jueves, 29 de septiembre de 2022

Presentación "ADIOS, PEQUEÑO" de Máximo Huerta en Sevilla

El pasado 21 de septiembre tuvo lugar la presentación de la novela Adiós, pequeño de Máximo Huerta, en Sevilla. Con este título, el autor de Buñol recibió el Premio de Novela Fernando Lara 2022, durante la celebración de una gala que tuvo lugar en los Reales Alcázares de Sevilla la pasada primavera. 

Vuelve Huerta a la capital hispalense para presentar formalmente la novela. Así, acompañado por las personalidades de las instituciones que respaldan el premio, por personal de la editorial Planeta y, sobre todo, por los lectores, acudió el autor a la cita convenida en la Cámara de Comercio de Sevilla. 

Se inició la presentación con las intervenciones de Ana Gavín, Directora de Relaciones Editoriales del Grupo Planeta y de Javier Pena, Director Territorial de la Fundación Axa. En sus breves disertaciones, hablaron de la trayectoria del premio y del apoyo que este ha recibido siempre de las instituciones que lo patrocinan. Igualmente se hizo una semblanza de la novela, que ya va por su cuarta edición. Tras los agradecimientos a los patrocinadores y asistentes, los verdaderos protagonistas de este acto, el periodista Jesús Vigorra y  el autor Máximo Huerta, tomaron asiento.




«Sevilla solo me trae buenos recuerdos, literarios y personales», apuntó el autor como primera intervención. En un primer compás, Vigorra y Huerta recordaron aquella noche de primavera en la que se otorgó el premio, lo que dio pie a entrar en cuestiones íntimamente relacionadas con el argumento de la novela. 

La figura de la madre

«Mi madre hubiera sido más feliz si yo no hubiera nacido». Esta es una de las frases contundentes que podemos leer en Adiós, pequeño. Máximo Huerta recalcó que esta novela no hubiera existido si su familia hubiera sido feliz y modélica. «Y tampoco hubiera leído tanto porque el hecho de nacer en una familia en la que había dos planetas que orbitaban en dos órbitas absolutamente distintas me hizo ser muy lector». Confesó además que en su habitación encontró ese refugio necesario pero, a la vez, aquel espacio se convirtió también en una prisión. «Resultado de aquella familia soy lo que soy».

La figura de la madre, la madre en esta novela y la madre del autor, estuvo muy presente a lo largo de toda la conversación que Huerta mantuvo con el presentador del acto. El autor compartió con los asistentes las manías de su madre, la de romper todas las fotos que retratan el pasado posterior al nacimiento del hijo. «Mi madre era una chica feliz y alegre antes de nacer yo. Pero en la primera foto que aparezco, dejó de sonreír». Sin embargo, manifestó que el amor que madre e hijo sienten el uno por el otro es incondicional, un cariño y una devoción que fácilmente se advertía en las palabras del autor, cuando nos hablaba de su madre. Señaló además que en muchas ocasiones se había preguntado qué hubiera sido de su madre si él no hubiera nacido, si ella no se hubiera quedado embarazada del que después sería su padre, si su madre hubiera continuado su viaje con Alejandro, aquel joven con el que ella quiso bailar una canción de Raphael en un baile de pueblo. «Estoy seguro de que muchos lectores, cuando acaben la novela, se preguntarán qué habría sido de sus madres en otras circunstancias»

¿Por qué escribir esta historia justo ahora?

Cuando se llega a los 50, «en esa falsa mitad, uno se encuentra más libre y ha leído más». Declaró que, en un arranque de vanidad, y viendo que Luis Landero o Fernando Marías ya habían escrito sobre su padre, él pensó que también podía escribir la historia ya escrita en su interior. «Las grandes historias tienen personajes invisibles, de los que nunca nadie ha hablado». Aseguró que resulta muy fácil hablar de los hombres y mujeres importantes del mundo pero que era muy difícil hablar de una señora a la que, posiblemente, no le había ocurrido nada significativo en su vida. «Yo nunca vi a mis padres cenar juntos, nunca los vi darse un beso, nunca le vi a él regalarle algo a ella». Sin embargo, a Máximo todo aquello le parecía normal. Es lo que había conocido toda su vida.  «Yo creía que las familias funcionaban así. Y resulta que algunas no»

Destacó que en esta novela, la palabra más importante es el silencio, el silencio de su madre, de su abuela, ese ahínco porque todo lo que ocurriera quedara en casa, que nada se supiera en la calle. «Hay pueblos que han sobrevivido gracias al silencio. Hay familias que han sido felices gracias al silencio y el mantener las cosas en silencio ha sido su único patrimonio». Como escritor, narrar ese silencio que se respira en la novela ha sido lo más difícil. «Aunque llegados a los 50, lo mismo uno tiene más soltura para caminar por esa historia que me parecía bonita de contar, dura, complicada». Son muchos los lectores que se han visto reflejados en esta historia, «los que cuidan a sus padres, los que dejaron de cuidarlos, los que algún día los cuidarán». Toda esa universalidad es la que la convierte en una novela atemporal. 



[Si quieres escuchar parte de la presentación, dale al play]


Este libro lo escribo por miedo a la muerte

Máximo Huerta se ha convertido en el cuidador de su madre, de Clara Hernández. «He escrito este libro antes de que a ella se le olvidara la historia. Este libro lo escribo por miedo a la muerte». Se queja el autor de que, los seres humanos, a pesar de ser tan conscientes de que la muerte llega, no sabemos aprovechar los años de vida, no decimos «te quiero», ni todo aquello de lo que luego, cuando es tarde, nos arrepentiremos de haber guardado dentro. Pero, «en este libro no se juzga a nadie».

La infancia

Añadió que siempre se piensa que en la infancia nada malo puede ocurrirte. «Bienaventurados los niños felices»Cree que tenemos idealizada la infancia, que pensamos que todo es dicha y felicidad en esos años tiernos pero muchos niños viven con unos padres complicados, con miseria, con dificultades, con pobreza. «Hemos construido unas infancias que solo son de Disney»

Frases de la novela



«El día que nací yo, murió mamá»



«Nací cuando mis padres no se querían»



«Sólo una madre puede pensar que estás peor
que ella, tumbada en la mesa de un quirófano»

 


Antes de terminar, el autor aclaró que esta novela es una ficciónEs la historia de una mujer y un hombre, cuando ella, paseando por el pueblo, descubre que está embarazada. «A él apenas lo conocía de tres bailes. Y, a partir de ahí, tienen que empezar a vivir juntos sin conocerse». Los nombres de aquellos a los que realmente amaron también figuran en la novela. Incluso, uno de ellos aparecerá en el último día del relato. Adiós, pequeño es una historia que le salió de las tripas, aunque no tenía intención de publicarla. «La escribí por el mero hecho de hacer conservas, y lo que ha pasado es que cada lector ha abierto su propio bote de conservas».

Así llegamos al final de esta presentación, en la que Máximo Huerta habló libremente, manifestando un gran sentido del humor, incluso en los temas más delicados. Un encuentro que estuvo lleno de anécdotas familiares y viejos recuerdos. 

Sinopsis: Cuando el pasado vuelve cargado de silencios.

«Mi madre habría sido más feliz si yo no hubiera nacido.» Así arranca el desgarrador testimonio de un escritor enfrentado a la más dura de sus narraciones, la de su propia vida. Asaltado por los recuerdos mientras cuida a su madre enferma, el pasado se le presenta con vacíos que no logra llenar.

A través de silencios y de un gran talento para la observación, el autor desnuda su intimidad y nos obsequia, con belleza y maestría, el retrato de un país y una época desde su propio universo familiar. Lo acompaña como confidente su vieja mascota, una perrita leal y encantadora.

Descubrir por qué elegimos amar a quien no amamos exige una sinceridad implacable, y eso es lo que no falta en este hermoso relato de despedida. Adiós, pequeño es la reconstrucción emocionante de una infancia en la que todos, abuelos, padres e hijos, han callado demasiado.

Cuando el pasado vuelve cargado de silencios.



miércoles, 28 de septiembre de 2022

BUENA SUERTE, LEO GRANDE (COMEDIA - 2022)

Año: 2022 

Nacionalidad: Reino Unido

Director: Sophie Hyde

Reparto: Emma Thompson, Daryl McCormack, Isabella Laughland, Charlotte Ware, Carina Lopes, Les Mabaleka, Lennie Beare

Género: Comedia

Sinopsis: Nancy Stokes, una maestra de escuela jubilada, anhela algo de aventura y sexo. Buen sexo. Su difunto marido Robert le proporcionaba un hogar, una familia y algo parecido a una vida, pero nunca tuvo buen sexo de él. Ahora que hace tiempo que Robert falleció, Nancy pone en marcha su plan y contrata a un joven gigoló que responde al exótico nombre de “Leo Grande”. En una habitación de hotel anónima, Nancy recibe a Leo. Su aspecto es tan bueno como el de su foto, pero lo que ella no esperaba era una gran conversación. Nancy descubre que le gusta. Y a él le gusta ella. Con una gran confianza sexual, Nancy empieza a relajarse. En el transcurso de su encuentro, la dinámica de poder cambia y las máscaras de los personajes empezarán a desmoronarse.

[Fuente: Filmaffinity]


Un aplauso por esas actrices maduras que no tienen pudor alguno al desnudarse totalmente ante la cámara. Pero un aplauso aún mayor por esos directores (una directora, en este caso) que cuentan con ellas para mostrarse tal y como vinieron al mundo ante millones de espectadores, sin importar la edad que tengan. Y digo esto porque Emma Thompson hace un desnudo integral en Buena suerte, Leo Grande. No hace mucho ya vimos en No mires arriba a Meryl Streep corriendo por lo que parecía un edén, mostrando su cuerpo al natural, aunque parece que a su compañero de reparto, Leonardo DiCaprio, no le hizo mucha gracia esta escena. Bueno, en realidad no fue así la cosa. La mujer que vemos en esa escena no es Meryl Streep sino una doble de cuerpo. Y a DiCaprio, lo que no le pareció bien fue que una actriz de su talla, una grande del cine, tuviera que hacer una escena de ese tipo. Manifestó que, aunque se haya utilizado una doble, el espectador no podrá desvincular ese cuerpo desnudo con el de la Streep. Y digo yo, ¿y qué pasa?, ¿qué malo hay en que nos imaginemos que ese cuerpo es el de la reina del cine, como el actor la llama? Me parece una argumentación lastimosa. ¿Qué pensáis al respecto? A mí sinceramente no me produjo ningún rechazo la escena, no por ello ha dejado de gustarme Mery Streep, ni he dejado de considerarla una gran actriz. Más bien es al revés, porque lo que hacen actrices como Emma Thompson (y es su auténtico cuerpo el que vemos en pantalla) me parece una maravilla. Pero os cuento más sobre Buena suerte, Leo Grande, no sin antes recomendaros que no leáis la sinopsis. ¿Lo has hecho ya? ¡Cachis! Bueno, sigamos.

Nancy (Emma Thompson) es una mujer de unos sesenta años, viuda y madre de dos hijos. Profesora de ética jubilada, es una mujer muy conservadora. Se nota inmediatamente en el vestir, en la forma de peinarse, en su discreto maquillaje. Nancy acude a la habitación de un hotel donde se ha citado con Leo, un gigoló al que ha contratado. Acercándose al crepúsculo de sus días, Nancy quiere hacer todo aquello que nunca ha hecho. Concretamente, quiere vivir la sexualidad en todo su apogeo, experimentar con su cuerpo y con el cuerpo de un compañero. A los sesenta años su experiencia sexual es minúscula y monótona. No ha conocido otro hombre más que a su marido y con él, los escarceos sexuales eran de sota, caballo y rey. Lo que Nancy quiere realmente es tener un orgasmo porque siempre los ha fingido. No parece que su marido se percatara de su pantomima y si se dio cuenta, no parece que le importara. Así que, dispuesta a poner en marcha su plan, toma la decisión de acostarse con otro hombre, previo pago por los servicios, una decisión que le lleva años y que ejecutará con bastante esfuerzo y dudas.

Buena suerte, Leo Grande narra cuatro encuentros amorosos, en los que Nancy irá aprendiendo a liberarse de los grilletes transparentes que la han atenazado durante toda su vida. Por su parte, Leo conocerá a una mujer extraordinaria, ilusionada y turbada a partes iguales ante el mundo que se abre ante ella. Leo sentirá una gran ternura por Nancy, a la que guiará en el complicado camino que ella ha decidido emprender. Paulatinamente, y una vez que la confianza empieza a instalarse entre ellos, ambos se irán abriendo poco a poco, sacarán lo más profundo de su ser, profundizarán en sus sentimientos, se desnudarán emocionalmente y, tras un momento de tensión en el que aflora la verdadera naturaleza de cada uno, llegará un final sanador y liberador.

A grandes rasgos, este es el argumento de Buena suerte, Leo Grande pero...

...qué me ha gustado de esta película.

La película arranca in media res, sin que sepamos muy bien qué está pasando. Las escenas iniciales nos muestran a una mujer llegando a una habitación de hotel. ¿Está de viaje? No lo sabemos pero parece algo nerviosa. Por otra parte, veremos también a un hombre tomar una taza de café en una cafetería. Hasta aquí todo normal pero, ¿quiénes son?, ¿qué conexión tienen? Tendremos que averiguarlo por nosotros mismos porque no hay una introducción previa y eso me gusta. El espectador tiene que ir atando cabos, ir descubriendo por sí mismo qué une a estas dos personas tan dispares.

Buena suerte, Leo Grande es una película sencilla pero ahonda en cuestiones personales, muy íntimas, que nos harán reflexionar, a la vez que reflexionan los propios personajes. En este largometraje se abordan las ganas de expansión de una mujer madura que lleva toda su vida volcada en los demás, sin pensar en sí misma, en lo que ella quiere, en lo que desea, en lo que le pide su cuerpo. Nancy quiere experimentar, sentir placer por una vez en su vida, antes de que sea demasiado tarde. En esa línea, la cinta nos propone profundizar en los anhelos de una mujer encaminada hacia la vejez. Se hará un retrato sobre la represión de la mujer frente a lo que sería la naturalidad del sexo. ¿Qué piensa Nancy sobre la vida que ha tenido? ¿Acaso la ha desperdiciado? A cierta edad, ¿el sexo ya está vetado? 

En cuanto a Leo, es interesante señalar que Buena suerte, Leo Grande va a indagar en las relaciones materno-filiales a través de este personaje. La película quiere analizar otra gran cuestión: la decepción. Si bien Nancy mantiene una relación más o menos buena con sus hijos, -aunque la opinión que tenga de ellos deja mucho que desear en según qué momento-, el drama de Leo tiene mucho que ver con lo que una madre espera de sus hijos. Para Nancy, el punto de vista de Leo supone una gran ayuda a la hora de comprender a sus vástagos y la forma en la que se han relacionado hasta ahora. Y a su vez, el hecho de que Nancy sea madre también permitirá que Leo vea su situación desde otro ángulo, le ayudará a quitarse la máscara que se puso un día, cuando creyó que el error lo había cometido él. Ser madre no te exime de equivocarte.

No obstante, la película plantea también otro tema de interés, que se ha venido debatiendo a lo largo de décadas. ¿Se deberían de legalizar los servicios sexuales? Nancy tiene claro que la labor de Leo es casi un servicio social. Más aún, es como si uno fuera al médico para curarse interiormente. 

En este largometraje, Nancy y Leo son personajes que se complementan. La película no funcionaria igual si uno tuviera más protagonismo que el otro, si uno eclipsara al otro. Los cuatro encuentros que se narran sirven también como diván de un psicoanalista en el que cada uno de ellos expone sus miserias. Pero ojo, no estamos ante una película triste. Más bien todo lo contrario. De hecho, hay pasajes cómicos, con un humor elegante, que no te arrancará una carcajada pero sí dibujará una sonrisa en tus labios. Aun así no falta el drama porque, de otro modo no habría película, no habría tensión.

Personajes e interpretación

Nancy ha vivido toda su vida encajonada entre las cuatro paredes de la moralidad. Se casó con Robert y tuvo dos hijos con él. Su esposo era un buen hombre pero tremendamente aburrido. Y encima se ha llevado toda su vida dando clases de ética, diciéndole a sus alumnas qué era lo correcto y qué no. «La falda dos centímetros más baja, por favor». Es decir, Nancy ha tratado de inculcar a los demás toda esa moralina de la que ahora ella quiere huir.

El matrimonio entre Nancy y Robert es un retrato de aquellos en los que todo es mecánico. Dormir, levantarse, ir a trabajar, comer, cuidar de los hijos y si toca sexo que sea sólo los sábados por la noche, de diez a diez y media. Hay una escena maravillosa en la que Nancy describe cómo era el sexo con su marido, un pasaje que no solo se da en las parejas maduras que llevan muchas décadas juntas, sino que también se puede producir entre aquellas más jóvenes, sometidas a la tiranía de la productividad, del escaso tiempo libre, del látigo de la sociedad. La llama titila levemente y amenaza con extinguirse y ¿qué vas a hacer a estas alturas de tu vida? Nancy tira pa'lante y calla. Martirizada por las convicciones sociales, por lo que los demás le han dicho que está bien visto y lo que no, por los principios de una generación que han enmudecido a las mujeres y las ha arrinconado, que no les han permitido vivir, Nancy quiere romper ahora con todo eso. 

Metódica y organizada, los encuentros con Leo están tan encajonados como lo ha estado ella toda en su vida. Ciertas conversaciones la incomodan, se espeluzna al imaginarse cosas porque no le gustan las modernidades, ni las sorpresas, y mucho menos las perversidades. Es muy tradicional y le gustan las cosas como siempre han sido. Para ella es muy difícil dejar de escuchar en su cabeza: Esto no se dice. Esto no se toca. Esto no te lo toques. Para Nancy, su cuerpo es un auténtico desconocido, con  rincones que hay que ocultar porque mostrarlos, tocarlos, exponerlos a la plena luz del día es una inmoralidad. Así que, tendrá que aprender a dejarse llevar, a fluir, a conectar con su cuerpo y a quererse porque ahora, si se mira, solo ve un cuerpo ajado y mancillado por el paso de los años. ¿Cómo una mujer como ella, con esos pechos caídos y esos muslos fofos, va a despertar el deseo en un hombre?

A mí me ha resultado conmovedor ver a esta mujer invadida por los miedos y la incertidumbre, luchando contra esa moral impuesta y auto-impuesta, que ha sido como su sombra a lo largo de toda su existencia. Me ha encantado verla cohibida, ilusionada, esperanzada. Y especialmente me ha fascinado ver la transformación del personaje en una mujer totalmente distinta. El final de esta película supone una nuevo renacer para ella.

Y qué madurez más bonita la de Emma Thompson. Una mujer como ella, una actriz de éxito, que ha viajado tanto, que ha conocido a tantas personas, que se ha casado dos veces, que habrá tenido una vida mucho más plena que la de su personaje, y sin embargo se pone el traje de mujer apabullada por su deseo y realiza un grandísimo trabajo. Qué bien interpreta Thompson a Nancy, esta mujer en cuya mirada se refleja la incredulidad, la consternación, la curiosidad y las ganas de vivir. Todo es natural en la interpretación de esta actriz, incluso en esas escenas que podrían ser más complicadas. Pero ella sí que está segura de sí misma, ella sí que se quiere, y sí que se permite simplemente ser, con toda su naturalidad.

Por su parte, Leo es un joven guapísimo (muy muy guapo), de exótica piel, ojos verdes y cuerpo musculado. Es un joven educado, tierno, comprensivo. Para él, dedicarse a dar placer a las mujeres es uno de los mejores trabajos que se puede tener. Tiene muchísima experiencia, tanta que sabe exactamente lo que cada mujer necesita de él, y se mueve como pez en el agua ante cualquier situación. Leo es un regalo para las mujeres. Con tacto y delicadeza tratará de romper la coraza de Nancy, procurará inspirarle confianza, ponérselo fácil para que ella se vaya abriendo como una flor. Pero ya adelanté antes que Leo no es tan transparente como parece. Es otro ser humano más y, por tanto, guarda en su interior aquello que desea ocultar, su dolor, su tristeza. Los encuentros con Nancy, las conversaciones con ella, lo interpelan. Él que creía tenerlo todo controlado, que pensaba que sus heridas ya habían cicatrizado, descubrirá que siguen estando ahí, sangrando, solo que él las escondió en el lugar más recóndito de su ser. Los encuentros con Nancy desvelarán la especial sensibilidad de Leo, algo que ya muestra en su trato con las mujeres.

El personaje de Leo también irá cambiando a lo largo del metraje y eso me ha gustado porque en ningún momento el foco de atención se pone sobre uno de ellos, dejando a la sombra al otro.  Digamos que el guion se mueve de un lado a otro, dejando que las emociones de él y de ella vayan floreciendo de forma paralela. A pesar de su juventud, Leo parece un hombre seguro y sin embargo es tan débil y vulnerable como lo es la propia Nancy. En realidad, son dos almas gemelas.

Daryl McCormack también hace un trabajo extraordinario. Hasta ahora no lo había visto trabajar y me ha encantado. Este actor consigue darle a su personaje el empaque necesario para crecer, para dominar la situación frente a la dubitativa y madura Nancy. Y tampoco se amilana en las escenas más potentes, junto a una actriz del calibre de Thompson. Palabra que esas escenas están totalmente desprovistas de artificio y gozan de una gran naturalidad.

Sin Leo, no podría existir Nancy. Y Nancy tampoco, sin Leo. Son dos almas heridas. Y de ese mismo modo, nada sería igual si no existiera tanta química entre Emma Thompson y Daryl McCormackNo importa la diferencia de edad, no importa el color de la piel, porque la magia se instaura en esa habitación de hotel donde la vida cobra otra dimensión. Todo lo que vemos en pantalla, las miradas, las caricias tímidas, los titubeos, los silencios y el baile de los cuerpos es bello, es armonioso. Es sincero y puro.


Buena Suerte, Leo Grande me ha parecido una película brillante con diálogos magníficos. Quizá no llegue al culmen porque, en algún momento, alguna conversación le resta interés o cierta escena me parece que sobra pero, sin duda, es una buena película. Está estructurada en bloques, en los cuatro encuentros entre Nancy y Leo, como si fueran los capítulos de una novela o los actos de una obra de teatro, y cada uno de ellos terminará con un deseo cumplido. Y ahora que lo pienso, el argumento encajaría muy bien en una representación, más que nada porque, además todo se desarrolla prácticamente en la misma habitación de hotel. Con alguna referencia a la película El Graduado, Buena suerte, Leo Grande arroja un hilo de esperanza y abre un nuevo horizonte a las mujeres de cualquier edad.

Creo que sigue en cartelera. Yo la vi en alquiler.




Tráiler:




martes, 27 de septiembre de 2022

Presentación "LA LADRONA DE HUESOS" de Manel Loureiro en Sevilla.

El pasado martes, Manel Loureiro visitó Sevilla para presentar su última novela, La ladrona de huesos (Editorial Planeta). El acto, que estuvo conducido por el periodista Cristóbal Cervantes, tuvo lugar en la sede de la Cámara de Comercio de Sevilla, donde se congregaron numerosos lectores. 





La presentación se inició haciendo un esbozo de la trayectoria del aturo, por parte del periodista. Gallego de nacimiento, pontevedrés, y abogado de profesión, Manel Loureiro lleva publicadas casi una decena de novelas, además de hacer televisión local y radio. De sí mismo asegura ser una persona afortunada, por poder dedicarse a lo que más le gusta, algo que no le suele ocurrir a los personajes de sus novelas, siempre inmersos en sucesos dramáticos, llenos de suspense. 

Personajes femeninos

Cristóbal Cervantes entró en materia preguntando a Loureiro por los personajes femeninos desgraciados que siempre suelen ser más atractivos que los felices en los textos narrativos. El autor afirmó que eso sería generalizar demasiado. «Es verdad que me gustan más los personajes femeninos», apuntó. A su juicio, y generalizando, las mujeres tienen una forma distinta de resolver problemas, de una forma más lateral. «Para un thriller como La ladrona de huesos me interesaba mucho más un personaje femenino que no abordara problemas aparentemente irresolubles como si fuese un miura, sino que cogiera el problema y empezara a darle vueltas». De este modo, ese problema que, en apariencia, era imposible de resolver, terminar por tener una solución.  

Pero la dificultad estaba en construir un personaje femenino que resultara creíble, desde una perspectiva masculina. «Me obligó a hacer un trabajo de proyección y ponerme en los zapatos de otra persona, de otro sexo». Para el autor crear el personaje de Laura ha sido un desafío.

Novela adictiva

Repasando las opiniones de los lectores, todos coinciden en que La ladrona de huesos es una novela altamente adictiva. Loureiro confesó que el truco reside en ser un tramposo. «Para que se digan estas cosas de la novela lo que necesitas es jugar con las emociones de los lectores». Y aseguró que para jugar con lo que los lectores sienten hay que ser un tahúr. «La ladrona de huesos es un thriller y como tal propone un desafío al lector. Se trata de saber quién es más rápido, si yo planteando problemas o vosotros resolviéndolos». Añadió que una novela de este tipo tiene que generar un efecto cascada porque cada liberación de información debe generar otras informaciones. «Todo esto solo se consigue con una buena planificación y todo esto solo lo consigues haciendo trampas». Las técnicas narrativas, como el cliffhanger, te permiten enganchar al lector y convertir la novela en adictiva. «Jugar con las expectativas es una manera de mantener la atención del lector».

La escritura 

En relación al proceso creativo, el autor quiso explicar la diferencia entre tener una idea y tener una historia. Uno puede tener cientos de ideas «pero las ideas tienen un problema, que son autoconclusivas. Una idea tiene que transformarse en historia para poder contarse». Para conseguir esa transformación, Loureiro propone hacer miles de preguntas a esa idea para buscar las respuestas y con todas esas respuestas ya se puede construir una historia. 

Nos confesó que La ladrona de huesos surge de una experiencia personal. Contó que cuando él estudiaba en Santiago, solía usar la catedral de Santiago de Compostela como atajo, en los días de lluvia. «A primera hora de la mañana, la catedral estaba totalmente vacía. No estaban ni las beatas». En aquellas horas de soledad, dentro de aquel edificio imponente, al autor se le pasaba por la cabeza la idea de robar algo. Bromeó diciendo que jamás se había llevado nada y que lo del Códice Calixtino llegó años después. Y ha sido ahora, después de la pandemia, y con el doble año Xacobeo, cuando al autor se le ocurre transformar en historia aquella idea que le venía a la cabeza cuando, a los veinte años, cruzaba la catedral de Santiago.

Y cruzar el templo es algo que ha vuelto a hacer pero para ello tuvo que pedir permiso al deán de la catedral«Me costó un café y un libro dedicado». Su intención era hacer una labor de inmersión porque «necesito recorrer de forma física, los escenarios por los que después van a transitar los personajes de la novela». Afirmó que pudo recorrer los espacios que no forman parte del itinerario turístico habitual, sino que se le permitió entrar y atravesar todas las salas, habitaciones y corredores que suelen estar cerrados al público. En esa visita, y estando la catedral en obras, tuvo acceso a una habitación que quedó al descubierto por casualidad y de la que nadie conocía su existencia. «Estaba vacía. Nadie sabía cuándo se había construido ni por qué, pero tampoco se sabía quién había ordenado tapiarla, cuándo ni por qué». Aquel hallazgo le pareció tan mágico que decidió incorporarlo a la trama de la novela. 

Sobre La ladrona de huesos se ha dicho que es una historia de espías rusos, en los que el lector se encuentra con los restos del apóstol, con las etapas del Camino de Santiago, con hermosos paisajes gallegos. Pero también es una historia de chantajes, de mentiras, de atracos, de descubrimiento, de amor y desamor. «Y también hay un robo. En realidad, es una historia de empoderamiento femenino». Laura, la protagonista, es una mujer que lleva toda su vida haciendo cosas por y para los demás hasta que llega un momento en el que decide tomar las riendas de su vida.

El inicio de la novela

«Esta es una historia que me apetecía mucho escribir y descubrir». En sus propias palabras hizo una sinopsis de la obra, explicando a los presentes que La ladrona de huesos comienza una fría  noche de mayo, en Pedrafita do Cebreiro, un pueblo en lo alto de las montañas, donde el Camino francés entra en Galicia. La protagonista, Laura está cenando en un restaurante con su pareja Carlos. En un momento dado, Laura se levanta de la mesa y cuando regresa, descubre que Carlos ha desaparecido. Y no solo eso, sino que los camareros aseguran que ella ha estado cenando sola. Laura cree estar volviéndose loca hasta que una diminuta pista le hace sospechar que los demás le están mintiendo. Esas sospechas se convierten en una certeza cuando recibe una llamada de teléfono. Una voz de hombre le dice que si quiere volver a ver a Carlos con vida tiene que entrar en la catedral de Santiago, bajar a la cripta que se encuentra bajo el altar mayor, y robar los huesos del apóstol, sin que nadie la detenga. Para ello tendrá solo siete días. «Creo que este era el inicio perfecto para construir una historia con un personaje femenino chantajeado».

Los escenarios

En esta novela, el lector viajará por diversos escenarios. Quiso saber Cristóbal Cervantes si las localizaciones de la novela son simplemente eso, o podrían tener la categoría de personajes. Manel Loureiro respondió que los escenarios son importantísimos. «No es lo mismo contar lo que ocurre en una soleada playa tropical bajo las palmeras que se mecen con el tiempo que en un estrecho valle gallego donde está lloviendo, la niebla repta entre los árboles como si te quisiera agarrar, el viento sopla, la humedad se cuela en tus huesos y te das cuenta de que, al caer la noche, puede haber algo observándote entre los árboles»". Con este ejemplo vino a decir que los escenarios son personajes silenciosos que van a permitir que los demás, los personajes de carne y hueso, se comporten de una manera determinada o de otra«También conseguirán que el lector tenga una receptividad distinta». Es importante jugar con los escenarios, algo que hacen todos los escritores, para manipular las emociones de los personajes.

Vivir de la literatura

Lo dijo en su momento, la clave del éxito literario está en tener algo de talento, una considerable dosis de suerte y una enorme dosis de trabajo. Si no tienes los tres ingredientes nunca va a funcionar. «Soy una persona muy afortunada y sabiendo que se tiene una pequeña dosis de talento, lo único que puedes hacer es trabajar, trabajar, y trabajar. No vale de nada que tengas muchísima suerte y mucho talento si no lo trabajas». La mezcla es necesaria. Asegura que poder vivir de la literatura es una maravilla, «pero también es una pasión puñetera que te acompaña todo el día». Aun así asegura que es muy divertido. 

Preguntas

Llegó el turno de preguntas. Algunos asistentes quisieron saber algo más sobre esa tendencia del autor a introducir elementos fantásticos en sus novelas y otros se interesaron por saber si cabía la posibilidad de una segunda parte de Fulgor. El cierre lo puso la pregunta que Julia Varela, compañera en las noches de radio de Manel Loureiro, le hizo vía whatsapp. Para satisfacer la curiosidad de los asistente, Varela animó a Loureiro a contar esas pequeñas manías que tiene como escritor. Entre diversos rituales, el autor confesó que sufre un toc, uno que le impide acabar una jornada laboral de cualquier manera y con cualquier palabra. «La última palabra que escribo cada día tiene que acabar en a y si no encuentro ninguna, sigo escribiendo hasta conseguirlo». Y por eso, la última palabra de La ladrona de huesos es cerradura.

Tras el turno de preguntas llegó la firma de ejemplares que dio por concluida la presentación, un acto que transcurrió entre bromas y risas, y en el que se veía muy cómodo a Manel Loureiro.




Si deseas conocer cómo transcurrió la presentación, dale al play. Os pido disculpas por la calidad de la imagen. Sobre la mesa en la que se sientan los invitados recae una iluminación muy escasa que además se ve agravada por el contraste de la pantalla que figura detrás del autor y el presentador. Por eso se ve la imagen tan oscura. Mil disculpas.

Al margen, y como siempre, os dejo la sinopsis y los datos técnicos de la novela.


Sinopsis: La prepararon para ser la agente perfecta, pero el destino la traicionó con un giro mortal.

Manel Loureiro nos atrapa en este apasionante thriller de robos imposibles, reliquias y misterios en el Camino de Santiago.

Tras ser víctima de un salvaje atentado, Laura pierde completamente la memoria. Solo el cariño de Carlos, el hombre del que se ha enamorado, le ayuda a percibir destellos de su misterioso pasado. Pero ¿quién es Laura? ¿Qué le sucedió? Durante una cena romántica, Carlos desaparece de forma inexplicable y sin dejar rastro. Una llamada al móvil de la joven le anuncia que, si quiere volver a ver con vida a su pareja, tendrá que aceptar un peligroso reto de insospechadas consecuencias: robar las reliquias del Apóstol en la catedral de Santiago.  

Sin dudar un segundo, Laura se embarca en una misión imposible para cualquiera. Pero ella no es cualquiera.

Una impactante novela, de ritmo frenético y sorprendentes revelaciones, en la que Manel Loureiro conquista al lector y lo atrapa irremediablemente.


miércoles, 21 de septiembre de 2022

CINCO LOBITOS (DRAMA - 2022)

Año: 2022

Nacionalidad: España

Director: Alauda Ruiz de Azúa

Reparto: Laia Costa, Susi Sánchez, Ramón Barea, Mikel Bustamante, José Ramón Soroiz, Amber Williams, Lorena López, Leire Ucha, Elena Sáenz, Asier Valdestilla García, Nerea Arriola, Juana Lor Saras, Justi Larrinaga, Isidoro Fernández

Género: Drama

Sinopsis: Amaia (Laia Costa) acaba de ser madre y se da cuenta de que no sabe muy bien cómo serlo. Al ausentarse su pareja por trabajo unas semanas, decide volver a casa de sus padres, en un bonito pueblo costero del País Vasco, y así compartir la responsabilidad de cuidar a su bebé. Lo que no sabe Amaia es que, aunque ahora sea madre, no dejará de ser hija.

[Fuente: Filmaffinity]


Cinco lobitos. Cinco premios, incluyendo Mejor película y Mejor guion, en el Festival de Cine de Málaga. Candidata a representar a España en los Oscars 2023, junto a Alcarrás y As bestas. Y confío en que le lluevan premios en los Goya del próximo año. Porque Cinco lobitos es fabulosa, magnífica, grande. Os adelanto que no es una película fácil de digerir, pero es tan hermosa, tan bella, tan llena de verdad, que indudablemente merece la pena verla. Os cuento.

Amaia (Laia Costa) es una joven que acaba de dar a luz a su primera hija. Como madre primeriza, la maternidad es un mundo desconocido en el que no sabe cómo moverse. Cuidar de un recién nacido, tan vulnerable ante las agresiones del mundo, le asusta. En los primeros días contará con la ayuda de sus padres, Koldo (Ramón Barea) y Begoña (Susi Sánchez), que se han trasladado a la capital desde el País Vasco para ayudar a su hija. También le echará una mano Javi (Mikel Bustamante), su pareja y padre de la pequeña Ione. Amaia se siente desbordada, exhausta y deprimida. Su madre tratará de ayudar todo lo posible, descargando a Amaia de las tareas domésticas más básicas, organizando toda la logística que supone la llegada de un bebé. Pero esos primeros días con la pequeña resultan agotadores. Las tomas cada dos horas, los llantos desconsolados de la pequeña, las noches sin dormir y el cansancio comienzan a pasarle factura a la joven. Está irritable, irascible, alterada y más aún cuando los padres, pasados esos días iniciales, deciden regresar al País Vasco. Amaia y Javi se quedan solos al cuidado de la pequeña. La llegada de la niña irá generando más tensión cada día. Son demasiados cambios a la vez, muchas rutinas rotas, noches en vela, ignorancia en el manejo de las situaciones, porque los niños no traen un manual de instrucciones bajo el brazo. El malestar irá in crescendo, mientras Javi trata de capear el temporal emocional de su pareja como puede. Todo empeora cuando a él, diseñador de iluminación para el teatro, le ofrecen un trabajo en otra ciudad. No puede decir que no. La economía de la pareja es precaria y ya se sabe que criar a un hijo resulta muy caro, pero Amaia monta en cólera, explota, se sube por las paredes. Escupirá reproches, dará rienda suelta a su rabia, y dará a entender que tener un hijo no ha sido tan buena idea como pensaban. Aun así, sabemos que el amor que siente por su hija es inconmensurable. Aun así, se quedará sola. 

Esto que os he contado transcurre en los primeros diez minutos de metraje. A partir de ahí, la película narra la gran labor que debe desarrollar Aiama para cuidar de su hija, sola, sin su pareja, adaptándose la una a la otra. La veremos en escenas cotidianas, en los cuidados más primordiales: alimentación, baño, sueño, paseo,... Habrá momentos de paz y tranquilidad, pero tratar de volver al trabajo, con un bebé, se convierte en una dificultad descomunal. ¿Qué hacer? Tras un percance que le pone el corazón al borde del infarto, Amaia toma una decisión. Y en ese camino, al margen de las dificultades propias de la crianza de un recién nacido, de la necesaria asimilación de que tu vida ya no es tuya, sino de tu hija, que has dejado de existir para pensar únicamente en ella, en ese complicado trayecto irán surgiendo nuevas complicaciones, nuevas angustias, nuevos miedos y temores, que también tendrá que asimilar e incorporar a su existencia, tratando de mantenerse a flote.

El final no podía ser de otro modo. La vida no siempre es un camino fácil de recorrer, pero no cabe duda de que es un continuo aprendizaje, que te enseña a entender lo que verdaderamente importa, que te muestra lo insustancial que resultan algunas de nuestras preocupaciones, que te quita la venda de los ojos. La vida sigue, aunque tengas que echarte otra piedra más en tu mochila.

Qué me ha gustado de esta película

En primer lugar, su verdad. Creo que, toda mujer que haya sido madre, se verá reflejada en Amaia. Y lo digo yo que no he tenido hijos. Pero es que Cinco lobitos retrata una situación que todos, de un modo u otro, conocemos. O lo hemos vivido directamente, o tenemos a alguien cerca que se ha visto en la misma piel del personaje. Cuando se tiene un hijo, una se convierte en un cero a la izquierda. Y digo «una» porque la película narra el punto de vista femenino. ¿Cómo es para una mujer tener un hijo? ¿Qué lugar ocupa la mujer en la estructura familiar? Que sí, que me podréis decir que, hoy en día, el hombre está al mismo nivel, que colabora en la crianza de los hijos tanto como la mujer, que se involucra y que se implica. Sí, todo eso está muy bien, pero a mí me parece que los hijos siguen siendo de sus madres y que, salvo excepciones, ellas son las que soportan el mayor peso de la crianza.

Así que la maternidad será uno de los temas que aborde la película, el que ocupa el centro de atención. Sin embargo, también explora otras temáticas: las relaciones madres-hijas, las relaciones conyugales de nuestros padres, la importancia de los abuelos en la crianza de los hijos, o lo complicadísimo que se hace ejercer de cuidador, cuando nuestros progenitores se hacen mayores o están enfermos. En todas estas cuestiones se profundiza lo suficiente como para dar una visión general de la vida de Amaia. ¿Quién no se ha peleado con su madre alguna vez, sintiendo que se inmiscuye demasiado en nuestras vidas? Begoña es una mujer que ya ha recorrido un importante trecho de la vida. Ya tiene experiencia como madre. Ya sabe cuándo hay que preocuparse y cuándo no, en relación a los hijos. Lo que ella intenta es ayudar a Amaia, pero a la joven tanta directriz y consejo de su madre le resulta insoportable a ratos. Pero es su madre, y sabe que solo quiere echarle una mano. Es su madre y siempre lo será. ¿Y quién no lo ha pasado mal viendo cómo sus padres discuten y ha tenido que ejercer de intermediario? Cuando una pareja lleva tantos años juntos y se ha vivido de todo, cualquier chispazo puede dar lugar a un aguacero de reproches y, sin embargo, a veces, surge un simple gesto o una mirada que se convierte en un océano de amor. ¿Y quién no ha dejado a sus hijos al cargo de los abuelos, para que los lleven o los recojan del colegio, para que le den el almuerzo? Los abuelos, incluso aquellos que ya son demasiado mayores, sacan fuerzas de donde no las hay para atender a los nietos, y qué poco valoramos la ayuda que nos prestan. ¿Y quién no ha sentido un dolor inmenso al ver cómo la vejez va apagando a nuestros padres? No resulta fácil para un hijo asimilar que un día ellos ya no estarán. Es tremendamente doloroso verlos abatidos por la enfermedad, postrados en una cama de hospital, cuando tan solo hace unos años eran fuertes como robles y parecía que iban a estar con nosotros para siempre.

Pues bien, Amaia discutirá con su madre, verá cómo sus padres se enzarzan en una discusión, y acudirá a los abuelos de su hija cuando ya no pueda más. Y de todos los temas que aborda, a mí me ha dejado hecha polvo esa parte de la narración en la que la joven, no solo tiene que cuidar de su hijo, sino también de sus padres. Si las cosas no eran lo suficientemente complicadas, algo lo dificultará todo aún más. Los papeles se invertirán y Amaia tendrá que ejercer de madre para todos. Qué difícil es el papel de cuidador y qué poco se habla de ese tema.

Y no quiero dejar de lado otro asunto que también se recoge en esta preciosa película. Hay un hilo colateral que viene a demostrarnos que nuestras madres fueron un día y siguen siendo mujeres. Que más allá de olvidarse de sí mismas cuando se casan y tienen hijos, su corazón sigue latiendo y la sangre sigue circulando por sus venas. Lo dejo ahí.

Cinco lobitos me ha hecho llorar amargamente. Los últimos veinte minutos son demoledores, un desgarro en el corazón que, en según qué casos, te reconciliará contigo mismo. Saber que no eres la única que se ha sentido como Amaia genera cierto consuelo. Por eso, al final de esta película, no me quedó un resquemor de amargura, sino que me invadió una tranquilidad densa y pesada. 

Qué no me ha gustado

Por ponerle una minúscula pega, quizá en la parte más intermedia se vuelve algo lenta, pero no importa cuando estás ante la vida misma.

Personajes e interpretaciones

Toda la acción de la película gira alrededor de cinco personajes: Amaia, Javi, Koldo, Beatriz y la pequeña Ione. Amaia es el personaje principal por excelencia. La película trata de mostrar el aluvión de emociones que la invaden.  Es una mujer joven, trabajadora, que solo ha querido formar una familia. Nos adentraremos en su vida justo en el momento en el que ella llega a casa con el bebé en sus manos. No sabremos si vivió un embarazo con ilusión, si la decisión de tener un hijo fue consensuada o ella se ha dejado llevar por influencias externas. Sea como fuere, de los diálogos deduciremos que nada es como ella esperaba. Sin embargo, es lo que hay. Habrá que apechugar.

El nacimiento de su hija supone abandonarlo todo, incluso a ella misma. La veremos sin tiempo para ducharse tranquila, ni para peinarse o vestirse de forma conjuntada. Bastará con recogerse el pelo en un moño de cualquier manera y ponerse lo primero que pille. No importa, si ella es una secundaria en su propia vida.

Yo no sé si Laila Costa tiene hijos o no, pero la ves en esta película, tan irritada y alterada cuando todo se le va de las manos, y a la vez demostrando tanto amor y delicadeza por la pequeña Ione, que da la impresión de que la actriz ha tenido una decena de hijos y posee una gran experiencia. La naturalidad con la que interactúa con el bebé salta de la pantalla. Costa hace un trabajo extraordinario. Sus gestos, su lenguaje corporal, su mirada subraya cada una de las palabras de su texto. Ella será uno de los personajes más potentes de esta película.

El otro será Begoña, la matriarca. Es la que se encarga de dirigir la familia, incluso la de la hija. Es la que sabe lo que hay que hacer en cada momento. Es nuestra madre, la madre de todos nosotros. Begoña hace por su familia todo lo que puede pero siente que, a veces, no la valoran. Por eso ese secreto que Amaia descubre sobre su madre, a los treinta y cinco años. Y por eso a veces los platos vuelan por los aires, en señal de hartazgo e indignación.

Y estamos tan acostumbrados a que las madres estén ahí, a que lo hagan todo, a que nos ayuden incondicionalmente, a que sean las encargadas de mantener la familia a flote, que no lo apreciamos. Pensamos que eso será así para siempre, y para cuando nos demos cuenta de que estamos equivocados, apenas queda tiempo para cambiar las cosas. Y en ese momento, la hija mirará atrás pero también lo hará la madre. Begoña se cuestionará su papel como progenitora y lamentará sus defectos. Su personaje llega a conclusiones que nos hacen estremecer:


«A veces, una es feliz y no lo sabe»


Susi Sánchez está colosal en el papel de Begoña. Madre mía (nunca mejor dicho), qué pedazo de interpretación hace en esta película. La actriz desaparece para dar paso a la madre, a la que trata de arreglar los problemas rápidamente, a la que explota, a la que reprocha y se queja, pero también a la que ha dado tanto amor en su vida. Susi no es Susi sino esa madre que organiza el futuro cuando otros no quieren ni siquiera pensar en ello. Y con qué solvencia se mete en el papel. Sinceramente, solo espero que, tanto a ella como a Laia, le reconozcan su trabajo en este largometraje con una lluvia de premios, porque vaya papelón hacen las dos, qué escenas más intensas viven.

Sobre los hombres, sobre Koldo y Javi, solo se puede decir que son dos buenos apoyos para sus compañeras. Ellos son las parejas de dos mujeres que son pura fuerza. Ramón Barea en el papel de Koldo aporta el lado más amable de la película, el que trata de conciliar, de restar importancia a los graves problemas para evitar preocupaciones mayores, aunque su paciencia también tendrá un límite en algún momento. 

En cuanto a Mikel Bustamante, encarnando a Javi, hace bien el papel de pareja, de padre primerizo, que no sabe muy bien por donde le van a venir los golpes. Su personaje hace encaje de bolillos para adaptarse a los continuos vaivenes emocionales de Amaia. Su interpretación es la que menos me ha motivado pero, como digo, tanto él como Barea, tanto sus personajes como sus interpretaciones, son un buen respaldo. En cualquier caso, son ELLAS las que llevan el peso de la trama.


Cinco lobitos me ha parecido muy real, en sus emociones y en sus acciones. Para mí, es lo que se suele decir un peliculón. Y aunque es dura, no os voy a engañar, y me ha hecho llorar incluso en un segundo visionado, también tiene algún toque de humor y momentos luminosos que no por dolorosos son menos bellos. 

Recomiendo muchísimo ver el primer largometraje de la directora, tan lleno de sensibilidad, y que te dejes llevar, y que llores si tienes que llorar, y que te vacíes por dentro, y que renazcas de nuevo después de verla. Como siempre, dejo el tráiler pero no lo veas si tienes interés en la película.

La tenéis en Orange Tv y también en Amazon Prime (alquiler).



Tráiler:



lunes, 19 de septiembre de 2022

LA CIUDAD de Lara Moreno

Editorial: Lumen
Fecha publicación: septiembre, 2022
Precio: 18,90 €
Género: narrativa
Nº Páginas:328
Encuadernación: Tapa blanda con solapas
ISBN: 978-842640-775-7
[Disponible en ePub;
puedes empezar a leer aquí]

Autora

Lara Moreno nació en Sevilla en 1978 y creció en Huelva. Vive en Madrid. Además de sus cuentos recogidos en numerosas antologías, ha publicado los libros de relatos Casi todas las tijeras (Quórum, 2004) y Cuatro veces fuego (Tropo, 2008), así como los poemarios La herida costumbre (Puerta del Mar, 2008), Después de la apnea (Ediciones del 4 de Agosto, 2013) y Tuve una jaula (La Bella Varsovia, 2019), que, junto con sus poemas inéditos, conforman el volumen Tempestad en víspera de viernes (Lumen, 2020). En 2013 recibió el Premio Cosecha Eñe por su relato Toda una vida, y Lumen publicó su primera novela, Por si se va la luz, que obtuvo un importante reconocimiento por parte de la crítica y de los lectores. FNAC la incluyó entonces entre los autores revelación del año. Le siguió Piel de lobo (2016), una espléndida muestra de la madurez narrativa con la que Lara Moreno dejó de ser una promesa para convertirse en una de las voces más destacadas de la presente narrativa en español. En 2020 publicó el ensayo Deshabitar. Un recorrido vital por las habitaciones de la crisis inmobiliaria. La ciudad es su última y esperada novela. 

Sinopsis

En un edificio del barrio de La Latina, en el centro de Madrid, confluyen las vidas de tres mujeres. El pequeño piso interior de la cuarta planta es la casa de Oliva. Está atrapada en una peligrosa relación que ha transformado la pasión del inicio en una jaula. En el tercer piso, luminoso y exterior, pasa Damaris los días cuidando a los hijos de sus patrones. Cada noche regresa a su casa cruzando el río que divide social y económicamente la ciudad. Vino a España buscando un futuro mejor cuando un terremoto en Colombia truncó su vida. El mismo futuro que buscaba Horía, la mujer marroquí que llegó a Huelva para trabajar como temporera en los campos de fresas y ahora vive en la minúscula casa de la portería y limpia, en la sombra, las escaleras y el patio.

Esta novela cuenta la vida de las tres mujeres, su pasado y el cerco de su presente. Con una voz hermosa y afilada, solo la prosa de Lara Moreno podía cartografiar así un territorio y a quienes lo habitan, componiendo un retrato invisible, herido y valiente de la ciudad.

[Información tomada directamente del ejemplar]


Lo comentaba el otro día por redes. Mi reentré está siendo muy dura. Después de un par de meses sin leer prácticamente nada, este septiembre me estoy adentrando en lecturas que remueven mucho por dentro, de esas historias que no te dejan indiferente. Lo positivo es que son relatos tan intensos que han conseguido que regrese al hábito de leer y al mismo ritmo lector que tenía antes del verano. Os confieso que me preocupaba no recuperar la pasión por la lectura después de un tiempo de desconexión con la literatura. A veces, me daba pereza sentarme a leer, y eso me tenía algo inquieta. Por suerte, el bloqueo ha pasado y ha sido gracias a esas últimas novelas que he leído, que me han anclado a la realidad y han conseguido despertarme de mi letargo.

Una de esas lecturas potentes que os comento es La ciudad, de Lara Moreno. A esta autora sevillana, criada en Huelva, y afincada en Madrid desde hace un par de décadas, la he leído en varias ocasiones. Primero fue con aquel Por si se va la luz, y un tiempo después, llegaría Piel de lobo. Del ambiente rural que encontrábamos en sus anteriores trabajos, Moreno se decanta ahora por trasladar al lector a escenarios urbanitas, a la ciudad, como indica el título de la obra. Y esa ciudad no es otra que la que acogió hace años, la ciudad de Madrid

En la capital, en un edificio situado en la Plaza de la Paja del barrio de La Latina, coinciden tres mujeres: Oliva, Horía y Damaris. Las tres son muy diferentes entre sí. Vienen de lugares distintos del planeta y sus situaciones personales son también dispares. Sin embargo, las une la soledad, el dolor, la angustia, la tristeza y el desamparo.

Nada más abrir el libro, conoceremos a Oliva.

«Parece que dentro de la casa hubiera un animal. No un animal prehistórico y torpe, ni tampoco un animal acorralado, aunque tiene algo de todo esto. Es un hombre enfadado no se sabe bien por qué. Al menos ella piensa que nada de lo que les ha ocurrido jamás en la vida puede justificar ese enfado. Nada que ella haya hecho o dicho o siquiera sentido puede justificar esa energía que viene de montes lejanos o de lo más profundo de la tierra. De los mismos montes y del mismo socavón llegan a veces las palabras o la ternura. En algún punto en la mañana se torció el aire. ¿Cuál fue el momento exacto, qué milímetro de la sábana, qué paso a destiempo hacia la cocina, qué gesto? Ahora ya no se puede pensar en nada, en medio de la batalla el oxígeno difícilmente llega hasta el cerebro». [pág. 11]


Este es el primer párrafo de La ciudad, aunque los subrayados son cosa mía. El primer encuentro del lector con esta novela lo colocará en medio de una situación en la que algo va a ocurrir. Pero dejadme que os presente a las tres protagonistas con detalle. 

Oliva

Estas son sus características:

  • mujer blanca
  • mediana edad
  • española
  • divorciada
  • madre de una niña de pocos años, Irena
  • maquetadora de libros
  • económicamente independiente
  • sociable
  • convive con Max, su pareja.
Oliva es víctima de violencia de género. Se divorció de su marido cuando Irena era muy pequeña y, desde entonces, la niña pasa algunas semanas con el padre. Oliva y su exmarido mantienen una relación correcta. Pero ella rehízo su vida. Conoció a Max, se enamoró y comenzó una relación con él. Desde entonces viven juntos en el piso de ella. Lo que podría ser una relación normal, con sus momentos buenos y sus momentos peores, en realidad es un infierno. Oliva vive con un monstruo, un tipo bipolar que lo mismo es un compañero cariñoso y atento que, en cuestión de segundos, se voltea en un ser agresivo y violento. 

Lara Moreno hace un retrato pormenorizado de cómo son los días en el interior de esa casa, de esa jaula. Nos mostrará los miedos de Oliva, las inseguridades, los propósitos de enmienda, los arrepentimientos, los intentos de encarrilar una relación que lo arrasa todo, que destruye, que humilla, que desgarra. Veremos a Oliva tratando de poner pie en pared, pero algo en su interior se lo impide. ¿Qué le ocurre? ¿Cómo manejar una situación así, en la que ella no entiende las reacciones de Max? ¿Cómo salir de esta situación? ¿Cómo proteger a su hija? Oliva lo tiene todo en contra. Max es un enfermo, un ser diabólico, un demonio, un maltratador.

Horía

Estas son sus características:
  • mujer africana
  • madre de Aziz, al que dejó en su país de origen
  • ha trabajado como temporera en los campos de fresa de Huelva
  • en Madrid, trabaja como portera
  • sueña con reunirse con su hijo
Horía representa a todos esos hombres y mujeres que cruzan el Estrecho en busca de una vida mejor. Atrás dejan la miseria y el hambre, y se embarcan en una aventura para alcanzar sus sueños. Les prometieron una vida digna pero lo que se encuentran no es tan distinto a lo que dejaron en su país. A estos hombres y mujeres les llenaron la cabeza de buenas palabras: de jornadas laborales asequibles, de sueldos que les permitan vivir y ahorrar, de comida, de un techo digno bajo el que vivir. Pero la realidad es bien distinta. A Horía la veremos trabajar en los campos de fresa de Huelva. Es temporera, de esos trabajadores que llegan a España con un contrato de trabajo para varios meses, que caminan largos trayectos, en paralelo a la carretera, para llegar a los campos de cultivos, que tienen que aprender cómo recoger el fruto, conocer cuándo está listo para el consumo, cuál debe permanecer en la rama. Temporeros que viven hacinados, en covachas, sin agua potable, esclavizados por los patrones que miran a las mujeres africanas con ojos de lobo, que colocan una mano aquí o allá, que saben cómo conseguir aquello que se proponen porque ellas son vulnerables, están indefensas y quedan a la merced del amo. 

Ese será el trabajo que desempeñará Horía en los primeros capítulos del libro. Pero una noticia viene a traerle más dolor. Por eso se trasladará a Madrid, y trabajará como portera en el edificio de la Plaza de la Paja.

Damaris

Estas son sus características:
  • mujer colombiana
  • viuda
  • tiene hermana, madre e hijos que dejó en su país
  • trabaja para una familia acomodada
  • se encarga de las labores domésticas
  • cuida de los dos hijos del matrimonio, dos gemelos a los que ella llama los reyecitos.
Damaris llegó a España después del terremoto de Armenia (Colombia), ocurrido el 25 de enero de 1999, que arrasó la ciudad. El seísmo la pilló en casa, sola. Los hijos estaban con la madre, venida desde Salento para echar una mano a su hija. Mientras almuerza, sintió la tierra sacudirse bajo sus pies y el mundo se vino abajo. Hubo muchos muertos. Damaris quedó viuda pero tanto ella como el resto de la familia salvaron la vida. Todo quedó destruido. ¿Qué hacer? Respaldada por un programa de colaboración humanitaria llegó a España para trabajar como empleada del hogar. Damaris es esa mujer que algunas familias tienen en sus casas, que se encargan de la logística del hogar, que se ocupan de los hijos, que lo tienen todo limpio, preparado, organizado dentro de la casa. Damaris lleva mucho tiempo trabajando para una familia del edificio ubicado en la Plaza de la Paja. Adora a sus reyecitos, los gemelos del matrimonio, a los que cuida como si fuera los hijos que ella dejó atrás. Aunque no es interna, sino que comparte piso con otras mujeres en su misma situación, tampoco tiene un horario fijo. Trabaja lo que tiene que trabajar y si tiene que ocuparse de la familia un fin de semana, también lo hace. Pero todo sea por ahorrar dinero, por acumular billete tras billete, incluso los 10 € que le dan para el transporte. Damaris prefiere caminar, aunque tenga que cruzar la ciudad entera hasta llegar a su casa. 

Últimamente, Damaris no se siente bien. Nota como si su cuerpo se rebelara contra ella pero las mujeres en sus circunstancias no pueden permitirse ponerse enfermas. Tienen que seguir trabajando, y luchando. Lejos de su familia, preocupada por los suyos, Damaris se enfrenta a sus propios problemas porque esos, vayas donde vayas, siempre te persiguen.

Edificio de la Plaza de la Paja

En este inmueble coincidirán las tres mujeres. Lo saco a relucir porque, también en los bloques de viviendas se perciben las diferencias sociales. Según quién seas, inquilino de primera o de segunda categoría, tendrás una vivienda u otra, un piso luminoso, de grandes ventanas y balcones que dan al exterior, a la Plaza de la Paja, por donde entra la vida a raudales; o uno más oscuro, cuyas ventanas dan a un patio interior, con paredes ennegrecidas, sin opción a ver una pequeña porción de cielo azul. En una vivienda como esta última vive Oliva. Damaris tiene más suerte pero todo es por motivos colaterales. Y Horía vivirá prácticamente en un pozo. 

Qué me ha gustado de esta novela

Quizá emplear la palabra gustar no sea lo más idóneo. Diría más bien que esta novela zarandea y eso es algo que agradezco, a pesar de la dureza de las historias. La narración irá permitiendo no solo conocer el presente de estas mujeres, sino también parte de su pasado. Sabremos cómo Oliva conoció a Max y cómo fueron los inicios en esa relación. Sobre Damaris y Horía conoceremos de qué forma y modo llegaron a España, con qué intención, qué buscaban, qué encontraron. 

La parte que más me ha conmovido es la de Oliva. No es que la vida de Damaris y Horía me haya dejado indiferente. Nada más lejos de la realidad. Pero mi conexión con Oliva tiene una explicación lógica. Yo también soy mujer blanca, española, de mediana edad y convivo con un nombre. Lo único que nos diferencia es que yo no tengo hijos y que, hasta donde puedo llegar a entender, no soy víctima de violencia de género, ni física ni psicológica. Pero que hasta ahora no haya vivido una situación como a la que se enfrenta Oliva, no quiere decir que en un futuro no sea otra Oliva más. Lamentablemente, una nunca está libre de esas cosas. La vida da muchas vueltas y nunca se sabe. Siempre he pensado que, si me viera en la situación de Oliva, sabría como terminar con todo. Si escucho en las noticias que una mujer ha sido asesinada por manos de su pareja, me da por pensar que en su lugar, yo cogería lo primero que tuviera a la mano y se lo lanzaría a la cabeza a mi agresor. Antes mato que me maten pero, qué fácil es ver los toros desde la barrera. Con el tiempo he ido aprendiendo que hay situaciones que te anulan y bloquean por completo, que una cosa es lo que quieres hacer y otra muy distinta lo que la paralización de tu cuerpo te permite hacer.

Por otra parte, los casos reales de violencia de género que saltan a los medios de comunicación, nos hacen entender que ninguna mujer está libre. Ninguna. No importa tu nacionalidad. No importa tu edad. No importa si tienes estudios o no. No importa si vienes de una familia con recursos o de otra más humilde. No importa si eres económicamente independiente o no. Ninguno de estos factores te libra de acabar viviendo una relación destructiva, violenta y  aniquiladora. Porque ese es el caso de Oliva, una mujer independiente, con estudios, procedente de una familia normal, sin antecedentes de violencia, divorciada de un marido con el que mantiene una relación cordial, madre de una preciosa hija que lo es todo para ella, con amigas. Y sin embargo, Oliva está dominada por Max, sucumbe ante él, el dios todopoderoso que la somete a su antojo, el lobo con piel de cordero, el maltratador. 


«Al principio esto era muy habitual. Max estaba haciendo cualquier cosa, mirando móviles de última generación en su ordenador, poniendo música o cocinando, o estaba mirándola y escuchándola contar algo muy importante y de pronto, no se sabe si por deseo o por imposición, la tomaba. Quizá no acababa de hacer el trabajo completo, simplemente le hacía lo necesario para vencerla, porque Max tiene un control absoluto sobre el cuerpo de la mujer». [pág. 27]


Sigo subrayando palabras que me parecen importantes. Son palabras que vienen a demostrar que Oliva no es más que una marioneta en manos de Max«Él tiene un magnetismo arrollador con demasiadas aristas: depende de cómo le dé la luz, es un líder o un excluido». Oliva no puede desprenderse del mal, no puede alejarse de aquel que la está anulando como persona. ¿Cómo se puede vivir con alguien que explota sin motivo? Es de locos y Oliva casi enloquece, sin saber cómo manejar una situación que no responde a patrones lógicos, sin aprender a manejar una relación que descoloca, descentra, anula, humilla, destruye y arrasa. Ella nunca sabe cómo va a reaccionar Max, y siempre teme todos esos fantasmas que su pareja ve y que para ella, son del todo invisible. ¿Qué se puede hacer? ¿Cómo reacciona Oliva frente a ese monstruo instalado en su casa?  Como lector te sorprenderá. Como mujer te dolerá. Incluso podrás pensar que no lo entiendes. Pero imagino que hay que vivir algo así para comprender cómo es la vida de todas esas mujeres que están sometidas al yugo de un supuesto amor.

Lara Moreno hace un trabajo brutal al construir la historia de Oliva. Al adentrarse en la vida de este personaje es inevitable sentir una tristeza infinita. Hasta ella misma siente pena de sí misma. A pesar de tener trabajo, hija, amigas, como mujer se siente vacía, hueca. Reflejo de esa oquedad, encuentro un pasaje que me parece significativo. Oliva se afana por tener el frigorífico de su casa repleto de alimentos: berenjenas, cebollas, patatas, melocotones, media sandía, aguacates, plátanos, manzanas, quizá huevos, pero de los ecológicos, y pan, y aceite. Todo lo que sea necesario para que su frigorífico «esté repleto y lleno de alegría». Alegría.  No importa que Oliva se cargue de bolsas como una mula, lo importante es que, algo en su casa esté lleno y transmita alegría. Algo. Lo que sea. Aunque sea el frigorífico. No sé vosotros, pero verla así, tratando de tapar agujeros emocionales me hundió. Con Oliva me he temido muchas veces lo peor. Ir leyendo, siendo testigo de discusiones violentas, escuchando gritos ensordeceros, sintiendo cómo Max crecía y crecía, convirtiéndose en un gigante de dimensiones descomunales que empequeñecían a Oliva, no podía evitar pensar y temer que, en una de esas, nos podíamos ir a un fundido en negro, que el ruido atronador podía convertirse, de un segundo a otro, en un silencio sepulcral, de esos que anuncian lo peor. Todos esos momentos generan una gran tensión en el lector, que van a conseguir que te remuevas incómodo en tu asiento, que contengas el aliento, mientras ves a Max como animal enjaulado y a Oliva tratando de desaparecer. Eso consigue Lara Moreno en estos pasajes que dedica a Oliva y Max, que no respires, que casi te tapes los ojos para no seguir leyendo. No quieres mirar.

La vida de Oliva da miedo y pena, aunque el que da miedo de verdad es Max. No sé muy bien cómo Lara Moreno ha podido retratar tan bien las reacciones, la ira, el descontrol de un maltratador. Leer la parte en la que Max está en todo su apogeo, en las cotas más altas de irascibilidad y violencia, te encogen sobre ti misma. Te haces un gurruño en el sofá y tratas de esquivar tanta violencia como emerge de esas páginas. La autora transmite muy bien cómo es la mente de este enfermo, enfermo de rabia, de celos, de inseguridad, de baja auto-estima. Y leyendo esos pasajes, viendo cómo Max trata a Oliva, no puedes esquivar la pregunta: ¿por qué Oliva aguanta esto? Y en este punto, la propia autora me responde a través de las entrevistas que ha concedido últimamente.

He escuchado a Lara Moreno hacer una reflexión en voz alta, algo en lo que me ha hecho pensar.  Mientras leía esta novela, concretamente la parte de Oliva, me costaba trabajo entender que una mujer como ella pudiera permitir una situación así, y encima dentro de su propia casa. Moreno señala que esas preguntas que yo me estaba haciendo son las habituales: ¿Cómo lo consientes? ¿Por qué no cortas de raíz esta relación que te está destruyendo? ¿Cómo permites que un hombre así viva bajo el mismo techo que tu hija? Estas son las preguntas comunes y, sin embargo, jamás lanzamos preguntas del tipo: ¿Cómo es posible que Max se comporte así? ¿De dónde sale tanta rabia y violencia? ¿Por qué le está haciendo tanto daño a la mujer que supuestamente ama? Párate a pensarlo. Seguro que tú tampoco te has hecho estas otras preguntas que ponen el foco de atención en el maltratador y no en la víctima. ¿Por qué lo hacemos? La mujer ha estado estigmatizada desde que el mundo es mundo. Si algo le ocurre es por su culpa, porque ella lo ha provocado, porque ella ha incitado, porque ella viste de esta o de otra forma, porque ella sale de noche, porque ella se toma alguna copa. Creo que es necesario, no solo cambiar el discurso, sino también cambiar el punto de vista. ¿No te parece?

En cualquier caso, y como apunté antes, te va sorprender el comportamiento de Oliva y es que ella también es presa de sí misma.

En cuanto a Horía, esta marroquí no es más que el exponente de esas mujeres africanas que vienen a España buscando una vida mejor. Cuando la reclutaron en Bel Mani, le prometieron unas condiciones que luego no se han cumplido. Mientras estuvo en los campos de fresa de Huelva vivió en condiciones penosas, trabajó duro y tuvo que lidiar con situaciones machistas. Su relación con los hombres nunca ha sido buena. En su país de origen, ya sufrió el abandono de su marido y el repudio de su padre, que se sentía avergonzado por tener una hija, una nieta, y ningún yerno. Pero Horía no solo sufre la violencia machista, sino también la institucional, la racista, la social. A Horía la sociedad le vuelve la espalda por ser marroquí, y las instituciones se lavan las manos frente a la problemática que ella vive. Sus miserias y penalidades se agravan cuando recibe una noticia sobre su hijo Aziz. Eso la obliga a trasladarse a Madrid, y allí acabará en la portería del edificio de la Plaza de la Paja. 

De la vida de Horía se deduce dos cosas. Por un lado que, frente a la desidia institucional, frente al desamparo que mujeres como ella (y hombres, también) reciben por parte de los organismos de los países en los que tratan de construir una vida, la única solución que les queda es recurrir a la ayuda de los suyos, de los que son como ella, de los que están tan abandonados como ella. De este modo, a través de un igual, Horía llegará a Madrid, encontrará trabajo y tratará de averiguar alguna información sobre ese asunto que la tiene muerta de miedo. 

Por otro lado, también percibiremos cómo Horía intenta mantenerse siempre en la sombra, como si el lugar que ocupara en la vida, y en ese edificio de la Plaza de la Paja, no le perteneciera. Trabajando en una portería, dedicándose a la limpieza del edificio, a la recogida de paquetes y cartas, lo normal es que coincida con los vecinos del edificio que entran y salen, sin embargo, ella trata de eludir cualquier tipo de contacto, que no sea únicamente por motivos de trabajo. Estar frente a alguno de los inquilinos del inmueble la asusta, le resulta complicado, y no solo por el idioma, que no maneja bien, sino también porque prefiere ser lo más invisible posible. Intenta evitar cualquier incidencia que la conduzca a la policía. Mientras más desapercibida pase, menos problemas tendrá. Pero también es curioso cómo los ojos de los vecinos pasan muy por encima sobre ella, como si fuera invisible. Habrá gente que la vea pero que no la mire, que no repare en ella, que no pregunte quién es, de dónde viene, que demuestre una falta de interés total porque, en la ciudad, cada uno tiene sus propios problemas como para prestar atención a los de los demás. Tan solo una única persona se parará unos instantes, por pura curiosidad e inocencia, a saber más de ella. 

Sobre Damaris, ella representa a todas esas mujeres de origen latinoamericano que se dedican a limpiar, ordenar, organizar nuestras casas y cuidar a nuestros hijos. Cierto es que está lejos de su país y de su familia, que trabaja muchas horas, porque a veces sus patrones le piden jornadas extras a las que ella no se niega, que tendrá un salario pequeño y por eso se ve obligada a compartir piso con dos amigas más, que tiene el sueño de volver de visita a su país y que no sabe si lo conseguirá. Todo eso es cierto pero, bajo mi punto de vista, ella es la que tiene una vida más tranquila, porque lleva años trabajando para la misma familia, adora a los niños que cuida, y no la tratan mal. O por lo menos, no sufre el maltrato que recibe Oliva, ni tampoco va a padecer el revés que la vida le tiene reservado a Horía. En este sentido, su historia me ha conmovido menos, y probablemente tenga también que ver el hecho de que estamos muy acostumbrados a la presencia de latinoamericanas haciendo un trabajo que, como ha apuntado Lara Moreno, en sus intervenciones, antes realizaban las mujeres andaluzas y extremeñas. No sé, aunque su vida es también muy complicada, es la parte que menos me han estremecido.

En cualquier caso, la inquietud que siente el lector con respecto a este personaje tiene que ver con unos problemas de salud que Damaris comenzará a sentir. ¿Qué le ocurre? Yo me temí lo peor pero no quiero desvelar nada. 

Oliva, Horía y Damaris, tres mujeres que se esconden, que conviven en la misma ciudad, en el mismo edificio, en el mismo tiempo, que son tan distintas y a la vez tan parecidas, que no miran porque tienen miedo a generar vergüenza, a ser vistas, y que tampoco son miradas porque para los demás son transparentes. En eso se resume sus vidas, en miedo y vergüenza, en dolor y angustia.


Qué no me ha gustado de esta novela

De nuevo, gustar no es la palabra más adecuada. Diría que lo que menos me ha convencido es el final, y no porque no sea tan intenso como el resto de la obra, sino porque Lara Moreno pone el foco de atención únicamente en Horía. Lo que inquieta a esta mujer tendrá resolución en las páginas finales de la novela, mientras que lo relativo a Oliva y a Damaris quedará más desdibujado. Pero, ojo, que ese desenlace es muy doloroso pero solo afecta a Horía. Por eso digo que me hubiera gustado que hubiera más equilibrio entre las partes al poner el punto y final.

Estructura y estilo

Con un narrador en tercera persona, La ciudad se estructura en capítulos cortos no numerados. Llama la atención que el texto no cuenta con ni una sola línea de diálogo, pero eso no quiere decir que los personajes no nos vayan a hablar con su propia voz. Las conversaciones quedarán insertas en la narración, componiendo un todo. En algún momento, las páginas plagadas de texto, sin apenas espacio, podrá dar la falsa sensación de ser una lectura densa. Sin embargo, no es así. Lara Moreno se encarga de ir desgranando la vida de Oliva, Horía y Damaris, manteniendo la atención del lector en cada momento, y este irá avanzando en la lectura, con temor, con angustia, pero con la necesidad de saber qué ocurrirá con estas tres mujeres.

La ciudad cuenta con una atmósfera opresiva, acorde a los hechos que se relatan. La narración es claustrofóbica, enfrentándonos a esa otra realidad a la que no queremos mirar a la cara. Lara Moreno enseña la cruz de la moneda, las sombras de las calles por las que transitamos. La ciudad te obliga a mirar de frente para no desviar la mirada, no esta vez.

Y así, la autora consigue transmitirte la amargura, la soledad, la desolación y el desamparo que sufren sus personajes. Se podría decir que la novela te engulle por completo.


En definitiva, me ha dejado muy tocada la lectura de La ciudad. Como digo, me ha conmocionado más la historia de Oliva, en la que vemos el poder que el hombre ejerce sobre la mujer, que la de Horía y Damaris, dos mujeres sometidas al racismo y víctimas de las desigualdades sociales, porque son pobres y vienen de otros países. Me ha acojonado conocer a Max, tan manipulador, tan maquiavélico, al que el sexo es lo único que lo calma. Para mí, la historia de Oliva y Max es la más dolorosa, la más impactante porque ninguna de nosotras estamos libres de convertirnos un día en Oliva. Y eso te mete el miedo en el cuerpo.


«... no sé por qué insistes en que yo puedo acercarme a ti cuando lo desee, porque eso no es verdad, porque siempre follamos cuando tú quieres, y porque no puedes pretender que me sienta segura si has sido capaz de apartarme de un empujón algunas mañanas, que no que quiero follar, coño, que me dejes, ¿ya no te acuerdas?, pero si ella ahora mismo le dice eso se haría de noche instantáneamente o algo peor, así que se calla y dice solo la verdad: es que hace mucho que no nos vemos». [pág. 195]

 

[Fuente: Imagen de la cubierta tomada de la web de la editorial]

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