre el 3 y el 5 por ciento de la población, que es muchísima gente, escucha voces. Y no necesariamente tienen que tener alguna patología, tipo esquizofrenia o psicosis. Son personas que tienen que convivir con eso. A veces, están solos porque no buscan ayuda. Entonces, en la novela hay crítica pero también invito a reflexionar, porque hay mucha gente que sufre en silencio cosas que no deberían sufrir. Tendríamos que darles más espacios para que puedan expresarlo y poder integrarlos.

M.G.- Ocasionalmente, y por la forma en la que está narrada la historia, vamos a poder meternos en los pensamientos de Laura. La vamos a ver interactuar con otras personas pero, al mismo tiempo, nos vamos a introducir en su mente para ver qué es lo que piensa. Esa mente suya es como una voz narradora más.

D.G.- Ese es el desafío a la hora de escribir, poder ver el mundo a través de los ojos de Laura y de otros personajes, pero principalmente de ella. Todo esto le da riqueza a la narración. Ella tiene muchas dificultades a la hora de distinguir lo que es real y lo que no. Hay una amenaza que la persigue. Ese es el punto fuerte porque muchas veces no se sabe si lo que está ocurriendo es real o pasa solo en su cabeza.


[Si prefieres oír nuestra conversación, dale al play]


M.G.- Laura se va a relacionar con otras personas que tienen, más o menos, los mismos trastornos que ella. Me refiero a Julián y a Alejandro. ¿Qué papel van a jugar estos personajes en la trama?

D.G.- Son fundamentales. Primero, porque van a conformar, junto con Laura, un grupo, un club, de personas con alucinaciones. Van a intentar ayudarse entre ellos, a intentar capear sus puntos débiles, y a extraer sus puntos fuertes para poder ir adelante.

Por otra parte, también son importantes  con respecto a la discusión mental que tenga el lector con la novela. Si alguno de ellos es el culpable, ¿quién es? Esta es la intriga que intento crear con la novela.

M.G.- Hay otro personaje interesante también, que se llama Nuria. Ella es la psicóloga de Laura, Julián y Alejandro. Es ella la que va a tratar a los tres personajes. Me interesa el papel de Nuria porque, ¿cómo se trata a estos pacientes? ¿Qué se les dice para que ellos intenten encontrar su espacio en la sociedad?

D.G.- El papel de Nuria, particularmente, me gusta mucho. En la primera parte, porque nos guía en la terapia. Luego también participará en el resto de la trama. En este caso, el papel de la terapeuta es ayudar a sus pacientes, ayudarlos para que acepten su condición. Sobre todo, si su problema tiene difícil solución o no son tratables porque se trate de una neurodiversidad. La diferencia entre una enfermedad mental y una neurodiversidad radica, principalmente, en que se pueda conseguir tratamiento o no porque su estructura mental es así, contra lo que no se puede hacer nada. El trabajo de Nuria consiste en ayudarnos para que acepten su condición. Esto ya es un oxígeno.

M.G.- No podemos olvidar que esta novela es un thriller psicológico. Hay algo por ahí que no debemos desvelar, pero que implicará que otro personaje sea un inspector de los Mossos d'Esquadra. Ese inspector se llama Jordi Pregones, si no me equivoco.

D.G.- Sí, sí, sí. El inspector Pregones de los Mossos d'Esquadra es un personaje muy importante también en la novela. Él irá encontrando pistas en paralelo y se irá relacionando con los personajes. Esa relación es muy interesante porque, en el personaje del inspector, veremos la opinión de la sociedad. Es decir, cómo se ve a las personas que tienen estos trastornos. 

M.G.- Me gustaría hablar también de la estructura de la novela. Digamos que hay dos bloques. Uno es lo que le va ocurriendo a Laura, a lo largo de la trama. El otro, que figura en cursiva, lo compone una serie de capítulos que, quizá, nos acerca a la parte más oscura de la historia. 

D.G.- Bueno, es el personaje misterioso, el que está detrás de todo lo que ocurre y el que está persiguiendo a Laura. Me gustaba la idea de darle voz porque me parece interesante mostrar la perspectiva de los antagonistas. Lo más importante, o lo que yo encuentro más importante en las novelas que me gusta leer, es la motivación de cada una de las personas, principalmente del antagonista. Si no se trabaja bien, queda deslucido, porque se le da más importancia a la investigación que a la motivación del antagonista. Creo que profundizar ahí, sumergirse un poco en la mente del antagonista, da más riqueza a la novela.

M.G.- Diego, entiendo que, para escribir esta novela, habrás tirado mucho de tu formación académica, de tus estudios en farmacología clínica. Pero claro, hay que tener en cuenta que también hay una investigación policial. No sé si, en ese sentido, has tenido que recurrir a alguien para que te eche una mano, para los protocolos policiales y demás.

D.G.- Sí, claro, por supuesto. Hay una parte que tengo por mi formación y otra que desconozco totalmente. Hay una investigación sobre armas de fuego, sobre protocolos e, incluso, sobre el metro. Para una escena he tenido que hablar con técnicos de la red de metro de Barcelona para que me expliquen detalles. Esto es muy interesante, súper divertido. La gente que he encontrado es muy abierta y con muchas ganas de explicarme cosas. Y al final, todo esto espero que se haya transmitido bien. Si hay errores, lo siento muchísimo. Intentaré corregirlos en la siguiente. Pero bueno, me lo he pasado muy bien investigando.

M.G.- Y además aprendéis mucho. Bueno, y los lectores también aprendemos. Hay temas que son muy interesantes.

D.G.- También he aprendido sobre arañas. En la novela hablo mucho de arañas y es un mundo fascinante. Me encanta descubrir cada una de las especies, cómo evolucionan, cómo cazan y cómo tejen sus telarañas. Es un tema que me ha encantado descubrir. He intentado plasmar en la novela, lo fascinante que es.

M.G.- Como dije antes, la acción transcurre en Barcelona. No sé si la ciudad va a tener mucho protagonismo o no. Pero sí he descubierto que aparece un lugar que me ha llamado la atención. Me refiero a la Casa de la Convalescencia. Me parece un nombre curiosísimo. ¿Qué es este lugar?

D.G.- La Casa de la Convalescencia es un sitio muy bonito. Es parte del complejo del Hospital de San Pau antiguo. Antes era hospital y ahora está reconvertido en salas de reuniones y centros de investigación. Todo el complejo es precioso. Acaba en el Pasaje Gaudí y es un edificio modernista, como la Sagrada Familia. Allí hice mi formación en farmacología, cuando todavía era hospital. Tengo recuerdos muy bonitos de ese lugar. Y la Casa de la Convalescencia es un edificio que está del otro lado del bloque del Hospital de San Pau. También es un edificio muy bonito y también tengo recuerdos muy bonitos. Ahí es donde he querido que pasen cosas. Al final, en la novela recojo lugares que me gustan de Barcelona. Intento salir de las zonas comunes, aunque, por supuesto, hay que hablar de la Sagrada Familia.

M.G.- Bueno, mañana es 10 de octubre y se celebra el día Mundial de la Salud Mental [esta entrevista se realizó el día anterior] ¿Crees que a nivel social se está haciendo  una labor importante para dar visibilidad a este tipo de problema de salud? ¿Está realmente la sociedad involucrada en esta cuestión?

D.G.- Bueno, yo creo que, poco a poco, se van dando pasos. Todavía nos falta muchísimo camino por recorrer en el entorno de la salud mental. Principalmente en lo que se refiere a integrar, aceptar, involucrar dentro de la normalidad a todas estas patologías mentales, a todos esos trastornos, esta neurodiversidad. Hay que hacer que la gente se sienta parte, que pueda, al menos, hablar de lo que le ocurre, que tenga espacios y que se respete. 

Los trastornos mentales serán pronto, en un futuro no corto, algo integrado en nuestra sociedad, como ha ocurrido, por ejemplo, con la preferencia sexual. Después de estar perseguida durante muchas décadas, la sociedad la ha ido integrando lentamente y ya es parte de la normalidad, es parte de la sociedad, ya la abrazamos, la incluimos. A la salud mental le queda todavía mucho para que llegue a este punto pero creo que se están dando pasos correctos.

M.G.- ¿Y de instituciones sanitarias? Me refiero a la sanidad pública. ¿No hay como mucha dificultad para acceder a consultas y a tratamiento?

D.G.- Bueno, sobre todo por el hecho de que, primero, las personas no lo explican. Ese es el primer paso. No lo cuentan por el miedo al rechazo. Segundo, las instituciones no le dan todavía el valor o la importancia que este tipo de problemas merecen. Ni las instituciones ni los ambientes laborales, que tampoco ven con buenos ojos a los trastornos mentales, y no les dejan espacios para adaptarlos al trabajo. La gente que no tiene mucha tolerancia a la relación social, probablemente será muchísimo más productiva trabajando desde casa que yendo a una oficina todos los días, donde tienen que estar en contacto con gente, lo que les producirá mucha angustia o ansiedad. O simplemente la ansiedad les desborda y necesitan ir al lavabo a llorar porque no tienen otro espacio o no tienen a una persona con la que hablar. Entonces, no solo se tiene que trabajar el ámbito sanitario, sino también el social, el laboral,... 

M.G.- E incluso el familiar, ¿no? A los familiares también les cuesta entender lo que le ocurre a estas personas.

D.G.- Bueno, hay que aceptarlos tal cual son porque son perfectos en sí mismos y no hay que cambiar nada. Particularmente, tengo personas muy cercanas por las que he hecho este camino. Primero, aceptar que son como son. Son perfectos como son. Y luego, pues ayudar a que el resto del entorno también lo vea como uno los ve y los acepte. Vamos por buen camino, pero todavía nos queda.

M.G.- Queda camino por delante. 

Bueno, me gustaría recalcar que la novela tiene su propia banda sonora. Cuenta con un código QR que nos lleva a una playlist. El primer tema es Crazy, y no podría ser de otra manera.

D.G.- Ay, sí, esta parte me encanta. Es un guiño al lector. En la novela hay una parte en la que los personajes escuchan música, bailan y comparten tipos de música diferente, que les gusta a ellos, o que les resuena más por sus propias condiciones. Y esto intento recogerlo en una playlist que todo el mundo puede escuchar, independientemente de que compre la novela, o que la lea o no. Quiero decir, esto es parte de la novela, pero es público.

M.G.- ¿Y qué tal están siendo estos primeros días de vida de la novela? ¿Cómo estás viviendo la experiencia?

D.G.- Es una experiencia fantástica. Es increíble la cantidad de mensajes que estoy recibiendo de gente conocida, de amigos, y también de gente desconocida que está leyendo la novela, que la han leído, que les ha gustado y que lo quieren compartir conmigo. Es muy emocionante. Ten en cuenta que, claro, la novela es como un niño que nace, que sale al mundo, y que empieza a dar sus primeros pasos. No sé si va a tener un recorrido largo o corto. Dependerá si gusta o no. Pero el camino, de por sí, está siendo maravilloso.

M.G.- Ya para terminar, Diego, ¿estás escribiendo nueva novela? ¿Vas a seguir escribiendo relatos en el blog?

D.G.- Bueno, siempre intento escribir relatos porque es una parte vital para mí. Además, también es una manera de ejercitar la literatura y de generar nuevas ideas para, quizá, futuras novelas. Los personajes de Las normas de la locura me gustan mucho, los quiero mucho, y me gustaría que siguieran viviendo dentro de otras novelas. Pero bueno, para eso vamos a tener que esperar un tiempo.

M.G.- Ya se irá viendo, pero seguro que sí. Diego, te mando un saludo desde Sevilla. Muchas gracias por atenderme y que tengas un buen día.

D.G.- Muchas gracias a ti, Marisa. Un placer. Que tengas un buen día también y bueno, a todos los lectores de Lecturápolis, un fuerte abrazo.

M.G.- Muy bien, muchas gracias. Chao, Diego.

D.G.- Gracias a ti.

Sinopsis: Cuando la ley la dicta la normalidad, ¿cómo sobreviven aquellos que se rigen por las normas de la locura?

Laura está en peligro: algo siniestro la acosa desde su pasado. Y no puede saber si existe o no porque su mente difumina los contornos de la realidad, invadida por alucinaciones constantes que la envuelven como la telaraña de uno de los monstruos de ocho patas que a menudo parecen acecharla. En compañía de Julián y Alejandro, dos pacientes de las mismas sesiones de terapia a las ella también asiste para tratar su patología, Laura luchará por escapar de ese peligro que cada vez se va haciendo más real.

Con la crítica al concepto de normalidad como telón de fondo, Las normas de la locura es una red en donde la realidad, los sueños y las alucinaciones se entretejen en una estremecedora historia de venganza.



miércoles, 18 de octubre de 2023

LAS BUENAS COMPAÑÍAS (DRAMA - 2023)

Año: 2023

Nacionalidad: España 

Director: Silvia Munt

Reparto: Alicia Falcó, Elena Tarrats, Itziar Ituño, Ainhoa Santamaría, María Cerezuela, Nagore Cenizo ...

Género: Drama

Sinopsis: Verano de 1976. Bea (Alicia Falcó) tiene 16 años y se suma a los aires de cambio que recorren el país; colabora con un grupo de mujeres para visibilizar la causa feminista y lograr la aprobación del derecho al aborto. La rebeldía que siente en la sangre se mezclará con un sentimiento inesperado que trastocará su mundo interior. A lo largo de estos meses, Bea entablará una amistad muy especial con Miren (Elena Tarrats), una chica algo mayor que ella y de buena familia. Su compromiso político y su relación con Miren convertirán ese verano en una etapa que marcará un antes y un después en su vida.

[Fuente: Filmaffinity]


Hasta 1985, el aborto era delito. Abortar se equipara a cometer un crimen, un asesinato, una práctica condenada por buena parte de la sociedad, incluso por las propias mujeres que señalaban con el dedo a aquellas que decidían interrumpir su embarazo. Las mujeres que se sometían a un aborto voluntario eran condenadas a 8 años de cárcel. Las penas para los profesionales sanitarios involucrados en estas actividades ascendían a 14 años de prisión. Pero las mujeres no estuvieron siempre solas. Otras mujeres ayudaban a aquellas jóvenes que, por un desliz, por inexperiencia, por inocencia, se quedaban embarazadas. También lo hacían con las mujeres casadas que, tras tener dos o tres hijos, no podían añadir una boca más que alimentar. Obviamente, lo hacían sin el conocimiento de sus parejas y marido. Mucho menos, con su consentimiento. La ayuda consistía en llevarlas a Francia. A veces con documentación falsa. En el país galo, se permitía el aborto voluntario desde 1975. Allí, las ingresaban en una clínica, donde eran atendidas por personal especializado. Si la «asesina» era de buena familia, el problema se reducía, porque el dinero abre muchas puertas. Pero si la chica era demasiado joven, o de familia sin recursos, aquella red de mujeres, dispuestas a todo, hacía lo posible para costear el aborto. Es lo que nos cuentan las verdaderas protagonistas en este corto, titulado Las buenas compañías.




Corto. Demasiado corto para una historia tan interesante. Por suerte, la actriz, guionista y directora Silvia Munt ahonda en la historia de aquellas mujeres que lucharon por el aborto libre y gratuito, allanando el camino para todas nosotras. Y de esta historia de heroínas vengo a hablaros hoy, del largometraje de título homónimo, Las buenas compañías, que podéis ver en Filmin o en HBO+.

Las buenas compañías nos traslada al verano de 1977, a la localidad de Errentería (Rentería). Allí vive Bea, una joven algo rebelde, cuyo padre está en la cárcel. Su madre trabaja para una familia bien, limpiando y fregando suelos, de rodillas, a la vieja usanza. Bea va a su aire. Pasa la mayor parte del tiempo fuera de casa y, ocasionalmente, ayuda a su madre en su trabajo. Beatriz se relaciona con otras chicas de su edad. Se reúnen en una especie de sede, donde fuman y beben, preparan acciones de protesta, y pintan pancartas. Son los tiempos de amnistía y, como telón de fondo, del juicio contra las once mujeres de Basauri, condenadas por abortar. 

En ese ambiente convulso, Bea y sus amigas quieren poner su grano de arena. Atentan contra violadores, boicotean bodas, gritan por las calles, y exigen libertad. En la casa en la que trabaja su madre reside una joven. Es Miren, la nieta de Sagrario, la mujer propietaria de la casa. Miren se pasa el día encerrada, practicando en el piano. Beatriz, movida por la curiosidad que le produce esta chica, que apenas sale de casa, se irá acercando a ella. Poco a poco, Miren empezará a formar parte de la vida de Bea, la integrará en su grupo de amigas, y descubrirá la verdad de la joven, a la que tratará de ayudar, mientras afloran ciertos sentimientos. 

Al mismo tiempo, en el seno familiar de Bea irán ocurriendo hechos desgraciados. La joven vivirá en primera línea el sufrimiento de la mujer, el de las esposas y madres, algunas resignadas a interpretar el papel que les ha tocado. Otras tratando de mantenerse a flote como pueden. Y así, hasta un desenlace que abre puertas al espectador. 

Qué me ha gustado de esta película

Me atrae muchísimo todo aquello que me hable de lo desconocido para mí. Cuando las mujeres de esta película lucharon por mi (nuestro) derecho al aborto, yo era muy pequeña. Luego llegaría la legalización del aborto. Por entonces, yo tenía quince años que no son los quince años de ahora. Vivía en Babia y seguro que la noticia tampoco me generó ningún júbilo. ¡Cómo me gustaría retroceder en el tiempo para comprobar si mi madre y sus vecinas comentaron aquella noticia de actualidad! Por eso me gusta leer libros o ver películas que me descubran jirones de la historia de este país, porque necesito echar la vista atrás para entender mi hoy. Y  por eso, mis orejas se ponen en estado de alerta cuando escucho que once mujeres fueron procesadas por abortar, en 1976. Por eso, mis dedos corren raudos al teclado del ordenador para buscar más información. Por eso, doy con documentales y libros que retratan la época, y en donde las auténticas protagonistas hablan por su propia boca. Todo esto, todas esas sensaciones y esa curiosidad que se me ha despertado, son motivos más que suficientes para recomendar esta película. No voy a decir que se trata del largometraje de mi vida porque me he quedado con ganas de más. Las buenas compañías (reflexiona sobre el título, a ver hacia dónde te conduce) se centra principalmente en Beatriz, en Miren, en Toto, en Asun,... pero si digo que me he quedado con ganas de más es porque me hubiera gustado más profundidad. Llegamos a estas jóvenes sin saber apenas nada de su bagaje, de cómo se articula esa red de mujeres, de los hilos que movieron, de los contactos que hicieron para ayudar a aquellas otras en apuros, de la gestión de documentación falsa para poder cruzar a Francia.  Y aunque empatizas con estas chicas, tienes la sensación de no conocerlas lo suficiente. En cualquier caso, ha sido bonito saber de su existencia, compartir sus sueños e ideales, verlas tan implicadas y con tantas ganas de cambiar el mundo. Y también ha sido bonito e interesante llegar, a través de esta película, al corto que figura más arriba, para poner nombre a las auténticas protagonistas. Si no hubiera visto Las buenas compañías no hubiera sabido nada de estas mujeres. 

Por otra parte, la ambientación es fabulosa. Para empezar, Rentería se muestra como esa ciudad gris e industrial, con calles siempre húmedas y frías. Pegados en las paredes de las vías, infinitud de carteles de protesta. Viviendas con papel pintado en las paredes, la Singer y su vaivén o la caja de Optalidón en la mesita de noche. La ropa tan triste como la ciudad. Los porros, las botellas de alcohol. Y la publicidad, que nos decía que todo era coser y bordar (¿o era coser y cantar?). Toda esta atmósfera te sumerge en una sensación de desasosiego infinita, que ayuda a recrear el ambiente en el que se vivía entonces. Como si esa grisura se te pegara a la piel y te sintieras tan encerrado como los personajes de este largometraje. 

La fotografía arroja imágenes preciosas y te topas con primeros planos que son de una belleza infinita. 

Qué no me ha convencido

Como digo, yo quería saber más de esas chicas que se jugaban la vida por las demás pero, al menos, me conformo con lo que esta película me ha mostrado de ellas. Eso sí, hay ciertos aspectos del guion que creo que eran necesario mostrar. Por ejemplo, Bea tiene un padre que está en la cárcel, a la espera de la amnistía. Es un personaje que sale bien poco pero que quizá, debería haber tenido algo más de presencia. Ese padre representa a los que fueron privados de libertad y que vieron con la muerte de Franco, una luz al final del túnel. Pero no vamos a saber por qué está en la cárcel. Tampoco vamos a saber con exactitud lo que se cuece en su vida personal y familiar. Cierta información velada se nos proporciona durante una visita a la cárcel, instante en el que él hablará con su hija y conversarán de algo que, según seas hombre o mujer, es igual pero no es lo mismo. Se pasa muy por encima sobre el asunto. No obstante, ese pellizquito que se muestra en tan solo unos minutos de conversación es tan real como la vida misma. 

Por otra parte, sobre Miren también hay incógnitas por resolver. Lo de dejar al lector que ate cabos está muy bien porque se sobreentiende que somos inteligentes. Obviamente, será fácil vislumbrar qué le ocurre realmente a la joven pero ¡ay!, nuevamente me hubiera gustado algo más de ahonde en esta cuestión. Por eso digo arriba que me he quedado con ganas de más. 

Y lo mismo ocurre con un personaje que regenta un despacho de billetes y contra el que las jóvenes atentan por ser un violador. No sabremos por qué piensan eso. No sabremos si realmente ocurrió algo o si, en tal caso, la justicia actuó contra él. 

Personajes e interpretaciones

Centrarme en este apartado implica posar los ojos, principalmente, en Bea y en la relación que mantiene con su madre o con Miren. 

Bea es una joven que vive en un mundo que no comprende. No consigue entender por qué la mujer acata y obedece. Lo ve en su madre, que no solo está al servicio de un marido al que espera, desconociendo las verdaderas intenciones del mismo, sino que también es una mujer plegada a las diferencias sociales. Mientras Sagrario lee el periódico y va a misa, Feli limpia, pule y da esplendor. Tampoco entenderá el miedo y la sumisión de su tía Belén. Pero a la una la separa de las otras unas cuantas generaciones y distintas formas de pensar. Por eso, a Bea la veremos sufrir de impotencia, como un animal enjaulado que desea llevarse todo por delante. Pero también la veremos como una mujer contenida, con miedo, resignada, aturdida y perdida. Lucha contra sus demonios interiores, sin saber muy bien qué camino coger.

La película nos muestra una hermosísima relación materno-filial. El papel de la madre es el papel de cualquier madre. Feli sabe sin saber. Entre madre e hija impera el silencio. Bea no le cuenta nada, no ya de lo que hace, sino de lo que siente. Pero una madre siempre sabe y siempre está. No hay mejor persona que una madre para darte un consejo y parece como si la única misión de Feli en la vida de Bea fuera justo ese instante en el que ella, con dolor de madre, le da el mejor consejo que una madre puede dar a una hija. Aunque eso implique aumentar el dolor pero, ¿cómo permitir que Bea tengo el mismo futuro que ella?

En cuanto a la relación de Bea y Miren, cada una juega en distinta banda. Lo que une a Bea con Miren no es lo mismo que lo que une a Miren con Bea. Y eso provoca que el espectador se decante por una de las dos. Además, juega en contra las diferencias sociales porque, aunque ambas luchan por la libertad, tus raíces son tus raíces. La aparición de Miren en la vida de Bea trae consigo otras de las cuestiones que aborda la película, un descubrimiento íntimo y personal. La relación entre ellas vendrá precedida de mucha ternura.

Sobre las interpretaciones, creo que las tres están bastante correctas, a lo que habría que añadir el trabajo de Nagore Cenizo como Asun. Alicia Falcó, en el papel de Bea, con esa mirada intensa y misteriosa, con esa belleza serena, termina por atraparnos en sus propios dilemas. He leído que Silvia Munt la vio por la calle y enseguida supo que ella podría dar vida a su Bea. 

Las once de Basauri

El 8 de octubre de 1976, durante las fiestas de Basauri, una mujer, denunciada por un familiar, fue detenida, junto a su hija, acusadas ambas de practicar abortos a otras mujeres. Se le exigió que diera nombres y, al día siguiente, otras nueves mujeres fueron detenidas. Todas tenían entre diecinueve y treinta y ocho años. Después de un tiempo retenidas en dependencias policiales, fueron puestas en libertad a la espera de juicio. La fecha para el proceso se dató el 31 de mayo de 1979. No se llevó a celebrarse.  Se fueron sucediendo diferentes fechas, todas ellas aplazadas por  diferentes causas. La última intentona de condenar a estas mujeres llegó en 1982. La mayoría de ellas quedaron absolutas. Las que fueron condenadas ya habían pagado su pena. 

Estas once mujeres fueron las que impulsaron la legalización del aborto. Estas once, y todas las que gritaron, patalearon, se manifestaron y se enfrentaron al sistema. En el País Vasco y en toda España.



 


Poco más os voy a contar de esta película. Creo que es necesaria verla por la temática que aborda, un asunto que cambió la sociedad en la que vivíamos y que nos permite hoy tener la libertad de decidir sobre nuestro cuerpo. Si ellas no hubieran levantado la voz, ellas y otras muchas, no sé qué hubiera sido de nosotras. Más allá de que, como digo, me quedé con ganas de más, Silvia Munt hace un trabajo que bien merece la pena.

Me quedo con una de las proclamas que las chicas lanzan en la película, un lema que me ha arrancado una carcajada, pero que todavía hoy hay mujeres que no se atreven a decir. 


 ¡Manolo, la cena te la haces solo!


La tenéis de Filmin y en HBO+




Tráiler:



martes, 17 de octubre de 2023

FERNANDO FABIANI: ❝Tratar de perseguir la salud absoluta nos hace enfermar❞

Si mis cálculos son correctos y la memoria no me falla, me he sentado dos veces a conversar con Fernando Fabiani. Médico de familia, es un magnífico divulgador en temas sanitarios. En 2016 comenzó a publicar una serie de libros ilustrados centrados en los avatares que él, como médico de familia, vivía con los pacientes en su consulta. Con muchísimo humor, desmintió mitos, aclaró síntomas, compartió anécdotas, y siempre hizo hincapié en la relación médico-paciente. Ahora, tras tres libros en esta línea, Fabiani vuelve con una nueva publicación, La salud enferma (Aguilar). No aparta el humor totalmente, porque él considera que es el mejor vehículo para comunicar, y no le falta razón, pero sí se pone algo más serio para, a través de diez capítulos, centrarse en cuestiones que a todos nos atañen. 

Con su habitual y cercana forma de transmitir, Fabiani nos cuenta en este libro cosas muy interesantes, que te deben hacer reflexionar. ¿Por qué miras tus síntomas en internet? Lo que a ti te pasa, ¿es realmente una enfermedad? ¿Qué papel juega el médico de familia en la vida de sus pacientes? ¿Hasta qué extremo somos capaces de llegar? No puedes perderte lo que comenta sobre la cibercondria, o sobre el nutricionismo (que no es lo mismo que la nutrición), o la  dismorfia del selfie,... Fabiani te abre los ojos y te ayuda en cuestiones tan importantes y serias como nuestra salud.

Hace unos días el autor encontró un hueco para promocionar y conversar sobre La salud enferma. Os dejo con nuestra conversación. Os recomiendo que, mejor que leer esta conversación, que la escuchéis porque vais a conectar con Fernando a otro nivel. 

Marisa G.- Fernando, nueva aventura relacionada con la salud, obviamente. Nos sigues hablando de la salud, porque es lo tuyo, pero no te apartas totalmente del humor. El libro tiene sus pildoritas.

Fernando F.- Sigo convencido de que el humor es una herramienta esencial para contar cosas importantes. Es un gran vehículo para que nos veamos reflejados y cuando uno se ve reflejado en algo, está en la situación ideal para corregirlo. Utilizo el humor como una forma de hacerlo más cercano y para que entiendas que cada uno de los capítulos están escritos también para ti. Por otra parte, el humor también me permite seducir al lector, que necesite saber cómo se resuelve esto o aquello que él también se ha encontrado. 

Es verdad que es un libro con menor carga de humor que los anteriores porque, aunque intento que no se pierda el tono durante todo el libro, hay momentos con datos, con mayor profundidad. Intento que entendamos el porqué de las recomendaciones con las que termino cada capítulo. Cada capítulo acaba con unos pequeños tips con los que puedes intentar sobrevivir, en tanto que nuestra sociedad va cambiando. 

M.G.- La salud enferma. Y la palabra enferma usada como adjetivo y como verbo.

F.F.- Sí, como las dos cosas. Sí, porque la salud absoluta que nuestra sociedad tiene asumida, esa salud absoluta, sin el menor sufrimiento, sin ningún tipo de patología, sin ningún dolor, sin ningún picor, es algo enfermo. Es decir, es un concepto erróneo porque eso no existe. Y como queramos pensar que existe, vamos a estar frustrados permanentemente, porque no nos vamos a sentir sanos. Esa salud, mal entendida, está enferma y, al mismo tiempo, tratar de perseguir la salud absoluta nos hace enfermar. Así que, sí, la palabra enferma como verbo y como adjetivo.

M.G.- El libro cuenta con una introducción que me ha parecido brutal. En esas primeras páginas lanzas unas reflexiones muy interesantes. Hablas de esta sociedad que idealiza el concepto de salud y también comentas que el sentimiento de enfermedad vende y no solo comercialmente, sino que también es un motor vital.

F.F.- Claro, porque resulta que nos atemorizan con poder enfermar. Te conviertes en Gollum. ¿Te acuerdas de El señor de los Anillos? Yo quiero un anillo pero tener ese anillo y, a la vez, sentir temor por perderlo hace que mi vida se vaya al traste. Yo tengo que tener salud para disfrutar de ella, pero no para protegerla con pánico a perderla ni perseguirla de manera obsesiva. Tenemos que disfrutar con hábitos saludables y, por supuesto, tengo que cuidarme. Pero mi único objetivo en la vida no puede ser intentar mantener una salud absoluta toda la vida. Eso es imposible. Porque si persigo la salud de manera obsesiva, lo que estoy haciendo es perderla. Lo digo tal cual. Perseguir la salud de manera obsesiva es la vía más rápida para perderla. Y en este conflicto vivimos todos en esta sociedad.

M.G.-Todas estas reflexiones me conducen a pensar que el hecho de estar enfermo no lo debemos magnificar, sino que es otra circunstancia más de la vida y punto.

F.F.- Claro. Es que la enfermedad convive con nosotros. Pero te voy a decir más, es que yo puedo tener enfermedades y sentirme sano. En este libro no abogo por estar sin enfermedades. Las enfermedades nos van a tocar antes o después, a unos más, a unos menos, a unos más duras de llevar, y a otros más leves. Pero enfermedades vamos a tener. Pero es que, incluso con enfermedades, te puedes sentir sano. Ese sí que es un concepto de salud que a mí me vale, porque esa es la salud de verdad.

Tengo un montón de pacientes que vienen a la consulta con enfermedades y se sienten sanos, y yo no me atrevería a llevarles la contraria. Yo convivo con mis circunstancias. Llámales circunstancias. Nosotros, como médicos, tenemos que decir si lo que siente el paciente es una enfermedad o no. Eso es problema nuestro. Pero cada paciente, y yo mismo como paciente porque también lo soy, tengo que convivir con mis circunstancias, que me limitan en unas cosas y me permiten hacer otras. Y con mis circunstancias, yo me puedo sentir sano.

M.G.- ¿Y para cuándo la Organización Mundial de la Salud va a cambiar esa definición que tiene sobre salud? Tú lo comentas en el libro. Con esa definición es imposible sentirse sano.


[OMS. La salud es un estado de completo bienestar físico, mental y social]


F.F.- Fíjate que a mí esa definición me genera un conflicto. Por una parte, me encanta que en la definición aparezca el concepto «mental y social». Porque la salud no es algo sólo físico y orgánico. Y esa definición es de los años 50. Que hace 75 años, para hablar de salud se incluyera también la salud mental y la  salud social, eso me parece un avance brutal a mediados del siglo XX. Sin embargo, en pleno siglo XXI, se sigue sin invertir en salud mental. Y la salud social está como está. Pero es verdad que decir que la salud es un estado de bienestar absoluto a todos los niveles físicos, sociales,... Ostras, esto no lo alcanza nadie. Como se dice en el libro, que siguiendo la definición de sano, lo que se dice sano, estaré en algún orgasmo y me dura muy poco. Porque el estado de pleno bienestar mental, social, físico,... Eso, ¿dónde se vende? ¡Eso es imposible! 

M.G.- En el libro recoge diez situaciones, en diez capítulos, para hablar de ciertas cuestiones. Vas constantemente poniendo ejemplos de tal manera que el lector se va a sentir muy integrado, como parte de lo que cuentas, un elemento importante. En fin, que todos esos ejemplos van a funcionar muy bien para empatizar con lo que narras en el libro.

F.F.- Sí. Me parece que eso te va a ayudar a entender. Si te dijera que en un capítulo te voy a explicar cómo se interpreta un análisis, seguramente no te interesaría. Pero claro, cuanto te cuento que estás en tu casa, que son las doce de la noche, que te llega un correo desde la aplicación de tu mutua de salud, para descargarte el análisis, y lo haces, y lo ves todo lleno de asteriscos, te empezarán a sudar hasta las pestañas. Ahí piensas que no estaría mal que supieras lo que significan esos asteriscos. Al final, el ejemplo, la descripción de la situación es para que entiendas que todas esas cosas nos afectan y para que prestes atención al capítulo.


[Si prefieres oír nuestra conversación, dale al play]


M.G.- Pues, te confieso que soy cibercóndrica. Se podría decir así, ¿no? Esto es un clásico. Esto de buscar nuestros síntomas y patologías en internet que, además, siempre nos remiten al mismo punto. Da igual lo que busquemos, siempre nos va llevar a lo peor. ¿Por qué insistimos en utilizar Google como nuestro primer médico cuando sabemos que eso es totalmente contraproduciente?

F.F.- Es inevitable que lo hagamos y de aquí a nada le preguntaremos a la inteligencia artificial. Ya se está haciendo. Fíjate cómo van cambiando las cosas. Pero yo creo que es natural, lógico y defendible el que la gente se informe. Desde el sector sanitario, ni desde ningún otro, el mensaje no puede ser que no miremos en internet. Informarse no puede ser malo. Otra cosa es que sepamos dónde nos estamos metiendo. Una vez que sabemos dónde nos estamos metiendo y miramos los resultados de una búsqueda, vamos a ver que aparecen 157.000 páginas. ¿En cuáles entras?

M.G.- En el primer o segundo resultado.

F.F.- Porque está estadísticamente estudiado que casi nadie llega a la segunda página de resultados. Sólo te fijas en los diez primeros y esos diez están ahí, ¿por qué? ¿Porque son los más fiables? No. Están ahí por el posicionamiento, por las técnicas de marketing y, a veces, por el patrocinio. Así que, cuidado. En segundo lugar, una vez que entro en la página que elijo, tengo que mirar qué tipo de página es. ¿Hay una institución detrás que me dé fiabilidad a esa información? ¿O hay un profesional detrás que me dé fiabilidad? Porque si es que no, lo mejor es que no lea nada. Y aún así, habiendo una institución fiable detrás, una vez que entre, tengo que leer la información con calma. Probablemente me encuentre una descripción de opciones, de probabilidades, donde inevitablemente hay un sesgo que tenemos todos. Y es, si yo leo en esa página muy fiable que hay nueve opciones que son muy buenas pero una es muy mala, la que va a captar mi atención es la mala. Pero no porque yo sea pesimista, sino porque es lo que temo. Y a las doce de la noche, cuando tú estás buscando tu síntoma en Google, en la soledad de tu habitación, y ves que hay una opción que es mala, es la que te hace sufrir, la que te hace perder la perspectiva. Si escuchas cascos, piensa en caballos, y no en cebras. Pues si tienes dolor de garganta a primera hora de la mañana, piensa en una faringitis, y no pienses en cosas más feas. Estos son los problemas de las búsquedas en internet. Tenemos que aprender a buscar en fuentes fiables y a mirarlo todo con calma.

M.G.- Y hablando de fuentes fiables o de fuentes no fiables, también tocas el tema de los influencers y de Instagram, donde se da mucha información. La gente se cree todo a pies juntillas. Eso es un peligro.

F.F.- Bueno, sobre el uso de redes sociales, hay una estadística a nivel nacional que demuestra que aproximadamente siete de cada diez personas que estamos en redes sociales seguimos a uno o varios influencer. Hasta aquí bien. El tema es que ese mismo estudio dice que le damos una alta credibilidad. Todo lo que nos dice esa persona, independientemente de a qué se dedique, nos lo creemos. Es decir, si tú sigues a un influencer porque explica rutinas de ejercicios pero mañana te recomienda que te tomes un complejo vitamínico, o que te pongas una crema para los granos, o que vayas a ver una película, le das la misma credibilidad a todo. Hay que distinguir. Yo sigo a muchos compañeros, gente que admiro, nutricionistas maravillosos y que son auténticos influencers. Si los sigues para asesorarte sobre nutrición, es de lo mejor que puedes hacer en tu vida para cuidar tu salud. O sea, no es un «no» a los influencers. Lo que tenemos que hacer es ser conscientes de que nos llega mucha información y que tenemos que poner ciertos filtros.

Hay una premisa que es muy sencilla. Si la misma persona que te orienta sobre tu salud, sea en redes sociales o en una página web, te está vendiendo un producto a la vez, ten cuidado porque hay cierto conflicto de interés.

M.G.- Las colaboraciones pagadas, que se llaman.

F.F.- Mucho cuidado con la publicidad encubierta. En ese caso, el problema no está en que consumas un producto, que ya tiene un coste para ti. El problema está en que las redes sociales te pueden hacer sentir enfermo y por eso terminas consumiendo el producto.

Me estás hablando de Instagram, una de las redes más utilizadas ahora mismo. Pues ya hay estudios que analizan cómo repercute Instagram a nuestra salud mental, sobre todo en los adolescentes, que son los que más la utilizan. Nos repercute a todos los niveles y disminuye nuestra autoestima, nos genera problemas de conciencia, de imagen corporal,... Los complejos que todos tenemos se ven ahora multiplicados por la visibilidad en las redes sociales. Incluso, está llegando gente a las clínicas de cirugía estética, no ya con la foto de una actriz famosa, sino con una foto propia a la que le ha aplicado un filtro. Eso tiene un nombre. Se llama dismorfia del selfie. Es decir, me he acostumbrado a verme con filtros, que me hace la cara más afilada, que me pone pequitas, que me pone la nariz más puntiaguda,... Y empiezo a identificarme más con mi imagen filtrada que con mi imagen real. Y tanto es así, que quiero parecerme a mi yo filtrado. Esto es una realidad y con esto no digo que no se utilicen las redes sociales. Yo soy un fan de las redes sociales, pero creo tenemos que ser conscientes de qué riesgos tiene para nuestra salud.

M.G.- Esto que me estás contando es espeluznante.

Bueno, también hay que tener en cuenta que hay cosas que consideramos enfermedades cuando no lo son.

F.F.- Sí, la no enfermedad o convertir en enfermedad lo que no es. A día de hoy fácilmente podemos ver que se habla mucho del síndrome pre-menopausia. Síndrome es una enfermedad y, que yo sepa, todas las mujeres, si viven lo suficiente y lo esperable, lo lógico es que, al igual que un día les vino la regla, otro día se les retire. Pero eso no es una enfermedad. Podrá tener molestias, incomodidades pero no es un síndrome. Pero eso no quiere decir que no merezca atención su circunstancia, pero no hay que hacerla sentir enferma. Simplemente es un proceso natural. ¿Acaso el envejecimiento es una enfermedad? ¿Por qué hay medicinas antiaging? Envejecer no es una enfermedad. Claro que, con 90 años te saldrán cositas porque no conozco a nadie de esa edad que se mueva como uno de 15. Nada de eso son enfermedades. Nos empeñamos en encontrarle un nombre a todo, buscar un diagnóstico a todo porque queremos cargar la mochila con diagnósticos, a medida que vamos cumpliendo años.

Ahora también nos enfrentamos a un problema de medicalización de la vida. Porque, ¿cuántos problemas que hoy día catalogamos como problemas mentales son simplemente la propia vida? El saco de la salud mental es muy grande y, por supuesto que requiere mucha atención, mucha inversión y recursos, pero cuidado porque, a veces, esos supuestos problemas de salud mental son sólo problemas sociales. Por ejemplo, pasar una mala racha económica y no llegar a final de mes; que la coordinadora de tu trabajo te tenga explotada; que una persona de tu familia esté enferma;... Todo eso hace que te angusties, que sufras, que no duermas, que estés intranquila, que no tengas apetito. Y si quieres buscar un diagnóstico a todo eso podemos hablar de trastorno de adaptación, de ansiedad, de insomnio,... Le podemos poner mil etiquetas. Pero lo que te pasa es una preocupación lógica por algo que te está ocurriendo. Y ese malestar, ese sufrimiento, no se arregla con pastillas ni con psicoterapia. 

Estoy cansado de escuchar eso de que el psicólogo le viene bien a todo el mundo. Mire usted, pues no. Afortunadamente no hay que ir al psicólogo a hacerse una ITV. Si llega un momento en el que me hace falta un psicólogo o una psicóloga, perfecto, porque hacen una labor estupenda. Pero eso de que todos tenemos que ir al psicólogo, pues no. Igual que no todos tenemos que ir al médico, o al fisioterapeuta. Y lo peor es que la búsqueda de un psicólogo responde a veces a algo perverso, a algo que te genera la sociedad. Porque alguien te dice que deberías saber gestionar lo que te está pasando. O sea, ¿me estás diciendo que tengo un montón de marrones en mi vida, que esto no hay quien se lo trague, que estoy pasando una racha terrible, y que el problema es mío porque no lo sé gestionar? ¿Que tengo que ir a un psicólogo para que me ayude a gestionar que mi jefe es para matarlo? Pues mira, menos psicólogo y más sindicato. Porque hay mucha gente con problemas laborales serios, que trabajan el doble de horas de las que cobran, en unas condiciones que no deberían ser, y que llegan a las consultas con ansiedad, con angustia, con fobias, con insomnio. ¿Y qué hacemos? Los mandamos a todos al psicólogo. Pero, a lo mejor, lo que habría que hacer es revisar la situación laboral de esa empresa. Esto es algo que me pasa mucho en la consulta. Pacientes que llevan un tiempo de baja por circunstancias insostenibles y me cuentan que en su empresa, la mitad de los trabajadores están igual. El problema está en que el sistema sanitario es el desagüe de todos los problemas sociales, a los que no se les da otra solución. Al final, a mucha gente, lo único que les queda es hablar con su médico de familia. Es una de las virtudes que tenemos. Ahí estamos para lo que necesiten pero, como médico, ves que se le está tratando de dar solución desde la salud a problemas que son sociales, problemas que no son puramente médicos. Pero para resolverlos de manera correcta hacen falta recursos.

M.G.- Y, al hilo de lo que comentas, de esas enfermedades que no lo son, también mencionas que solemos tener un nuevo síntoma cada cuatro días y hablas también de la hipervigilancia y nos propones que apliquemos el PTI. ¿Qué es eso?

F.F.- El PTI es maravilloso. A ver, seamos conscientes de que tenemos muchos síntomas. Aproximadamente, un adulto tiene un síntoma cada cuatro días, así que puede ser que, en una semana, te toquen dos. Habrá semanas que sean mejores y semanas que sean peores. Pequeños síntomas, pequeñas cositas. Pero, si a todos los síntomas les prestamos atención, no nos queda tiempo para vivir. O estamos atentos a los síntomas o vivimos, pero las dos cosas a la vez es muy difícil. ¿Y qué tenemos que hacer con los síntomas? Bueno, pues prestarles la atención justa y esto lo podemos ver de dos maneras. Una, como te propongo yo, con el PTI -paciencia y tolerancia a la incertidumbre-. Si te pincha la espalda, pues paciencia porque, a lo mejor, mañana ya no te pincha. Y mucha tolerancia a la incertidumbre porque, si te sigue pinchando y no sabes qué es, no te alteres. Hay que aprender a vivir con no saber exactamente la causa de todo. No tienes que saber al 100% el porqué de lo que te está pasando. 

Y luego, la otra manera es la de mi madre. Mi madre tiene cuatro hijos. Ella sabe lo que es tener hijos y criarlos. Algunas veces, cuando se enteraba de alguna trastada que hacían mis hermanos o yo, ella decía que una madre se da cuenta de todo pero no siempre se da por enterada. Eso es lo que podemos hacer también con los síntomas. Tú te vas a levantar por la mañana y vas a notar que te duele la garganta, que tienes un poco de mocos, que estás ronca,... De todo eso te vas a dar cuenta pero no te des por enterada, no le prestes atención. Hay que prestar atención únicamente cuando realmente se requiera porque el síntoma se vuelva más intenso, porque evidentemente tengas datos para pensar en gravedad, o porque se prolongue en el tiempo. Así que llamémosle PTI o llamémosle sabiduría materna, pero cualquiera de las dos creo que nos da la misma clave.

M.G.- En una parte del libro hablas de los niveles de atención arterial, que han ido variando con el tiempo. Ha pasado lo mismo con el umbral del colesterol. Antes era más alto y lo han bajado. ¿Por qué lo que hoy es normal, mañana no lo es?

F.F.- Te diría que no siempre hay la suficiente evidencia científica detrás de esos cambios. Y aquí, no lo olvidemos y no nos engañemos, hay un poder importante de la industria farmacéutica. Si yo mañana bajo diez puntos la cifra de colesterol normal, si digo que el límite es 220, pero mañana nos reunimos y decidimos que el límite es 200, al bajar 20 puntos, inmediatamente y de manera automática, he hecho que tenga el colesterol alto, millones de personas en el mundo, que ayer lo tenían normal. Todos los que ayer tenía 215 de colesterol y era normal, hoy lo tienen alto. Ostras, ¿acaba usted de crear millones de potenciales pacientes con colesterol alto? Sí. ¿Por qué? Porque he movido la rayita de la cifra normal. Y esto tendría sentido si gracias a esa modificación se toman medidas que realmente demuestran que van a mejorar tu salud, pero esas medidas no siempre están detrás. De hecho, hay guías que dan una cifra y guías que dan otra. Por lo tanto, hay que ser muy estricto con la aplicación de estas cosas, porque a veces pequeños cambios de parámetros crean legiones de pacientes por un cambio de paradigma. Y por eso hablo en el libro de muchas cosas, pero a los primeros a los que doy mucha caña es a nosotros mismos, a los médicos. No debemos de etiquetar de enfermos a personas que, a lo mejor, no lo son, porque eso tiene consecuencia a nivel de vivencia, a nivel de tratamiento, y hay que ser muy estrictos.

La hipertensión, en sí misma, no es una enfermedad. Es un factor de riesgo, pero la asumimos como enfermedad. ¿Qué significa factor de riesgo? Pues que tener la tensión alta y no se controla, aumenta el riesgo de que, con el paso de los años, tengas algunas complicaciones, como problemas cardíacos, problemas cerebrales,... Perfecto. Tengo que controlar la tensión para prevenir una enfermedad. O sea, estamos en una fase de prevención de enfermedad. Pero automáticamente asumimos que la hipertensión en una enfermedad, bailamos la cifra, y olvidamos cosas importantes. Pero si es que haciendo ejercicio, bajando de peso, y disminuyendo el consumo de alcohol, la tensión baja de media a dos puntos. No lo olvidemos.

M.G.- Otros capítulos interesantes del libro. Supermercados que parecen farmacias y farmacias que parecen supermercados. Y es verdad que, en estos establecimientos, nos llaman la atención ciertos productos que se suponen que mejoran nuestra salud y lo mismo, no es así.

F.F.- En un supermercado, todos los embalajes de los productos están orientados directamente a condicionar nuestra compra, por cuestiones de marketingNos hacen pensar en enfermedad, nos hacen pensar en prevenir enfermedad, o en aliviar una enfermedad. Y por lo tanto, al hacernos pensar en esto, condiciona nuestra elección. Por ejemplo, cuando tú quieres elegir un yogur, tú quieres un yogur y ya, pero ves que lo primero que te dice la industria es: ¿qué enfermedad quiere usted mejorar? ¿Usted quiere que el yogur le suba las defensas, le fortalezca los huesos, le baja el colesterol, le ayude a ir al baño? ¿Qué yogur quieres? Pues yo solo quería un yogur para comérmelo de postre, con una frutita. No, no, tienes que elegir una enfermedad para saber qué yogur elegir. Eso me parece perverso. Yo vengo a comprarme un yogur y ya está. Pues esa amenaza de la salud lleva a condicionarnos con algo preocupante. Y los mensajes intentan hacer aparentar como saludable un alimento que no lo es. Eso se consigue con los productos «con» y los productos «sin». Es decir, tú piensas que un producto es saludable por el hecho de que le hayan quitado o puesto algo.

Los nutricionistas lo dicen muy claro y lo explican muy bien. Ellos dicen que tenemos que tener cuidado con lo que se llama nutricionismo. Se trata de no ver el valor integral del alimento, sino de asumir que ese alimento es bueno o malo por un nutriente concreto. Eso no es así. Hay que mirar el conjunto. Si tú mañana quieres comprar una crema de cacao para untar, buscas una que no tenga aceite de palma. Y lo ponen en grande, «sin aceite de palma». Tú ves eso y piensas que esa crema es buenísima porque no lleva aceite de palma, algo que llevas escuchando que es muy malo.  ¿Y está bien que no lleve aceite de palma? Sí, muy bien. ¿Pero eso lo convierte en una opción saludable como merienda? Pues no, porque no lleva aceite de palma pero sí lleva otros ingredientes perjudiciales, azúcares, grasas saturadas,... ingredientes que no son recomendables tomar, salvo excepcionalmente. Aunque yo le quite un ingrediente, eso no convierte el alimento en saludable. 

Por otro lado, es que también, a veces, hay trampas. Por ejemplo, los productos sin azúcar. Lo ponen bien grande en la etiqueta. ¡Qué bien, sin azúcar! Pero claro, si le quitan el azúcar, el alimento se vuelve triste, así que le añadimos un montón de edulcorante y grasas. Por lo tanto, aunque ponga sin azúcar, no quiere decir que sea saludable. Por mucho que le quites, lo que realmente deberías quitar es la bollería industrial. Pero lo mismo pasa con el «con». Lo vemos en un montón de alimentos destinados para los niños. Esto me parece especialmente cruel porque esas madres, preocupadas por la salud de sus hijos, van al supermercado y empiezan a encontrarse productos no saludables como galletas, cereales de desayuno, bollería, con mensajes de «con cinco vitaminas e hierro». Y esa madre piensa que eso es buenísimo para su niño. Pero es que, por mucho que tú le añadas vitaminas a algo no saludable, va a seguir siendo no saludable. Las vitaminas están en la fruta. No hace falta que te las comas de un bollo. 

M.G.- Fernando, pero yo digo una cosa. Si hay productos que, por ejemplo, van destinados a bajar el colesterol y no lo bajan, ¿ahí nadie mete mano? ¿Las organizaciones sanitarias no hacen nada al respecto?

F.F.- Bueno, lo primero que debemos hacer es ser conscientes de que, para mejorar nuestra salud, no hace falta ningún producto con un logo. Hay que irse al mercado. Tú vas al mercado, vas a tu frutero de referencia, y le preguntas qué hay de temporada. Y te dice, pues la sandía, los melocotones, las uvas,... Y luego te vas a por verduras y lo mismo. Y de ahí, a la pescadería. Y luego a por legumbres,... Ahí está la esencia de la salud. Porque, cuando nos metemos en el mundo del etiquetado y los reclamos, debemos tener cuidado. Cuidado porque, además, hay mucha letra pequeña. De hecho, hay que coger una lupa, y los que tenemos cierta edad, ya ni eso. Se están poniendo de moda las app para leer etiquetas. Y está bien leer etiquetas pero si tenemos que leer muchas etiquetas, igual es que estamos comprando mucho producto etiquetado. 

En esto que te comento hay mucha estrategia. Por ejemplo, imagina que quieres añadir un micronutriente a un alimento, uno que ayude a mejorar nuestro sistema inmunitario. Imagínate que añado un 15% de vitamina B6, reconocida por instituciones europeas como necesaria para el normal funcionamiento del sistema inmunitario. Si hago eso, puedo poner en el embalaje que ese alimento ayuda al normal funcionamiento del sistema inmunitario. Y si hago un poquito más la trampa, digo que te suben las defensas. No es lo mismo, pero me escapo un poco de la normativa. Pero vamos, que vitamina B6 tiene un plátano y no le hace falta etiqueta. Así que, hecha la ley, hecha la trampa. Son afirmaciones legales, pero poco éticas.

M.G.- Cuentas muchas cosas interesantes en este libro, Fernando. Otra cuestión que me gusta que menciones, el pensamiento positivo. No puedes obligar a la gente a tener un pensamiento positivo simplemente porque no debes estar agobiado.

F.F.- Las tazas de desayuno lo aguantan todo. Y los sobres de azúcar, también. Esto es psicología barata que, en vez de ayudarte, lo que hace es que te sientas peor. Aunque si a ti te ayudan de manera natural, pues perfecto. Si eres un optimista patológico y todo lo malo eres capaz de verlo bueno, pero de manera innata, ¡ole, por ti! Pero, si no te sale, forzarlo no funciona.

M.G.- No funciona, no. Bueno, Fernando, lo dejamos aquí. Como siempre, un placer. Y nos vemos en el próximo.

F.F.- Por supuesto.


Sinopsis: Vivimos bombardeados por mensajes que nos hacen sentir enfermos. Todo lo que nos rodea nos insta a tomar medidas para mejorar nuestra salud, desde los relojes inteligentes, pasando por los anuncios de productos saludables -y no tanto- o los chequeos de salud hasta el propio buscador de Google, a quien consultamos sobre nuestros síntomas aun a riesgo de empeorarlo todo.

La enfermedad vende y, si el precio es que dejes de sentirte sano, lo vas a pagar. ¿Tienen esa capacidad? No lo dudes. La trampa es perfecta: una sociedad que idealiza la salud y, al mismo tiempo, te hace sentir enfermo. ¡Ahora vas y lo gestionas!

El doctor Fernando Fabiani alza la voz contra esta obsesión con la salud perfecta y nos invita a analizar cuánto de verdad y cuánto de negocio hay en cada uno de los mensajes, reclamos y recomendaciones que unos y otros nos aconsejan integrar en nuestro día a día con la excusa de mejorar nuestro bienestar.

¿Estás dispuesto a rebelarte? Tu salud va en ello. 


lunes, 16 de octubre de 2023

CERTAMEN DE NOVELA HISTÓRICA ❝CIUDAD DE ÚBEDA❞ (del 18 al 22 de Octubre, 2023)

Quedan tan solo unos días para que dé comienzo el Certamen Internacional de Novela Histórica ❝Ciudad de Úbeda. El próximo 18 de octubre se dará el pistoletazo de salida a lo que será la 12ª edición y, como viene siendo habitual, el programa de actividades no puede ser más atractivo y estimulante. 


[Autor: Juan Carlos Quesada]



Por si no lo sabéis, este certamen nació en el año 2012. Teniendo su sede en la ciudad de Úbeda (Jaén), arrancó como un premio literario de novela histórica y fueron los autores Salvador Compán y Jesús Maeso de la Torre, los encargados de inaugurar oficialmente el evento, el día 19 de noviembre de 2012. Con el paso de los años, el Certamen Internacional de Novela Histórica ha ido creciendo y afianzándose, convirtiendo la ciudad de Úbeda en un escaparate imprescindible para la novela histórica, congregando a editores, lectores y escritores cada año.

Por las calles de la ciudad de los cerros han pasado nombres nacionales e internacionales de la talla de Jesús Sánchez Adalid, Espido Freire, Paloma Sánchez-Garnica, Santiago Posteguillo, Juan Eslava Galán o Luis Zueco, rostro habitual en este certamen. 

Y en esta doceava edición, el Certamen Internacional de Novela Histórica  ❝Ciudad de Úbeda❞ cuenta con la siguiente programación:



[clic aquí para verlo a mayor tamaño]


Entre los escritores que han confirmado su asistencia figuran [pincha en el nombre del autor para ir a la correspondiente entrada en el blog del certamen]: José Zoilo (La frontera de piedra, Edhasa; ganadora del Premio de Narrativa Histórica de Edhasa 2023 ), Carmen Mola (El infierno, Planeta), Luis Zueco (El tablero de la reina, Ediciones B), Javier Pellicer (El tesoro de la Girona, Edhasa), Espido Freire (La historia de la mujer en 100 objetos, La esfera de los libros), Juan Tranche (Gladiadoras, Planeta), entre otros muchos. Más de 30 autores estarán presentes en este certamen.






El punto internacional lo podrán la presencia de Lindsey Davis que recibirá el Premio Ivanhoe 2023 por su aportación a la novela histórica. También se contará con la asistencia del italiano Andrea Fedriani, que viene a presentar El último César (New Compton Editores) y además, Roberto Lapid y María Rosa Lojo hablarán de la novela histórica en Argentina, así como Laura Martínez-Belli, que hará lo propio con la novela mexicana.

Pero no solo tendremos presentaciones y firmas de libros. Este certamen, que mantiene una extensa actividad a lo largo de todo el año, y no solo en los días grandes, ha preparado también un programa de escenificaciones históricas,  pudiendo asistir a las recreaciones de la ejecución de Riego o a combates entre gladiadores.



[clic aquí para ver la imagen a mayor tamaño]


En cuanto a los premios, la organización comunicó el pasado 14 de junio que el XII Premio de Novela Histórica «Ciudad de Úbeda» quedaba desierto, pues el jurado no ha encontrado «ninguna novela, pese a las virtudes de las finalistas, que se adecuara plenamente a la definición de novela histórica y que cumpliera los requisitos de excelencia que consideraba el jurado necesarios»

No obstante, durante esos días sí se hará entrega del Premio «Los Cerros de Úbeda» que, en esta ocasión, ha recaído en el autor David B. Gil por su novela Forjada en la tormenta, considerada la mejor novela histórica publicada.

Por mi parte, será la primera vez que asista a este certamen. Me hace especial ilusión formar parte de este evento. Además, tendré la oportunidad de acompañar al autor Carlos Fidalgo, en la presentación de su última novela El baile de fuego (La esfera de los libros), una novela que ya he empezado a leer. Estoy convencidísima de que este libro gustará mucho a los lectores.

Si queréis saber más sobre este certamen, os animo a seguir su blog, o a visitar sus perfiles en redes sociales (Twitter - @CINHDe // Instagram - @certamen_novela_historicaubeda // Facebook - Certamen Internacional de Novela Histórica "Ciudad de Úbeda")

Si todo marcha bien, ¡nos vemos en Úbeda!